Antes de iniciar la ruta hicimos unos kilómetros extras para poder desayunar en “Venta Campa”, en San Salvador de Cantamuda, para después volver a retroceder y desviarnos hasta el pueblo de Santa María de Redondo, donde no teníamos claro que pudiéramos encontrar algo para desayunar, por eso lo de hacer algunos kilómetros extras.
Cruzamos con el coche el pequeño pueblo de Santa María de Redondo y a su salida continuamos por pista durante un kilómetro o poco más hasta dar con el parking habilitado para los que realizan esta ruta, junto a un cartel informativo de la misma.
Día totalmente despejado, con temperaturas que comenzaban a subir, aunque nada comparable con las olas de calor que estábamos encadenando por el sur, y si bien es cierto que nosotros estamos más que acostumbrados al calor, también es verdad que para esta zona del norte estas temperaturas no son para nada normales y es que viendo lo bajo que están los pantanos por los que vamos pasando durante estos días, se puede entender que la anomalía térmica no es solo un problema de estos días estivales, sino que a lo largo del año ni las temperaturas ni las precipitaciones, bien en forma de lluvia o en bien en forma de nieve, han sido las que en otras épocas se registraban habitualmente, así que no es de extrañar que a pesar de la masa boscosa que rodea este entorno, todo esté muy seco, con caminos polvorientos.
No éramos los únicos que teníamos previsto hacer esta ruta hoy, puesto que al llegar al parking ya había otros coches, incluso coincidimos con un grupo que prácticamente comenzaron la ruta al tiempo que nosotros.
La ruta es corta, de unos 12-13 kilómetros si no se hace alguna cosa más como extra, y podría dividirse claramente en dos partes: por un lado está la parte inicial de la ruta de unos 3 km que será un recorrido lineal, puesto que a la vuelta habrá que volverlos a hacer en sentido contrario; y por otro lado está un recorrido circular de unos 5-6 km que lo normal es hacerlo en sentido contrario a las agujas de reloj y que es el que llega a la Cueva de la Fuente del Cobre.
Los tres primeros kilómetros de aproximación al recorrido circular, son por camino-pista ancha, polvorienta, seca y aunque vamos paralelos al cauce del Pisuerga, que en la mayoría de los casos no vemos por la vegetación y arboleda y en un recorrido prácticamente llano, la verdad es que resulta un tramo bastante insulso y aburrido, además de que como he comentado, todo estaba muy seco y francamente me desilusionó mucho porque tenía ganas de hacer esta ruta desde hace tiempo porque había escuchado y leído bastante de ella, aunque supongo que todo cambia de hacer este recorrido en invierno, con raquetas de nieve que hacerlo en época estival y más áun después de un año hidrológico que a nivel general, por toda España, ha sido muy seco.
Hacemos rápido este tramo, porque como he comentado nos resulta algo aburrido, solo andar por andar y aunque hay arboleda cercana el camino transita por zonas algo más abiertas y tampoco es que fuéramos disfrutando de bonitas vistas o panorámicas.
Es justo al pasar el Arroyo Peñalba, por un pequeño puente de madera, cuando comienzan algunas rampas, más o menos cortas, pero intensas, que exigen algo de esfuerzo físico, porque hasta entonces fue prácticamente llano, continuando por carril ancho, al tiempo que la arboleda del monte Villa Cernienta va envolviéndonos poco a poco, con tramos largos en los que caminamos bajo la sombra de los árboles, y casi sin darnos cuenta, nos encontramos de lleno bajo el manto protector del bosque.
Pronto nos encontramos con una bifurcación señalizada, es el inicio del tramo de la ruta circular, indicando hacia la derecha para ir hacia la Cueva del Cobre, para realizar el recorrido en sentido contrario a las aguas del reloj, siendo por el lado izquierdo por donde regresaríamos más tarde.
Este tramo circular, e incluso un poco antes de llegar al desvío, ya es otra cosa, es mucho más bonito, interesante, entretenido y variado y donde realmente podemos disfrutar del senderismo y de la naturaleza en estado puro.
En este desvío hacia la derecha, abandonamos la tiranía de la pista polvorienta, por espacios abiertos, si bien es cierto que desde que se cruza el Arroyo Peñalba el recorrido va cambiando y se va adentrando en el bosque, para continuar por una senda estrecha, con muchos vericuetos, que se adentra de lleno en el bosque y que acaba engullédonos por completo, mientras caminamos por trazado relativamente llano, buscando el cauce del río para ir poco después junto a él, acompañándolo aguas arriba, justo en el momento en el que esta delicia de sendero, comienza a ascender suavemente.
Tramo bucólico, entretenido, muy bonito para la práctica del senderismo y para sentirse rodeado de naturaleza, envuelto entre robledales, hayedos y acebos, transitando entre un frondoso sotobosque, y eso a pesar de la falta de precipitaciones de la que ya he hablado, algo que se nota sobre todo en el color y volumen del musgo y en los líquenes que recubren las piedras y los troncos de los árboles… y si a esto le añadimos que en algunos de los claros del bosque o ‘campas’ como creo le llaman por aquí, nos encontramos con numerosas mariposas revoloteando entre cardos azules o cardos de Magdalena (Eryngium bourgatii) y entre otras flores, pues ideal… que ya tenía ganas de reencontrarme en la Montaña Palentina con sus mariposas, así que rápidamente saco la cámara y el tiempo pasa sin darme cuenta intentando fotografiar algunas de estas mariposas que no paran quietas mucho tiempo y que para mi son un auténtico lujazo poder contemplarlas.
El sendero sigue desde el fondo del valle en ligera subida, junto al cauce del río, hasta que logramos salir de las ‘fauces’ del bosque para llegar a la cabecera del valle, donde de nuevo un sendero rodeado de vegetación aunque por zona más abierta en cuanto a arboleda se refiere y continuando junto al cauce del río, con poco caudal en esta época estival, así que a pesar de ser este un tramo de pequeños saltos agua, ahora resultan inapreciables, y en un visto y no visto nos encontramos frente a nosotros con el farallón rocoso y calizo en cuya base se abre la boca de la Cueva del Cobre de cuyas entrañas emana el agua que se transformará en el río Pisuerga.
Antiguamente se pensaba que el nacimiento del río Pisuerga se encontraba en esta cueva, pero hoy se sabe que su nacimiento está un poco más arriba, en las laderas del pico Valdecebollas (2.139 m.), en donde las aguas del deshielo, manantiales, arroyos y pequeñas lagunas se filtran por una sima en el sumidero de la roca caliza del Sel de la Fuente, para aparecer de nuevo, tres kilómetros más abajo, por la boca de la cueva, convertidas ya en el río Pisuerga.
Unos metros antes de llegar a la entrada de la cueva nos encontramos con un bonito entorno, junto a las cauce del río, remanso de paz, con el agua gélida que sale del interior de la cueva, árboles, vegetación, rocas y zonas sombreadas, un lugar que no podíamos pasar por alto para un poco más tarde realizar un pequeño descanso para el piscolabis.
En los últimos metros para llegar a la entrada de la cueva hay que salvar un pequeño desnivel a base de escalones en roca o trepando entre los bloques de piedra. Ya en su interior el cambio de temperatura es muy brusco porque dentro de la cueva la temperatura baja considerablemente con respecto a la del exterior y cuando llevas un rato dentro te quedas completamente frío y más si has entrado en manga corta y sudando.
El pequeño desnivel a salvar antes de acceder a la boca de la cuerca.
El interior de la cueva es mágico, y eso que solo merodeamos por la entrada (una inmensa sala-galería, tanto a lo alto como a lo ancho) y un poco por el interior haciendo uso de los frontales, pero es que la cueva tiene unos 8 km de longitud y adentrarse en sus profundidades no se recomienda sin ropa y equipo adecuado y sin tener un mínimo de experiencia, pero si se puede ver como tras la enorme sala principal que sirve de recepción a todos los que se adentran en ella, a la izquierda ésta se va estrechando y haciéndose más baja, al tiempo que su suelo se convierte en un arroyo cuyas aguas corren entre la oscuridad del interior buscando la salida de la cueva.
Dentro de la sala a la que se accede al cruzar la boca de la cueva, a la derecha hay una rampa que da a otra abertura de la cueva, mucho más pequeña, por la que acabo saliendo, continuando por una senda en fuerte subida y rodeando en parte el farallón rocoso en el que se encuentra la cueva y que sube hasta la parte de arriba, aunque en muchos tramos se encuentra desdibujada, teniendo una buena panorámica de la Montaña Palentina y de los Picos de Europa, donde un día más la niebla parece invadir la parte sur de la cercana comarca cántabra de Liébana, de donde habíamos partido esta mañana.
Durante la subida por este sendero me encuentro con la mariposa Apolo (Parnassius apollo), una mariposa propia de macizos montañosos de zonas templadas y frías y a la que tenía muchísimas ganas de ver (al igual que a otras, como a la Isabelina o Graellsia isabellae) y mira por donde tuve el gustazo de encontrármela aquí y de fotografiarla, aunque por desgracia tenía parte de un ala rota.
Vuelvo sobre mis pasos de nuevo a la boca principal de la cueva,bajando unos metros hasta el lugar que habíamos visto antes para el piscolabis, aprovechando el descanso para fotografiar algunas mariposas y una de las plantas más venenosas que podemos encontrarnos, como es el acónito común o matalobos (Aconitum napellus), con su característica flor azul (también la hay en versión amarilla) en forma de casco, una planta propia de zonas altas, de montaña.
Este tramo del recorrido circular, de unos tres kilómetros, es diferente al primero, en el que habíamos transitado por la parte baja del valle, junto al río y sumergidos en el interior del bosque, ahora en cambio iremos subiendo paulatinamente hasta llegar a la falda de la montaña, caminando por senda que nos saca de la zona boscosa para adentrarnos en zonas abiertas donde el sol, ya sobre la una del mediodía, va calentando, teniendo ahora el bosque por debajo de nosotros y con unas panorámicas muy buenas al estar situados a más altura y sin el obstáculo de los árboles.
Cuando la senda llega al Collado del Cobre. una sitio propicio para que paste el ganado vacuno, tenemos de frente, al fondo, las vistas de picos emblemáticos de la Montaña Palentina como el Espigüete, cuya subida teníamos prevista para el día siguiente, o el Curavacas, por no hablar de la vista de Picos de Europa.
Desde este punto, comenzamos a perder altura, a descender, con una senda se va ensanchando para convertirse en camino ancho y más tarde en pista polvorienta, con tramos de bajada pronunciada y en zig-zag, que de nuevo va adentrándonos poco a poco en el territorio del bosque de robles, hayas y acebos, hasta que terminamos por cerrar el recorrido circular al llegar a la bifurcación que señalaba a la derecha (cuando subíamos por la mañana), la senda de la Cueva del Cobre.
A partir de aquí, de nuevo los tres kilómetros iniciales que habíamos hecho al principio, pero ahora en sentido contrario, de regreso y si al principio de la mañana este tramo ya nos pareció insulso y algo aburrido, a esa hora, con el sol calentando, se nos hizo más pesado.
En definitiva un recorrido que para mi lo que realmente merece la pena, son los 5-6 km del recorrido circular que pasa por la Cueva del Cobre, con un recorrido muy atractivo, entretenido, muy visual y con gran riqueza a nivel de naturaleza, además de contar con dos tramos variados, diferentes uno de otro, pero cada uno con sus bondades… sin embargo, el tramo lineal de ida y vuelta para acceder al recorrido circular resulta monótono y aburrido, al menos en esta época del año, porque supongo sería un lujazo realizar este recorrido en invierno, cubierto de nieve y realizando una marcha con raquetas, con un paisaje que cambiaría mucho, al igual que el entorno, que ahora aparece muy seco en sus inicios, donde además podemos encontrarnos con huellas del pasado minero de esta zona (escombreras de antiguas minas de carbón, o zonas donde la tierra está muy oscurecida, casi negra...)
De vuelta a Cervera de Pisuerga, paramos en “Venta Morena” para tomar una cerveza y como nos encontramos a gusto sentados fuera, bajo la sombra, decidimos que ya que iba siendo la hora, comer allí... y fue un acierto.
Tras la comida, nos desplazamos a Cervera que la teníamos cerquita, buscamos el albergue gestionado por el ayuntamiento, donde nos quedaríamos las dos próximas noches. Tras la ducha reparadora salimos a dar una vuelta por el centro de pueblo que estaba superanimado y abarrotado de gente su calle principal, sus terrazas y plaza ya que eran las fiestas del pueblo… aunque a la postre supuso un suplicio para nosotros porque a penas pudimos pegar ojo durante las dos noches que nos quedamos allí.
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