Las andanzas de un lobo estepario extremeño.

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"Viajar en bici es hacer más grande el Mundo. Es aprender lo esencial de la vida. Es vivir el presente sobre todas las cosas. El placer del cicloturismo está mucho más en el camino que en el destino, son los medios los que justifican el fin. Durante días, semanas o meses, no necesitas más que lo que llevas a cuestas
" (del artículo: "Con la casa a cuestas", revista: Bike Rutas, Nº 4, 1999)

31 oct 2020

De ruta por Picos de Europa, el Anillo Vindio (macizo occidental o de Cornión) - Día 3 y Fin: Refugio de Vegarredonda - Vega Huerta - Collado de Frade - Vega de Llós - Posada de Valdeón.

A las siete de la mañana tocaba ponerse en pie en un día que amanecía con más claros que nubes en las alturas, nubes ligeras, poco densas, que se fueron desvaneciendo en el transcurso de la mañana, lo que nos daba esperanzas para poder disfrutar de una jornada espléndida tanto a nivel climatológico como de etapa de pura montaña.

Una vez organizadas las mochilas, al salir del edificio donde estuvimos durmiendo  pudimos contemplar frente a nosotros y mirando hacia arriba, toda el recorrido de subida inicial que tenemos que afrontar en la etapa de hoy, la “etapa reina” que se diría en términos ciclistas. Un recorrido en completa umbría a esa hora de la mañana, aunque los picos de los alrededores comienzan a teñirse de color dorado al ser tocados por los primeros rayos de sol; un recorrido que siguiéndolo con la mirada nos lleva desde el refugio hasta Porru Bolu,  situado éste en el centro de la estampa montañera, ejerciendo su gran magnetismo para atraer hacia él todas las miradas... más al fondo, por encima y ligeramente  a la derecha se ve el Collado de las Merinas donde terminará la parte más dura de la etapa en lo que se refiere a la ascensión propiamente dicha, aunque también es la parte más sencilla puesto que no es un tramo 'técnico', así que cada uno avanza más o menos rápido en función de su estado de forma.

 
Desde el refugio se puede ver el recorrido inicial en subida que nos esperaba.

Nos movemos al otro edifico, para asearnos un poco y disponernos para el desayuno, que cuanto antes salgamos mucho mejor, porque la etapa de hoy puede resultar larga, no tanto en distancia como en tiempo y más cuando era la única de las cinco que íbamos a hacer en Picos que desconocía por completo, salvo por referencias de terceros, pero al menos, el tiempo a nivel de climatología era bueno, porque con niebla o con lluvia, la zona de sube-y-baja de los 'jous' podría ser un inconveniente.

Los rayos de sol van bañando poco a poco de tonos dorados las cimas que se encuentran tras el refugio de Vegarredonda.

Luis sigue sin estar bien, como era de esperar, pero parece que se encuentra más animado, así que junto a Ángel y Encarni intentará bajar sin prisas y haciendo pequeñas paradas hasta llegar al aparcamiento de Pandecarmen y una vez allí, intentar parar a algún coche que al menos pudiera llevarlo a él hasta el aparcamiento de los Lagos. El resto del grupo, los siete que quedábamos, iniciaríamos la etapa con la idea de acabar en Posada de Valdeón, donde tendríamos que juntarnos con los otros tres que llegarían allí bien en bus o bien en taxi, si todo iba según lo previsto.

A diferencia del resto de días, habíamos contratado el picnic en el refugio para la jornada que teníamos por delante, con el fin de llevar algo menos peso en la mochila los dos días anteriores, así que después de haber vaciado  la mochila hoy sólo tendríamos que cargar con la comida-picinic que nos habían preparado en el refugio, y con algún pequeño extra que aún llevamos por lo que pudiera pasar.

Tras el desayuno, tocaba recoger las mochilas, previo paso por la fuente que hay entre los dos edificios para rellenar los botes y partir prestos sin perder más tiempo, despidiéndonos de nuestros tres compañeros y deseándonos mutuamente suerte.

Temperatura fresca para comenzar a caminar, algo que se agradece ante la subida que teníamos por delante y que rápidamente haría que entráramos en calor.

Salimos por las traseras del refugio, dejamos a la derecha la senda que va hacia el mirador de Ordiales y continuamos por la senda por la que vinimos ayer tarde, en dirección sur y siempre en subida, aunque al principio es bastante cómoda,  dejando pronto el antiguo y pequeño refugio de color blanco  a nuestra  derecha.

En el inicio caminamos por algunos tramos de prados, cortos y alargados con las típicas boñigas de vacas, pero pronto, al cruzar un arroyo, nos adentramos en el territorio de la roca caliza, por senda empedrada y con mayor desnivel, rodeados siempre por las paredes verticales de las moles calizas que se levantan a ambos lados, donde mirando hacia arriba, hacia el fondo, tenemos siempre al magnético Porru Bolu en el centro, mientras a la izquierda y por debajo de éste, se encuentra la Altiquera y a la derecha el Porru Llagu; más hacia arriba, ligeramente a la izquierda del Porru Bolu, están los Argaos y después Torres de Cebolleda;  a la derecha del Porru Bolu y un poco más arriba se encuentra el Requexón, y entre ambos el collado de Las Merinas, donde podríamos decir que finaliza la subida, porque hasta llegar allí arriba no hay un respiro.

La subida va de menos a más, pero es una delicia, una gozada, tanto por las vistas que tenemos delante de nosotros, como las que vamos dejando atrás y con las que nos regodeamos cuando hacemos alguna pequeña parada para tomar aire y mirar atrás, viendo como el refugio donde habíamos pasado la noche cada vez queda más abajo, cada vez más pequeño, al fondo el mar y entre este y nosotros algunas nubes bajas que se van deshaciendo conforme avanza la mañana, al tiempo que el sol va bañando de luz toda esa zona norte que va quedando a nuestra espalda, mientras nosotros seguimos aún en territorio sombrío, húmedo y frío.


En el círculo amarillo el antiguo refugio, en el círculo rojo el refugio actual de Vegarredonda y las flechas amarillas indican la posición de algunos compañeeros en la subida. Al fondo... el mar.

En este recorrido nos encontramos con un grupo de tres con los que coincidimos ayer en el refugio y con los que nos iríamos encontrando en varios sitios durante gran parte de este recorrido y hasta poco antes de llegar al refugio de Vega Huerta.

Llegamos a un desvío señalizado, para un lado hacia Jou Santo y para otro hacia Vega Huerta, ésta última es la dirección que seguimos, en una subida que va a más progresivamente pero que es una auténtica gozada, de las que se disfruta y sin ningún tipo de dificultad técnica.


Tras un fuerte repecho llegamos después de hora y media, a la base de Porru Bolu, con su cara este bañada por completo por el sol, continuando por una senda que va esquivando canchales y llegando poco después a un pequeño 'jou',  bordeando el Porru Bolu para dejarlo  a nuestra izquierda.


Tras este último y pequeño tramo de falso llano cogemos una senda empedrada que a base de zig-zag, entre el Porru Bolu a la izquierda y el Requexón  a la derecha, va ganando altura convirtiéndose en una auténtica delicia porque cada curva se convierte en improvisado mirador, cada tramo de zig-zag parece mejor que el anterior para tener una vista panorámica definitiva, una auténtica gozada, puro espectáculo, con el largo Ercina al fondo, allá abajo, diminuto, desde donde ayer podíamos contemplar la zona donde estábamos ahora pero cubierta de nubes; más al fondo el mar, siempre por debajo de otro mar, de un mar de nubes diseminadas, ligeras, pululando levemente como nubes de algodón de azúcar en el aire, una gozada, así que en este tramo nos entretenemos un poco más, sobre todo  mi compañero Manuel, que bien parecía que estaba en una competición contra sí mismo por buscar la mejor foto panorámica entre giro y giro del zig-zag de subida.

Panorámicas en la subida al "Collado de Las Merinas", con el lago Ercina al fondo.

El lago Ercina con el zoom de la cámara

Tras las últimas rectas de los  zig-zag, algo más largas y donde en lugar de roca se pisa tierra, entre el verde de los prados donde pasta alguna que otra vaca, llegamos al collado de Las Merinas, donde hacemos una parada para reponer fuerzas tomando unos frutos secos, algo de chocolate, alguna pieza de fruta... y algún que otro trago a la bota de vino, nuestro red bull particular, ¡el que de verdad da alas y no el brebaje ese que te venden!... al tiempo que tenemos que abrigarnos porque el aire en este punto, sin ningún tipo de protección, sopla más fuerte y más frío. Mientras tomamos este pequeño piscolabis nos colocamos mirando hacia el norte, para disfrutar  de las maravillosas vistas que tenemos frente  nosotros, toda una suerte que hoy tengamos un día espectacular que nos está regalando estas vistas. Hasta este punto llevábamos unas dos horas y media.

Panorámica que podemos contemplar, con el largo Ercina al fondo, desde el lugar donde hicimos una pequeña parada para tomar un piscolabis.

Realmente no habíamos parado en el propio collado, sino unos metros antes de llegar a él, así que al ponernos en marcha recorremos lo poco que nos quedaba y nada más pasarlo nos encontramos con una paisaje totalmente diferente, más desangelado, inhóspito, dejando atrás las variadas y entretenidas panorámicas con sus contrastes para adentrarnos de lleno en un territorio donde mires por donde mires solo hay roca, inmensas moles pétreas se levantan a nuestra izquierda:  la Aguja de Enol, la Torre Santa María y las Torres de Cebolleda, mientras frente a nosotros y por debajo de estas moles, un paisaje desolador, hostil, un enorme pedregal, con hoyos a modo de cráteres pétreos, los famosos “jous[1] de Picos de Europa, por los que hay que avanzar en un continuo sube y baja, para entrar o salir de ellos, o para bordearlos, en lo que es la parte más complicada del recorrido, la parte más técnica, donde la marcha es más dificultosa, se ralentiza enormemente y en ocasiones hay que realizar pequeñas trepadas y destrepadas haciendo uso de las manos; tan sólo al salir de estos 'jous'[1], en las crestas, podemos ver algunas panorámicas a la derecha, espacios más abiertos, con algunas nubes bajo nosotros diseminadas que dejan entrever el paisaje que está bajo ellas y que se extiende hasta el mar.


Atravesando el territorio rocoso de los "jous".

Dejamos a nuestra izquierda la pared de  La Torrezuela y no tardamos en encontrarnos con el inmenso “Jou de las Pozas” al que bordeamos por la izquierda (por el norte), con algún paso expuesto, sin llegar a bajar hasta el fondo, para finalmente salir de él realizando  una pequeña trepada con la que además, acabamos de zafarnos por fin de este tramo técnico de “jous[1]

Este tramo de “jous[1], la parte más técnica de la ruta, para los que lo hacemos por primera vez resulta entretenido, tramo de pura montaña, donde se avanza con parsimonia y donde también podemos llegar a impacientarnos por parecer que siempre estamos en el mismo sitio, rodeado de pedregales y de grandes moles que se levantan a la izquierda, inmersos en el fondo de unos de estos 'jous', impotentes al sentirnos atrapados  entre sus fauces y no saber qué hay más allá o que al salir de uno de ellos ver que lo que te espera es otro tramo similar, donde si no fuera por los compañeros uno se sentiría aquí en la soledad más absoluta, envuelto en un silencio pétreo acorde con el entorno que nos rodea.  En ocasiones tenemos que perder algo de tiempo para ver por donde va el paso, buscando los “puntos rojos”, las marcas,  mientras por la cabeza se me pasa la idea de cómo podría ser la situación si en lugar de tener un día como el de hoy, con el sol a esa hora luciendo en su punto más alto, tuviéramos lluvia o una niebla espesa, porque si ya avanzamos lentamente, con la niebla o con la roca mojada por las lluvia sería mucho más penoso y peligroso el avance.

Una vez dejado atrás el “Jou de las Pozas” sólo nos queda salvar un pequeño repecho al término del cual llegamos a una especie de portilla, no muy amplia, es la Horcada de las Pozas, flanqueada por dos farallones que se yergen inhiestos antes nosotros: a nuestra izquierda el Teso del Torco y a la derecha la Cabra Blanca, portentosa la panorámica montañera que tenemos frente a nosotros en este hito del recorrido.

Cruzar la Horcada de las Pozas es como abrir la puerta de una habitación para salir de ella y entrar en otra muy distinta. Atrás dejamos el pedregal y los “jous[1] mientras que hacia delante, a la izquierda, tenemos una senda  que va a media ladera de la montaña; a la derecha de la senda se abren grandes desniveles, por lo que hay que andar con cuidado de no pegar un traspiés y echar a rodar hacia las profundidades; desaparecen los enormes pedregales, los “jous[1], las vistas son más vastas, con la Aguja Corpus Christi algo más al fondo y tras ella, aunque hay parte que no se ve, la zona de Vega Huerta donde se asienta el pequeño refugio.

El compañero Fernando al llegar a la Horcada las Pozas, dejando atrás el Jou de las Pozas.

Tras pasar la Horcada de las Pozas y ver que lo que tenemos por delante es un recorrido más factible, ya algo más relajados hacemos un merecido descanso al sol para comer el picnic que nos habían preparado en el albergue.

Tras el descanso para la comida toca ponerse en marcha de nuevo, con una fuerte bajada hasta enlazar con la senda que transita a media ladera y por la que seguiremos avanzando con precaución, a una hora en la que el sol es cuando nos pega más fuerte y es que esta zona se encuentra expuesta a cualquier inclemencia meteorológica que pueda haber puesto que no hay ningún tipo de protección: viento, lluvia, sol...

Avanzamos por la senda en dirección a la Aguja Corpus Christi, aunque antes dejamos a la izquierda la canal por la que se llega a la Forcadona, mientras a la derecha se abre una amplia panorámica en la que podemos disfrutar  de un paisaje montañoso  con las nubes por encima de él y por debajo de nosotros, salpicando todo el entorno.

Llegamos a la  Aguja Corpus Christi que tenemos que ir bordeando en una zona donde la senda de nuevo vuelve a transitar entre pedregales a modo de “melonar” aunque no por mucho tiempo porque no tardamos en salir a una zona de verdes prados que en subida llega hasta el collado junto al cual se encuentra el pequeño y coqueto refugio de Vega Huerta rodeado de pequeños círculos de piedra utilizado por los montañeros para vivaquear. Unos metros por debajo del  refugio hay una fuente con un pilar/abrevadero y en los alrededores podemos ver a los rebecos en su hábitat natural, en las alturas y saltado entre peñascos en los Tesos de Cotalbín... Desde aquí es fácil divisar Torre Santa o Peña Santa de Castilla que con sus 2.596 m., es el pico más alto del Macizo Occidental o de Cornión (como curiosidad, comentar que en los valles de Sajambre y Valdeón suelen emplearse los términos "Pica", "Pico" y "Peña" para montañas de menor entidad, mientras que las grandes cumbres de los macizos Occidental y Central reciben el nombre de “Torres”, como por ejemplo:  Torre del Llambrión, Torre Bermeja, Torre del Friero, Torre Santa...).

 

El compañero JuanMi merodeando en los alrededores del refugio de Vega Huerta.

Bajamos a la fuente a rellenar los botes de agua y continuamos por una senda cómoda, paralela a los  Tesos de Cotalbín que quedan a nuestra la izquierda y continuamos por lo que llaman “el camino del burro”, en un recorrido muy entretenido, agradable y bonito, ya en zona leonesa, aunque la verdad es que este tramo de camino hasta llegar al collado del mismo nombre, “Collado del Burro”, se me hizo más largo de lo que esperaba, creía que era más corto, aunque como he comentado disfruté bastante por él, tanto por las vistas que se disfrutan desde arriba como por caminar por una senda a veces de tierra, a veces por roca y a veces entre recovecos o zig-zag entre la propia roca caliza.



Diferentes instantáneas en el tramo del "Camino del Burro"

Desde el “Collado del Burro” (2.124 m.) toca un descenso corto pero muy vertiginoso por una especie de pasillo entre rocas que se levantan como paredes verticales, es lo que llaman la “Canal del Perro”, done hay que bajar con precaución porque al desnivel se le une que el terreno tiene muchas piedrecitas sueltas por donde se baja con miedo a los resbalones, en lo que es la última prueba de fuego para las maltrechas 'bisagras' (léase rodillas) que aquí sufren de lo lindo...

Tras el tramo más vertical del descenso por la Canal del Perro comienza un tramo de bajada más suave ya por senda normal, con la pared de Los Molledizos a nuestra izquierda, llegando al Collado del Frade rondando los 1.800 m. (o sea, más de trescientos de desnivel en apenas kilómetro y medio).

Tras el tramo más vertical del descenso por la Canal del Perro comienza un tramo de bajada más suave ya por senda normal.

En el Collado del Frade es donde se encuentra la división de caminos, el  que sigue en dirección al refugio de Vegabaño para rematar el anillo de picos o su hermano menor, el anillo vindio, o continuar directos a Soto de Valdeón, que es el que elegimos nosotros, porque de lo contrario tendríamos que hacer noche en el refugio y hubiéramos necesitado un día más, de esta forma realizábamos el recorrido circular por el macizo occidental  y ganábamos un día para hacer otra ruta por Picos de Europa para conocer más de ellos.

Desde el Collado del Frade, en lugar de seguir el track continuamos por una senda hundida en la pradera y como suele ser habitual, con mucha boñiga de vaca, porque Fernando se dio cuenta mirando el mapa que siguiendo por esa senda acortábamos camino y más adelante, saldríamos de nuevo al recorrido marcado por el track, justo antes de llegar a un pequeño collado desde donde de nuevo hay que afrontar una fuerte bajada en un tramo corto que nos da acceso a la Vega de Llós caminando en ocasiones por terreno mullidito pero incómodo, por ser zona de prados.

Último tramo de bajada para llegar a la Vega de Llós.

Caminando por la Vega de Llós, en terreno más cómodo para las maltrechas rodillas, llegamos a una fuente con pilón después de pasar junto a unos caballos que andaban pastando libremente.

En el pilón, mientras esperábamos al resto de compañeros que terminaran de bajar, metimos los pies en remojo y aquello fue una auténtica gozada, terapia de choque, relax total.

Tras el pequeño descanso nos ponemos de nuevo en marcha, ya en actitud totalmente distendida, relajados, porque lo que quedaba era un paseo de unos cuatro kilómetros donde nos adentraríamos en una zona de bosque hasta finalizar la etapa, primero por un camino-pista amplio y en la última parte por una senda más estrecha, con firme irregular y bajada algo más pronunciada que conduce al mismo Soto de Valdeón, y desde ahí, un bucólico paseo junto al río de apenas un kilómetro hasta llegar a la entrada de Posada de Valdeón, donde ya nos esperaba Ángel con el coche, puesto que los otros tres compañeros ya habían llegado, al final lo hicieron cogiendo un taxi desde Cangas de Onís; pero en el coche no recuerdo si llegó a montar alguien, algunos solo dejamos en él las mochilas y en mi caso, me fui andando hasta el albergue de Llanos de Valdeón, mientras hablaba por teléfono con casa para ver como andaban las cosas por allí y decir que estábamos bien y que todo iba saliendo según lo previsto.

Ya en el refugio, ducha y cervecita comentando la pedazo de ruta montañera que nos habíamos marcado, espectacular de principio a fin y en todos los sentidos; después la cena entre este buen grupo de amigos, una cena que nos tenían preparada Ángel y Luis, que como habían llegado pronto lo habían dejado todo a punto.

Tertulia tras la cena y las infusiones y a la cama, que al día siguiente tocaba madrugar porque teníamos que hacer un desplazamiento en coche, remontando el desfiladero de la Hermida hasta llegar a la localidad del mismo nombre donde nos esperaría Ana que se incorporaría al grupo para acompañarnos en la ruta entre Urdón y Tresviso.

Dejo un pequeño vídeo con un resumen en fotos del recorrido circular por el macizo occidental de Picos de Europa de tres días.


Por otro lado, en ESTE ENLACE dejo algunas fotos de esta ruta con más resolución que las que aparecen en esta entrada del blog.

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[1] En Picos de Europa cuando se habla de “Jou” es para referirse a un “Hoyo”. A grosso modo viene a ser  una depresión kárstica consecuencia de los procesos de disolución de la roca caliza y de la acción de grandes masas de nieve y hielo. El agua se va filtrando por las grietas, disolviendo las rocas y excavando grandes galerías subterráneas y conforme éstas se van haciendo mas grandes llega un momento en que sus techos se derrumban, produciendo el hundimiento del terreno y formando los hoyos o jous.

La palabra 'Jou' (hoyo) proviene de la aspiración típica en el oriente de Asturias (en Extremadura también) de la 'h' conviertiendola en 'j', o sea, 'Joyo'. A su vez la -o- final se transforma en 'u', con lo que quedará 'Joyu', finalmente, como tendemos a 'comernos' algunas la letras la palabra queda definitivamente como 'Jou'.

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