Las andanzas de un lobo estepario extremeño.

Aquí mis batallitas sobre cicloturismo, senderismo, montaña, viajes, naturaleza, música, teatro, ...

"Viajar en bici es hacer más grande el Mundo. Es aprender lo esencial de la vida. Es vivir el presente sobre todas las cosas. El placer del cicloturismo está mucho más en el camino que en el destino, son los medios los que justifican el fin. Durante días, semanas o meses, no necesitas más que lo que llevas a cuestas
" (del artículo: "Con la casa a cuestas", revista: Bike Rutas, Nº 4, 1999)

30 ago 2018

Camino Lebaniego (Cantabria). Día 3: Lafuente - Ojedo, 33 km. [23-8-2018]

Me levanté como el resto de los días, sobre las 7:30, y sin embargo fue la mañana que más tarde salí a caminar, sobe las 8:50. Recogí todo y me fui al comedor, donde estuve cenando la noche anterior. El desayuno ya estaba dispuesto sobe la mesa: leche y cereales para repetir lo que quisieras, unas onzas de chocolate negro y una canasta con fruta... no puedo pedir más, por 10 euros tener alojamiento, cena, desayuno y todo en un albergue cuidado con tanto mimo, me parece algo irrisorio y es para estar agradecido.

Mientras desayunaba miraba por la cristalera de la ventana hacia las partes altas de la montaña, cubiertas de nubes. Los peores presagios se estaban cumpliendo... la única esperanza era que conforme avanzara la mañana las nubes y la niebla fueran desapareciendo y pudieran permitirme realizar un desvío en el Camino, de unos cinco kilómetros aproximadamente entre la ida y la vuelta, para subir la Mirador de Santa Catalina y disfrutar de las magníficas vistas que me constaba se tenían desde allí, en uno de los considerados como mejores miradores, así que ¿cuáles eran los planes para hoy?... pues sencillamente no tenía, no me había propuesto una meta fija, o como me contestó en una ocasión un mochilero polaco al preguntarle que tenía pensando hacer ese día: “¡No sé!, ¡Dios proveerá!”... respuesta un poco “zen”... en mi caso todo iba en función de si podía subir al mirador, o de la climatología, porque hoy sí era una etapa más exigente físicamente, con dos buenas subidas y algunos repechos, así que si quería dormir en un albergue de peregrinos sólo había dos posibilidades: o bien me quedaba en Cabañes, con lo que serían poco más de 20 km de ruta, o bien continuaba hasta Potes, pasando de los 30 km; en ambos casos cabía la posibilidad de añadir casi otros cinco kilómetros, si hacía el desvío para contemplar en toda su grandeza el Desfiladero de la Hermida, algo que me motivaba bastante, siempre y cuando tuviera alguna certeza de poder ver algo, porque tal y como amaneció el día la verdad es que no tenía muchas esperanzas... Quedarme en el albergue de Cicera lo descartaba, porque apenas estaba a 6,5 km de Lafuente y otra opción sería, si me decidiera llegar a Potes y llegara tarde o no tuviera opción de albergue, quedarme en algunos de los pueblos previos, como Ojedo o Tama, como mucho a 6 km... y por supuesto, siempre existía la posibilidad de que me quedar en tierra de nadie, a medio camino... en fin, que todo eran dudas, y que todo iría en función de como fuera el día y como me encontrara físicamente...

Estuve haciendo tiempo, por si las nubes se iban aclarando, pero no podía estar esperando eternamente, así que a las 8:50 salgo del albergue para coger el desvío hacia Burió por el que pasé ayer tarde. Apenas 1,5 km por carretera, y en subida, mientras voy viendo como cada vez las casitas de Lafuente van quedando más abajo, incluido el albergue donde he dormido.

Parte de las casas de Lafuente en la subida a Burió, con el albergue donde me quedé a dormir en el círculo amarillo.


Conforme voy ganando altura, comienzan a caer algunas gotas de agua, sin regularidad, así que de momento ni me molesto en ponerme el chubasquero.

Paso por Burió (21 habitantes en 2008), y a partir de aquí dejo la carretera y el asfalto, aunque el camino que debe llevar hasta el Collado de la Hoz ahora es de hormigón. A los pocos metros se introduce en una zona de arboleda más cerrada, de vegetación más frondosa, con algunas vueltas y revueltas y con algún que otro fuerte repecho con el que se va ganando altura. En las partes más altas el bosque clarea y se disfrutan de muy buenas panorámicas de gran parte del Valle de Lamasón que queda abajo, con el núcleo urbano de Lafuente en primer plano, encajonado entre montañas de no mucha altura, todo envuelto en una leve telaraña de niebla y nubes que lo difuminan, yendo y viniendo éstas a merced del ligero viento que sopla en la cabecera del valle.

El camino con firme de hormigón acaba desembocando en una estrecha carretera donde se encuentra el Collado dela Hoz. Esta primera subida me resultó corta y me he encontré bastante cómodo, disfrutando de las vistas, lástima del tramo de carretera hasta Burió y que después el camino esté hormigonado... aunque supongo los lugareños no opinaran lo mismo, porque de otro modo, en épocas de lluvias esto caminos estarían impracticables.

Sigo por carretera unos metros, y pronto cojo un desvío a la izquierda, continuando en claro descenso por camino hasta Cicera, donde puedo disfrutar de diferentes panorámicas del Valle de Peñarrubia, con las casas de Cicera a la izquierda, el Monte de Santa Catalina a la derecha, donde se encuentra el mirador del mismo nombre, y en el centro, al fondo, los macizos rocosos de la parte oriental de Picos de Europa, con sus cimas cubiertas por las nubes y unos jirones de niebla que pululan por el espacio entre las verdes praderas y el cielo plúmbeo con el que ha amanecido la mañana, después de unos días anteriores de sol radiante y elevadas temperaturas, al menos para esta zona...


Las panorámicas que puedo contemplar desde diferentes ángulos son una de las razones por la que merece la pena emprender este Camino. Me paro, contemplo, disfruto... esperando que fuera el anticipo, el aperitivo, a las que pudiera tener desde el mirador, mientras seguía bajando por este antiguo camino, el que antes se utilizaba para conectar la comarca de Liébana con la costa, cuando aún no se había construido la carretera que transita por las profundidades del Desfiladero de la Hermida, y cuando Cicera en núcleo de paso, de referencia. Posteriormente, con la construcción de la carretera, los núcleos urbanos junto a ésta tomaron más auge, como ocurrió con La Hermida, al tiempo que tanto este ancestral camino, como los pequeños núcleos urbanos que conectaba, quedaron relegados a un segundo plano, al olvido, del que en la actualidad parecen ser rescatados por este Camino Lebaniego y por el 'turismo' de naturaleza en general.


En este corto descenso renacen mis esperanzas de subir al mirador, porque este valle de Peñarrubia, a diferencia del de Lamasón, está más despejado, y tan sólo en las cimas superiores a los 1.000 metros es donde se agarran las nubes, ocultándolas, pero el Monte de Santa Catalina, con el mirador en su parte más alta, se ve completamente nítido, con lo que quizás pudiera tener suerte, así que al llegar a Cicera no me entretengo, paso por su albergue donde en uno de los laterales hay un mural que me llamó la atención, y continué rumbo hacia el mirador, primero por carretera durante un par de kilómetros, y el resto de asfalto me lo ahorré porque cogí un sendero señalzado que atravesando el bosque de hayedos y castaños conducía directo a la cima, hacia el mirador, con fuertes repechos, lo que unido a la humedad reinante hicieron que llegara arriba completamente empapado en sudor.

 Mural en uno de los laterales del albergue de Cicera.

Cicera (68 habitantes en 2008) pertenece al Municipio de Peñarrubia, del que ademán forman parte también otros barrios o aldeas como: Caldas, La Hermida, Linares (Capital), Navedo, Piñeres y Roza.

 Sendero de subida al Mirador de Santa Catalina.

Arriba, la recompensa de los que persiguen una ilusión, una motivación... una gozada disfrutar de estas vastas vistas de casi todo el Desfiladero de la Hermida, aunque no son completas, porque como he dicho antes, las cimas más altas, las superiores a los 1.000 metros, están cubiertas, pero el fondo del desfiladero aparece imponente, allá abajo, en las profundidades, visto desde el mirador-balcón suspendido en el aire.



Dejo la mochila, y antes de hacer cualquier foto o grabar algo, me relajo después de la subida rapidita que he hecho, y simplemente disfruto... miro pausadamente de derecha a izquierda, de izquierda a derecha, escudriñando detalles, picos, pueblos... algunos de ellos, como el de La Hermida, que da nombre al desfiladero, se encuentra semioculto por jirones de una ligera vaharina, aunque poco después, y gracias a unos perseverantes rayos de sol que consiguen rasgar las nubes y atravesarlas, deshaciendo la leve nieblina, aparecen visibles bajo un chorro de luz, mientras sus alrededores quedan aún en umbría, contrastes de luces y sombras, nubes que van y vienen, mientra abajo, en las profundidades, el desfiladero se muestra en todo su esplendor, ajeno a los juegos que se traen entre manos las cimas de las montañas, las nubes y los rayos de sol; es un surco en la tierra, o mejor dicho, en la piedra, una cuchillada que se adentra en lo más profundo de este macizo calizo produciendo un tajo estrecho y abismal, de zonas con 1200 metros de desnivel entre las cimas más altas y el fondo de valle, por donde transcurre el río Deva y la estrecha carretera que transcurre junto a él, en zonas donde no hay espacio para que convivan las dos, problema que se resuelve dando “bocados” a la roca caliza, formando un semitunel, abierto hacia el lado del río, para que puedan pasar los coches... espectacular su recorrido, como pude comprobar al día siguiente cuando recorrí esta carretera en bus, entre Potes y Unquera.



El Desfiladero de la Hermida es sin duda uno de los accidentes geográficos más destacados del Occidente de Cantabria. El río Deva, al atravesar las calizas carboníferas características de los Picos de Europa, es el responsable de la formación de esta espectacular garganta. Los farallones rocosos, en ocasiones casi verticales, se combinan con las laderas de pendiente pronunciada en la que se han formado canchales, como consecuencia de los frecuentes desprendimientos. Tiene una longitud cercana a los 20 km, con un desnivel de hasta 1200 metros entre las cotas más altas y el fondo del valle. Las laderas están pobladas por encinas y vegetación rupícola. En el fondo del valle hay un denso bosque de ribera formado por fresnos, sauces, nogales e higueras.

La carretera que actualmente discurre por el desfiladero, fue construida entre principios del XIX y 1873, por la Marina, con el fin de facilitar el transporte de madera de los bosques lebaniegos, empleada en la construcción de barcos. Hasta la apertura de esta vía, Liébana tenía un contacto escaso con la costa. Los caminos que llevaban hacia el Norte y el Este tenían que pasar por collados situados a más de 1000 metros de altitud para alcanzar el Valle de Lamasón, que comunicaba con los valles costeros. El cambio de ruta supuso un enorme impacto en el Valle de Peñarrubia. Los pueblos y barrios de la zona alta quedaron aislados y La Hermida, al pie del nuevo camino, pasó a ser el núcleo más importante, papel que hasta entonces correspondía a Cicera”.

Además de La Hermida, desde el mirador, y siempre que las condiciones climáticas no lo impidan, se pueden ver también, más cercanos, otros núcleos como los de Linares y Caldas, y más al fondo, pero este ya me fue imposible verlo, si es que se puede ver, el de Tresviso, sin duda, otro de los sitios al que le tengo ganas desde hace años, y más concretamente a la ruta por sendero que sube hasta desde la central eléctrica Urdón, en el desfiladero de La Hermida, que por lo que he visto, leído y escuchado es espectacular, y si bien parece corta, de apenas 6 km, tiene un buen desnivel de 825 metros, transitando por una senda que discurre en parte por un precipicio sin protección lateral (para los que tengan curiosidad en este recorrido, os dejo un aperitivo en ESTE ENLACE)... ¡quién sabe!, ¡igual un años de estos!...


Junto al mirador, una pequeña tienda de campaña. Llevaba ya un rato en el mirador, en solitario, cuando escucho bajar la cremallera de la puerta de esta tienda, al tiempo que de ella salen una perejita de vascos de veintipocos años, algo legañosos y desperezándose, pero salir de la tienda y encontrarse con estas vistas debe ser una auténtica gozada, como siempre digo, son cosas que no tienen precio. Una envidia sana me corroe, bendita edad postuniversitaria, bonita forma de vivir unas vacaciones y bendito despertar con este entorno único nada más salir de la tienda... para mi no hay hotel por mucho lujo y glamour que tenga que se pueda igualar con esto, y más en uno días de esos que parecen mágicos, con algo de niebla, de nubes que van y vienen, de claroscuros, no es de esos días cerrados de niebla o de mucha lluvia en los que uno no puede ver nada, sino de esos días en los que la climatología se muestra coqueta, juega a enseñarte unas zonas y a ocultarte otras, para poco después realizar el proceso contrario...

No sé cuánto tiempo estuve por allí, igual casi dos, merodeando por los alrededores. Mirando hacia donde se encuentra Cicera, se puede ver un farrallón rocoso y alargado, propicio para la nidificación de aves, de ahí los buitres que había visto antes, justo por debajo de mi, aunque según leo uno de los paneles que hay por allí, también es posible divisar: quebrantahuesos, alimoches e incluso hasta el águila real.

Junto al mirador se encuentra la Bolera de los Moros, una fortaleza construida entre los siglos VIII y XII, cuyas ruinas son conocidas como castillo de Piñeres (barrio o aldea del municipio de Peñarrubia), y que en su día jugaría un papel importante como atalaya estratégica de vigilancia de los accesos a la costa, aunque hoy apenas quedan los inicios de unos lienzos de muros y los cimientos de la estructura y un panel informativo que nos habla de su origen, estructura y uso.

Terminada mi visita, en la que al final la climatología me ha regalado estas panorámicas, que si bien no han sido completas sí han sido mucho más de lo que esperaba, sobre todo después de ver cómo amaneció el día en el Valle de Lamasón.

En la bajada, ya sin prisas, para un rato en la carretera entre Cicera y Piñeres, a la altura de la ermita de Santa Catalina. Se trata de una pequeña y simple construcción que data del s.XVII o XVIII, y se la etiqueta como barroca, pero en mi modesta opinión, a mí me parece una edificación en piedra, de una sola nave completamente rectangular, alargada, plana, de baja altura, con tejado de madera y teja árabe a cuatro aguas, desprovista de cualquier tipo de ornamentación exterior, y con una especie de entrada techada y enrejada, a modo de porche... desconozco si guarda algún 'tesoro' en su interior, pero por fuera la verdad es que no le veo ningún encanto, así que no me entretengo mucho allí, y más aún cuando a su interior no podía entrar porque estaba cerrada.

Ya en Cicera, en el bar, me encuentro con prácticamente todos los peregrinos que se quedaron ayer a dormir en Cades, la mayoría se quedaban allí a dormir, tan sólo tres personas seguirían hacia Cabañes, donde ya tenian reservado alojamiento y cena (el albergue de Cabañes está más orientado al turismo, más tipo campamentos de verano para chavales, creo, que para peregrinos, aunque por supuesto estos son también bienvenidos), pero ellos tenían pensado quedarse a comer en Cicera, ya que hasta Cabañes no hay otro sitio para hacerlo, en medio solo está Lebeña y Allende, donde no hay este tipo de servicios.

Aprovecho este descanso, sobre las 12:45, para tomar un café y comer algo de lo que llevaba en la mochila, para seguir camino en torno a las 13:30.

Desde Cicera caben dos posibilidades, por un lado está el recorrido oficial, que es por el que tenía pensado seguir, subiendo al Collado de Arceón, y por otro está la alternativa por la “Canal de Francos” (quien sabe, quizás para otra ocasión)...

Dejo atrás las ultimas casitas de Cicera y pronto comienzo una subida pronunciada y larga, de unos tres kilómetros continuos, con el camino flanqueado en ocasiones por vetustas paredes de piedra, envuelto dentro un bosque de robles y hayas centenarias que guardan el secreto del tiempo, siendo toda esta zona según he leído, muy apreciada para los amantes de la micología.

Al poco de empezar la subida, dejo a la izquierda un sendero señalizado, el de la “Braña de los Tejos”, y unos metros después la primera incertidumbre, una de las típicas señales con postes de madera y cartel que, aparece tachada con una “X”en un lado y pintada con spray en otro... ¿significa que no es el camino correcto?... pero aparentemente no hay otro camino, excepto el del sendero ya comentado antes... ¿algún acto vandálico?, no creo, en una pequeña aldea de 70 habitantes a los que el paso de peregrinos supone un incentivo económico o al menos algo que le da vida, porque de otro modo parecerían fastasmagóricas, no creo que haya nadie que hago esto, que quiera matar a la “gallina de los huevos de oro”.... ¿algún tipo de interés personal para que no se suba por aquí?... puede, y más a juzgar por lo que más adelante me encontraría...

En fin, que no hago caso, y sigo hacia delante, por donde supuestamente transita el camino oficial. No hay mucha señalización pero la suficiente como para coger los desvíos adecuados en algún que otro cruce de caminos. No tengo que sacar el móvil y seguir el track de la ruta oficial, voy confiado en que voy bien, y así, después de cuarenta minutos largos desde que salí de Cicera, llego al alto el Collado de Arceón, la segunda subida considerable de hoy, sin ver en principio más señalización, aunque pudiera ser que la pasara por alto, así que me limito a seguir el camino, confiado, como he dicho antes.

Camino por el collado, por una especie de altiplano hasta que me encuentro con otros dos peregrinos, valencianos, padre e hijo, que vienen en sentido contrario... me resulta extraño, hasta que me dicen que no siga por donde voy porque el camino se pierde, que ellos han hecho un fuerte descenso de casi dos kilómetros, y lo peor, han tenido que deshacer el camino andado, ahora con una fuerte subida, que les ha dejado muy tocado, y más cuando hoy vienen desde Puente del Arrudo, y es que ellos son las únicas personas que me he encontrado en este camino que desconocían que el tramo de la Senda Fluvial se había convertido en el recorrido oficial, así que continuaron por el recorrido antiguo, chupando carretera y asfalto.

Volvemos sobre nuestros pasos, hasta llegar al final de la subida, y saliéndonos del camino conseguimos ver una de las señales, de las de poste de dos metros de altura y cartel, tirada en el suelo, pero no cerca del camino donde pudiera haber sido tumbada por el aire o por cualquier otra circunstancia, pero que hubiera sido visible, sino a unos cuarenta o cincuenta metros del camino, donde no se puede ver, y esto sin duda es algo intencionado, esta señal la han tenido que arrancar y arrastrar hacia el interior para que no sea visible, lo que unido a la señal tañada y emborronada con pintura al poco de iniciar la subida, hace pensar que aquí hay intereses contrapuestos...

Desde donde estaba la señal, seguimos por una estrecha senda, pasamos un prado con vacas, cruzamos una alambrada por una puerta y pronto damos con otras señales cerca de una torre de tendido eléctrico. Supongo que hay una forma más fácil de llegar hasta aquí, pero una vez que quizás hayamos perdido de vista alguna señal y que seguimos desde la que vimos tumbada, es el recorrido que hicimos, de unos 400 metros, para enlazar con el camino correcto.

Desde aquí, una larga bajada, igual cinco kilómetros, por bosque de robles, en la otra vertiente, en otro valle, donde las nubes estaban desapareciendo a pasos agigantados, hasta el punto de dejar paso a un sol pegajoso que calentaba a esa hora, sobre las tres, aunque claro, ni punto de comparación con las temperaturas del sur, donde a esta hora es prácticamente un suicidio la realización de cualquier actividad física.

El descenso por esta vertiente del valle es por estrechos caminos y sendas, con tramos de firme muy irregular donde en ocasiones hay que echar mano del freno, terreno no muy apto para los que sufren de las bisagras, rodillas, y donde si el calor aprieta es mejor que te coja con agua en la mochila...

Avanzado el descenso, el camino mejora, y también pudimos ver otro camino que se une por la derecha y por donde vienen también las señalizaciones de las flechas rojas, supongo, imagino, que es la otra variante, la Canal de Francos, que acaba confluyendo en este propio camino, aunque no estoy seguro.

Más adelante, ya cerca de Lebeña, nos surgen otras dudas. Hay señales que marcan caminos distintos, unas para un camino a nuestra izquierda y otras para seguir recto.... dudas, indecisiones... no hay más explicaciones, ningún tipo de panel informativo,... ¿por donde vamos?... tiramos de móvil y seguimos el track de ese tramo del camino oficial que llevábamos, decidiéndonos por el que gira a la izquierda en descenso, algo más cómodo en cuanto a firme... más tarde vería en un mapa que me bajé de la web oficial, que aquí hay un pequeño círculo y que se puede ir por cualquiera de los lados, porque confluyen en el mismo sitio y la distancia es prácticamente la misma, no sé si esto se debe a que un tramo es más accesible que el otro en cuanto al firme, lo desconozco, pero lo que no hay dudas es que señales marcando direcciones distintas y sin más información, genera confusión y más para los que vienen pensando que aquí la señalización es como en el Camino de Santiago, donde no se necesita ni track ni mapa ni nada, sólo seguir las flechas amarillas... vale que aquí más o menos te puedes guiar por las flechas rojas, pero hay demasiadas variantes, alternativas, una señalizadas otras sin señalizar, uno no sabe que opción puede ser la mejor o más bonita, a menos que previamente a la realización de este camino haya leído algo que le sirva de orientación, porque ni en la propia página web del Camino Lebaniego están registradas o documentadas las alternativas, sólo se habla de ellas por encima, suerte que hay otras web personales donde se da más cobertura a este tema.

Por fin llegamos a Lebeña (perteneciente al muncicipio de Cillorigo de Liébana) donde se encuentra otro de los hitos de este camino. Al entrar paramos en una fuente refrescándonos en ella, aprovechando para un pequeño descanso; su agua nos supo a gloria bendita, porque ya habíamos apurado toda la que llevábamos.

Seguimos hacia delante, en busca de otro de los hitos principales de este camino, la iglesia de Sana María de Lebeña, aunque unos metros antes de llegar a ella nos encontramos con un pequeño quiosko-chiringuito y no pudimos resistirnos a tomar una cerveza y comprar unos tomates naturales que con un poca de sal nos estuvimos metiendo entre pecho y espalda... cosas simples pero que en determinadas circunstancias saben a gloria... estábamos en estos menesteres cuando nos enteramos que a las 16:30 había una visita guiada a la iglesia... faltaba un cuarto de hora, así que los tres teníamos claros que queríamos realizarla y que merecía la pena esperar, y más aún si la guía era esa persona de la que todo el mundo contaba maravillas.

Esta pequeña iglesia es uno de los mejores testimonios del arte prerrománico en España, encuadrado dentro del denominado “arte de repoblación” o mozárabe, y declarada Monumento Nacional el 27 de marzo de 1893. Es el principal monumento prerrománico de Cantabria y uno de los más importantes del estilo denominado mozárabe, donde se anticipan algunas soluciones del románico como los pilares de núcleo cuadrado con columnas adosadas. En su interior se encuentra una talla de la “Virgen de la Buena Leche”, que debe su nombre a la representación de la Virgen amamantado al Niño Jesús.


Antes de la visita tuve tiempo para inspeccionar la iglesia por su exterior, desde distintos ángulos, en busca de detalles y haciendo algunas fotos. Paso a su interior, junto a los valencianos y a un grupo reducido de turistas para la visita guiada, previo pago correspondiente. La visita dura poco más de un cuarto de hora, y supuso una pequeña decepción no encontrarnos con la guía de la que tanto y tan bien habíamos oído hablar, y en su lugar se encontraba otra persona sustituyéndola, que simplemente se limitó a cumplir el expediente, a soltar la información de memorieta, perfectamente aprendida, sin mostrar mucha pasión o ímpetu en lo que estaba diciendo y así se transmite poco... al menos mereció la pena entrar en el interior de esta pequeña iglesia y tuvimos suerte de llegar en hora de visita guiada, porque de lo contrario la hubiéramos encontrado cerrada.

La verdad es que es una joyita, no sólo a nivel arquitectónico, sino también por ese aura que le da el entorno donde se encuentra, rodeada de montañas y arboleda, entre la que sobresale su campanario (una construcción independiente de la iglesia y mucho más tardía, del XIX), por no hablar de la leyenda-origen asociada a este templo, según se recoge en un texto que se encuentra en el Monasterio de Santo Toribio de Liébana y fechado en el año 925, donde se relata el origen de este monumento, patrocinado por los condes de Liébana para depositar los restos del santo que se encontraban en lo que hoy es el actual monasterio de Santo Toribio, pero parece ser que esta decisión les hizo perder la vista “por no ser del agrado del santo”, para volverla a recuperar cuando desistieron de su empeño y dieron sus heredades al citado monasterio.



Al finalizar la visita, los dos valencianos se reúnen conmigo y me comentan que han cambiado de planes, que queda mucho para llegar a Ojedo, donde tienen reservado hotel, y que llevaban más de 7 horas caminando, incluido el desvió por equivocación, algo que les dejó bastantes tocados, y aunque en principio, cuando estuvieron hablando con la chica del chiringuito, ésta les había propuesto una posible alternativa para a cortar recorrido, llegando a Castro, y después por carretera hasta Ojedo (a escasos dos kilómetro de Potes), al final, decidieron coger uno de los taxis que se dedican al “trasiego” de peregrinos y mochilas, entre otras cosas porque no tenían claro lo del desvío, de si estaba o no señalizado, o de cómo era el perfil de éste, así que como llevaban dos días dándose unas buenas 'palizas' y les quedaba mucho, porque ellos tenían pensado seguir más allá de Potes y del Monasterio de Santo Toribio, hasta llegar a empalmar con el Camino Francés a la altura de Mansilla de las Mulas (León) utilizando el Camino Vadiniense, que creo que es el que mayor desnivel tiene, junto con el Camino Lebaniego, de todos los “Caminos de Santiago”, se decidieron por telefonear a un taxi para que viniera a recogerlos, con el fin de poder llegar a una hora prudencial y poder descansar un poco más ante los días que les esperaban. Por supuesto, me propusieron que si quería podía acompañarlos, pero aunque yo no tenía claro tampoco que es lo que iba a hacer y a donde iba a llegar hoy, y el tiempo se echaba encima, les dije que les agradecía la propuesta pero que iba a seguir caminando, así que me despido de ellos y continuo en solitario, un pequeño tramo de asfalto desde la salida de Lebeña hasta llegar a la carretera del Desfiladero de la Hermida.

La carretea que transita por el interior del desfiladero es bonita en cuanto a recorrido, y también está considerada como una alternativa para llegar a Potes (¡cómo no!, ¡otra alternativa más!... ¡es lo que tiene este Camino!...) pero NO es nada recomendable y menos en período veraniego, por la cantidad de tráfico que hay, además de ser estrecha, en definitiva, que es una alternativa por asfalto y peligrosa, aunque quizás se ahorre algo en distancia, no estoy seguro.

Tengo que seguir por esta carretera durante unos 300 metros, en una zona en obras, hasta coger el desvío a la izquierda hacia Allende, y justo en el desvío, en lugar de seguir por la carretera cojo otro desvío a la izquierda, señalizado. Aunque el firme del sendero es de hormigón rallado y en subida durante un kilómetro más o menos, tiene la ventaja de la tranquilidad, de pasar por zona boscosas y sombreadas, evitando la carretera y los posibles coches (aunque al contrario que en la carretera del desfiladero, aquí los coches pasarán de forma testimonial).

Al llegar a Allende tengo que tomar una decisión, o seguir hasta Cabañes para dormir allí, por el “recorrido oficial”, o no pasar por Cabañes si me decido seguir hacia Potes, siguiendo una alternativa de la que no estaba seguro si estaba señalizada; lo bueno de esta última opción es que había oído hablar muy bien de ella, porque era un recorrido muy bonito, y además, si no se tenía pensado dormir en Cabañes era incluso hasta una opción recomendada, pudiendo ahorrar algún kilómetro y según la chica del chiringuito de Lebeña, a la que pregunté por este tramo, el sendero no tenía pérdida...

Me decido ir por el bosque del Habario, por la alternativa, evitando pasar pasar por Cabañes y ahorrando un poquito en distancia, porque la idea era seguir hasta Potes, creía que si en este tramo no tenía problemas, podría llegar bien, porque no me encontraba excesivamente cansado.

Sigo las indicaciones que me dieron en Lebeña, “...al llegar a las primeras casas de Allende, en lugar de seguir las indicaciones de las flechas rojas, gira hacia la izquierda, rodeando las casas, hasta llegar a una fuente que está seca, y desde ahí puedes seguir el sendero...” y efectivamente, al llegar a Allende me encuentro por un lado con las indicaciones de las flechas rojas el camino oficial, y por otro lado con un poste de madera y placa que indica el recorrido por el río Robejo (en unos sitios/mapas le llaman Rubejo y en otro Robejo), así que sigo por la alternativa y llego hasta una fuente seca, pero lo que me encuentro es una cancela cerrada, y no veo más señalizaciones... comienzan las dudas... miro en los alrededores y sigo sin ver señales de esta alternativa.

Decido saltar la cancela, me encuentro con una construcción para ganado a la izquierda y una pradera con encinas a la derecha... al poco, aparece un perro con muy malas intenciones, un mastín enorme que se pone a dos metros de mi y entro en pánico... vuelven los malos recuerdos, los fantasmas del año pasado cuando me atacó otro mastín que llegó a tumbarme al suelo, me destrozó completamente el pantalón y llegó a morderme, y suerte que iba acompañado y entre los otros tres compañeros, con los bastones de senderismo, consiguieron apartarlo, para acto seguido salir todos ¡cagando leches! de allí, como alma que lleva el diablo y más tarde, ya en Bilbao, ir al centro de salud para curas y vacuna pertinente... aunque por suerte, al final todo quedó en un susto importante y pude seguir camino. Ahora de nuevo me encontraba cara a cara con otro mastín, intento mantener la calma, aunque después de lo del año pasado el miedo está en el cuerpo, momentos de angustia... el 'bicharraco' parece que se mantiene en su sitio, no avanza, y yo aprovecho para ir alejándome despacito, andando de espaldas, sin dejar de mirarle cara a cara... cuando ya estoy a unos veinte metros el perro se gira como para dar la vuelta y una sensación de alivio se apodera mi, unos minutos con la adrenalina a tope después de lo del año pasado... respiro...

Finalizado este episodio me encuentro en una especie de llano con encinas, donde no veo señalización alguna y sólo veo sendas difuminadas aquí y allá que parecen más propia del paso de ovejas o cabras que un sendero o camino de tránsito.

Merodeo por los alrededores, pero no veo nada, pierdo algo de tiempo hasta que me fijo en otra cancela que había obviado antes. Me acerco a ella y es de las que se pueden abrir sin problemas, y al otro lado hay una senda perfectamente definida que se adentra en un bosque de robles y encinas y más adelante en el típico bosque de galería que crece junto a los ríos, y precisamente lo que conocía de este recorrido por haberlo leído en algún sitio y ver visto su perfil, es que iría al principio en descenso hasta llegar a un río, y después de cruzarlo ya se seguiría en ligero ascenso, de forma continuada, con algún que otro repecho fuerte hasta el área recreativa del Habario, junto a la carretera que va de Cabañes a Pendes.

No estoy seguro de si es la senda correcta, aunque todo indica que sí, por si acaso tiro del móvil donde sólo tenía grabado el recorrido oficial, pero nada de esta alternativa, con el fin de ver sobre el mapa si la posición en la que me encuentro es coherente con el recorrido que quiero hacer, y aunque el mapa que tengo cargado no es muy detallado si aparece un camino perfectamente señalado que baja hasta el río, así que definitivamente debe ser este el sendero correcto.

Abro la cancela, y veo que la senda viene desde mi izquierda, aunque yo la sigo hacia la derecha, en descenso y en la completa umbría que proyectan las copas de los árboles de un denso bosque. No sé de donde viene esta senda, pero seguro que es la que tenía que haber cogido sin necesidad de saltar cancelas y adentrarme quizás en una propiedad privada, pero después de llegar a la fuente seca, no encontré ningún tipo de señalización...

Sigo camino, más relajado, y antes de cruzar el río, junto a la senda, me encuentro una estaca con la indicación del recorrido ¡a buenas horas!.... aunque por lo menos me sirve para saber que voy bien, quitarme las dudas de la cabeza y poder disfrutar enteramente de este tramo, que al igual que el de la Senda Fluvial del Nansa, es de lo mas bonito de este Camino, transitando en un bosque mágico, ripícola, frondoso, siempre en completa umbría, junto al río, al que hay que cruzar en algunas ocasiones para seguir por una u otra margen de éste, con pequeños saltos de agua, donde sólo hay tranquilidad; no me encuentro absolutamente con nadie, siempre en solitario, saboreando cada momento... sin duda un acierto haberme internado por este bosque, a pesar de las dudas iniciales para dar con el inicio de la senda.

Pequeños saltos de agua durante el recorrido por este bosque...

A diferencia del recorrido por la Senda Fuvial del Nansa, aquí el sendero es de firme más irregular, siempre en subida ligera pero continuada, con tramos húmedos y zonas donde la senda transita por piedras o rocas, lo que NO la hace aconsejable en épocas de lluvias, tormentas o niebla, no sólo porque por la humedad pueda estar la senda resbaladiza en unos casos o con barro en otros, sino también por que este recorrido va encajonado en la garganta que forma el propio río, la garganta del río Rubejo, un pequeño cañón lateral del Desfiladero de la Hermida, y puede coger mucha agua con facilidad, pero en época estival este recorrido es altamente recomendable.

Poco después de cruzar por segunda vez el río por un pequeño puente de madera, me encuentro un desvío, donde a la derecha y en fuerte subida, en apenas un kilómetro, se llega a Cabañes, mientra que si sigo hacia delante, seguiría por un recorrido circular que acaba también en Cabañes, adentrándome en lo que es propiamente el bosque del castaños del Habario, en un recorrido de unos 3 o 4 km sino recuerdo mal, aunque si seguía con lo que tenía previsto, en algún sitio de este recorrido circular tendría abandonarlo para desviarme a la izquierda y llegar hasta el área recreativa del Habario, junto a la carretera, la pregunta era dónde tenía que desviarme para llegar hasta allí, porque eso no estaba señalizado.

Bosque frondoso junto al arruyo del agua.

De nuevo tengo que replantearme qué es lo que quiero hacer, aunque este desvío no esperaba encontrármelo. Puedo subir a Cabañes que lo tengo a 'tiro de piedra' y dormir allí, o seguir hacia delante y terminar de aprovechar la tarde llegando a Potes.

Es buena hora, todavía queda tarde, así que sigo hacia delante, para a los pocos metros cruzar el río de nuevo y seguir por la otra margen. Después de un tramo algo más exigente físicamente, donde la humedad reinante en ese bosque de cuento hace que vaya sudando por todos los poros de la piel, dejo atrás la senda para seguir por un camino más ancho, abandonando el bosque de galería para adentrarme en el bosque de castaños, un bosque con más claros, con árboles mas separados, con zonas de sombras y claros, a diferencia de la umbría permanente del tramo anterior. Castaños con troncos enormes, algunos dan la impresión de retorcerse sobre sí mismos con el afán de subir más alto y alcanzar la luz... un bosque éste, de una gran riqueza ecológica y natural, con castaños centenarios, algunos milenarios, que es necesario proteger poniendo todos los medios a nuestro alcance para hacerlo posible.


Llego a un desvío, a la derecha una cancela y unas flechas indicadoras del recorrido circular con inicio y fin en Cabañes, a la izquierda ninguna señalización, aunque supongo que éste es el punto donde debo desviarme de la ruta circular para llegar al área recreativa. Saco de nuevo el móvil para orientarme sobre el mapa, y compruebo que efectivamente, apenas a un kilómetro desde donde me encontraba, estaba el área recreativa y la carretera, así que giro a la izquierda y prosigo por el camino ancho, en ligera subida.

Llego al área recreativa del Habario, una zona aclarada, de hierba, rodeada de castaños, con una fuente y bancos para recrearse con el entorno. Algunos abuelos están sentados en estos bancos, y mientras aprovecho para un descanso después de la última parada en Lebeña, entablo conversación con los abuelos hablando un poco de todo.


Antes de ponerme en marcha, me dirijo a la fuente para refrescarme y llenar el bote de agua, mientra veo a un par de personas que están recolectando manzanilla silvestre.

Serías las seis y cuarto de una tarde espectacular, con sol pero con una temperatura agradable. Desde donde estaba me quedarían en torno a nueve kilómetros hasta Potes, aunque lo que restaba era en descenso hasta llegar a las proximidades del río Deva, para después seguir por terreno completamente llano, una vez alcanzado el fondo del valle, continuando paralelo al río, y además, en el área recreativa empalmaba de nuevo con el recorrido oficial y volvía a reencontrarme con las señalizaciones típicas de este camino, así que entorno a las ocho de la tarde o poco más, podía estar en Potes, y lo mejor de todo es que no me encontraba excesivamente cansado, aunque hoy estaba siendo un día algo más exigente a nivel físico, tanto por el recorrido como por la distancia.

Desde el área recreativa del Habario, tomo la carretera que es descenso y en poco menos de un kilómetro conduce a Pendés, donde justo a la salida de este pequeño núcleo urbano se encuentra una casita pintada de amarillo y que había visto en fotos... se trata de una quesería donde se venden y se hacen degustaciones de quesos típicos.

A partir de Pendés, si uno no ha leído nada ni ha visto nada, aunque la verdad que no sé que es mejor, porque contantas variantes y tantas alternativas uno se hace un lío, y o bien puede dejarse llevar por las señalizaciones y/o el track (si lo lleva guardo en su móvil) del recorrido oficial o bien puede optar por alguna de las alternativas.

Por un lado, desde Pendés se puede ir por camino hasta Castro y desde aquí cruzar el río Deva y continuar por la otra margen, paralelo al río hasta Potes, pasando por Tama y Ojedo (esto no se si era un recorrido antiguo, pero lo he visto en uno de los dípticos informativos sobre este Camino que podemos encontrarnos en internet); otra opción es seguir por el recorrido oficial que tenía marcado sobre uno de los mapas que llevaba impreso, a modo de referencia, y que iba por camino es descenso desde Pendés, y al llegar al valle utilizar algún tramo de pista asfaltada hasta cruzar el río a la altura de Tama, y desde aquí por la otra margen del río, y al igual que en la alternativa anterior, seguir por carretera hasta Potes pasando por Ojedo; y por último hay otra opción es que igual que la del recorrido oficial, pero en lugar de cruzar el río a la altura de Tama y seguir por carretera, seguiría junto al río por la misma margen por la que se va, sin cruzarlo (a diferencia de las otras dos alternativas), transitando durante cuatro o cinco kilómetros por una carril de tierra, con algunos tramos de asfalto, por una zona totalmente llana, y sin pasar por ningún núcleo urbano hasta llegar a Potes, aunque a la izquierda, en la otra margen del río, se puede ver Ojedo (ésta última es la que acabé haciendo para evitar 'chupar' la carretera del otro lado del río, la carretera del Desfiladero de la Hermida).


Bajo rápido desde Pendés, en claro descenso, por tramos de caminos flanqueado por paredes de piedra, con algunas zonas con mejor huella que otra, hasta que llego a la altura de una pequeña ermita que marca el fin de la bajada, y a partir de aquí, mi idea es seguir por esta misma margen del río, sin cruzarlo, en recorrido totalmente llano. Durante esta bajada se tienen buenas vistas de la impresionante mole caliza de Peña Ventosa, que desde la otra margen del río se yergue súbitamente para alcanzar una altura máxima de 1.423 m... estaba espectacular a esa hora de la tarde.

Foto de la mole de Peña Ventosa
NOTA IMPORTANTE: Esta foto no es mía, es de una muy buena página web personal, sobre los "Caminos de Santiago": www.rayyrosa.com. Las fotos que hice, por la posición de sol, salían quemadas, así que desistí de hacerla, ¡quién lo iba a decir!... mañana de niebla con ligera lluvia, después cielos cubiertos, día gris, y desde que que comenzamos la bajada del Collado de Arceón a Lebeña, las nubes fueron desapareciendo para quedar una bonita tarde de sol y temperatura agradable.

Aquí ya tengo claro que puedo llegar perfectamente a Potes, y estar allí sobre las ocho de la tarde, así que aprovecho para beber un poco y telefonear al albergue para reservar cama, pero por más que lo intento en varias ocasiones nadie coge el teléfono. No estaba seguro de si por la tarde la llave o la reserva del albergue había que solicitarla en la oficina de información y turismo, pero por más que llamé tanto al teléfono que tenía como al de la oficina de turismo, no conseguí hablar con nadie; puede que la oficina de turismo ya estuviera cerrada sobre las siete de la tarde o que estuvieran atendiendo al público y no pudieran coger el teléfono, así que tendría que poner en marcha el plan B, porque no quería arriesgarme a llegar a Potes y que no pudiera quedarme en el albergue, ya que al ser un sitio muy turístico, podrían cobrarme una pasta por cualquier alojamiento, así que en Ojedo, a dos kilómetros de Potes, donde también se quedaban a dormir en hotel los dos valencianos con los que había hecho parte del recorrido hoy, preguntaría si había algún hostal o pensión a un precio que no fuera desorbitado.

Continuo camino, y si bien es cierto que este tramo es llano, cómodo y me ahorra tener que ir constantemente por carretera, también es cierto que después de llevar un rato caminando por él, me acaba resultando un poco insulso, algo aburrido, sobre todo después de todo lo visto y vivido en el día de hoy.

Llego a la altura de Ojedo, desde el camino sólo me separa un pequeño puente. Apenas quedaba un cuarto de hora para las ocho de la tarde, y después de los repetidos e infructuosos intentos por contactar con el albergue de Potes o la oficina de turismo, opto por intentar el plan B.

Cruzo el río y al llegar a la zona más céntrica del pueblo, cruzada por la carretera, pregunto a un abuelo por algún sitio 'apañao' para dormir, y el buen hombre viéndome la pinta de peregrino-mochilero que traía, me comenta que el hotel que teníamos al lado iba a ser caro, así que me recomendó un hostal-pensión a unos cinco minutos de allí, porque tendría un precio más aceptable, no sin antes recomendarme que fuera a Potes donde había un albergue para peregrinos, aunque ya le dije que es lo que pretendía pero que no había conseguido contactar por teléfono.

Le doy las gracias al abuelo, y me dirijo al sitio recomendado. No hay problemas de habitaciones, y el precio es aceptable, dentro de lo que cabe, y como apenas había tenido gastos estos dos últimos días, compensaba...

Ducha, colada y un rato de relax en la cama después de esta etapa de media-montaña de casi 33 kilómetros, y a pesar de eso, me encontraba bien físicamente, así que he ido mejorando bastante durante el paso de estos cinco días que llevaba caminando por tierras cántabras.

Sobre las nueve y media me dirijo a un bar-restaurante que había visto de camino al hostal, para darme un homenaje. Tenía en mente probar los dos cocidos típicos de estos lares: el montañés y el lebaniego. Hoy desde el desayuno, sólo había parado en Cicera para tomar un café y un pequeño tentempié, y en Lebeña para tomar junto con los valencianos, una cerveza y unos tomates naturales que compramos allí mismo, así que tenía ganas de comer algo sólido y contundente, y esa noche cayó el cocido montañés, con su postre correspondiente... mañana en Potes, al mediodía, le tocaría el turno al típico cocido lebaniego.


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1. Para ver una selección de fotos del Camino Lebaniego, realizadas con el móvil, podéis hacer clic en ESTE ENLACE.

2. Podéis ver un vídeo de 10 minutos, realizado con el móvil en ESTE ENLACE.

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