SEGUNDA PARTE:
ETAPAS DE LA 5 A LA 8
(Alemania-Austria)
ETAPA 5: Donauwörth - Neustadt
ETAPA 6: Neustadt ad Donau - Hofdorf
ETAPA 7: Hofdorf - Vilshofen
ETAPA 8: Vilshofen - Schlögen
ETAPA 8: Vilshofen - Schlögen
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QUINTA ETAPA (Alemania): Donauwörth - Neustadt ad Donau
Distancia = 99,57 km - Tiempo = 6:18:24 - Media = 15,8 km/h
Domingo, 17 de Agosto de 2014
A
las 7:30 escucho el despertador del móvil de Jesús, la hora de
levantarse tal y como habíamos acordado la noche antes mientras
cenábamos, aunque claro está, una cosa es a la hora que suene el
despertador, y otra cosa muy distinta la hora en la que los
compañeros salen del letargo y se ponen las pilas, porque les cuesta
mucho por la mañana calentar motores, y nunca mejor dicho lo de
calentar motores, porque más tarde me comentarían que durante la
noche pasaron bastante frío.
Antes
de salir de la tienda recojo todo en las alforjas, voy al baño,
vuelvo, quito la tienda, que por cierto, estaba seca porque durante
la noche no llovió, y sí, he dicho bien, ¡¡no llovió!!, ¡esto
si que es una novedad!, y además estuvo soplando bien el viento, así
que el efecto del rocío tampoco se nota, así que por lo menos fue
seca a la bolsa. Cuando terminé de recoger todo me fui con la bici
ya preparada al lugar donde estuvimos cenando anoche, todavía no
habían salido de la tienda los compañeros, aunque al menos ya
estaban despiertos y organizando sus alforjas en el interior.
Mientras
ellos terminaban de recoger todo e ir al baño, yo procuré ir
preparando el desayuno, para no perder mucho tiempo, que el personal
andaba con mucha “calma chicha”, y es que estos compañeros
de ruta que me he buscado no son de los que se 'estresan'
por nada, ¡ante todo mucha calma!.
Preparando el desayuno en el camping de Donauwörth
Vistas desde el camping de una de las iglesias de Donauwörth, con una caja nido a la derecha, sobre uno de los árboles de esta zona donde pasamos la noche.
Mientras
preparaba el desayuno, veía como el grupo de cicloturistas alemanes
que estuvieron sentados junto a nosotros anoche cuando cenábamos, y
con los que estuvimos compartiendo información, partían para
comenzar la jornada de pedaleo, mientras nosotros aún no habíamos
ni empezado a desayunar, y debe ser cosa de costumbres españolas,
porque allí preparando el desayunando los únicos que quedaban eran
una pareja española, y también iban en la misma dirección que
nosotros, y son los que me dijeron que hoy, según estuvieron viendo
en la prensa el día anterior, iba a hacer buen tiempo, que no se
preveían lluvias, y la temperatura iba a ser buena... ¡joder, ya
era hora!.
Si
posiblemente íbamos a disfrutar de buen tiempo en esta jornada, lo
ideal sería que comenzáramos a pedalear lo antes posible, para
aprovechar el día, e intentar recortar parte de los kilómetros de
retraso que llevábamos por las diferentes circunstancias,
principalmente por el mal tiempo, pero con los compañeros de ruta
que llevo, después de varios días ya me he dado cuenta que esto es
misión imposible, y por muy temprano que suene el despertador, al
final acabamos saliendo muy tarde, hoy concretamente a las 10:15,
cuando lo ideal hubiera sido salir una hora antes... pero esto es lo
que hay cuando se va con compañeros, o sea, que tiene sus parte
positiva y su parte menos positiva por decirlo de alguna forma,
aunque en general a lo largo de la ruta, todo fue bastante bien y
hubo buen ambiente, pero la pereza para levantarse y la calma con la
que recogían todo me traían de los nervios porque después siempre
acabábamos llegando muy tarde a los sitios y sin tiempo para
disfrutar de la tarde, pero si hasta la pareja de españoles que
había allí acabaron saliendo antes que nosotros, que por cierto,
creo que fuimos los últimos cicloturistas en salir de este camping
que nos supo a gloria, sin grandes pretensiones, muy económico y que
cubría todas nuestras necesidades.
Toca
entrar de nuevo en esta turística localidad, y atravesar su centro y
su calle principal, en cuesta, con casas pintadas de colores
pasteles, y tejados oblicuos y dentados, y al igual que todos los
pueblos más o menos grandes por las que pasamos, todo está
impoluto, limpio, nuevo. Esta calle principal es una de las más
fotografiadas, y cuando se busca en internet algo sobre Donauwörth,
siempre suele salir alguna fotografía de esta calle, al final de la
cual, se encuentran varias señalizaciones, obligándonos a girar
hacia la izquierda para acabar saliendo de esta localidad por un
agradable paseo en medio de un parque-jardín.
Como
he dicho, al final de la calle hay varia indicaciones de rutas,
además de la que estábamos haciendo, la del Danubio. Una de
ellas es la del Camino de Santiago, desde Alemania,
y otra era la Vía Claudia,
que desde aquí, y en dirección sur, se dirige a los Alpes, a
los cuales cruza para seguir por Italia y llegar a Venecia,
siguiendo el trazado de una antigua vía romana.... ¡uhmmm, buena
e interesante ruta!, habrá que apuntársela para hacerla quizás
en otra ocasión, porque tiene muy buen pinta, y también parece que
está señalizada bastante bien.
Nuestro
primer objetivo en el día de hoy era llegar a Neuburg, y
hacer una pequeña parada allí para visitar esta localidad, con
castillo y centro histórico, y en los primeros 15 kilómetros de
pedaleo, se rompe la tónica dominante del recorrido de estas últimas
jornadas, desapareciendo los grandes espacios abiertos y llanos, para
pedalear por una zona de colinas suaves, redondeadas, con tramos
salpicados de arboleda y huertos, y todo cubierto por un manto verde
que hace recordar, en parte, a la zona de la Toscana
italiana, sin duda un tramo entretenido, agradable, y con una buena
temperatura, y ¡con sol, por fin!.
Una forma de reciclar bicis, en este caso anunciaba las vistas al Danubio desde un hostal-restaurante.
Pasado
estos primeros kilómetros, el paisaje va alternando zonas llanas
donde predomina el cultivo de maizales, con otros tramos de pequeñas
subidas y bajadas, y así, después de hora y media de entretenido
pedaleo, paramos unos quince minutos, junto a un río, en una zona de
arboleda, y con la vista puesta en un pequeño pueblo que teníamos a
tiro de piedra, tras el cual se divisaba una colina por la que más
tarde tendríamos que subir para adentrarnos después en una zona de
pinar, tras la subida más larga de las que habíamos tenido hasta
ahora, partiendo de que el recorrido, en general, es llano, así que
cualquier cuesta más larga que un repecho cualquiera, hace que nos
sorprenda.
Aprovechamos
este pequeño descanso para sentarnos en el suelo, absorbiendo todo
el sol que podíamos, mientras dábamos cuenta de unos frutos secos y
algunas piezas de fruta, porque eso sí, otra cosa podrá faltar,
pero fruta precisamente no, y es que a lo largo del camino vamos
recolectando manzanas, peras, o ciruelas, y la única fruta que
compramos son los plátanos, por lo demás, y en cuanto a fruta,
vamos surtidos, porque hay ocasiones en las que casi ni hace falta
bajarse de la bici, simplemente alargar la mano por el carril bici y
coger alguna que otra manzana.
Un pequeño descanso 'campestre' antes de afrontar el repecho a la salida del pueblo que se ve al fondo. En la foto de abajo, el pequeño tramo llano entre donde hicimos la miniparada y el puelo,en un día con sol, aunque con algunas nubes altas.
Tras
algún tramo de bosque y algunas subidas y bajadas, cortas, nada de
puerto de montaña ni nada por el estilo, llegamos a nuestro primer
objetivo en el día de hoy, Neuburg, accediendo a su centro, a
su plaza, en ligera subida por calles empedradas, en umbría, después
de acceder al interior de sus murallas por una de las típicas
puertas de acceso.
Los compañeros después de subir un duro repecho de unos 500 metros por carril de tierra...
Interesante
localidad, de casas señoriales, bonitas, castillo y torres todo
perfectamente conservado, y hoy con terrazas llenas de gente, debe
ser que el sol es vida, y hoy hay más ambiente, además de ser la
hora de la comida, aunque para nosotros aún era temprano... estamos
en Alemania pero seguimos con el horario hispano... Damos un
paseo con las bicis por el centro histórico, por las calles que
están en los alrededores de su plaza, y después paramos en ésta
para rellenar los botes de agua, comer algo de fruta, y seguir hacia
delante, hasta el objetivo que nos habíamos fijado para realizar una
parada más pausada y aprovechar para comer, en Ingolstadt, un
sitio también para dar una vuelta y ver tranquilamente, situado a
unos 25 km de donde estábamos y como cuando nos pusimos en marcha
eran las 14:20, si todo iba bien, para las 15:30 o poco más
podríamos estar buscando un sitio tranquilo donde sentarnos a
descansar y comer.
Montse llegando a la plaza Karlsplatz de Neuburg
A
la salida de Ingolstadt, nos encontramos con la parejita
española con la que había estado hablando esta mañana en el
camping mientras preparaba el desayuno. Ellos entraban y nosotros
salíamos, así que debió ser que a primera hora se entretuvieron en
visitar Donauwörth porque salieron antes que nosotros y por
el camino no los vimos.
Este
tramo entre Neuburg e Ingolstadt, me resulta menos
entretenido que el tramo inicial de esta mañana, algo más insulso,
aunque rodamos por tramos de tierra y algunas zonas boscosas, pero en
general, espacios más planos, más abiertos, con la vista al fondo
en altas torres-chimenas que creemos son centrales térmicas, cerca
de una de las cuales pasaríamos más tarde, además de pasar junto a
algunas presas para producir electricidad, en definitiva, un tramo
donde el Danubio se vuelve más gris, más 'industrial',
menos natural, más insulso... o al menos eso es la impresión que
me da, y claro, si a eso le unes estas altas chimeneas echando humo,
pues sólo nos quedaba dar pedales y llegar a Ingolstadt lo
antes posible, y tanto que fue así, porque al terreno favorable,
llano al contrario que esta mañana con mucho sube y baja, se le une
el viento de cola y el recorte en tres kilómetros sobre los
previstos, al seguir las indicaciones de la ruta, en lugar de seguir
el trazado de la guía.
A
la entrada de Ingolstadt paramos en un gran parque que vemos a
la derecha, así que buscamos un buen sitio, junto a una especie de
lago con patos, y allí estuvimos comiendo y descansando, ¡al sol!,
además, este sitio ya estaba a tiro de piedra del centro histórico
al que se accede después de pasar por su famosa Kreuztor
o puerta de acceso al núcleo histórico de la ciudad, una puerta
medieval con una torre encima de ella, al igual que en otras
localidades por las que hemos pasado.
Ingolstadt
Ingolstadt,
a pesar de ser una ciudad grande, tiene un centro histórico
interesante y que bien merece una visita detenida, pero queríamos
avanzar y llegar a Neustatdt, para ir recortando el retraso
que llevábamos, aprovechando que la tarde era ideal para pedalear,
buena temperatura y sol, así que el recorrido fue rápido, a lomos
de nuestras burras, para salir sin mucha pérdida derechos a nuestro
siguiente objetivo, Vohburg.
La
salida de Ingolstadt después de pasar por debajo de una
autovía la realizamos por carriles de tierra, siguiendo la margen
izquierda del río, dejando atrás una gran chimenea de franjas rojas
y blancas que creo que corresponden a una central térmica.
En
este último tramo que hacemos por la tarde, entre Ingolstadt
y el final de etapa en Neustatdt, avanzamos cómodamente por
carriles de tierra o gravilla, o pedaleando por “la tiranía de la
línea recta” cuando rodamos por algún tramo de talud; son tramos
monótonos, insulsos, sin mucha chicha, y tan solo la visita prevista
a Vohburg, es lo único que nos saca de la rutina.
Vohburg
es un pueblo pequeñito, que en su parte más alta tiene un pequeño
recinto, una pequeña zona amurallada, dentro de la cual se
encuentran torres e iglesias con torres-campanarios esbeltos y
delgados acabados en las típicas cúpulas de estilo bizantino.
Saliendo de Vohburg cruzando el puente para seguir por la otra margen del río. No es ésta precismente la mejor panorámica de este bonito pueblo.
Al
salir de la visita que teníamos prevista en Vohburg, tenemos que
cruzar de nuevo el río por un puente, para seguir la ruta por la
margen derecha, aunque el puente, al mirar hacia atrás, tenemos una
bonita estamba de la silueta de este pueblo con sus torres,
campanarios y tejados recortados sobre el azul del horizonte en las
últimas horas de la tarde.
Llegamos
a Neutstatdt, y la verdad, después de 100 km en las piernas
y de los tramos de talud y largas rectas, ya había ganas, porque la
última parte se nos hizo pesada, aunque aún tendríamos que hacer
algunos kilómetros más para dar con el camping, que estaba a la
salida del pueblo, en la dirección que tendríamos que tomar mañana,
con lo que nos venía muy bien.
Una plantación de flores en las cercanías del camping de Neutstadt.
Hoy
todo había salido bien, por fin hemos disfrutado de un día de sol,
habíamos realizado el recorrido previsto esta mañana (ya que desde
el primer día vamos improvisando debido a los retrasos acumulados),
no hemos tenido ningún problema para dar con el camping y hemos
llegado a buena hora, ya que aún nos quedaban hora y media o dos
horas de luz, así que compramos unas cervezas para tomarlas
tranquilamente con algunos frutos secos mientras montábamos las
tiendas, pero todo no podía ser perfecto, y un problema a la hora de
montar la tienda de Jesús hizo que perdiéramos tanto tiempo que
cuando fuimos a ducharnos ya era casi de noche.
El
camping en si nada del otro mundo, pero el edificio con la zona de
servicios y duchas era de auténtico lujo: hilo musical, todo
completamente nuevo y pulcro, revisteros, zonas para sentarse y
esperar cómodamente, todo perfectamente iluminado, y ¡calefacción!,
sí he dicho bien, ¡calefacción!, porque a pesar de ser verano, lo
cierto es que por la noche aquí la temperatura baja bastante y eso
sin contar con que las temperaturas desde que estamos en Alemania
ya han sido bajas de por sí durante el día para ésta época del
año.
El
que el edificio tuviera calefacción ayudó a que me decidiera a
realizar la colada y colgarla en unas perchas que tenían en la zona
de los lavaderos, y a la mañana siguiente ya la recogería
totalmente seca, porque de lo contrario sería imposible que se
secara, debido a la humedad y al relente que hay por la noche, aunque
no lloviera, y dentro de la tienda tampoco iba a poder secarse.
Mientras
terminaban mis compañeros de hacer lo mismo, y ya completamente de
noche, con el camping totalmente en silencio, porque todos ya habían
cenado y estaban dentro de sus tiendas o de sus autocaravanas, me
apropié de una mesa y la llevé hasta una zona con algo más de luz,
para ir preparando la cena, algo para calentar el cuerpo, así que un
tazón de sopa de primero, un plato de legumbre de segundo, fruta,
café y galletas, además del picoteo previo, pero no alargamos la
cena mucho porque la temperatura había bajado bastante y estábamos
con toda la ropa de abrigo que llevábamos, y así que nada más
terminar recogimos todo, y directos a la tienda, aunque antes yo
aproveché para llamar a casa con el móvil de Jesús.
En
la tienda escribo unas notas sobre la etapa de hoy antes de meterme
directamente en el saco de dormir y entregarme al placer del sueño,
con muchas espectativas puestas en la etapa de mañana, donde además
de la visita a una de las más famosas abadías en esta ruta,
cogeríamos durante un pequeño tramo de unos 8 km, un barco
turístico por el Danubio, así que el día promete después
de los últimos tramos monótonos que habíamos tenido.
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SEXTA ETAPA (Alemania): Neustadt ad Donau- Hofdorf
Distancia = 85,67 km - Tiempo = 5:36:37 - Media = 15,3 km/h
Lunes, 18 de Agosto de 2014
A
las siete comenzamos con la recogida de las tiendas de campaña y del
equipaje, y esta mañana iniciamos el proceso directamente, porque
no íbamos a desayunar allí por estar sin provisiones, se nos
acabaron ayer y no teníamos nada para el desayuno, aunque la mujer
de la autocaravana que teníamos de vecina, y a la que se dirigió
Montse anoche para pedirle alguna manta, intuyendo que posiblemente
hubiéramos pasado frío se nos acercó con un termo de café bien
caliente con el que al menos entraríamos en calor: todo un
detallazo, un lujo encontrarse gente así que vaya regalando
amabilidad sin nada a cambio, así que entre sorbo y sorbo fuimos
desmontado el “campamento base”, para proceder rápidamente
a salir del camping, no sin antes pasar por el novísimo edificio
donde estaban concentrados todos los servicios, para el aseo y el
cambio de ropa, que en mi caso había dejado la noche anterior,
después de realizar la colada, en la zona de lavaderos, en una zona
de perchas, para que se secara con la calefacción, porque fuera
hubiera sido imposible, es más, seguro que me la hubiera encontrado
más mojada por el relente nocturno, y sí, he dicho bien,
¡calefacción! en agosto, porque la temperatura por la noche
cae bastante, al menos en los días que nos tocó transitar por esta
zona de Alemania, y como ya comenté, si bien el camping no
era gran cosa, el edificio que concentraba los servicios para este
pequeño emplazamiento ¡era la leche!, pero si es que hasta
tenía hilo musical, zonas de aseo y servicios pulcras y donde no
faltaba nada, e incluso en la zona de lavadero (tanto para la ropa
como para los utensilios de cocina) había hasta revisteros con una
gran cantidad de revistas, por no hablar de todo tipo de información
y ofertas de las diferentes tiendas y supermercados.
Agradeciendo
a la nuestra buena samaritana el detalle del café, salimos del
camping deshaciendo parte del camino de ayer tarde, hasta llegar a la
zona por donde entramos en el pueblo, porque allí habíamos visto
que había supermercados y grandes superficies, y nuestra idea era
comprar las provisiones para los próximos dos días además de algo
rápido para desayunar esta mañana y no perder mucho tiempo, porque
después tendríamos que seguir mirando para ver si podíamos dar con
algún sitio donde vendieran tiendas de campaña o pudieran vender
algo para reparar el problema que tenía Jesús con la suya.
La
compra fue rápida, y en la misma salida del super nos pusimos
a desayunar, tocaba algo ligerito para no perder mucho tiempo:
dulces, fruta, yogur líquido y algunos frutos secos; pero en cuanto
al problema de Jesús... no hubo tanta suerte, y después de
preguntar en varios sitios, decidimos no perder más tiempo, ya nos
iríamos apañando, y si durante el recorrido encontráramos alguna
tienda de deporte donde se pudiera solucionar el problema o comprar
una nueva tienda a un precio asequible, pues mejor.
Otra
vez vuelta para atrás, hasta llegar a la entrada del camping, que
dejamos a la izquierda para ahora sí, comenzar la jornada de
pedaleo, siguiendo rectos, y durante los primeros 15 kilómetros el
recorrido fue muy relajado, tranquilo, por un paisaje sin luces ni
sombra, sin sol pero sin lluvia, calma y silencio, apenas nos
cruzamos con nadie, ni coches ni bicis.
Pedaleando por encima del talud.
Al
inicio de una bajada, ya en las proximidades de nuestro primer
objetivo en el día de hoy, la abadía de
Weltenburg, podemos contemplar el
cambio de paisaje, de las zonas llanas y abiertas, de amplias vistas,
a una zonas donde el río se abre paso entre paredes de rocas caliza
casi verticales, en una zona de estrechamiento natural, donde el río
serpentea en medio del cañón que va abriendo, formando curiosos
meandros, divisando junto a él, la abadía y sus torres.
En
la bajada, Jesús y Montse se adelantan mientras yo paro a recolectar
fruta, manzanas concretamente, porque estaba viendo algunos árboles
cargados de manzanas con una pinta estupenda y no me pude resiste a
coger unas cuantas para ir rellenando mi despensa particular.
Ya
a la entrada del monasterio, en la puerta de acceso a la plaza que
precede a la iglesia, se encuentra una pequeña taquilla donde venden
los billetes del barco, porque el camino acaba aquí, y tenemos dos
posibilidades una vez realizada la visita cultural, al menos en lo
referente a su parte de acceso libre y gratuito: una opción es coger
el barco hasta Kelheim como he comentado, y la otra opción
consistiría en llegar a esta misma localidad pero por carretera, en
un trazado donde habría que dar un pequeño rodeo después de un
subida inicial de unos tres kilómetros, donde nos iríamos alejando
del río que quedaría primero a nuestra espalda y después a nuestra
izquierda, aunque no lo veríamos porque estaríamos algo alejados de
él, siendo éste un recorrido aparentemente más simple y monótono,
frente al recorrido en barco por el río, por este pequeño tramo de
meandros, donde se puede ver como el curso del río se pierde en
algunas de las curvas que hace, quedando oculto tras alguno de los
altos farallones rocosos que teníamos frente a nosotros.
No
teníamos duda, iríamos en barco para cambiar la temática del
recorrido, cambiaremos de montura, disfrutando del recorrido por este
tramo de meandros y cañones, donde el río se estrecha entre paredes
recubiertas en sus partes altas de un bosque de espesa vegetación,
como se podría ver antes de realizar la bajada hacia el pequeño
pueblo de Weltenburg y
posteriormente hacia la abadía de su mismo nombre.
El
billete nos costó siete euros, que para los seis kilómetros de
recorrido resultaba algo caro, pero a posteriori puedo decir que
merece la pena, y mientras esperábamos a que llegara la hora para
subir al barco, hicimos la visita cultural. En el patio central o
plaza del pueblo, nada más cruzar la puerta de acceso, nos
encontramos a la derecha un bar-restaurante con una terraza que está
abarrotada de gente, ya comiendo a esta hora, con camareros vestidos
con trajes típicos, aunque nuestra idea es ver al menos la iglesia y
lo que podamos de forma libre, sin pagar, aunque tampoco podríamos
hacer mucho más, porque no disponíamos del tiempo suficiente como
para poder hacer visitas guiadas.
De
su iglesia barroca, en la guía que habíamos realizado para este
recorrido, se decía: “La iglesia de Weltenburg
es, en cuánto a dimensiones, la más pequeña iglesia abacial de
Baviera, pero desde el punto de vista
artístico es una de las más hermosas. El paisaje
romántico y la atmósfera de religiosidad han conducido,
conjuntamente, a hacer surgir una obra maestra del gran estilo
barroco de la Alemania meridional en su
arquitectura, decoración, el juego de colores y en los efectos de
luz”.
Interior de la iglesia de la Abadía de Weltenburg, de los frescos de su cúpula y de su famoso púlpito.
A
unos quinientos metros de la taquilla donde sacamos el billete,
siguiendo el curso del río, estaba la zona de embarque, y como no
podía ser de otra forma en Alemania, el barco llegó con
puntualidad: vino cargado de turistas y se iría también cargado de
turistas y bicicletas. La espera fue amenizada por un helicóptero
del ejército, que en plan 'maniobras', pasó cerca de
nosotros, volando bajo, siguiendo el curso zigzagueante del Danubio,
por el cañón que teníamos frente a nosotros, hasta que acabamos
perdiéndolo de vista, al igual que al río, en una de las
revueltas...
Ya
en el barco, las bicis se quedaban en la parte baja, aunque todo el
personal prefería subir arriba, para disfrutar de unas mejores
vistas, como las que se tienen al dar la vuelta el barco para
proseguir dirección a Kelheim, teniendo una vista
panorámica completa de la abadía situada junto a la orilla del río,
dentro de un rico entorno natural.
Abadía de Weltenburg desde el barco camino de Kelheim.
El
recorrido en el barco, corto en distancia pero no tanto en tiempo,
porque es un barco turístico, que va despacio para que el personal
pueda disfrutar el entorno que le rodea, al tiempo que por megafonía
se da toda una charla en perfecto alemán. Este pequeño
'minicrucero' fue un puntito extra en la jornada de hoy, algo
diferente, fuera de la monotonía de paisajes abiertos, llanos,
campos de cereales y maizales, dentro de un paisaje mucho más
salvaje, donde el río ha ido horadando este cañón envuelto entre
bosques...
Monumento a la liberación sobre el monte Michelsberg, visto desde el recorrido en barco por el Danubio.
Iglesia y embarcadero de Kelheim a los pies del Monumento a la Liberación.
Llegamos
a Kelheim, situado a los pies de un monte sobre el que
se encuentra un soberbio edificio neoclásico, de planta circular,
que creo que es el Befreiungshalle o Monumento
a la Liberación y fue ideado por el rey
Ludwing para recordar al pueblo la necesidad de permanecer unidos
una vez liberados del yugo napoleónico. Tras el desembarco nos
adentramos en el centro histórico, y como no podía ser de otra
forma, de nuevo lo hacemos tras pasar por una de las puertas de
acceso de su antigua muralla, pedaleando por calles empedradas.
En
una zona de tiendas vimos un 'intersport', así que Jesús se
acercó a preguntar, pero tampoco hubo suerte. No podíamos
entretenernos mucho más, apenas habíamos pedaleados 15 kilómetro y
el tiempo se nos había ido en la visita al Monasterio y en el
pequeño viaje en barco.
Comenzamos
de nuevo a pedalear dejando atrás Kelheim, en un día
gris plomizo, con algo de viento que por suerte soplaba de cola; un
día raro, atípico, similar al estado anímico en el que nos
encontrábamos en ese momento, porque después del pequeño subidón
que supuso el corto tramo de cañón por el que discurrió el paseo
en barco, y de la visita a la iglesia del Weltenbur,
volvíamos a pedalear por un tramo un poco insulso y eso sin contar
con que el cuerpo necesitaba repostar, porque el desayuno
había sido ligerito.
En
un tramo en el que sobre nosotros se cernieron negros nubarrones y
comenzaron a caer algunas gotas de agua, decidimos parar bajo un
puente para comer, mientras hacíamos tiempo para ver si los
nubarrones descargaban o pasaban de largo, pero al final, en lugar de
ponernos bajo el puente tuvimos que colocarnos a un lado de él,
junto a un muro, al refugio del fuerte y frío viento que soplaba,
aprovechando que en ese momento no llovía, y sólo en caso de lluvia
tendríamos que refugiarnos debajo.
Unos
entremeses, un buen bocata, fruta y unas galletas de chocolate,
aunque no nos entretuvimos mucho, ni siquiera hicimos café,
teníamos que ponernos en marcha de nuevo, porque por unas cosas o
por otras, hoy habíamos pedaleado poco tiempo, aunque la verdad,
había muy pocas ganas de ponerse a dar pedales en un día tristón,
gris, apático, donde los tres andábamos algo desganados, algo
desmotivados.
Decidimos
seguir el camino que iba junto al río en lugar de subir las
escaleras que llevan, siguiendo las indicaciones de la ruta, hacia la
parte de arriba del puente, pero suponíamos que siguiendo la ruta
tendríamos que dar más rodeo, viendo los mapas-croquis de la guía
que llevábamos, porque el recorrido nos llevaría a pasar por todos
los pueblo haciendo un tour, así que seguimos camino hacia
delante, junto al río que teníamos a nuestra derecha. El problema
de seguir éste camino es que nos salíamos de la ruta oficial, con
lo que no veríamos señalizaciones de la ruta, pero siguiendo el
curso del río, antes o después tendrían que coincidir, o al menos
en eso confiábamos.
Como
ya he comentado, había un poco de desgana hoy a la hora de pedalear,
y si bien estábamos junto al Danubio, el paisaje no es que
fuera precisamente nada del otro mundo, pero al menos teníamos
viento de cola, que ya es bastante, así que poco a poco fuimos
avanzando hasta que llegamos a un punto en que había camino por los
dos márgenes del río, pero seguíamos sin ver ninguna indicación,
por lo que acabamos preguntando a un abuelo que apareció por allí,
montando en bici. Nos comenta que se puede ir por los dos lados, pero
nos dice que le sigamos, así que nos vamos tras él, hasta que
llegamos a una bifurcación, y el abuelo sigue ligeramente en subida
por la izquierda hasta llegar a las primeras casas de una pequeña
población, mientras nosotros decidimos seguir el camino por la
derecha, junto al río, aunque no tardamos mucho tiempo en darnos
cuenta de nuestro error, porque el camino se corta al llegar a un
campo de golf, así que retrocedemos unos metros y seguimos por donde
fue al abuelo... ¡más nos hubiera valido seguir tras él hasta
el final!.
Ya
en el pueblo intentamos buscar la salida sin usar la carretera,
buscando algún camino junto al río, pero después de pedalear y
deshacer lo pedaleado en un par de ocasiones, entramos de nuevo en el
pueblo y decidimos consultar la guía para ver si con los
mapas-croquis podíamos orientarnos.
Una
mujer de unos 55 años que iba en bici, nos debió de ver algo
perdidos, así que se dirigió a nosotros para ofrecernos ayuda, el
problema era que ni nosotros hablábamos alemán, ni ella hablaba
inglés, y por mucho que lo intentábamos con señas o mostrando el
mapa del recorrido, no había manera, así que la mujer se cansó de
intentar explicarnos algo que nosotros no comprendíamos y acabó
haciendo un gesto para que la siguiéramos, un “follow
me”, y nosotros, ni cortos ni perezosos, nos fuimos detrás de
ella, primero callejeando por el pueblo y después por carretera
local y estrecha, que pasa por debajo de una autovía, momento en el
cual conseguí orientarme porque me sonaba de ver esto en el mapa,
pero lo cierto es que esta buena mujer, que iba con una bicicleta de
paseo de las que sólo tienen una marcha, puso un ritmo endiablado,
como si nos quisiera dar una lección, y a fe mía que nos la dio,
porque yo conseguí ir detrás de ella echando los higadillos por la
boca, mientras mis dos compis se quedaron algo más rezagados.
Después
de un giro a la izquierda, cogemos un carril bici que en una corta
pero pronunciada subida nos deja a los pies del puente por el que
pasa el tren, teniendo habilitado también un carril-bici, así que
por el nos dirigimos al otro extremo de este puente ferroviario,
para después de una corta y de nuevo pronunciada bajada, llegar a la
otra orilla del río, momento en el que nos despedimos de esta señora
tan encantadora que se había hecho casi cuatro kilómetros extras,
como si nada, sólo para traernos hasta aquí, y cuando la dejamos se
disponía a hacer la misma distancia en sentido contrario para llegar
a donde nos la habíamos encontrado, ¡todo un detalle!, al igual que
nos ocurrió un poco más atrás con el abuelo, y durante esta
jornada, no sería éste el último ejemplo de amabilidad que nos
encontraríamos.
Ya
en la otra orilla, sólo nos queda seguir las señalizaciones y
llegar a Regensburg (Ratisbona) después de cruzar una
zona bastante extensa de parque, donde podemos ver el buen ambiente
que hay, ya que encontramos a mucha gente haciendo todo tipo de
deporte y también muchas bicis.
Entramos
en Regensburg y más relajados, nos dejamos llevar por sus
callejuelas medievales para llegar al centro histórico, con mucha
gente en las terrazas, paseando por las calles, haciendo turismo....
nosotros nos damos un respiro, hacemos una parada mientras saboreamos
unos helados y observamos la vitalidad de este centro histórico en
comparación con los muchos pueblos, e incluso localidades más
grandes, que estaban prácticamente vacías, con aspecto fantasmal,
donde lo raro era encontrarse con gente en las calles.
Una
pareja de españoles al vernos en bici y con la bandera de España,
rápidamente se dirige hacia nosotros para preguntarnos si estábamos
haciendo la Ruta del Danubio, porque ellos iban
a empezar mañana, aunque no recuerdo si lo hacían desde esta
ciudad, pero sobre todo era la chica la que más incertidumbre tenía,
y preguntaba cosas como si era muy complicada la ruta, si había
muchas cuestas o era todo llano, si el firme era bueno para rodar en
bici, etc., en cambio él no tenía problemas, montaba habitualmente
en bici y estaba 'curtido' y era el que había convencido a
ella para venir hasta aquí para hacer la ruta, así que les deseamos
que todo les fuera bien y que no tuviera que reprocharle ella nada a
su pareja.
Terminamos
con el helado y seguimos haciendo turismo por el casco histórico, y
en una de las plazas nos encontramos con una especie de
mercadillo-gastronómico, pero resultó curioso ver que casi todos
los puestos eran italianos, al igual que sus productos: desde
derivados del cerdo a productos como la miel, pasando por los dulces.
De
camino hacia la catedral, guiándonos por sus altas torres, al pasar
por una callejuela nos topamos con una tienda de 'intersport',
y un nuevo intento por parte de Jesús para ver si podía hacerse de
una tienda de campaña buena a un precio razonable, pero tampoco hubo
suerte, porque lo que había era igual o peor que la suya y caras
para nuestros bolsillos.
Seguimos
hacia delante para hacer la típica visita a la catedral, y hacer
fotos de su fachada principal, aunque no resulta fácil sacarla
entera, porque sus torres son muy altas y hay poca distancia entre la
fachada principal situada en un lado de la calle y el lado opuesto.
Como
no nos paramos para hacer café después de la comida, al ver un
pequeño bar en la calle de la catedral, con precios razonables para
un café, nos paramos para tomar uno antes de buscar el siguiente
hito turístico, el puente de piedra o puente Steiner.
El café con leche tendría un precio razonable para lo que puede
llegar a costar en un sitio turístico, pero estaba malo como el
sólo, y con el mal sabor en la boca del café nos fuimos calle abajo
buscando el célebre puente, aunque tuvimos la mala fortuna de
encontrárnoslo en obras por restauración, lleno de andamios y
paneles, así que no podríamos hacer la típica foto panorámica de
la ciudad y una de sus puertas de acceso desde él, aunque sí una
vista parcial desde el extremo final de dicho puente, el cual se
encontraba muy concurrido en un ir y venir de gente, de turistas.
Regensburg, panorámica panorámica parcial desde el puente de Steiner.
Cruzado
el puente y después de entretenernos con las vistas que se divisan
desde él, y eso que no son completas por las obras de restauración,
proseguimos con nuestro destino, con toda la pena del mundo, porque
ha sido una ciudad que nos ha gustado a los tres, no es excesivamente
grande, está todo a la mano, con un casco histórico muy
interesante, con ambiente, agradable, bonita, casas de bellas
factura, ideal, una lástima que no se vayan cumpliendo los planes
previstos y vayamos a remolque todos los días con los retrasos
acumulados por las circunstancias climatológicas, porque lo previsto
inicialmente era haber terminado una de las etapas aquí, para poder
disfrutar de esta bella ciudad durante mucho más tiempo.
No
se muy bien qué es lo que hicimos, si intentamos seguir el curso del
río por el otro margen o nos dejamos llevar por una mala
interpretación de alguna señal, pero el caso es que al cabo de un
rato nos dimos cuenta que no íbamos bien, así que paramos a
consultar de nuevo la guía y los mapas-croquis, y de nuevo, como no
podía ser de otra forma en el día de hoy, aparece una mujer en bici
y enseguida nos ofreció su ayuda; deben estar muy acostumbrados a
ver cicloturistas pasar diariamente haciendo esta ruta, así que
cuando ven a algunos indecisos rápidamente se prestan a ayudarles, y
como en las ocasiones anteriores de hoy, nos dice que la sigamos, que
ella va también en la dirección de salida de esta ciudad, y así lo
hicimos.
Finalmente
la señora se acaba desviando y nos indica con el brazo extendido la
dirección a seguir, todo recto, aunque ya estábamos viendo las
señales indicativas de la Ruta del Danubio, así que nos
despedimos de ella agradeciéndole su ayuda desinteresada y seguimos
pedaleando, en una tarde con un cielo que sigue igual que desde que
salimos esta mañana, gris cenizo y con temperatura fresca, pero al
menos la lluvia no hizo acto de presencia.
A
partir de aquí iríamos improvisando nuestro posible destino para
ver donde podríamos quedarnos a dormir, puesto que en el recorrido
que podríamos hacer en lo que quedaba de tarde no teníamos anotado
ningún camping, así que sólo había dos posibilidades, o acampada
libre, o buscar algún alojamiento tipo gasthof o
gasthaus que estuviera bien de precio. Leyendo la información
que llevaba sobre el soporte del manillar, mientras pedaleábamos,
creímos que era factible llegar hasta Worth a.d. Donau ,
donde había oficina de información, y varios alojamientos del tipo
que buscábamos.
Avanzábamos
tranquilamente, a un ritmo regular pero sin parar, exceptuando una
pequeña pausa a la altura de un tramo entretenido de carril bici,
donde podemos ver a la izquierda, en las alturas, una vez dejada
atrás Donaustauf, sobre una colina que arranca desde el mismo
Danubio, el impactante edificio de la Walhalla, que es
por el que es conocidad esta localidad. El nombre de Walhalla
deriva del de Valhalla, de la mitología nórdica, y se
trata de un una reproducción costosa del Panteón de Atenas,
y en su interior se encuentra una especie de “salón de la
fama”, donde se honra a personas loables y distinguidos
personajes famosos de la historia alemana (políticos, reyes,
científicos y artistas de la lengua alemana. Impacta ver este gran
edificio sobre la colina, con largas y enormes escalinatas que
conducen hasta el, con un color cantería contrastando con el
verde intenso del bosque y vegetación en el que se encuentra
inmerso, y desde donde suponemos que se tendrán unas vistas
inmejorables del curso de Danubio por esta zona, así que es
obcio, no podemos resistirnos a hacer algunas fotos, aunque estamos
algo alejados de la Walhalla.
El edificio Walhalla en las cercanías de Donaustauf.
A
partir de aquí seguimos casi siempre por carril bici, alternando en
ocasiones rectas muy largas, que llegar a ser monótonas, con tramos
más entretenidos de pedaleo.
A
unos tres kilómetros antes de llegar a Work a.d. Donau,
encontramos un espacio ideal
para quedarnos allí y hacer acampada libre esta noche, a la
izquierda del carril bici, pero semioculto desde
el carril-bici, con un
pequeño lago, y mesas merenderos, y no había nadie, así que podía
ser un lugar bueno para quedarnos a dormir esta noche, pero Jeśus no
tenía el cuerpo hoy como
para quedarse
a dormir fuera, necesitaba
ciertos cuidados para sus posaderas, aunque a Montse y a mí nos
gustaba mucho el sitio, pero en fin, hoy por ti y mañana por mi, así
que decidimos que si no encontrábamos nada asequible en el pueblo
regresaríamos aquí para quedarnos esta noche.
Llegamos
a Work a.d. Donau, algo más grande que algunos de los núcleos
urbanos diseminados a lo largo de la gran llanura del Danubio por
los que hemos pasado esta tarde, pero a la hora en que lo hicimos la
oficina de información estaba cerrada, así que nos dejamos llevar
hasta dar con una de las calles céntricas donde vimos carteles de
varias gasthof. Nos
recomiendan una de ellas, y la verdad es que al menos el restaurante
tenía una pinta genial, todo lleno y con comida a base de guisos y
típica comida de Baviera, así que dejamos como
siempre a Montse haciendo de nuestra relaciones públicas particular.
Por
desgracia para nosotros, no hubo suerte, es más, han tenido la
amabilidad de llamar a otros alojamientos dentro del pueblo y parece
ser que todo estaba completo, aunque yo sigo sin saber donde se mete
la gente, porque las calles están vacías. Aunque en la localidad
todo estaba lleno, nos dicen que hay una con una habitación triple
libre en una gasthaus en un pueblo cercano, a unos cinco
kilómetros de allí, en la dirección que llevábamos, aunque
ligeramente fuera de la ruta.
Teníamos
dos opciones, o regresar al sitio que habíamos visto previamente y
hacer acampada libre, o seguir hacia delante para dormir en el sitio
que nos habían buscado, aunque si optábamos por esta opción íbamos
a llegar de noche. Finalmente optamos por la segunda, aunque antes de
salir del pueblo paramos en un par de alojamientos que vimos de paso
y en ambos casos nos dijeron lo mismo, que no había nada libre, así
que Jesús puso en marcha su GPS con la dirección que nos facilitó
la chica que nos atendió muy amablemente en el primer sitio en el
que preguntamos y nos pusimos a pedalear de inmediato para no perder
más tiempo porque de la tarde ya quedaba poco tiempo de luz.
Primero
estuvimos pedaleando por caminos, hasta llegar a la carretera de
acceso a Hofdorf, y desde allí, en poco menos de un kilómetro
llegamos a esta localidad, y por supuesto, la tarde ya había caído,
así que entramos con las luces de las calles encendidas.
No
tardamos en dar con el alojamiento, aunque realmente donde
preguntamos era una especie de bar-restaurante pequeño, y las
habitaciones estaban en otro edificio, separado a unos doscientos
metros, dejando las bicis en una especie de cochera junto al edificio
donde nos íbamos a alojar.
Una
habitación triple con baño, así que dejamos las cosas en la
habitación y sin ducharnos nos fuimos a cenar al bar, sobre las ocho
y media de la tarde-noche, antes de que cerraran la cocina, porque
hoy no teníamos ganas de cocinar en la habitación, y queríamos
probar algo de comida alemana.
Tras
las cervezas y la cena, de nuevo a la habitación; ducha y charla
posterior mientras preparo un café. Cuando los compañeros ya
agotados se entregan plácidamente al sueño reparador, aprovecho
para escribir unas notas de esta jornada larga y algo rara, donde sin
lugar a dudas lo mejor fue la visita a la abadía de
Weltenburg y
sus alrededores, especialmente el recorrido en barco por la zona de
meandros y gargantas del Danubio,
un recorrido corto pero altamente recomendable que termina con las
bonitas vistas del impresionante edificio del “Monumento
a la Liberación” sobre la
colina a cuyos pies se asienta Kelheim;
la otra alegría del día fue la visita a la ciudad de Regensburg
(Ratisbona),
de la que quedamos encantados
y la lástima como ya he dicho, fue que no pudiéramos terminar la
etapa aquí como teníamos previsto; y
por último, las visas del edificio de la Walhalla,
en las inmediaciones de Donaustauf,
desde el carril bici, aunque no hubiera estado nada mal haber podido
subir a las alturas para contemplar las que supongo serían unas
inmejorables vistas. Al margen de esto, el recorrido tiene sus luces
y sus sombras, zonas más o menos insulsas y otras más entretenidas
para pedalear, pero en cualquier caso, no sé si es que los tres nos
habíamos contagiado, pero lo cierto es que andábamos algo
desganados, desmotivados, sobre todo después de desembarcar en
Kelheim.
En fin, al menos hoy nos hemos librado de la lluvia, ya veremos que
ocurre mañana, en un recorrido que promete ser interesante, y tiene
el aliciente de que quizás lleguemos a la frontera
alemana-austriaca, y dormir en Passau,
aunque son muchos kilómetros y probablemente busquemos algún sitio
para dormir un poco antes...
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SÉPTIMA ETAPA (Alemania): Hofdorf - Vilshofen
Distancia = 90,53 km - Tiempo = 5:44:31 - Media = 15,8 km/h
Martes, 19 de Agosto de 2014
Esta
mañana hay todo más rápido, a las 7:15 ya estábamos levantados,
así que después de recoger todo, bajamos al bar-restaurante a
desayunar, porque el desayuno estaba incluido en el precio, y la
verdad es que mereció la pena, fue un desayuno contundente, a base
de fiambres, quesos, mermelada, miel, huevos cocidos y con la
posibilidad de repetir café o leche, así que nos lo tomamos con
calma, rellenando las reservas...
Al
terminar el desayuno, de nuevo a la habitación para bajar todo y
coger las bicis que dejamos en el garaje, montar el equipaje y
ponernos en marcha sobe las 9:15 de la mañana, en un día con cielo
cubierto, gris, pero por lo menos no llovía y la temperatura era más
templada que en días anteriores.
Lo
primero era meternos de nuevo en la “Ruta del Danubio”,
ya que ayer nos desviamos un poco para buscar el alojamiento a última
hora, aunque por suerte, no tenemos que hacer mucho recorrido extra
porque a la salida del pueblo enlazamos con una carretera local en la
que tras subir un puente bajo el cual pasa la autovía, comenzamos a
ver los típicos carteles de la ruta, teniendo al principio la
autovía a nuestra izquierda, aunque a cierta distancia.
Durante
esta jornada pedaleamos mayoritariamente por carriles bici
asfaltados, por algunos tramos de carreteras locales y por tramos de
talud con firme de tierra o gravilla, así que avanzamos rápidamente
por este terreno llano, cómodo, sin lluvia, sin viento, y con una
temperatura más agradable que otros días, recorriendo zonas donde
lo que más predomina es el cultivo del maíz, para variar, y
llevando casi siempre el curso del Danubio a nuestra derecha,
viendo más tráfico de barcos que otros días, y sobre todo, barcos
de mercancías más largos que un día sin pan... En los ratos que
sale el sol intentamos absorber sus tímidos rayos para recargar
baterías y aumentar nuestro estado anímico.
Otra especie de cruzeiro en el camino...
Nuestro
primer objetivo hoy era llegar a Straubing, a unos 22
kilómetros de Hofdorf, cuyo centro tenía muy buena pinta a
juzgar por algunas fotos que habíamos visto, y pedaleando a buen
ritmo, en una mañana sin sobresaltos, logramos llegar bien
tempranito. Nos pareció ver en los alrededores que estaban de
fiestas, porque vimos carpas de circos, norias y diferentes
“maquinarias y artilugios” para el entretenimiento,
y aunque la ruta se desviaba hacia la derecha, nosotros nos fuimos
hacia el centro, hacia su gran y monumental plaza, un gran rectángulo
empedrado en cuyo centro se encuentra la torre del Stadtturm
que llega alcanzar los 60 metros de altura, junto a otro edificio de
color verde que no recuerdo si era el ayuntamiento, y a una columna
central que termina en una escultura dorada, similar a la que veremos
días más tardes en Linz, Austria. Viendo la torre que
se yergue en el centro de la plaza no hacía falta preguntar la hora,
porque un enorme reloj en su parte superior nos la indica, al tiempo
que nos hace pensar que quizás aún es temprano, porque aunque hay
cierto movimiento la plaza no está aún en pleno apogeo. Se trata de
una plaza llena de terrazas de bares y restaurantes, tiendas,
comercios e incluso puestos de mercado, estos en la segunda mitad de
la plaza, la que se encuentra por detrás de la torre, y toda ella,
rodeada de bonitos edificios, bien conservados, pulcros, con fachadas
de distintos colores que no desentonan, tejados puntiagudos e
iglesias y torres que sobresalen entre los edificios, por no hablar
de los maceteros y sus bonitas flores que hacen que el color gris de
los adoquines no sea tan predominante.
Plaza de Srtaubing, con su enorme torre Sttadturm presidiéndola.
Recorrimos
su enorme plaza y seguimos hacia delante, descubriendo más de esta
bonita ciudad, al menos su centro, hasta que nos topamos de nuevo sin
esperarlo, con nuevas señales de la ruta del Danubio,
que acabamos por seguir para evitar dar la vuelta y seguir por donde
habíamos venido, así que seguimos estas señales y sin apenas
pérdida nos sacaron de Straubing, para seguir recorrido por
la margen izquierda del río, y en general pedaleando por carriles
bici con buen firme y totalmente llanos, con lo que avanzábamos a
buen ritmo, aunque en algunas ocasiones llegaban a ser algo tediosos
y monótonos.
Sobre las 13:30, cuando transitábamos por un carril bici asfaltado, con campos de cultivo a nuestra izquierda y el talud a nuestra derecha, bastante alto, que nos impide ver el Danubio que está al otro lado, decidimos hacer la parada para comer, sobe todo porque el sitio era ideal, ya que sobre el talud se encontraban dispuestas longitudinalmente y separadas varios metros unas de otras, mesas y sillas tipo merendero, desde donde se tienen las vistas del Danubio y de los barcos que surcan sus aguas, a la derecha, mientras que a la izquierda está el carril bici por el que podemos ver pasar un incesante goteo de cicloturistas.
De picnic en una de las mesas merenderos situadas sobre un talud, con le carril bici a la derecha y a la izquierda (no se ve en la foto) el Danubio.
Buscamos
una mesa que estuviera al sol, al menos cuando a éste le daba por
hacer acto de presencia, cuando buscaba un hueco entre las nubes para
filtrarse por ellas. Sólo subimos las bolsas con la comida, dejando
nuestras 'burras' en la parte baja del talud, junto al carril
bici; junto a nosotros, en otra mesa, se encontraba otro grupo de
cicloturistas que también estaban comiendo.
Estuvimos
bien a gusto comiendo en aquel lugar, pero había que ponerse en
marcha, y así lo hicimos, alrededor de las tres menos cuarto, y el
tramo de la tarde fue mucho mejor para pedalear, porque si bien es
cierto que el recorrido no era nada del otro mundo, también lo es
que la temperatura era ideal para pedalear y para practicar deporte
en general, además, a medida que iba pasando las horas, el cielo se
iba despejando y pudimos disfrutar de sol en las últimas horas de la
tarde, así que debió influir esto en algo, porque hoy vemos en el
tramo de tarde mucha más gente en bici, ya sean cicloturistas o
lugareños, y lo que sin duda es un placer es ver mucha gente mayor
pedalenado o familias enteras practicando cicloturismo, y los que aún
no pueden, llevados en carritos por sus padres, todo un lujo
disfrutar de este ambiente tan sano, y de la práctica de este
deporte y forma de viajar, que tanto puede inculcar a esos
“pequeñajos maravillosos”.
Después
de un pequeño tramo de carril bici pegado a la carretera, un tramo
'pestoso', nos separamos de ella para introducirnos en una
zona mucho más tranquila y relajada, aunque nosotros seguimos
pedaleando a buen ritmo en una tarde que está para ello, algo que
por desgracia nos resulta ya raro en este viaje donde hasta ahora
casi siempre nos ha acompañado la lluvia o la amenaza de lluvia, el
viento o las temperaturas algo bajas para esta época del año, pero
el tiempo es caprichoso, y esto es lo que nos ha tocado en este
viaje.
Seguimos
encontrándonos con más cicloturistas y familias enteras en bici
durante nuestro recorrido, a los que vamos dejando atrás, hasta que
de nuevo llegamos a la carretera que antes habíamos dejado, justo a
la entrada de un pueblo, donde hacemos una pequeña parada para
rellenar los botes de agua.
Al
dejar el pueblo atrás, no tardamos mucho tiempo también en dejar la
carretea y coger un carril bici tranquilo, paralelo al río, siempre
a nuestra derecha, hasta que justo a la altura de un puente sobre el
río por el que se accedía a la localidad que estaba en la otra
orilla, Vilshofen, nos encontramos con una pequeña explanada
de césped con dos tiendas de campaña, y la verdad, no estábamos
seguro de si se trataba de un camping, así que por los kilómetros
ya recorridos, por la hora que era, las 18:30, y por la
imposibilidad de llegar a Passau, decidimos que éste podía
ser un buen sitio para dormir hoy.
Montse
pregunta a una pareja que tenían allí la tienda y le dicen que sí
se puede acampar, y que allí cerca, un poco más elevado, se
encuentra la infraestructura, por decir algo, porque básicamente se
trata de una pequeña instalación con un pequeño salón-bar y las
duchas y aseos, nada más, lo suficiente, porque me parece que
aquello era como una especie de club o algo así, porque estaba justo
junto al puerto deportivo, junto al río, con embarcaciones de
recreo, y la parcela del camping pertenecía a ellos, además de ver
el pequeño salón con algunas decoraciones náuticas. A nosotros nos
daba igual, allí podíamos plantar nuestras tiendas, y poder
disfrutar de una ducha, y además estaba junto al carril bici y por
si fuera poco a un precio simbólico, ya que en total nos cobraron 10
euros por todo, o sea, unos tres euros por cabeza, con lo que
compensábamos el gasto de ayer en el gasthof.
En el camping de Vilshofen, con el pueblo, el puente sobre el Danubio y el puerto deportivo de fondo.
Cómo
disponían de servicio de bar, nos pedimos unas cervezas que
estuvimos bebiendo en una especie de porche que tenía dicha
instalación, con vistas al río, al puente y la localidad que
teníamos enfrente, mientras rellenábamos los papeles.
Tras
montar las tiendas y la ducha reparadora, y ya que hoy habíamos
llegado a buena hora, nos fuimos dando un paseo al centro del pueblo,
cruzando el río por el puente, ya caída la tarde.
El
pueblo, como casi todos por los que pasamos, exceptuando alguna
ciudad turística tipo Ulm o Ratisbona, está
prácticamente muerto, parece un pueblo fantasma, incluso su calle
principal donde están las tiendas, bancos, bares y restaurantes, en
uno de los cuales entramos para probar una gran variedad de las
típicas salchichas y de las distintas formas de prepararlas, vamos
que existe prácticamente una carta sólo para salchichas, aunque
para mi gusto nada del otro mundo, pero al menos llena el estómago y
que no se diga después que no hemos probado las clásicas salchichas
en Alemania, porque mañana ya nos introduciremos en Austria.
Después
de la cena, seguimos dando un paseo por las calles, completamente
vacías, no vemos prácticamente a nadie, ni tampoco movimiento de
coches. La vuelta resulta aún más solitaria, y eso que son las once
de la noche del mes de agosto.
En
el camping tan sólo están nuestras tiendas, las de una pareja y la
de una familia que tiene una tienda tipo yurta, donde
duermen el matrimonio y sus tres hijos pequeños, los cuales por
cierto, también están haciendo cicloturismo, y cuando llegamos no
se escucha ni una mosca, así que como no había otra cosa que hacer,
cada uno a su tienda, y en mi caso, como aún es temprano decido
escribir unas notas del recorrido de hoy, y con muchas expectativas
puestas en la etapa de mañana que promete ser muy interesante, con
la visita a Passau, prácticamente en la frontera entre
Alemania y Austria, y por el acercamiento a una de las
zonas emblemáticas en el recorrido por el Danubio, la zona
del meandro de Schlögen.
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OCTAVA ETAPA (Alemania-Austria): Vilshofen - Schlögen
Distancia = 67,4 km - Tiempo = 4:17:48 - Media = 15,7 km/h
Miércoles, 20 de Agosto de 2014
Esta
mañana no nos hemos levantado con la rapidez y agilidad de ayer,
igual es porque nos hemos hecho los remolones al escuchar caer
algunas gotas sobre la tienda, y en mi caso particular, confiaba en
que lo que cayera sobre la tienda fuera procedente de los árboles
que teníamos al rededor, pero no fue así, y al abrir la tienda, más
de lo mismo, otro día triste, gris, plomizo, con mucha humedad y con
algunas gotas de agua que caían esporádicamente. Supongo que
después de disfrutar de un buen final de etapa en la tarde de ayer,
donde incluso llegó a salir el sol, con una muy buena temperatura
para pedalear, y después de ver un cielo estrellado cuando anoche,
dando un paseo, regresábamos de la visita al pueblo, no esperábamos
que amaneciera así, o al menos deseábamos que por fin se rompiera
la racha de un tiempo más propio de otoño-invierno que no de pleno
mes de agosto.
Recogimos
todo y nos fuimos a la zona bajo techo de la pequeña instalación
del camping, situada en un pequeño alto, donde había una mesa
alargada y varias sillas, con vistas frente a nosotros del puerto
deportivo, del río, y del puente por el que se accede al pueblo en
la orilla opuesta, además de ver muchísimas casas diseminadas por
la otra ribera, insertadas dentro de un tapiz totalmente verde;
buenas vistas para disfrutar mientras desayunábamos al refugio del
posible agua que pudiera caer, porque desde que nos levantamos, todo
lo más que caían eran tímidas gotas, si bien es cierto que igual
por la noche pudiera haber llovido más, porque antes de recoger las
tiendas tuvimos que proceder previamente al secado de éstas con
trapos con el fin de no guardarlas con tanta humedad.
Mientras
desayunábamos, se nos unió la otra familia que había acampado, el
matrimonio con sus tres hijos, los cuales practicaban también
cicloturismo; supongo que al igual que nosotros, pensarían que donde
estábamos era un buen sito para desayunar, y la verdad es que fue un
placer ver a los tres nenes pequeños correteando con sus botas de
agua y chubasqueros de aquí para allá, viendo como cuidaban unos de
otros en cadena, el más grade del mediano, y éste del más pequeño,
y resultó enternecedor ver como en un momento en que el más
pequeño comenzó a llorar, el que le seguía en edad se sentó junto
a él en el suelo y le echó el brazo sobre los hombros para
consolarlo... ¡ufff! Estos niños si que van a tener vivencias y van
a ver mundo desde bien temprano, y después ¡que le quiten lo
'bailao'!...
A
las diez de la mañana nos ponemos en marcha, sin más perdida de
tiempo, puesto que el carril bici que teníamos que coger lo teníamos
a nuestra vera, justo detrás de la instalación donde estuvimos
desayunando, fijando nuestro primer objetivo en Passau, para
hacer una visita a esta localidad cultural, histórica y emblemática
en la ruta del Danubio, prácticamente en las puertas de la
frontera alemana-austriaca, de hecho, es la última localidad alemana
antes de nuestro recorrido por Austria.
Comenzamos
pedaleando sin lluvia, aunque siempre con la amenaza de que en
cualquier momento podía empezar a llover, así que salimos con los
chubasqueros desde el inicio, pero al igual que desde que nos
levantamos, todo lo más con lo que nos encontramos fue con algunas
gotas, si bien es cierto que durante el recorrido nos fuimos
encontrando con bastantes charcos de agua, síntoma de que durante
esta noche habría estado lloviendo más insistentemente.
En
este primer tramo de unos 25 km, pedaleamos unas veces por la propia
carretera, compartiendo recorrido con los coches, otras veces por
carriles bici asfaltados paralelos a la carretera, y siempre por
zonas totalmente verdes, arboladas, encajonadas entre montes; y en
otras ocasiones, por carriles bici de tierra que transitan entre
bosques o junta a la ribera del río, donde en una de las ocasiones
pudimos ver a un tío durmiendo en su canoa , con la que creemos que
estaría haciendo su particular ruta del Danubio, solo que en
canoa, en lugar de en bici, y durmiendo en ella en lugar de en tierra
firme, arropado con alguna manta para la humedad y dejándose mecer
al son de la propia corriente del río, una forma como cualquier otra
de mezclar vacaciones, deporte, aventura... ¡vivencias!, y no fue al
único que vimos viajar de este modo, porque en Austria ya nos
encontraríamos algunos más viajando en este plan.
Haciendo la ruta en canoa... éste aún no ha despertado...
En
las proximidades de Passau, tenemos que cruzar a la otra
orilla, la derecha, por la presa donde se encuentra la central
eléctrica de Maierhof, y donde también se encuentra un
impresionante sistema de exclusas con el que los barcos salvan el
desnivel de la presa, así que como somos de secano, y para los que
no lo son pero les gusta el tema de la ingienería civil, acabamos
juntándonos un buen grupo de cicloturistas mirando como tontos como
se llenaban y vaciaban las exclusas con grandes barcos en su
interior, puro espectáculo.
Los
últimos kilómetros, ya en la orilla derecha, vamos pedaleando
paralelos al río, que nos coge a nuestra izquierda, y a las vías
del tren, a nuestra derecha, pasando por zona arboladas que
seguramente serán parques o zonas verdes del exterior de Passau,
hasta que finalmente llegamos al núcleo urbano, transitando por un
largo puerto donde se mezclan las embarcaciones de recreo con los
barcos de turismo tipo crucero que hacen escala aquí, junto a las
filas de autobuses aparcados en un margen de la carretera.
Buscamos
el acceso hacia el interior del casco histórico de Passau por
una zona donde no hubiera que andar subiendo escaleras con las bicis
a cuestas, siempre paralelos al río y en dirección a la punta de
flecha que forma esta especie de península donde se encuentra la
ciudad antigua, rodeada por el Danubio, que es el río que
vamos siguiendo, y el Eno (Inn en alemán) , y como
curiosidad, comentar también que es en esta punta de flecha, donde
se une un tercer río, el Ilz , de ahí que a esta ciudad se
la conozca también como “la ciudad de los tres ríos”,
donde no sólo configuran el mapa físico de la ciudad, dividida en
tres partes: la Altstadt, o sea, “la Ciudad
Vieja”, en la península que forman los ríos Danubio y
Eno; la Innstadt, o “La Ciudad a orillas
del Eno”; y la Ilzstadt, o “Ciudad a
orillas del Ilz”, sino que también, en el punto de confluencia
de los tres ríos se puede apreciar los distintos colores de sus
aguas, las cuales acaban mezclándose en un mismo cauce, y así, se
puede llegar a apreciar: el Eno
(Inn),
cuyas aguas proceden de los Alpes y tienen un color más
verdoso, el Danubio, con un color más azul y el Ilz,
cuyas aguas más negras creo que provienen de una zona pantanosa.
Antes
de introducirnos en el centro histórico, por una de las calles por
las que habíamos visto que podíamos ir pedaleando con la bici sin
tener que subir escalones, paramos en uno de los muchos puestos de
comida que hay junto a esta especie de largo paseo marítimo cuyo
margen se encentra abarrotado de barcos-ruceros y autobuses que
sueltan enjambres de turistas que se lanzan ávidos de conocer las
maravillas de esta bonita localidad. Hacemos una parada sin prisas,
porque habíamos empezado la mañana algo desganados, tristones,
estábamos como el tiempo, cielo grisáceo y nubes oscuras que habían
descargado antes de nuestra llegada, a juzgar por el firme mojado y
los charcos. Tan solo eran las 12:30 de la mañana, pero ya andábamos
con hambre, así que pedimos unas típicas salchichas ('würstl '
en alemán) de Baviera, cada uno con una especialidad
diferente para probar todos de todo, y que nadie confunda lo de pedir
aquí unas salchichas con lo de tomar un “perrito caliente”,
no tiene nada que ver, aquí hay una carta con toda la variedad de
salchichas y tipo de preparación que pueden ofrecerte... ¡hasta
al infinito y más allá!...
Una
hora más tarde, con el estómago reconfortado y después de una
larga pausa sin pedalear (casi una hora) tras los 25 km iniciales,
nos adentramos en el centro histórico, en la ciudad vieja, primero
pedaleando y después andando con nuestras burras al lado.
Paseando por Passau...
Una
ciudad muy rica en cuanto a su patrimonio histórico y cultural, con
muchísimo turismo, tanto en las terrazas de bares y restaurantes,
como por las calles, con grupos organizados con sus respectivos guías
o con gente a nivel individual, como nosotros, que paseamos mirando
de un lado a otro contemplando la típica arquitectura de la ciudad,
que otrora fuera residencia de príncipes y obispos, además de
disponer de un comercio floreciente, lo que supuso el caldo de
cultivo ideal para constituir un marco incomparable para artistas que
supieron dejar su impronta en bellos edificios, sobre todos los
artistas italianos, a raíz de los incendios sufridos en el siglo
XVII, reconstruyéndola e impregnándola de un estilo típico, donde
por encima de todo resalta la Catedral de St. Stephan, de
estilo barroco italiano, iglesia matriz de la zona oriental del
Danubio y creo que también de la iglesia de St. Stephan,
en Viena , una obra para admirar, al igual que el órgano de
su interior que es el órgano de catedral más grande del mundo. Pero
además de la catedral, y de bonitos edificios, Passau cuenta
también con numerosos museos, teatros y con una joven Universidad, a
parte de ser un centro cultural de referencia.
Catedral de St. Stephan, en Passau.
Desde
algunas de las calles se puede ver también, al otro lado del río,
en una zona elevada, el castillo Veste Oberhaus, que
fue residencia del Obispo hasta 1802 y desde donde supongo que desde
allá arriba se tendrán unas vistas excepcionales de Passau y
de la confluencia de los ríos, pero por desgracia, hoy no nos
quedamos a dormir aquí, aunque esa era la idea, pero los retrasos
han hecho que las etapas previstas las tuviéramos que rectificar y
vamos día a día...
Fortaleza Veste Oberhaus (Residencia del Obispo hasta 1802), Passau.
Nos
hubiera gustado quedarnos allí todo el día, pero por la tarde había
que ponerse en marcha, y tan sólo habíamos hechos hoy 25 km, así
que con el tiempo que nos restaba nuestro primer objetivo era llegar
a Schlögen, y en función de la hora en que llegáramos y las
ganas que hubiera, seguir hacia delante unos 20 km más o quedarnos
allí definitivamente y disfrutar de este entorno, uno de los puntos
fuertes de esta ruta a nivel paisajístico.
Vistas del ayuntamiento (rathaus) y las torres de la catedral de Passau, al cruzar el puente para proseguir la ruta pedaleado por la margen izquierda.
Salimos
de Passau por la margen izquierda del río, entre éste y la
carretera que tenemos a nuestra izquierda, demasiado cerca, así que
este primer tramo de unos veinte kilómetros hasta Obernzell
nos resulta algo engorroso, atípico, puesto que la carretera soporta
bastante tráfico, y si bien es cierto que vamos por carril-bici,
sentir tan de cerca al 'enemigo', al
'lado oscuro de la fuerza' y el ruido incesante, nos
hace ir intranquilos, tensos, aunque de vez en cuando volvemos la
vista atrás y las panorámicas que vamos dejando de Passau y
de su final en forma de cuña, donde se unen los ríos, es para que
se nos quiten las penas, una bonita estampa de colores que resalta
bajo un cielo ceniciento, aunque durante la tarde, la lluvia no hace
acto de presencia y la temperatura es algo más elevada que a primera
hora de la mañana.
Al salir de Passau, no dejamos de mirar de vez en cuando hacia atrás para contemplar estas vistas...
En
Obernzell por fin dejamos el ruido del 'maligno',
del tráfico, porque la carretera gira a la izquierda mientras
nosotros seguimos por la margen del río, casi tocándolo, pedaleando
por carreteras locales sin apenas tráfico o carriles bici, entre
zonas boscosas, verdes, frondosas; una gozada ver el Danubio
ahora más poderoso, con fuerza, con más cuerpo, extenso, enorme,
encajonado entre suaves colinas totalmente verdes, salpicadas de
pequeños pueblos y casitas diseminados por esa alfombra verde de
entre la que resaltan los típicos tejados puntiaguos de casas e
iglesias, como podemos ver claramente en la otra margen... y así de
entretenidos, tranquilos y relajados, llegamos a la central
eléctrica de Jochenstein, último hito en nuestro pedalear por
Alemania, ya que apenas un kilómetro más adelante nos
introduciremos en Austria.
En
la zona de la central eléctrica de Jochenstein hacemos
unas parada, y si ya habíamos notado desde que salimos de Passau
que había muchísimos más cicloturistas, es aquí cuando realmente
nos damos cuenta que entramos en el tramo más transitado en cuanto a
bicis se refiere, de la ruta del Danubio (Donauradweg),
el tramo entre Passau y Viena, de unos 300 kilómetros,
porque ya sea descansando un poco o comiendo algo, en esta zona nos
encontramos con bastantes cicloturistas, y entre ellos a un grupo de
españoles, de andaluces, para los que hoy era su primer día y
tenían ya buscado alojamiento en Wesenufer, un pequeño
pueblo en la otra margen del río; pero también estuvimos charlando
con una chica alemana, que se nos acercó a donde estábamos porque
nos habíamos hechos varias 'pasadas' mutuamente en el camino
desde Passau, y para ella, al igual que para los españoles y
mucha más gente, también era el primer día, y aunque viajaba sola,
no llevaba el mismo 'rollo' que nosotros en cuanto a la comida
y la pernocta, ya que como pudimos comprobar en los días sucesivos,
cuando nos íbamos encontrando en diferentes sitios, comía en bares
o restaurantes y dormía en hoteles, nada de camping o de dormir en
cualquier sitio.
Entramos
en Austria de puntillas, sin hacer ruido, pedaleando por el
mismo tipo de paisaje que el que habíamos tenido en el último tramo
de Alemania, y es que la “pachamama” de los incas,
la 'madre tierra', no entiende de fronteras. Avanzamos por una
carreterilla entre el río y zona boscosas, mucha arboleda y terreno
frondoso, y con forme la tarde va avanzando el cielo se vuelve más
oscuro, refresca más y se nota más humedad en el ambiente, tenía
pinta de esas tardes tristes y otoñales de lluvia.
Llegamos
a Niederranna, el
primer pueblo con algo más de enjundia que nos encontraremos en
Austria, y tal y como iremos viendo en las siguientes localidades
de paso, se nota claramente que esta zona es la más transitada,
porque viven mucho de cara a la ruta del Danubio y al
consiguiente tránsito de tantos cicloturistas, algo parecido al
Camino de Santiago, en el sentido de que en cualquier
pequeño pueblo o localidad de paso veremos servicios orientados a la
ruta, ya sean bares o pequeños chiringuitos, lugares para dormir
(desde hostales, casas, o habitaciones para alquilar 'zimmer'),
puestos con frutas, etc... algo que no habíamos visto en Alemania,
donde los pueblos estaban en esta época prácticamente vacíos y sin
apenas servicios.
A
la salida de Niederranna hay
que tomar una decisión, o continuar por el margen del río que
llevamos, o cruzar el puente y seguir por la
margen derecha. En la guía
que llevamos marca el recorrido por la izquierda, en un tramo que es
más tranquilo, relajado, y llano, pero tiene el inconveniente que
hay que coger un pequeño barco para llegar a la otra margen, donde
se encuentra la localidad de Schlögen
y por la hora que era, decidimos cruzar el puente sobre el Danubio
y seguir por la otra margen, no fuera a ser que cuando llegáramos ya
no hubiera barco hasta el día siguiente o tuviéramos que estar
esperándolo durante un tiempo, con lo que no tendríamos la
posibilidad de seguir avanzando, algo que no teníamos claro,
pero al menos tendríamos al opción de elegir.
En
el primer pueblo al cruzar el río, Wesenufer,
nos encontramos con los
andaluces, que andaban buscando la pensión donde se iban a alojar
hoy, y entre unas cosas y otras, con
el cachondeo, perdimos la
referencia de los carteles indicativos de la ruta,
y acabamos subiendo junto
a ellos un fuerte repecho para llegar a la parate más alta del
pueblo, con la suerte para ellos que se encontraron con la pensión
sin esperarlo, mientras que nosotros nos dimos cuenta que nos
habíamos equivocado, que la ruta seguía por la parte baja del
pueblo, con lo que tendríamos que retroceder no sin antes
despedirnos de los andaluces, a los que dejamos jadeando después del
esfuerzo realizado en el duro repecho. Desde arriba, antes de bajar
el repecho que habíamos subido, vimos de nuevo a la chica alemana
con la que sobre todo Montse, estuvo charlando en la parada que
hicimos en la central eléctrica de Jochenstein; ella
iba por la otra margen del río, aunque no sabíamos si cambiaría de
margen y pasaría a Schlögen
o si
podría continuar sin cruzar, lo que si estaba claro es que al igual
que nosotros no sabía donde iba a quedarse a dormir esta noche.
Retomamos
la ruta, y por lo que pudimos
ver, por el
margen
que
habíamos elegido había algo
más de sube y baja, alejándonos
un
poco del río,
hasta llegar
a la carretera, con la última parte en bajada hasta Schlögen,
por carril
bici junto a ésta,
siempre entre bosques de abetos y hayas, mientras
que por el otro margen, y a juzgar por las zonas donde el bosque nos
dejaba
ver,
observamos que el trazado seguía
por una estrecha
carretera local, sin
tráfico,
pegada
al río y en un recorrido llano.
Por
fin llegamos a Schlögen,
localidad célebre en la ruta y conocida por el
famoso meandro que forma el río al serpentear y abrirse paso entre
esta zona de bosques y montes, con
algo más de altura,
sobre
cuyas cimas se van cerniendo las nubes, y la verdad es que lo que
quedada
de tarde no pintaba
nada
bien.
Mi
idea era subir hasta el mirador para hacer la típica foto de este
meandro, desde arriba, y es que este hito es uno de los más
fotografiados de la ruta, para después intentar seguir unos 20 km
más hasta Kobling,
una pequeña localidad que según la guía disponía de camping, pero
por las caras de mis compañeros estos no estaban muy por la labor.
Jesús votaba por quedarnos en Schlögen,
no andaba muy fino físicamente, y a Montse tampoco lo apetecía
pedalear más hoy, así que asunto resuelto, nos quedaríamos a
dormir allí, aunque antes había que buscar un sitio que estuviera
bien de precio, y si todo fuera rápido tendría la opción de subir
andando hasta el mirador, situado aproximadamente a kilómetro y
medio o dos kilómetros desde nos encontrábamos, con o sin compañía,
aunque en mi contra tenía que comenzaba a haber poca luz.
Decidimos
probar suerte en el camping que teníamos junto a nosotros, a la
entrada de la localidad, situado junto al río y junto a una especie
de puerto deportivo repleto de barcos, al igual que el camping lo
estaba de autocaravanas, así que pensábamos que el precio del
camping iba a ser alto, porque se le veía algo “vip”,
por no hablar de la zona de piscinas, que digo yo que ¿para qué?,
porque como anden siempre con este clima: temperaturas frescas,
humedad y lluvia, había
que
tener muchas
ganas
para estar bañándose...
En
recepción le dicen a Montse
que nos cobran 32 euros por los tres y por las respectivas tiendas, o
sea, que nos salía a menos de once
euros por cabeza, algo que no nos acabábamos de creer, ya que era un
camping de primera, y los precios tanto en Alemania
como en Austria
son más elevados que a lo que estamos acostumbrados, así que no nos
lo pensamos, no quisimos perder tiempo en buscar otra cosa, nos
fuimos buscando la parcela-terraza que nos habían
asignado, más cerca de la carretera que del río, y a 'plantar'
nuestras tiendas en una zona de césped alto con mucha humedad, que
hacía que incluso se acabaran empapando las zapatillas.
Como
Schlögen
se encuentra entre
el
río y la ladera de un monte, las parcelas se encuentran
dispuestas en terrazas que escalonadamente descienden hasta el propio
río donde se encuentra el puerto deportivo. Aunque por suerte para
nosotros, los servicios andaban en nuestro nivel, si
bien es cierto que un poco retirados,
pero al
menos no
teníamos que andar subiendo y bajando mucho.
Colocadas
nuestras tiendas, nos fuimos directos a las duchas. Una ducha
caliente reconfortante, que es lo que apetecía, aunque parezca
mentira en la época del año que estamos, y sobre todo en España
donde andaban atravesando
una ola de calor.
Vistas del camping y alredeodres desde la parcela donde colocaríamos nuestras tiendas, en Schlögen...
Lo
de hacer la colada y esperar a que se secara era pura utopía, a no
ser que la dejáramos allí mismo y con el calor de la calefacción y
de las propias maquinarias se pudiera secar, que es lo que hicimos, y
aunque había lavadoras, lo hicimos a mano, sobre todo porque creo
que la secadora que había no funcionaba...
La
tarde-noche no estaba para más, y aunque en circunstancias normales
podría tener la posibilidad de subir al mirador, hoy no era
precisamente el día, porque con el cielo completamente cubierto y
las nubes sobre la cimas de las montañas y bajando ladera abajo,
parecía aún mucho más tarde de lo que era, y la luz era escasa,
así que como se
suele decir:
“si
hay que ir se va, pero ir pa'ná es tontería”...
Pasaría
al plan B, o sea, levantarme bien temprano, subir al mirador para ver
las vistas y hacer alguna foto si pudiera, y después bajar a tiempo
para desayunar con mis compañeros, porque a diferencia de
ellos,
no tenía
ningún problema a la hora de madrugar...
Tras
la ducha y recolocar las cosas en las tiendas, sobre las nueve (aquí
ya de noche), nos pusimos a hacer la cena, y como junto a nosotros
había algunas caravanas viejas, de las que se alquilan en el propio
camping, y que posiblemente estuviera alquilada por largo tiempo, a
juzgar por lo bien preparada que estaba la parcela, e incluso
personalizada: con luces, toldo a modo de porche, mesas, bancos,
etc... y no vimos a nadie por allí, nos plantamos a modo de okupas,
aunque alguno que otro tenía cierto recelo por si aparecían los
moradores, pero la verdad es que el sitio era inmejorable para la
cena: buena mesa y bancos, bajo techo, y con vistas amplias y
extensas del río y del célebre meandro, al menos cuando hubiera
luz, porque a esa hora ya apenas se veía nada, y es que no estaba la
noche para tirarnos al césped, porque todo estaba chorreando,
rezumando humedad por cualquier sitio.
Buena
cena,
mejor
compañía y un marco incomparable, uno de los mejores aciertos del
día, junto con la visita a Passau
y el último tramo de recorrido, siempre por zonas frondosas, muy
arboladas, con el río a nuestro lado y buenas vistas. Una cena
seguida por una larga tertulia acompañada
de
un tazón caliente de café, mientras recostados en el banco sobre un
lateral de la caravana, bajo el porche, con las luces del camping
encendidas, y con la mirada perdida frente a nosotros, intuyendo ya
en la oscuridad de la noche el monte al
que
rodea el río para formar el meandro, mientras apenas escuchamos
algunas tenues conversaciones de algunos que ya dentro de sus
confortables autocaravanas están a punto de irse a la cama o de los
pasos de los más rezagados que van o vienen de fregar los
cubiertos...
En
definitiva, la
jornada de hoy ha estado muy bien, tanto por el recorrido realizado
y las vistas que hemos podido disfrutar, como
por la visita a Passau,
por
no hablar de la suerte con el alojamiento, económico y en pleno
meandro de Schlögen,
con buenas panorámicas desde lo alto de la terraza que nos habían
asignado para colocar nuestras tiendas, y mañana ya veremos....
hasta Linz,
otra de las ciudades que en teoría teníamos prevista
como fin de etapa, con la idea de poder
disfrutar de ella, nos quedan poco más de 50 km, por lo que
tendremos que seguir avanzando y dedicarle tan
sólo unas
cuantas horas o medio día a su visita, ya iremos viendo como se va
sucediendo las cosas, porque por lo que llevamos viendo durante todos
estos días, no podemos planificar mucho, cuando no es una cosa es
otra, aunque lo único cierto es que la etapa de mañana también
promete mucho, siendo uno de los recorridos más interesantes de la
ruta, pero ahora toca irse a dormir y cargar pilas... ¡y
mañana Dios dirá!...
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