Las andanzas de un lobo estepario extremeño.

Aquí mis batallitas sobre cicloturismo, senderismo, montaña, viajes, naturaleza, música, teatro, ...

"Viajar en bici es hacer más grande el Mundo. Es aprender lo esencial de la vida. Es vivir el presente sobre todas las cosas. El placer del cicloturismo está mucho más en el camino que en el destino, son los medios los que justifican el fin. Durante días, semanas o meses, no necesitas más que lo que llevas a cuestas
" (del artículo: "Con la casa a cuestas", revista: Bike Rutas, Nº 4, 1999)

30 may 2015

La Ruta del Danubio en Bici, desde su nacimiento hasta Viena: Diario de un cicloturista (I).

  
PRIMERA PARTE:
ETAPAS DE LA 1 A LA 4
(Alemania)

ETAPA 1: Donaueschingen - Beuron
ETAPA 2: Beuron - Rottenacker
ETAPA 3: Rottenacker - Gunzburg
ETAPA 4: Gunzburg - Donauwörth










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PRIMERA ETAPA (Alemania): Donaueschingen (nacimiento) - Beuron
Distancia = 65,21 km - Tiempo = 4:27:15 - Media = 14,7 km/h 
 Miércoles, 13 de Agosto de 2014

Suena el despertador; las siete de la mañana, hora de comenzar con lo que a partir de hoy será nuestra rutina diaria, y sin embargo... ¡¡toca dar media vuelta y seguir durmiendo!!. Llueve, sigue lloviendo, toda la noche lloviendo... sin lugar a dudas, no es el comienzo de ruta ideal.

Los tres hacemos lo mismo, dar tiempo al tiempo, esperar que acabe aclarando un poco el cielo, que la lluvia nos de un respiro para preparar las bicis, recoger la tienda y comenzar la ruta, y mientras, tocaba descansar del largo día de ayer, que en mi caso, supuso dormir a penas tres horas, ya que desde las tres de la noche que salí de casa la noche anterior, no había dormido nada, ni en el avión ni después en el tren, así que a pesar de ser la primera noche de camping, esterilla y saco de dormir, no tuve ningún tipo de problemas en conciliar el sueño.

Las nueve de la mañana y todo sigue igual, el cielo completamente cubierto de nubes, totalmente cerrado, oscuro, más que un día del mes de agosto parece un día de invierno, con temperaturas frescas y con la lluvia fina, tenue, imperturbable, que continúa, no para. Dentro de la tienda había poco que hacer, ni siquiera habíamos comenzado el viaje como para poder aprovechar estos ratos de espera y escribir algunas notas en el diario, así que había que levantarse, ir al servicio, e ir buscando algún sitio donde desayunar.

Nos dirigimos hacia la mesa merendero que está bajo techo, aunque abierta por todos lados, lo que no la hacía muy acogedora en ese momento, porque si bien evitábamos mojarnos, el aire frio, la tremenda humedad que había y el agua cayendo del techo hacía que no acabara uno de entrar en calor. Sin embargo, no recuerdo como, acabamos finalmente en una de las salas de un edificio del camping, una especie de sala multiusos, no muy grande, que igual servía para practicar juegos de mesa en días como éste, que para clases de danza o coreografía, como la que nos tocó ver mientras desayunábamos, con la monitora del camping intentando enseñar a los chavales que se encontraban allí, una coreografía a ritmo de Shakira, y en concreto, la canción de ésta para el mundial de fútbol de Brasil, con un ritmo bastante pegadizo y que a la postre acabaría convirtiéndose en nuestra canción a lo largo de la ruta, aquella que comenzábamos a entonar o tararear en los momentos en los se producía algún que otro bajón anímico, o momentos de zozobra-modorra, para levantar el ánimo.

Estuvimos, como he dicho, desayunando en aquella sala, con las provisiones que habíamos comprado la tarde anterior, entretenidos, al ritmo de Shakira y en un lugar mucho más confortable. Sin embargo, la lluvia continuaba, así que aprovechamos para tomar otro café, en esta ocasión de la máquina que estaba fuera, pero teníamos que empezar a ir preparando las burras, darles los últimos retoques, ya que ayer las montamos de prisa y corriendo en el aeropuerto cuando llegamos y había que revisar todo un poco: frenos, transportines, dirección... en mi caso me di cuenta que la luz delantera no funcionaba, tampoco pasaba nada, a unas últimas podía usar el frontal y con lo único que tuve un pequeño problema fue con el manillar, que en el pequeño recorrido de ayer, desde que bajamos del tren hasta llegar al camping, noté algo de holgura.

Por fin, sobre las 12:15 de la mañana salimos del camping, tarde, muy tarde, después de que el agua nos diera un respiro y pudiéramos recoger las tiendas secándolas lo mejor posible, lo que no evita que la recojamos con algo de humedad, y viendo como estaba el día, no creo que fuera a secarse del todo, y lo peor de esto es que al final acaba oliendo a humedad y mucho más con el paso de los días, de ahí intentar secarla lo mejor posible. 

Por si fuera poco, además de empezar tan tarde teníamos que ir hacia atrás, o sea, volver de nuevo a Donaueschingen, aunque no por donde habíamos venido ayer, utilizando la carretera y el GPS de Jesús para llegar, sino por el carril bici por donde va la ruta, siguiendo las señalizaciones, lo que implica un kilómetro más o menos desde el camping hasta el carril bici, y otros cinco kilómetros hasta Donaueschingen, y después volver a hacer la misma distancia hasta llegar donde estábamos, a Pfohren. ¿Por qué hacer esta ida y vuelta y no seguir directamente hacia delante desde Pfohren, que ya estaba en el itinerario de la ruta del Danubio?, pues simplemente por visitar Donaueschingen, ya que ayer llegamos tarde, y entre comprar provisiones en el super y buscar el camping, no pudimos ver nada, y sobre todo, la idea era hacernos la típica foto, o sea, la de los tres mosqueteros junto a la fuente o lugar del nacimiento del Danubio, una especie de estanque junto a la iglesia de la localidad, el punto de comienzo de la Ruta del Danbio.

El inicio del viaje no había sido nada prometedor, con toda la noche lloviendo y la larga espera por la mañana hasta que pudimos salir, y después, una vez en Donaueschingen, tenemos la mala fortuna de encontrarnos con obras de acondicionamiento y mejora de los alrededores donde se encuentra el estanque o fuente (Donauquelle) donde dicen que nace el Danubio, así que toda esta zona está patas arriba por las reformas, lo que provoca una imagen desoladora, lejos de la bonita estampa que esperaba; no es que aquello en circunstancias normales fuera gran cosa, pero me hacía ilusión hacer la foto de grupo junto en el inicio de la ruta, pero no pudo ser, así que después de merodear un poco por los alrededores de la iglesia de San Juan, volvemos hacia atrás, aunque antes paramos en una tienda de bicis para ver si me podían solucionar el problema con la luz delantera y parece ser que el fallo estaba en el mecanismo interno del faro, supongo que por algún golpe en el avión, porque probó con otro faro y funcionaba y lo que era la pequeña bombilla que lleva dentro no estaba fundida, porque la probó en otro sitio y estaba bien, así que tocaba dejarla como estaba y apañarme con el frontal en caso de necesitarlo, o comprar el faro nuevo, 17 euros, pero no estaba por la labor nada más empezar de estar gastando dinero.

 Campanario de la iglesia de San Juan en Donaueschingen

En la puerta de la tienda nos encontramos con un matrimonio español y sus hijos, habían tenido un percance con las bicis en el vuelo, y para no perder tiempo habían decidido alquilar bicis para todos durante uno o dos días, comenzar la ruta, y después, volver aquí, que es en el momento que los vimos, recuperar sus bicis y desplazarse de nuevo hasta el punto donde habían llegado con las bicis alquiladas y continuar a partir de ahí, ahora con sus bicis... días más tardes, y ya realizando la ruta, nos los volveríamos a encontrar, porque ellos con los nenes iban más despacio.

Ahora sí, ahora por fin tocaba ponerse en marcha para iniciar la ruta de verdad, aunque excesivamente tarde, lo que hacia pensar que hoy no íbamos a llegar a nuestro destino fijado, Hausen, porque iniciar la ruta a las 14:35, con 67 km en teoría por delante y con un cielo amenazando lluvia en cualquier momento, no era el mejor escenario, pero las circunstancias son las que son, y en teoría, había días por delante para ir ganando terreno y poder equilibrar con lo que hoy dejáramos sin hacer.

Iniciando la ruta...

Toca deshacer el camino que habíamos traído desde Pfohren hasta Donaueschingen, ahora en sentido contrario. Son cinco kilómetros, de los cuales los dos o tres primeros, o sea, el inicio de la ruta, son por una especie de parque-jardín, por una carretera o pista asfaltada, cerrada al tráfico, sólo para el disfrute de caminantes y bicicletas, en medio de este vergel rodeado de canales y estanques. Terminado este parque, la ruta continúa por un carril bici en perfecto estado y todo muy bien señalizado, e incluso demasiado señalizado en ocasiones, ya que al margen de la señalización de la ruta del Danubio, hay más señales referentes a otras rutas, y si no se está atento a las que pone exclusivamente Ruta del Danubio (Donauraweg) se puede caer en el error de dejarse llevar y meterse en otra ruta, como nos sucedió a nosotros en las cercanías de Immendingen, aunque al final sólo supuso un plus extra de 2,5 km en total, eso si, un tiempo que habría que sumar al gran retraso que ya llevábamos.


Curiosos jardineros en el pequeño despiste que tuvimos en los alrededores de Immendingen.

La ruta nos va introduciendo poco a poco en un valle amplio, salpicado al principio por una amalgama de pequeños pueblos, seguidos uno a continuación de otro, siguiendo el curso del río, que en estos inicios nada tiene que ver con el gran río, navegable, cuya imagen todos podemos tener en la cabeza, aunque durante el trayecto de esta ruta lo iremos viendo, con el paso de los días, ir creciendo, tomando cuerpo y volumen, hasta alcanzar todo su esplendor. 

En esta primera etapa, en el valle amplio por el que pedaleamos vamos a tener las referencias tanto del río, objeto de nuestro recorrido, como de una línea ferroviaria, y en ocasiones tendremos que cruzar puentes para salvar bien el río, bien el trazado de la línea ferroviaria, lo que en algunos casos resulta ser toda una gozada; pequeños y coquetos puentes de madera, incluso con su techo y hasta en ocasiones, paredes de madera, que hace que parezca que estamos atravesando un pequeño túnel, bonitas estampas las que podremos contemplar al cruzar estos puentes o al encontrarnos, algo que será muy habitual durante todo el recorrido, tanto en Alemania como en Austria, al menos hasta llegar al Valle de Wachau, los típicos cruzeiros, una veces construidos con cruces de piedras, sobre un pequeño pedestal, con el Cristo tallado, y en otras ocasiones mucho más elaborados, dentro de una especie de hornacina de madera, y siempre, todo muy bien conservado, en perfecto estado.



Puentes de madera y cruceiros para todos los gustos. 

Poco a poco nos vamos adentrando en el recorrido en sí, los pueblos comienzan a distanciarse algo más, mientras transitamos por suaves colinas, todo muy frondoso, bien pareciera que estamos pedaleando sobre una alfombra verde salpicada de tanto en cuanto con pequeñas charcas donde podemos ver muchas cigüeñas y garzas, y en general, durante gran parte del recorrido de hoy, y más aún al adentrarnos en el parque natural, muchas rapaces.


Temperatura fresca, viento suave, ligeramente de cola, mucha humedad y un cielo plumbeo, siempre amenazante, siempre incierto, que nos obligó a llevar puesto el chubasquero desde el inicio hasta el final de la jornada. Había zonas en las que bien parecía que el cielo iba a rajarse por completo y empezar a llover lo que no estaba escrito, pero por suerte para nosotros, cuando llovía lo hacía por muy breve espacio de tiempo, a penas cinco minutos y paraba, unas veces de forma tenue y otras en plan chaparrada, al menos en la primera parte del recorrido, porque después el día aguantó hasta que dimos por concluida esta primera etapa, lo que facilitó en parte las cosas, de lo contrario la lluvia nos hubiera retrasado aún más.

Antes de entrar en Tuttligen, paramos para comer, en una especie de merendero, junto a una zona arbolada, con un pequeño río junto a ella. En ese punto llevaríamos aproximadamente la mitad o algo más del recorrido inicialmente previsto para la etapa de hoy, sin embargo, ya sabíamos que iba a ser complicado llegar a Hausen, así que conforme fuéramos avanzando y en función de la hora, tendríamos que decidir donde podríamos quedarnos a dormir.

Mientras calentábamos el agua para cocinar la pasta, aparece un señor mayor, nos había escuchado hablar y se acercó rápidamente. El también era español, de Jaraíz, de la Vera, extremeño, había emigrado a Alemania para trabajar, como tantos otros, y ahora, aunque jubilado, seguía viviendo allí, incluso nos señaló la casa donde tenía su pequeño huerto, a tiro de piedra de donde estábamos, y como el hombre se ofreció para cualquier cosa, no nos faltó tiempo para pedirle un poco de sal, para la pasta que estábamos cocinando, y al cabo de unos minutos, el buen hombre se presentó con una bolsita con sal que estuvimos condurando durante nuestro viaje. Él fue también quien nos informó de que no debíamos seguir las indicaciones originales de la ruta, porque estaban haciendo obras y el tramo de carril bici estaba cortado, es más, unos metros por delante de nosotros una valla cortaba el acceso, con lo deberíamos dar un pequeño rodeo, que por cierto, también estaba señalizado con carteles amarillos, como las obras, y más de un cicloturista que venía detrás de nosotros tuvo que parar en seco al ver la valla y seguir después las indicaciones, con el pequeño rodeo consiguiente.

La pasta no sé si estaría mejor o peor, pero nos supo a gloria, y si le sigue un café y unos dulces para calentar el cuerpo y echarle algo más de combustible, pues de lujo...

Había que ponerse de nuevo en marcha, y a partir de Tuttligen, comenzamos a pedalear alternativamente por tramos de carril bici asfaltado, que es lo que traíamos hasta ahora, y por tramos de tierra, y en uno de estos tramos de tierra, en una zona boscosa, que más bien tenía pinta de vía verde, nos apeamos en un margen del camino para dejar paso al “tren del INSERSO”, y es que cerca de 50 personas en bici pasaron en fila india, una tras otra, en plan viaje organizado, o sea, con bicis sin alforja ni ningún tipo de material, pero resultó curioso ver pasar tanta gente una tras otra.

Tramo de zona boscosa después de pasar el "tren del inserso" cuyas últimas unidades son las que se ven al fondo... 

Los últimos 20 kilómetros hasta Beuron, y el recorrido de la etapa siguiente, pedaleando por el Parque Natural de Alto Danubio, para mi de lo mejor del recorrido de este tramo entre el nacimiento del Danubio y Viena, junto con la zona del meandro de Schlögen y el Valle del Wachau, ambos ya en Austria.


Pedaleando por el P.N. del Alto Danubio

Desde que nos adentramos en el P.N. del Alto Danubio, cada vez tocamos menos asfalto y pedaleamos más por caminos de tierra, abandonando el llano y pasando a un recorrido más rompepiernas, con pequeñas subidas y bajadas, por zonas más aisladas, con los pueblos más distanciados, por suerte, adentrándonos en un espectacular valle, cada vez más cerrado, encajonado entre paredes verticales de roca caliza, pedaleando por bosques de abetos y hayas, siempre con el río a nuestra vera; paisaje bonito, ideal para la práctica del cicloturismo o del senderismo, porque por lo que he leído, esta es una zona utilizada también para la práctica del senderismo, con algunos tramos espectaculares que van por la zona alta de las rocas, desde donde se tienen unas vistas espectaculares a juzgar por algunas fotos que he visto del valle tomadas desde las alturas, desde la parte alta del cañón, en donde en algunas ocasiones también podemos encontrarnos casas encaramadas allá arriba, al igual que alguna que otra iglesia o incluso castillos, sobre todo en el recorrido de la siguiente etapa.

Durante el recorrido por el P.N. del Alto Danubio podemos observan en ocasiones, casas, iglesias, castillos... encaramados sobre los farallones calizos que se levantan cual paredes verticales desde el fondo del cañón. 

Después de un fuerte repecho por camino de tierra, llegamos a la carretera que baja unos metros más adelante, hacia Beurón, que no es más que una abadía benedictina, una especie de complejo monástico rodeado de algunas casas de arquitectura típica y zonas de servicios: hoteles y restaurantes que crecen a su alrededor. Llegamos a las 20:36, ya en penumbras, puesto que en esta zona oscurece antes de lo que estamos acostumbrados, y por si fuera poco, una niebla calaera, de la que empapa y cala hasta los huesos, hace acto de presencia en este lugar encajonado entre paredes casi verticales de roca y en medio de una espesa arboleda, un auténtico bosque dentro del cual se encuentra integrado, como un elemento natural más del entorno, el complejo monástico y las casas del alrededor, con lo que tarde cae más rápido de lo previsto.

No tenemos margen de tiempo, apenas nos pueden quedar ocho kilómetros para llegar hasta Hausen, el fin de etapa previsto, pero es imposible llegar con luz, y la climatología parece que va empeorando, así que aquí nos quedaríamos, y o bien encontrábamos algo por un precio módico o bien tendríamos que buscar un sitio donde colocar nuestras tiendas, aunque después de la noche de lluvia que tuvimos ayer, de la humedad en ésta última parte del recorrido, y que los cuerpos se estaban quedando fríos al parar, y que a esa hora la sensación térmica había bajado bastante, lo que más nos apetecía era una ducha caliente y una cena.

Preguntamos en un restaurante que ya estaba cerrado a esta hora, y esperamos un rato antes de que saliera alguien para preguntar. Montse hizo, al igual que en toda la ruta, de nuestra relaciones públicas, y aunque el tipo con el que estuvo hablando no tenía pinta de mostrarse muy cariñoso precisamente, a juzgar por la expresión de su cara y por el tono desdeñoso que mostraba, aunque igual las apariencias engañan, al final acabó ayudándonos, al menos nos dijo un sitio relativamente económico en el que podríamos quedarnos, si tenían abierto, porque lo del hotel quedaba fuera de nuestro presupuesto, además, mientras íbamos de camino hacia el lugar que nos indicó, a poca distancia de allí, en una calle en bajada que iba hacia la estación de tren, él se encargaría de llamar por teléfono y avisar que íbamos para allá, vamos que se estaba encargando de acreditarnos.

Llegamos al sitio que nos había indicado el dueño del pequeño restaurante, se trataba de una especie de albergue eclesiástico, un edificio con temática religiosa, con sabor a viejo, con cierto olor a rancio, pero que a nosotros nos podía saber a gloria en caso de poder quedarnos allí, y finalmente tuvimos suerte, disponíamos de una habitación triple por 60 euros y con el desayuno incluido (o sea, 20 euros por cabeza, el precio de un albergue juvenil en otros sitios, como Francia), además, las bicicletas dormían en el interior, en el pasillo, en la primera planta, donde se encontraba el comedor en el que desayunaríamos al día siguiente. En el pasillo había más bicicletas, con lo que suponíamos que posiblemente hubiera también otros cicloturistas haciendo esta ruta.

En la habitación sólo un lavabo, porque las duchas y los servicios estaban fuera de la habitación, pero eso a nosotros nos daba igual. Una ventana en la habitación daba a la calle e intuíamos que podríamos tener buenas vistas desde ella, porque a esta hora, todo los alrededores estaban ya a oscuras, excepto la débil luz que alumbraba la calle bajo un ligero velo mezcla de llovizna y niebla, así que intuíamos que la noche de nuevo podía estar pasada por agua, o en el mejor de los casos, una gran halo de humedad bañaría todo este entorno...

Tras la ducha había poco que hacer, esto es muy pequeño, no hay sitios de ocio y menos a las diez de la noche, y fuera, la noche no está como para dar un paseo, así que mientras nuestros vecinos suponemos que ya andarán acostados o a punto de hacerlo y los que regentan aquello se encuentran practicando “baile de salón” en la planta baja, igual lo hacían para matar el aburrimiento, porque ellos mismos creo que le comentaron a Montse que este sitio era muy bonito para vivir, pero que si querías algo de ocio, como un cine, un teatro, etc, tenías que desplazarte 50 km... algo que a mi no me sorprende, porque en mi caso, si quiero ir al cine también tengo que desplazarme 40 km más los correspondientes de vuelta, aunque eso sí, bares tengo una 'jartá' para tomar algo y a cualquier hora.

Bajamos un rato a la planta baja, y sentados en la escalera, Jesús y Montse estuvieron conectados con sus móviles a la wifi del centro, para revisar sus correos y sus whatsapp, y después directos a la habitación para cenar: una sopita para calentar el cuerpo, unos bocatas y algo de chocolate para endulzar la noche, esperando que mañana al levantarnos no nos encontremos con la lluvia, aunque mañana ya sería diferente, y mientras no sea una lluvia fuerte, podremos salir sin problemas, aunque no se disfruta igual, o al menos en mi caso.... ¿será porque soy de secano?.

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SEGUNDA ETAPA (Alemania): Beuron - Rottenacker
Distancia = 96,58 km - Tiempo = 6:37:00 - Media = 14,6 km/h 
 Jueves, 14 de Agosto de 2014

Esta noche dormimos del tirón, aunque al menos en mi caso, anoche también lo hice igual, así que pudimos recargar baterías después del largo día de ayer, entre la espera inicial y el acabar tan tarde la ruta, a lo que había que añadir el cansancio y falta de sueño del día anterior. Nada nos ha inmutado hasta que ha sonado el despertador del móvil a las 7:30, momento que empezamos con la tarea rutinaria que nos espera durante estas dos semanas: aseo, rehacer las alforjas, y desayuno, aunque de esto último hoy no teníamos que preocuparnos, porque estaba incluido en los 20 euros que tendríamos que pagar cada uno.

El desayuno comenzaban a servirlo a partir de las ocho de la mañana, así que después de realizar las tareas cotidianas para hacer algo de tiempo, bajamos a la planta baja, al comedor, aunque antes no pudimos resistirnos a echar un vistazo por la ventana de nuestra habitación para ver que nos deparaba el día... y más de lo mismo, parecía que no había cambiado nada desde que llegamos ayer a última hora de la tarde, salvo que ahora hay luz y podemos ver como lloran incesantemente, en un día igual de triste que el de ayer, las calles y los tejados producto de la débil y tenue llovizna persistente, y mientras, al fondo, las partes altas de las paredes rocosas que envuelven este valle boscoso donde nos encontramos, aparecen y desaparecen al cambiar la niebla, al moverse las nubes bajas de un lado a otro, arrastradas al capricho del viento, lo que supone un bonito espectáculo, aunque no es el mejor escenario para pedalear y poder disfrutar de las vistas, y más aún, si a todo esto añadimos que la temperatura es bastante fresca, unos 15 grados, o por lo menos lo es para esta época del año, y más para nosotros que venimos de una ola de calor allá en España. En definitiva, que todo estas circunstancias: alto grado de humedad, lluvia, niebla y temperatura fresca, hacían que uno tuviera más ganas de sentarse junto a un buen fuego mientras toma tranquilamente el desayuno que de ponerse a dar pedales, y es que al igual que ayer, bien parece que tenemos un día otoñal, gris, plomizo, pero estamos en agosto.




 Vistas al levantarnos desde la ventana de la habitación donde nos alojamos en Beuron.

El desayuno bastante bien, café y tostadas con queso, mermelada, jamón york, etc.. y podíamos repetir. Junto a nosotros se encontraban otros cicloturistas, ya entrados en años. Unos iban a hacer un recorrido de solo unos días, un recorrido para conocer toda esta zona, otro en cambio, creo que estaba haciendo la ruta del Danubio a la inversa, sino recuerdo mal, y siempre por lo que nos comentaba Montse que ya se había convertido por derecho, en nuestras particular relaciones públicas, por aquello de que dominaba el inglés...

Terminado el desayuno, pagamos, recogemos nuestras alforjas y sacamos nuestras bicis de entre todas las bicis que había allí del resto de inquilinos, para montar más cómodamente las alforjas en la calle.

Antes de salir de Beuron, visitamos la “Casa de la Naturaleza”, junto a la estación de tren, y al ponernos en marcha para comenzar definitivamente la ruta de hoy, vemos que Montse tiene la rueda trasera pinchada, porque justo al salir del albergue la inflamos y ahora está de nuevo desinflada, así que damos media vuelta y nos refugiamos de la fina lluvia en los soportales de la estación de tren para proceder a cambiar la cámara.

Cuando por fin salimos de Beuron son las 10:25, y al igual que ayer, otra vez tarde, y hoy ya no había excusas, así que habrá que intentar en los próximos días establecer algo más de disciplina, porque de lo contrario vamos a llegar todos los días muy tarde, con poco margen para buscar un sitio para dormir y poco tiempo para descansar.

Antes de coger el camino de tierra entre bosques de hayas, al dejar atrás las últimas casas de Beuron, nos encontramos con un cicloturista, un italiano que acababa de llegar, y al que ayer tarde estuvimos saludando cuando estábamos terminando de comer, cuando ya andábamos con el café “y los postres”, justo a la entrada de Tuttlingen, y ésta sería la última ocasión en la que lo veríamos.

Este primer tramo de etapa, entre Beuron y Sigmaringen, es una delicia, una continuación del camino por el que ayer pedaleamos en la recta final, en el último tramo de unos veinte kilómetros. Espesos bosques de hayedos y abetos, caminos que incluso aunque hiciera sol estarían en umbría, un valle que se va estrechando más y un río que siempre tenemos a nuestro lado, unas veces a la derecha y otras a la izquierda, cruzándolo en bastantes ocasiones, por puentes de diversos tipos y formas; alguno de ellos se encuentran cercanos al trazado de la vía ferroviaria por donde transcurre el tren que atraviesa este parque natural, una especie de tren turístico, aunque nosotros nunca hemos llegado a toparnos con él. Hay zonas, al igual que ayer, en las que al levantar al vista podemos ver casas o incluso castillos (como el Castillo de Werenger??), clavados sobre las roca caliza, allá en las alturas, como si fueran una prolongación de estas paredes rocosas que utilizan a modo de grandes cimientos, mientras que las partes más bajas del valle son laderas más suaves que van a morir al río, cubiertas de un espeso manto verde propio del bosque característico de esta zona.


En primer término uno de los muchos puentes que cruzamos en esta jornada, y en la parte central, el puente utilizado por el tren turístico que atraviesa este parque natural del Alto Danubio.

El recorrido por este Parque Natural del Alto Danubio es de los que crean afición al cicloturismo, de los que enganchan, de los que hacen que merezca la pena coger la bici, las alforjas, y lanzarte a un viaje de varios días o semanas. A nivel paisajístico poco más se puede pedir, y si además le sumamos que estamos en un entorno natural, alejados de grandes núcleos de población, lejos de coches o de cualquier cosa que se le parezca, sin ruidos, en plena naturaleza, hace que todo cobre más valor. Nosotros vamos parando bastante, para tomar fotos, ver, observar, disfrutar, lo que hace que junto con un perfil que continua siendo rompepiernas, con fuertes y cortos repechos, y con un firme donde se alternan los trazados de tierra y asfalto por los carriles bicis y caminos utilizados, vayamos acumulando más retraso.



Bonito tramo por el P.N. del Alto Danubio, con el cañón estrechándose poco a poco, y al fondo a la izquierda (foto superior), encaramado sobre las altas paredes rocosas lo que creo es el castillo de Werenger (en más detalle en la foto inferior).

Nuestro primer objetivo hoy era llegar a Sigmaringen, donde teníamos pensado hacer una parada para visitar esta bonita localidad cuya silueta, coronada por su majestuoso castillo ya divisábamos antes de llegar, además teníamos previsto también hacer la compra en un super, al ser ésta una localidad más grande y turística.

Dejamos el trazado de la ruta y nos desviamos hacia la derecha, para llegar al centro de esta localidad, que recorremos a pie, con una calle central que lleva hasta la pequeña plaza donde se encuentra el ayuntamiento, repleta de terrazas donde ya hay mucha gente ya comiendo a esta hora
 
 Vistas de Sigmaringen. Arriba, una de sus calles céntricas con el ayuntamiento a la derecha, y abajo, el castillo siuado en la parte alta.


Después de hacer la compra y tomar unas fotos de las calles, casas y rincones, así como de su castillo, desde distintas panorámicas y siempre bajo un cielo oscuro, tormentoso, proseguimos nuestro camino siguiendo las indicaciones, algo con lo que en esta zona hay que tener cuidado, porque hay tantas señalizaciones de diversas rutas que se pueden realizar, y desde las distintas variantes de la ruta, que puede resultar hasta mareante. 

 Un enjambre de señales siembran las dudas...

Cuando por fin abandonamos Sigmaringen, nos encontramos con la pareja portuguesa con los que ya nos topamos también ayer cuando paramos a comer, al igual que con el italiano, a la entrada de Tutlligen, aunque a ellos nos los encontraríamos varias veces más durante los próximos días.

Eran las dos y media de la tarde, y tan sólo llevábamos recorrido 32 de los 94 kilómetros previstos para hoy, mucho, muchísimo retraso, pero al menos habíamos estado disfrutando del entorno por el que habíamos estado pedaleando, porque a partir de aquí, bueno, realmente fue a partir de Gutenstein, donde se empezamos a notar como las paredes rocosas que encañonaban el valle y lo estrechaban, se iban distanciando, separando cada vez más una de otra y perdiendo altura, hasta llegar kilómetros más tarde a desaparecer, dejando espacios mucho más abiertos, más llanos, siempre con el verde intenso de fondo, otro tipo de paisaje, mucho menos impactante pero también agradable para ir en bici.


 Arriba, recolectando ciruelas después de dejar atrás la iglesia de Gutenstein, y abajo, ya se puede ver como apartir de esta localidad, el cañón de paredes verticales va perdiendo altura hasta desaparecer como tal, mientras el valle se ensancha.


A partir Sigmaringen pedaleamos por carril bici y asfaltado, y al no parar tanto a regodearnos con las vistas o para hacer fotos, avanzamos más rápidos, aunque el cielo seguía igual de tormentoso y amenazante, pero por suerte y al igual que ayer, hasta ese momento sólo nos había caído algún chaparroncillo al principio, aunque ya veríamos lo que sucedería en lo que nos quedaba de tarde, porque frente a nosotros, al fondo, se veía la típica cortina de agua, de lluvia, que difuminaba el horizonte más lejano, la misma nubes que habían descargado hacía un rato por donde íbamos pedaleando, a juzgar por como estaba todo de mojado y los charcos que había, así hasta esa hora de la tarde, la tormenta iba por delante de nosotros, y a la velocidad de las mariposas a la que nos movíamos, no creo que fuéramos a darle alcance...

Llegamos a Riedlingen, lugar donde teníamos previsto realizar la parada de rigor para comer y visitar esta coqueta y bonita localidad, según tenía anotado, así que a la derecha del río, antes de adentrarnos en ella, en una especie de parque, sentados en sus bancos y con vistas al río, dimos buena cuenta de parte de las provisiones compradas en Sigmaringen, y tras el café y algunas galletas, nos dispusimos a visitar el centro de esta localidad, cruzando primero un puente para el Danubio y después creo que otro para pasar una especie de canal, con buenas vistas y unas especie de represa donde había bastantes patos. Ya en el centro, confirmamos lo que teníamos anotado en la mini-guía que habíamos elaborado: construcciones típicas, casas de entramado con los listones coloridos de madera, ventanas y tejados multicolor, todo perfectamente conservado, todo muy pulcro, con una calle central y plaza llena de terrazas, aunque no hay mucha gente, no está el día para estar sentado: fresco, humedad y la tormenta que no hacía mucho tiempo que descargó por aquí. Visitamos también su iglesia y paseamos tranquilamente por las calles del centro, antes de salir por el mismo sitio por donde entramos y seguir el camino junto a la zona donde estuvimos comiendo.
 
Diferentes rincones de Riedlingen.

El recorrido desde que salimos de Sigmaringen, es totalmente llano, lo que no implica que en esta última parte de la etapa nos encontremos con una rampa de unos 300 metros, de un 20%, cuya señal andaba medio oculta y al menos a mí, me cogió por sorpresa, con lo que no tuve tiempo de reaccionar para cambiar y poner todo el “hierro” que llevaba... pero al margen de esto, el recorrido es fácil, con paisaje que visualmente, en cuanto a encanto, va de más a menos, y conforme más nos alejamos del Parque Natural del Alto Danubio, nos vamos encontrando con grandes espacios abiertos, con cultivo de cereal y maíz, un paisaje algo más insulso, no tanto al principio, pero si con forme van pasando los kilómetros y el paisaje se convierte en pura monotonía, rota tan solo por los pequeños pueblos rurales que salpican esta llanura.

Pasadas las siete de la tarde, viendo que el tiempo se nos echaba encima, decidimos coger un desvío, una variante para ahorrarnos algunos kilómetros, hasta llegar a Munderkingen donde se unirían las dos variantes; una localidad bajo un cielo totalmente negro. La tormenta ya había descargado también por esta zona por la que pedaleábamos con otro tramo de carril bici entre maizales, hasta que un poco más tarde por fin llegamos al destino que nos habíamos fijado, Rottenacker, a donde llegamos sobre las 8:15 de la tarde, con poco menos de media hora de luz por delante, y aún teníamos que buscar alojamiento, en este caso se trataba de un camping, y al margen de éste, no había muchas más opciones, sin embargo, al preguntar a las únicas personas que nos encontramos, un grupo de chavales, sentados en los peldaños de unas escaleras, junto a una colección de litronas, no supieron decirnos o aclararnos nada sobre el camping que teníamos anotado, incluso dándoles el nombre y la dirección, pero claro, con el medio pedo y colocón que tenían ,mejor tirar educadamente para delante y probar suerte, y así lo hicimos, seguimos cruzando el pueblo y salimos de él por la carretera que llevábamos, pero después de un par de kilómetros no veíamos nada, ni una puñetera indicación de camping, así que paramos y esperamos a que apareciera un coche para preguntar, y ahora sí hubo suerte; nos comentan que tenemos que volver hacia atrás, hacia el pueblo, y al entrar en él girar a la derecha y después de uno o dos km nos encontraríamos con una zona de acampada o área recreativa.


                                                Vistas de Munderkingen  bajo la tormenta, camino de Rottenacker.


Había que darse prisa, la tarde estaba llegando a su fin y era nuestro último cartucho, si no dábamos con este sitio tendríamos que ir viendo sobre la marcha un lugar que nos pareciera bien para hacer acampada libre.

Llegamos de nuevo al pueblo, giramos a al derecha y ya vemos indicaciones, primero de la Ruta del Danubio, y segundo de la zona de acampada, para la que tendríamos que girar otra vez a la derecha y salir del pueblo por otra carretera local sin ningún tipo de tráfico, y al cabo de 1,5 kilómetro llegamos a una zona que parecía ser la zona de acampada, y sino lo era daba igual porque nos íbamos a quedar allí.

Nos adentramos en esta zona y pronto vimos a la izquierda una especie de lago, con una zona verde y unas pequeñas infraestructuras: una zona de duchas y un bar-chiringuito con una terraza delante, con un porche o zona techado delante, con vistas al lago, y con una buena extensión de zona verde delante, pero allí no había nada ni nadie, ni una tienda de campaña ni nadie a quien preguntar si podríamos quedarnos allí, porque aquello tenía muy buena pinta.

A la derecha del camino por el que se accede a esta zona, había algunas autocaravanas aparcadas y Montse se fue derecha hacia ellas para preguntar, si es que se encontraba con alguien. Al cabo de un rato vuelve con una sonrisa de oreja a oreja, nos podemos quedar allí sin problemas e incluso podemos utilizar las duchas, aunque el agua no iba a estar caliente precisamente; a ellos les cobraban cinco euros por el enganche de la luz, no creen que a nosotros nos vayn a cobrar nada por acampar esta noche allí, incluso igual antes de que viniera alguien a cobrar, nosotros ya nos habríamos ido.

¡¡Uff!!, salvados por la campana, y además tuvimos suerte, un lugar ideal para acampar, porque teníamos buenas vistas, tranquilidad, zona de servicios con duchas y agua para cocinar y preparar el café, además podríamos poner las tiendas bajo el techo de la terraza del chiringuito, al resguardo de la humedad del césped y de la posible lluvia que pudiera caer esta noche, aunque aparentemente, al menos cuando colocamos nuestras tiendas, se abrían algunos claros, ¡igual mañana teníamos más suerte y podría amanecer un día soleado!.

Un buen sitio para acampar: buenas vistas, tranquilidad (sólo estábamos nosotros tres), zona de servicios, a cubierto  
del agua, y con mesas y sillas para hacer y tomar tranquilamente la cena y el desayuno...

Tras la ducha y el cambio de ropa, abrigaditos para entrar en calor, nos dispusimos a preparar la cena, bajo la luz de nuestros frontales, porque ya no había luz, ni natural ni artificial. Teníamos mesas y sillas, las del chiringuito, así que todo a pedir de boca, una cena caliente, buena conversación, unas risas, postre (aprovechando parte de la recolección de frutas que habíamos hecho por el camino, como las ciruelas a la salida de Gutenstein o las manzanas a lo largo del camino) y café con algunas galletas de chocolate... y poco más, estábamos cansados, así que serían las doce de la noche cuando nos fuimos a nuestras tiendas a dormir, y a esperar que mañana tengamos algo de sol, y podamos comenzar antes, porque de lo contrario nos pasará como en estas dos etapas, que llegamos muy tarde sin tiempo para descansar, para tener una parte de la tarde libre.

Con los compañeros, a pesar de no conocernos de nada, hemos congeniado muy bien, de momento en estos dos días de ruta, más el día del viaje estamos teniendo buen feeling, y parece que estamos en la misma onda y compartimos el mismo rollo.

De la etapa de hoy me quedo con el primer tramo, hasta Sigmaringen, sin lugar a dudas, a partir de ahí desaparece el parque natural, y comienzan los llanos y espacios más abiertos, cultivos de cereal y maiz, y pueblos pequeñitos. También me quedo con las visitas a Sigmaringen y Riedlingen, dos localidades que no hay que dejar de visitar y por último, también me quedo con este lugar de acampada, tranquilo, con todo lo que podemos necesitar, con buenas vistas a una especie de lago habitado por patos, con la débil luz de la luna que aparece y desaparece tras las nubes arrastradas por el aire, y encima sin gastar un duro, totalmente gratis.

Pero no todo es perfecto, y de nuevo, al poco de irnos a nuestras tiendas, comienza a llover, y eso que parecía que había algunos claros. Si continuaba así, ya sería la tercera noche seguida con lluvias... bueno, mejor que llueva de noche que no durante nuestro recorrido en bici, porque durante estas dos primeras etapas sólo nos había caído algún pequeño chaparrón mientras pedaleábamos.

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TERCERA ETAPA (Alemania): Rottenacker - Gunzburg
Distancia = 89,17 km - Tiempo = 6:24:22 - Media = 13,9 km/h 
 Viernes, 15 de Agosto de 2014
 
Ayer cuando colocamos las tiendas lo hicimos de forma que las tres miraran hacia la zona del lago, así que cuando esta mañana nos hemos levantado, algo más tarde, sobre las 8, al abrir la puerta de la tienda nos encontramos con bonitas vistas. Una alfombra verde impecable que arrancaba desde el porche donde nos encontrábamos y a la que seguía la imagen del lago con muchos patos a esta hora de la mañana, y la verdad que fue un “puntazo”, una buena y agradable forma de comenzar un nuevo día, si bien es cierto que por la noche otra vez estuvo lloviendo, y ya van tres noches seguidas con el mismo plan, y aunque durante el día el cielo siempre ha estado cubierto, al igual que hoy para no variar, así que ya veríamos a ver que pasaba, porque lo que estaba claro es que comenzábamos igual que los días anteriores, con temperatura fresca, cielos completamente cubiertos y humedad, mucha humedad.

Antes de levantarnos, sobre las 6 o 7 de la mañana, comenzamos a sentir ruidos, suponíamos que era el del bar-chiringuito porque escuchamos varias puertas y el ajetreo de traer o llevar cosas, pero nadie nos dijo nada ni nos pidieron explicaciones, ni tampoco dinero, de todas formas nos hicimos los dormidos, los “suecos”, como que aquello no iba con nosotros, aunque en un primer momento lo primero en lo que pensamos es en las bicis, que pudieran robárnoslas, pero anoche las dejamos amarradas junto a un poste de madera del porche, al lado de donde tenía mi tienda de campaña, o sea, que casi podía tocarlas, así que si alguien intentaba hacer algo lo iba a notar enseguida... Al final todo quedó en eso, en un poco de desconcierto inicial, para después desear que se fuera cuanto antes el que estaba por allí para dejarnos descansar tranquilamente el poco tiempo que nos quedaba para levantarnos.

Desayunamos allí mismo, después del aseo, bajo el porche, así que aunque lloviera, al menos íbamos a poder desayunar tranquilamente, sin tener que estar metidos dentro de nuestras tiendas.

Nos pusimos en marcha a las 10 de la mañana, no había manera de comenzar antes, y eso que la idea era al menos intentarlo hoy, que para eso estaba planificada sobre el papel la etapa más larga, con 103 km, y lo primero era deshacer el kilómetro y medio aproximadamente que hicimos ayer a última hora de la tarde, para llegar al pueblo y enlazar con las indicaciones de la ruta.

Rodamos en una continuación de la etapa de ayer y de lo que nos depararían los próximos días, o sea, que salvo algún que otro tramo, en general pedaleamos por espacios muy abiertos, con cultivos de cereal y maíz, por carriles bicis asfaltados generalmente y todo muy verde y frondoso, pero zona de poca arboleda, lo que implica poca protección para los días de viento o de lluvia, y esto último es lo que nos tocó sufrir en el día de hoy.

Después de estos días en los que la lluvia ha estado jugando con nosotros, hoy parece que ha decidido dejar el juego y pasar a la acción. Al poco de comenzar a pedalear empezó la lluvia débil, a pesar de lo cual, seguimos avanzando, pero poco a poco, fue cayendo con más fuerza hasta parecer aquello el diluvio universal, y lo peor de todo es que nos cogió en una zona totalmente desprotegida, a merced del temporal, hasta que llegamos a una intersección donde tendríamos que seguir a la izquierda, en dirección a Ulm, pero vimos una fila de árboles junto a la carretera y hacia allí nos dirigimos para situarnos debajo de ellos y quedar algo a cubierto de aquellos cielos que parecían que se habían rajado de golpe y porrazo.

Casi media hora estuvimos allí parados, bajo los árboles, completamente empapados, a pesar del chubasquero, y por si fuera poco, nos habíamos quedado fríos, con el cuerpo cortado... o mucho me equivocaba, o precisamente hoy no iba a ser el día para hacer los 103 km previstos; habíamos empezado tarde, el agua nos estaba retrasando y encima habíamos tenido que parar media hora, y por si fuera poco, los calcetines, zapatillas, cullot estaban empapados, y como quien dice, acabábamos de empezar la jornada, así que no eran las mejores circunstancias para hacer una etapa larga. En ese momento, nuestro primer objetivo era llegar a Ulm, y allí ya decidiríamos que hacer, sobre la marcha, en función de sensaciones y del estado del tiempo.

El agua amainó y nos pusimos en marcha de nuevo, aunque lo que más apetecía era una ducha caliente, cambiarse de ropa y tomar un café o un caldo caliente para entrar en calor. Pedaleamos por el asfalto del carril bici encharcado, había agua por todos los sitios, y al pedalear, y a pesar de los guadabarros, era inevitable que las zapatillas y calcetines siguieran empapándose, imposible así que se secara nada.

Llegamos a Ulm, avanzamos por un carril bici que tiene a nuestra izquierda las murallas que protegeían el centro histórico de Ulm, mientras a la derecha tenemos el río, y más a la derecha, en la otra orilla del río, la parte nueva de la ciudad.

Vista parcial de Ulm desde el río, extramuros.

Los compañeros andaban bajos tanto física como anímicamente; hoy nos había caído mucha agua, toda la que no nos cayó en los días anteriores y unido a la humedad, las bajas temperaturas y las ropas húmedas hacían que el cuerpo no estuviera muy predispuesto para dar pedales y aunque mi idea era visitar el centro histórico de Ulm y su catedral, comer y por la tarde seguir avanzando lo que se pudiera, porque estaba claro que hoy no íbamos a terminar donde estaba previsto, no era plan estar dando vueltas por el centro con las ropas mojadas y quedarnos otra vez fríos y como mis compañeros estaban más por la labor de buscar alojamiento, ducha, comida, colada y visita relaja por la tarde a Ulm, pues no lo pensamos mucho más, giramos a la izquierda y atravesamos la muralla por una de sus típicas puertas de acceso, subiendo por calles empedradas hasta llegar a su plaza central donde se yerguen, ¡hasta el infinito y más allá!, las torres de su catedral, construida bajo un crisol de estilos.


Catedral de Ulm, con Jesus y Montse contemplándola cual hormiguitas ante la altura que toma.

La idea era buscar el albergue juvenil, el jungerberguer, pero como estaba a tres kilómetros, según el GPS de Jesús, de donde nos encontrábamos, decidimos probar suerte preguntando en un par de hoteles, total por preguntar no nos van a cobrar dinero, pero si podíamos hacer apuestas sobre cual podría ser el montante de pasar la noche en un hotel normal y corriente, nada de lujos... Como siempre, Montse se encarga de las relaciones públicas, y claro, todo sale más caro aún porque no hay habitaciones triples, con lo que tienen que ser una doble y una individual, y para el que tenga curiosidad, los precios de la habitación doble en los dos sitios que preguntamos oscilaban entre los 90 y 120 euros, así que con esos precios prohibitivos, que no me cogían de sorpresa, no nos quedó más remedio que decir aquello de ¡pies para que os quiero!... y poner rumbo hacia el albergue, que como premio tenía una subidita hasta llegar a él, en una especie de parque o jardín, a la salida de la localidad.

El albergue tenía buena pinta, pero estaba full, completo, a tope, y eso que el precio era de 30 euros por persona, de los más caros que he visto en cuanto albergues juveniles, pero comparado con los precios de los hoteles que preguntamos era lo más económico, así que vuelta para atrás y preguntar en un par de sitios que le habían comentado en recepción a Montse.

Deshacemos parte del camino andado, y paramos primero en un Garni (es un tipo de hotel que sólo tiene servicios de desayuno), aunque tampoco tenían habitaciones de tres, con lo que tendría que ser de nuevo una doble y una individual, pero seguía saliendo muy caro, así que seguimos hacia delante hasta dar con un B&B, y en este caso los precios eran más asequibles, pero no había alojamiento para los tres, así que visto lo visto, después de perder más de dos horas buscando alojamiento y no conseguir nada a un precio asequible y sin haber tampoco visto a penas nada de Ulm, decidimos que lo mejor sería seguir hacia delante, aunque lo primero era comer, y para no perder más tiempo sacando todos los trastos de las alforjas y ponernos a cocinar, paramos en un kebac, comemos rapiditos y a dar una vuelta por la zona de la plaza donde se encuentra la catedral, así como por los barrios típicos e históricos de los alrededores.

 Detalle de la fachada principal de la Catedral de Ulm.
Ayuntamiento de Ulm, cuya fachada es todo un mural. al fondo la catedral.

Salimos de Ulm por donde habíamos entrado, llegando de nuevo al carril bici y continuando paralelos al río. Siguiendo las indicaciones no tuvimos ningún problema en salir de esta ciudad en poco tiempo.

Al dejar la ciudad atrás, tuvimos por fin una pequeña alegría, porque la tarde se animaba un poco, el cielo que estaba completamente cubierto de nubes comenzaba a resquebrajarse, y por sus grietas dejaba pasar algunos rayos de sol que hicieron que la moral y los ánimos se vinieran arriba.

Sin lugar a dudas, por la tarde fue cuando nos encontramos con el tramo más interesante de la jornada, un bosque espectacular, cerrado, espeso, un bosque de hayas, el bosque encantado, que atravesamos pedaleando por carriles de tierra o gravilla, y a esta hora de la tarde, cuando el sol cae, y los pocos rayos que se filtran entre las nubes, primero, y después entre las hojas y ramos de los árboles, es cuando crean un efecto luminoso que hace que resulte una gozada pedalear inmersos en este bosque, sobre todo después de los tramos llanos, abiertos, y más monótonos que habíamos recorrido últimamente.

Llegamos a Günzburg, y por el camino habíamos pensado que éste podría ser un buen lugar para quedarnos esta noche, porque además de una localidad bonita, al menos su zona central, histórica, tenía un albergue, según teníamos anotado, y un camping, pero no estábamos seguro de la distancia a la que estaba, aunque de todas formas, éste sería el último recurso, porque esa noche preferíamos dormir en albergue o algo similar, después del día de lluvia, humedad y temperaturas bajas que habíamos tenido para esta época del año.

Accedemos al centro de Günzburg callejeado y adentrándonos en su plaza central después de pasar por un arco de medio punto que se encuentra bajo una torre y que como digo, da el acceso a esta plaza rodeada de bonitas, elegantes y coquetas casas, y por supuesto, muchos restaurantes y terrazas, aunque éstas más bien vacías, no se si por la hora o porque hay poco negocio, aunque por lo que nos enteraríamos después, y a pesar de ver a poca gente, ésta es una de las poblaciones cercanas a “Legoland”, y aquí suelen alojarse muchas de las personas que van a esta especie de parque temático, de hecho cuando llegamos al albergue, nos comentarían que ya no es un albergue público, sino que es propiedad de “Legoland”, al igual que el camping y media localidad, y este albergue estaba destinado para sus trabajadores, y el que se encargó de explicarnos todo esto fue Sam, un pakistaní, de gesto tranquilo y hablar pausado en su perfecto inglés, mientras se tomaba un café y fumaba un cigarrillo hecho a mano. Sam, al ver supongo nuestras caras de preocupación por la hora que era ya, prácticamente anochecido y sin tener nada buscado de alojamiento, nos comentó que en su habitación que era de cinco plazas, había uno que no estaba esta noche, y que el resto podían realojarse para dejarnos hueco a los tres, y por supuesto no hablamos nada de dinero, es de esas situaciones en las que se crea un feeling especial, pero claro, había que contar también con sus compañeros, y aunque en principio él decía que no había problemas, tampoco queríamos causar molestias.

Al final nos acabó indicando, consultándolo con otros compañeros que habían salido fuera, a la puerta, una especie de pensión que andaba cerca de allí y a ella nos encaminamos, ya en la oscuridad de la noche, con las luces de la bici encendidas.

Damos con la casa-pensión, donde la persona que regentaba aquello, una mujer joven, muy simpática, nos atendió con mucha amabilidad y casi que se apiadó de nosotros a estas horas de la noche, porque aunque la pensión estaba llena, al igual que el resto de establecimientos de hostelería de esta localidad, según nos comentó, no dudó en llamar por teléfono a una familia del pueblo vecino que alquilaba ocasionalmente un piso y buscarnos el alojamiento. Nos dio la dirección donde nos esperaría esta familia, rápidamente Jesús la metió en el GPS y rumbo al pueblo siguiente, que además sería el próximo hito por el que tendríamos que pasar siguiendo la ruta, o sea, que para mañana podríamos continuar pedaleando desde allí, sin necesidad de hacer kilómetros extras para volver a la ruta.

Tan sólo dos o tres kilómetros, a lo sumo, son los que tuvimos que hacer desde la pensión hasta la dirección que nos había dado, en Reisenburg, aunque de noche, con el cansancio, y siguiendo las indicaciones del GPS que alguna que otra vez se hizo algo de lío, se nos hizo un poco más largo de lo que era.

Cuando llegamos nos estaba esperando la familia al completo: padres, hijas, yernos. Nos mandan a la parte trasera de la vivienda, tipo unifamiliar, donde tienen los garajes y una zona donde podríamos dejar las bicis, no habría problemas, pero por si acaso las amarramos, y mientras estamos quitando las alforjas, comienza de nuevo a caer una lluvia fina. Ellos se prestan a ayudarnos llevando el equipaje a la casa mientras nosotros dejamos las bicis y las amarramos. Nos enseñan el piso y casi se nos caen los lagrimones de felicidad, aquello para notros era el paraíso, nada del otro mundo, pero salón, tres habitaciones, cocina, cuarto de baño y calefacción, lo ideal para esta noche, y además con el precio que más o menos nos vino a decir la chica de la pensión que nos buscó esto, o sea, entre 15 y 20 euros cada uno, comparado con los 30 del albergue, y con lo que disponíamos aquí para nosotros, fue todo un punto, un momento de suerte después del nefasto día que habíamos tenido por la lluvia, sobre todo en la primera parte de la mañana.

Toca una buena ducha, hacer la colada, la cual colocamos en los radiadores para que se seque, y una buena cena para calentar el cuerpo y llenar el depósito de combustible, así que después de los entremeses iniciales, un buen plato de legumbres, fruta, y café con galletas de chocolate y todo amenizado con una buena tertulia y buen rollo, así que cuando nos fuimos a la cama eran la 1:20 de la noche, y así, claro está, lo de levantarse temprano cuesta...

Al final acabamos haciendo casi 90 kilómetros, pero engañosos, porque callejeando por Ulm hemos podido hacer entre 8 y 10 km buscando alojamiento, con lo que nos quedamos a unos 27 kilómetros de nuestro destino fijado para el día de hoy, Dilligen, así que lo suyo sería que en las siguientes etapas fuéramos recuperando algunos kilómetros para poder disponer al final de los dos días completos en Viena.

De esta etapa me quedo con las visitas al centro de Ulm y Günzburg, y por su puesto, con el pequeño tramo de bosque de hayas por el que pasamos esta tarde, que fue lo mejor y único interesante del día en lo que respecta a la ruta, sin olvidar el golpe de fortuna que hemos tenido hoy con el alojamiento, ideal, un piso-casa para nosotros solo y a un precio asequible, como cualquier albergue juvenil en Francia o Italia, o incluso más económico.

En el salón extendimos todas nuestras posesiones, o sea, todo el equipaje, para que “respirara” y evitar el olor a humedad, ya que aunque las alforjas sean impermeables, tanta agua y tanta humedad... con las tiendas de campaña hicimos lo mismo, aunque éstas si necesitaban que las sacáramos y se airearan, porque desde el primer día no han conseguido llegar a secarse, y aunque cuando las guardamos siempre procuramos secarlas lo mejor que podíamos con algún trapo, que al menos yo llevaba para estos menesteres mientras mis compañeros tuvieron que improvisar, lo cierto es que con estas condiciones, todos los días con agua, sino es por la mañana es por la tarde, y sino por noche, y aunque no llueva el sol ni lo vemos, todos los días, hasta ahora, con un cielo siempre sombrío, gris, plúmbeo, siempre apunto de descargar, rodeados de humedad, no creo yo que vayan a secarse en todo el recorrido, a menos que cambie mucho la climatología, y lo curioso es que hacía solo un par de semana que tuvieron unas temperaturas altas, con sol y muy buen tiempo en general...

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CUARTA ETAPA (Alemania): Gunzburg - Donauwörth
Distancia = 71,92 km - Tiempo = 4:55:56 - Media = 14,6 km/h 
 Sábado, 16 de Agosto de 2014

Las pocas horas que hemos dormido esta noche han sido reparadoras, y es que dormir tan confortablemente es lo que tiene, y sin embargo ha sido poco tiempo, porque ayer acabamos muy tarde entre unas cosas y otras y hoy habíamos hecho propósito de enmienda e intentar levantarnos pronto para procurar adelantar algo, puesto que desde que empezamos nunca hemos hecho una etapa tal y como las teníamos planificada, y vamos con retraso, pero como suele suceder muchas veces, los planes están para no cumplirse, y así, aunque es cierto que nos levantamos pronto, e incluso Montse lo hizo media hora antes que nosotros, al final acabamos tomándonos el desayuno con toda la calma del mundo ¿la razón?... otra vez amanecía lloviendo.

Nos asomamos por la ventana y llueve, no es una lluvia fuerte, pero si 'calaera', de la que empapa y parece que nunca va a parar, la misma que empezó a noche cuando llegamos aquí, cuando estábamos quitando las alforjas... ¡otro día que empezamos igual!, y es que desde que llegamos a Alemania, el tiempo no nos ha sonreído para nada.

Llega un momento en que hay que tomar una determinación, hay que salir si o si, tampoco podemos quedarnos eternamente allí, así que después de preparar todo y de solucionar unos pequeños problemas que tenía con el transportín delantero nos ponemos en marcha, tarde, muy tarde, a las 11:30. En ese momento no llovía, pero daba igual, podía hacerlo de nuevo en cualquier instante, así que otra vez cargando con el chubasquero que sin lugar a dudas ha sido la prenda más utilizada en esta ruta.

El recorrido es una continuación del de ayer, es decir, totalmente llano, y casi siempre por espacios abiertos, sin mucha arboleda, y de nuevo con campos sembrados de cereal y maíz, tan solo la excepción de unos kilómetros iniciales, al abandonar Reisenburg, donde pedaleamos por un pequeño tramo de bosque, siempre junto al Danubio, que nos queda a nuestra derecha, y en su otra orilla, la continuación del bosque por el que vamos, con mucha vegetación en las zonas cercanas a la orilla, un tramo de bosque por el que rodamos por caminos de tierra, esquivando los numerosos charcos que hay, pero a pesar de esto, este pequeño tramo nos sabe a gloria, y eso que el día en cuanto a climatología no promete, la temperatura fresca, mucha humedad, y un cielo oscuro, negro, tormentoso que apunta a que en cualquier momento volverá a descargar.

A parte de este tramo, y de la última parte antes de llegar a Dilligen, donde pedaleamos por zonas donde se van entremezclando intermitentemente, tramos cortos de bosque, una gozada para pedalear por ellos, con espacios abiertos más o menos insulsos, el resto del recorrido de este primer tramo como ya he comentado es por espacios llanos y sin arboleda, sin mucho interés, aunque eso sí, todo verde, ¿cómo no?, pero poco más, porque a la larga acaban resultando monótonos, y hoy particularmente resultan pesados y hasta se nos hace largo, porque en estas zonas, sin ningún tipo de protección, hoy nos hemos tenido que enfrentar también al viento de costado en unas ocasiones y de cara en otras, y por si fuera poco, también hemos tenido que realizar varias paradas para refugiarnos de la lluvia y que no nos pasara lo de ayer, lo de acabar empapados.

En uno de estos tramos en los que vamos por una especie de carretera local, utilizada también como carril bici, pedaleamos paralelos a un canal, y en una zona nos encontramos con bastantes coches y gente con traje de neopreno, y la razón de todo aquel revuelo es porque creo que había un curso de buceo en las aguas de aquel canal.

Llegamos a Dilligen, y el recorrido por esta localidad fue casi de lo mejor en el día. Una localidad con casas señoriales, todo muy pulcro, con una plaza y alrededores donde se alternan bonitas casas, en una gran armonía, con diferentes iglesias que parecen competir por ver cual tiene la mejor torre-campanario rematada en cúpulas bizantinas. Paramos un rato por su plaza y merodeamos por las calles de los alrededores, y salimos de esta plaza por el extremo contrario por el que habíamos llegado, atravesado una puerta-túnel en forma de arco situada bajo una torre y que antiguamente sería una puerta de acceso al núcleo central de esta localidad.



Diferentes vistas de Dilligen.

Buscamos la salida de Dilligen, pero con la idea de parar en supermercado y hacer la compra del día y la del día siguiente, y aunque normalmente hacíamos la compra para dos días, en este caso con más razón puesto que al día siguiente era domingo y posiblemente no íbamos a encontrar nada abierto. 
 
Buscando la salida de Dilligen, seguimos topándonos con iglesias y torres-campanarios, como la del fondo.

En el recorrido buscando la salida, de nuevo volvemos a encontrarnos con varias iglesias pequeñitas, con sus esbeltas y coquetas torres rematadas con sus características cúpulas, y es que esta localidad merece una visita y recorrerla pausadamente.

A la salida encontramos una gran superficie, lo ideal para comprar todo: desayuno, almuerzo, cena y algún que otro piscolabis.

Hecha la compra, antes de comenzar a pedalear, nos sentamos un rato en el suelo, aprovechando los únicos rayos de sol de la jornada, intentando calentar el cuerpo después de tanta agua, humedad y temperaturas frías, que hacía que en cuanto parabas un rato el cuerpo se quedara frío, cortado, así que estuvimos allí un rato mientras comíamos algo de fruta y unos frutos secos. Tan sólo llevábamos 30 kilómetros, y eran las 15:30 cuando nos pusimos en marcha de nuevo, lo que da idea de lo largo que se nos ha hecho este tramo, en parte por el viento lateral o de cara que hemos soportado, en parte por las temperaturas bajas y carriles bicis o caminos de tierra encharcados, y sobre todo, por la lluvia, que hacía que tuviéramos que parar a buscar refugio cuando se presentaba la ocasión.

El siguiente objetivo era Donauwörth, a unos 40 km, y una vez llegados allí, ya decidiríamos en función de la hora y de las circunstancias climatológicas, si seguíamos hacia delante o parábamos, porque lo que está claro es que vamos sobre la marcha, el rutómetro es mera referencia y las circunstancias obligan a ir improvisando todos los días.

Había que ponerse en marcha, pero la verdad, no había muchas ganas, el tiempo no acompañaba y el paisaje durante el recorrido era más de lo mismo, a excepción de pequeños tramos interesantes de bosques, pero esto es lo bueno de ir acompañado, que estos momentos se hacen más llevaderos con la buena compañía y charlando distendidamente, por que en este tramo hasta Donauwörth, poco o nada que reseñar en cuanto a paisaje o recorrido de interés, espacios llanos y abiertos, y de nuevos más campos cultivados de cereal o maíz, principalmente.

Hubo una zona en la que dejamos a un lado la presencia del río, justo después de subir un buen repecho de unos 400 metros, donde había rampas de hasta el 20%, obligados a dar un rodeo semicircular, abandonando los caminos y carriles bicis y transitando por carreteras locales, estrechas, sin arcén, pasando por un rosario de pueblos pequeños, que como casi todos, exceptuando las ciudades más grandes, parecen desérticos, no se ve movimiento alguno. Por suerte, apenas hay tráfico con lo que podemos ir distendidamente sin mucha preocupación por “el maligno”, que solo mostró su presencia cuando llegamos a la altura de una zona donde estaban celebrando una especie de feria de maquinaria agrícola, donde había algo más de movimiento, tanto de personas como de coches, además de algún que otro bar-restaurante, y aunque nuestra idea era parar a comer, decidimos seguir hacia delante hasta encontrar un sitio que nos gustara, y así, a falta de 14 kilómetros para llegar a Donauwörth, justo antes de terminar este rodeo que estábamos dando y seguir la línea marcada por el omnipresente río, al entrar en unos de estos pequeños pueblos por los que estábamos pasando, es donde decidimos parar, sentándonos en el suelo y recostándonos en la pared, mientras dábamos buena cuenta de la compra hecha en Dilligen. Al menos durante ese rato pudimos disfrutar de alguna que otra bocanada de sol que intentábamos absorber como fuera posible, porque cuando éste se ocultaba entre las nubes, la sensación de fresco se hacía notar y más después de parar de pedalear.

Habíamos desayunado bien, pero es que desde entonces y exceptuando los frutos secos y algo de fruta que comimos en Dilligen, después de hacer la compra, no habíamos comido nada hasta ahora, y ya eran las cinco de la tarde, así que comimos con ganas y reposadamente, sin prisas, ya me estaba acostumbrando a no hacer ningún día nada de lo previsto a primera hora, y más hoy en que empezamos tan tarde, primero por la lluvia, y después por el viento.

Un sitio tan bueno como otro cualquiera para comer, pero eso si, al sol. Los plásticos roidos que llevamos en los zapatos son bolsas para evitar que el agua se introdujera por demás en las zapatillas... tecnología punta que se llama...


Pasadas las cinco y media nos ponemos a dar pedales de nuevo y otra vez con un tramo de 14 km hasta nuestro siguiente objetivo que se nos acaba haciendo pesado, eterno, porque el Dios Eolo, allá arriba, decide hoy jugar con nosotros, y así nos envía ráfagas de viento de costado o de frente que nos hace avanzar más despacio, y al pedalear por espacios abiertos, sin protección, no nos queda más remedio que aguantar en silencio. Tan sólo al final, después de hacer un giro brusco que nos conduce a una pequeña presa, desaparece la presión del viento al tiempo que pedaleamos por estrechos senderos, rompiendo la monotonía de esta jornada gris, del mismo color que el cielo.

Entramos en Donauwörth, cruzamos un puente y nos dejamos llevar por una de sus calles de casas coquetas, pintadas de colores, llegando a una amplia plaza, y como suele ocurrir, apenas gente en la calle, apenas movimiento para un sitio turístico como éste; las terrazas de esta plaza están vacías, aunque tal y como está la tarde parece normal que así sea, porque la temperatura sigue fresca, el cielo sigue igual de oscuro y amenazante, pero es que allá por donde pasamos es más de lo mismo, excepto en Ulm, una ciudad grande, donde se ve más turismo y movimiento en general, pero el resto de sitios por el que hemos pasado hasta ahora, incluso siendo sitios interesantes histórica y turísticamente, se nos presentan muertos ¿será que todo el mundo está de vacaciones?...

 Plaza y calle principal y típica de Donauwörth.

Teníamos que decidir si seguíamos hacia delante o nos quedábamos allí, así que en aquella misma plaza estuvimos viendo cuanto quedaba para el siguiente objetivo que pudiera tener alojamiento (camping o albergue), y al ver que quedaban algo más de treinta kilómetros para llegar a Neuburg, que eran las 18:35 de la tarde y que apenas nos quedaban dos horas de luz, dentro de las cuales sería también aconsejable buscar alojamiento para no andar haciéndolo ya de noche como ayer, y si para colmo comienzan a caer algunas gotas de agua salteadas que nos obligan a refugiarnos bajo unos soportales... la decisión estaba clara, nos quedaríamos allí, así que nos pusimos a callejear para buscar el albergue, que pertenecía a la red de “Hosteling International”, algo que ya era bastante conocido por mi, pero la sorpresa, al igual que el Jungerberger de Ulm, era el precio. Si en Ulm nos pedían 30 euros y estaba todo al completo, aquí nos piden 25 euros más otros 3,5 por no tener el carnet de alberguista, o sea, que el precio se iba también cerca de los 30 euros, y como no teníamos ganas de pagar 30 euros por un albergue, nos fuimos a buscar el camping, algo que nos llevó bastante tiempo, entre callejear, y buscar la salida de la localidad para dar con el albergue que debería estar cerca de algún río o canal, pero de primeras no lo vimos, así que pedaleamos un par de kilómetros hacia delante y después de preguntar a varias personas y que nadie nos dijera nada en claro, nos dimos la vuelta, y ahora sí, a la vuelta un señor nos dijo que estaba allí cerca, en el otro margen de la carretera, y se podía ver desde allí mismo, e incluso nos comentó que el camping era también un club de piragua o de canoa.

Llegamos al camping, pequeñito, coqueto, sin lujos, junto a un río, y en principio creíamos que no iba a ver problemas para quedarnos porque no veíamos muchas tiendas, aunque si había más cicloturistas allí.

Tal y como preveíamos después de echar una mirada, no había problemas para aljarnos, y además por el módico precio de 6 euros por cabeza. Un pequeño subidón después de un día gris y algo insulso. Buscamos un sitio junto a unos árboles, plantamos nuestras tiendas, amarramos las burras y nos fuimos a buscar las duchas, ya cayendo la tarde, aunque tanto éstas como los baños no eran gran cosa, pero nosotros no pedíamos más, teníamos lo que necesitamos y a un buen precio, no necesitábamos más lujos, más extras

Tras la duchas tocaba hacer la cena, en un recinto a cubierto, donde algunos también tenían las bicis y la colada, junto a otros compañeros cicloturistas, mientras tomamos algunas cervezas compradas en el bar del propio camping justo antes de cerrar. Hoy tocaba pasta para cenar, y picoteos varios mientras se preparaba, y de postre, fruta que vamos recolectando por el camino, además de en mi caso al menos, café y unas galletas.

Mientras cenábamos, frente a nosotros teníamos al fondo, alzándose por encima de la arboleda al otro lado el río, una de las torres de una iglesia de la localidad, completamente iluminada, algo que la resalta mucho más entre la oscuridad de la noche que caía.

De vuelta a nuestras tiendas, vimos entre la oscuridad, una especie de castor que salía de la zona donde nos habíamos situado, y se fue veloz y directo a meterse en el río, entre la maleza, aunque por más que estuve después mirando, por curiosidad, y con el frontal, no vi a ninguno otro.

Ya en la tienda, antes de entregarme por completo al sueño reparador, me pongo a escribir unas notas sobre la etapa de hoy, donde a excepción de las localidades de Dilligen y Donauwörth, del pequeño tramo de bosque al principio y de algunos tramos cortos e intermitentes de pedaleo por bosque bonitos, poco más se puede decir, salvo que es una continuación de la de ayer, espacios abiertos, llanos, donde predominan el cultivo del cereal y los maizales, y donde hay poca arboleda, así que cuando Eolo se decide hacer de las suyas, no encontramos protección frente a él.

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