Antes del verano escribí una entrada en este blog, sobre un libro que había adquirido y del que desconocía su existencia. Me lo encontré en las estanterías del Decathlon de Sevilla, mientras esperaba en la cola de una caja para pagar las compras. Se trataba del libro de Diego Ballesteros: "12.822 km. De España a China en Bicicleta", y no tardé en cogerlo y echarlo a la cesta, sin ni siquiera hojearlo, simplemente porque me gustan este tipo de libros de aventuras y viajes contados por gente normal, gente de a pie, gente que disfruta con el deporte y la naturaleza.
Cuando llegué a casa, puse el libro en la estantería, tenía otras cosas entre manos, como la planificación del viaje cicloturista de este año, y no quería empezar a leerlo para dejarlo a medias cuando me fuera de vacaciones.
De regreso de vacaciones, lo empecé a leer, y en el primer minuto ya tuve un gran bajón, porque al leer la portada y contraportada para saber más de este hombre, de Diego Ballesteros, profesor de secundaria, me enteré que después de esta gran aventura, participando en una prueba en Estados Unidos, la Race Across América, (que es una de las carreras de ultradistancia más duras y que consiste en atravesar EEUU de costa a costa en el menor tiempo posible y donde creo que él participaba en la modalidad de relevos en grupo de 4 personas), un conductor joven cuando salía de casa para ir a trabajar, lo atropelló, y desde entonces está en silla de ruedas, sin posibilidad de recuperación.
Hasta aquí lo que sabía de él. Después empecé a desmenuzar su libro, sin prisas, disfrutando de todos los sitios por los que él pasa, de sus aventuras y desventuras, de sus batallas psicológicas... pero hace unos días, viendo la web de RTVE, me encuentro con una entrevista de 10 o 15 minutos que le hicieron en un programa de la segunda cadena de TVE, y la verdad es que he quedado maravillado de su entereza, de su fuerza, de su voluntad, de esa sonrisa en la cara y esas ganas con que transmite su aventura en este libro, que era el eje central de la entrevista.
Pinchando en esta foto, podéis ver el vídeo de la entrevista en la web de RTVE.
Después de esto, sólo puedo decir “chapó”, hay quitarse el sombrero, no sólo por la aventura que relata en su libro y que vivió en sus propias carnes, sino por ser como es después de lo que le pasó, después de quedar en silla de ruedas.
Al margen de esto y entrando en detalles en su libro y en su aventura, yo diría que veo demasiado estrés durante las etapas, demasiada presión por llegar a los sitios e intentar seguir su hoja de ruta establecida, demasiados kilómetros diarios que impiden disfrutar del recorrido, de sitios y lugares por los que posiblemente no vuelvas a pasar en la vida. Valoro la aventura en si misma y el reto deportivo, pero no la forma de realizarla, sin disfrutar, sin pararse a ver los sitios o simplemente echando una foto de un lugar y tirar pa'lante porque no puedes perder tiempo y cada día tienes que hacer un porrón de kilómetros, estar grabando en vídeo, e intentar siempre buscar un sitio con conexión a internet para actualizar su blog, en lugar de relajarse o conocer el sitio a donde se llega.
En fin, que eso es lo que capto de la lectura de su libro, y después de escuchar la entrevista, él mismo se encarga de darme la razón, puesto que al hacerle la pregunta de si con ese ritmo diario que llevaba, le daba tiempo a disfrutar, él claramente dice que NO, y que él este viaje se lo tomó como un trabajo, tenía que unir la Expo de Zaragoza con la clausura de los Juegos Olímpicos en Pekín, el tiempo del que disponía era el que era y no había más, y además tenía que grabar en vídeo para hacer después un documental y actualizar su blog siempre que pudiera, lo que le robaba horas de sueño, o de conocer un sitio más profundidad, en fin, que como suponía, el ha afrontado este viaje, esta aventura como un trabajo, como un reto deportivo, pero en el que ha podido disfrutar muy poco, independientemente de la satisfacción personal que supongo le habrá producido alcanzar su gran reto particular.
Comparo este libro con otros de viajes en bici de gente que dan la vuelta al mundo, o recorren continentes enteros o desiertos, y no tiene nada que ver el ritmo más pausado del viaje, la forma de tomarse las cosas, adaptándose al medio y empapándose de lo que les rodea, sin presiones por tener que cumplir un objetivo, simplemente centrándose en el día a día.
Quizás, al estar redactado el libro de Diego Ballesteros, etapa a etapa, hace que el lector se vaya contagiando de ese estrés por llegar a los sitios, de esa presión que se va metiendo él mismo, de ése ritmo acelerado en el que se ve envuelto día tras día, de las batallas psicológicas es las que se ve envuelto tanto por las surgidas directamente en la ruta como las sufridas por problemas burocráticos, como puede ser el tiempo de espera para poder conseguir un determinado visado, lo que hace que le surjan dudas sobre si podrá alcanzar su sueño, su objetivo, o lo que es lo mismo, llegar a tiempo para la clausura del JJOO. Por contra, otros libros que he leío de grandes gestas cómo esta, no lo hacen etapa a etapa, sino describiendo de forma general el recorrido por una zona en concreto pero sin describir el día a día.
Desde mi punto de vista, y sólo eso, creo que estos grandes viajes es mejor contarlos sin ir etapa a etapa, sino describiendo el viaje por zonas o países, de forma genérica, mientras que para viajes de menos de un mes puede ser interesante el describir el día a día.
En fin que como he dicho, valoro tanto el reto deportivo como la aventura en sí, pero no la forma en cómo hace el recorrido, aunque él tiene para esto sus propias explicaciones y lo dice claramente en esta entrevista, pero sobre todo y por encima de todo, lo que valoro es a esta persona. Hay que quitarse el sombrero delante de él y hacerle la ola, porque después de este viaje y de otros, y de todo lo que ha vivido, siendo un deportista nato y encontrarse ahora en silla de ruedas de por vida, por un puñetero accidente de tráfico, por un descuido de una persona que lo atropelló mientras él participaba en otro reto deportivo, verlo con esa sonrisa en la boca, con esas ganas y motivación con el que cuenta el viaje y con esas ganas de vivir que acaban contagiando, hacen que sea digno de admirar. No se le ve amargado, o relamiándose las heridas, sino que mantiene ese espíritu positivo, de deportista y de mirar hacia delante...
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