ETAPA 18. Burdeos - Teste de Busch (Duna de Pilat).
DÉCIMO SEXTA ETAPA: Royan – Lacanau-Océan.
Distancia: 88,44 km - Tiempo en bici: 5:05:00 - Media: 15 km/h.
Domingo, 14 de Agosto del 2011.
Me despierto a las 7 escuchando las gotas de agua caer de forma pausada sobre el techo de la tienda. Me asomo fuera y toda está mojado, el cielo cubierto y el típico sirimiri que nos estamos encontrando durante esta ruta; ¡joder, otro día de agua! ¡con el buen día que hizo ayer!. No es que lloviera fuerte ni mucho menos, es lo de siempre, el sirimiri que parece que no cala pero en cuanto te montas en la bici y llevas un rato te das cuenta que estás empapado hasta los huesos.
Cierro de nuevo la cremallera de la tienda y me acurruco en el saco, hasta que dan las 8 y escucho el despertador del móvil de la tienda de Rafa y Gorka. Creo que todos se han percatado ya de que vamos a tener otra mañana 'chunga', así que todos nos hacemos el remolón en nuestras tiendas, esperando a que cese un poco y podamos recoger. No apetece nada empezar a pedalear a primera hora de la mañana con agua.
Cuando vemos que flojea la lluvia, levantamos y recogemos el campamento, intentado secar como podemos las tiendas para que no huelan después a humedad. Recogido todo y montadas las burras, nos vamos a una zona frente a recepción que está cubierta, con sillas y mesas, lo ideal hoy para poder desayunar tranquilamente sin estar preocupados por el agua.
Finalmente salimos del camping prácticamente a la misma hora que todos los días, sobre las 10 de la mañana, aprovechando que en ese momento no llovía.
Al igual que ayer por la tarde cuando estuvimos dando el paseo, vamos buscando la playa para coger el paseo que hay en ella, con carril bici, y seguir por éste hasta al lugar donde teníamos que coger el ferry, siguiendo el recorrido que la tarde anterior nos dibujaron en el mapa en la oficina de turismo. En total, unos cuatro kilómetros desde el camping hasta llegar al ferry, todo por carril bici, e incluso ya dentro del ferry, todo está señalizado para las bicicletas, igualito que es España....
El coste de coger el ferry para cruzar el río Gironde y llegar a la otra orilla, en un trayecto de unos 20 minutos, fue de 4,30 euros por cada uno de nosotros.
Ya en el ferry, amarro a Bucéfalo para que con el movimiento no se caiga, y después subo al piso de arriba, donde están los compañeros. Nos sentamos en la parte de fuera para contemplar los alrededores durante el viaje, porque de momento seguía sin llover, aunque hacía fresco, humedad y el cielo está completamente cubierto y oscuro, así que no me quité el chubasquero para guardar más el calor y por lo que pudiera pasar... La parte baja del ferry estaba al completo de coches, furgonetas y autocaravanas.
Esperamos unos minutos y el ferry se pone en marcha. Por el camino nos encontramos con el otro ferry que viene haciendo el recorrido a la inversa.
A las 11 o poco más, llegamos a nuestro destino, a la otra orilla del río, en las cercanías de Le Verdon. Desembarcamos y rápidamente montamos sobre nuestras burras, observando una fila interminable de coches que esperan para poder entrar en el ferry, aunque a algunos le tocará esperar, porque es imposible que quepan todos... y como piensen en ir a la otra orilla, a Royan, para tomar el sol en las playas, ¡mal día van a tener!.
A penas llevamos 500 metros pedaleando, cuando vemos las indicaciones para coger la véloroute, así que giramos a la derecha y enseguida aparece la véloroute o vía verde, paralela a la vía del tren, aunque hay un cartel informativo que advierte, o mejor dicho, “prohibe el paso el Domingo día 14, entre las 10 y las 12 de la mañana”... ¡vaya puñetera casualidad, porque hoy es domingo y para colmo estamos en esa franja horaria!. No pone nada más en el cartel, desconocemos los motivos, y dudamos entre hacernos los locos, esperar una hora o seguir por carretera.
En esas disquisiciones andábamos cuando vemos que hacia nosotros vienen un grupo de cicloturistas, realizando los últimos metros del recorrido de este tramo de veloroute, así que si ellos vienen haciendo este trayecto, nosotros también podemos, y en el caso de que nos pararan, siempre podemos hacernos los despistados, los guiris de turno, con escusas de que no nos hemos dado cuenta, o que no sabemos francés... bueno, esto último es verdad, exceptuando a Gorka.
Desde que salimos del ferry nos hemos sumergido dentro de un bosque de pinos, y el recorrido de la veloroute transcurre precisamente por este bosque, por un carril de metro o metro y medio de ancho, asfaltado, y paralelo a la vía del tren, porque ésta aún se utiliza, aunque sea sólo para trenes turísticos.
El tramo desde que cogemos esta véloroute, hasta llegar a la primera localidad, Soulac sur mer, es muy bonito, ideal para el cicloturismo, para ir con toda la familia, así que no me extraña que nos crucemos con mucha gente en bici, y eso que la mañana no está agradable precisamente.
Nos tomamos con bastante calma este tramo, disfrutando del recorrido, por un bosque frondoso, casi 'virgen', e incluso llegamos a toparnos con un tren turístico que va en sentido contrario al nuestro, y suponemos que quizás fuera éste el motivo por el que en esta franja horaria estaba prohibido el paso, ya que hay que cruzar en varias ocasiones la vía del tren, y aunque no conlleva peligro en principio, puede haber siempre algún despistado o algún crío rezagado, ya que no hay zonas de paso a nivel.
Al llegar a la altura de Soulac sur mer, nos salimos del trazado de la véloroute con el fin de adentrarnos en el pueblo y comprar el pan. La calle principal estaba completamente abarrotada, un enrome trasiego de gente, incluso tuvimos que ponernos en una cola que salía fuera de la tienda, para poder comprar el pan.
Una vez hecha la compra, nos ponemos de nuevo en marcha, buscando la playa para poder retomar de nuevo el recorrido de la véloroute, pero comienza a llover, al principio débilmente, pero después más fuerte, así que de nuevo nos adentramos en las calles de este pueblo y buscamos un sitio para refugiarnos de la lluvia.
De pie, bajo una especie de soportales, esperamos pacientemente a que cesara la lluvia, con la esperanza que sólo fuera una nube, una ráfaga, pero no fue así. El tiempo pasaba y seguía lloviendo, así que decidimos tomárnoslo lo mejor posible, nos fuimos a la terraza cubierta de una cafetería y estuvimos tomando un café, sin prisas, porque el agua no paraba.
Sobre la una del mediodía nos ponemos de nuevo en marcha. Seguía lloviendo, aunque de forma más débil, pero ya estábamos cansados de esperar. Más de media mañana sin avanzar, entre el recorrido en el ferry y la espera para ver si cesaba o amainaba la lluvia, así que las horas que eran y apenas habíamos hecho 15 o 20 kilómetros, así que hoy teníamos mucho retraso acumulado.
Retomamos de nuevo el trazado de la véloroute, pero cuando creíamos que el la lluvia ya estaba remitiendo, de nuevo reaparece con más fuerza, más intensamente, al tiempo que se levanta una especie de nieblina, o quizás sea la propia cortina que forma el agua, que impide ver nítidamente. Juramos y perjuramos en hebreo, arameo y en to'lo que se menea... ¡vaya mierda de tiempo, y en España con 40 grados!...
Por suerte no dura mucho esta situación, y cuatro o cinco kilómetros más tarde, por fin parece que cesa el agua, aunque el cielo sigue igual de cubierto y negro que esta mañana y así seguirá durante el resto del día.
Seguimos por carril bici, entre pinares y más pinares, pero ahora hemos dejado el trazado de la vía del tren y vamos paralelos a una carretera local, en bastante mal estado, y creo que debe ser de las pocas veces en que los pocos coches que pasan por aquí, sienten envidia del carril por el que vamos pedaleando, en mucho mejor estado que el firme completamente bacheado y descarnado de este tramo de carretera.
Llegamos pronto a Montalivent, y como he comentado, por carril bici en muy buen estado y completamente llano como la palma de la mano, con enormes rectas, kilométricas.
Al llegar a esta localidad, el trazado nos conduce hasta la playa, en cuyas cercanías hay montado un circo, y en los alrededores de éste, en una especie de recinto junto a él, vemos algunos animales fuera de sus jaulas, y aprovechamos para hacer alguna foto.
Hasta ahora, al venir pedaleando siempre entre pinares, no nos habíamos percatado de que soplaba un poco de viento en contra, pero en la zona de playa y en algún que otro claro del bosque de pinos, donde estamos desprotegidos, es cuando se hace notar, siendo el causante de reducir nuestra velocidad de crucero.
Dejamos Montalivent, y de nuevo acabamos inmersos en otro bosque de pinos, y otra vez vuelven las rectas infinitas con un perfil completamente plano, por el que avanzamos con bastante facilidad, al tiempo en que nos encontramos con mucha gente en bici, unos con alforjas y otros sin ellas.
A las tres de la tarde, cuando vemos un merendero cubierto, una especie de kiosco de madera como los que ponen en el centro de algunas plazas, justo cuando comienza otra recta de la que no vemos su fin, es cuando decidimos parar a comer, después de dos horas seguidas pedaleando en las que hemos avanzado bastante, después del retraso que llevábamos acumulado, debido al buen estado del carril bici y a que el recorrido es completamente llano.
Mientras comemos en este merendero, a cubierto de cualquier amenaza de lluvia, seguimos viendo pasar gente y más gente por esta véoroute, en ambos sentidos, un trasiego de cicloturistas, parece mucho más transitada que la del Valle del Loira. Uno de estos cicloturistas abandona el grupo en el que va y se dirige a nosotros al ver la bandera española; es francés, pero habla un poco español y se le ve que tiene ganas de practicar, y así nos comenta que el estuvo haciendo el Camino de Santiago hace unos años, y al vernos comer nos dice que en aquel viaje le resultó todo muy barato, que por nueve euros podía comer de menú, con primer y segundo plato, postre y café, o sea, ¡por lo mismo que te cuesta aquí prácticamente una cerveza de medio litro en un bar!.
Nos ponemos de nuevo en marcha, y otra vez por rectas infinitas y completamente llanas, por las que se avanza con facilidad, pero con el paso del tiempo y los kilómetros, estas llanas y largas rectas se van haciendo monótonas, muy monótonas diría yo, rozando el aburrimiento, sin más paisaje que contemplar que el de pinos y más pinos. Si miras a la derecha: pinos; si miras a la izquierda: pinos, y si miras de frente, más pinos y la larga recta de carril bici paralela ahora a una carretea en buen estado. Tenemos la costa y el mar prácticamente a tiro de piedra, pero no podemos ver ningún tipo de paisaje que no sea este bosque de pinos.
A falta de 17 km para llegar a Carcans Plage, según los carteles indicativos de la véloroute que nos vamos encontrando, el carril bici desaparece y seguimos el recorrido que nos indican las señalizaciones, por una carretera secundaria con buen firme y sin apenas tráfico, por la que se rueda muy bien, aunque con algo de viento en contra, pero a pesar de esto, avanzamos a muy buen ritmo, así que a este paso vamos a recuperar el tiempo que hoy habíamos perdido.
Rodamos durante varios kilómetros por esta carretera, hasta que de nuevo cogemos otro carril bici que nos lleva a un camping rodeado de pinares... ¡qué raro!, junto a la playa, aunque ésta no se veía desde allí. Aquí, a un lado del carril bici, hacemos una parada breve para descansar un poco, beber y observar el enorme trasiego de gente en bici circulando por esta véloroute, es un no parar, con gente de todas las edades, incluso familias enteras con los hijos pequeños... pero también vemos gente que viene de la playa con sus tablas de surf bajo el brazo, camino del camping.
Nos ponemos en marcha de nuevo, y al poco vemos Carcans Plage y unos chiringuitos pegados a la playa. Si lo hubiéramos sabido nos hubiéramos parado aquí para tomar unas cervezas, porque estábamos secos, pero habíamos parado hacía unos minutos y no era cuestión de parar otra vez.
Seguimos pedaleando por este carril bici de la veloroute, y de pronto, sin esperarlo, el carril amplio y de buen firme, se transforma en un estrello sendero de hormigón, de apenas un metro por el que cabe sólo una bici, muy bacheado, con algunos escalones y comido por los lados, rodeado de arena por los laterales, y como siempre en medio de un bosque de pinos.
Tenemos que ir en fila india y sin apartar la vista del sendero de hormigón, para intentar amortiguar lo mejor posible los baches, ya que si cogemos uno de ellos de lleno, y con el peso que lleva la rueda trasera, podemos tener algún que otro problema.
Como he dicho, no hay hueco para dos bicis, así que cada vez que viene alguien de frente, o bien se bajan de la bicicletas ellos y se apartan del camino para dejar paso, o bien nos toca a nosotros hacer lo mismo, aunque la mayoría de las veces, como la gente con la que nos cruzamos van en bici para hacer trayectos cortos, para desplazarse de playa en playa o de camping en camping, y van ligeros de equipaje, son ellos los que se aparta, con gran educación, dejándonos paso a nosotros que vamos cargados con nuestras alforjas y vamos realizando un viaje más largo, y nos cuesta más eso de parar, salirnos a la arena, fuera del carril de hormigón, y volver a arrancar de nuevo.
Son cinco kilómetros por este carril estrecho de hormigón en donde no podemos levantar la vista del suelo, pedaleando incómodos por los baches y el firme irregular, y con bastante tensión acumulada. Finalizado este tramo, sólo nos queda un kilómetro aproximadamente por carretera local hasta llegar al primer camping, de cuatro estrellas, ya en Lacanau-Océan y con mucho movimiento por los alrededores y dentro del camping.
No necesitábamos un camping de tanta categoría (supermercado interior, cajero, puesto de información, guardias de seguridad en la puerta, etc...), pero no teníamos ganas de seguir buscando o haciendo algunos kilómetros extras para encontrar otro, nos daba igual, aunque tuviéramos que pagar más.
Las ganas y los deseos que uno quiere son una cosa y la triste realidad es otra, y así resultó que el camping estaba al completo, ¡hasta la bandera!, así que nuestro gozo en un pozo. Había una competición de surf y por eso había tanto movimiento, además del habitual por estar en plena playa, y lo peor de todo es que los camping de los alrededores podrían estar también igual.
Saco la lista de camping que tenía anotados para el día de hoy, que eran muchos, al ser ésta una zona de playa, y nos recomiendan que probemos suerte en los camping que hay junto al lago, en dirección oeste, dejando un la playa a nuestra espalda y en la dirección a seguir para mañana, hacia Burdeos, así que había que mirar el lado positivo, o sea, los kilómetros que acabáramos haciendo ahora, nos los quitaríamos para mañana.
Nos ponemos en marcha, dirección a la localidad de Lacanau, junto al lago, en una zona donde estaban tres del total de campings que tenía anotados y recorridos cuatro o cinco kilómetros, llegamos a un primer camping, a la izquierda de la véloroute, que desde aquí ya señala la dirección a Burdeos.
De nuevo sorpresa, un cartel en recepción indica que está todo ocupado. ¡No damos crédito!. El camping estaba en medio de un enorme pinar, y con lo grande que era aquello ¿no iban a tener un cachito de hueco para meternos a nosotros y sólo para una noche?. Gorka y Rafa desmontan de sus burras y se van a recepción y finalmente nos acogen ¡uf, menos mal, porque ya se iba haciendo tarde!. De nuevo nos comentan que está todo ocupado por el tema de la competición de surf.
Montamos las tiendas mientras tomamos unas cervezas y unos frutos secos que compramos en el supermercado del camping de Lacanau-Océan, donde no pudimos quedarnos por estar todo ocupado, prácticamente al igual que en éste, aunque una vez dentro del camping, no tenemos sensación de que esté todo a tope, ni mucho menos...
Lo siguiente es la rutina de todos los días, ducha, colada, y en mi caso, hoy también tocaba lavar la bici y engrasarla. No hubo tiempo para más, la noche se nos echó encima, y es que esta mañana apenas hemos pedaleado, entre el trayecto en barco y la espera por la lluvia cuando nos hemos puesto a pedalear en serio eran ya la una del mediodía, así que hemos llegado tarde a muestro destino.
Encienden las luces del camping y cenamos bajo la luz de una farola que está al lado de donde tenemos montadas las tiendas, pero no todo es perfecto, y así, cuando estamos prácticamente terminando de cenar, tomando el típico café con algún dulce, comienzan a caer unas gotas de agua; rápidamente tuvimos que recoger todo y meternos en las tiendas.
En una tregua que da el agua, aprovecho para lavarme los dientes, pero al poco otra vez comienza a caer la lluvia, muy débil, pero otra vez agua, como si no hubiéramos tenido ya bastante esta mañana... en fin, ya veríamos mañana cuando salgamos de la tienda qué es lo que nos depara el día.
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DÉCIMO SÉPTIMA ETAPA: Lacanau Océan - Burdeos
Distancia: 63,91 km - Tiempo en bici: 3:31:13 - Media: 18.17 km/h.
Lunes, 15 de Agosto del 2011.
Durante prácticamente toda la noche se mantuvo la “lluvia intermitente”, a ratos cesaba, a ratos volvía a aparecer, aunque antes de que amaneciera creo que cesó, o eso, o es que yo me quedé dormido y no escuché nada más.
Cuando salimos de la tienda, todo esta mojado y el agua de los hojas y ramas de los árboles sigue cayendo, goteando. Hay mucha humedad y el cielo esta completamente cubierto, aunque en ese momento no llovía, pero estábamos ante ¡otro día igual!, igual de triste, igual de gris, igual de fresco y húmedo y otro día con muchas papeletas para que nos vuelva a llover por el camino, a juzgar por como estaba el cielo, aunque hoy no nos coge de sorpresa, después de lo que ocurrió anoche a última hora.
Sobre las ocho, a la hora de ponernos en pie todos los días, salimos de las tiendas para el aseo matutino y para desmontar las tiendas previo secado de éstas con trapos, antes de ponernos a desayunar, no vaya a ser que vuelva a caer el sirimiri.
Aprovechamos que no llueve para ponernos con el desayuno, para pasar después a montar las burras e irnos a recepción, en la entrada del camping, para pagar nuestra estancia de esta noche, y hubo sorpresa, porque la “multa” fue más cara de lo esperado, sobre todo porque no hemos visto grandes servicios dentro del camping, y la limpieza de lo servicios no estaba muy cuidada para el precio que nos cobraron, aunque claro, con el tema de la competición de surf todo estaba casi al completo, así que después de todo, todavía podíamos dar gracias porque nos dejaran dormir aquí.
El tío del camping cuando nos entregó nuestros DNI nos gastó una broma, o mas bien hizo un comentario “de aquella manera”, y sobre todo al ver la bandera de España que llevaba en el mástil de mi bici: ¡coño, que hacen dos vacos con dos españoles!... y como allí en la oficina de recepción tenía una ikurriña del mismo tamaño que mi bandera, se la regaló a Gorka, aunque más que regalar yo creo que la incluyó en el precio.
A las 10:10 salimos del camping, y a sus puertas está el carril bici, el mismo que traíamos ayer, y al lado una indicación de que ese es el carril bici que va hacia Burdeos, así que hoy no habría que perder tiempo en callejear para salir de una ciudad o pueblo y buscar la dirección correcta, porque teníamos la véloroute junto a las mismas puertas del camping.
En los primeros kilómetros el carril nos saca a las afueras de Lacanau y hasta aquí sin lluvia, o mejor dicho, sin sirimiri, pero el día seguía igual de gris, triste, húmedo y fresco; cuando parabas, se notaba la humedad y rápidamente se quedaba uno frío, y el día me resultaba un tanto desapacible, de invierno, apetecía estar en casita, sentado en una mesa camilla, leyendo un buen libro mientras se ve y escucha caer el agua sobre los cristales de una ventana, y no aquí, pedaleando bajo la lluvia, algo que en mi casa parecerá inconcebible, porque allí, en aquellas tierras, están atravesando una ola de calor.
Seguimos hacia delante, ahora el carril bici atraviesa grandes llanos a través de rectas infinitas. Uno pone la vista al fondo, y allí, en un punto lejano, convergen los márgenes del carril bici, las líneas de árboles paralelas a dicho carril y el cielo gris de hoy se junta con el verde frondoso de estos llanazos, y por más que uno le da a los pedales, siempre parece que está en el mismo sitio, que no avanza... por suerte o desgracia, la lluvia es la única variante de esta ecuación, la encargada de romper la monotonía de a lo que siempre me ha gustado llamar: “la tiranía de la línea recta”.
La tiranía de la línea recta...
Cuando se inicia la sucesión de largas rectas, comienza de nuevo el agua, vuelve el sirimiri, y una ligera niebla inunda todo. Gorka y Rafa paran a poner los cubre-alforjas, y todos aprovechan para ponerse los chubasqueros, aunque yo prefiero esperar un poco, porque el chubasquero no transpira y al final acaba uno empapado por dentro más que por fuera, así que mientras sólo sea este ligero y suave sirimiri, podré aguantarlo, aunque el maillot acabará mojado.
Gorka y Rafa paran a poner los cubre-alforjas en medio de una interminable línea recta.
Después de pedalear durante 25 km por estas largas rectas, por terrero totalmente llano, y por paisaje poco variante, aunque muy verde y frondoso, y no hace falta ser un lince para saber por qué, caigo en un estado de abatimiento, desmotivado, tristón, me encuentro como el día... y es que estas zonas de carril bici de rectas interminables, todo llano, me resultan similares a las vías verdes, al principio muy bien, muy cómodas, fácil pedalear por ellas, se avanza rápidamente y sin tener que aguar el tráfico, pero con el paso de los kilómetros y del tiempo acabo un poco aburrido, necesitaba algo más que me sacaría la monotonía, del estado de aletargamiento en que estaba cayendo. Por suerte comenzamos a pedalear por parejas, Rafa y Tomás por delante, y Gorka que se pone a mi lado; mantuvimos una charla animada, lo que hizo que los siguientes kilómetros me resultaran más amenos, más llevaderos.
Llevaríamos unos 35 km desde que salimos del camping, cuando el carril bici deja a la izquierda un pequeño pueblo, pero nosotros decidimos hacer una parada, dejamos el carril bici y nos dirigimos hacia los soportales del colegio de esta pequeña localidad, porque el sirimiri aparecía y desaparecía, así que por si acaso nos ponemos a cubierto, mientras comemos algo: fruta y barritas energéticas.
El día seguía igual, es más, mientras estábamos haciendo esta parada, de nuevo comenzó el sirimiri, aunque ahora más fuerte, así que no me quedó más remedio que ponerme el chubasquero, antes de comenzar a pedalear otra vez.
Al poco de retomar el carril bici, ya no es sirimiri lo que cae, ya es agua en toda regla, y en algunos momentos arrecia con fuerza. Confiaba en que este estado no durara mucho, pero como suelo decir, una cosa son los deseos y otra la realidad, y no nos quedó más remedio que pedalear pasados por agua durante un buen rato.
Hoy era día de compras, no teníamos provisiones, tan sólo teníamos para desayunar y algunos frutos secos y barritas energéticas, así que cuando vimos un desvío a la izquierda donde había señalizaciones hacia diferentes supermercados, dentro de una especie de polígono, lo cogimos, aunque pronto saltan las alarmas, apenas había movimiento de personas o coches, los aparcamientos estaban vacíos, y eso que había varios supermercados; la razón de todo esto la encontramos cuando nos acercamos a uno de ellos y ver el cartel: “Cerrado por festividad”, y es que al igual que en España, hoy 15 de Agosto, también es fiesta en Francia. Lo único que abría hoy era el “Intermarché”, y sólo lo hacía hasta las 12:30 y como llegamos algo más tarde resultó que nos quedamos sin compra, así que hoy habría que comer de bares o restaurantes, ¡mala suerte!, pero también ha sido fallo nuestro, porque esto deberíamos haberlo previsto ayer.
Desde aquí, apenas restan unos 15 km para llegar a Burdeos, pero a falta de cinco kilómetros para llegar al centro de esta ciudad, y un poco antes de empezar a adentrarnos en sus calles, el día se pone muy, pero que muy chungo. El cielo completamente cubierto, como durante todo el día, parecía que iba a 'rajarse' de un momento a otro, preveíamos una tromba de agua en cualquier momento, así que cuando comienzan a caer las primeras gotas de agua, decidimos ponernos a cubierto en el primer sitio que encontráramos.
Llegamos a una rotonda, y en el otro lado de la carretera vemos un edificio cuya planta baja es usada como parking, así que rápidamente nos dirigimos hacia allí, bordeamos por detrás el edificio y accedemos a esta planta baja del edificio, refugiándonos del agua.
Estuvimos 30 o 40 minutos allí, aprovechando para comer unos frutos secos, que es lo único que teníamos, mientras veíamos como caía el agua, con fuertes ráfagas, como las típicas descargas de tormentas, ¡uf! ¡menos mal que esta vez nos hemos librado de este chapuzón!, aunque por otro lado, con este parón y con las ropas húmedas, nos hemos quedado con el cuerpo frío.
Por fin para la lluvia, ¡vaya día!, la etapa de hoy era muy cortita y está resultando interminable. Nos ponemos en marcha de nuevo, con la carretera con zonas que parecían auténticas bañeras, y aunque nosotros íbamos por el carril bici, éste pasaba junto a la carretera, así que cuando pasaban los coches había que extremar las precauciones para no recibir una ducha extra.
Después de un rato pedaleando siguiendo los carteles de “Centre Ville”, llegamos al núcleo neurálgico de la ciudad, a la plaza donde se encuentra el Gran Teatro. Buscamos la oficina de información y turismo, también en esta plaza, y allí tuvimos que aguardar cola porque había gente, así que me quedo fuera vigilando las bicis. El cielo se estaba despejando y el sol empezaba a hacer acto de presencia, así que no me importaba estar fuera al sol, que ya habíamos tenido hoy nuestra ración de agua.
Gorka sale con el plano de Burdeos en la mano, y con información sobre el albergue y hoteles. Miramos en el mapa por donde caía el albergue, y como quedaba a un tirón de donde estábamos, lo mejor era llamar para cerciorarnos que tenían habitaciones libres, y resultó que todo estaba completo; después llamamos a un hotel, de los más baratos de entre la lista que nos habían dado y de los que estaban relativamente cerca del centro, y también estaba lleno; finalmente damos con un hotel donde podíamos quedarnos, y después de ver en el mapa por dónde quedaba, nos ponemos en marcha para buscarlo, pero antes de salir de esta plaza, vimos otro hotel allí al lado, en una de las calles que desembocan en esta plaza, a escasos 50 metros, y frente a un lateral del Gran Teatro, ¡umm, demasiado céntrico para que sea económico!, es lo primero que se le pasa a uno por la cabeza. Era el “Hotel Ópera” de tres estrellas. Llamamos al telefonillo, y la recepción resultó estar en uno de los bares-restaurantes que estaban a la vuelta, en la misma plaza, así que Gorka junto con Rafa dan la vuelta mientras Tomás y yo nos quedamos allí controlando las bicis.
Estuvimos esperando un buen rato, mientras veíamos gente entrar y salir, así que con el tráfico de personal que se apreciaba mucho nos temíamos que o bien estuviera todo ocupado o bien no fuera nada de barato al estar tan céntrico.
Cuando regresan Gorka y Rafa lo hacen con una sonrisa en la cara, parece que hemos tenido suerte, dos habitaciones y a un precio bastante bueno, sobre todo comparado con los que nos han cobrado esta mañana por el camping. Para las bicicletas, tendríamos de nuevo que dar la vuelta, pasar por recepción, subir por las escaleras un piso, y en una especie de patio interior, techado, dejarlas; no hacia falta allí amarrarlas, pero nunca está demás, así que hasta nuestras burras dormirían hoy a cubierto, después de tantos días sufriendo el relente y la humedad de las noches, y del día de agua que también han tenido hoy.
Otra vez la vuelta para acceder por el otro lado a las habitaciones del hotel, que estaban en la última planta, aunque podíamos utilizar el ascensor, pero éste era pequeño y tuvimos que dar varios viajes para poder subir todo.
A las 16:30 estábamos ya dentro de las habitaciones y preparados para la ducha sin más preámbulos, para bajar cuanto antes y comer algo, ya que desde que desayunamos esta mañana, sólo hemos comido una pieza de fruta, una barrita energética y frutos secos mientras esperábamos a las afueras de Burdeos a que la tromba de agua amainara.
A la hora que bajamos no íbamos a encontrar ya nada con cocina abierta, así que a la entrada de una de las calles peatonales que arrancan desde la misma plaza, justo de esquina, hay un pequeño local donde venden bocadillos, y una pequeña terraza con apenas tres o cuatro mesas pequeñas, vacías a esta hora, así que tocaba bocadillo, cerveza y helado, sentados tranquilamente, en una tarde que empezaba a tornarse agradable, y con las vistas de la plaza y el Gran Teatro frente a nosotros. Vemos pasar el tranvía a nuestro lado, porque atraviesa también la plaza, y éste tiene la curiosidad de que no lleva catenarias al aire, sino que coge la electricidad directamente de la vía, y no estoy seguro, pero quizás sea éste el único de Europa con este sistema, según nos comenta Gorka, que para eso el experto, y lo cierto es que al margen del coste de mantenimiento que puede llevar, o de la infraestructura para montarlo o de cómo funcione realmente, la verdad es que un centro histórico, lleno de edificios clásicos, gana mucho sin ver esa telaraña de cables desplegados al aire.
Toca ahora un buen paseo disfrutando de esta ciudad, por sus calles peatonales repletas de edificios clásicos, por la plaza donde se levanta la Catedral de St. André y la Torre Pey-Berland, la cual es el campanario de la catedral, aunque fue construido aislado (está un poco separado de la catedral), para que las vibraciones de las campanas no dañaran el edificio principal; esta torre fue edificada a mediados del siglo XV, con un estilo gótico flamígero por el obispo de Burdeos del que toma su nombre.
Torres de la Catedral y campanario (torre separada de la Catedral).
Seguimos paseando, pasando por algunos de los museos de la ciudad y llegando hasta la plaza donde se levanta la Puerta de Aquitania, una especie de arco del triunfo levantado en el centro de ésta, con un obelisco de mármol junto a ella, una obra posterior, más reciente, inaugurada en junio de 2005, realizada por el escultor checo Ivan Theimer, de 16 metros de altura, con un pedestal sin estatua ni decoración en su cima, y con unas tortugas de bronce en su base. Aquí en esta plaza, hacemos una nueva parada en una de sus terrazas para tomar una cerveza.
Puerta de Aquitania, con el obelisco al fondo...
Seguimos con la visita, pasando por las típicas puertas que otrora sirvieran para dar acceso a la ciudad, como la Puerta Cailhau (construida a finales del siglo XV, de estilo gótico y que se utilizaba para vigilar el río Garona, marcando la entrada a Burdeos; hoy en día, es la puerta entre los bancos de San Pedro y la calle Sainte Catherine) y pasando por otro arco del triunfo o también llamado Puerta de Bourgogne, que nos dará acceso al río Garone y al Pont Pierre (puente de piedra). Esta puerta era la entrada a la antigua ciudad, empezándose a construir en 1751 y como curiosidad comentar que la criticaron mucho en su día porque no tenía nada de decoraciones y esculturas, en una época donde había que enseñar la potencia de la ciudad con la belleza de sus fachadas y detalles urbanísticos
Panorámica desde el Pont Pierre, con la Puerta de Bourgogne a la derecha.
Otra de las antiguas puertas de acceso a la ciudad.
Por otro lado, desde el Pont Pierre (puente de piedra) sobre el rio Garona, quedando a éste a nuestras espaldas, se pueden contemplar de una de las mejores panorámicas de la ciudad, con toda una larga avenida con fachadas de edificios de bella factura arquitectónicas, con el río frente a ellos, y es que el puerto de la luna es patrimonio mundial de la UNESCO.
El “puente de piedra” fue construido por Napoleón alrededor de 1830 y vincula la ribera izquierda de Burdeos con el barrio de Bastide; durante la construcción, tuvieron muchos problemas por culpa de la fuerte corriente del río en este lugar, algo que solventaron gracias a una campana de buceo, con la que se pudo realizar y estabilizar los pilares, y el dato curioso en este caso, es que tiene 17 arcos, que son exactamente el número de letras que hay en Napoleón Bonaparte.
Pont Pierre (puente de piedra) sobre el rio Garona.
Continuamos nuestra visita, con el río a nuestra derecha y la larga avenida con los edificios clásicos antes comentados a la izquierda, pasando por numerosas terrazas, de bares y restaurantes, parándonos de vez en cuando para echar un vistazo e ir seleccionando posibles sitios para cenar, y así llegamos a uno de los puntos más conocidos de esta ciudad, la Place de la Bourse (plaza de la bolsa), elegante y armoniosa plaza flanqueada por dos majestuosos edificios del siglo XVIII: el palacio del Bourse y el Hôtel des Douanes, y diseñada alrededor de un semicírculo por el arquitecto del rey, Jacques Ange Gabriel, entre 1730 y 1775. Esta fue la primera expansión fuera de las murallas medievales de la ciudad.
Place de la Bourse (plaza de la bolsa).
Giramos ahora hacia el interior de la ciudad, buscando de nuevo el centro y la plaza donde se encuentra el Gran Teatro, ya cayendo la tarde y con las luces de la calle que comienzan a encenderse.
En una de estas calles encontramos un sitio para cenar, céntrico y a buen precio, así que como ya iba siendo la hora y teníamos ganas de recogernos pronto y descansar, entramos sin más miramientos.
En el restaurante, junto a nuestra mesa, se encuentra un matrimonio con su hija, también españoles, y nos ayudan a la hora de decidirnos por una de las opciones del menú.
Yo me decanté de primero, por una especie de ensalada mixta que llevaba además diferentes variedades de queso, cortados en taquitos, servida en un enorme cuenco, y en lo que a mí respecta fue un acierto, porque me gustó bastante; de segundo, una pieza de carne con patatas y salsa, en un plato grande, así que con esto ya quedé bastante lleno, pero había que hacer hueco para el postre, unas galletas rellenas de chocolate y bañada con cremas de diferentes colores y sabores. Ya que estábamos en Burdeos, la cena tenía que ir acompañada con un vino de la tierra, así que pedimos una botella de “Chateaux Merlot”. A la hora de elegirlo no tuvimos muchas dudas, simplemente escogimos la botella más barata de la carta de vinos, aún así, 16 euros la botella, lo mismo que pagamos por cabeza por todo el menú, incluida la botella de vino, así que en general estuvo bien este pequeño homenaje que nos hemos permitido hoy y que no estaba en nuestros planes iniciales cuando empezamos la jornada, pero nos habíamos quedado sin provisiones, no teníamos ni para comer ni para cenar, y tampoco podíamos comprar porque los supermercados estaban cerrados al ser hoy festivo.
Termina la cena nos encaminamos en un corto paseo al hotel, porque estábamos cerca, y al contrario del bochorno que están soportando en el sur de España, aquí, a esta hora, ya cerca de la medianoche, se apetece una manga larga.
Llegamos al hotel y hablamos de que si mañana al levantarnos, baja alguno a dar una vuelta y encuentra algún sitio donde vendan pan, entonces podríamos desayunar dentro de las habitaciones y sino tendríamos que desayunar en algún bar, lo que normalmente conlleva a que te cobren una pasta por un desayuno light y poco energético.
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DÉCIMO OCTAVA ETAPA: Burdeos – La Teste de Buch (Duna de Pyla)
Distancia: 75.77 km - Tiempo en bici: 4:26:00 - Media: 17.09 km/h.
Martes, 16 de Agosto del 2011.
Nos levantamos a las ocho, como de costumbre, y como nos hacía falta pan para desayunar, Gorka bajó para ver si podía encontrar algún sitio abierto donde pudiera comprarlo. Al cabo de veinte o treinta minutos, aparece con baguetes y unos cuantos croissant.
Teníamos dos habitaciones, en una estábamos Tomás y yo, y en la otra Gorka y Rafa, y fue en ésta donde nos juntamos los cuatro para desayunar, así que preparamos el café con su correspondiente chorro de leche condensada, y a dar buena cuenta de los croissant, galletas de chocolate, y de las rebanadas de pan con paté, nutrella, o queso.
Terminado el desayuno toca recoger todo e ir bajando el equipaje desde el quinto y último piso donde estábamos alojados, y al igual que ayer, como el ascensor era pequeño nos cuesta dar varios viajes.
Una vez bajado todo, lo siguiente era ir por el otro lado, por el de la plaza, a por la bicis, pero por turnos, primero unos nos quedaríamos controlando el equipaje mientras los otros iban a por la bici y después, mientras estos montan sus alforjas sobre sus burras, nosotros iríamos a por nuestras respectivas bicis.
Un poco de jaleo para empezar la mañana, entre bajar y subir a por el equipaje, y para ir en busca de las bicis que están en otro sito, pero al final acabamos saliendo poco más o menos a la hora de todos los días, y hoy en concreto sobre las 10:15.
Antes de disponernos a salir de Burdeos a la aventura, habíamos hablado de volver a la oficina de información y turismo, que estaba allí cerca y a esta hora más que de sobra abierta, para preguntar si había algún carril bici que nos llevara hacia Arcachon, y la repuesta fue que sí, e incluso nos señalaron la dirección a seguir para salir de la ciudad, sobre el mapa que obtuvimos ayer.
Deberíamos llegar primero a la plaza donde ayer por la tarde estuvimos tomando unas cervezas, junto a su arco del triunfo o Puerta de Aquitania y el obelisco de mármol al lado de ésta, y desde allí, coger recta una de las calles que salen de esta plaza, claramente en dirección oeste.
Este tramo lo hacemos bastante rápido ya que ayer tarde estuvimos pateando por él, así que no tenemos que estar parando viendo el mapa y los nombres de las calles.
A la salida de Burdeos, no acabamos de ver ningún tipo de señalización o de carril bici, así que al final acabamos dando algún que otro rodeo, y perdiendo bastante tiempo. Finalmente, después de preguntar varias veces, nos dicen que lo mejor para ir en la dirección que queremos es llegar hasta Pessac, y después seguir en dirección Meriagnac, y en es punto coger la carretera antigua, porque eso fue lo que él hizo el domingo pasado en unas tres horas aproximadamente.
Estas indicaciones eran prácticamente las que yo tenía anotadas para ir por carretera, porque por aquí nada de carril bici, al menos durante los primeros tramos. Mirando un poco mejor la documentación de la oficina de información y turismo, creo que el carril bici a los que ellos se referían era el mismo que hicimos nosotros ayer, o sea, ir desde Burdeos a Lacanau y después seguir hacia el sur por el carril o vía verde que baja por toda la Aquitania, pero nosotros queríamos ir hacia el oeste, bajando ligeramente hacia el sur, nada de deshacer el camino ya andado de ayer. Conclusión, la próxima vez hay que estar más atento a los que no dicen, nada de aceptar las cosas a la primera sin ver bien por dónde vamos a ir, como nos ha pasado hoy, que nos han dicho sin pestañear que había carril bici, y efectivamente lo había, pero no era lo que nosotros andábamos buscando, aunque realmente este tramo que queremos hacer hoy nosotros está en proyecto según podemos ver en la guía de vías verdes y pistas ciclables de Francia, y es por esto que conforme más nos íbamos acercando a nuestro objetivo en el día de hoy, más tramos de carril bici nos iríamos encontrando.
Una vez que encauzamos por fin la ruta definitivamente, siguiendo la carretera D1250, tal y como teníamos anotado en nuestro roadbook particular, paramos en el primer 'Carrefur' que nos encontramos, para hacer la compra de hoy y mañana.
Hecha la compra y repartida entre nuestras alforjas, aprovechamos la parada para tomarnos la típica pieza de fruta y la barrita energética de todos los días, con el fin de poder seguir un par de horas del tirón, y no parar hasta la hora de la comida, sobre las tres o tres y media, porque cuando nos pusimos en marcha ya eran las 13 horas, lo que da idea del rodeo, de las paradas y del tiempo que hemos perdido hasta llegar hasta aquí.
A partir de Cestas, ya empezamos a enganchar tramos de carril bici, paralelos a la carretera, aunque al principio tuvimos que pedalear por ésta, pero por suerte, hoy contábamos con un arcén ancho y cómodo, que nos permitía rodar a buen ritmo, ayudados por un perfil que seguía siendo llano totalmente como en estos últimos días.
Poco antes de llegar a Biganos, tengo un pinchazo de esos que en un segundo queda la rueda en llantas. Me salgo a un camino para cambiar la cámara y me doy cuenta que he pillado un clavo de centímetro y medio que ha dejado un agujero considerable en la cubierta, así que tengo que pegar por el interior de ésta un trozo de banda antipinchazo. Solucionado el percance, seguimos pedaleando, aunque por poco tiempo, porque vemos junto unas casas una zona de hierba con árboles y un lago detrás, aunque éste estaba vallado y no podíamos acceder a él, pero todos convenimos en que era un buen lugar para descansar y comer, sentados sobre la hierba, a la sombra de los árboles, así que en un visto y no visto, ya estábamos dando buena cuenta de nuestros entremeses particulares junto a una buena cerveza, que previamente habíamos comprado en el supermercado, para seguir con las ensaladas de pasta que teníamos para hoy como comida principal y terminar unos con fruta y otros con café y galletas de chocolate.
Por primera vez desde que empezamos este viaje, al terminar de comer nos echamos una mini siesta, porque el lugar y la temperatura suave ayudaba a ello, así que durante 30 o 40 minutos estuvimos tumbados en aquella alfombra verde, a la sombra de las copas de los árboles.
Nos ponemos en marcha de nuevo después de este pequeño descanso que me ha sentado muy bien, entre otras cosas porque esta mañana me había levantado especialmente cansado. Desde este punto, y hasta nuestro objetivo sobre el papel, que no era otro que la Teste de Bush, donde tenida anotados una buena lista de campings, hay unos 18 kilómetros, todos llanos y por carril bici, así que los hacemos pronto, de forma cómoda y fácil, sin ningún tipo de sobresalto.
Llegamos al centro de esta localidad, y en una plaza a nuestra derecha, se encuentra la oficina de información y turismo. Nos acercamos allí y Gorka entra a preguntar con la lista de campings en la mano. Cuando sale nos comenta que todos los camping se encuentran en los alrededores de la célebre “Duna de Pilat”, dentro del término de esta localidad, pero más hacia el este, hacia la playa, o mejor dicho, pegando a ella, a unos 7 kilómetros de donde estábamos, o sea, unos cuantos kilómetros extras más para terminar la etapa de hoy, aunque como nos coge en la dirección prevista para mañana, serán unos kilómetros menos para la siguiente etapa.
Nos dan un plano de este pueblo y la calle desde donde enganchar con el carril bici que nos llevará hasta allí. Callejeamos un poco siempre con el mapa sobre el manillar, hasta que damos con las indicaciones del carril bici, que a diferencia de lo que hemos tenidos hoy y en la etapa de ayer, tienen un tramo inicial con una buena bajada a la que le siguen tramos de cambio de rasantes, con cortos repechos de subida y bajada, que hacen que las piernas se pongan a tono en este corto tramo, acostumbradas como estaban, a rodar y rodar por el llano.
Conforme avanzamos, nos vamos introduciendo en en un inmenso bosque de pinos, del que no seríamos conscientes de su tamaño hasta que no subiéramos mañana a la cima de la “Duna de Pilat”, que es desde donde realmente se aprecia bien este mar verde de interior, esta inmensa masa forestal de pinos.
Dejamos a un lado algunos campings, algunos de cuatro estrellas, hasta que finalmente damos con uno, durante el recorrido, de 3 estrellas, a la derecha de la carretera (el carril bici va por la izquierda de ésta). Paramos y nos dirigimos hacia la recepción, el problema iba a estar en si iban a tener plazas libres, porque por allí se veía mucha gente y mucho movimiento de coches entrando y saliendo.
Gorka y Rafa se ponen en la cola para ser atendidos, mientras Rafa y yo nos quedamos controlando las burras y curioseando por los alrededores, y así vemos por ejemplo, que a la entrada del camping, hay una tienda que se encarga de alquilar bicis para hacer recorridos por estos carriles y vías verdes, además de encargarse de hacer reparaciones de bicicletas, sobre todo pinchazos; también a la entrada del camping, hay una zona con supermercado y bar con terraza, así como una pista para actuaciones para orquestas, karaoke, pista de baile, etc., en definitiva, para animaciones culturales...
Gorka y Rafa tardan en llegar, lo que da idea de la gente que hay y también de la lentitud en atender al personal. Yo por mi parte, sólo espero que aunque tarden mucho, al final nos comenten que tenemos plaza, porque después de este parón y de lo cansino que andaba hoy desde que me levanté, lo que me apetecía era la ducha, y sentarme en la terraza del bar para tomar una buena cerveza relajadamente, sabiendo que los “deberes de hoy ya estaban hechos”.
Después de casi 40 minutos de espera, llegan Gorka y Rafa y nos comenta que tenemos plaza, y el precio final fue de 51 euros por los cuatro y por las tres tiendas, o sea, menos de 13 euros por cabeza, menos de lo que esperaba, tanto por la categoría del camping como por la zona donde se encuentra, cerca de la playa, dentro de un bosque de pinos recorridos por carriles bici y con el tránsito de coches y personas que se veía, no estoy seguro pero igual estos precios son por la competencia de campings que hay por esta zona, que son muchos y prácticamente pegados unos a otros.
Entramos en el recinto y aquello era enorme, todo llenos de caravanas, autocaravanas, furgonetas con techo que se transforman en pequeñas tiendas de campaña, tiendas de campaña de todos los tamaños y colores, etc.... Incluso con el mapa del camping, nos encontró trabajo dar con nuestra parcela, algo alejada de recepción, pero al menos cerca de una de las zonas de duchas, servicios, y parar lavar los cubiertos y la ropa.
De camino a nuestra parcela, veíamos la “Duna de Pilat”, en las traseras del camping, y a donde se pude acceder por unas escaleras de metal que tienen enclavadas en la arena, para poder ascender mejor los más de cien metros a los que se encuentra la cima de esta duna, donde ahora, al atardecer, se ve mucha gente andando como pequeñas hormiguitas por todo lo largo de la duna, de sur a norte, que en total creo que son unos 3 kilómetros, y desde donde se tienen que tener unas vistas muy bonitas del atardecer y del amanecer. Nosotros optaremos por esto último, o sea, por levantarnos temprano, a las 7 de la mañana, y antes de desayunar, subir relajadamente, sin prisas, y poder ver el amanecer desde allí.
Gente andando por la cima de la "Duna de Pilat".
Escaleras de metal para subir a la "Duna de Pilat".
Llegamos a nuestra parcela, y como vecinos tenemos un grupo de chicos veinteañeros, no me acuerdo ahora si eran ingleses o alemanes que como carta de presentación tenían una pila, un pirámide de latas de cerveza, y las bolsas de envasado de fiambres por los alrededores de sus tiendas, todo un poco en plan desastre, además de la música alta.... ¡esperemos que esta noche no tengamos jaleo!, porque ahora, a esta hora de la tarde me da igual, allá ellos...
Realizamos la rutina de todos los días al llegar a un camping, y mientras colgamos la colada sobre los pulpos de la bici que hemos colocado entre los árboles, vemos que en otra parcela, entre la nuestra y la zona de las duchas, están asentándose otro grupo de tres o cuatro españoles que también vienen en bici. No llevan ningún distintivo, pero hablan español.
Desde nuestra parcela y hasta la zona de recepción donde está la terraza del bar, hay un paseito, y más si vamos en zig-zag curioseando por las inmensidades de este camping.
En la terraza del bar damos buena cuenta de unas cervezas acompañadas de una bolsa de un kilo de frutos secos, que habíamos comprado en el supermercado esta mañana, porque con los frutos secos parecemos como pájaros comiendo alpiste.
Se estaba a gusto allí, en aquella terraza llena por completo, con buena temperatura, una cerveza, buena conversación y animación para los peques por parte del camping, con diferentes actividades para ellos en la pequeña pista de baile.
Llega la hora de regresar de nuevo a la parcela, cenar y cada uno a su tienda, aunque como otras noches, aprovecho antes de meterme en el saco, para escribir unas notas de esta etapa y escuchar música, que siempre relaja.
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