Iniciábamos el día con un nuevo desplazamiento en bus que cogeríamos en la estación de autobuses de Courmayeur, muy cerquita de donde nos alojábamos, aunque media hora más tarde de lo previsto por culpa de un incidente o malos entendidos en el lugar donde nos quedamos anoche, así que tuvimos que coger el siguiente bus (salen cada media hora aproximadamente) que se adentra por el Val Veny, en el Valle de Aosta italiano, hasta llegar al fin de la carreta asfaltada, en “La Visaille”.
Éste sería nuestro último desplazamiento o enlace en bus entre etapas, porque en las tres siguientes y últimas etapas, haríamos el recorrido del TMB íntegro.
Iniciamos el recorrido cruzando el puente sobre el río “Dora di Veny” por un carril-pista cómodo, pero que a mi particularmente me resultan insulsos. Caminamos en subida progresiva pero bastante llevadera, siempre paralelos al “Dora di Veny”, que tras cruzar el puente nos queda a nuestra izquierda, unos metros por debajo de el carril por el que transitamos, en un valle estrecho al principio, donde sólo hay sitio para el amplio carril-pista por el que vamos y el río, con una estrecha franja de arboleda entre ambos.
Son casi 3 km caminando por este carril flanqueado por arboles, coníferas, por lo que al menos vamos en muchos tramos a la sombra, si bien es cierto que a primera hora de la mañana la temperatura aún es fresca aunque el día se mostraba claro y soleado.
Para mi es un tramo algo aburrido, exceptuado algún punto concreto que invita a una parada para realizar la típica foto de postal, con el el río “Dora di Veny” en primer término y de fondo, las agujas montañosas de las “Pyramides Calcaires” (Pirámides Calizas), que se levantan por detrás del refugio Elisabetta.
Todo cambia al girar a la izquierda, cruzando de nuevo el río “Dora di Veny” por un puente desde el que ya se tienen unas bonitas vistas con la arboleda y los picos de los alrededores reflejados en sus cristalinas aguas, justo en el punto donde el valle se ensancha
Tras cruzar el puente caminamos pegados a la parte izquierda del valle, con zona boscosa en su parte inferior, todo lo contrario de lo que tenemos en la parte derecha, con un bonito tramo de la la cordillera del Mont Blanc que estamos bordeando, en donde lo que destaca es la desnudez de la roca, sin ningún tipo de vegetación, un tramo que iría desde la Aiguille de Peuterey a la que le sigue la enorme y larga morrena del Glaciar de Miage en esta vertiente italiana (lo que da idea de del cambio climático con todo lo que han retrocedido los glaciares), pasando por una sucesión de picos hasta llegar, mirando al fondo, a las “Pyramides Calcaires” (Pirámides Calizas, de 2.726 y 2.589 m.), que se yerguen por encima del promontorio donde se asienta el refugio Elisabetta, y a la derecha de éstas cumbres gemelas, se levantan cimas mucho más elevadas, como la Aiguille des Glaciers (3.794 m).
El camino poco a poco va alejándose del lado izquierdo del valle para acercarse más al centro de éste, junto en la zona de más ensanchamiento de dicho valle, bordeando lo que queda del lago Combal, y digo “lo que queda”, porque toda la amplia y llana extensión que tenemos a la derecha, hasta llegar a la zona donde arrancan casi verticales las rocosas montañas de esta cordillera, en otros tiempos estaría cubierta por las aguas del lago, que ahora se ha visto reducido al pequeño lago que dejamos a la izquierda, junto al camino, mientras que el resto de esta parte ancha del valle está cubierta de hierba, de prados surcados por diferentes pequeños cursos de agua que se forman producto del deshielo de las montañas que lo rodean y que justo a la altura del puente último que cruzamos, se unen el “Dora di Veny”, que es como si fuera el desagüe natural del enorme lago que sería en su día.
Justo cuando comenzamos a bordear el lago nos vemos inmersos en una larga recta, prácticamente llana, caminando por un carril donde pega el sol de lleno, y que en otro entorno podría resultar aburrido e insípido, pero aquí, en este valle, todo lo que lo rodea es puro aliciente, como las vistas de las calmadas aguas del lago Combal en las que se reflejan las cercanas montañas y glaciares en lo que resulta una foto de postal, o como la enorme pradera que antes estaría ocupada por el lago, a la que le sigue este tramo que tenemos a nuestra derecha de la cordillera del Mont Blanc, donde en algunas zonas parece que se levantan casi en vertical estas cimas rocosas, entre las que se encuentran importantes picos como: la Aiguille des Glaciers (3816 m), la Aiguille della Lex Blanche (3686 m), las Aiguilles de Tré la Tête (3920 m) y el Petit Mont Blanc (3424 m), entre otros, pero al situarse esta zona con orientación sureste, sus picos aparecen prácticamente desnudos de la capa blanca que envolvía toda la parte del macizo en su vertiente francesa, cuando la vimos y disfrutamos el primer día desde el “Gran Balcón Sur” de Chamonix y durante el recorrido por la Reserva Natural de las “Aiguilles Rouges”, y aún así, entre esta sucesión de picos se encuentran grandes masas de hielo, como el del glaciar Lex Blanche, lo que permite una discontinuidad en la monotonía del gris de la roca, contrastando el blanco de los glaciares que reflejan la luz en un día luminoso como el que nos tocó, con el gris de las cimas de agujas y picos, o el rojo de la roca en las partes más bajas en las que los pequeños cursos de agua procedentes del deshielo se ensanchan para formas las típicas cascadas en forma de cola de caballo…
Unas maravillosas vistas con las que marchamos muy entretenidos mientras caminamos por el largo, recto y llano carril, siempre con el fondo del refugio Elisabetta situado en un alto, frente a nosotros y tras él las inconfundibles cimas gemelas de las Piramydes Calcaires.
Al finalizar la larga recta comienza el camino de subida al Col de la Seigne, en la frontera entre Italia y Francia, aunque antes está la bifurcación, en un tramo corto, de unos 300 metros, ahora ya sí en franca subida, para llegar al refugio Elisabetta, dejando a un lado antiguas y ruinosas construcciones abandonadas.
Para llegar al Col de la Seigne no es necesario pasar por el refugio, pero nosotros hicimos un desvío de ida y vuelta, aunque no por el mismo sitio, para descansar un poco en el refugio, tomar un piscolabis y sobre todo, disfrutar de las vistas de todo el Val Veny que se tienen desde allí, de las montañas que lo rodean, del Glaciar de la Lex Blanche, de parte del recorrido que habíamos realizado hasta ese momento, incluido el tramo de línea recta que atraviesa la parte más ensanchada del valle, que vista desde el refugio da la impresión de ser una enorme cicatriz en la tierra; de fondo, en la lejanía, de nuevo asoma nevado el piramidal pico del Grand Combin.
Totalmente aconsejable hacer este pequeño desvío al refugio. Fue un disfrute poder sentarnos en su terraza a modo de balcón-mirador, a rebosar de gente, y tomar una cerveza mientras admiramos atónitos y con la boca abierta las espectaculares vistas, y todo en un día soleado con una buena temperatura, al menos a esta altitud en la que se encuentra el refugio, 2.147 m. porque otra cosa es la temperatura que haga en el fondo del valle, en Courmayeur.
Comentar como curiosidad, que en el área de donde se encuentra el refugio, aparece una placa conmemorativa del accidente que tuvo lugar el 1 de noviembre de 1946, cuando un avión B-17 Flying Fortress de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, se estrelló contra la Aiguille des Glaciers, cerca de la cima del Mont Blanc, muriendo los 8 miembros de la tripulación. Los restos del avión quedaron sepultados por la nieve y el hielo, dándose por desaparecido. No se supo más de él hasta que en julio de 1947 fueron encontrados algunos restos a una altitud de unos 3.650 m. Años más tarde, en 1957 fueron apareciendo algunos fragmentos del B-17, pero fue principalmente a partir de los años 70, cuando los glaciares comenzaban a retroceder, cuando salen a la luz más fragmentos, como en el glaciar Estellette, por encima del del Refugio de Elisabetta (entre la Aiguille des Glaciers y las Piramydes Calcaires), en la parte italiana y posteriormente, en la década de 1980 fueron apareciendo otras partes del avión en en el glaciar des Glaciers, en el lado francés [Fuente: AQUÍ].
La verdad es que allí se estaba de lujo, no había muchas ganas de ponerse en marcha… pero es lo que tocaba, así que bajamos de nuevo al camino-carril que sube al Col de la Seigne, pero en esta ocasión por una senda más entretenida, hasta enlazar de nuevo con el carril, por donde continuamos con un tramo sin apenas subida, ahora más pegados al lado derecho del valle en el sentido de la subida, pegados a la base de las cumbres de las “Pirámides calizas”, mientras que a nuestra izquierda aparece una estrecha franja de prados por donde discurre uno de los múltiples cursos de agua que van a parar a la zona del lago Combal, cruzando el cual se encuentra el camino por el que se sube al Col des Chavannes (2.591 m.), que es otro de los pasos de montaña muy transitados por el mundillo del senderismo, un paso entre el Val Veny en el que nos encontramos y el Val de la Thuile.
No tardamos en llegar al punto donde el suave trazado por el carril que llevábamos por el valle desde que llegamos al lago Combal, comienza a empinarse de forma repentina, en lo que es la parte más exigente físicamente, pero al fin y al cabo, es un tramo corto, de apenas kilómetros y medio.
Es al iniciar este tramo más empinado, al cruzar un pequeño puente, cuando al volver la vista atrás podemos contemplar por primera vez el Mont Blanc (4.806 m) con su cumbre redondeada y su típica boina blanca producto del manto blanco que lo recubre, custodiado a su derecha por su fiel centinela, la Aiguille noire de Peutery (3.773 m) y en el centro de la panorámica, el Val Veny por el que transitamos, siempre con el omnipresente Grand Combin (4.314 m.) al fondo del valle, en la lejanía, en el horizonte, en la frontera italo-suiza.
Ni que decir tiene que hubo una parada obligatoria para el tema de las fotos, para capturar con la cámara el Mont Blanc y todo el entorno desde el que lo estábamos viendo, y más cuando el primer día no pudimos verlo porque su cima estaba cubierta por las nubes.
Nos volvemos a poner en marcha para seguir subiendo aunque de vez en cuando volvemos a echar la vista atrás para seguir admirando las vistas del Mont Blanc y el entorno que teníamos a nuestra espalda.
Así llegamos, tras un duro repecho, a “La Casermetta” (2.365 m.), una construcción de piedra típica de montaña, que se encontraba en plena restauración, de hecho había varios obreros trabajando en ella cuando llegamos nosotros, ya que está situada junto al camino, en una especie de balcón-promontorio con unas privilegiadas vistas del Val Veny, al igual que desde el refugio Elisabetta (aunque éste más pegado al macizo y a sus glaciares), y del tramo de este macizo en el que se puede ver la cima del mítico Mont Blanc.
“La Casermeta", una antigua instalación que sirvió de cuartel militar para el control del paso fronterizo del Col de la Seigne, ha vivido épocas oscuras durante la segunda guerra mundial, para después, caer en el olvido y el abandono, hasta que a partir del 2000, dentro de un proyecto de cooperación transforteriza y con financiación europea, se ha reconvertido en una especie de centro temático, museo o centro de educación ambiental e información transfronteriza, dentro del proyecto "Espace Mont Blanc", albergando una amplia gama de exposiciones descriptivas sobre los aspectos naturales, ambientales, geográficos e históricos de la zona del Mont-Blanc y su objetivo es concienciar al público sobre la fragilidad ambiental de la zona. También es un punto estratégico para la recopilación de datos científicos destinados a monitorizar los ecosistemas montañosos, en particular los glaciares y el agua, y para recopilar datos sobre los senderistas que realizan el Tour del Mont Blanc.
Como he comentado, esta instalación abierta normalmente desde mediados de junio hasta mediados de septiembre, durante este año 2025 permanece cerrada, como hemos podido comprobar, así que no hemos podido realizar una visita a su interior. La razón del cierre son las obras que se están llevando a cabo, que según he leído son para "permitir la sustitución del sistema de tratamiento de aguas residuales y la modernización de las instalaciones sanitarias interiores".
Históricamente, el Col de la Seigne siempre ha sido una ruta comercial entre Francia e Italia y ya era utilizado desde la época romana. A finales del siglo XIX, a partir de 1863, gracias al auge de la ruta del Tour del Mont Blanc, el Col de la Seigne comienza a aparecer en los relatos de viajeros y alpinistas británicos.
El lugar vivió una época oscura durante la Segunda Guerra Mundial, cuando las tropas italianas atacaron al ejército francés, ya derrotado por la Alemania nazi, por la retaguardia (aún se pueden ver los restos de las fortificaciones y los puestos de tiro por los alrededores).
Poco después del final de la Segunda Guerra Mundial, la historia de “La Casermetta” cambia de rumbo, ya que en el invierno de 1945, un grupo de personas deciden fundar allí la "escuela de esquí del Mont Blanc", pero había muchas dificultades a superar: faltaban recursos económicos y no disponían de material de esquí, así que los aspirantes tuvieron que valerse de los esquís de fresno blanco que había dejado el ejército alemán durante su apresurada retirada, el 25 de abril. [Fuentes consultadas sobre la historia de “La Cassermeta”: Fuente-1 y Fuente-2]
Junto a estas instalaciones de “La Cassermeta” hicimos una parada, a la sombra, para reagruparnos, beber agua y seguir recreándonos con las vistas.
Desde este punto resta un kilómetro aproximadamente para llegar al Col de la Seigne (2.515 m), el punto más alto en la etapa de hoy, con subida que continua en la misma tónica, o sea, con fuertes repechos, pero por camino-senda con buena huella, muy cómodo, que hacen que la subida sea menos dura, aunque es cierto que este último tramo, después de dejar atrás el refugio Elisabetta, y más concretamente los últimos dos kilómetros o poco más, hasta llegar al Col de la Seigne, son los más exigentes del recorrido de hoy, porque el resto del recorrido, desde que iniciamos la etapa es bastante llevadero.
Continuamos para afrontar este último tramo, cada uno a su ritmo, y aunque no salimos todos juntos, la idea era, al igual que en el Col de Ferret en el día anterior, parar justo por debajo, al resguardo del viento que pudiera soplar en el collado, para reagruparnos y aprovechar para comer.
El Col de la Seigne (2.515 m), es un vasto collado, muy pelado, desnudo, desolador, donde azota el viento, así que tocaba abrigarse. Allí se encuentran dos grandes hitos de piedra con sus placas informativas correspondientes donde el personal que va y viene no se resiste a parar y hacerse fotos junto a ellos para dar fe que han estado o pasado por allí.
Tras hacer unas fotos panorámicas de los valles de sendas vertientes (italiana y francesa), volvemos a bajar unos metros para acomodarnos, comer y tumbarnos en la hierba mientras contemplamos una vez más las maravillosas vistas que ya contemplábamos desde “La Casermeta”, pero ahora a un poco más de altura.
Este Col de la Seigne es la frontera italo-francesa, así que a nuestra espalda, por donde hemos subido, está el Val Veny, dentro del Valle de Aosta italiano, y frente a nosotros, por donde descenderemos más tarde, el Valle de Chapieux, ya en el lado francés, y al fondo, en el horizonte, se puede ver o intuir el paso del Col des Fours, el punto más alto de todo el recorrido del TMB y por el que tendremos que pasar mañana en la que es, en principio, la etapa más exigente a nivel físico.
Tras 45 minutos de parada en la que no nos cansamos de disfrutar del entorno en el que nos encontramos y de pensar que somos unos privilegiados, afrontamos el descenso, unos 4,5 km hasta el refugio de Les Mottes, un tramo en los que hay que bajar casi 650 metros, por caminos que continúan siendo muy cómodos, con buena huella, así que dentro de lo que cabe, se hace más o menos bien la bajada, sin problemas, con la vistas al frente del Valle de Chapieux rodeado de montañas.
El refugio de Les Mottets se encuentra dividido en cuatro edificios: la zona de cocinas y comedor, otro edificio con habitaciones y camas que podríamos decir que es la zona VIP, otro edifico que antiguamente serían los establos, muy sobrios, espartanos, con antiguas vigas de madera, paredes encaladas y dos estancias divididas ambas por un un pasillo longitudinal que las divide en dos, dejando a cada lado un tablón de madera sobre el dormiremos esta noche y junto a éste edificio, el utilizado para baños, aseos y duchas.
Tras las ducha y la colada correspondiente, aún tuvimos tiempo para tomar una cerveza y disfrutar de lo que quedaba de sol en los bancos merenderos que estaban fuera, con mucha gente haciendo lo mismo que nosotros, hasta que llegó la hora de la cena, casi siempre sobre las 7:30 de la tarde y en esta ocasión estuvo amenizada por un grupo de franceses que estaban sentados en la mesa contigua a la nuestra, que estuvieron cantando, tocando la guitarra y poniendo voz a la música que sonaba por una especie de organillo en las que una de las chicas del refugio iba introduciendo las canciones en formato fichas, de forma que girando manualmente una manivela, las fichas se iban introduciendo al tiempo que iban sonando las notas musicales de típicas canciones, la mayoría francesas, aunque también se coló alguna que otra “típica” española… en fin, que aquello se salió un poco de madre…
Terminada la cena, tocó la ‘juntiña’ para comentar la etapa del día siguiente, con los diferentes pormenores, y sobre las 9 algunos ya se fueron a dormir, aunque realmente a esta hora y acostumbrados a los horarios españoles y en pleno verano, aprovechaban antes para leer o escuchar música, mientras que otros decidimos dar un pequeño paseo por los alrededores y ‘rebajar’ la cena, además de que aún había tiempo de sobra, así que la mitad del grupo, con la tenue luz de la tarde que aún quedaba, dimos un paseito muy tranquilo de unos 45 minutos, regresando ya a oscuras...
El refugio de Les Mottets se encuentra junto al río “Torrent des Glaciers” que es quien atraviesa el valle longitudinalmente, rodeado de praderas cuyos pastos dan origen al célebre y afamado queso de Beaufort, y más concretamente estos pastos alpinos de la estación veraniega, ya que el queso "Beauforts d'alpages" (el queso "Beaufort" de pasto alpino) únicamente se fabrica en verano.
Hoy de nuevo nos hemos encontrado con muchísima gente, sobre todo a partir del refugio Elisabetta, durante la subida a Col de la Seigne pasando por “La Casermeta” y durante toda la bajada hasta el refugio de Les Mottets, que se encontraba a tope.
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Datos de la etapa: Distancia: 14,74 km - Desnivel positivo: 887 m. - Desnivel negativo: 683 m.
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Nota: Las fotos que aparecen en esta entrada del blog son de los compañeros de ruta (GRACIAS), exceptuando alguna que otra foto propias.
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