Cuando llegamos a Manteigas, sobre las 9 de la mañana, el día parecía estar algo más despejado que el anterior, en un principio las nubes ocultaban solo en las partes más altas de la sierra, aunque en la cabecera del Valle de Zêzere estaba asentada la niebla y con pinta de que poco a poco fuera bajando para inundar todo el valle, pero a esa hora si se notaba una clara diferencia con respecto al día de ayer y es que las partes que aún se veían de las sierras circundantes estaban cubiertas de blanco y es que esta noche, tal y como auguraban las previsiones meteorológicas, había nevado.
Dejamos el coche en el mismo parking público que el día anterior y salimos callejando de Manteigas buscando el inicio de la ruta. Una vez que dejamos atrás las últimas casas de esta localidad, tomamos un camino que se adentra en un valle por el que transita un bonito y cómodo camino, con un arroyo a nuestra derecha que baja pletórico y durante todo el recorrido, el agua será la tónica dominante. Al fondo, mirando hacia arriba, aparece la sierra donde se encuentra el bosque por el que realizaríamos el recorrido circular, pero con forme íbamos avanzando veíamos que la niebla iba bajando cada vez más y mucho nos temíamos que a igual que ayer, las panorámicas y vistas que se podrían contemplar en este recorrido, sobre todo desde su punto más alto, en la zona de la capilla de San Lorenzo, iban a estar veladas por la niebla.
Después de un tramo de cómodo y encharcado camino, prácticamente llano, en un brusco giro a la izquierda aparece un camino empedrado, resbaladizo por la humedad constante de todos estos días y por el incesante sirimiri que nos acompañaría en todo el recorrido.
Es justo al tomar este camino empedrado donde se inicia el tramo de ascensión del recorrido, ya que éste puede dividirse en dos partes: una subida hasta la mitad del recorrido aproximadamente, situado más o menos en el punto más alto, en el entorno de la capilla de San Lorenzo y la bajada consiguiente, realizando por un lado una ruta circular por la sierra donde se encuentra el bosque de hayas, pinos y robles, de unos 6 km aproximadamente, y por otro lado un recorrido lineal, de aproximación desde Manteigas al bosque en cuestión, de unos 4 o 5 km aproximadamente entre la ida y la vuelta, a lo que nosotros tendríamos que añadir unos 3 km extras en total, del callejeo por Manteigas hasta llegar al punto de inicio.
Desde este punto donde se inicia la constante pero no muy exigente subida, y hasta llegar al inicio del recorrido circular, todo el camino está empedrado.
La subida no es que sea dura pero si muy constante, en un bonito recorrido, todo muy frondoso, donde se cruza algún que otro arroyo al principio para después seguir paralelo al Ribeiro do Padll, quedando éste a la izquierda en el último tramo de camino empedrado que coincide también con el último tramo del recorrido lineal, para después, al iniciar el recorrido circular, en el sentido de las agujas del reloj, quedar unas veces a nuestra izquierda y otras a la derecha.
Los doscientos últimos metros de empedrado camino son algo más exigentes; al echar la vista atrás vamos viendo como la niebla que baja por el valle del Zêzere ya está a punto de engullir Manteigas, mientras nosotros seguimos con el típico sirimiri que nos acompañará durante estos tres días que estaremos por la Serra da Estrela. Si miramos hacia arriba, la situación es similar, las nubes ya han invadido la parte alta de la sierra por la que tendemos que realizar el recorrido circular, y cada vez van bajando un poco más…
Al finalizar el tramo lineal toca un reagrupamiento para seguidamente iniciar el recorrido circular, con unos primeros metros por camino estrecho, algo encharcado pero cómodo, donde nos recuperamos después del tramo de subida. Pronto el camino se transforma en estrecha senda que nos conduce a los pies del arroyo, para seguir de nuevo a su vera, en una subida que va de menos a más en exigencia física, aunque en un recorrido muy agradable, entretenido, de los que gustan para la práctica del senderismo: sendas, tramos embarrados, paredes de piedra y laderas que rezuman agua por todos lados, exuberancia por doquier, el Ribeiro do Padll a nuestra vera y sus frecuentes saltos de agua, con algunas casas de campo y huertos al principio, para poco a poco ir dando paso a una zona arbolada, robles entre los que transita el arroyo y la senda alfombrada por hojarasca de colores ocres envuelto todo en un verde intenso, ascendiendo por un valle cuya parte superior ya queda oculto por las nubes bajas, mientras que si volvemos la vista atrás, tan solo podemos ver este valle por el que transitamos con sus vistosos colores en primer término, porque al fondo, hacia la parte baja, éste ya aparece cubierto por la niebla que va invadiéndolo todo.
El último tramo de subida es un poquito más exigente, hasta llegar al mirador situado a escasos metros de una curva de herradura de las muchas que hace la carretera que asciende por la sierra para llegar a su otra vertiente, a la zona de Gouveia y otras aldeas como Folgosinho.
El sirimiri se vuelve más consistente y al intentar contemplar las panorámicas desde el mirador vemos que la niebla ya ha invadido todo el valle excepto los metros finales por donde vamos viendo subir y serpentear, siguiendo el curso de la senda, a los compañeros que aún no han llegado hasta el mirador.
En los alrededores del mirador ya tomamos conciencia de los daños causados por el tremendo incendio que sufrió la Sierra de la Estrella en agosto del 2022, por suerte, en esa zona boscosa solo se quemó la periferia, quedando intacto el interior del bosque de robles, hayas y de abetos de douglas, aunque fueron muchas las hectáreas quemadas como hemos podido comprobar en el recorrido en coche que tenemos que hacer para ir desde la zona donde nos alojamos, en Belmonte, hasta Manteigas.
A partir del mirador, restan aproximadamente kilómetro y medio hasta donde se encuentra la capilla de San Lorenzo, pero es un tramo que transcurre por una ancha y cómoda pista, con espacios abiertos, sin arboleda al principio, no se si porque siempre ha sido así o porque han retirado los ejemplares que se quemaron. Es un recorrido más insípido... Pasamos más adelante por una antigua construcción de piedra, restaurada (creo que una de antiguas casas de los guardas forestales), con tejado recubierto de escobas, junto a la fuente de San Lorenzo y unas mesas merenderos junto a ella, justo donde de nuevo aparece el bosque a la derecha, de coníferas en este caso.
Casa restaurada junto a la fuente de San Lorenzo, con pequeña terraza con con mesas merenderos. Al fondo, por detrás de la casa, se pueden ver los árboles quedamos, consecuencia del terrible incendio que sufrió la Sierra de la Estrella...por suerte esto es la pereferia del bosque en el que nos adentraríamos más tarde y que quedó intacto.
Este tramo, sin duda el más insulso de todo el recorrido, termina justo en el punto más alto de esta ruta, junto a la capilla de San Lorenzo, situada ésta en un lugar privilegiado, en una especie de plataforma sobre un cortado de la sierra que hace de balcón natural y desde donde se divisarían una espectaculares y vastas panorámicas… siempre que la climatología lo permitiera, claro está, pero hoy no era el día y al asomarnos al balcón-mirador, tan solo podemos ver parte del valle que queda bajo nosotros, pudiendo divisar en los primeros momentos el pueblo de Sameiro, por donde pasamos esta mañana en nuestro recorrido con el coche para llegar a Manteigas o Vale de Amoreira, pero a penas fueron unos minutos porque rápidamente quedaron engullidos por la niebla.
Sin duda un bonito e interesante lugar, lástima de tiempo que nos ha tocado estos días, aunque al menos podemos hacer el recorrido y disfrutarlo solo en parte, porque la tenue lluvia, sirimiri más bien, aunque constante e incesante no es un impedimento, en cambio, las nubes bajas y la niebla nos castigan durante estos días impidiéndonos disfrutar del entorno, mala suerte con la elección de los días, y de nuevo, al igual que el día anterior, retumban las palabra de Saramago en mi cabeza, cuando en su libro “Viaje a Portugal”, escribía sobre estos días de niebla, comentado aquello de que “los dioses se han propuesto hacer limpieza en sus moradas, pero dejando a los humanos aquí abajo a tientas, cuando éstos, inocentes, no piden más que ver el paisaje”.
El entorno de la capilla de San Lorenzo, es un lugar de culto con reminiscencias paganas, relacionado con el culto a los árboles y al sol, y dicen que en el solsticio de verano, desde Manteigas se puede observar la salida del sol sobre San Lorenzo. La capilla se encuentra precedida por majestuosos, monumentales y centenarios robles de imponentes troncos, algo deslucidos en ésta época aún invernal al encontrarse desnudos, desprovistos de su anterior manto otoñal y de su próximo vestido verde intenso, pero en cualquier caso, verlos erguidos, con esos gruesos troncos y sus ramas tan altas, entre la niebla, bien parecieran gigantes que se encontraran protegiendo el lugar donde se encuentra esta capilla.
Hubiera sido éste sin duda un lugar privilegiado para hacer la parada de rigor y tomar el piscolabis, pero no había un lugar para resguardecerse, así que continuamos unos metros más adelante, por la misma pista que traíamos hasta llegar a la torre-puesto vigía utilizado para el control de incendios. Allí es donde hicimos una parada de apenas un cuarto de hora, protegidos del agua y del viento que soplaba arriba, para tomar un piscolabis y seguir con la ruta antes de quedarnos fríos.
Desde la plataforma donde se encuentra esta torre-vigía, rápidamente enlazamos con un camino que se adentra de lleno en el bosque, abandonando la tiranía de la ancha e insulsa pista.
En un visto y no visto nos vemos inmersos en un bosque cerrado de esbeltos árboles que bien pareciera que compiten entre ellos por ser el primero en acariciar las nubes, algunos llegan a alcanzar los 30 metros de altura.. son los abetos de douglas (también llamados “pinos de oregón”, Pseudotsuga menziesii), que se encuentran flanqueando un estrecho y recto camino en ligera bajada, envuelto en un tenue velo blanquecino, con escasa luz, creando un entorno fantasmagórico, pero a la vez espectacular, maravilloso, envuelto en la humedad reinante, bucólico, sobre todo cuando el bosque de gigantes da paso sin solución de continuidad a un bosque de robles que al dejar caer su manto otoñal sobre el suelo lo alfombran con su típica hojarasca de tonalidades ocres que bien parecieran haber salido de la paleta del mejor de los pintores, y en contraposición a estos tonos ocres, rojos, amarillos, marrones, colores apagados por el velo de la niebla, se encuentra el verde intenso del mullido musgo que recubre algunas paredes bajas junto al camino.
Continuamos disfrutando de este paseo por un camino en cómoda bajada, aunque es desde la torre-vigía para el control de incendios, cuando se inicia la segunda parte del recorrido, en bajada hasta el final de la ruta.
Un agradable paseo por camino envuelto entre coníferas y robles, hasta que llegamos a un punto en que abandonamos el cómodo camino para desviarnos por una estrecha senda que pierde altura de forma más pronunciada, una bonita senda que se retuerce entre una densa masa de robles y castaños que se convierte en un autentico disfrute para los sentidos, aunque con la precaución de no resbalar en la bajada en las zonas de hojarasca completamente empapada o en las zonas embarradas.
Unos últimos metros de senda, más pronunciados si cabe, entre castaños, nos conducen de nuevo al punto de inicio de la ruta circular, donde hacemos un reagrupamiento antes de iniciar el tramo lineal de bajada por camino empedrado, el mismo por el que habíamos subido, mucho más resbaladizo ahora, así que cada uno baja por libre lo mejor que puede hasta dejar atrás este tramo, al que le sigue otro más corto de camino suave, en el que nos vamos de nuevo reagrupando antes de entrar en las calles de Manteigas.
En el descenso de este tramo lineal, simplemente nos dedicamos a bajar entre la ligera lluvia que seguía cayendo, no hicimos ninguna parada para observar panorámicas ni sitios de interés porque no veíamos nada más allá de 100 o 150 metros, ni siquiera Manteigas hasta que prácticamente no estábamos en ella… una pena.. pero es lo que nos tocó… “el hombre propone y el tiempo/climatología dispone”...
Sin duda es una ruta altamente recomendable, no exigente a nivel físico, nada que ver con la ruta que teníamos inicialmente prevista, pero muy atractiva, sobre todo si el tiempo acompaña.
Como terminamos a una hora prudencial, montamos en los coches y de vuelta a Belmonte, donde teníamos la casa rural, porque nos daba tiempo a ducharnos y poder comer allí. La tarde quedaba libre para que cada uno hiciera lo que quisiera, así que algunos compañeros aprovecharon para relajarse en la casa y dedicarse a la lectura o escuchar música y otros, optamos por una visita cultural al centro histórico de Belmonte, para ver su castillo, iglesias y antigua judería, en una tarde fría, no solo por la temperatura, apenas tres grados, sino por la sensación térmica que era menor por la humedad, la lluvia y el ligero viento, así que el café en una coqueta cafetería, con una temperatura muy confortable en su interior, tras hacernos la foto junto a una escultura del gran José Afonso, autor del mítico himno “Grândola, Vila Morena” (conocida de sobra por los socios de ASTOLL) nos vino de escándalo para entrar en calor.
Capillas de San Antonio y del Calvario, vistas desde las murallas del Castillo de Belmonte.
El track de referencia que hemos seguido podéis consultarlo en ESTE ENLACE.
Podéis visualizar las fotos que aparecen en esta entrada a mayor tamaño y resolución haciendo clic AQUÍ.
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