Las andanzas de un lobo estepario extremeño.

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"Viajar en bici es hacer más grande el Mundo. Es aprender lo esencial de la vida. Es vivir el presente sobre todas las cosas. El placer del cicloturismo está mucho más en el camino que en el destino, son los medios los que justifican el fin. Durante días, semanas o meses, no necesitas más que lo que llevas a cuestas
" (del artículo: "Con la casa a cuestas", revista: Bike Rutas, Nº 4, 1999)

1 mar 2025

Senderismo Portugal - Día 1: Rota do Carvão - Ruta del Carbón (PR4-Manteigas, Serra da Estrela).

Para nuestro primer día, dentro de la escapada de tres días en Portugal por la Sierra de la Estrella y alrededores, la ruta que teníamos prevista era bastante completa a nivel físico y también a nivel de vistosidad por los diferentes tipos de paisajes que atraviesa.

El recorrido de la ruta era de algo más de 22 km con un desnivel cercano a los 1000 metros, así que estaba “bien despachá”, lo que obligó a madrugar porque teníamos además 40 minutos de desplazamiento en coche desde donde nos alojábamos hasta Manteigas.

De camino a Manteigas ya vimos muy desolado gran parte del trayecto como consecuencia del grave incendio que sufrió la Sierra de la Estrella en agosto del 2022.

Pocas ilusiones había puestas en cuanto a disfrutar de la ruta y es que las previsiones meteorológicas no eran las mejores precisamente, con pronósticos de lluvia y si bien es cierto que durante toda la noche estuvo lloviendo, desde que nos pusimos en marcha no cayó una gota aunque eso sí, llegando a Manteigas ya veíamos todas las sierras que la rodean cubiertas de nubes y aquello no tenía pinta de que fuera a cambiar, así que si no teníamos lluvia tendríamos niebla, o quizás tuviéramos las dos cosas, pero en la mente de todos estaba la desagradable experiencia del año pasado justo por estas fechas en la Sierra de Gata, cuando nos llovió a mares y tuvimos que soportar además, el gélido viento y hasta el granizo en la zona del Jalama y durante el descenso, con una sensación térmica que se desplomó...en fin, que estábamos viendo que podía pasarnos lo mismo, así que en el mejor de los casos y puestos a no disfrutar de la ruta, mejor la niebla que  la lluvia y el viento en la parte alta de la sierra.

Mi idea era aparcar cerca de las instalaciones deportivas de un campo de fútbol, porque si salíamos desde el propio Manteigas, tendríamos un tramo de ida y vuelta de asfalto… pero al final, unos por otros el caso es que acabamos dejando los coches en un parking público de esta localidad, lo que supuso hacer un kilómetro y medio más extra a la ida y lo mismo a la vuelta, callejeando primero y tomando después la carretera que sube a Penhas Douradas.

El tramo de inicial por asfalto es el típico de carretera de montaña, con un trazado muy sinuoso, quedando rápidamente la carretera engullida por una masa boscosa en la que si ya en circunstancias normales reina la umbría, en días como hoy, con el cielo completamente cubierto y las nubes agarradas a la sierra, introduciéndonos de lleno en el tenebroso mundo de las nieblas, aún lo era mucho más.

Tras un par de kilómetros desde Manteigas, en una curva cerrada, dejamos la carretera para adentrarnos por un camino, por desgracia ahora asfaltado, en un maravilloso bosque de robles melojos (Quercus pyrenaica), idílico, con humedad y frondosidad rezumando por todos lados, musgo y hojarasca de tonalidades ocres, delgadas cascadas de saltarinas aguas que se desploman ladera abajo… la lástima es que la niebla es cada vez más densa y a penas podemos ver más allá de 20-30 metros, por no hablar que el asfalto desluce, que bien pareciera que estamos dando un paseo por el pueblo en lugar de una ruta de sierra-montaña.

Al llegar a la altura de una antigua casa de piedra utilizada por los guardas forestales de este bosque de robles, es cuando por fin dejamos el continuo asfalto. Esta coqueta casa, hoy restaurada, no se si es utilizada como refugio o como centro de interpretación, porque mucha cartelería en los alrededores pero la verdad es que se ve muy cerrada, con poco uso, no se si estaré equivocado pero es mi percepción.

Aquí ya comenzamos a encontrarnos más frecuentemente con las marcas rojas y blancas de señalización de un GR, aunque también encontraremos las marcas rojas y amarillas del PR que estábamos realizando, más concretamente el “PR-4 MTG (ManTeiGas) – Rota do Carvão”.

Esta “Rota do Carvão” o “Ruta del Carbón” cuenta parte de la historia de Manteigas, y está estrechamente ligada al pastoreo, al centeno y al bosque, y recibe este nombre porque en la zona de mayor altitud, rondando los 1.700 metros, se producía carbón vegetal para su venta en la aldea mediante la quema de raíces de brezo, conocido popularmente como ‘borralho’.

En este punto es cuando comienza la subida larga, continuada, sin descanso, aunque se hace relativamente cómoda, sin grandes desniveles, pero también es verdad que casi la totalidad del desnivel positivo acumulado, que era de más de 900 metros, había que hacerlo en este tramo.

Desde la misma casa de los guardas forestales, parte un camino empedrado, estrecho, que rápidamente se empina, dentro de este oscuro bosque, sensación que se ve incrementada aún al vernos envuelto entre ese manto de niebla que hace que los compañeros que apenas van unos metros  por delante, aparezcan como figuras desdibujadas… no llovía, pero la humedad, tanto del entorno como de la persistente y densa niebla, calaba… así que teníamos que ir con los chubasqueros colocados.

A pesar de ser un recorrido en subida de varios kilómetros se hace llevadero y el entorno, el marco en el que nos encontramos, ayuda bastante, al menos en lo que tenemos más cercano, porque el resto es cuestión de imaginarlo.

Vemos algunos grupos bajando que han tenido que madrugar, algunos por sus mochilas y por la hora debe ser que están haciendo el GR en sentido contrario al que llevamos, otros en cambio, bajan corriendo, puede que entrenando para la carrera de montaña que estaba prevista para estos días entre Manteigas y Penhas Douradas.

Subimos a veces en largos zig-zag y en otras ocasiones en línea recta cortando en perpendicular la carretera serpenteante que lanza cerradas curvas de herradura, unas veces por camino empedrado, otras por camino de tierra, otras por una mezcla de piedras y tierra y en otras ocasiones por tramos de senda.

Al llegar a la zona del antiguo observatorio meteorológico de Penhas Douradas, acaba el tramo más exigente de subida, aunque todavía tenemos que seguir ascendiendo en un recorrido más cómodo.

"Este observatorio fue construido hace más de un siglo en 1882, a una altitud de 1388 metros para el estudio y pronóstico del clima de montaña, todavía en funcionamiento hoy. La condición única de Serra da Estrela en Portugal hace que el estudio del clima y la previsión meteorológica en la montaña también sea de interés científico. Incluso en montañas como Serra da Estrela, con una altitud máxima de solo 1993 metros, el clima es bastante inestable, por lo que requiere un cuidado especial".

En la parte exterior del recinto vallado donde se encuentra el observatorio, al llegar de nuevo a la carretera, hacemos una breve parada para un piscolabis, aunque esta zona es un poco más abierta y no hay zona de refugio, por lo que el viento se hace notar, algo normal al estar a más altura, y si a esto le unimos la humedad y la niebla tenemos que en apenas un cuarto de hora nos quedemos fríos y eso que veníamos con el calentón de la subida, así que no tardamos en ponernos en marcha de nuevo.

Avanzamos unos metros por la carretera y rápidamente la abandonamos a la izquierda, para seguir por un camino que se adentra en un bosque de abetos de Douglas o pinos de Oregón (Pseudotsuga menziesii) que nos lleva tras varios repechos hasta Penhas Douradas (Rocas Doradas), más concretamente a la Casa da Fraga, junto a la carretera.

La búsqueda de lugares de tratamiento de la tuberculosis llevó a la construcción de casas que marcan el paisaje natural de las montañas y, en particular, de Penhas Douradas. Uno de los ejemplos de estas viviendas es la Casa de Alfredo César Henriques, también conocida como Casa da Fraga. Tiene una arquitectura única, enmarcada en el paisaje natural, habiendo sido adaptada de elementos ya existentes en el lugar, como la piedra de granito.

Este montón de bloques de granito fue ingeniosamente utilizado para una casa construida en 1882 por Alfredo César Henriques de Santa Catarina, el primer tísico tratado con el buen aire de la altura (1.475 m). Fue curado aquí durante dos años por consejo de la doctora Sousa Martins y se cree que fue el origen de los restos de construcciones en los alrededores que se convirtieron en el balneario de montaña “Penhas Douradas
.

Aquí hacemos una breve parada para reagruparnos y seguir posteriormente avanzando en ligera subida por carretera durante unos metros, para abandonarla al girar a la izquierda, cogiendo una pista asfaltada muy deteriorada que se acaba convirtiendo más adelante en amplio camino de tierra, dejando a un lado el mirador de Fragão do Corvo, con vistas al valle del Zêzere y a Manteigas, pero decidimos con buena lógica, obviar el trayecto de ida y vuelta hasta dicho mirador porque no íbamos a ver absolutamente nada.

Cuando el asfalto descarnado deja paso al amplio camino de tierra, desaparece cualquier rastro de masa arbórea y entramos en una zona de altiplano, entorno a los 1480 m. de altitud, más llana, completamente abierta, con el embalse de Vale do Rossim a nuestra derecha, aunque no lo vemos, en un tramo insulso y aburrido.

Al avanzar y tomar la dirección al Vale das Éguas (Valle de las Yeguas) el camino-pista amplio va desapareciendo, pero seguimos en un entorno abierto, sin apenas vegetación, donde aparecen brotar del suelo como si fueran setas, diferentes estructuras a modo de bolos graníticos, superpuestos algunos, aunque en los waypoints marcados en el track nos indican panorámicas o curiosidades formadas por la agrupación de rocas, no vemos absolutamente nada, así que avanzamos hacia delante, sin parar, porque en esta zona de altiplano, ya a bastante altura, el viento arrecia y la temperatura se desploma, así que hay que abrigarse, tirar de guantes y bragas, porque allá arriba sí se notaba con creces la sensación de frío, menos mal que íbamos preparados.

Más adelante el camino se estrecha y aparece flanqueado por la típica vegetación de montaña como piornos, cervunal o brezos, espolvoreados de nieve, al igual que el camino aparece salpicado de manchas blancas producto de la nieve caída y que aún permanece, casi convertida en hielo, a pesar de la lluvia nocturna.

Tras una sucesión de tramos llanos y repechos, en un recorrido algo más interesante y entretenido, el camino aparece cubierto por un manto blanco que contrasta con el verde de piornos de los alrededores. A los lados del camino emergen entre la capa de apenas un centímetro de nieve los Narcissus pseudonarcissus, contrastando su típico color amarillo con el blanco nieve.

Así llegamos al punto más alto del recorrido, casi 1.700 m., junto al vértice geodésico del Curral dos Martins, con poco más de la mitad del recorrido hecho, en una especie de explanada cubierta de nieve, quizás la parte donde hay más nieve.

Al igual que en el mirador anterior, ni siquiera nos planteamos acercarnos al vértice geodésico, porque para no ver nada mejor seguir adelante y no pararnos para no coger frío.

A partir de aquí, el camino se transforma en una senda muy surcada, horadada por los torrentes de agua que acaban deshaciendo la nieve y convirtiéndola en auténticos riachuelos, imposible que botas y pantalones no se empapen de agua.

Apenas un kilómetro antes de llegar al Curral dos Martins, nos habíamos encontrado con un par de alemanes que no sabíamos muy bien qué recorrido estaban haciendo porque estaban realizando un trazado muy errático, así que acabamos coincidiendo con ellos en varias ocasiones en una corta distancia, caminando junto a nosotros en algunas ocasiones, desviándose/perdiéndose en otras, apareciendo después…

Llegamos a uno de los hitos marcados en la ruta, la Talisca de Mestra, una enorme grieta en la roca, profunda y alta, que la corta en dos formando un estrecho, alto y profundo pasillo que puede cruzarse para llegar directos a Nave da Mestra, pero con la niebla apenas teníamos visibilidad y solo veíamos la parte inicial de la grieta, sin saber que había más allá o si se podía cruzar, así que preferimos dar el pequeño rodeo, siguiendo el track que teníamos.

Talisca de Mestra

El rodeo que se da es corto, unos 500 metros, para llegar a nuestro siguiente objetivo, la Nave da Mestra (también conocida como la Nave da Barca,  debido a un gran bloque de granito en forma de barco), una especie de pradera con pastizal que haría las delicias del ganado, encharcada en unos sitios y salzonada de pequeños neveros en otros, sobresaliendo entre el pastizal los narcisos, Narcissus pseudonarcissus muchos más abundantes en esta zona. A la izquierda una larga línea de roca granítica, e incrustada en ella, aprovechando una especie de cueva, se encuentra una antiguo refugio que en su tiempo fue utilizado por pastores, ya que esta zona de pastos sería ideal para el ganado, y más adelante en el tiempo, por montañeros y senderistas, como era nuestra idea, con el fin de protegernos del gélido viento que soplaba y aprovechar para comer que ya iba siendo la hora.

Refugio de Nave da Mestra.

Dicen, cuenta la leyenda, que “en 1910 la familia Matos Preto mandó construir allí una casa para pasar las vacaciones de verano. Sin embargo, la verdadera intención de la casa era, mucho más que el simple propósito de ocio familiar, servir de refugio para reuniones clandestinas contra el régimen, incentivadas por el juez José Pereira de Matos… con misterios por resolver y leyendas por confirmar, lo cierto es que la casa estuvo abandonada y, durante muchos años, sirvió de refugio a pastores y rebaños, que disfrutaban de la tranquilidad de esta meseta a 1.700 metros de altitud, rodeada de enormes rocas”.

El refugio estaba cerrado, pero la ventana estaba abierta y podíamos entrar por ella, pero cuál fue nuestra sorpresa cuando vimos que el interior del refugio-cueva estaba completamente anegado de agua que supongo, se había filtrado por la roca y al no tener salida lo había anegado, con unos 50 cm en algunos sitios... un pequeño traspiés, con lo que tuvimos que comer de pie, rápido y casi pegando tiritones… menos mal que por lo menos llevábamos la bota de vino…

Breve parada para comer de pie, entre la niebla y el suelo salzonado de nieve.

No hicimos mucha parada, aunque el lugar en otras circunstancias, era ideal para tomarse el almuerzo con calma y tras unos momentos de indecisiones para volver a buscar la senda entre el pastizal, finalmente damos con ella y ya sin problemas el resto del recorrido.

Desde Nave da Mestra, los siguientes dos kilómetros y medio, aproximadamente son por sendas convertidas en regueros de agua o tramos de caminos estrechos e irregulares, descendiendo suavemente, pasando por la Lagoa do Perdigueiro (Laguna de Perdiguero), que apenas estaría a unos metros a la derecha del camino, y digo ‘estaría’, porque pasamos junto a ella y ni siquiera nos dimos cuenta por la escasa visibilidad.

Al mal tiempo, buena cara… y así, cuando en algún que otro sitio nos avisaba el track de que estábamos pasando por algún waypoint desde donde se divisaban buenas vistas del valle glaciar con Manteigas al fondo, ya teníamos que echarnos a reir porque el espeso velo blanco de la niebla impedía ver más allá de unos cuantos metros.

No nos estaba lloviendo, ni nos llovió en toda la ruta, algo que fue un alivio, porque al menos pudimos realizar el recorrido de forma más cómoda, pero en cambio, la niebla nos imposibilitó disfrutar de las vistas y del entorno.

No nos llovió, los Dioses en sus altas moradas decidieron dejar de llorar y por tanto, dejaron de ofrecernos sus constantes y abundantes lágrimas como había ocurrido durante toda la noche, pero parafraseando al gran José Saramago, dejaron el llanto y las lágrimas con las que nos colmaron por la noche, para cambiar de súbito al amanecer y ponerse a hacer una limpieza profunda en sus moradas, barriendo a conciencia y sacudiéndonos el polvo, que al caer entre los meros mortales se convierte en esta espesa niebla que nos impide disfrutar de todo lo que nos rodea.

Pasado el tramo de 2,5 km, el desnivel cambia considerablemente, la senda estrecha serpentea en cortos zig-zag comiéndose rápidamente metros y metros de desnivel, e introduciéndonos poco a poco entre la arboleda, en el bosque, síntoma de que íbamos perdiendo altura en un corto trayecto, unos 400 metros en apenas 2 km en los que realmente disfruto mucho de la bajada, aunque los que vayan con las bisagras (rodillas) algo cascadas igual no disfrutan tanto.

Este tramo termina cuando la tortuosa senda desemboca en un amplio y cómodo camino que tomamos a la izquierda encontrando en los primeros metros un puente por el que cruza el agua que baja barranco  abajo, con abundante y ruidoso caudal, con todas las rocas de alrededor cubiertas del intenso verde del mullido musgo.

En el puente hacemos una parada para el reagrupamiento, esperando a los que vienen bajando con más precauciones.


Parada junto al puente para reagruparnos.

A partir de este primer puente, vamos saliendo del infierno blanco y vamos viendo Manteigas al fondo y el valle a la derecha, síntoma de que ya hemos realizado la mayor parte del descenso. Tan solo restan cuatro kilómetros desde ese punto por camino cómodo y en muy suave descenso hasta llegar al punto de inicio de la ruta según el track, pasando por otros puentes y casas de guardas forestales, unas en semi-ruinas y otra restaurada.

Otro de los puentes por el tuvimos que pasar en este último tramo hasta Manteigas, dentro de un tramo de camino cómodo, lleno de musgo y frondosidad desbordante, como se puede ver también en la siguiente foto.

Una vez que hemos realizado la mayor parte del descenso y hemos perdido altura, dejamos atrás la boina de niebla que cubre la sierra y podemos tener vistas de Manteigas al fondo.

Ya solo restaban para terminar esta ruta completa, al menos a nivel físico, porque ver hemos visto poco, algo menos de dos kilómetros por carretera, que vamos recortando bajando en perpendicular y en línea recta, para terminar llegando al parking donde teníamos lo coches.

Antes de emprender el camino de vuelta a Belmonte, nos acercamos a una cafetería para tomar un café en una tarde fría en  Manteigas, aunque ni por asomo lo que hemos pasado arriba, para relajarnos un poco y calentar el cuerpo.

Sin duda, una ruta que me gustaría realizar en otra ocasión para intentar disfrutar por completo, a pesar, del tramo inicial por carretera  y por pista asfaltada, que es lo que menos me ha gustado.

El track de referencia que hemos seguido podéis consultarlo en ESTE ENLACE.

Podéis visualizar las fotos que aparecen en esta entrada a mayor tamaño y resolución haciendo clic AQUÍ.

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