Dentro de nuestra estancia en la Montaña Palentina, el domingo, segundo y último día que dedicaríamos para intentar ver de nuevo al oso pardo, nos desplazamos a otro lugar distinto al del día anterior, en esta ocasión en la zona de Brañosera.
Foto de parte del grupo controlando el valle en busca del oso pardo que al final no apareció, justo en el momento en que el sol comenzaba a hacer acto de presencia -[Foto cedida por los compañeros].
A diferencia del día anterior, en el que prácticamente era bajarnos del coche y a escasos 20 metros colocábamos nuestro punto de observación, en esta ocasión los vehículos nos dejarían a escasos mil metros del lugar donde nos colocaríamos, aunque este corto trayecto es en subida y cargando con las mochilas y los teles, porque hay que subir a una pequeña cima y bajar unos metros por el otro lado, para tener las vistas al otro valle, más cerrado, pero también un poco más profundo, y en el caso de ver al oso lo veríamos más cerca que el día anterior.
Comenzamos a andar casi en penumbras, con las primeras luces del alba, pero una vez arriba, pudimos disfrutar de un bonito mar de nubes que quedaba bajo nuestros pies, sobresaliendo de él los picos de algunos montes cercanos, puro espectáculo mientras iba abriendo la mañana con los primeros rayos del sol naciente que durante unos instantes incendiaron el cielo tiñéndolo de tonos rojos y anaranjados, mientras las nubes quedaban por debajo inundando los valles aledaños.
Temíamos que las nubes entraran en el valle que teníamos que controlar desde nuestra privilegiada posición en las alturas, y aunque finalmente éstas no entraron lo cierto fue que la 'espera' resultó infructuosa, una lástima porque todo estaba “a pedir de boca”: el sitio, la cercanía y una mañana de sol radiante en las alturas, con algo de fresco pero sin sensación de frío, gracias en parte a que no soplaba el viento, aunque los valles de los alrededores se encontraban bajo el mar de nubes, bajo un cielo sembrado de nubes de algodón.
No pudimos observar al oso pero si disfrutar de un amanecer muy bonito en la montaña, a unos 1.800 metros de altura, así que al final, de las tres “esperas” que realizamos, sólo en la primera del día anterior tuvimos la suerte de ver al oso, fue un “llegar y topar”, así que en general estamos satisfechos, no sólo por haberlo visto, sino porque hemos podido disfrutar de unos bonitos amaneceres en la montaña, con una buena temperatura en comparación con el frío que pasamos el año anterior, y como siempre, de unas jornadas de campo y naturaleza que siempre resultan gratificantes y enriquecedoras.
¡¡Amanece, que no es poco!!... como en la película surrealista de José Luis Cuerda, y bajo nosotros, mientras se despereza el sol, el típico mar de nuebes - [La foto primera de amanecer es de mi compañero José A. Román]
Pasadas las diez o diez y media de la mañana decidimos terminar la “espera”. De regreso a los coches, ahora en bajada y sin prisas, paramos para hacer las típicas fotos posando con el mar de nubes detrás de nosotros.
En la bajada hacia donde estaban los coches y ahora a plena luz del día, pudimos ver que los prados por los que íbamos pisando estaban cubiertos de la típica Merendera montana o Quitameriendas (Colchicum montanum), había tantas que era complicado hasta esquivarlas para no pisarlas, algo que no siempre conseguía. En este tramo es donde vemos también algunos ciervos con sus cervatillos correteando...
Al llegar a los coches, hacemos una pequeña parada para un piscolabis, antes de proseguir dando un paseo adentrándonos en zonas de escobas y piornos, con el objetivo principal de observar a un bello pájaro como es el pechiazul.
Durante este paseo pudimos observar varias aves como son:
- Águila real (Aquila chrysaetos), a ésta con algo de dudas.
- Busardo ratonero (Buteo buteo).
- Collalba gris (Oenanthe oenanthe).
- Gavilán (Accipiter nisus).
- Halcón abejero (Pernis apivorus).
- Ruiseñor Pechiazul (Luscinia svecica).
- Tarabilla común (Saxicola torquatus).
- Tarabilla norteña (Saxicola rubetra).
Y además, en la aproximación al punto de observación pudimos observar en mitad del camino al Chotacabras (Caprimulgus europaeus), hasta en dos ocasiones, cuando aún era de noche, con las luces del coche.
Al regresar de nuevo a los coches y mientras estábamos dejando el material en ellos, pudimos ver una manada de caballos bajar muy alegremente al trote.
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