Mañana de Domingo de Ramos y previsiones de lluvia, en teoría a partir de las doce, por la zona de Puebla del Maestre que es donde estaba prevista la ruta senderista de hoy en el calendario ASTOLL. No era el mejor día, pero como no me ido de vacaciones y las previsiones climatológicas para los próximos días tampoco son las mejores como para hacer una escapada para disfrutarla a tope, me decidí por acompañar a ASTOLL en su ruta de hoy, y que como viene siendo habitual desde hace unos seis años, organizan nuestros propios compañeros de Puebla del Maestre, agasajándonos al término de ella, con un rico arroz con liebre, de ahí que a esta ruta por esta zona, que ya es un fijo en el calendario, se la haya bautizado como la “ruta del arroz con liebre”, independientemente de que cada año cambien el recorrido nuestros anfitriones: José Manuel y Manolo, a los que se les unen sus respectivas mujeres en las labores de la preparación de la comida y también en la caminata, y además, este año han tenido aliados, Fina y Enrique, dos nuevos socios de ASTOLL, vecinos también de esta localidad y que están muy activos desde el inicio de temporada.
Como siempre, el punto de reunión era el Bar Soga, en Llerena, a las ocho, y ya durante el recorrido hasta allí desde Zalamea llovía intermitentemente. Tras el reagrupamientos en coches, puesto que el inicio de la ruta está a menos de 90 km y por tanto para este tipo de rutas no hay autobús, partimos hacia La Puebla del Maestre, localidad cercana a Llerena, aunque de nuevo durante este corto trayecto, cae un poco de agua.
Ya en la plaza, y tras los saludos iniciales con nuestros anfitriones, nos vamos hacia el punto de inicio de la ruta y haciendo caso omiso de las predicciones meteorológicas, comienza a llover de lo lindo, y aunque ya estábamos con los chubasqueros puestos y fuera de los coches, el personal, un grupo hoy integrado por unas treinta personas, no andaba muy por la labor de comenzar, aunque por mi hubiéramos salido en ese momento, porque después de haberme levantado a las seis de la mañana, hacer 70 km en coche hasta Llerena, más los restantes que me quedaban para el regreso, no hacer la ruta y sólo quedarnos a comer, no era precisamente algo que me ilusionara.
Al final nos dimos la vuelta otra vez, hacia el pueblo, tomaríamos un café y esperaríamos a que cesara la lluvia, para hacer otra ruta alternativa a la prevista...
Fue curioso, prácticamente llegar al pueblo y la lluvia comienza a amainar, así que el tiempo justo para tomar un café y ponernos en marcha, en principio para hacer una ruta corta, en las cercanías del pueblo, por si acaso comenzaba a llover, pero como la lluvia nos fue respetando, exceptuando algún tramo donde caía el típico “engañabobos”, la ruta se fue alargando hasta llegar a los 14 km, en un recorrido, que sin ser el que estaba previsto, resultó muy entretenido, sobre todo al salir del pueblo y dejar atrás los olivares, adentrándonos en zona de dehesas, de montes, de cerros suaves, de encinas bajo un manto verde (aunque como el tiempo siga en la misma tónica que hemos tenido durante este invierno que hoy se nos va, dudo que dure mucho tiempo con este verdor que aún se ve). En ocasiones frente a nosotros, al fondo, la Sierra de San Miguel, y también se divisa Reina y su alcazaba, aunque con las nubes sobe la sierra no se vea ésta.
En una de los llanos sin arboleda por los que pasamos, nos encontramos esta curiosa construcción, donde una especie de socavón deja al descubierto una doble arcada de ladrillo que sostiene el brocal de este "pozo"..
Bajamos, tras sortear una zona con numerosas vacas que por momentos parecían amenazantes, hacia una zona donde se tienen buenas visas del río Viar, con escaso caudal por la falta de precipitacones. En este punto fue donde aprovechamos para hacer una pequeña parada y tomar un pequeño piscolabis, antes de continuar nuestro entretenido recorrido, muy adecuado para la práctica del senderismo, por sendas, caminos, llanuras y sorteando alguna que otra alambrada.
Panorámicas junto al rio Viar...
El último tramo fue interesante, caminando por el antiguo “camino de Llerena”, caminos antiguos, de los que gustan, caminos públicos, aunque ahora venidos a menos por su poco uso y tránsito, lo que desde otro punto de vista, los convierte en ideales para la práctica del senderismo. Camino en ligera subida, flanqueado por paredes de piedra y tapias semiderruidas, con firme de piedras y hierba, que hacen que en ocasiones el camino se cierre y más que camino transitemos por sendas, en la que a veces paramos para hacer una y otra foto de grupo, que todos quieren tener de recuerdo (me da la impresión que en hay veces que más que ir de senderismo parece que estamos en un desfile de moda con tanta fotito y tanta pose) y otras veces, porque me encuentro por primera vez este año, con las orquídeas, en este caso, a la derecha del camino, en una especie de terraplén, una zona donde están naciendo un grupo de Orchis papilionacea (también llamadas Anacamptis papilionacea, orquídea mariposa, lirios rojos o hierba del muchacho) y por supuesto, parada para fotografiarlas. Antes, en una llanura algo más abierta, justo en el camino, también encontramos algunas criadillas a flor de tierra...
El final de esta suave subida, en este tramo de camino antiguo, termina después de dejar a nuestra izquierda, a unos 10 metros del camino, la “Encina de las Reliquias”, otro de los árboles singulares de Extremadura, y ésta además, tiene premio, porque viene con leyenda incluida:
“El Relicario (*) vino a esta villa sobre una mula por el camino de Llerena. Entonces no había coches, ni este pueblo tenía carreteras. Después de recorrer la distancia que media entre estos dos pueblos, por un atajo sinuoso y difícil, entre montes con recias encinas y paradas laderas, llegaron a un lugar llamado -El Puerto de Llerena- donde se había concentrado el vecindario para recibirlo. Este lugar dista unos tres kilómetros del pueblo.
Bajando de la mula el cajón que contenía el Relicario, allí mismo es desembalado y colocado, por primera vez, sobre el recio tronco de una encina. Como si el Relicario quisiera ya tomar posesión, y para siempre, del paisaje y el alma de este pueblo, mezcla de tozudez y suavidad, nacido entre anchos olivares e innumerables encinas.
Cuando el pacífico animal le quitaron de encima su preciada carga cuentan que cayó al suelo, muriendo de repente.
Todavía existe la encina sobre cuyo tronco descansó el Relicario. Nos cuentan que por algún tiempo esta encina dio su fruto con una pequeña custodia grabada en su cáscara en forma de Relicario. Desde entonces este lugar se llama el -Cerro de las Sagradas Reliquias-".
(*) El Relicario contiene una espina de la corona que le pusieron al Señor, un trozo de manto púrpura que pusieron a Jesucristo para burlarse de El, un trozo de esponja con la que le dieron a beber vino y vinagre, un trozo de cordel con el que ataron al Señor y lo más importante: el lignum Crucis o trozo de la Cruz del Señor. La primera de estas Sagradas Reliquias, se encuentra situada dentro del viril sobre una cruz de plata. Las restantes se encuentran alrededor de la citada cruz en unos soportes de forma estrellada (más información sobre la historia de estas reliquias y cómo llegaron hasta esta localidad, en este enlace).
Aunque la mayoría del grupo siguió hacia delante, unos cuantos nos acercamos a esta singular y magestuosa “media” encina para hacer algunas fotos, y digo bien, “media” encina, porque la otra media desapareció, no queda nada, y aún así, resulta gigantesco, pero a la vez vulnerable, porque parece desafiar las leyes de la física, resultando casi incompresible como puede la mitad de este tronco soportar todo el peso del árbol que además bascula sólo hacia un lado... Son 15 metros de altura y 14,2 m. el diámetro de la copa de este árbol... lo que no entiendo es poque no le ponen unas muletas como a otros árboles que tienen esta catolagación, con el fin de ayudarle a soportar el peso, porque de lo contrario, me da que más pronto que tarde, el tronco que queda cederá al no poder con el peso de todo el árbol....
Últimamente, las rutas que he hecho están abonadas a ver y a hacer un repaso de los árboles singulares de Extremadura: el bosque de “loros” en la Ganganta de la Trucha y los “Castaños de Calabazas”, en los Ibores, y ahora esta gigantesca encina.
Al culminar la subida, ya tenemos frente a nosotros, algo a la derecha, las vistas del pueblo, sólo queda un corto tramo de descenso suave hasta llegar a la carretera que une Puebla del Maestre y Trasierra y por ésta, continuamos durante medio kilómetro aproximadamente, hasta la entrada de la localidad.
Finalizada la ruta, y como es habitual en nuestros compañeros de Puebla del Maestre, como he comentado al principio, nos tenían preparado el arroz con liebre, cochinillo y postres, a lo que había que sumar las viandas y postres que también trajeron otros compañeros para colaborar en esta comida, punto culminante de este día y de esta ruta, donde al final la lluvia nos ha respetado, y donde hemos podido disfrutar del “buen rollo” que hay en este grupo.
Ya en el bar, mientras comíamos, y en la vuelta a casa, lluvia... ahora que llueva todo lo que quiera y más...
Sólo me queda felicitar a mis compañeros de Puebla del Maestre por la ruta y por la comida que nos han brindado.
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