Tenía mono de ruta. El fin de semana anterior se frustró mi salida y este domingo casi que vuelve a pasar lo mismo si no hubiera sido por el plan-B, porque mi idea era hacer la ruta de Guadalcanal-Llerena con ASTOLL, aunque ya la había hecho años atrás, pero es una ruta con solera y hay muy buen ambiente al término de ella, pero por la famosa ley de Murphy, el sábado a la hora de acostarme, surgió un “problema casero” que me entretuvo hasta las dos de la madrugada, y se había quedado en Llerena a las siete de la mañana, con lo que entre el desplazamiento y levantarse antes para desayunar, implicaría dormir poco más de tres horas, así que me aferré al plan-B, una ruta a la que también le tenía ganas después de que el año pasado, por Semana Santa, nos la comentaran cuando estuvimos haciendo la travesía por los Ibores y las Villuercas, y lo bueno que tenía esta alternativaes que no tenía horarios fijados ni nada por el estilo, por que iba a ir sólo, y tampoco era un desplazamiento muy largo, en torno a una hora y cuarenta minutos, con lo que podría empezar más tarde, sobre todo porque los pronósticos meteorológicos eran muy buenos y las tardes se pueden aprovechar un poquito más.
La ruta prevista no era otra que una circular con inicio y fin en Castañar de Ibor, con dos partes diferenciadas: una primera con una ruta corta y perfectamente señalizada, hacia los Castaños de Calabazas, una formación de castaños declarada como “Árbol Singular de Extremadura”, y continuando hasta la “Chorrera de Calabazas”; y una segunda parte, la más larga y dura de la ruta, con menos glamour, aunque con muy buenas panorámicas desde algunos puntos, pero sin señalizar, nada de nada, aunque el que quiera puede descargarse el track de la ruta que está colgado en wikilock.
A la entrada en Castañar de Ibor se encuentra el Bar-Hostal “Sol y Aire”, ya conocido porque fue en él donde nos quedamos a dormir el año pasado en Semana Santa al término de la primera etapa de nuestra travesía por esta zona (Fresnedoso-Castañar de Ibor-Río Viejas-Guadalupe), y porque justo frente a él, cruzando la carretera, en una curva que hace ésta, es donde sale el camino del tramo inicial de esta ruta, con un cartel indicativo donde se describe este primera parte, de 3,7 km hasta la zona de los “Castaños de Calabazas”, a lo que hay sumar otro kilómetro o algo más, hasta la “Chorrera”.
Aparco junto al bar-hostal, desayuno por segunda vez, y a las 11 de la mañana comienzo la ruta, tarde, muy tarde, pero tenía el resto del día por delante y no tenía prisas.
Esta primera parte del recorrido es un paseo delicioso, un paseo bucólico, por camino en suave subida en mitad de un bosque de castaños, la lástima es que no sea otoño para disfrutar del colorido de este bosque y de lo que me esperaba más adelante, o primavera, para ir a la sombra del manto verde de sus hojas y el trino de los pájaros, pero “tengo pocas balas en la recámara” y tengo que aprovechar la ocasión que se me presente para utilizarlas, no puedo esperar a que venga la mejor época para hacerla porque en mi caso nunca se sabe, así que tendría que aprovechar para disfrutar de la ruta en un día de finales de invierno, aunque estupendo a nivel climatológico, con algo de frescor al principio, y más porque era parte de umbría, con el verdor de algunas huertas que aprovechan el agua del arroyo.
Justo cuando se dejan ya atrás las últimas huertas y desviaciones a la izquierda hacia el pueblo, adelanto a otros cuatro senderistas, aunque uno de ellos va muy renqueante y dudo que llegue muy lejos, más cuando ahora lo que toca es subida, suave, pero subida, hasta llegar al Puerto del Postuero (986 m., partiendo desde los 660 m. iniciales donde aparqué el coche, o lo que es lo mismo, poco más de 300 metros de desnivel en tres escasos kilómetros).
En la subida me encuentro varias bifurcaciones a la derecha, aunque ninguna de ellas es la que tendré en coger a la vuelta, porque el desvío está justo en la cima del puerto, también hacia la derecha, hacia el sur, porque desde que se inicia la ruta, se va prácticamente en línea recta, en dirección este.
Este primer tramo de apenas tres kilómetros, como he comentado, transcurre íntegramente por un bosque de castaños, y donde según rezaba el panel informativo, es fácil encontrar orquídeas, al menos en primavera, porque la verdad es que por mucho que miraba a un lado y a otro, lo único que veía era a lo sumo, herrerillos y carboneros, cuyo hilo musical me llevaba entretenido todo este primer tramo señalizado, además de poder ver y escuchar al pico picapinos (el pájaro carpintero, o uno de ellos, para que nos entendamos), con su pico-taladro particular, haciendo agujeros en los troncos de los árboles....
Una vez que se llega al Puerto del Postuero, lo que sigue es un descenso suave, algo más brusco al principio pero muy suave después, en medio de otro bosque, donde los castaños han sido sustituidos por un rebollar, o sea, por un bosque de robles melojos (Quercus pyrenaica), sólo hace falta ver en el suelo sus hojas ocres lobuladas que lo delatan fácilmente, una pena no poder ver esto con el colorido especial del otoño, pero es lo que hay.
Al poco de pasar una pequeña praderita se llega a la zona recreativa o zona de interpretación de los “Castaños de Calabazas”, donde el primer castaño que nos recibe no es otro que el célebre “Castaño del Postuero”, todo un señor castaño con 17 metros de altura, 8 de perímetro y unos 700 añitos de nada en cuanto a su edad, y parece ser que recibe su nombre de un topónimo que hace referencia a las antiguas plantaciones frutales (castaños y manzanas), que desplazaron el robledal original.
Castaño del Postuero
La zona es bien bonita y bien merece una parada para observar los alrededores, y de paso, leer el panel informativo: “Situados en una de las zonas de mayor belleza paisajística de los Ibores, los Castaños de Calabazas forman un conjunto de 17 castaños centenarios (Castanea sativa) y un quejigo (Quercus faginea) de gran belleza, conocido como -El Quejigo de la fuente-”.
A partir de aquí el camino desaparece, y sigo por una estrecha y tortuosa senda, junto al arroyo Calabazas, que queda a mi izquierda, con el suave ronroneo de sus aguas, y lo de suave es por su poco caudal, lo que me hace pensar que la chorrera va a tener poca agua, tal y como me imaginaba, después de este periodo invernal donde las lluvias han escaseado. La senda curvea al igual que el arroyo, esquivando a los castaños centenarios que la flanquean, y que ahora desnudos de su vestimenta primaveral, con sus altos y gruesos troncos y sus largas y fuertes ramas, bien se asemejan a los "ents", como Bárbol, en el Señor de los Anillos, esos árboles que se mueven, pastores del bosque, o también se pueden asemejar a esos enormes gigantes que el Quijote creyó ver en lugar de molinos, y puesto a imaginar, la verdad es que este tramo envuelto en niebla y con mas humedad debe ser espectacular, fantasmagórico, sólo haría falta que de cualquier curva, entre la niebla, surgiera el “jinete sin cabeza (Sleepy Hollow)”... en fin, imaginación al poder...
Este tramo de senda, tiene otro ecosistema, y ya van a ser tres en apenas cinco kilómetros. Primero el bosque de castaños, después el bosque de robles melojos y por último, una zona donde se alternan, quejijos, encinas, castaños, enebros, y hasta el reencuentro con algún loro aislado (Prusus lusitánica), además de brezos y retamas, con un paisaje menos abierto, que va encajonándose, y donde en algunos claros se observan los clásicos “melonares” o “pedrizas” de las Villuercas, aunque para el mundo senderista, quizás el más conocido es el “melonar” de la ruta de Isabel la Católica.
Tras cruzar en un par de ocasiones el hilo de agua que lleva por caudal el arroyo, y entre dos farallones verticales que provocan un mayor estrechamiento de la zona, por fin llego, al cabo de unos cinco kilómetros, cortos en distancia pero muy entretenidos e intensos en tiempo, a la “Chorrera de Calabazas”, un salto vertical de unos diez metros con una pared cromática producto de la humedad, con los verdes en la parte baja, y los tonos negros y rojizos más arriba, pero agua, lo que se dice agua caer, poca, dos chorros por separados caen con parsimonia a un charco de aguas cristalinas, y por rebose, seguirán abriéndose paso entre canchales y piedras varias, hacia abajo...
Un lugar envuelto en vegetación, rodeado de paredes calizas, y donde el silencio y la tranquilidad te hacen disfrutar de entorno... lástima que no esté en su plenitud la chorrera... pero es lo que toca.
Me he entretenido bastante en este corto tramo, así que ahora retrocedo sobre mis pasos, aproximadamente kilómetro y medio hasta llegar de nuevo al Puerto del Postuero, donde cojo el camino que ahora me queda a la izquierda, dirección sur, con el robledal a la izquierda y una pared de piedra a la derecha del camino, por donde asoman alguna que otra lagartija para tomar sus baños de sol y a las que intento fotografiar, pero no hay manera de que posen para mi, están muy activas las joias...
Continuo camino, dejo una bifurcación a la derecha y cuando veo una segunda bifurcación hago lo mismo, pero me equivoco y salgo al robledal donde el camino desaparece por completo y tengo que darme la vuelta... al final un kilómetro extra...
Cojo ahora el camino que salía a la derecha y comienza a ascender progresivamente hasta llegar a un nuevo desvío, con un camino-cortafuego en subida que sale a la izquierda, aunque yo tengo que que seguir recto, ahora en una subida más pronunciada y con firme con peor huella, piedras pequeñas y arenisca que hacen que no agarren bien las botas y por si fuera poco, el paisaje es más insulso, desparece la arboleda, el bosque de robles, y ahora los cerros se cubren mayoritariamente por matorral bajo, con algunas jaras donde ya se comienza a ver alguna flor, algo no de extrañar con este invierno tan templando que hemos tenido.
Se sigue subiendo progresivamente, ganando altura, no hay ningún falso llano para toma un respiro, y al hacer un giro brusco a la izquierda y tras cruzar un arroyo, comienzo el tramo más duro de la subida, prácticamente un cortafuego de unos 300-400 metros, en línea recta que parece no tener fin.
Al finalizar este tramo, el camino-cortafuego desemboca perpendicularmente en un camino que recorre toda la cuerda de la sierra, y donde tengo que girar hacia la derecha, ahora en subida suave, tranquila, que me lleva hasta el Collado de Juracao, desde donde ya se tienen muy buenas vistas de Sierra Viejas y de el valle en cuyas profundidades se intuye la presencia de Navalvillar de Ibor.
Después de contemplar las vistas que se tienen desde aquí, sigo en línea recta, en la misma dirección que traía, pero el camino desaparece entre la jara, aunque procuro seguir paralelo a una valla. Esto fue otro error, tendría que haber seguido el camino marcado, que aunque gira bruscamente a la derecha y después sigue en bajada, realmente lo que hace es rodear este collado por la derecha. Me di cuenta de este error cuando veo subir, en sentido contrario al mio, a otros tres senderistas que supongo vendrás de subir al Camorro, así que me dirijo rápidamente a este camino por donde se transita más cómodamente que intentando abrirme paso entre un mar de jaras. Este despiste no me supuso hacer ningún recorrido extra, pero sí me hizo perder algo de tiempo.
Bajo por este camino hasta llegar a un collado, en el cerro Alcornocoso, a los pies del Camorro del Castañar. Aquí tocaba tomar una decisión, ya que me había entretenido bastante, así que o seguía hacia abajo por un ancho camino-cortafuegos flanqueado a los lados por las típicas vallas de los cotos, o subir y bajar al Camorro antes....
Al final, ya que estaba allí y a saber cuando volveré, decido subir al Camorro de Castañar (1.150 m.), no creía que me llevara mucho tiempo y así fue. Tras unos metros claros, despejados, de subida, la falda del cerro pronto se cubre de matorral de monte bajo y aparecen muchos senderos o eso creo, así que sólo me dejo llevar, intento subir buscando el mejor paso, y al llegar arriba me intento orientar hasta que doy con el vértice geodésico, algo que no me cuesta mucho trabajo. Desde allí arriba, unas vistas muy buenas de Castañar de Ibor allá abajo, a mis pies, en las profundidades, mientras que más al norte aparecen las aguas del pantano, y más al noroeste, difuminada por una especie de neblina, la Sierra de Gredos, donde en sus cimas se aprecia algo de nieve, pero menos de la que esperaba.
El regreso lo hago más rápido, por el mismo sitio por el que había subido, y después toca la fuerte bajada por el cortafuegos, con terrero con muchas piedrecitas y por tanto con mal agarre, que ponen a prueba los frenos abs, pero sobre todo las rodillas...
En principio había que bajar poco más de un kilómetro, pero no sé por qué tenía metido en la cabeza que la bajada terminaba justo al llegar a la carretera entre Nalvillar y Castañar, así que me pasé la portilla por la que había que girar a la izquierda, y seguí bajando, fuerte bajada, hasta que el camino desaparece entre un jaral, aunque tengo la referencia de la valla a mi izquierda, a penas a 10 metros. Consulto el mapa y veo que me he pasado bastante del desvío, y el tiempo se echaba encima, ya las cuatro de la tarde, no sabía si seguir bajando por el otro lado de la valla, más despejado de retamas y jaras o regresar para seguir la ruta prevista.
Al final decido dar la vuelta, pero saltando la valla para subir por un tramo más despejado, aunque muy empinado, agotador.
Al llegar justo al punto donde tenía que haberme desviado a la izquierda, compruebo que no hay ninguna portilla, tan sólo dos troncos gruesos de árboles encima de la valla para hacer que esta pierda altura y pueda saltarse sin problemas, sin embargo, no veo ningún camino que siga dirección sur, y por más que miro y remiro, subo y bajo, no lo veo, pero tendría que estar según el mapa.
Me interno entre el matorral, jara principalmente, a la misma altura por la se atraviesa la valla, en perpendicular a ésta, en dirección sur, y tan solo unos diez o quince metros más adelante encuentro el camino que aparecía oculto, ¡menos mal, salvado por la campana!. A partir de aquí, aparentemente todo tendría que ser más fácil, por camino con buena huella y en bajada suave, aunque al principio da la impresión de estar deshaciendo lo andado, puesto que éste va paralelo al de bajada, salvo que en sentido contrario, dirección este, hasta llegar a una amplia curva que cambia el sentido, de nuevo hacia el sur, andando más relajado, entre arboleda, encinas, quejigos y alcornoques.
El camino desemboca en una pista, pero ni a derecha ni a izquierda, porque hay que atravesarla perpendicularmente y continuar en la misma dirección, en una bajada más pronunciada, sólo que ahora el camino se transforma en una senda estrecha, de apenas dos cuartas, flanqueada por “paredes” de jaras de más de un metro que en ocasiones acaban cerrando la senda y dificulta sobremanera la marcha, y mucho más aún cuando se hace un giro a la derecha para seguir bajando más, porque a la altura de una valla de nuevo la senda parece perderse, no se si podría seguir recto y dar con el camino antes del giro que hice, pero ahora lo único que hago es bajar entre jaras, matorral de monte bajo y arboleda, buscando los pequeños claros que me dejen avanzar lo más cómodo posible, hasta tener a bajo, frente a mi, la pista que lleva al puente nuevo de la carretera entre Navalvillar y Castañar, ahí es cuando bajo ya rápidamente en línea recta buscando salir de este mar de jaras.
Al llegar a la pista, ya sin problemas, aumento la velocidad de la marcha, siguiendo en paralelo al curso de la Garganta Salóbriga a mi izquierda, porque la verdad es que el último tramo, tanto de camino como la parte de la senda, he tenido cierta incertidumbre al ver que no podía avanzar todo lo rápido que hubiera querido, sobre todo porque la tarde se echaba encima y todavía quedaba un buen tramo para terminar, aunque al menos, las panorámicas en la bajada compensaban, buenas vistas del valle donde se asienta Navalvillar de Ibor, con el fondo de Sierra Viejas, aunque es en su otra vertiente donde se encuentra el río Viejas que da nombre a la sierra, ¿o es al revés?, da igual, el caso es que fue el que estuvimos remontando el año pasado en nuestra segunda etapa de travesía por esta zona.
Navalvillar de Ibor con el fondo de Sierra Viejas.
Apenas hora y media de luz para que la tarde se marche, así que tengo que cambiar de planes, y en lugar de seguir la ruta desde el puente, como estaba marcada originalmente, realizando un gran arco, o sea, un gran rodeo hasta llegar de nuevo a la carretera para después seguir más o menos paralela a ella por su izquierda, decido saltarme este tramo, coger la carretera en el puente y seguir por ella hasta el punto donde la ruta marcada acceda a la carretera, para después seguir el recorrido previsto dejando el asfalto, y así evitar dar un rodeo, donde no sabía muy bien que tipo de camino me esperaba, aunque creo que es pista, y aunque podría avanzar más rápido, es algo más de rodeo y no me quedaba mucho tiempo.
Las cosas del destino, sin esperarlo, mira tu por donde, unos metros antes de llegar al puente, por el que se supone tendría que pasar por debajo, hay una bifurcación, con un camino a la derecha marcado como el GR-118, o el camino del Jerónimos, y que en este tramo une a estas dos localidades, así que lo sigo, andando los primeros metros por un asfalto descarnado de lo que supongo antes sería la antigua carretera, para después seguir por camino que me acaba dejando en la carretera nueva, por la que hay que seguir unos 500 metros, y justo es en este tramo, donde también se une el recorrido que tenía previsto originalmente, así que poco después, a la izquierda, dejo por fin el asfalto y continuo por caminos hasta Castañar de Ibor, siempre con la cercanía y referencia de la carretera a mi derecha, coincidiendo tanto el recorrido propuesto como el GR.
Al final, acabo llegando a Castañar de Ibor sobre las 18:50 de la tarde, o sea, una media hora más o menos de margen antes de que se fuera la tarde, y con los “despistes”, al final han salido poco más de 25 km, cuatro más de los previstos inicialmente.
Dejo la mochila en el coche, y entro de nuevo en el bar a tomar un café, mientras hago un repaso mental de la ruta, de la que quedo indiscutiblemente con el corto pero bonito recorrido hasta la “Chorrera de las Calabazas”, por donde se pasan por bosques de castaños, bosque de robles, zona de árboles singulares de Extremadura con castaños centenarios, estrechamientos donde se mezclan quejigos, enebros, algún loro, brezos y castaños, salpicados con los claros de las “pedrizas” y la chorrera como guinda, aunque ahora esté escasita de agua. Del resto, me quedo con las vistas desde el Collado de Juracao y desde el Camorro, en el primero con las panorámicas de Sierra Viejas y el fondo del valle donde aparece Navalvillar de Ibor, y en el segundo con las vistas de Castañar de Ibor, del pantano y de la Sierra de Gredos al fondo, con parte de sus cimas nevadas... también es interesante el camino y la senda de bajada hacia el puente de la carretera, tanto por las vistas de Sierra Viejas y Navalvillar, como por la zona de la Garganta Salóbriga... pero al margen de estos hitos puntuales desde donde se tienen buenas vistas, me voy con la sensación de que no es para mi una “ruta redonda”, no me ha llenado por completo, excepto el primer tramo, y además, venía pensando en hacer esta ruta para proponerla en el calendario ASTOLL para otro año, pero lo cierto es que no es una ruta para hacer en plan masivo (con 40 o 50 personas), es más bien para hacerla con un grupo de amigos, y quizás, ahora que la conozco en más detalle, para intentar disfrutarla más, fijándome en otros detalles que por los problemas de tiempo se me hallan pasado...
Os dejo AQUÍ el enlace a las fotos de la ruta, con más resolución y comentadas.
Y aquí un pequeño vídeo de cinco minutos, sobre todo de la primera parte de la ruta, la zona de los "Castaños de Calabazas" y la chorrera:
Os dejo AQUÍ el enlace a las fotos de la ruta, con más resolución y comentadas.
Y aquí un pequeño vídeo de cinco minutos, sobre todo de la primera parte de la ruta, la zona de los "Castaños de Calabazas" y la chorrera:
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