El último fin de semana
de Marzo, 27 y 28 (domingo de Ramos) estuve junto a unos amigos de
Astoll haciendo una travesía que ya teníamos en
cabeza desde hacía tiempo y que en estos días se dieron las
circunstancias ideales para poder realizarla. La idea principal sobre
la que se vertebraba el recorrido previsto era la de recorrer todo el
valle del río Viejas, que se puede divisar desde parte
del trazado de la ruta de Alfonso Onceno, y cuya última
parte coincide con lo que teníamos previsto. Lo que nos faltaba por
decidir era qué recorrido haríamos antes de adentrarnos en el valle
del río Viejas, y estuvimos barajando varias
opciones, como la de hacer parte del recorrido circular de la ruta
del “Acueducto de las Herrerías” por la Garganta
de Descuernacabras, haciendo un recorrido entre Campillo
de Deleitosa y Robledollano, pero el amigo Boceta, el
encargado de la logística, nos dijo que no podía ser porque allí
no había alojamiento para el grupo de diez personas que teníamos
previsto realizar dicha ruta, así que después de ver otras
alternativas, optamos por hacer el tramo entre Frenedosa de Ibor
y Castañar de Ibor, donde no teníamos problemas de
alojamiento, siguiendo el curso del río Ibor, y al siguiente
día, hacer el tramo entre Castañar de Ibor y Guadalupe,
donde podríamos seguir hasta Navalvillar de Ibor y después
girar en bajada hasta el valle del Viejas, pero esta
opción la acabamos descartando porque queríamos recorrer el valle
entero, de principio a fin, comenzando en la antigua piscifactoría
de Castañar de Ibor, que es lo que finalmente acabamos
realizando.
[Una selección de fotos de esta ruta, con más resolución, pueden verse AQUÍ]
Nos dividimos en dos
grupos, con lo que con dos coches nos apañaríamos sin problemas. En
uno de ellos fue un grupo directo desde Llerena a Castañar
de Ibor, donde teníamos el alojamiento para el sábado, y en
otro grupo, el que partía de Azuaga, pasaba por Zalamea,
donde me recogerían, y después directos a Guadalupe, donde
estaría esperándonos María Eugenia, de forma que ella dejaría el
coche allí, y el último día, cuando llegáramos a Guadalupe,
ella acercaría a Castañar de Ibor a otro dos para recoger
los coches y recogernos al resto del grupo en Guadalupe...
esos eran los planes... otra cosa es que se torcieran ligeramente.
A pesar del rodeo, y de
las paradas, primero en Zalamea, después a desayunar y por
último en Guadalupe, llegamos antes que el otro coche que
supuestamente iba por autovía y no tenía que realizar ninguna
parada, es más, incluso nos tocó esperar media hora en Castañar
de Ibor, a la entrada del pueblo, en zona de aparcamientos del
hostal donde nos quedábamos.
Cuando llegaron, dejamos
el macuto con la ropa en el hostal, en las habitaciones dobles que ya
teníamos asignadas, y de nuevo con los coches hasta el punto de
inicio de la travesía, hasta Fresnedoso de Ibor, donde
después de repartir la comida que Ángel ya había comprado y
calculado con su habilidad habitual para estos temas logísticos,
comenzamos la ruta, junto a la iglesia del pueblo, tarde, muy tarde,
serían más de las 12 de la mañana.
Preparándonos para comenzar la ruta, en Fresnedosa de Ibor...
Antigua casa de piedra en Fresnedosa de Ibor.
Salimos del pueblo por
camino estrecho, siempre flanqueado por vetustas paredes de piedra
que un principio delimitan zonas de olivares, pero conforme vamos
dejando cada vez más atrás las últimas casas del pueblo, comienzan
a aparecer grandes alcornoques con gruesos troncos, rodeados de una
vegetación típica de bosque mediterráneo, al tiempo que vamos
caminando en ligero descenso, casi siempre a la sombra de encinas y
alcornoques, buscando el río Ibor, y teniendo frente a
nosotros, más allá del río, la sierra que se eleva sobre éste.
Llegamos al río Ibor
después de un recorrido bonito, agradable, de forma muy distendida,
tranquila, no había prisas, teníamos todo el día y el recorrido no
era muy largo, unos 16 o 17 km en total, puesto que sabíamos que en
este primer día íbamos a comenzar más tarde de lo normal, como así
fue.
En la foto de arriba, cruzando el río Ibor, y en la de abajo, el grupo calzándose las botas de nuevo.
Si el recorrido hasta el
Ibor fue tranquilo y agradable, el paso del río fue todo una
algarabía, y es que el cauce llevaba bastante agua y no era posible
cruzarlo sin mojarse, así que a quitarse botas y calcetines,
remangarse pantalones, y que cada cual lo pase de la mejor manera
posible, no sin estar pendiente de si alguno pegaba el típico
resbalón y acababa empapado convirtiéndose en el centro de risas,
pero a pesar del agua fría y de piedras resbaladizas, todos lo
pasamos sin imprevistos, aunque eso sí, unos con más clase que
otros...
Cruzado el río, toca de
nuevo ponerse los calcetines y calzarse las botas, eso si, ahora con
los pies fresquitos y relajados, antes de proseguir camino.
A partir de aquí, en
lugar de seguir el cauce del río, tenemos que realizar un recorrido
que forma una especie de arco, o de media circunferencia, en cuyos
dos extremos se toca al río, uno era éste punto, por donde habíamos
cruzado, y el otro era nuestro siguiente objetivo, porque a partir de
ahí ya seguiríamos a la vera del río, teniéndolo a nuestra
derecha, siguiendo el valle.
El recorrido seguía
siendo entretenido, zonas frondosas y grandes alcornocales cuyo
tronco ni siquiera podía ser abarcado por dos de nosotros. Hay otras
zonas más abiertas, con amplias vistas donde se puede distinguir el
las sierras que delimitas el valle del río Viejas que tendremos que
remontar mañana, incluso en algunos tramos se puede divisar el pico
Villuercas, allá al fondo, en la lejanía, y sin embargo,
mañana pasaríamos junto a él.
María Eugenia y Boceta intentando abarcar el grueso tronco de un alcornoque.
En el recorrido, también podemos divisar amplias panorámicas, como ésta, donde la flecha amarilla indica el punto de inicio por el que al día siguiente remontaríamos el valle del río Viejas, mientras la flecha roja, indica la cima desdibujada y en segundo plano, del pico Villuercas, por detrás del mazacote rocoso que aparece en primer término.
Este entretenido camino
desemboca en una amplia e insulsa pista, en perfecto estado, que
tomamos a la derecha, para después de poco menos de dos kilómetros
llegar a la antigua y despoblada aldea de Avellaneda,
perteneciente a Castañar de Ibor, donde se mezclan algunas
casas rehabilitadas con antiguas construcciones de piedra hoy
semiderruidas, y otras que aguantan aunque con puertas de hierro o
chapa que afean el conjunto. Se trata de una aldea despoblada en el
siglo XVII, aunque en ella se sigue realizando en el mes de mayo la
romería en honor al Cristo de Avellaneda, una talla del siglo
XVI.
Fotografías de la aldea de Avellaneda, despoblada en el siglo XVII.
Granada y yo nos quedamos
los últimos haciendo algunas fotos, así que cuando salimos de la
aldea el resto del grupo ya nos saca ventaja. El camino que parte de
la aldea en bajada hasta el río Ibor, está con firme de
hormigón durante un tramo, al final del cual, nos equivocamos de
camino, y para cuando nos dimos cuenta los compañeros ya nos habían
tomando mucha más ventaja. Retrocedimos, cogimos un atajo y bajamos
hasta la ribera del río, por el que seguiríamos durante gran parte
de esta ruta, pasando por algunos tramos bucólicos, en un recorrido
bastante llano, siempre con el Ibor a nuestra derecha, como he
comentado antes.
Vistas del valle del río Ibor, bajando hacía el río desde la aldea de Avellaneda.
Pasamos por el
“chorrito”, un pequeño caño de agua a modo de fuente,
bajo un enjambre de raíces y troncos, momento en el que nos llaman
los compañeros al móvil para saber por dónde íbamos, y como ya
estábamos cerca nos comentan que pararían en cuanto vieran un buen
sitio para comer.
"El chorrito".
El lugar donde
coincidimos, donde paramos a comer, fue inmejorable, junto al porche
de una pequeña casa de campo, a la sombra de una gran encina y con
una mesa camilla de madera decorada con un tapete verde, decoración
o estilo “vintage”, vamos, el último grito
en decoración, pero que a nosotros nos supo a gloria.
La pausa para el almuerzo, con nuesta camillita de madera con tapete de ule verde... buscando una decoración "vintage" que se ajustara al entorno....
Después del ejercicio,
en pleno campo, con el río al lado, a la hora justa, y en un
decorado sin igual, comenzamos a comer como si no hubiera un mañana,
y así, al jamón le sucedía el lomo, las variantes de queso, la
caballa y todo regado con más vino que caudal llevaba el río,
además del chocolate, la fruta y los frutos secos como postre, así
que pasadas las cuatro de la tarde, cuando de nuevo nos pusimos en
marcha, no apetecía mucho caminar, más bien nos hubiéramos quedado
echándonos la siesta a la sombra de la encina, pero no, nos pusimos
en marcha, y a esa hora la temperatura era alta, y aunque durante
varios kilómetros continuamos por el trazado llano junto a la ribera
del río, en el tramo final, una cuesta pronunciada, que iba de menos
a más, al tiempo que nos alejábamos del río, dejando éste a la
derecha, hizo que más de uno lo pasara mal al empezar el cuerpo a
“carburar”, y es que la ingesta de comida regada con
distintos caldos, unida al esfuerzo al subir la cuesta y las altas
temperaturas... hicieron estragos en más de uno...
Entramos en Castañar
de Ibor dejando el cementerio a la izquierda, y cogiendo la
carretera que atraviesa el pueblo para llegar hasta donde estaba el
hostal donde nos alojábamos. Unas cervezas, ducha, y a salir a dar
una vuelta por el pueblo, haciendo algo de turismo mientras los
compañeros Ángel y Antonio van a Fresnedoso a por los
coches, aprovechando que alguien en el hostal va hacia allá, con el
fin de dejarlos en Castañar y mañana ganar algo de tiempo a
la hora del regreso a casa.
Detalles del atrio de la iglesia de Castañar de Ibor.
Ya por la noche, todo el
grupo junto, nos fuimos a cenar, algo ligerito, que alguno que otro
aún tenía atragantada la comida y después, regreso al hostal dando
un paseo, para terminar algunos con una copa en el propio bar del
hostal antes de subir a dormir, mientras “arreglaban los
problemas de este país”, aunque yo estaba muerto de sueño,
apenas había dormido al noche anterior y esta noche era el cambio al
horario de verano, con lo que al final perderíamos una hora de
sueño, y mañana iba a ser un día largo, porque teníamos previsto
algo más de 30 kilómetros.
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