El domingo pasado le tocó el
turno a Garciaz y a su sierra. Un enclave que no conocía,
nunca había estado por allí, pero tenía buenas referencias por lo
que había leído y por lo que me habían comentado algunos que van
allí, a sus bosques, buscando “boletus”, así que a
pesar de ir sólo finalmente, aunque no era lo previsto, no tuve
reparo en plantarme allí con el coche, deseoso de conocer nuevos
entornos, y éste, a priori, prometía bastante, por ser una sierra
situada entre las Villuercas y los llanos trujillanos, una
zona con bosques de robles, castaños y pinos, y por servir su
enclave como línea divisoria entre las aguas que van a parar la
Guadiana y las que van a parar al Tajo.
[Podéis ver una selección de algunas fotos con más calidad y comentadas, pinchando ESTE ENLACE]
A las nueve ya estaba en
la Plaza Mayor de Garciaz, inconfundible por su
“picota” situada en el centro, siendo ésta el lugar de
salida de la ruta. Como aún faltaba algo de tiempo para el inicio,
fijado a las 9:30, tuve tiempo de tomar un café en uno de los
chiringuitos que había habilitado en la misma plaza (supongo que
serviría también para el tema de la comida final, las migas) y de
dar una vueltecita rápida por el pueblo, que la verdad, por lo poco
que vi, en cuanto a construcciones típicas o sitios con encanto,
poco que contar por no decir nada, salvo los edificios religiosos,
ermita de la Caridad e iglesia de
Santiago Apóstol, un par de escudos heráldicos, un par de
construcciones con arquitectura más tradicional, quizás típicas de
este lugar en otra época, con paredes de piedra y portachones de
madera, alguna que otra chimenea cuyo estilo me recordaba a una zona
del alentejo portugués donde son muy típicas este tipo de
chimeneas, y por lo demás poco más que contar, salvo esperar que el
recorrido y el entorno que rodea a la población si estuvieran a la
altura de lo que esperaba por lo que había leído y me habían
comentado.
Dos imágenes de Garciaz. Arriba, una casa de construcción de piedra, antigua, en una de las calles que salen del pueblo; abajo, la iglesia de Santiago Apóstol sobresaliendo entre los tejados de las casas.
La ruta partió
directamente desde la plaza por una de las calles que salen directas
de ellas hacia abajo, sin dar una vuelta por el pueblo para ver sus
puntos más importantes, así que menos mal que aproveché antes para
hacerlo por mi cuenta, además de que creo que se realizó una
variación del recorrido inicial, en concreto desde el punto de
partida hasta el pantano de Maruelos, ya que en el recorrido
original, quizás este primer tramo no sea el más adecuado para
llevar a tanta gente (al final creo que la organización puso un
límite de 350 personas, al que ya se había llegado varos días
antes de la ruta, aunque esto es sólo por las listas que vi
expuestas en la plaza) así que creo que se optó por un recorrido
por camino-pista hasta llegar a la altura de la presa del pantano,
muy cómodo y fácil, en ligera subida, aunque para mi gusto, hubiera
preferido el otro... y es que la cabra tira al monte...,
porque por lo que me comentaron, el trazado original va por una
especie de callejón, con firme más empedrado, irregular, y seguro
que esto me hubiera gustado mucho más, así que si vengo por aquí
en otra ocasión, ya sea en solitario o con algún grupo, intentaré
ir por el trazado original.
Este es e perfil de la ruta, y como se puede ver hay dos partes diferenciadas. La primera es una subida continuada, que va de menos a más, durante 8 km o poco más, y la segunda parte que es prácticmente en descenso. En total, 18 km de recorrido.
El comienzo de la ruta
promete. Salimos en descenso desde la plaza y ya desde las últimas
casas del pueblo tenemos frente a nosotros la sierra por la que
transitaremos durante esta jornada. No se tarda mucho en salir del
pueblo y enfilar un camino-pista amplio, cómodo, muy bien preparado,
con buena huella, sobre el que el personal corre como alma que lleva
el diablo en los primeros momentos, aunque sabido es que la ruta
prácticamente consiste en una subida y una bajada, o lo que es lo
mismo, la primera parte, casi 9 km, en subida que se va acentuando
más, cuanto más nos adentramos en el bosque, y una segunda parte
que es toda en descenso, o sea, que en todo el recorrido no hay nada
de llano, así que quizás habría que comentarles a estos 'galgos'
lo de aquel dicho que dice: “arrancá de caballo inglés y pará
de burro manchego”, en algunos de los tramos durante la subida.
En los incios de la ruta, dejando atrás las últimas casas del pueblo , siempre con la sierra frente a nosotros.
Como salí del los
últimos, porque me entretuve haciendo mi tour particular por
el pueblo y no tenía ninguna prisa, ni pretensiones de llegar el
primero y sí de disfrutar del entorno y saber más de la zona,
pronto entablo conversación con unos y otros, y me doy cuenta que
hay mucha gente del propio pueblo haciendo la ruta, y son los que me
van indicando ciertos detalles, como lo del cambio de recorrido en
este primer tramo, el cual intuyo por donde puede ir, quizás por la
rivera del río, que queda a nuestra derecha, más abajo, en zona de
umbría, entre el zig-zag que hace el río, rodeado de una frondosa
vegetación y huertas, en lo que seguro sería un recorrido más
bonito que el ir por este camino-pista, con espacios más abiertos,
que a mi siempre me resultan más aburridos, más insulsos, aunque
para gustos los colores, y así, otros muchos van comentando lo bien
y lo a gusto que se puede caminar por allí, a diferencia se otra
ruta, no se por donde, que hicieron la semana anterior...
Zonas más frondosas y más interesantes, junto a la rivera, quizás dentro del recorrido original que después cambiaron para facilitar la ruta a todo el mundo.
En este primer tramo,
hasta llegar a la altura del pantano, el recorrido pasa de huertas y
zonas de olivos en los alrededores del pueblo, a zonas de encinas y
algunos robles, y mientras que a nuestra izquierda se ven algunas
explotaciones ganaderas, a la derecha está el valle en umbría del
río, y al fondo, frente a nosotros, la sierra con sus bosques de
hoja caduca. El recorrido es agradable, con vistas que mitigan lo
insulso del caminar por pista, y con buenas vistas de la localidad,
de Garciaz, cuando uno se para de vez en cuando para mirar
hacia atrás, viendo como cada vez va quedando más alejada, más
abajo, porque poco a poco, suavemente, vamos ganando altura.
Zona de ganado en el primer tramo del recorrido, a la izquierda del camino.
Vistas de Garciaz, al mirar atrás desde el camino-pista que sube al pantano
Al comenzar a divisar la
muralla del pantano, a la derecha, por fin abandonamos la insulsa
pista para coger un camino estrecho, rodeado de matorral, y robles,
en umbría y con zonas aún blancas de le helada de la noche pasada,
hasta llegar al propio pantano, después de realizar un pequeño
recorrido en círculo, donde justo antes de acceder a un extremo de
este pequeño embalse, nos encontramos con un camino que viene por
nuestra derecha y que quizás sea por el que se vendría en el
trazado original de la ruta.
Por fin dejamos atrás el camino-pista inicial, más insulso, nos adentramos en el robledal por un camino antiguo, en las proximidades del pequeño pantano.
Cruzamos pausadamente la
muralla del pantano de Maruelos, con buenas vistas a la
derecha, con las aguas de este pequeño pantano con el telón de
fondo de la sierra cubierta completamente de bosques de hoja caduca,
resultando en esta época un fondo más bien gris, producto de los
troncos y ramas peladas de árboles, desnudos en esta estación, pero
con toda la pinta de ser un bosque tupido, espeso, cerrado.
Vistas del pantano de Maruelos, rodeado completamente por unas sierras repletas de robles y castaños.
Al final de la presa, hay
un punto de control, así que se produce un pequeño embotellamiento,
una pequeña pausa que aprovecho para regodearme con el entorno y
hacer algunas fotos.
Reanudada de nuevo la
marcha, se coge un camino a la derecha, en un giro brusco, una vez
dejada a nuestras espaldas el pantano, y es para mi, y creo que para
todos en general, donde comienza el tramo más interesante y bonito
de la ruta, y donde realmente se puede decir que merece la pena y
mucho, hacer esta ruta.
En un primer momento,
aparecen los robles a nuestra derecha, reflejados en las aguas del
pantano que quedan un poco más abajo, mientras, el camino estrecho
se encuentra flanqueado por paredes de piedra, arboleda, y matorral.
Poco a poco el camino va
subiendo y nos va introduciendo de lleno en un gran robledal, robles
melojos, a juzgar por su hoja lobulada que recubre con su hojarasca
todo el suelo convirtiéndolo en una alfombra de tonalidades marrones
y ocres, a la vez que el camino se va estrechando cada vez más,
hasta convertirse en una senda que se adentra en la espesura del
bosque, del robledal, que poco a poco, conforme se sigue ganando
altura, y casi sin darnos cuenta, absortos al vernos rodeados de
tanta naturaleza, embelesados con el recorrido, nos va llevando
hacia otro tipo de bosque, hacia un inmenso castañar, y lo hacemos
casi sin darnos cuenta, como si tan sólo hubiera una fina línea
divisoria, imperceptible, invisible, entre uno y otro bosque.
Caminando ente robles y castaños... una delicia.
Continuamos avanzando por
el sendero inmersos de lleno en el castañar, flanqueado por filas
de troncos delgados y esbeltos, que se elevan hasta el cielo, o hasta
“el infinito y más allá”, dando la impresión al mirar
hacia arriba, que sus partes altas chocan unas con otros, a pesar de
la separación, mientras, el perfil del recorrido comienza a
empinarse algo más, pero da igual, recorriéndolo pausadamente,
admirando el entorno, haciendo las paradas apropiadas para tomar
alguna que otra foto o para contemplar esto o aquello otro, bien
pareciera que apenas hubiera que hacer esfuerzo.
Por senderos y caminos nos introducimos en el corazón del castañar...
Antes de acabar este
tramo de bosque de hadas, de bosque encantado, nos topamos a la
izquierda del sendero con una joya, con un legendario castaño, con
un tronco grueso, enorme, arrugado, plegado y vuelto a plegar,
recubierto de musgo y líquenes, del que salen ramas más finas como
si fueran los brazos del cuerpo que se elevan hacia arriba entonando
una plegaria. Resulta tan espectacular el tamaño del tronco de este
castaño, que comparándolo con los troncos del resto de árboles que
lo rodean hace que éstos parezcan meros “palillos de dientes”,
así que es normal que todo el mundo quisiera echarse la foto de
rigor con este anciano y majestuoso árbol de fondo.
El "guardián del bosque encantado", este viejo y legendario castaño, que hace que todos los que están a su alrededor parezcan meramente palillos de dientes.
El bosque encantado y la
subida continuada, terminan al llegar a una intersección de caminos,
girando en este lugar hacia la izquierda, ahora por un camino en
lugar de senda, en un recorrido más suave, y que tiene la
particularidad de servir de divisoria ente una zona de pinos y una
zona de robles, muy curioso. Pinos a una lado y robles a otro,
separados, no mezclados.
El musgo y la hojarasca cubren por completo las partes bajas del bosque.
Como este pequeño tramo,
hasta llegar a los últimos 500 metros antes del Pico El
Venero, son más suaves, tenemos la posibilidad de
deleitarnos con las vistas nevadas de las cimas de la Sierra de
Gredos, además de ver también las Villuercas y
localidades como Cabañas del Castillo o
Deleitosa, aunque será más tarde, en la última parte de la
bajada, cuando más podremos disfrutar estas vistas.
Después de un último
giro a la izquierda, dejando los pinares ya tras nosotros y siguiendo
de nuevo entre robles y castaños, se abre una amplia cicatriz en el
bosque, separándolo a modo de cortafuegos, muy amplio, con mucha
hojarasca en el suelo y con un tramo de unos 500 metros con una
subida endiablada para muchos, que ya van algo cansinos después de
tanta subida continuada, y ésta es ya la puntilla para algunos de
ellos, aunque la suerte es que al final está la recompensa, el final
de esta primera parte, el final de la subida, el avituallamiento y
otro punto de control, la parda técnica para el pequeño descanso,
la comida y el disfrute de las excelente vistas parciales que se
tienen desde aquí arriba, desde la cima del Pico El Veneno
(1.128m.), y digo “vistas parciales” porque mientra a un
lado tenemos el bosque que nos impide ver más allá, hacia el otro
lado tenemos una vista espléndida, de zonas más llanas que quedan
abajo y algunas zonas de sierras, de pueblos como Logrosán o
Zorita y pantanos en cuyas aguas se refleja la luz del sol en
estas horas centrales del día.
Hay en esta cima un
vértice geodésico situado sobre una plataforma a la que se puede
subir trepando por una especie de escalera, para tomar aún más
conciencia de las vistas que nos rodean desde más altura.
Terminado el descanso,
seguimos con el recorrido, ahora sí, ahora ya todo en descenso, por
un camino que tomamos a la izquierda, antes de llegar al vértice
geodésico, continuando durante un par de kilómetros más, inmersos
dentro de este bosque de robledal, aunque el camino ya se ha
convertido en pista cómoda.
Cuando salimos del
bosque, la bajada es un poco más pronunciada y ante nosotros
aparecen unas vastas vistas, espacios abiertos que nos permiten ver
frente a nosotros, las cimas nevadas de Gredos, pudiéndolas
disfrutar ahora tranquilamente, mientras caminamos, porque las
tenemos frente a nosotros, mientras perdemos altura; a la derecha, en
una visión nítida, tenemos las sierras de las Villuercas, el
tramo entre Cabañas del Castillo y el propio Pico
Villuercas, claramente diferenciado, y un poco más adelante, al
perder algo más de altura, mientras transitamos por la Cuerda de
Martín Herrero y después por la Cuerda de Las Viñas , a
nuestra izquierda podemos ver, aún en las profundidades, unas buenas
vistas de Garciaz, presidido por su iglesia con punto central
y más elevado, con el fondo del cerro de Pedro Gómez.
En la bajada, siempre frente a nosotros, al fondo, podemos contemplar las cimas nevadas de la Sierra de Gredos.
Vistas de Garciaz en el último tramo de bajada hasta la cruz, con el cerro de Pedro Gómez, detrás de ella.
En la bajada pasamos de
caminar entre robles a caminar por una zona de pinos, y algo más
tarde, la arboleda en las zonas cercanas al camino va desapareciendo
dejando paso a zonas extensas de matorral, retama y jaras, mientras
el camino-pista se hace más insulso y la gente se deja llevar en la
bajada, yendo más relajada después del esfuerzo que hicieron en la
subida.
Dejamos a la derecha,
junto al camino, una casa rural, con construcción tipo chozo,
redonda y dentro de una zona bucólica, y continuamos hacia el
siguiente objetivo, que el al que los lugareños creo que llaman
“¿Cruz del guijo?”, o algo así, se trata de una cruz de
reciente construcción que rinde homenaje a las personas muertas en
esta zona debido a diferentes circunstancias naturales, según reza
una placa, aunque los lugareños me hablan de una leyenda acerca de
un ataque de lobos a una persona en este punto.
La bajada por el
camino-pista, para mi insulso, aunque con buenas vistas al frente,
con Gredos nevado, a la derecha, con las Villuercas y a
la izquierda, con la localidad de Garciaz, acaba justo en esta
cruz, junto a la carretera que va hacia Berzocana, y el
recorrido por suerte, hace un giro brusco en este punto a la
izquierda, dejando la pista e introduciéndonos por un camino más
estrecho, de los de de toda la vida, con firme más irregular,
piedras, regueros, riachuelos, más frondoso, más bonito, con las
vistas al fondo, de frente, siempre de Garciaz, aunque antes
de llegar tenemos que pasar por el paraje conocido como la Cantera,
donde entre los bloques de piedra se abre paso una pequeña cascada,
aunque según me cuentan, después de una época de lluvias, esta
zona con la cascada con más agua resulta más bonita.
Arriba, una mini-cascada cuyas aguas alimentan la pequeña laguna que cubre la 'Cantera'. Abajo, parte de la "Cantera" cubierta por una pequeña laguna.
Antes de llegar a la
Cantera, me cuentan otra “leyenda” de la zona, y es
que al pasar por una lancha de granito, flanqueada por el camino a la
izquierda y el arroyo a la derecha, dicen que una mula hundió la
pezuñas en la roca al frenar en seco, al ver una culebra pasar, o
algo por el estilo creí haber entendido, no se si “he puesto
en pie” lo que me contaron, lo cierto es que allí, sobre la
lancha de piedra hay cuatro agujeros que simularían los agujeros que
dejarían las patas de la mula, y una linea zigzagueante en
horizontal que simularía la huella de la serpiente al reptar por la
roca... leyenda, imaginación,... da igual, pero resulta siempre
agradable conocer las distintas curiosidades y leyendas de cada
lugar.
Como último hito del
recorrido antes de llegar al pueblo, se encuentra la ermita de la
Concepción, de reciente
reconstrucción-restauración, y realizada con buen gusto, a mi corto
entender, la lástima es que no estuviera abierta para poder ver su
interior.
Ermita de la Concepción, con Garciaz al fondo.
Desde aquí, el pueblo
queda ya cerca, con las paredes de piedra que flanquean el camino y
que también han sido reconstruidas, al igual que el firme, que para
comodidad de vecinos y para facilitar el acceso a la ermita de coches
y otros vehículos a motor, lo han hormigonado, cómodo para los
vecinos como digo, pero pierde el encanto de un camino empedrado,
original, a la antigua usanza, ¡una lástima!.
Llegamos por fin al
pueblo, previo paso por un pequeño puente de piedra, último
pequeño-detalle de esta buena ruta. Después toca subir por algunas
de sus calles, la última la misma por la que bajamos estaba mañana,
y que nos lleva directos a la plaza donde iniciamos la ruta y donde
ya hay bastante gente tomando unas cervezas mientras esperan a que
sirvan las migas.
Son cerca de las dos y
media cuando llegué, así que en lugar de esperar a que llegue todo
el mundo para que empiecen a servir las migas, y como al final vine
solo, decido irme para llegar a casa lo antes posible por las
circunstancias personales, así que al final, aunque había buen
ambiente en la plaza, y una temperatura muy buena para disfrutar de
unas cervecitas y unas migas, con todos los senderistas, me vine para
casa y llegué a muy buena hora, cerca de las cuatro de la tarde.
En RESUMEN, buena ruta,
en un entorno especial con una gran biodeversidad natural, donde en un
visto y no visto se pasa de bosque de robles, a bosques de castaños
y de estos a a bosques de pinos, además del entorno que rodea el
pantano de Maruelos y las bonitas vistas de la Sierra
de Gredos con sus cimas nevadas, las Villuercas, las
diferentes vistas de diferentes perspectivas de Garciaz, y las
que se contemplan desde el pico El Venero, y si además
se cambia la pista inicial por el camino original, y si la ruta se
realiza en plena otoñada, o en primavera, creo que ganaría
muchísimo más todavía. En definitiva, un buen descubrimiento que
ha hecho que merezca la pena madrugar este domingo para desplazarme
hasta este enclave.
0 comentarios:
Publicar un comentario