Hace varios días, realizando un poco de "limpieza" mientras aprovechaba para ordenar unas cajas en casa, me encontré con una cinta pequeña, de las que se usaban en las pequeñas grabadoras que siempre veíamos en las ruedas de prensa cuando veíamos el telediario. Tenía una etiqueta: "Cañón del río Lobos" e inmediatamente caí en la cuenta que era una de esas cintas que antes usaba junto a una mini-grabadora para grabar algunas de mis conversaciones con los lugareños de los pueblos por los que pasaba en alguna de mis rutas cicloturistas. Rápidamente me fui en busca de la minigrabradora a la que encontré en el "baúl de los recuerdos", le puse unas pilas y comprobé que funcionaba después de tantos años de letargo. Quería comprobar si la cinta estaba bien y escuchar que es lo que había grabado, pero al estar la cinta sin su caja, revuelta entre cacharros, en sitios expuestos a los cambios de temperatura, y después de más de 12 años sin saber de ella, mucho me temía que no sacara nada en claro, y prácticamente así fue, porque la mayor parte de la conversación que giraba en torno a los lobos en esta zona y que mantenía con un abuelo llamado Pablo, de 75 años, y que vivía en uno de los pueblos que estaban a la vera del Cañón del Río Lobos (Soria), concretamente en Santa María de las Hoyas, era inaudible, la grabación estaba prácticamente destrozada y tan sólo algunos trozos podían escucharse bien.
Como los medios que dispongo no son los de la serie de C.S.I de Telecinco, lo único que pude hacer es una copia de la cinta, para ello conecté la minigrabadora con un cable de audio al portátil, y desde el portátil, con un prograda de edición de audio conseguí que me cogiera como línea de entrada la minigrabadora y así poder realizar una copia en formato digital de la cinta. Después me quedé con lo que podía utilizar, y sobre los tramos donde la voz sonaba a muy, pero que a muy cámara lenta, lo que hice fue aplicar un filtro para aumentar la velocidad; lo mismo hizo con algún tramo donde se escuchaba la voz acelereda, pero inviritiendo el proceso en este caso, y después de varias pruebas me decidí por dejarla tal y como está ahora. También corté y empalmé algunos tramos y el resultado final son estos seis minutos y medio que podéis escuchar aquí y como podréis observar, aunque comieza bien el sonido, después se producen ligeras alteraciones, pero después de todo creo que se logra escuchar y entender bien la conversación con este abuelo.
Pongámonos en situación. Corría el mes de agosto del 2001, y en esas fechas me encontraba realizando "El camino del Cid" en bicicleta, siguiendo las indicaciones del libro de Luis Markina Espinosa, recorriendo parte de Burgos, Soria, Guadalajara, Teruel, Castellón y Valencia. En una de las etapas llegué a las inmediaciones del célebre Cañón del Rio Lobos por la tarde (podéis ver estos vídeos cortos para terner una mayor idea de este maraviloso enclave: Parte I y Parte II), pero como no quería meterme presión y tenía mucha ilusión por disfrutar del paso en bici por este cañón, envuelto en un halo de misterio (fue zona templaria) y en un paraje natural de gran belleza, decidí hacer noche en sus alrededores, con la idea de levantarme temprano y recorrerlo tranquilamente, sin prisas, a la velocidad de las mariposas, disfrutando de cada pedalada mientras me internaba por ese cañón horadado por el río y rodeado de esas paredes rocosas verticales, y también porque a primera hora estaría muy tranquilo, sin el ajetreo de la cantidad de personal que lo visita, sobre todo en los primeros tramos en los alrededores de la ermita de San Bartolomé.
Como nunca me había pasado nada, decidí como en otras ocasiones, internarme por un camino en pleno bosque, dentro de lo que es el Parque Natural de la Sierra Noroeste Soriana, hasta que encontré una especie de merendero con bancos y una fuente, vamos ¡un auténtico paraíso para mí!: bancos de madera donde poder comer tranquilamente, una fuente donde poder asearme y coger agua para beber y cocinar, y un sitio tranquilo y apartado del mundanal ruido donde podría pasar la noche totalmente desapercibido. Pero cuando estaba desplegando a lo largo de uno de los bancos todas mis provisones, aparece un abuelo, un pastor de la zona, y me pregunta si tenía pensado quedarme allí a pasar la noche, a lo que respondí que sí, aunque rápidamente me hizo cambiar de opinión, ya que según me comentó era una zona peligrosa, que había muchos lobos por allí y muchas alimañas, y que mejor me fuera con él al pueblo (una pequeña localidad sin ningún tipo de oferta hostelera, o al menos en aquella época) que ya nos apañaríamos o ya me buscaría algún sitio donde quedarme, así que de nuevo tuve que recoger todos los trastos y meterlos en las alforjas, mientras el abuelo me esperaba pacientemente. Después, me fui con él tranquilamente, andando mientras empuja la bici, y como no podía ser de otro modo, sacamos el tema de los lobos como conversación.
Antes de dirigirnos definitivamente al pueblo, tuvimos que hacer una parada junto a una especie de puerta o cancela, de la que estaba encargado de cerrar, pero teníamos que esperar un poco más, hasta caer la tarde, algo que no me importaba porque llevaba el frontal para aportar luz, aunque el abuelo decía que no haría falta porque el sabía el camino-sendero para llegar al pueblo con los ojos cerrados. En esos momentos de espera, fue cuando decidí sacar la minigrabadora que lleva para ocasiones coo ésta, con el fin de reflejar la conversación que mantenía con el abuelo, o mejor dicho, la que él mantenía conmigo, pues era él que se encargaba de hablar.
En este fragmento de grabación que he recuperado, se puede comprobar de nuevo la fractura, la división de opiniones de la socidad en torno al tema de los lobos y que en su día quedó bien reflejado nuestro incomparable Felix Rodriguez de la Fuente, y donde no parece haber término medio. Por un lado están los lugrareños, los pastores, los familiares de estos y la gente de su entorno en general, a los que pertenecía este abuelo, Pablo, de 75 años, aunque en este caso no tenía ovejas sino una yeguada, y llevaba 25 años dedicándose a este tipo de crianza; y del otro lado, los defensores del lobo. Este abuelo en concreto, decía que el lobo era el peor animal de todos, que mataba por matar, que ha llegado a conocer casos de pastores a los que les ha matado 20 y hasta 30 ovejas en el mismo día, y que incluso a él le llegaron a matar hacía poco tiempo dos yeguas, estando una de ellas 'preñada' (me comentó que aún andaba de papeleos con la Junta para que le indemnizaran la pérdida); además, se quejaba amargamente porque según él, antes no había tantos lobos por esa zona, pero que desde hacía unos diez años había muchos, porque los de "Medio Ambiente", según él, estaban "echando/soltando" lobos por esa zona. Hablamos también en esta conversación del tema de las subvenciones de la Junta para el caso de la muerte de ganado por parte de los lobos, una subvenciones que tardan en llegar y que no cubren las pérdidas; por otro lado, se comenta también el serio problema que puede acarrear a cualquiera de estos pastores el dar muerte a algún lobo. En fin una conversación interesante, de la que faltaba tomar nota de lo que piensan los otros implicados, los defensores del lobo; de cualquier forma, este tema no era nuevo para mi, y ya había tenido esta misma conversación con otros lugareños unos años antes, en los Picos de Europa y al igual que se refleja en esta conversación, los pastores, lugareños y afectados en general están en un extremo, y los defensores del lobo en otro, y en medio quizás, el gobierno o las comunidades autónomas, que tratan de compensar los daños producidos, pero con unas ayudas que llegan tarde, supongo que por la burocracia, y mal, con lo que el problema según los lugareños, sigue estando ahí...
La zona donde estábamos parados a que cayera la tarde para cerrar la puerta o cancela, según me dijo Pablo, era una zona comunitaria, vecinal, no era de un propietario en concreto, y allí es donde él tenía su yeguada. Al pueblo llegamos casi de noche, y al ver a un grupo de mujeres salir del Ayuntamiento me dijo que corriera a preguntales por algún alojamiento, y así lo hice. Se trataba de una especie de asociación de mujeres que estaban trabajando en uno de los locales del Ayuntamiento para las fiestas del pueblo, y al comentarle si había algún sitio donde poder alojarme, me dijeron que aunque no había hostales no tenía por qué preocuparme, que podía dormir en el salón de actos del Ayuntamiento, un local donde estaban preparando el escenario para una especie de teatro, y donde había un pequeño aseo, así que no necesitaba nada más, podía colocar la esterilla y el saco de dormir en el suelo, y cenar tranquilamente y al día siguiente, sólo tendría que dejar las llaves del local en el buzón de la casa de una de estas mujeres, que fueron todo amabilidad hacia mi persona. Y así fue como pasé de la incertidumbre de dormir en aquel merendero totalmente aislado, en pleno bosque soriano, al confort y seguridad de un alojamiento espartano...
Si queréis escuchar uno de estos trozos de conversación que he rescatado, de 6:26 minutos de duracíón, pincha en el play para su reproducción.
Pongámonos en situación. Corría el mes de agosto del 2001, y en esas fechas me encontraba realizando "El camino del Cid" en bicicleta, siguiendo las indicaciones del libro de Luis Markina Espinosa, recorriendo parte de Burgos, Soria, Guadalajara, Teruel, Castellón y Valencia. En una de las etapas llegué a las inmediaciones del célebre Cañón del Rio Lobos por la tarde (podéis ver estos vídeos cortos para terner una mayor idea de este maraviloso enclave: Parte I y Parte II), pero como no quería meterme presión y tenía mucha ilusión por disfrutar del paso en bici por este cañón, envuelto en un halo de misterio (fue zona templaria) y en un paraje natural de gran belleza, decidí hacer noche en sus alrededores, con la idea de levantarme temprano y recorrerlo tranquilamente, sin prisas, a la velocidad de las mariposas, disfrutando de cada pedalada mientras me internaba por ese cañón horadado por el río y rodeado de esas paredes rocosas verticales, y también porque a primera hora estaría muy tranquilo, sin el ajetreo de la cantidad de personal que lo visita, sobre todo en los primeros tramos en los alrededores de la ermita de San Bartolomé.
Como nunca me había pasado nada, decidí como en otras ocasiones, internarme por un camino en pleno bosque, dentro de lo que es el Parque Natural de la Sierra Noroeste Soriana, hasta que encontré una especie de merendero con bancos y una fuente, vamos ¡un auténtico paraíso para mí!: bancos de madera donde poder comer tranquilamente, una fuente donde poder asearme y coger agua para beber y cocinar, y un sitio tranquilo y apartado del mundanal ruido donde podría pasar la noche totalmente desapercibido. Pero cuando estaba desplegando a lo largo de uno de los bancos todas mis provisones, aparece un abuelo, un pastor de la zona, y me pregunta si tenía pensado quedarme allí a pasar la noche, a lo que respondí que sí, aunque rápidamente me hizo cambiar de opinión, ya que según me comentó era una zona peligrosa, que había muchos lobos por allí y muchas alimañas, y que mejor me fuera con él al pueblo (una pequeña localidad sin ningún tipo de oferta hostelera, o al menos en aquella época) que ya nos apañaríamos o ya me buscaría algún sitio donde quedarme, así que de nuevo tuve que recoger todos los trastos y meterlos en las alforjas, mientras el abuelo me esperaba pacientemente. Después, me fui con él tranquilamente, andando mientras empuja la bici, y como no podía ser de otro modo, sacamos el tema de los lobos como conversación.
Antes de dirigirnos definitivamente al pueblo, tuvimos que hacer una parada junto a una especie de puerta o cancela, de la que estaba encargado de cerrar, pero teníamos que esperar un poco más, hasta caer la tarde, algo que no me importaba porque llevaba el frontal para aportar luz, aunque el abuelo decía que no haría falta porque el sabía el camino-sendero para llegar al pueblo con los ojos cerrados. En esos momentos de espera, fue cuando decidí sacar la minigrabadora que lleva para ocasiones coo ésta, con el fin de reflejar la conversación que mantenía con el abuelo, o mejor dicho, la que él mantenía conmigo, pues era él que se encargaba de hablar.
En este fragmento de grabación que he recuperado, se puede comprobar de nuevo la fractura, la división de opiniones de la socidad en torno al tema de los lobos y que en su día quedó bien reflejado nuestro incomparable Felix Rodriguez de la Fuente, y donde no parece haber término medio. Por un lado están los lugrareños, los pastores, los familiares de estos y la gente de su entorno en general, a los que pertenecía este abuelo, Pablo, de 75 años, aunque en este caso no tenía ovejas sino una yeguada, y llevaba 25 años dedicándose a este tipo de crianza; y del otro lado, los defensores del lobo. Este abuelo en concreto, decía que el lobo era el peor animal de todos, que mataba por matar, que ha llegado a conocer casos de pastores a los que les ha matado 20 y hasta 30 ovejas en el mismo día, y que incluso a él le llegaron a matar hacía poco tiempo dos yeguas, estando una de ellas 'preñada' (me comentó que aún andaba de papeleos con la Junta para que le indemnizaran la pérdida); además, se quejaba amargamente porque según él, antes no había tantos lobos por esa zona, pero que desde hacía unos diez años había muchos, porque los de "Medio Ambiente", según él, estaban "echando/soltando" lobos por esa zona. Hablamos también en esta conversación del tema de las subvenciones de la Junta para el caso de la muerte de ganado por parte de los lobos, una subvenciones que tardan en llegar y que no cubren las pérdidas; por otro lado, se comenta también el serio problema que puede acarrear a cualquiera de estos pastores el dar muerte a algún lobo. En fin una conversación interesante, de la que faltaba tomar nota de lo que piensan los otros implicados, los defensores del lobo; de cualquier forma, este tema no era nuevo para mi, y ya había tenido esta misma conversación con otros lugareños unos años antes, en los Picos de Europa y al igual que se refleja en esta conversación, los pastores, lugareños y afectados en general están en un extremo, y los defensores del lobo en otro, y en medio quizás, el gobierno o las comunidades autónomas, que tratan de compensar los daños producidos, pero con unas ayudas que llegan tarde, supongo que por la burocracia, y mal, con lo que el problema según los lugareños, sigue estando ahí...
La zona donde estábamos parados a que cayera la tarde para cerrar la puerta o cancela, según me dijo Pablo, era una zona comunitaria, vecinal, no era de un propietario en concreto, y allí es donde él tenía su yeguada. Al pueblo llegamos casi de noche, y al ver a un grupo de mujeres salir del Ayuntamiento me dijo que corriera a preguntales por algún alojamiento, y así lo hice. Se trataba de una especie de asociación de mujeres que estaban trabajando en uno de los locales del Ayuntamiento para las fiestas del pueblo, y al comentarle si había algún sitio donde poder alojarme, me dijeron que aunque no había hostales no tenía por qué preocuparme, que podía dormir en el salón de actos del Ayuntamiento, un local donde estaban preparando el escenario para una especie de teatro, y donde había un pequeño aseo, así que no necesitaba nada más, podía colocar la esterilla y el saco de dormir en el suelo, y cenar tranquilamente y al día siguiente, sólo tendría que dejar las llaves del local en el buzón de la casa de una de estas mujeres, que fueron todo amabilidad hacia mi persona. Y así fue como pasé de la incertidumbre de dormir en aquel merendero totalmente aislado, en pleno bosque soriano, al confort y seguridad de un alojamiento espartano...
Si queréis escuchar uno de estos trozos de conversación que he rescatado, de 6:26 minutos de duracíón, pincha en el play para su reproducción.
0 comentarios:
Publicar un comentario