Las andanzas de un lobo estepario extremeño.

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"Viajar en bici es hacer más grande el Mundo. Es aprender lo esencial de la vida. Es vivir el presente sobre todas las cosas. El placer del cicloturismo está mucho más en el camino que en el destino, son los medios los que justifican el fin. Durante días, semanas o meses, no necesitas más que lo que llevas a cuestas
" (del artículo: "Con la casa a cuestas", revista: Bike Rutas, Nº 4, 1999)

8 nov 2025

Senderismo Extremadura: Ruta circular por Salvatierra de los Barros (Badajoz).

Ruta circular con inicio y fin en la localidad de Salvatierra de los Barros (Badajoz), que realicé con el grupo de ASTOLL en una mañana de domingo muy húmeda, al menos hasta el medio día, con el cielo totalmente cubierto, prometiendo lluvia, aunque solo al principio tuvimos algún ligero amago, con una especie de sirimiri que obligó a que más de uno se enfundara el chubasquero.

Tras desayunar nos reagrupamos en la Plaza del Atrio, junto a la iglesia de San Blas, donde nos hacemos la foto de grupo para seguidamente  comenzar la ruta por una de las calles que salen desde esta plaza y que en línea recta nos lleva a la salida de pueblo. Cruzamos la carretera y continuamos en franca subida por un carril amplio donde algunos ya comienzan a quitarse ropa.

Apenas 400 metros y ya tenemos el desvío a la izquierda que tendríamos que coger más tarde para realizar lo que es en sí la ruta circular, porque nuestra idea, ya que no es una ruta exigente ni excesivamente larga, es hacer un par de desvíos de ida y vuelta, para visitar las antiguas ruinas del convento franciscano y el castillo.


 

 

Decidimos primero ir al punto mas alejado, el antiguo convento, y al regreso visitar el castillo, así que continuamos recto, al tiempo que el amplio carril se transforma en camino en lo que según la señalización, forma parte de la “Ruta de los Castaños”, sin duda un encantador, bonito  y bucólico tramo de camino estrecho, con frondosa vegetación, alfombrado de hojarasca, flaqueado por vetustas paredes recubiertas de verde musgo, envuelto todo dentro de una zona boscosa y tupida de encinas, robles y castaños y aderezándolo todo, un tenue velo blanquecino de húmeda niebla que dota al paisaje de una estampa otoñal.



Un corto tramo por este bonito camino que nos conduce al privilegiado lugar donde se asentaba el convento franciscano de Santa María de Jeśus hoy convertido en pura ruina, quedando algunos restos de sus muros en pie, estando todo atrapado entre una espesa vegetación que parece engullirlo por completo, aunque entre ella sobresale el tramo de la espadaña, que aún sigue en pie, como dando testimonio de lo que tiempo atrás fue este convento; una muy interesante construcción, al menos por lo que se puede ver o intuir desde el interior, donde hay que tener cuidado porque es todo una ruina, ya que desde el exterior es prácticamente imposible obtener ahora mismo, una visión completa porque como he comentado antes, está envuelto, engullido por la vegetación que crece sin barreras, nada que ver con otras fotografías que había visto donde se podía observar el convento, sus muros y perímetro desde el exterior. 



Se  encuentra en un lugar relajante, tranquilo, llegando a él por un bucólico camino, aunque hay que tener precaución porque aunque se puede acceder a é sin problemas, hay que recordar que está en terreno privado.

El edificio data de 1506, cuando los franciscanos se trasladaron a este lugar, y su fundación fue promovida por Hernán Gómez de Solís y su esposa Doña Beatriz Manuel de Figueroa, señores del castillo y de las tierras donde se enclava el convento. A mediados del siglo XVII el edificio fue reformado en profundidad. Desgraciadamente en 1819, el convento fue incendiado y más tarde la desamortización empujó a los franciscanos a cerrar el convento y reubicarse [Fuente: Arte en ruinas].


Tras esta interesante visita y deshaciendo el bonito tramo de camino, volvemos hacia atrás para buscar el desvío al castillo, que en pocos metros y en subida, nos lleva a su zona perimetral, donde nos encontramos con una cancela candada. Sabía que era de propiedad privada y que es habitable, pero esperaba poder dar una vuelta por su exterior, por su murallas y torreones y hacer algunas fotos, pero no era cuestión de saltar la verja, sobre todo siendo un grupo tan numeroso, así que una foto de grupo con el fondo de alguna de sus torres entre la niebla y vuelta al camino, dejaremos la visita exterior por sus murallas y torreones para otra ocasión.

El castillo que podemos ver en la actualidad es de finales del S.XV, cuando don Hernán Gomes de Solís, hermano de don Gómez de Cáceres y Solís maestre de la Orden de Alcántara, lo reconstruye sobre una fortificación anterior, asolada poco antes por el segundo Conde de Feria, Gómez Suárez de Figueroa.  En 1651, durante las guerras de la Independencia de Portugal sufre graves daños.

Finalmente, fue restaurado en los años 70 por Anthony Denney, fotógrafo de Vogue. En la actualidad es propiedad privada y se usa como vivienda habitual por la viuda de éste.

Se trata de un castillo de gran tamaño, con dimensiones propias de alcazaba, que consta de varios recintos defensivos y que se adapta al terreno sobre el que está construido. Llama la atención la proliferación de torres de planta circular que defienden su primer recinto defensivo delantero y que cuentan con troneras para las armas de fuego. El segundo, ya con forma rectangular y con torres esquineras, protege la Torre del Homenaje a modo de barbacana. En el tercer recinto está defendido por torres también de planta circular pero más pequeña. Sus muros cuentan además con saeteras
[Fuente: Castillos y Fortalezas Medievales].


Llegamos de nuevo al primer desvío que encontramos en la subida, donde realmente comienza el recorrido circular, porque hasta ahora lo que habíamos hecho era un extra de ida y vuelta, para realizar las dos visitas comentadas, en un recorrido de unos 4 km en total, que merecen la pena.

Iniciamos el tramo circular por un estrecho camino/callejón cubierto de vegetación muy húmeda producto de las lluvias de la noche anterior y de las nubes que a primera hora se agarraban a la sierra, lo que hacía que zapatillas y pantalones acabaran empapados. Un estrecho callejón entre paredes de piedra que se convierte en senda porque está inundado por la vegetación, con un firme muy irregular, en bajada, con el pueblo a nuestra izquierda, aunque al final acabamos desembocando en un extremo de éste, después de algo menos de un kilómetro.

Tras caminar por algunas de sus calles, salimos del pueblo en la zona donde se encuentra un antiguo abrevadero, pasando junto a la "fuente de la Romana", en el “Camino de la Sierra”, por otro entretenido callejón que nos conduce rápidamente a una amplia pista que cogemos a la derecha, para ir dejando atrás, a nuestra espalda, el pueblo.

Es un tramo de amplia pista, que transita entre la dehesa con explotaciones porcinas. Son 4 km de pista en cómoda subida, sin duda y para mi, lo peor de esta ruta, que es entretenida, pero es que este tramo de 4 km me resulta un poco tostón, aburrido e insulso, al menos para mi gusto, aunque con la compañía del grupo y hablando entre nosotros, las penas son menos. Aligeramos la marcha, intentando quitarnos este tramo lo antes posible, a pesar de ser en subida.

Llegamos a un cruce de caminos, justo al poco de terminar el tramo de subida, aquí por fin, abandonamos la pista que en días de calor debe ser agotador caminar por ella, aunque antes de continuar, hacemos una parada para  un piscolabis y para el reagrupamiento, no fuera a ser que alguno se pasara el desvío y continuara hacia delante por la pista.

Tras la corta parada, continuamos la ruta con un pequeño tramo de kilómetro y medio en bajada, por un estrecho camino entre paredes de piedra cubiertas de musgo y envueltos en una tupida dehesa. Es un camino poco transitado que  acaba transformándose prácticamente en una senda porque la vegetación se va adueñando del espacio. Para mi gusto,  es el tramo más entretenido y bonito a nivel de senderismo de esta ruta por Salvatierra, junto con la primera parte de la ruta, el tramo de la “Ruta de los Castaños”.



Tras este corto, pero entretenido y agradable tramo de bajada, llegamos a la carretera BA-31 que conecta Salvatierra con Burguillos del Cerro.

Ya en la carretera, giramos hacia la izquierda, hacia Salvatierra, caminando unos metros por asfalto antes de coger definitivamente otro camino a la derecha, que en poco más de 3,5 km nos llevará hasta el pueblo.

Éste un último tramo no tiene nada que ver con la parte anterior de la ruta. Transcurre por zonas más llanas, tras bajar de la sierra, alejado de la zona boscosa de encinas y alcornoques, espacios muchos más abiertos, con tierras de labor, olivares y pequeños huertos con higueras, transcurriendo al principio paralelos al curso del arroyo Alcornocal.

A medida que nos acercamos al pueblo, vamos viendo a éste a los pies de la sierra, culminada por el bien conservado castillo, en una bonita estampa, si bien es cierto, que este tramo de recorrido no tiene excesivo encanto.



Ya en el pueblo, toca callejear para llegar de nuevo a la plaza donde se asienta la Iglesia de San Blas y viendo que estaba abierta aprovechamos para visitar su interior y también su exterior, donde como curiosidad, podemos ver un nexo con el convento franciscano, y es que parte de lo que fue la portada de éste, se ha colocado en el exterior de la iglesia para salvaguadarla del estado de ruina y abandono en el que se encuentra dicho convento.


"El convento franciscano de Santa María de Jeśus construido primitivamente de manera humilde y con materiales pobres, y sin llevarse a cabo tareas de rehabilitación durante el primer siglo y medio de vida del mismo, alcanzó la segunda mitad del siglo XVII en grave estado de conservación, siendo necesaria una restauración arquitectónica global que necesitaría de una generosa contribución económica hacia la comunidad, venida la mayor parte de ésta de manos del propio monarca Felipe IV, cuyo escudo real, en agradecimiento por parte de los frailes, fue colocado en la nueva portada de acceso al templo, enclavada en la zona media del lado del evengelio o norteño del mismo, pareado con el blasón franciscano y conjuntado con hornacina avenerada y diversas volutas y pináculo pétreos, salvados de la ruina del cenobio en 1.970 para ser colocado, como aún lo hace hoy en día, junto al exterior de la iglesia parroquial de Salvatierra de los Barros" [Fuente: Caminos de Cultura].


 

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