Las andanzas de un lobo estepario extremeño.

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"Viajar en bici es hacer más grande el Mundo. Es aprender lo esencial de la vida. Es vivir el presente sobre todas las cosas. El placer del cicloturismo está mucho más en el camino que en el destino, son los medios los que justifican el fin. Durante días, semanas o meses, no necesitas más que lo que llevas a cuestas
" (del artículo: "Con la casa a cuestas", revista: Bike Rutas, Nº 4, 1999)

18 mar 2023

Senderismo Extremadura: "Ruta de los Jerónimos", última etapa, de Navalvillar de Ibor a Guadalupe.

Hacía tiempo que quería hacer este recorrido, pero al ser una ruta lineal implicaba disponer de dos coches y al final unas veces por una cosa y otras por otra, nunca acaba de hacerla y ahora que la he hecho puedo decir que quizás no sea la mejor época para hacerla, por la desnudez que presentan los bosques caducifolios. Supongo que en plena otoñada es cuando se podrán tener unas estupendas vistas panorámicas de las amplias zonas boscosas con su manto otoñal multicolor, o cuando esté bien avanzada la primavera, cuando los árboles muestren su plenitud  y en el recorrido nos veamos arropados por el manto verde.

El día en sus inicios tampoco nos acompañó. Una espesa niebla y un ligero sirimiri hicieron que el viaje se ralentizara y llegáramos a Guadalupe con retraso, pero viendo como asomaba la niebla por el valle, decidimos hacer tiempo parando en Guadalupe a desayunar sin prisas, algo que no teníamos previsto.
La mañana no acababa de abrir, así que tuvimos que ponernos en marcha. La idea era dejar un coche en la ermita del Humilladero y otro en el inicio de la ruta en Nalvalvillar de Ibor, ya que al ser una ruta larga, de unos 29 km, comenzar a caminar con bastante retraso y conociendo sobradamente el tramo entre la ermita del Humilladero y Guadalupe (por ser el último tramo de la conocida ruta de “Alfonso onceno”), nos ahorrábamos los casi 4 últimos kilómetros, que ya hemos realizado en varias ocasiones, quedando finalmente la ruta con un recorrido de unos 25 km.

El segundo coche lo dejamos a la entrada de Navalvillar de Ibor, a la altura de donde se encuentra el bar-restaurante de la piscina, y en lugar de entrar en el pueblo para enlazar con el recorrido de la ruta que viene de Bohonal de Ibor, pasando por Castañar de Ibor, avanzamos unos metros por carretera para coger un camino empedrado a la izquierda, que en apenas 50 metros nos enlaza con el carril con firme de hormigón que viene desde el pueblo, por suerte, el hormigón no dura mucho y da paso al firme de tierra, por pista ancha, aunque este tipo de pista-carril tan amplio y cómodo no son precisamente los que me gustan.

El inicio de la ruta lo hacemos bajo un ligero y débil sirimiri y con las nubes agarradas a las cimas de la sierra, siempre en subida constante, muy tendida pero muy larga, de casi 9 km, aunque hay tramos de falsos llanos y de pequeñas bajadas, pero en general, hasta llegar al Alto del Hospital se va ganando altura.

Al dejar atrás los primeros metros de hormigón y enlazar con el carril de tierra, veo una buena colonia de Narcissus coronatus a la izquierda del camino, en zona de umbría, más tarde volvería a encontrarme con ellos en otras zonas del recorrido, aunque en menor número.

El carril amplio y cómodo nos permite tener buenas vistas de Navalvillar de Ibor con la Sierra de las Villuercas de fondo y las nubes jugando al juego del escondite con las partes altas de la dicha sierra.

Navalvillar de Ibor, con la Sierra de las Villuercas de fondo y sus partes más altas ocultas bajo las nubes que se aferran a ellas.

A pesar del día húmedo, el terrero para lo que es esta zona y las fechas en las que estamos, está más bien seco; corren los arroyos pero con pocas agua y de la sierra que bordeamos (el Camorro de Navalvillar) y que tenemos a la derecha, bajan en ocasiones delicados hilos de agua, meramente testimoniales; el musgo que envuelve las piedras en el interior de un bosque desnudo y ceniciento, rodeado de hojarasca, apenas tiene grosor, está algo mustio, no está esponjoso ni guarda mucha humedad.

La verdad es que transitamos durante mucho tiempo con la Garganta Salobriga a la izquierda, por debajo de camino y el bosque de robles al que más tarde se le unen los castaños, a nuestra derecha, un gran bosque que en estas fechas aparece con su desnudez natural y a pesar de la belleza de la sencillez y lo simple, después de mucho rato observándolo acaba pareciendo tristón, con el gris ceniciento de sus troncos y ramas sobre la alfombra de hojarasca de tonos ocres, enmarcado todo en un fondo blanco de nubes y niebla.

Llegamos tras unos 8 km a la altura del puente sobre la Garganta de Salobriga, situado en una amplia curva que hace el carril por que el que caminamos. Como he comentado antes, la garganta lleva agua, pero poca, discurriendo triste y pausadamente garganta abajo.

En este punto hay que estar atentos al track, porque no está señalizado, y lo normal es dejarse llevar por el amplio carril, pero lo mejor es al pasar el puente girar a la derecha y remontar la garganta, caminando paralelo a ésta, porque de lo contrario haríamos un recorrido extra porque el camino daría un pequeño rodeo para ir ganando altura de forma más pausada, pero la verdad es que nos viene bien porque no nos van mucho las pistas y los amplios carriles, ya se sabe que la “cabra tira al monte”, y nunca mejor dicho, porque aunque son unos doscientos metros, la senda que puede aparecer desdibujada o camuflada entre la hierba, se empina más para ganar altura en poco tiempo y enlazar de nuevo con el camino, ahorrándonos un tramo de pista algo insulsa, además, hoy ya íbamos a tener una ruta larga y aún nos quedaba mucho recorrido por delante.

Seguimos subiendo, como siempre de forma constante, sin fuertes desniveles, al tiempo que también aparecen los castaños, igual de desnudos que los robles melojos, por eso he comentado al principio, que en plena otoñada el recorrido deber ser bien bonito por el colorido que tiene que tener este largo tramo de bosque.

Tras llegar a un alto, emprendemos un pequeño descenso de unos 500 metros para llegar a uno de los hitos del recorrido, el Hospital del Obispo, junto a la carretera.


Esta famosa casa, situada en el valle al que da nombre, valle del Hospital, rodeada de frescos prados y de frondosos robledales sirvió de refugio para «los peregrinos que pasan por montañas yermas, sin poblado alguno, y muchos mueren por el campo», como se recoge en el privilegio que Pedro I el Cruel otorga en Sevilla el doce de Octubre de 1360 para que se funde una venta en el puerto de la Cereceda y se ponga a su servicio a dos matrimonios, vecinos de Guadalupe que tendrán viandas francas y libres y estarán bajo la autoridad del prior del monasterio. El lugar escogido es un antiguo refugio de caza de Pedro I o de su padre, el rey cazador, Alfonso XI. A finales del siglo XV, el edificio es ampliado por el canónigo de la catedral de Sigüenza don Diego de Muros, circunstancia de la que deriva el nombre de este hospital y de la dehesa que le circunda. Más tarde, el obispo de Cuba, don Juan del Castillo, dota de rentas a este hospital para que a cada peregrino se le socorriese con un pan de a libra. En este Hospital se ofrecía hospedaje y descanso a todos los caminantes que se dirigían a visitar a la Virgen Morena. Tuvo su mayor apogeo durante el siglo XV y XVI coincidiendo con el esplendor del monasterio de Guadalupe centro cultural y espiritual de la época. En el siglo XVIII ya se hallaba en decadencia esta obra pía, unida al abandono de esta vía de peregrinación, aunque todavía se da algún socorro a los pobres que pasan por allí”. [Texto extraído del panel informativo que se encuentra en este enclave].

En esta zona y junto a la carretera, una fuente y un pequeño merendero, aunque no paramos y seguimos hacia delante, a penas unos metros por carretera y rápidamente cogemos un desvió a la izquierda, donde aparece un monolito que nos advierte que aquí, en la zona del Hospital del Obispo, coinciden dos de las rutas de peregrinación a Guadalupe; por un lado es “Camino de los Jerónimos”, cuya última etapa estábamos realizando y por otro lado el “Camino Real de Guadalupe” que en su última etapa sale desde Navatrasierra, de ahí la importancia de este cruce de caminos de peregrinación y que se decidiera construir un hospital de peregrinos. Por tanto, desde este punto y hasta Guadalupe, el trazado es el mismo para esto dos caminos de peregrinación.

Monolito del "Camino Real a Gudalupe" (CRG).

El Camino de los Jerónimos une el monasterio de Yuste, en la comarca de la Vera, con el de Guadalupe, ambos de origen jerónimo. Dentro del geoparque, esta ruta transita entre las localidades de Bohonal de Ibor y Guadalupe, aunque debido a su largo recorrido, lo normal es dividirlo al menos en dos etapas, haciendo noche en Castañar de Ibor o en Navalvillar de Ibor.

A partir de aquí el amplio y cómodo camino que traíamos se estrecha más y su firme se hace más irregular, con un trazado más serpenteante y de nuevo en subida, paralelos a la carretera, a nuestra derecha, aunque no es muy visible por la arboleda que nos separa de ella.

Un poco más adelante el camino desemboca de nuevo en la carretera, la cual cruzamos perpendicularmente para seguir por camino ahora más entretenido, con la carretera a la izquierda, inmersos entre la desnuda arboleda y caminando por una alfombra de hojarasca, un lujo caminar por aquí, aunque es un tramo corto y que continua en subida constante pero muy suave, hasta llegar a una pequeña explanada convertida en una especie de balcón-mirador natural, de nuevo, junto a la carretera… es el Alto del Hospital (1.075 m.) el punto más elevado de la ruta  de hoy, de la última etapa de este GR o Camino de los Jerónimos; a partir de aquí y hasta llegar a Guadalupe, el recorrido es prácticamente todo en descenso con algún que otro corto repecho.

Tras unos minutos contemplando las vistas y haciendo alguna foto, continuamos por un camino que sale a la derecha, en un entorno donde predomina una vegetación más típica de bosque mediterráneo, con jaras, retamas y alcornoques, aunque pronto este ecosistema quedará atrás ya que rápidamente nos sumergiremos de lleno en un espeso bosque de pinos, caminando por una alfombra de agujas de pino siempre en descenso, por lo que avanzamos rápidamente en animada charla por este enclave boscoso.

En un cruce bien señalizado, al igual que todo el recorrido, hay que realizar un brusco giro a la izquierda con unos primeros metros donde el descenso es más pronunciado, al tiempo que vamos saliendo a un claro del bosque donde vamos apreciando que el día, por fin, parece que se decide a abrir, dejando paso las nubes a bocanadas de sol que nos van permitiendo tener una unas panorámicas más nítidas de esta zona quebrada de las Villuercas y sus bosques.

Rio Pinarejo.

Mariposa "Olmera" - Nymphalis polychloros.

Llegamos a otro hito del camino, al bucólico y bonito rincón del Puente de Pinarejo, que salva las aguas del río del mismo nombre; sus vetustas piedras parecen camuflarse o mimetizarse con los cenicientos troncos y ramas de la arboleda que le rodea, al igual que con las rocas que parecen brotar de la tierra y si a eso le unimos el siempre reconfortante ronroneo del agua que baja mansamente, sin mucho estrépito, en un lugar en completa calma y tranquilidad… hacen de este enclave un lugar ideal para hacer una parada, relajarnos y tomar un pequeño piscolabis, antes de afrontar los ocho kilómetros que aún nos restan para llegar a la ermita del Humilladero.


Puente del Pinarejo.

Nos ponemos en marcha de nuevo disponiéndonos a cruzar el puente, En el arranque de éste se nota el deterioro y el paso del tiempo, puesto que parte de las piedras laterales están caídas. Un placer cruzar este puente, que más bien parece una estrecha senda, adentrándonos de nuevo entre la arboleda, mientras subimos  un repecho, que todo no iba a ser bajada, nos estábamos mal acostumbrando.


 Puente del Pinarejo.

Terminado el repecho continuamos por una ligera bajada siempre en zona arbolada, a una hora donde el sol ya se ha impuesto claramente a las nubes y cuando salimos a algunos claros del bosque su presencia y calor se hacen notar, aunque el viento también comienza a soplar con fuerza.

Llegamos a una carretera que cruzamos de nuevo perpendicularmente y en pocos metros, llegamos a otros de los hitos de la ruta, como es el Puente de los Álamos, aunque una especie de compuertas de color óxido, situado en sus proximidades, afean el contexto en el que se encuentra y al igual que el Puente de Pinarejo, se encuentra rodeado de arboleda.


Unas huellas gigantes en la carretera (en el centro de ellas está dibujado el logo de los caminos de peregrinación a Gudalupe) y unas flechas blancas, marcan la dirección a seguir para cruzar la carretera y seguir por un camino hacia el puente de los Álamos.

En este caso, el Puente de los Álamos salva las aguas del río Ibor, en las que acaba desembocando a su vez, las agua del río Pinarejo, poco después de pasar bajo el puente del mismo nombre.


Puente de los Álamos.

Tras cruzar el puente hay que pasar por una puerta-cancela que hay que dejarla igual que nos la encontramos y a partir de aquí se alternan tramos de llaneo, ligera bajada, algún repecho, zonas de claros que resultan más insulsas con el sol dando de lleno,  bosques de pinos donde en algunos tamos del camino se aprecian muchos restos de ramas, producto de la tala de estos árboles, escuchando en algunas zonas la maquinaria encargada de la labor de recoger y transportar los troncos.

Es al final de uno de los tramos de camino estrecho, entre pinos, con  algunos claros provocados por la tala, cuando llegamos a la zona del parking, en la cercanía de la ermita del Humilladero, donde teníamos uno de los coches aparcados.

Esta maravilla de la arquitectura, se sitúa en el cerro de las Altamiras. La ermita del Humilladero o de la Santa Cruz, fue realizada en el siglo XV, para que los peregrinos que accedían a la puebla por la ruta norte, pudieran orar al ver el santuario. En la construcción de la ermita se siguieron las mismas pautas que en el templete del claustro mudejar del Real Monasterio. Posee planta cuadrada, realizada con ladrillo aplantillado y cuatro caras iguales con decoración gótica. Además por esta ermita pasaron personajes como Miguel de Cervantes, que trajo sus cadenas de cautiverio de Argel como ofrenda a la Virgen de Guadalupe, a parte de otros personajes célebres. En el año 1931 fue declarada Monumento Nacional y además también es Bien de Interés Cultural. Ha sufrido varias remodelaciones, una de ellas en al año 1985 y la última en al año 2008. Muy cerca de la ermita, se ha acondicionado un mirador, desde el cual se pueden observar las magníficas vistas de la puebla y, por su puesto, de su Monasterio. Puesto que la zona del Humilladero es además punto de paso de hasta tres rutas de senderismo por la zona, se puede disfrutar en sus alrededores de hermosos paseos entre bosques de robles, pinos, castaños, etc., e incluso subir hasta la misma andando por el camino que discurre paralelo a la carretera”.


Viendo la hora que era, decidimos bajar a Guadalupe antes que ir a Navalvillar de Ibor para recoger el otro coche y así muy tarde, a las 16:15, estábamos en la plaza de Guadalupe dando buena cuenta del típico bacalao y morcilla de la zona, regados con una cerveza bien merecida después de 25 km de recorrido, quedando finalmente una buena tarde de sol, aunque con mucho viento.

Tras el café y postre, toca lo peor, regresar a Navalvillar de Ibor para recoger el otro coche y casi otras dos horas de viaje desde allí hasta regresar a casa para terminar un buen día, buena ruta y buena compañía, a pesar que el inicio de la mañana no presagiaba un día tan completo.

El track de referencia es ÉSTE, aunque la ruta está perfectamente señalizada, tanto con la señalización del GR como con la señalización de los "Caminos a Gudalupe".

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