Las andanzas de un lobo estepario extremeño.

Aquí mis batallitas sobre cicloturismo, senderismo, montaña, viajes, naturaleza, música, teatro, ...

"Viajar en bici es hacer más grande el Mundo. Es aprender lo esencial de la vida. Es vivir el presente sobre todas las cosas. El placer del cicloturismo está mucho más en el camino que en el destino, son los medios los que justifican el fin. Durante días, semanas o meses, no necesitas más que lo que llevas a cuestas
" (del artículo: "Con la casa a cuestas", revista: Bike Rutas, Nº 4, 1999)

12 oct 2020

De ruta por Picos de Europa, el Anillo Vindio (macizo occidental o de Cornión) - Día 1: Posadas de Valdeón – Caín – Canal de Trea – Refugio Vega de Ario .

Tras el largo desplazamiento del día anterior para llegar hasta la zona leonesa de Picos de Europa desde el sureste de Extremadura, nos quedamos a dormir en el albergue de los Llanos de Valdeón, colindante a Posada de Valdeón por donde estuvimos dando un paseo por la tarde antes de la cena.

Al día siguiente, al levantarnos, ya tuvimos la primera toma de contacto con Picos, más concretamente con la parte sur del macizo occidental, porque desde el balcón del albergue "La Cuesta" se podían contemplar unas bonitas vistas   del macizo de la Bermeja, con picos como el  Pico de Pambuches (2.187m) entre otros.

Tras el desayuno y los preparativos de las mochilas para los próximos tres días de travesía por el macizo occidental o de Cornión, salimos del albergue, pero antes hacemos la foto de grupo.

El grupo en la puerta del albergue "La Cuesta",en los Llanos de Valdeón, visto desde el balcón de dicho albergue, con los últimos preparativos antes de iniciar la travesía.

Aunque días antes los pronósticos daban agua para prácticamente toda la semana, durante la mañana al menos, el tiempo fue bueno, con temperatura fresca pero muy agradable, lo ideal para caminar, aunque las nubes altas impedían ver las cimas del macizo central.

Quizás podríamos haber cogido el camino que sale frente al albergue y lleva la cementerio para poco después empalmar con el camino que tendríamos que seguir, pero como no estábamos seguros decidimos comenzar la ruta en su punto de origen, así que retrocedemos hasta Posada de Valdeón, y a la altura del Ayuntamiento cogemos el desvío por una bocacalle a la derecha, en ligero descenso, siguiendo las indicaciones del PR, hasta llegar al pequeño puente por el que cruzamos el río Cares para inmediatamente coger el camino a la derecha o “camino del Bustio”, amplio, llano, cómodo, en muy buen estado, con vegetación frondosa, siempre con el río paralelo a nuestra derecha, un poco por debajo del camino,  y a la izquierda el arranque de las montañas que se veían desde el albergue.

Caminamos mientras charlamos distendidamente, sin prisas, nos lo tomamos con calma, que ya tendríamos tiempo en la Canal de Trea de hacer el esfuerzo físico oportuno, así que ahora toca disfrutar del recorrido de esta parte de la celebérrima Ruta del Cares, de la parte “olvidada” o al menos no tan transitada,  ya que lo normal es hacer el recorrido entre Poncebos y Caín a lo largo de lo que llaman la “Garganta Divina”,  pero el río Cares sigue su camino más allá de Caín, por el valle de Valdeón, con un bonito y agradable recorrido y unas magníficas vistas a algunos de los picos del macizo central (situados a la  derecha en nuestro recorrido), aunque hoy no era el día para verlos, porque como he comentado, las nubes bajas y los jirones de niebla en las partes altas del cordal del  Friero o del Llambrión, nos lo impedían.

Dejamos a la derecha, al otro lado del río, los Llanos de Valdeón, donde habíamos pernoctado y seguidamente, también a la derecha, dejamos un pequeño embalse al tiempo en que el camino que discurría entretallado entre el Cares y el arranque de las montañas, comienza a abrirse, caminando  por zonas más abiertas, por praderas, disfrutando de las vistas.

No tardamos en empezar a ver las casitas de Cordiñanes, también a la derecha, al otro lado del Cares, por donde transcurre la carretera que sale desde Posada de Valdeón y va a morir a Caín, porque a partir de allí solo hay lugar para la senda y el río, desapareciendo el asfalto.

A la altura de Cordiñanes cruzamos la carretera y llegamos al mirador del Tombo, allí hacemos la típica parada porque hay unas excelentes vistas del recorrido. Frente a nosotros, mirando hacia el norte, la garganta que ha ido labrando el Cares, que hace de línea divisoria entre el macizo occidental y el central, viendo como el río se va encañonando cada vez más entre las altos farallones verticales, envuelto dentro del manto protector de un bosque que luce un color verde intenso, en contraste con la roca caliza de las partes más altas de las montañas. Pero desde este mirador también se tienen unas magníficas vistas a los picos del macizo occidental (a la izquierda) y del central (a la derecha), aunque las cimas de las montañas de éste último aparecen vetadas a nuestros ojos por culpa de las nubes bajas que a modo de niebla los cubren. Hay una  placa-grabado en el muro que delimita el mirador donde aparecen identificados, con su perfil correspondiente, las cumbres que se pueden divisar desde este punto para ayudar a identificarlas.

Este mirador fue inaugurado en 1964 en memoria del montañero Julián Delgado Úbeda (quien fue también  durante bastante tiempo presidente de la Federación de Montaña)". Tiene planta semicircular, rodeado por un pequeño muro, con dos monolitos de piedras en su interior: sobre uno de ellos se alza la escultura de un rebeco, animal representativo de Picos, y sobre el otro se yergue una cruz forjada. La palabra “tombo” creo haber leído que se utiliza “para designar un descanso en una pendiente que sirve como mirador”.

Cordiñanes está al otro lado del río, a tiro de piedra, y desde allí sale una de las sendas de subida al refugio de Collado Jermoso, la más corta, unos 4 o 5 kilómetros, pero muy exigente físicamente y sobre todo su parte final; intento  escudriñar cual podría ser  el recorrido de esta senda hasta adentrarse en la canal de Asotín, porque la subida al refugio de  Collado Jermoso era una de las rutas que teníamos previsto en un principio, aunque NO iniciándola en Cordiñanes,  porque quizás este refugio, o el entorno donde se encuentra, sea el más icónico de todos los refugios de Picos y quizás por esto es por lo que para pernoctar en él hace falta hacer la reserva con mucha antelación (más aún para los meses de julio y agosto), sobre todo si se quiere realizar alguna travesía o el anillo del macizo central (Anillo Extrem), para no tener que cargar con el peso extra de la tienda de campaña o el bulto de un saco de dormir  más apropiado para pasar la noche al raso, teniendo en cuenta los desniveles en este macizo central... y esta fue la razón por la que nos decidimos hacer la travesía por el macizo occidental (el Anillo Vindio [1]) porque mientras que en el refugio de Collado Jermoso estaba prácticamente todo al completo para el mes de agosto y más con la reducción de aforo por el tema del COVID, en los dos refugios para las dos primeras noches en el macizo occidental, más de nuevo en el albergue "La Cuesta" de Llanos de Valdeón para el tercera y última noche, completando el círculo, teníamos posibilidad de  hacer la reserva (podéis informaros más sobre los anillos de Picos en este enlace).

Nos ponemos en marcha de nuevo, cruzamos otra vez la carretera, en bajada, para dejarla ahora a nuestra izquierda, mientras nosotros seguimos por camino, siempre en ligero descenso y dejando a la derecha las indicaciones para una zona de escalada, se trata de la Vía Ferrata de Valdeón para la que hay que pedir los permisos oportunos.

El camino de nuevo se cierra por la vegetación, dentro de una zona más boscosa, pero por desgracia, un poco más adelante desemboca en la carretera local, por la que tendremos que seguir un breve tramo, dejando a nuestra izquierda la Fuente de la Teja Oscura.

 Cómodo camino en ligera bajada, al dejar atrás el desvío a la Vía Ferrata de Valdeón.

Al llegar a la altura de la majada de Sesanes, dejamos la carretera  y cogemos el camino hacia la derecha. Si siguiéramos apenas unos 500 metros  más por la carretera, llegaríamos al área donde se encuentra perfectamente señalizado con paneles informativos, el “Chorco de los lobos”; se trata de antiguas trampas (chorcos) que se utilizaban para atrapar a los lobos, consistiendo en un sistema de empalizadas en forma de embudo que terminaba en un pozo circular de piedra donde caían los animales y se les daba muerte (“este tipo de construcción está datado desde principios del XVII, existiendo un reglamento de la caza del lobo, recogido en una ordenanza del XVIII,  que fija meticulosamente la participación, funciones y desarrollo de todo el proceso”). Nosotros decidimos continuar con el recorrido previsto y no hacer el desvío de ida y vuelta, no porque el trayecto en sí supusiera mucho, sino por el tiempo que pudiéramos perder en la parada para verlo, un tiempo que podría hacernos falta más tarde en caso de tener algún contratiempo  o por si la climatología se volviera más adversa, que es lo que acabó pasando finalmente.

Al abandonar la carretera cruzamos el río por un puente y seguimos caminando por senda paralela al Cares, adentrándonos en la estrecha franja de bosque que queda entre las montañas de la derecha y el río a la izquierda.

Pronto llegamos a una pequeño claro en el bosque donde se encuentra un grupo de construcciones de piedra entre las que se ubica la ermita de Corona, donde dice la leyenda popular que fue coronado el rey Pelayo. Hacemos aquí una breve parada mientras nos recreamos con este entorno donde se respira paz y tranquilidad, un bonito rincón encañonado entre montañas, con el murmullo de las aguas del Cares, en una explanada dentro del bosque, en completa umbría y donde curiosamente no nos hemos encontrado con nadie, algo que parece insólito, siendo una ruta fácil (hasta Caín), incluso ideal para hacerla en familia o con niños y siendo la continuación de la celebérrima Ruta del Cares, tan trillada y tan masificada, a la par que bonita.

En la zonas boscosas y húmedas nos encontramos en los troncos de los árboles con un hongo de repisa, el Laetiporus sulphureus (plataforma de azufre o pollo de los bosques).

Es a partir de la majada de Sesanes, al dejar la carretera, desde donde para mi se inicia el tramo más bonito, con la senda que se adentra de nuevo en un bosque de robles, hayas, olmos, tilos..., realizado una leve subida para seguir a media ladera, dejando a nuestra izquierda, más abajo, la majada de Peguera; caminamos por este pasillo arbolado en completa umbría, ya sea por los árboles o por las montañas que se elevan encañonando al río y dificultando el acceso a los rayos de sol. Humedad, caminos alfombrados de hojarasca, charcos, regatos de agua, frondosidad.... todo lo contrario de la zona del sur de Extremadura de donde venimos, donde el sol cae a plomo y las temperaturas estivales alcanzan fácilmente los cuarenta grados, donde el campo adquiere el típico color amarillo pajizo después de la cosecha, donde los caminos se muestran polvorientos y el agua brilla por su ausencia.

Este último y bucólico tramo desemboca de nuevo en la carretera, en la zona situada entre las majadas de Peguera y de Santiján, después de cruzar de nuevo un puente sobre el Cares. En la carretera, si giráramos a la izquierda, retrocederíamos hacia Posada de Valdeón y en pocos metros tendríamos otro puente que salva las aguas del río Peguera  procedentes de la Canal del Capozo (hacia el oeste) antes de desembocar finalmente en el Cares en un espacio donde se forma una pequeña vega rodeada de majadas, pero nosotros no vamos a retroceder a nuestro punto de origen, así que giramos hacia la derecha, en dirección a Caín.

A partir de aquí toca caminar unos dos kilómetros por carretera, el tramo más largo de asfalto, porque es donde la garganta labrada por el Cares a modo de embudo en dirección a Caín,  se va haciendo más estrecha, hasta que llega un momento donde solo hay espacio para la angosta carretera y para las mansas aguas del río que a duras penas se abren camino entre los pétreos farallones verticales. Es un tramo bonito, pero sin duda que el caminar por asfalto siempre desluce cualquier ruta.

Al llegar al final de este corto y estrecho desfiladero (el de los “Caínes”) dejamos a la derecha la vertiginosa canal de Moeño antes de que la carretera pase un nuevo puente para seguir por la otra orilla; apenas unos metros después de pasarlo, una senda sale a la derecha de la carretera empinándose y curveando rápidamente para ganar altura, hasta el collado del Pando,  dejando atrás la estrechez de la garganta y presenciando espacios muchos más abiertos, con praderas en las laderas de la montaña, con la carretera abajo, a nuestra izquierda y a su lado y paralelo a ella, el río.

Es un tramo de sube y baja, por praderas alfombradas de verde hierba en un momento en que el sol se muestra radiante, aunque en las cimas de las montañas, al fondo (mirando hacia el norte), por donde tendremos que ir más tarde, las nubes siguen aferradas y permanecen inmutables.  

Este es el camino original, el que utilizaban los cainejos antes de que se hiciera el nuevo camino que con los años, se convertiría en carretera”.

El último tramo de senda es en pronunciada pero cómoda bajada, ya con la mirada puesta en Caín que lo teníamos al frente. De nuevo llegamos a la carretera, justo cuando ésta vuelve a cruzar por última vez el río Cares, antes de adentrarse unos metros más tarde en las calles de Caín, para desaparecer definitivamente.

En Caín, enfocado casi por completo al mundo del turismo, por ser inicio o fin de la tan afamada “Ruta del Cares”, lo primero que nos encontramos, ¡cómo no!, es un pequeño bar-cafetería, así que como acabamos de terminar este primer tramo de la ruta de poco más de nueve kilómetros desde Posada de Valdeón, que han resultado ser muy entretenidos y donde hemos venido relajadamente, disfrutando de la ruta y del buen tiempo, al menos hasta ahora, hacemos una pequeña parada para tomar un café y de paso algunos frutos secos, chocolate y alguna pieza de fruta.

No nos entretenemos mucho, aunque se estaba bien allí al solito, con las vistas del pueblo. Nos ponemos en marcha, cruzando Caín que ya se ve bastante animado y con mucha gente entrando o saliendo por la senda del Cares, nada que ver con la tranquilidad del tramo que acabábamos de realizar.

Después de reponer agua en el último bar del pueblo, salimos por la senda que rápidamente nos conduce al tramo más angosto del desfiladero del Cares, coincidiendo con la parte donde se encuentran los túneles horadados en la roca, en la zona más próxima al río, porque desde aquí, poco a poco la senda va en ligera subida, quedando el río cada vez más abajo, separado del camino por grandes barrancos y precipicios, pero eso será mucho más adelante, nosotros no lo veríamos porque nuestros planes eran otros.

Volvía a reencontrarme con esta Ruta del Cares, después de mi visita en agosto de 1998, y al igual que en aquel entonces, mucho ir y venir de gente, por algo dicen que es una de las rutas más transitadas de España.

A pesar de haber estado aquí ya y a pesar de tanta gente, este primer tramo a la salida de Caín en dirección a Poncebos, coincidiendo con la parte más estrecha de la garganta y con la zona de los túneles me sigue pareciendo  especialmente bonita.

Desde mi punto de vista, lo más bonito de toda la ruta Poncebos-Caín-Posada de Valdeón son este tramo de unos dos o tres kilómetros saliendo o llegando a Caín, y los tres kilómetros siguientes entre Caín y la ermita de  Corona, en dirección a Posada de Valdeón.

Continuamos por la senda sin más paradas que las necesarias puesto que casi todos los del grupo ya habíamos estado aquí. Llegamos pronto al primer puente, al Puente Bolín y antes de cruzarlo nos topamos con una fuente a la derecha, así que repostamos agua los que no lo habíamos hecho en Caín, porque desde aquí y hasta que lleguemos al refugio Vega de Ario, sólo hay un punto para coger agua, la Fuente del Peyu, pero es que es al pasar este puente cuando acaba el paseo y comienza lo realmente duro en cuanto a exigencia física y cuando realmente íbamos a necesitar el agua.

Cruzamos el puente y unos metros más adelante ya tenemos las indicaciones para adentrarnos en la Canal de Trea, a la izquierda. En un visto y no visto, dejamos atrás la cómoda senda del Cares, un paseo, y comenzamos a trepar rápidamente por una senda estrecha e irregular, casi en vertical.


Inicio de la Canal de Trea, desde la misma senda del Cares, a la izquierda de ésta en dirección Caín-Poncebos.

A las primeras de cambio nos dividimos en dos grupos, cada uno sube a su ritmo y no hay muchas opciones a perderse al menos en el primer tramo, simplemente  tirar “pa'rriba” siguiendo la senda, a veces algo desdibujada entre la vegetación, pero sin duda que esto no tiene nada que ver con el paseo previo de once o doce kilómetros que hemos realizado; sin ningún tramo de adaptación, se pasa del llano a la verticalidad y es que en esta canal se suben cerca de 1.200 metros de desnivel positivo en los primeros 3,5 km.

Al margen de las pequeñas pausas para tomar un respiro y contemplar las vistas, la idea era hacer una parada no muy extensa al llegar a un hito importante como es la Fuente del Peyu, sobre todo por el tema del agua, porque hasta llegar al refugio no hay otro sitio donde podamos 'repostar', además de servir para poder reagruparnos.

Desde que dejamos la senda del Cares a medida que subimos nos adentramos en una zona más arbolada, boscosa, haciendo algunos cortos zig-zags entre la arboleda, mientras poco a poco la senda va dirigiéndose hacia la izquierda, buscando el cauce seco y pedregoso de la canal justo después de unos metros en los que el desnivel de la senda se suaviza, aunque por poco tiempo, porque al llegar al cauce de la canal hay que seguir paralelo a éste, en vertical, en algunas zonas donde la vegetación y las espinosas zarzas intentan cerrar el paso, pero conseguimos llegar dentro de lo previsto a la zona donde se encuentra la Fuente del Peyu (850 m. de altura aprox.), un pequeño manantial que fluye entre el cauce de la canal formando un pequeño regato de agua que metros más abajo vuelve a filtrarse entre la roca caliza, algo bastante común en Picos, de ahí que las fuentes o sitios para provisionarse de agua en estos macizos sean mínimos en relación a la lluvia que reciben, porque ésta acaba filtrándose por la caliza para formar parte de los acuíferos que están por debajo.

Subida por el cauce seco y pedregoso se la canal a la salida del bosque, en dirección a la Fuente del Peyu.

Llegando a la Fuente del Peyu.

Hasta este punto, donde teníamos pensado realizar una parada para el reagrupamiento llegamos en el tiempo previsto, al menos el primer grupo, unos 45 minutos, pero lo que no sabíamos era lo que estaba pasando por detrás, así que después del primer cuarto de hora de espera ya empezamos a mosquearnos...

El tiempo seguía pasando, media hora desde que habíamos llegado y el resto del grupo seguía sin dar señales de vida, los móviles son inútiles en la canal así que no había forma de contactar con ellos. Manuel, que físicamente se encontraba mejor, decidió bajar sin mochila pasada ya la media hora para ver que podía haber pasado. Unos minutos después aparece un grupo de seis personas que también van subiendo la canal y tienen el mismo objetivo que nosotros, llegar al refugio Vega de Ario y al preguntarle por nuestro grupo nos dicen que vienen detrás, que están cerca, lo que supone ya un alivio y en principio parece que no hay nada grave.

Al cabo de 45-50 minutos aparecen todos. Habíamos estado esperando prácticamente el mismo tiempo que nos había costado subir, pero nos quedamos allí otros diez minutos más para que los que acababan de llegar descasaran un poco y cogieran agua.



En la Fuente del Peyu, mientras esperábaos a los compañeros, me dediqué a fotografiar a la Polyommatus coridon (Niña coridon) que revoloteaban en gran número en los alrededores del pequeño curso de agua.

Lo que ocurrió es que una de las compañeras tuvo un pequeño bajón, no se si tensión baja, falta de azúcar... que hizo que tuvieran que parar hasta que se fue recuperando, pero por suerte, ahora se encontraba bastante mejor y menos mal, porque llevaríamos un tercio de la canal y nos quedaba un tramo muy duro, se podía ver perfectamente desde donde estábamos el desnivel que había que subir en pocos metros, porque al fondo se veía el monolito cónico, la aguja pétrea que había que bordear por la derecha y que desde allí parecía que estaba a un mundo de distancia.

Nos ponemos en marcha de nuevo, en un tramo exigente físicamente, al igual que todo lo que resta, separándonos poco a poco del cauce de la canal que ahora nos queda a la izquierda, mientras que a la derecha se yergue un tramo de pared vertical, en una zona frondosa, de bosque bajo pero poca arboleda. Al mirar atrás vemos que todas las cimas del macizo central están cubiertas mientras la canal se cubre nubarrones oscuros, se barruntaba tormenta y la temperatura nada tenía que ver  con el calor al inicio de la subida y es que en prácticamente hora y media el tiempo cambió por completo. Mirando hacia arriba, a la zona donde teníamos que llegar, veíamos una espesa cortina de agua que se desplomaba de los oscuros nubarrones.

Al mirar atrás vemos como  las cimas del macizo central están ya casi cubiertas...
 
...y poco después toda la canal comienza a cubrise, con los compañeros en plena subida...

Teníamos que aprovechar lo máximo posible antes que nos cogiera la lluvia, pero aún nos quedaba la mitad de la subida cuando comenzó a soplar el viento frío que traía las primeras gotas de agua, lo que obligó a que rápidamente nos pusiéramos los chubasqueros porque no tardaría en comenzar a arreciar la tormenta, como así sucedió. Unos minutos más tardes sonaron algunos truenos y relámpagos y acto seguido las nubes comenzaron su descarga... y nosotros sin un lugar donde refugiarnos, en plena canal... ¡mal asunto!...

Seguimos subiendo a duras penas, y pronto el compañero Fernando cree ver una especie de cueva entre la pared vertical que quedaba a nuestra derecha, camuflada entre la vegetación, así que rápidamente casi todos nos dirigimos hacia allí para resguardarnos del aguacero. Tan solo Luis y el “pequeño sherpa” siguieron subiendo porque no se dieron cuenta que nos habíamos desviado para refugiarnos, y por otro lado, Ángel, que se había quedado rezagado, no le quedó más remedio que pararse y aguantar estoicamente el chaparrón bajo su enorme paraguas  cuando la lluvia comenzó a arreciar de lo lindo.

 Entrante en la pared rocosa o pequeña cueva en la que puedimos refugiarnos de la tormenta, aprovechando para cambiarnos y comer.

Ya en la cueva-refugio, aprovechamos para comer un poco y darle unos tragos a la bota de vino para entrar en calor, además de cambiarnos, porque entre la ropa mojada y la bajada brusca de la temperatura nos quedamos completamente fríos y con ganas de comenzar a subir de nuevo para entrar en calor.

Un cuarto de hora después baja el “pequeño sherpa” que al ver que no subíamos y como no sabía el camino, decide bajar hacia donde estábamos nosotros, aunque Luis se queda arriba, algo que nos extraña mucho, porque estaba solo, sin ningún tipo de protección, sin comida y sin tener el track para seguir hacia el refugio. Más tarde, cuando la lluvia ya no es tan fuerte, aparece también Ángel que se había quedado un poco más abajo.

Aunque no comento nada a mis compañeros, me asaltan las dudas, de no salir pronto de allí no estaba seguro de que pudiéramos llegar al refugio, al menos con luz, porque ya habíamos agotados con las dos paradas imprevistas casi todo el margen que podíamos tener, y porque al terminar la subida fuerte de la canal aún nos quedaba un buen tramo, aunque nada comparado con este desnivel.

Por suerte la tormenta amaina y tenemos que ponernos en marcha lo antes posible, saliendo de la cueva cuando aún caían algunas gotas y sorprendentemente para mi, el grupo subió este empinado y vertiginoso tramo mucho mejor que la primera parte, a pesar de los inconvenientes que estábamos teniendo.


Tras la tormenta, salimos del refugio-cueva para seguir subiendo la canal y por suerte la tarde fue abriendo un poco, desapareciendo los oscuros nubarrones.

Llegamos a la aguja-torre que se levanta frente a nosotros, tenemos que continuar bordeándola por la derecha a través de un tramo de fuerte desnivel, para llegar casi a su parte trasera, donde se encuentra una hondonada, un socavón, una especie de cráter, al que llaman el Jou del Llagu [2], pero por suerte no hay que bajar sino que hay que seguir cresteándolo,  aunque en un momento dado los cuatro que íbamos delante, en un despiste, nos apartamos hacia la derecha subiendo hacia la parte más alta, mientras el resto del grupo siguió el recorrido previsto hasta el collado. Los que habíamos subido arriba, en lugar de bajar, hacemos un pequeño rodeo para al final acabar enlazando con el resto del grupo y dar por terminado el tramo de más desnivel de esta canal a la altura del Collado de las Cruces, con el pico Jultayu a nuestra vera.

El Pico Jultayu lo tenenos a nuestra vera...

Respiramos más tranquilos, habíamos terminado la parte más dura. El cielo ya no estaba tan oscuro y la amenaza de que pudiera caer más agua se iba desvaneciendo, incluso se abría algún que otro claro entre las nubes por donde se colaban algún rayo de luz, pero aún nos quedaba un buen rato para llegar al refugio, aunque nada que ver en cuanto a desnivel con el de la Canal de Trea, pero si que es un terrero de sube y baja, caminando sobre roca caliza, en un recorrido irregular y caótico.

En el tramo final de la Canal, aparece un rebeco que nos observa de reojo: ¿a dónde irán estos 'colgaos'?...se estará pregutando...

Lo que nos tenía preocupado era saber qué había pasado con Luis, nuestro compañero que se había adelantado y al que no habíamos visto, ni rastro de él, y era raro que hubiera tirado el sólo hacia delante, sin saber el camino, aunque confiábamos en que estuviera en el refugio y estuviera bien.

Al terminar el último tramo de caminata por encima de la roca, llegamos a un espacio más abierto, de praderas y al fondo, ya aparece el refugio, ¡ya teníamos los deberes hechos por hoy!, así que tocaba relajarse y disfrutar de las formidables vistas que teníamos al darnos la vuelta, al mirar atrás, con un bonito perfil del macizo central o de los Urrielles.

El grupo saliendo de la zona rocosa y llegando a las praderas que preceden al reguio Vega de Ario.
 
Vistas al macizo central o de los Urrieles desde las praderas en las inmediaciones del refugio Vega de Ario.

Nos reagrupamos al salir de esta zona de roca y seguimos por estas alfombradas praderas los apenas 500 metros que nos quedaban hasta el refugio, esquivando las innumerables boñigas de vaca.

Llegamos sobre las 7 de la tarde, con el tiempo justo de un aseo rápido, cambiarnos de ropa y tomar una cerveza antes de la cena, que era a las ocho, en una tarde donde al final al sol le dio por no salir al tiempo que  conforme avanzaba la tarde-noche el cielo se fue cubriendo de nuevo por completo amenazando con volver a descargar y así, prácticamente toda la noche estaría lloviendo... pero como se suele decir para no perder la esperanza para el próximo día: ¡que llueva de noche todo lo que quiera, que lo que llueva de noche no llueve de día!... aunque ya sabemos que esto no es siempre así...

...y por fin llegamos al refugio...

En el refugio nos estaba esperando Luis, lo que supuso todo un alivio. Al parecer se había encontrando con el grupo que nos pasó cuando esperábamos en la Fuente del Peyu, continuando con ellos hasta el refugio para no quedarse solo, porque lo había pasado mal con problemas en las rodillas y había llegado bastante tocado y eso que el grupo le daría alguna pastilla para el dolor además de algo de comer... así que dentro de lo malo, encontrarse con este grupo era lo mejor que lo pudo pasar y solo quedaba en confiar que la cena, el reposo y el ibuprofeno hicieran efecto y mañana se encontrara mejor...

Tras el turno de la cena llega la tertulia, que resultó mucho más amena y distendida después del par de botellas de vino que abrimos mientras cenamos y que tan sacrificadamente subimos hasta aquí arriba y sobre las diez a la cama, esperando en mi caso, que pudiera dormir después de que la noche anterior apenas pegara ojo.

------------------------------------------------------------------------------------------

[1] Anillo Vindio: Supongo que este anillo occidental de Picos toma el nombre de los Montes Vindios, refugio de la última tribu cántabra que combatió contra las tropas romanas; esta tribu conocida como los vadinienses (también existe una variante del Camino de Santiago llamado: Camino Vadiniense) buscó algún refugio en los montes de la Cordillera Cantábrica, ahora conocidos como los Picos de Europa.

[2] En Picos de Europa cuando se habla de “Jou” es para referirse a un “Hoyo”. A grosso modo viene a ser  una depresión kárstica consecuencia de los procesos de disolución de la roca caliza y de la acción de grandes masas de nieve y hielo. El agua se va filtrando por las grietas, disolviendo las rocas y excavando grandes galerías subterráneas y conforme éstas se van haciendo mas grandes llega un momento en que sus techos se derrumban, produciendo el hundimiento del terreno y formando los hoyos o jous.

La palabra 'Jou' (hoyo) proviene de la aspiración típica en el oriente de Asturias (en Extremadura también) de la 'h' conviertiendola en 'j', o sea, 'Joyo'. A su vez la -o- final se transforma en 'u', con lo que quedará 'Joyu', finalmente, como tendemos a 'comernos' algunas la letras la palabra queda definitivamente como 'Jou'.


0 comentarios:

Publicar un comentario