Al
igual que ocurrió el año pasado, el verano llegó y no había
planificado nada, ni siquiera esperaba poderme escapar unos días, la
situación familiar-personal es la que es... y eso por no hablar de
otras circunstancias que se desencadenaron justo el día antes de
coger las vacaciones.
Por
suerte, un poco parecido a lo del año pasado, a última hora parece
que todo volvió a la normalidad, y a finales de agosto pude
escaparme unos días, y como tampoco tenía organizado o planificado
“en firme” nada, y todo fue prácticamente de un día para
otro, opté por seguir con lo que empecé el año pasado, o sea,
continuar el Camino del Norte a pie, en lo que parece que se
va a convertir en mi “comodín” para las vacaciones para
cuando no tenga nada previsto.
Elaño pasado llegué hasta Santander, y este año podría hacer
el tramo de Santander a Gijón, en principio bastante
factible en los siete días con los que contaba. No tengo ninguna
obsesión por avanzar lo máximo posible en el “Camino”, y
mi idea es conocer y disfrutar del entorno, además de visitar
tranquilamente ciudades o localidades de paso que aún no conozco,
pero el año pasado acabé bastante desilusionado con este Camino
por la cantidad de asfalto que había, y por muchos tramos insulsos y
aburridos en algunas de las etapas, algo que no esperaba en un lugar
como Cantabria que tanto encanto natural
tiene... así que para este año, si la tónica iba a ser la misma,
cuando llegara a San Vicente de la Barquera me desviará del
Camino del Norte y haría el Camino Lebaniego,
que en un principio, por lo que había leído y visto en fotos, me
iba a atraer mucho más, y aún así, me quedarían unos días para
reemprender el Camino del Norte, pero ya en Asturias,
aunque de
hacer esto no llegaría a
Gijón, lo
que por otro lado me daba
igual.
La
verdad es que etapas de 100% asfalto, algunas de ellas totalmente
insulsas y otras edulcoradas con algunos cortos tramos de camino
sobre los acantilados junto al mar y vistas a las playas, o
exceptuando algunas panorámicas típicas de las tierras cántabras,
o de algunos tramos de bosques o de algunas variantes que por suerte
puede hacer y que no es sólo que no estuvieran señalizadas, sino
que tampoco aparecía en la guía que llevaba y que gracias a
lugareños que me la descubrieron pude realizarlas... el resto, como
digo, decepcionante, al menos para mi, porque esperaba mucho más que
etapas por carretera, carriles bici, pistas asfaltadas, y zonas que
como he dicho, me parecían insulsas... poco bagaje para muchos
kilómetros recorriendo el País Vasco y Cantabria,
zonas precisamente muy ricas en cuanto a entornos naturales, pero la
verdad es que exceptuando las primera etapas por el País Vasco,
hasta antes de llegar a Lezama, que me parecieron bonitas y
entretenidas, y en las que pude disfrutar realmente, el resto fue
más de lo mismo...
Las
sombras de este tramo del Camino del Norte que al
final acabé realizando este año, Santander-Ribadesella,
son las mismas con las que me encontré el verano pasado, porque todo
lo que había leído se confirmaba, y ya puedo decir que
prácticamente todo el discurrir por Cantabria de este Camino
es por asfalto, con algunas etapas aburridas, de las de caminar por
caminar, exceptuando algunas pinceladas paisajísticas y algunas
localidades que tenía ilusión por visitar, que me han gustado mucho
y que han sido casi de lo mejor de este tramo del Camino del
Norte por Cantabria.
Ya
de por sí, la primera etapa que tenía prevista hacer, entre
Santander y Santillana del Mar, como bien dice en la
guía que llevaba, es “una etapa más maratoniana que de
peregrinación”... no sólo por el kilometraje, incluso
ahorrándonos el rodeo entre Boo y Mogro (bien cogiendo
el tren o bien si se va andando y cruzando el río por el puente
sobre el las vías del tren, con las precauciones pertinentes), sino
porque junto con el tramo entre Bilbao y Pobeña
(exceptuando la llegada a ésta última), es la etapa más aburrida,
fea e insulsa de todo lo que he realizado de Camino hasta
Ribadesella. No es sólo que sea casi todo el trazado por
asfalto, o que para 6 u 7 km exclusivos de camino que hay sean estos
de lo más aburrido, con una larga línea recta, en ligera bajada,
que parece nunca acabar y con la única compañía a la derecha,
paralelo al camino, de dos grandes tuberías a ras de suelo,
propiedad de una empresa perteneciente a un importante grupo químico
y farmacéutico internacional, algo que no es muy motivante
precisamente,... sino también porque el recorrido en general, no es
nada gratificante, así que no es de extrañar que la gente, si
pueden, intenten quitarse este tramo cuanto antes, en lugar de
dividirlo en dos etapas; más concretamente, desde que termina el
tramo de camino junto a las tuberías, hasta Queveda, para mi
fue lo peor, porque hay que adentrarse en núcleos urbanos cruzados
por alguna carretera nacional que hay que seguir, para después
pasar por las mismas puertas de entrada de la empresa Solvey,
la de las tuberías del camino, con sus enormes chimeneas, y desde
ahí seguir por carretera pura y dura, con espacios muy abiertos, sin
ninguna sombra, y más alejados del mar, con lo que ni siquiera
podemos recrearnos con las vistas o panorámicas de las costas,
acantilados o del propio mar para mitigar tanta monotonía que sólo
se rompe a la entrada del coqueto y bonito pueblo de Santillana
del Mar, sin duda alguna, lo único positivo de la primera etapa
de este año.
De
esta primera etapa sólo me quedaría con el final, con Santillana
del Mar, que si bien es cierto que es un pueblo bonito y
encantador, también es verdad que es muy turístico, demasiado diría
yo, hasta el punto de parecer un pueblo artificial, como de decorado.
Al margen, de esto, quizás un pequeño tramo pasada la iglesia de
San Martín de Mogro, en el que aunque se camina por
carretea local, al menos las vistas de terreno ondulado, pintado de
verde y salpicado con algún que otro pueblecito junto al mar,
mitigan los sin sabores de esta etapa.
..."pequeño tramo pasada la iglesia de
San Martín de Mogro, en el que aunque se camina por
carretea local, al menos las vistas de terreno ondulado, pintado de
verde y salpicado con algún que otro pueblecito junto al mar"...
Santilla del Mar
Del
resto de recorrido por Cantabria,
pues poca cosa, más de lo mismo, asfalto y más asfalto, bien por
carretera, por pistas asfaltadas o caminos de hormigón, con un
entorno que no me acaba de enganchar en ningún momento, exceptuando
cosas muy puntuales, como pueden ser tres de las perlas de Cantabria:
Santillana del Mar,
Comillas
y San Vicente de la
Barquera, que sin
duda alguna merecen una visita, recomendable totalmente, en cualquier
viaje que se haga a esta comunidad autónoma; al margen de esto, tan
sólo me quedaría con algún que otro pequeño tramo más rural, de
interior, alejado del turismo costero o del interior (como
Santillana)
pasando por algunos pequeños pueblos o aldeas que parecen estar al
margen de todo, en los que la única alegría la aportan los
peregrinos que pasan por allí; con alguna que otra aldea con
reminiscencias indianas;
con el pequeño tramo de unos tres kilómetros por bosque y camino de
tierra al dejar atrás Cóbreces
(en la que destaca su imponente iglesia
de San Pedro, con
un característico color rojo), con el paso por la
ría Puente de
la Rabia, al dejar
atrás Comillas,
formada por la desembocadura de los ríos Turbio
y Capitán,
enclavada dentro del Parque
Natural de Oyambre,
buen lugar para el avistamiento de aves (en sus alrededores hallamos
el extenso arenal
de Oyambre y la
marisma de
Zapedo); e
indudablemente me quedo con las inmejorables vistas, una vez que
dejo atrás la playa
de Oyambre y
tras subir un pequeño repecho, de la puebla vieja de San
Vicente de la Barquera,
levantada sobre un promontorio, junto a la ría, entre el que
sobresale el imponente torreón de su iglesia, y con el telón de
fondo de las majestuosas montañas de los Picos
de Europa, unas
vistas que me acompañan durante varios kilómetros de descenso en
los que paso por una sucesión de playas, de mucho ambiente surfero,
hasta llegar al Puente
de las Mazas, que
da acceso al centro histórico de esta bonita localidad (este tramo
fue un recorrido alternativo, no fui siguiendo la guía, simplemente
pregunté y me lo recomendaron, porque por ambos sitios se podía
llegar a San
Vicente, por ambos
sitios se 'chupaba'
asfalto, pero al menos por aquí, aunque quizás también con algún
kilómetro extra, se iba siempre junto a la costa, en un recorrido
más vistoso y con el premio final de ver la panorámica que me había
atrapado desde que vi una foto
de San
Vicente de la Barquera
con los cimas nevadas de los Picos
de Europa
de
fondo, en una foto de postal).
Pequeño tramo de tierra por bosque frondoso al dejar atrás Cóbreces.
Cementerio de Comillas, donde sus inquilinos pueden disfrutar de unas bunas vistas aunque sea desde el más allás, además de estar bajo la protección del ángel guardián, escultura de Josep Llimona de estilo modernista, de 1895.
El "Capricho de Gaudí", en Comillas.
Palacio de Sobrellano o del Marqués de Comillas
Diferentes vistas de San Vicente de la Barquera.
Tramo rural, más de
interior, alejado del turismo costero... en este caso, después de abandonar Santillanar del Mar... el pequeño núcleo urbano al fondo corresponde a Oreña.
Al
margen de esto, que como he dicho son cosas muy puntuales después de
recorrer Cantabria prácticamente de este a oeste, el “Camino”
en sí en esta comunidad autónoma me ha decepcionado mucho, porque
esta zona es muy rica y variada en enclaves y entornos naturales,
pero el trazado del camino es un mero trámite, es como si sólo se
limitara a pasar por las zonas más insulsas, buscando lo fácil,
pasando por asfalto y más asfalto, siguiendo carreteras locales o
pistas asfaltados, ni siquiera se molestan en buscar trazados o
alternativas, aunque vayan por la misma zona, pero con un recorrido
que vaya más por caminos, más por senderos, más por bosques, más
en la naturaleza y no tanta carretera... y es en que su recorrido por
Cantabria, en lugar de llamarse “Camino
del Norte” debería llamarse la “Carretera del
Norte”.
En
Asturias, al menos en las dos etapas que realicé, se notan
los cambios, no sólo porque ya no hay tanto asfalto sino por la
voluntad de cambiar para mejorar el Camino, algo con lo que,
al menos desde mi punto de vista, no me he encontrado en Cantabria.
Es
cierto que también, al menos inicialmente, en Asturias el
recorrido oficial sigue utilizando mucho asfalto, pero también
es verdad que hay alternativas que prácticamente se han convertido
en el “nuevo” recorrido
oficial, porque es por donde suele ir todo el mundo, huyendo de
la carretera, del asfalto y adentrándose en entornos naturales más
bonitos y agradables en nuestro caminar durante este Camino.
Por
ejemplo, el primer día en Asturias,
al salir de Colombres
(una localidad en la que podemos ver bastantes construcciones de tipo
indiano,
bonitas y bien conservadas) esperaba
encontrarme según la guía que llevaba, y que por lo que he visto
necesita actualizarse un poco, un tramo largo de asfalto con zonas de
carretera peligrosa, pero al final me encuentro con caminos y
alternativas señalizadas que hacen que te ahorres gran parte de ese
suplicio, por no hablar que desde Pendueles,
en lugar de seguir por carretera puedes seguir el recorrido hasta
Llanes
por el GR-204-E-9
(sendero europeo de la cornisa atlántica), que aunque no esté muy
marcado con flechas amarillas, lo está con señales rojas y blancas
propias de un sendero de Gran
Recorrido (GR-204-Senda
Costera),
y que es el itinerario que sigue haciendo todo el mundo, con un tramo
de 15 km prácticamente por camino, durante los cuales, en los 10
primeros kilómetros no se pasa por ninguna población, pero sí por
enclaves naturales bonitos, alejados de la carretera y del mundanal
ruido, y con puntos muy interesantes, tanto desde el punto de vista
geológico, como son los “Bufones
de Arenillas”
('son grietas o
chimeneas abiertas en la roca, en la costa, y conectadas con simas
marinas, por las que el agua salada penetra a presión, formando
surtidores de agua pulverizada que pueden alcanzar más de 20 metros
de altura',
pero para esto se deben reunir las condiciones necesarias, algo que
no ocurrió cuando yo estuve allí, aunque si es puro espectáculo el
ruido que produce el aire a presión al recorrer estas grietas o
chimeneas en la roca), como desde el punto de vista paisajístico o
en cuanto a naturaleza se refiere, como es el mirador
del río
Purón, o las
panorámicas de las playas y zonas costeras, o los bosques de galería
junto a zonas de ríos y arroyos, uno de ellos hay que cruzarlo por
un estrecho puente, en medio de un bonito enclave, pudiéndose leer a
la entrada del puente: “20
personas máx.”,
o las panorámicas desde el mirador
de la Playa
de La Ballota.
Es desde este mirador, y hasta llegar a Llanes,
donde podremos disfrutar de otro tramo de camino de la “Senda
Costera”, del
GR-E-9,
altamente recomendable, por la zona alta de la parte costera, quizás
no tanto por el entorno del camino, algo desprovisto de vegetación,
pelado en algunos casos, pero si por las vastas panorámicas que se
pueden divisar desde arriba y durante unos cuatro kilómetros:
Llanes,
algunas de sus aldeas, la zona costera, el mar, el islote
de Castro...
Tramo de GR-204-E9 una vez que se deja atrás Pendueles.
Grietas y túneles horadados en la roca... los “Bufones
de Arenillas”.
Desde el mirador
del río
Purón.
Por la “Senda
Costera” del
GR-E-9... al fondo queda Llanes.
Quizás
lo más insulso de esta primer tramo por Asturias son los
únicos tres kilométros, o poco más, de asfalto hasta Pendueles
y la travesía de Llanes, que se hace super larga, tanto la
entrada como la salida, y en especial ésta última por largas y
rectas avenidas; lo mejor de Llanes el centro, la parte
histórica, con mucha gente paseando o sentada en las terrazas, muy
ambientado, algo normal a la una del mediodía y con una temperatura
muy agradable; desde el centro un paseo sin prisas por el puerto y
las vistas desde el mirador pertinente a los “Cubos de la
Memoria”, obra del pintor y escultor bilbaíno, Agustín
Ibarrola, y según sus palabras: “constituye el mayor reto al
que me he enfrentado, convirtiendo la escollera del puerto llanisco
en una gigantesca escultura policromada de infinitos escorzos"...
yo ni quito ni pongo... ¡pa'gustos los colores!.
La
siguiente etapa hasta Ribadesella, es por suerte una
confirmación de que el Camino mejora, de que no tiene nada que ver
con muchas de las etapas aburridas, insulsas y de caminar por asfalto
de Cantabria, donde la primera parte transcurre principalmente
junto a la costa, junto a las playas, pasando por unas sucesión de
aldeas, para después el camino girar algo más hacia el interior y
volver a dirigirse hacia la costa al final, para llegar a
Ribadesella, en un recorrido en general muy atractivo, junto a
la costa, con zonas de playas, transitando por caminos viejos,
caminos reales, senderos y con puntos donde se puede disfrutar de
bonitas panorámicas, como las de la Playa de San Antolín
y Punta de la Dehesa, y es que es justo desde la salida
de Llanes y hasta este punto, donde Camino del Norte y
GR van más o menos de la mano, porque a partir de aquí, el
Camino gira algo más hacia el interior mientra el GR sigue su
itinerario costero, que por lo que he visto y leído a posteriori es
mucho más interesante, por las zonas de acantilados, playas,
bufones, etc... es
un recorrido más largo pero seguro que más recomendable,
y estoy totalmente de acuerdo con la frase siguiente
que leí no recuerdo
donde: "A
veces, es mejor salirse del sendero y seguir tu propio camino, para
descubrir la belleza de la costa",
pero como siempre, habrá gente que simplemente quiera
seguir el Camino marcado-señalizado, las flechas amarillas,
otros a los que les da igual pero que por desconocimiento en ese
momento no lo hacen (como fue mi caso) y otros que se preparan mucho
más el recorrido antes de salir y tienen claro que es lo que quieren
ver y por donde quieren ir... en cualquier caso, tanto si se sigue
por el Camino del Norte como por el GR , se
acaba llegando a Ribadesella. Lo que tengo claro es que me
anoto este recorrido costero por el GR entre Llanes y
Ribadesella para hacerlo enteramente en otra ocasión que me
encuentre por esta zona, como bien dice la frase:
Y
por supuesto, me quedo con Ribadesella, el punto final de mi
segunda etapa en tierras asturianas y final de mi viaje este año, ya
que si bien es cierto que inicialmente la idea era llegar a Gijón,
no pudo ser porque decidí hacer el Camino Lebaniego y
eso me restó unos días.
Ribadesella
Son
ya veinte años desde que estuve mi primera vez en tierras
asturianas, una semana
con una excursión organizada por un club de espeología de Sevilla,
de la que guardo un grato
recuerdo, y uno de esos días
lo dedicamos para
hacer el típico y celebérrimo descenso del Sella
en piragua, pero además,
Ribadesella bien merece un paseo por sus céntricas,
históricas y turísticas calles, comer en uno de sus
bares-restaurantes o realizar un paseo circular donde podemos subir
al mirador de la ermita para tener unas vastas panorámicas desde
allá arriba, para después bajar y seguir por la “Ruta del
Puerto”, donde a nuestra izquierda podremos contemplar un
conjunto de seis paneles sobre azulejos, pintados por Antonio
Mingote, en el Paseo de La Grúa, en los que se repasa la
historia de esta villa, desde la prehistoria a nuestros días...
didácticos y entretenidos, a la par que bonitos; a la derecha,
tendremos en unas amplias panorámicas de las playas y algunos
edificios emblemáticos con arquitectura indiana, siempre con las
montañas de fondo.
Dos ejemplos de los paneles (azulejos) pintados por Antonio
Mingote, en los que se repasa la
historia de Ribadesella, desde la prehistoria a nuestros días
Por
otro lado, a nivel particular me hubiera gustado ver la cueva
del Tito
Bustillo,
pero al preguntar en la oficina de turismo me comentan que sólo es
con reserva y que en ese momento estaba todo reservado, creo que
hasta primeros de octubre... ¡lástima!,
porque al final me he quedado sin ver la réplica de la Cuevade Altamira
(porque los domingos por la tarde estaba cerrado, y a Santillana
llegué en domingo y sobre las tres de la tarde y entre buscar
alojamiento, ducha, comer...; la visita para las cuevas originales es
para un grupo muy reducido de personas, unas cinco creo, solo los
viernes y por sorteo), sin visitar las “Cuevas del Soplao”
(aunque en este caso necesitaría haber hecho un desvío en el Camino
Lebaniego y
quizás gastar un día extra en ello) y en Ribadesella
tampoco pude ver la
cueva
de Tito Bustillo,
algo que no es de extrañar, es lo que tiene salir sin planificar ni
mirar nada, simplemente hacer
la
mochila el
día antes
y lo que te vayas encontrando por
el camino,
algo que no suele ser lo normal en mi, pero estos dos últimos años
parece que estoy abonado a esto, y suerte al menos de poder disfrutar
de una semana de vacas haciendo cosas que me gustan y con las que me
encuentro a
gusto
realizándolas...
En cuanto a la situación de
los albergues públicos, lo mismo que comenté el año pasado en el
primer tramo que hice, o sea, son pocos, con pocas plazas y
concentrados prácticamente en los teóricamente finales de etapas, y
en algunos casos ni eso, como en Unquera, Llanes (aquí
hay un albergue juvenil) o Ribadesella, teniendo que hacer
algunos kilómetros extras para dar con alguno, aunque sea privado, y
si encima hay otros que están cerrados (espero que solo sea de forma
temporal) como en el de San Vicente de la Barquera, pues sólo
queda el recurso de albergue privados, que por suerte están
proliferando y compensando al menos el déficit de los públicos,
aunque también es verdad que entre tanto albergue privado, algunos
de ellos intentan hacer caja a costa de los peregrinos. La verdad es
que todo esto de los albergues ha cambiado bastante desde la primera
vez que hice el Camino Francés, en 1998.
Peregrinos esperando a que abrieran el albergue de Comillas, en el edificio que en otros tiempos sirvió de cárcel.
Albergue de Serdio.
PODÉIS VER UNA SELECCIÓN DE LAS FOTOS DE ESTE TRAMO, A MÁS RESOLUCIÓN, EN ESTE ENLACE.
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