Las andanzas de un lobo estepario extremeño.

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"Viajar en bici es hacer más grande el Mundo. Es aprender lo esencial de la vida. Es vivir el presente sobre todas las cosas. El placer del cicloturismo está mucho más en el camino que en el destino, son los medios los que justifican el fin. Durante días, semanas o meses, no necesitas más que lo que llevas a cuestas
" (del artículo: "Con la casa a cuestas", revista: Bike Rutas, Nº 4, 1999)

27 mar 2018

Senderismo (Sierra de Córdoba): Vereda de Trassierra - Fuente del Elefante - Baños de Popea - Torre del Beato - Torre de las Siete Esquinas.

Ésta es una de las rutas a la que le tenía ganas desde hace tiempo, y aprovechando este último período de lluvias abundantes que ha paliado, en parte, la sequía que estábamos sufriendo, me decidí a hacerla esperando ver llenas de vida las pequeñas cascadas, ríos y arroyos por los que pasa el recorrido. Una ruta bonita y entretenida desde el principio, fácil, circular y donde prácticamente el 80% del recorrido transita por senderos en plena sierra cordobesa.

Dejé el coche en la gasolinera situada justo en el cruce desde donde parten las carreteras que van a Córdoba, Medina Azahara, Las Ermitas y Trassiera. Tras desayunar me pongo en marcha, muy tarde para lo que me hubiera gustado, porque mi intención era visitar por la tarde  Medina Azahara (a escasos 3 km de donde había dejado el coche), pero saliendo a las 11:30 de la mañana, en un recorrido largo, que no conocía y en el que preveía hacer bastante paradas para hacer fotos y curiosear, no iba a ser posible.

Salgo desde la misma gasolinera, por un camino que hay entre ésta y otro edificio, y a los 50 metros ya enlazo con el primer hito del recorrido, que no es otro que la Vereda de Trassiera, un estrecho sendero por el que camino envuelto en un sotobosque formado por lentiscos, jaras, madroños, durillos, etc... que forma parte a su vez en un espeso bosque mediterráneo del que apenas puedo tener unas panorámicas, exceptuando algún que otro claro en algún pequeño alto. Una gozada caminar por este sendero, por esta vereda, en solitario, con el hilo musical del trino de los pájaros acompañándome en todo el recorrido, supongo que contentos en un día espléndido después de los últimos días de lluvias y viento.

 Vereda de Trassierra.

Después de este bonito y entretenido tramo de senda, en el que me encuentro con algunos senderistas, aunque  en sentido contrario al que yo llevaba, llego a una zona más abierta, junto a la carretera que va de Trassierra al cruce donde había dejado el coche. Desde ahí, según el panel informativo, restaban 1,5 km para el siguiente punto de interés que tenía anotado: la Fuente del Elefante, así que continúo la marcha, dejando a la derecha una urbanización y siguiendo por un amplio camino en medio de una bonita dehesa que se levanta sobre un manto verde en el que revolotean mariposas y pájaros.

Continuo la marcha en un día soleado pero con temperatura muy agradable, ideal para la práctica del senderismo, y así llego a una bifurcación, justo a la altura del Cortijo del Caño de Escarabita, que queda a la derecha, y  que además es el punto central del recorrido en “ocho” de esta ruta, o dicho de otra forma, el punto por donde se pasa en dos ocasiones, una en este primer tramo del recorrido, y otra en el último tramo (en el que se visitan las dos torres). Este punto sirve también para acortar la ruta, si se quiere, y hacer una mas corta, realizando un recorrido 'circular', en lugar de en 'ocho'.

Sigo las indicaciones hacia Trassierra, continuando por amplio camino en medio de la dehesa, y justo cuando voy pensando que la distancia que indicaba el panel informativo que había visto antes debía estar equivocada, porque me parecía que llevaba más distancia caminada, o eso o que mirando aquí y allá había perdido la noción del tiempo... es cuando me encuentro a la izquierda del camino con uno de los paneles informativos sobre la Fuente del Elefante, que está allí mismo, sólo hay que apartarse unos metros.

Fuente del Elefante

Según reza en los paneles informativos que aún pueden leerse, se trata de un manantial que debe su nombre a la escultura de piedra de un elefante asiático de época califal que presidía este lugar, la cual se encuentra actualmente en el Museo Diocesano y por tanto, la que podemos ver actualmente en este lugar es una réplica. La original está labrada en roca caliza cámbrica procedente de Sierra Morena, y la gran hendidura fronto-lateral que muestra podría deberse al desprendimiento y posterior desaparición de una de las piezas, ya que la escultura no parece estar labrada en un único bloque  de piedra. La técnica analítica del Carbono-14 ha proporcionado una cronología entre los años 982-1193.

Una vez en el recinto, podemos ver una arqueta encargada de recoger el agua, junto a la cual hay un pilar con un caño por el que  saldría el agua hacia el canal que se proyecta hacia delante, y que pasa posteriormente por encima del puente del elefante, aunque parte de este agua se desviaba a otro pequeño canal, paralelo al anterior pero sólo de unos metros de longitud, que llegaría a la parte trasera de la escultura del elefante, surgiendo después por los colmillos laterales de éste.

 Fuente del Elefante. Arqueta de recogida del agua

  Fuente del Elefante. Parte del agua de la fuente se desvíaba a este pequeño canal, por donde llegaría a la parte trasera de la escultura del elefante, surgiendo después por los colmillos laterales de éste.


Fuente del Elefante. En un pilar junto a la arqueta, hay un caño por el que  saldría el agua hacia el canal que se proyecta hacia delante, y que llevaría el agua a huertas, molinos, o quizás también, junto con las del arroyo Bejarano, hacia Córdoba.

Hay varias teorías sobre los orígenes de esta fuente y la figura del elefante, pero la que a mi más me gusta es la que aparece en el libro  "Leyendas de Medina Azahara", de Manuel Pimentel, donde se cuenta la leyenda de que siendo pequeño el alarife de Medina Azahara, Maslama ben Abdallah, oyó contar a un ermitaño de la sierra de Córdoba una historia según la cual, al no saber qué hacer los romanos con los elefantes que dejaron los ejércitos cartagineses en su huida, pues no les cabían en sus caballerizas, los subieron a pastar a la sierra, pero en una época de sequía tremenda, el más viejo de los elefantes, golpeando con su pata en el actual sitio donde mana el agua, la hizo brotar. Cuando Maslama, el alarife, estando ya al cargo de la construcción de Medina Azahara, subió un día a la sierra a la búsqueda de nuevos materiales para la ciudad palatina, se enteró de la muerte del ermitaño en el lugar cercano a la fuente, y mandó construir el elefante a uno de los escultores que trabajaban para él en Medina Azahara y así lo colocó en el lugar donde actualmente se halla, en memoria del ermitaño y de la leyenda que le oyó contar de pequeño.

Fueron los altos cargos del imperio Omeya los que más disfrutaron de los veneros de esta Sierra de Córdoba. Concretamente esta fuente, parece ser que formaba parte de un palacio de recreo que mandó construir el califa Abderraman III, donde los devotos trabajaban al menos un semana al año para costear el mantenimiento de la Mezquita de Córdoba, quedando todavía restos de las construcciones hidraúlicas. Los romanos construyeron el acueducto de Valdepuentes (Aqua Vetus Augusta), para llevar el agua desde la Fuente del Elefante y el Arroyo Bejarano hasta la ciudad de Corduva. Posteriornente los árabes reutilizaron este acueducto para abastecer de agua a la ciudad de Medina Azahara.

Hay quien sitúa en esa zona “El Valle de las Rosas”, del que habla el literato árabe Al-Sagundi en su  “Elogio al Islam Español”.

Vuelvo al camino y sigo con la misma dirección que llevaba, hacia Trassiera, a dos kilómetros de distancia, y durante los doscientos primeros metros voy viendo a mi izquierda, paralelo al camino, el canal-acequia que sale de la Fuente del Elefante, y que pasa por el Puente del Elefante, de un solo ojo, y al que la maleza circundante hace que no sea fácil de ver desde el camino, así que de nuevo lo abandono por unos instantes  para acercarme a él y verlo más de cerca.


Puente del Elefante.

Canal que pasa sobre el puente del elefante.

Saciada mi curiosidad reemprendo el camino, y nada más dejar el puente, a la izquierda aparece una gran extensión-llanura sin apenas vegetación ni árboles, tan solo unas briznas de hierba, un aclarado en la dehesa, se trata de una gran depresión en la roca caliza, con una fractura donde emana el agua que sustenta a la Fuente del Elefante; esto es lo que en términos geológicos se denomina 'polje', y en este caso se trata del “paleopolje de Escarabita” (a principios del año pasado haciendo el recorrido del “Sendero del Río Bailón”, también en la provincia de Córdoba, pude ver otra formación geológica de este tipo, “el polje de la Nava”, aunque ésta mucho mayor que la que me encuentro hoy).

Paleopolje de Escarabita.
Siguiendo camino, entre dehesas, llego a un cruce, donde de nuevo giro a la izquierda, buscando la aldea Trassierra, cuyas primeras casas quedan a poco más de 500 metros, por suerte, porque es éste un corto tramo de pista insípida y aburrida.

Al llegar a las primeras casas-chalets giro a la derecha siguiendo las indicaciones hacia el siguiente hito importante de esta ruta “Los Baños de Popea”, a escasos 900 metros, por el mismo tipo de pista, aunque han colocado una hilera de pivotes de madera a la derecha para crear un carril de un metro, aproximadamente, para los que se dirijan hacia allí dando un paseo, evitando problemas con los coches, para los cuales han creado un pequeño parking al final.

Al llegar a la zona donde se corta el acceso a los coches, la pista se transforma en camino y sigue recta, sin embargo yo giro por un sendero a la izquierda, en descenso, guiado por el sonido del agua, de las pequeñas cascadas...

Llego a los primeros saltos de agua, ahora es muy bonito verlos así, con el agua corriendo rauda y cristalina entre las piedras recubiertas de musgo, dando pequeños saltos, entre una exuberante vegetación, donde la dehesa y el bosque mediterráneo dan paso al bosque de ribera, en un contexto en el que supongo, nada tiene que ver con lo que habría unos meses atrás, en período de sequía, por eso me he decidido a hacer esta ruta en esta fecha  y no otras en las que en da igual la época de año en que se vaya.


 Primeros saltos de agua en los "Baños de Popea".

Es la zona conocida como “Los Baños de Popea”, que no es más que un tramo natural de pequeñas cascadas y saltos de agua alternados con pequeños remansos, que sigue el curso del arroyo del Molino, cercano a la desembocadura del río Guadiato. El relieve es suave pero tiene algunos desniveles y su geología está formada por pizarra y esquisto.

El único 'pero' es que esta zona ya empieza a ser transitada por mucha gente, y a pesar de ser un día de diario, es Semana Santa, y me encuentro con varios grupos de madrileños y vascos, y si bien las personas mayores se muestran respetuosas con el entorno, los chavales no paran de dar voces a pleno pulmón, rompiendo el equilibrio natural y la armonía que en estas fechas rodea todo este paraje lleno de vida, y lo peor de todo, intentan ir a la caza de mariposas, ranas y todo bicho viviente que se les ponga por delante, así que hago algo de tiempo esperando que se alejen un poco, para disfrutar en solitario, tranquilamente, de este entorno en el que acabo de adentrarme. Supongo que es ésa una de las razones por la que muchas veces me gusta ir en solitario o en “petit comité”, con gente que valore las mismas cosas.

La senda sigue paralela al cauce del río, y de vez en cuando permite ver otros saltos de agua, como el segundo que me encuentro, donde un poderoso chorro cae sobre una poza envuelta por paredes calizas, y al ser quizás la zona más propicia para el baño, supongo que es la que le habrá dado nombre a todo este enclave: “Baños de Popea”, un nombre que desde que lo oí me había parecido muy peculiar, y consultado a “san google” descubro que este nombre se debe a que unos poetas que paseaban por el lugar, al ver a unas chicas bañándose en el arroyo, exclamaron: "¡¡Mirad, como Popea cuando se bañaba!!", haciendo referencia a la emperatriz romana Popea Sabina (esposa del emperador Nerón), personaje relevante en los años 50 por una película donde aparecía bañándose en leche de burra; desde entonces la historia se expandió y comenzó a conocerse a este lugar con este curioso nombre.


Avanzo un poco más y me encuentro con otra sucesión de saltos de agua entre grandes bloques de piedra recubiertos de musgo y en una zona casi totalmente en umbría.


Caminando por esta senda paralela al arroyo del Molino, además de saltos de agua podemos encontrarnos con ruinas de antiguos molinos, la mayoría de época árabe, siendo el más importante el Molino del Molinillo. Estos molinos medievales permitían fabricar harina en grandes cantidades para la Córdoba califal del siglo X, que se estima en una población de 500.000 habitantes, de las más importantes de la época en Europa y podían encontrarse a lo largo de todo el Guadalquivir.

Junto a las ruinas del molino, se encuentra un arco de piedra por encima del cual se encuentra un canal que llevaría el agua que salía del molino hacia el arroyo. Al pasar por este arco, lleno de musgo y en completa umbría, la senda continúa a la derecha, pero está muy resbaladiza y  con pendiente hacia el arroyo, así que aunque me salga del itinerario, vuelvo hacia atrás, cruzo de nuevo el arco de piedra y sigo por otra senda que va algo más hacia arriba, aunque por suerte, al final acaba saliendo al mismo sitio, junto al Río Guadiato, a la altura donde desemboca el arroyo del Molino.

 Junto a las ruinas del molino del Molinillo, se encuentra un arco de piedra por encima del cual se encuentra un canal que llevaría el agua que salía del molino hacia el arroyo.

Cruzo el arroyo del Coronel, y sigo caminando paralelo al Guadiato, que ahora va a tope, lleno de agua, de vida, quedando a mi izquierda. Unos metros después cruzo otro arroyo, el Bejarano, otro de los hitos importantes del recorrido y que se recorrerá de principio a fin, puesto que ahora giro a la derecha, dejando el Guadiato a mi espalda, a la altura de la desembocadura del arroyo Bejarano, para remontar por éste hasta su nacimiento, hasta su primer venero.

De nuevo por sendero, en ligera subida, remontando el arroyo, envuelto en una espesa vegetación y bosque de galería. Senda entretenida, por las que gusta caminar, envuelto en naturaleza, acompañado por el trino de los pájaros, y ahora completamente en solitario, atrás he dejando varias parejas de senderistas y un grupo más numeroso que han parado para comer en diferentes sitios.

Llego a la zona de las minas romanas de cobre, o minas del bejarano, de donde se extraía calcopirita que aportaba cobre de primera calidad, siendo el río Guadiato una de las vías por las que circulaba el mineral extraído de Sierra Morena, que era transformado en lingotes en las fundiciones de los alrededores.

Zona de las minas romanas de cobre.

La parte norte de la provincia de Córdoba ha sido desde la prehistoria una zona rica en cobre, plata y plomo, aunque fue en época romana cuando las minas se multiplicaron al mejorar también sus técnicas de producción, lo que hizo que Córdoba pasara a tener una gran importancia y relevancia. Más tarde, serían los musulmanes quienes reabrirían las minas más importantes en el período romano y con ello la capital cordobesa volvió a resurgir. Ya en un período más cercano, mitad del s.XIX, fueron explotadas estas minas por compañías francesas e inglesas.

Tras curiosear un rato por la zona, sigo la senda, dejando las minas a la izquierda, siguiendo el curso del arroyo que queda a la derecha. Ahora la subida tiene algo más de enjundia, pero nada del otro mundo.

Junto a la senda, a la derecha, me encuentro con algunas orquídeas, creo que la Orchis morio, pero ni rastro de la orquídea endémica de esta zona, la Dactylorhiza sulphurea.

Llego a la parte más elevada, con la temperatura que a esta hora del día ya ha subido, aunque transitar por zonas de sombra, bosques de ribera, y junto al curso del agua, hace que todo sea más llevadero. Es justo aquí cuando me lío un poco, por momentos estoy apunto de seguir por un camino en el que desemboca la senda, hasta que me doy cuenta que no voy por el trazado previsto, aunque posiblemente lleven al mismo sitio, la diferencia es que por el trazado original se transita siempre entre sendas, más agradables y bonitas para caminar y siempre más metidas en el bosque. Así es como me encuetro con bonito lugar señalizado como el "Rincón del Duende".


De nuevo llego a un cruce de caminos, y el que tengo que seguir está a la derecha, pero hay una cancela. Cuando estoy a punto de saltarla, me doy cuenta que no tiene candado y que se puede abrir desde fuera, así que la abro, cruzo y vuelvo a cerrarla.

Ahora toca de nuevo caminar por una espectacular dehesa, que en esta época y después de las últimas lluvias, está preciosa, siguiendo paralelo al arroyo Bejarano, aunque ahora algo más alejado de él.

Llego a la zona donde se encuentran las ruinas del Cortijo y molino del Bejarano, a la izquierda, mientras que a la derecha, al otro lado del arroyo y junto a él, se encuentran las ruinas de la Casa de los Paños del Bejarano, que como su nombre indica, servía para la elaboración de paños; fue construida en 1860 una persona llegada de Béjar (Salamanca), y parece ser, según he leído, que fue una especie de fábrica de reciclaje, ya que los trapos viejos eran convertidos en tejidos nuevos que a los que llamaban "jarapas".

 Cortijo del Bejarano.


Ruinas de la Casa de los Paños del Bejarano, junto al arroyo.

Paralelo a las ruinas de la Casa de los Paños,  me encuentro con una puerta-cancela muy estrecha y al pasarla sigo caminando por senda, ahora pegada al arroyo, mientras que a mi izquierda hay una valla. Me encuentro en esta zona con algunos árboles jóvenes, etiquetados, más tarde averiguaría que esas etiquetas indican los árboles que cualquiera voluntariamente puede regar, pero recomiendan regar sólo los árboles etiquetados, que son los que tienen más riesgos de secarse, sobre todo después del último período de sequía; se trata de un conjunto de árboles que han plantado para repoblar este pequeño tramo con bosque de galería.

Llego a una doble puerta-cancela, pero no es necesario saltarlas, hay que abrirlas y cerrarlas. Desde aquí el camino sigue hacia la derecha, cruzando el arroyo, pero antes sigo durante unos 300 metros más el curso de éste, buscando el primer venero del arroyo Bejarano, prácticamente su fuente o manantial principal, donde un buen chorro en una caída de casi dos metros se precipita en una charca, en un lugar ideal para descansar, pero es algo tarde y prefiero seguir hacia delante.

 Primer venero del arroyo Bejarano

Lo interesante de este primer venero es que ha sido un manantial siempre activo, en cualquier época del año, lo que ha aportado, y aún sigue aportando, un caudal considerable, el cual ya fue aprovechando por los romanos para llevar el agua a Córdoba mediante la construcción de un acueducto, el Aqua Augusta, hoy conocido como Valdepuentes, con una longitud de 18 km. Posteriormente, ya en periodo islámico, se reutilizó para abastecer de agua a Medina Azahara.

En este cruce hacia el primer venero del arroyo Bejarano,  hay dos paneles informativos que están casi deteriorados por completo, y resultan prácticamente ilegibles; uno de ellos hace referencia al funcionamiento del  molino del Martinete (dedicado a moler mineral, en lugar de cereal) y el otro a la importancia de las aguas del arroyo Bejarano. Lástima que la administración local, regional o diputaciones pertinentes, se limiten únicamente a inaugurar  y no a mantener. En la Fuente del Elefante hay otro panel informativo que también está destruido.

Cruzo el arroyo y durante un corto tramo camino por un GR, aunque finalmente lo dejo a un lado y sigo por un camino salpicado de charcos, de nuevo entre encinas, inmerso en una fantástica dehesa por la que camino durante unos kilómetros, hasta que abandono el camino para coger un sendero que asciende entre paredes de matorral, en umbría a esta hora. Por esta zona es donde también se encuentran las ruinas de la Casa del Coronel (la cual da nombre a uno de los arroyos que cruza esta ruta en su desembocadura en el Guadiato) que originalmente creo que también fue una fábrica de paños, aunque con posterioridad sus alrededores se convirtieron en un lugar de retiro y oración para anacoretas, según he leí en su día, aunque ahora no recuerdo donde.

El pequeño tramo de subida desemboca en la Torre del Beato que se yergue inhiesta, solitaria,  altiva, desafiante, y a pesar de su interior algo ruinoso o descuidado, por fuera sigue manteniendo su porte y gallardía, rodeada de arboleda y sotobosque, que apenas dejan espacio a su alrededor, tan solo una pequeña explanada delante de su puerta de acceso, donde a esta hora, sobre las cuatro de la tarde, da la sombra, así que aprovecho un sillar  que hay junto a la puerta, para descansar un rato y comer algo, muy tarde para ello, pero este era el lugar que estaba buscando.

 Torre del Beato
 
Lugar tranquilo, relajante, aparentemente escondido, aunque la carretera está cerca, y en otros tiempos, supongo que desde donde estoy ahora sentado se divisarían unas vastas vistas, pero hoy en día la arboleda y el matorral impiden verlas.

Esta Torre del Beato es de época califal, y construida a bastante altura, lo que le ayudaría a comunicarse visualmente con otras torres que formaban parte del cinturón defensivo de Córdoba durante la dominación musulmana, aunque su nombre parece que lo toma de época posterior a la Reconquista, cuando en ella vivió un santón durante muchos años.

 Torre del Beato

Se trata de una torre de planta cuadrada, con una altura de 9 metros, dividida en dos plantas coronadas por una azotea con almenas.

En su parte trasera hay un muro de piedra, no se si otrora esta torre estaba dentro de un recinto, aunque lo que si es cierto es que la caída de un árbol sobre su pared posterior, ha hecho algo de mella en su parte alta.

 Torre del Beato. Interior de la primera planta de la torre, donde una escalera pegada a uno de los laterales da acceso a la segunda planta. El techo de esta primera planta es en cúpula.

Después de husmear por los alrededores, y por el interior de la torre, aunque no me atrevo a subir al segundo piso, sigo hacia delante, de nuevo por una estrecha senda que está prácticamente cerrada en algunos tramos, lo que me hace pensar que no es muy transitada, y que a pesar de que la zona es muy frecuentada por turistas y senderistas, supongo que más que nada lo que suelen hacer es el recorrido corto por los “Baños de Popea” y la “Fuente del Elefante”, porque como digo, en algunos tramos la senda está casi cerrada, teniendo que abrirme paso entre el matorral, o en el mejor de los casos, caminando por una senda de apenas dos palmos de ancha.

El sendero termina justo en una carretera, la cual tengo que cruzar, para acto seguido saltar en el otro lado una pequeña cancela, y seguir en ligero descenso por otra senda, en un bonito recorrido, aunque aquí, al cruzar la carretera, vuelvo a equivocarme y continúo por un camino con buena huella,  hasta que me doy cuenta del error y tengo que retroceder hasta encontrar el sendero, y es que al no estar señalizado, es fácil pasárselo.

Continúo por el sendero, en un recorrido muy entretenido desde la Torre del Beato, hasta que me encuentro con una bifurcación. En principio tengo que seguir por el sendero de la derecha, en subida, pero continúo recto durante unos 200 metros, para llegar a una explanada sobre un altiplano donde se encuentra la Torre de las Siete Esquinas, junto a los ruinas de lo que creo en otros tiepo fuen un gran cortijo. Es ésta otra torre vigía desde donde se tienen unas vistas espectaculares de Córdoba.

 Torre de las Siete Esquinas

Se trata de una torre de menor altura y desde la  que se tiene comunicación visual con otras torres, como con la torre anterior, la del Beato, aunque yo no consigo verla desde allí. Estas torres vigías servían pues, como vigilancia defensiva de la ciudad, así como de control de las conducciones de agua a Córdoba y de los caminos por los se transportaban los minerales extraídos de las minas, entre otros.

  Torre de las Siete Esquinas y vistas al fondo de Córdoba.

Dan ganas de quedarse allí sentado en una tarde de sol y temperatura agradable, ideal para disfrutar de la naturaleza, del senderismo y de las magníficas vistas.

Vuelvo sobre mis pasos, hasta llegar a la bifurcación que dejé atrás, y ahora si cojo la senda por la que continúa el recorrido, y a poco más de 500 metros, llego una pista asfaltada, es la que sube al “Mirador de las Niñas” que se encuentra a la izquierda, a tiro de piedra, así que para saciar mi curiosidad, giro hacia la izquierda para verlo, aunque después de estar allí, la decepción es mayúscula; una especie de plazoleta a modo de parking, una gradas, y mucha suciedad: papeles, latas de refresco, bolsas... y todo rodeado de matorral que apenas dejan ver la ciudad de Córdoba más abajo, al fondo, y por muy bien cuidado que estuviera esto, las vistas y panorámicas que se pueden tener no tienen nada que ver con las que se contemplan desde el mirador de la Torre de las Siete Esquinas.

Con semejante decepción, me doy la vuelta en seguida, vuelvo sobre mis pasos, dejo a mi derecha la senda por la que accedí al asfalto y sigo por él hasta llegar al cruce de la carretera que va desde la gasolinera donde dejé el coche hacia las Ermitas, así que la tomo hacia la izquierda y sigo por ella un kilómetro aproximadamente hasta llegar donde tengo el coche, encontrándome a la derecha de la carretera el acceso a la “Vereda de Trassierra”, en un tramo que acaba enlazando con el inicio de la ruta que he realizado.

En conclusión, una ruta muy bonita que merece la pena hacer y mucho, y más tras un período de lluvias, para ver en su plenitud los pequeños saltos de agua de la zona de los “Baños de Popea” y ver los arroyos y ríos correr, cargados de vida, con zonas de grandes dehesas, de bosques de galería, o de senderos envueltos en un espeso sotobosque y arboleda que te aíslan del entorno y donde uno se encuentra a solas con la naturaleza, acompañado del trino de los pájaros; pero además es una ruta cultural, donde podemos ver los restos de antiguas minas romanas, restos arqueológicos como los de la Fuente del Elefante, antiguas  torres de vigilancia, restos de molinos y fábricas de paño,  así como construcciones de acequias y acueductos para aprovechamiento de ese preciado bien como es el agua, e incluso restos de una calzada romana... En definitiva, ruta fácil a nivel físico, aunque larga, e interesante de principio y casi hasta el fin, porque los dos últimos kilómetros de asfalto hasta llegar al coche, sobran, están de más.

Aunque la ruta es de 17 km, al final entre desvíos y equivocaciones acabé haciendo 20 km. Empecé a las 11:30 y acabé a las 6 de la tarde, aunque el tiempo en movimiento, haciendo la ruta, fue de unas cuatro horas, el resto fue en paradas para ver cosas y disfrutar de algunos puntos en concreto durante el recorrido...

El track que seguí para esta podéis consultarlo en ESTE ENLACE.

Éstas y otras fotos, con mayor tamaño y resolución podéis verlas AQUÍ.

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