Hoy
era el tercer día en Plasencia, y por desajustes finales en
las fechas que habíamos acordado en un principio, en la ruta de esta
mañana no íbamos a contar con el amigo Edu, así que quedábamos
Alex y yo. A nivel particular, después de hacer este desplazamiento
hasta aquí y de contar con estos días, no quería perder la
oportunidad de hacer alguna otra ruta por el norte de Cáceres,
porque en esta situación en la que me encuentro no dispongo del
tiempo que me gustaría para hacer rutas o simplemente para viajar,
así que como siempre digo, el tiempo que pueda tener para estos
'menesteres' intentaré aprovecharlo en la medida que pueda.
Hoy
es el día de nochevieja, seguro que para muchos no es un día muy
apropiado para la práctica del senderismo o simplemente para
perderse en el campo, pero si tengo que elegir prefiero esto, aunque
hay que ser realista y saber que es un día diferente y que cada
cual tiene ya cosas planificadas de antemano, por lo que la ruta
prevista no debería estar muy lejos de Plasencia y no debería
implicar mucho riesgo en cuanto a orientación, para estar de regreso
a buena hora, así que había pensado en hacer la ruta del “Camino
Real”, entre las localidades de Navaconcejo y Piornal,
en uno de los valles por excelencia de Extremadura, el
celebérrimo Valle del Jerte.
El
problema de esta ruta es que es lineal, o sea, que la ida y la
vuelta tendría que ser por el mismo sitio, y como la ruta marcada
(PR-CC-15) es de nueve kilómetros, suponía hacer entorno a
los 18 km, en donde la ida, hasta Piornal, es toda en subida,
mientras que a la vuelta sería todo lo contrario, en bajada y
conociendo ya el terreno, así que podríamos aligerar. En algún
blog había visto una ruta por aquí que en lugar de hacerla lineal
hacían un recorrido “en ocho”, con un punto de
intersección, y en donde incluso pasaban por la cascada
del Caozo, y es ésta la ruta que me hubiera gustado hacer,
más que nada para no repetir camino, y para ver un “dos en
uno”, es decir, en la misma ruta ver las cascada del
Caozo y la del Calderón, pero la ruta señaliza
era la del Camino Real, mientras que para la otra, que creo
que la vi en el blog de “andandoextremadura”, de Vicente
Pozas, si no recuerdo mal, tendríamos que haber llevado el GPS, o a
lo mejor ni siquiera hubiera hecho falta, pero en cualquier caso, no
estábamos por la labor de aventurarnos y regresar tarde a casa,
porque cada uno tenía sus planes para la tarde como ya he comentado,
así que finalmente haríamos el recorrido lineal, el “Camino
Real” entre estas dos localidades antes comentadas.
Dejamos
el coche dentro del mismo pueblo de Navaconcejo, cerca del
pabellón polideportivo, y un poco antes de llegar a éste pabellón
nos encontramos con unos paneles informativos sobre esta ruta y sobre
otra para hacer en bicicleta de montaña. No había pérdida,
teníamos que seguir paralelos al río Jerte,
saliendo del pueblo y dejando a nuestra derecha el pabellón
polideportivo y la cooperativa de cerezas, y más tarde, un puente
que cruza el río Jerte y donde de nuevo vemos indicaciones
tanto de la ruta que queríamos realizar, la PR-CC-15, como
las del GR-110 que va hacia Plasencia.
Seguimos
el curso del Jerte, dejando ya a nuestras espaldas Navaconcejo
y caminando entre la carretera Nacional-110, que es la que atraviesa
todo el valle hasta adentrarse en Ávila por el puerto de
Tornavacas, y el propio río Jerte. Al cabo de
kilómetro y medio aproximadamente, dejamos a nuestras espaldas el
río para cruzar la N110 y seguir por un camino, justo donde comienza
la subida, ya que hasta ahora había sido todo llano, pero a partir
de aquí es todo una continua ascensión hasta legar a Piornal (el
pueblo más alto de
Extremadura, con
1.175 m.), con
algunos repechos fuertes , así que el desnivel a salvar en estos
poco más de 7 km desde este punto en el que nos encontrábamos, es
considerable.
Nada
más coger el camino, nos adentramos de lleno entre bancales
cubiertos de cerezos, el reclamo principal del valle, junto con el
agua que lo inunda y le da vida, ya sea la del propio río o las de
sus diferentes gargantas y piscinas naturales, pero sin duda, es la
cereza y la fiesta del cerezo en flor la que han dado más notoriedad
y repercusión a este valle y a esta zona de Extremadura,
aunque sus encantos naturales además del espectáculo del cerezo en
flor, no le van a la zaga. Lamentablemente no estamos en primavera, y
no es que los cerezos no estén en flor, sino que no tienen ni una
hoja siquiera, están totalmente desnudos, con sus troncos pequeños
y sus ramas que si bien no alcanzan excesiva altura, sí que se
desparraman a lo ancho, llegando incluso a colocar “muletas” para
que estas ramas no se tronchen, y en ocasiones se llegan a meter
hasta en el camino.
Como
he comentado, el camino es siempre en subida, aunque lo malo de este
tramo, desde que se cruza la N110, es de hormigón, y así continuará
durante al menos 3 km, lo que para mi gusto desprestigia mucho la
ruta, aunque por suerte no todo es así.
Este
tramo de hormigón que se hace largo, y más aún en la bajada,
resulta una tortura para el que viene por aquí a caminar sin más,
pero a la vez es una alegría y comodidad sin límites para los
dueños de las terrazas en estos bancales, pues les facilita
enormemente el acceso, ya que de otro modo, el agua con estas fuertes
pendientes destrozaría los caminos y los haría intransitables, a
menos, que estuvieran empedrados, como ocurre más arriba, donde
fueron los propios vecinos de Piornal los que se encargaron ya
hace muchos años, de ensanchar el camino y de calzarlo con piedras
para que pudieran ser transitable en épocas de lluvias. A pesar de
esto, la subida en este tramo de hormigón no se nos hace
excesivamente dura, ya sea por la conversación, ya sea por las
buenas y amplias vistas que se divisan a esta altura, a media ladera
de la sierra, con el amplio valle que en línea recta llega hasta
Plasencia, aunque en el día de hoy no podemos verla por la
nieblina y por el humo de chimeneas y fogatas para quemar los erizos
de las castañas en algunas zonas; incluso el pequeño pueblo de
Valdastillas, que tenemos casi a nuestro lado, apenas podemos
reconocerlo entre ese velo de niebla y humo que inunda esta vertiente
del valle, porque al otro lado, las poblaciones del Torno y
Rebollar son más visibles.
Bancales
pulcros, perfectos, creados meticulosa y pacientemente por la mano
del hombre en plena armonía con el entorno, que a modo de peldaños
parecen estar hechos para subir desde el río hasta la sierra cual si
de una escalera para gigantes se tratara, con sus cerezos que esta
época invernal parecen inertes, sin vida, con sus troncos cortos,
regordetes y su corteza brillante, tersa, cuán distinto debe ser
este paisaje en época primaveral, con sus ramas cubiertas de hojas y
flores, o más adelante con sus frutos rojos, o incluso en la época
otoñal... pero esto es lo bueno de este valle, que puede ser
visitable en cualquier estación del año y cada una tendrá su
encanto especial, ahora por ejemplo, gozamos de una tranquilidad y
silencio que en otra época parecería imposible, por el ajetreo de
la recogida de la cereza o por el propio turismo, pero también
porque el invierno y en particular estas noches gélidas, de
temperaturas bajo, hacen que el valle se encuentre aletargado, como
invernando, al igual que la naturaleza en sí, que le cuesta trabajo
despertar, y es que durante la subida no vemos a nadie, ni siquiera
pájaros que alegren la mañana con sus trinos, porque estos sólo
los escucharemos en la bajada, ya bien avanzado el día. Por
curiosidad, Alex, decidió tirar una piedra sobre el agua de una
pequeña alberca utilizada para el riego de los cerezos, ¿el
resultado?, pues que la piedra de buen tamaño acabó siendo rebotada
por la superficie totalmente helada de la alberca y salió
despedida...
Por
fin el hormigón acaba dando paso a tierra firme, por fin parece que
nos adentramos más en las entrañas del valle, subiendo
constantemente, sin prisa pero sin pausa, tan sólo las paradas en
algún momento de duda para ver por donde tenemos que seguir en
alguna de las muchas bifurcaciones que hay, y es precisamente en una
de estas bifurcaciones, donde dejamos el camino que sigue recto para
tomar una senda, una vereda estrecha, a la izquierda, y donde
realmente comienza lo parte más bonita de la ruta.
La
senda se encuentra flanqueada a un lado por robles y castaños
mientras que al otro lado, a nuestra derecha, aún seguimos
conservando las amplias vistas del valle con sus característicos
bancales, pero por poco tiempo, porque la estrecha vereda
completamente cubierta de hojarasca seca se acaba adentrando en un
pequeño bosque de robles y castaños cambiando la perspectiva del
paisaje, y así, llegamos a una zona o área recreativa situada en
una especie de terraza, a la derecha de la senda, la cual se
encuentra en este punto flanqueada de paredes de gruesas piedras
forradas por completo de una capa de musgo, con un verde intenso en
contraste con los colores ocres, marrones y rojizos de las hojas de
la senda.
Esta
zona o área recreativa, situada en esta especie de terraza, tiene a
su izquierda la senda por la que vamos subiendo y a su derecha un
torrente de agua que baja alocadamente, aunque unos metros más abajo
desemboca en una especie de represa pequeñita, a modo de piscina
natural, aunque desconozco si es utilizada para tal fin; justo por
debajo de la terraza, una fuente sobre la que una marca de PR nos
indica que vamos en buen camino.
Nos
encontramos a un lugareño adecentando la zona, o sea, barriendo y
quemando los erizos de las castañas, de ahí la humareda que a modo
de niebla difumina las vistas de este enclave al que no se si es al
que llaman el “Viñazo de las Ánimas”.
Seguimos
en subida unos metros más, inmiscuidos en este bosque, y pronto
salimos a una carretera estrecha, de montaña, que sube hacia lo
alto, y quizás es por ésta por la que tendríamos que seguir para
llegar a las cascadas del Caozo, pero nosotros seguimos el
itinerario marcado, cruzamos la carretera y la senda se convierte de
nuevo en camino, en buen estado, siempre en subida, pero además, la
carretera parece haber cortado el bosque, y de nuevo nos encontramos
en espacios abiertos, pero por poco tiempo, porque un poco más
adelante nos adentraremos de nuevo en un bosque, éste mucho más
extenso, surcado de arriba abajo por la Garganta del Calderón,
con las aguas de su cascada que van a morir a una poza y su remanente
cruzará por el único arco de un viejo puente de piedra ahora en
desuso por la construcción de un nuevo paso, pero con el encanto del
primer día, bien conservado y buena panorámica global la que se
contempla. Es en este enclave donde nos entretendremos un poco más,
merece la pena la visión de la cascada con sus aguas rugiendo en
medio de este bosque, y bajando por el arco de piedras de este
puente, entre las que el musgo y la hierba van creciendo dándole un
aspecto más vetusto, dentro de una zona de umbría. Esta cascada,
prima hermana de las del Caozo, tiene menos glamour, es
menos accesible y por tanto menos visitada por el personal, ya que
las otras, y sobre todo en época estival y primaveral, recibe muchas
visitas diarias, a juzgar por las fotos y vídeos que he visto,
incluso han acabado desvirtuándola en parte, al menos para mi gusto,
al crear una pasarela o estructura de hierro que se adentra en la
cascada, para tener aún más la sensación de estar dentro de ella o
para hacerse la foto de turno, pero al fin y al cabo es una
estructura totalmente innecesaria, desvirtuando el entorno, siempre y
repito, juzgando por las fotos y vídeos que he visto. En esta
pequeña cascada en la que estamos, parece que también han intentado
hacer un simulacro para hacer más accesible su parte intermedia y
alta, según los pilones de ladrillos que vemos en la parte
izquierda, que suponemos serían para fijar una especie de barandilla
sobe la que agarrase para subir al tramo intermedio o alto de la
cascada, pero o no llegó a buen fin, o la falta de mantenimiento la
ha dejado inaccesible, por suerte...
Puente de piedra junto a la cascada de la Garganta del Calderón.
Cascada de la Garganta del Calderón
Junto al amigo Alex, con la cascada de la Garganta del Calderón detrás.
Junto
a la cascada, a la derecha, hay una fuente y unos metros más arriba
hay otra, y entre la fuente y la cascada se encuentran dos paneles
informativos que nos hablan de la “Fábrica de Luz”, al
igual que la que nos encontramos ayer en la Ruta verde de la
Cervigona y del camino amplio y empedrado, perfectamente
conservado, que se inicia en este punto y llega prácticamente hasta
Piornal.
En
relación a la “Fábrica de la Luz”, en los paneles se
cuenta lo siguiente:
“A
mediados de los años 20 del siglo pasado, el ayuntamiento de Piornal
decide aprovechar las aguas de la Garganta del Calderón para
producir electricidad y dotar de este servicio al pueblo. Se instaló
una línea de postes extraída de la arboleda del pueblo, subiendo
los materiales y la maquinaria a hombros ante la imposibilidad de
hacerlo a lomos de caballerías, pues no había carreteras. La
Fábrica de la Luz comienza a funcionar con dos trabajadores
dedicados a instalar la red, arreglar las averías y cobrar a los
vecinos del pueblo (todos pagaban 6 reales al mes). Además, otra
persona quedó de vigilancia en la Fábrica, junto a su familia.
Sólo
se suministraba electricidad unas horas por la noche, y durante el
día cuando funcionaba el Lagar de Aceite, el Molino o cuando el
médico utilizaba los Rayos X.
Al
encenderse la luz, cuando anochecía, las mozas tenían que
“recogerse en casa”. Si se radiaba algún partido de fútbol
importante, se daba dinero a los hijos del vigilante para que hubiese
corriente.
Se
instaló una “línea de teléfono” entre la Fábrica y el
Transformador del pueblo para comunicarse en caso de avería, aunque
lo habitual era ir a la carretera desde el pueblo cuando había algún
corte.
El
teléfono como tal no llegó a Piornal hasta 1957-58. En 1930
se dio luz a Barrado y en 1933 llegó al Sanatorio
Antituberculoso, hoy Hospedería La Serrana. Para subsanar la escasez
del caudal en verano, se compró un motor de gasoil de 35 cv. Para
abastecer el pueblo durante dos horas por la noche y de madrugada
para amansar el pan en la Tahona.
Durante
las fiestas de Piornal o Barrado el suministro se
alargaba unas horas más.
La
Fábrica de la Luz estuvo funcionando hasta el año 1959
aproximadamente”.
En
cuanto al camino empedrado que se inicia en este punto, junto al
puente de piedra y que lleva durante dos kilómetros hasta la
carretera que accede a Piornal, y que popularmente se conoce
como el “Camino de la Viña” (de donde supongo que
toma el nombre el área o zona descrita anteriormente y conocida como
“Viñazo de la Ánimas”), en los paneles se cuenta:
“...desde
los orígenes del pueblo, este camino se utilizó para bajar a las
fincas y comunicarse con Navaconcejo y Cabezuela. A
finales de los años 50 el Ayuntamiento decide ampliar y mejorar el
camino utilizando las “Peonas de Villa”, donde el vecino que no
acudía a trabajar, debía aportar dinero.
Se
utilizaron barrenos para el ensanche, provocando algún accidente,
así como piedras y materiales de la zona. El camino así calzado,
hacía que se gastasen más las herraduras de las caballerías, pero
hacía más cómoda la subida tanto de personas como los animales,
pues evitaba charcos y barrizales en épocas de lluvia.
Por
este camino se han transportado muchas aceitunas y castañas. Las
cerezas por el contrario, se llevaban a Valdastillas o
Navaconcejo y más tarde al almacén que la Cooperativa de
Piornal levantó en La Pedrosa (en la carretera de Piornal
a Valdastillas). Poco antes de llegar a Piornal
encontramos la Fuente de la Deo o del Matafrailes. Según la leyenda,
un fraile del convento de Santa Cruz de Tabladilla (La Casería),
murió al sufrir una congestión por beber agua fría tras el
cansancio y sofoco de la subida”.
Junto
a la primera fuente, a los pies de la cascada, completamente a la
umbría, nos encontramos las curiosas formaciones de hielo que se han
ido forjando al irse congelando la humedad y agua que rodea tallos y
hojas de helechos y otros arbustos, formado cilindros de hasta dos y
tres centímetros de grosor al rededor de los tallos, o estructuras
cónicas junto a las ramas pequeñas de helechos o incluso hasta
figuras trapezoidales.... caprichos curiosos de la madre naturaleza.
Nos
ponemos en marcha de nuevo por este camino empedrado, dentro de este
extenso bosque, dejando una nueva fuente a nuestra izquierda y
continuando subiendo utilizando curvas de herradura y agarrándose el
camino a las curvas de nivel, para subir sin tanta pendiente, al
contrario que en los inicios, en el tramo de hormigón, donde la
subida es más vertical y con tramos más pronunciados.
En
una de las muchas bifurcaciones, hago un desvío para asomarme a la
zona de la parte alta de la cascada, donde se encuentra una zona
adecentada, con valla de madera, para llegar a una poza o piscina
natural, formada por una pequeña represa, aunque no me imagino
bañándome ahora en esas gélidas aguas...
Seguimos
la subida por este tramo empedrado, rodeado de castaños y robles con
sus ropajes ocres y marrones ahora en el suelo, pasando por una zona
donde el agua del camino se ha congelado por completo, obligándonos
a seguir por fuera para evitar resbalones, justo antes de llegar a la
fuente nombrada en uno de los paneles, la Fuente
de la Deo o del Matafrailes, aunque por si acaso, mejor
nosotros no probamos el agua, no vaya a ser que nos pasara lo mismo
que al fraile de la leyenda, porque fría... seguro que estaba, por
no decir helada...
Desde
esta fuente y hasta llegar a la carretera que sube desde Valdastillas
a Piornal, donde acaba el camino empedrado, la subida se hace
más lenta al tener que esquivar el agua que baja camino a bajo unas
veces, o las zonas de agua helada en otras ocasiones.
Había tramos en los que el agua que corría hacia bajo por el camino empedrado, estaba completamente helada formando una blanca sobre las piedras.
Al
final llegamos a la carretera, en una de las curvas que hace, justo
donde acaba el camino, y como ninguno de los dos tenía especial
interés en visitar Piornal, que ya conocíamos, decidimos
bajar de nuevo por el mismo camino. Habíamos tardado tres horas
justas, incluida la parada de casi 20 minutos en la Garganta
del Calderón. Era la una del mediodía, y el camino de
regreso iba a ser más rápido, porque era en bajada y porque ya lo
conocíamos, así que podíamos llegar a buena hora al coche, con lo
que decidimos comernos el bocata abajo, al finalizar la ruta.
La
bajada la acabamos haciendo en dos horas, y junto al río Jerte,
a las tres de la tarde, al solito de una tarde radiante en
contraposición a las noches y mañanas tan frías que estábamos
teniendo, dimos buena cuenta de los bocatas. El río, a diferencia
del año pasado en esta época del año, baja manso, tranquilo, con
sus aguas cristalinas, un lujo comer aquí mientras el personal
andará a esta hora con las cañas y cervezas largas previas a la
noche de fin de año...
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