El autobús partía de Llerena, pero esta es una de las rutas en la que puedo estar más relajado porque no tengo que pegarme el madrugón, ya que me recoge prácticamente en mi pueblo, y este año he tenido compañía, porque otros cinco compañeros de Azuaga decidieron también coger el autobús en Zalamea, y así ganar una hora tanto a la ida como a la vuelta.
En el bus, más gente que en los dos últimos años, unas 40 personas, aunque recogeríamos a otros tres por el camino, y en Cañamero se uniría alguno más, así que una ruta muy participativa.
Llegada a Cañamero (598 m. de altitud), desayuno como mandan los buenos cánones, y prestos a iniciar la ruta, en torno a las diez de la mañana, en un día que en lo meteorológico prometía ser radiante, con una temperatura excelente, ni frío ni calor, y con sol que nos acompañaría durante toda el trayecto.
Algunos de los miembros de ASTOLL que realizarón esta ruta, en el abrigo de "Cueva Chiquita".
La ruta es más bien corta, 13,7 km, así que como teníamos tiempo de sobra, así que antes de meternos de lleno en ella y antes de cruzar el río Ruecas, hicimos un pequeño desvío para ver las pinturas rupestres esquemáticas del abrigo de "Cueva Chiquita", situada en un bonito paraje, desde donde se tienen buenas vistas de este pequeño valle, con la muralla del embalse a la izquierda, y frente a nosotros, la senda en subida que parte desde la otra orilla del Ruecas y que sube progresivamente hasta llegar a la altura de la muralla del embalse del Cancho del Fresno, con una vegetación de ribera junto al río y de retamas y jaras en las laderas de estos cerros por donde sube la senda. Junto a la cueva, la foto de familia, con casi todo el personal, ya que de ahora en adelante, el grupo se dividiría en los clásicos grupetos propios de las rutas donde hay mucha gente y donde el nivel físico también es distinto, aunque en sitios puntuales se procedía al reagrupamiento.
Algunas de las pinturas esquemática del abrigo de "Cueva Chiquita", pincha en la foto para verla en más detalle.
Este abrigo de "Cueva Chiquita" es también un lugar que encierra cierto misterio o magia, y de ahí su leyenda que escribo a continuación:
"En tiempos pasados, el abrigo sirvió de protección a los pastores de la zona y a su ganado, como si a la vez que se resguardaran de los elementos se pusieran también bajo la protección del propio lugar y de la magia que en él se respira y percibe. Testimonio de ello es el muro que lo cerraba y del que queda alguna muestra.
Uno de esos pastores, en su deambular tras el ganado por la fresca ribera del río Ruecas, recogió lo que a él le parecía una pequeña culebra de las muchas que habitas esas aguas. La subió al abrigo, la crió con leche de sus cabras y le puso por nombre -Chiquita-. Por las tardes, después del pastoreo entraba en la cueva llamándola y la chiquita acudía a su llamada sabedora que significa un buen hartón de leche fresca.
El señor de aquellos lugares se enredó en guerras con los señores vecionos, y el pastor fue llamado para engrosar las filas de su ejército. La guerra duró varios años y a sun fin, el pastor regresó a su valle y a la cueva; franqueó la entrada llamando a su amiga, pero he aquí que los años la habían transformado en lo que realmente era, un tremendo dragón, que convertido en devorador hombres y no reconociendo al pastor mas que como presa, se abalanzó sobre él y se lo comió.
Una mancha natural en la roca, en forma de dragón, ha sido tradicionalmente interpretada como la representación de éste".
La mancha natural en la roca, en forma de dragón, que ha sido tradicionalmente interpretada como la representación de éste en la leyenda asociada a este abrigo.
Para cuando salí de la cueva, el personal ya estaba casi terminando el tramo de senda en subida que lleva al embalse, sólo quedó Antonio "el pequeño saltamontes" esperándome, y con él y sus largas piernas, no tardamos en dar alcance a la cola del grupo, aligerando el paso una vez que llegamos a la pista que parte desde la muralla del embalse, completamente a la sombra de los pinos que se encuentran a nuestra derecha, mientras que a la izquierda teníamos el embalse, en donde se nota la falta de precipitaciones con respecto a otros años, y al fondo, las Villuercas.
Tramo de sendero en subida entre el río Ruecas y el embalse del Cancho del Fresno.
Ribera del río Ruecas.
Al abandonar esta larga recta,y tomar una curva a la izquierda para seguir bordeando el embalse, damos alcance a la cola de grupo, y es el momento en el que se inicia, al menos para mi gusto, el tramo más soso de la ruta, donde andamos por una pista bordeando el pantano que siempre tenemos a nuestra izquierda y donde no hay mucho más aliciente.
Para mi gusto particular, éste es que el único punto aburrido de esta ruta que en general, a pesar de su corto recorrido, resulta muy interesante en todos los sentidos por la variedad de paisaje por los que se pasa, por los contrastes, por los sube y baja, con paisaje de ribera junto al río y a la umbría, tramos de sendas, de pistas, de caminos por espacios abiertos entre jaras y brezos, zonas de terreno ondulado, pasos entre sierras por auténticos túneles cerrados de vegetación, zonas boscosas, caminos cubiertos por un manto de hojarasca de tonos ocres, marrones, burdeos, procedente de castaños y cerezos, el corto y famoso tramo de pedregal conocido como el "Melonar de los Frailes" (800 m. de altitud) con la falda de la Sierra del Águila a la derecha y la Garganta de las Pedrizas a la izquierda, con un recorrido con vegetación alternante: fresnos y alisos en la ribera del Ruecas, pinares, brezos, jaras, helechos, cerezos, castaños, robledales... y como broche a tantos alicientes, tenemos los hitos de la "Cruz de Andrada" a 690 metros de altitud, que rememora una historia de bandidos, cuando un hombre que venía de cobrar unas rentas de Guadalupe, y marchaba camino a Trujillo, fue asaltado y asesinado en este lugar, en donde parte del grupo aprovechó para hacerse una foto; y por supuesto, el emblemático hito del "Castaño del Abuelo", del que ya hablaban las crónicas del año 1353, lo que da idea de su edad, y en cuyo tronco hueco caben varias personas dentro, incluso podría servir de refugio improvisado. Este auténtico monumento natural, está enclavado dentro de un robledal mágico, que parece sacado de un cuento, y más en esta época otoñal, con todo el suelo cubierto de hojas con preciosas tonalidades que crujen a nuestro paso y desde donde se inicia una senda-camino en bajada, por medio de este bosque, en la ladera del Pico Agudo y en donde poco a poco, con forme se pierde altura, se van teniendo distintas vistas de la localidad de Guadalupe, al fondo, la cual parece estar a tiro de piedra, pero todavía quedará un buen trecho.
Camino-senda hacia la zona de la Cruz de Andrada.
Panorámica desde la cruz de Andrada, con la Sierra del Águila en el centro, por cuya ladera izquierda continúa la ruta.
Tramo de pedregal conocido como el "Melonar de los Frailes", con la garganta de las Pedrizas a la izquierda, y la Sierra del Águila a la derecha.
Tramo de senda que atraviesa verdaderos túneles de vegetación, al dejar atrás el "Melonar de los Frailes".
Camino-pista entre castaños y cerezos, que conduce hacia la zona donde se encuentra "El castaño del Abuelo"
Este tramo, entre el "Abuelo" (a unos 980 metros de altitud) y la ermita de Santa Catalina, es quizás uno de los más bonitos del recorrido, con buenas vistas a nuestra izquierda, con las Villuercas, y al frente, con la localidad de Guadalupe.
Un breve descanso bajo el manto protector del castaño "El Abuelo".
El Castaño del Abuelo, del que ya relatan su existencia las crónicas del año 1353.
En principio estaba previsto alargar la ruta, con un pequeño rodeo por un camino que parte a la altura de esta ermita de Santa Catalina, pero como el grupo se disgregó en varios subgrupos, y como algunos tiraron hacia delante, finalmente no se hizo el rodeo extra.
Senda entre el robledal, en bajada hacia el Valle de Guadalupe, por la ladera del Pico Agudo.
En la bajada, de cuando en cuando, algún claro del bosque nos deja entrever la localidad de Guadalupe, rodeada de las sierras de las Villuercas.
Último tramo de bajada antes de alcanzar el río Guadalupejo, con Guadalupe y su Monasterio en el centro, y a la izquierda, la ermita de Santa Catalina, último hito de la bajada.
A partir de la ermita, el camino que atravesaba el robledal, queda atrás y pasa a convertirse en una amplia pista que a partir de ahora atravesará un pinar, en el último tramo de bajada, hasta llegar al Guadalupejo (560 metros de altitud), y si bien al principio se agradece por tener una huella fácil después del tramo de senda con mucho pedregal oculto entre la hojarasca, pronto se vuelve, al menos para mi gusto, y también para el de Javier, con el que hice gran parte del recorrido, monótono, aburrido, así que Javier, perro viejo en estas lides, me dijo que le siguiera, haciendo caso omiso a la señalización de la ruta, abandonando la pista por un sendero que parte a la izquierda y que en una bajada algo más pronunciada pero muchísimo más agradable, interesante y bonita, llegamos hasta el puente sobre el Guadalupejo, justo el punto donde termina el final de la bajada de la pista, acortando parte del recorrido a costa de ganar en entretenimiento.
En este puente esperamos a algunos miembros del grupo que hacían la ruta por primera vez. Una vez todos juntos entramos en ligera subida en Guadalupe (a unos 80 m. por encima del río), llegando hasta la plaza donde se encuentra el Monasterio, y donde parte del grupo ya se arremolinaba junto a la administración de lotería, cerveza en mano, nuestro "red bull" particular.
Una calle típica de Guadalupe
Unas cañas y a disfrutar de la gastronomía local, que ya iba siendo hora, y a las cuatro y media, de vuelta al autobús, aunque para acabar la jornada, hicimos una parada en el camino de regreso, en el centro de interpretación de las grullas, en el parque periurbano de Moheda Alta.
[Nota: Podéis ver éstas y otras fotos, en mayor resolución, pinchando AQUÍ]
Os dejo aquí un pequeño vídeo de la ruta:
Hola.
ResponderEliminarMagnificas fotos de esas sierras Extremeñas,que tienen su encanto.Un saludo.
Pues estoy de acuerdo contigo, y más en esta ocasión, que a diferencia de otras veces que he hecho esta ruta en concreto, el campo estaba de otoño, aunque el invierno estaba casi a punto de entrar, así que los árboles y caminos tenían un bonito colorido, supongo que porque este año los fríos invernales se han retrasado más, lo que nos ha permitido disfrutar de un buen día de senderismo con muchísimos contrastes de colores... Un saludo...
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