Las andanzas de un lobo estepario extremeño.

Aquí mis batallitas sobre cicloturismo, senderismo, montaña, viajes, naturaleza, música, teatro, ...

"Viajar en bici es hacer más grande el Mundo. Es aprender lo esencial de la vida. Es vivir el presente sobre todas las cosas. El placer del cicloturismo está mucho más en el camino que en el destino, son los medios los que justifican el fin. Durante días, semanas o meses, no necesitas más que lo que llevas a cuestas
" (del artículo: "Con la casa a cuestas", revista: Bike Rutas, Nº 4, 1999)

15 abr 2013

La Ruta del Danubio en Bici, de Budapest al Mar Negro: Diario de un cicloturista (I).


PRIMERA PARTE: ETAPAS DE LA 1 A LA 5
(Hungría y Croacia)

ETAPA1: Budapest - Ráckeve
ETAPA2: Ráckeve - Kalocsa
ETAPA3: Kalocsa - Mohács
ETAPA4: Mohács - Osijek
ETAPA5: Osijek - Ilok

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PRIMERA ETAPA (Hungría): Budapeest - Ráckeve
Distancia = 48,32 km - Tiempo = 2:54:06 - Media = 16,66 km/h 
 Sábado, 4 de Agosto de 2012

  Hoy era el día previsto para iniciar nuestra andadura en este viaje, pero no teníamos prisa, porque nuestra idea era empezar suave, sin machacarnos, y conseguir dejar atrás una ciudad grande como Budapest, así como su extra-radio. Con eso nos conformábamos, con salir de allí, con alejarnos de esta ciudad y de las localidades de sus alrededores, así como del tráfico. Hoy nos limitaríamos a una primera toma de contacto con la ruta, así como con nuestras burras pertrechadas con sus alforjas, después de varios días de inactividad.

  No teníamos pensado madrugar, y mejor así, porque la noche anterior habíamos llegado al 'hostel' a la una y media, y aunque mi compañero Iñaqui se fue directamente a la cama, yo me quedé en el salón esperando a que quedara libre alguno de los dos ordenadores que había y que en ese momento estaban ocupados por dos chavales mejicanos. No me importaba esperar, porque tenía el estómago algo revuelto después de la cena y las cervezas, así que para estar a disgusto en la cama y con la cabeza dando vueltas prefería esperar allí sentado, ojeando alguna revista.

  Cuando me fui a la cama después de actualizar el blog, ya eran las tres, y mi compañero ni se enteró siquiera cuando subía a litera de arriba, dormía como los angelitos...

  Por la mañana, cuando nos levantamos a las diez, empezamos a organizar las alforjas y bajarlas a la calle, donde revisamos nuestras burras, colocamos el equipaje, desayunamos y después de hablar un rato con unos y otros de la ruta que íbamos a realizar, nos ponemos por fin en marcha alrededor de las doce de la mañana, más bien tarde, sobre todo porque las temperaturas eran muy elevadas, al igual que en el día anterior.


  Antes de abandonar definitivamente Budapest, queríamos pasar a ver el “Gran Mercado” que nos cogía prácticamente de paso, así que realizamos un pequeño desvío para visitarlo, parando primero en una de las numerosas oficinas que hay en esta ciudad para cambiar dinero. Entramos en el “Gran Mercado”, andando, pero con nuestras burras al lado, pero nuestra incursión no duró mucho porque rápidamente los guardias de seguridad nos dijeron que no podíamos entrar con las bicis, aunque no estuviéramos montando sobre ellas.

  No nos tocó más remedo que salir de allí y ponernos de nuevo en marcha buscando definitivamente la salida de esta ciudad, y la verdad es que no tuvimos mucha pérdida, porque pedaleamos prácticamente paralelos al río, cruzando algunos puentes por debajo, hasta que definitivamente giramos a la derecha, y cruzando otro puente, éste último por arriba, llegamos por carril bici a la localidad de Csepel, donde hicimos la primera parada al ver un supermercado abierto. Era la una del medio día, tan sólo llevábamos una hora con paradas incluidas, pero al ver un supermercado abierto, decidimos hacer una buena compra, para un par de días, y no parar más, entre otras cosas porque habíamos desayunado tarde y no teníamos hambre.

  Del tramo entre Csepel y Szigethalom, poco que contar, aburrido y con ganas de quitárnoslo del medio. Tráfico, poblaciones que se suceden unas tras otra, unos tramos de carril bici y otros de carreteras locales, pero en definitiva nada que reseñar, tan sólo pasar cuanto antes esta zona del extraradio de Budapest para alejarnos de las urbes y de los coches.

  En Szigethalom cogemos un desvío a la derecha donde el panorama comienza a cambiar, pedaleando por una pista asfaltada, sin tráfico y que sólo se utiliza para dar servicio a los chalets o casas ajardinadas que hay a ambos lados de la carretera, en una zona de mucha arboleda y muy frondosa.

  Pronto la pista asfaltada por la que pedaleamos termina y cogemos un camino de tierra muy bacheado que pone a prueba nuestros traseros. Seguimos por este camino, paralelos al río que nos queda a nuestra izquierda, hasta llegar a Dunapart, en las cercanías de Szigetcsep, donde nos encontramos con el primer regalo de la ruta, un área de recreo, rodeada de árboles, con un pequeño chiringuito y lo mejor, una zona de baño en el río, donde el personal de esta localidad viene a pegarse el baño y tomar el sol en esta pequeña playita. Para nosotros es un lugar ideal, no está masificado ni nada por el estilo, así que compramos unas cervezas en el chringuito y nos sentamos en uno de los bancos que hay por allí, a la sombra, mientras damos buena cuenta de unos bocatas, con la vista puesta en la zona de baño, algo a lo que Iñaqui no pudo resistirse y así, poco después, mientras yo me encontraba tumbado en la esterilla echando una siestecita, él aprovechó para darse un baño, sería el primero de los numerosos baños que vendrían después a lo largo de la ruta, por eso he comentado antes que para nosotros encontrarnos con estas pequeñas zonas de baño es un auténtico lujo, porque con las altas temperaturas de estos días, poder disfrutar de un baño en el río, y de una zona tranquila donde descansar, comer, rellenar los botes de agua, o poder tomar unas cervezas, era lo máximo a lo que aspirábamos.

  En este primer día de ruta, como ya he comentado antes, nuestra idea era simplemente salir de Budapest sin tener la presión de hacer muchos kilómetros, para en los siguientes días meternos de lleno en el recorrido en sí de la ruta. Iríamos tranquilamente, sobre la marcha, no habíamos planificado etapas, esperábamos tener días más que de sobra y en cualquier caso, ya habría tiempo de ir sumando kilómetros extras, es por esto por lo que hoy salimos más bien tarde de Budapest, y aún así, nos permitimos el lujo de parar a comer, echar la siesta, un baño y tomar un café antes de continuar camino.

  Durante este descanso, estuvimos viendo el mapa con el recorrido, y pensamos que Ráckeve, a 15 km de donde estábamos, podía ser un buen sitio para terminar hoy, porque estaba junto al río y tenía, según el mapa, una zona de baño (la guía que llevábamos era del 2008 y como pudimos comprobar a lo largo del viaje, estaba algo desactualizada, así que en más de un sitio donde decía que había zona de baño, no la había y en otros muchos sitios donde no decía nada, nos acabamos encontrando con buenos sitios donde darnos un chapuzón).

  Llegamos a Ráckeve de forma cómoda y a muy buena hora. A la entrada, a la izquierda, un cartel indicaba una especie de hotel o balneario, con aguas termales, e incluso creo que vimos algún indicativo de camping, pero decidimos seguir más adelante, porque el pueblo era más largo que un día sin pan, estirándose alrededor del río.

  Cuando vimos a un par de chicas por la calle, paramos para preguntarles por un sitio donde poder acampar, porque justo al lado nuestro, en ese momento, a nuestra izquierda, había una zona junto al río, con césped, pero no estábamos seguro si era privado, si correspondía al local de celebraciones que estaba a nuestra derecha, además, en ese momento había gente de una boda y estaban haciéndose fotos...

  Las chicas nos comentaron que siguiéramos hacia delante, hasta llegar a la altura del puente, y allí, en lugar de seguir recto, por donde según la guía que llevábamos debíamos seguir, tendríamos que cruzar el río para seguidamente girar a la derecha, donde nos encontraríamos con una zona de baños y un lugar donde poder hacer acampada libre. Aquello nos sonó a gloria bendita.

  Al llegar al puente tenemos nuestro primer contratiempo. Una de las ruedas de la bici de Iñaqui, parece estar pinchada, o eso o tiene un 'porito' y está perdiendo aire. En lugar de cambiarla, prefiere inflarla y seguir hasta la zona de acampada que estaba cerca, sólo cruzar el río y a la derecha.

  Junto al río es donde comenzamos a ver los primeros paneles informativos de la ruta, el “Eurovelo 6”. Desde que salimos de Budapest, y hasta ahora, tan sólo al coger el desvío a la derecha por pista asfaltada en Szigethalom, es donde vimos una placa con el indicativo del “Euroveló 6”. Esperemos que a partir de aquí veamos todo más señalizado, aunque de momento, con la guía que llevamos nos hemos ido apañando bien, y eso que hoy era un día complicado, por aquello de salir de una gran ciudad y de su cinturón urbano.

  Al cruzar el puente nos encontrados con otros dos cicloturistas, son madrileños, también han empezado hoy, y su idea es llegar hasta Belgrado, y hasta allí, en todos los finales de etapas que tenían previstos, ya habían buscado y reservado el alojamiento, excepto para el día de hoy, así que estaban como nosotros, buscando algún sitio para pasar la noche y supongo que al igual que a nosotros, les habían aconsejado esta zona.
La zona de playa libre, donde nos dijeron que podíamos acampar, está muy cerca del puente. Es un recinto vallado, y a la entrada hay un cartel con el símbolo de prohibido las tiendas de campaña, o prohibido acampar; por unos instantes nos vinimos abajo, nos hizo crear dudas, pero los cuatro decidimos entrar a preguntar.

 Foto del Danubio a su paso por Ráckeve, tomada desde e puente que cruzamos para pasar a la margen izquierda.
Detalle del puente de Ráckeve.
  Es una zona no demasiado grande, pero estaba ambientada a esa hora de la tarde, bastante gente tomando los últimos rayos de sol de la tarde, bañándose, o en los alrededores del chiringuito, que es donde finalmente nos decidimos por preguntar si podríamos pasar la noche allí, y nos dijeron que si sólo era una noche no había problemas y con la mano nos indicó el sitio donde podíamos colocar las tiendas, fuera de la zona vallada, aunque no había puertas ni cancelas por este lado, y podríamos entrar y salir sin problemas.

  Para Iñaqui y para mi, aquello era el paraíso, no necesitábamos nada más, teníamos de todo: una zona de baño (sin duda lo mejor del día tras una jornada de pedaleo), unos bancos con sillas corridas de madera (como los de cualquier merendero), donde podríamos cenar cómodamente, una zona de servicios y aseos, y el chiringuito para repostar cerveza, ¡de lujo para ser el primer día!. Por contra, los madrileños no estaban para nada convencidos, ellos iban en otro plan, los alojamientos que ya tenían reservados para el resto de etapas eran albergues, hostales u hoteles, así que no era de extrañar que fueran más ligeritos de equipaje, ya que no llevaban ni tiendas de campaña ni sacos de dormir.

  Tanto a Iñaqui como a mi, no nos importaba dormir sin tiendas, sólo con el saco, así que les comentamos que si el único problema era que ellos no tenían nada para pasar la noche, les podíamos dejar las tiendas nuestras, porque la verdad es que la noche prometía ser una de esas en las que a uno le apetece “dormir al raso”. Les dejamos un rato que se lo pensaran, y finalmente nos dijeron que no, que se iban a dar media vuelta para llegar de nuevo a la entrada del pueblo y quedarse en la zona que habíamos visto de balnearios o spa; no estaban muy por la labor de acampar, así que suponemos que en ese lugar, si es que no encontraron otra cosa, les tocaría “clavada asegurada”, al menos en relación a lo que nos costaría a nosotros, que es nada.

  Sin duda alguna, el final de la jornada fue lo mejor del día, y es que en cuanto a ruta cicloturista no hay mucho que comentar, hoy simplemente nos hemos limitado a salir de Budapest y de su extraradio, con todo lo que ello conlleva, así que terminar en un sitio como éste, donde podemos realizar acampada libre, disfrutar de un baño en el Danubio, con la puesta de sol como fondo y relajarnos tomando unas cervezas, es lo mejor que nos podía pasar.

Atardecer en Ráckeve desde la zona de playa libre (la estructura de la derecha es el puente, y a la izquierda, la silueta de la iglesia).

  Cuando cae la tarde, y la única luz que queda es la del chiringuito, la gente desaparece, y nosotros aprovechamos para cenar en una de las mesas merenderos.

  Antes de irnos a dormir, y después de cenar, tomamos una última cerveza mientras charlamos sobre la etapa de mañana, para la que decidimos seguir por la ruta marcada por esta orilla del río en la que estamos, en lugar de seguir las indicaciones de la guía que llevábamos, que marcaba por la otra margen, al no estar actualizada, así que no sabemos cómo será el trayecto inicial que nos espera (porque después convergen ambos itinerarios), iremos a ciegas, avanzaremos siguiendo las indicaciones de los paneles o carteles de la ruta que esperemos nos vayamos encontrando, porque la verdad es que hoy sólo los hemos visto al final de la etapa.

  No sé a qué hora nos iríamos a nuestras tiendas, supongo que sobre las 23:30. Cerca de nosotros estaban también otras dos o tres tiendas más, que ya estaban allí cuando nosotros colocamos la nuestra, y donde el personal ya estaría durmiendo porque estaba todo en silencio.

  Aprovecho la intimidad y la soledad en el interior de la tienda, para escribir unas notas en el diario sobre la jornada de hoy, antes de someterme a un sueño reparador después de este primer día, de esta etapa de tránsito antes de inmiscuirnos en lo que es la ruta en sí, fuera del ajetreo de los coches y de las poblaciones grandes y cercanas unas a otras, propias de las zonas limítrofes a una gran ciudad, que en este caso además, es la capital.

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SEGUNDA ETAPA (Hungría): Ráckeve - Kalocsa (embarcadero)
Distancia = 98,28 km - Tiempo = 5:42:35 - Media = 17,24 km/h
Domingo, 5 de Agosto de 2012

  A las seis y media de la mañana ya estábamos despiertos, recogiendo las tiendas y el equipaje, pero es que desde mucho antes, ya había prácticamente amanecido.

Amanece, que no es poco, en la zona donde realizamos acampada libre, en Ráckeve, junto al río.
  Nos fuimos con las bicis a la zona donde estaban los bancos de madera, y después de pasar por los servicios nos pusimos a desayunar, ahora completamente solos y en silencio, tan sólo un par de personas que iban recogiendo la basura de esa zona acotada, a diferencia de la tarde de ayer, todo repleto de gente y con bastante bullicio.

  Nos ponemos en marcha a las 8:30, y es que hay que aprovechar la mañana, que después el calor comienza a ser un gran impedimento para poder pedalear.

  Tras cruzar la puerta que da acceso a esta área recreativa, giramos a la derecha, para seguir por la margen izquierda del río, según las indicaciones que habíamos visto en la tarde de ayer, y dejando de lado, al menos durante la primera parte de hoy, la guía que llevábamos que marcaba justo por la otra orilla y por carretera...

  Lo primero que nos encontramos fue con un puesto de frutas donde vendían unas sandías enormes, y los dos pensamos en voz alta: ¡ojalá que nos topemos con otro puesto de estos más adelante, y si es a la hora de realizar la parada para comer mejor... por aquello de no ir cargando con la sandía...!.

  Comenzamos bien, pedaleando por un carretera local o más bien pista asfaltada, sin señalizar y sin tráfico de ningún tipo, a esta hora temprana de la mañana donde la temperatura es ideal, a lo que había que sumar un recorrido agradable, bonito, durante los primeros 25 km, y es que a diferencia de ayer, hoy hemos dejado a un lado el tráfico, el asfalto y grandes poblaciones pegadas unas a otras.

  Pedaleamos paralelos al Danubio, que nos queda a nuestra derecha, a unos metros tan sólo de esta carretera local que al poco tiempo se acaba convirtiendo en pista de tierra, adentrándose en una zona frondosa, boscosa, con sombra que nos aportan los diferentes árboles durante gran parte del recorrido de este primer tramo, y en donde destacan los sauces llorones.

  Hay tramos en los que a nuestra izquierda, junto a la pista, hay una hilera interminable de chalets o casas de campo, sin ningún tipo de lujo, pero lo suficiente como para disfrutar de las aguas del río, ya sea bañándose o pescando, y es que a esta hora de la mañana ya hay mucha gente pescando, bien en las pequeñas plataformas de madera que surgen desde el margen del río o bien en pequeñas barcas, y por lo que veremos en los sucesivos días que nos llevará realizar este recorrido, y por los distintos países por los que pasaremos, la pesca parece que es el deporte oficial... No sabemos si la gente vive aquí durante todo el año o si sólo es una zona de veraneo, pero por lo que iremos viendo a lo largo de estos días, mientras cruzamos este país, los húngaros disfrutan a tope del río, y la verdad es durante los sitios por los que pasamos en esta ruta, los húngaros son los que mejor se lo 'montan', los que creemos más disfrutan y mejor viven, quizás porque tengan más calidad de vida que en los otros países, que o bien se están recuperando de una guerra desgraciada, como lo son todas, o bien están más empobrecidos como es el caso del sur de Rumanía; o quizás porque no tienen playas como en Croacia o Rumanía, pero lo cierto es que para los húngaros el río es vida, es ocio y sobre todo una gran artería de comunicación fluvial que recorre el país de norte a sur.

Desde bien temprano, la gente ya está practicando la pesca, o bien en las pequeñas plataformas de madera, o bien con barcas.

  Dejamos las casas a nuestra izquierda y seguimos pedaleando pos pistas de tierra, unas veces más cerca que otras del río, siempre por zonas frondosas, llenas de árboles y lagunas o pequeños brazos o ramificaciones del río, y a diferencia de ayer, todo muy bien señalizado, muchos carteles en cada cruce con el logo de la ruta y en muchas ocasiones con los kilómetros restantes al siguiente hito, y mejor así, porque aquí, en este primer tramo, nuestra guía sirve de más bien poco, y tampoco nos encontramos con gente o con pueblos que cruzar.

 Pedaleamos por zonas frondosas en el primer tramo de esta etapa.
Uno de los carteles de señalización de la ruta, el “Eurovelo 6”.

  Este primer tramo de unos 25 kilómetros resulta ser un paseo en bici reconfortante, nos lo tomamos en plan verano azul, disfrutando del río y del paisaje, y con una temperatura agradable en estas primeras horas de la mañana, pero todo cambia justo cuando dejamos la pista de tierra, la zona arbolada y frondosa, para coger de nuevo una pista asfaltada, en campo abierto, sin ningún tipo de sombra, que nos conducirá a una carretera general, donde ya podremos hacer uso de nuestra guía, aunque teníamos dos posibilidades, o seguir por carretera sin tráfico, al menos en ese momento (no sabemos si por ser domingo, si por ser agosto o si es que está así siempre) o coger las alternativas, por caminos o pistas, y decidimos dejar a un lado el asfalto y seguir por los caminos alternativos, que también están muy bien señalizados.

  Pedaleamos por encima de un talud, o una especie de dique de contención para salvar las crecidas de un río que aunque sigue a nuestra derecha, ahora ya no lo vemos porque una barrera de árboles nos lo impide. La pista o camino de tierra, unas veces más marcada que otras, atraviesa una enorme llanura, en la que a nuestra derecha, a poca distancia, como acabo de decir, tenemos una zona de arboleda, y más allá el río, que sabemos que está ahí pero no podemos verlo; a nuestra izquierda unas veces vemos la carretera y otras veces otra zona de arboleda, y frente a nosotros la línea recta sobre la que se encuentra esta pequeña elevación, un talud o dique que más bien parece una cicatriz, un costurón, sobre la piel de la tierra. Por él pedaleamos, al principio con alegría, por aquello de la novedad y de no utilizar el asfalto, pero poco a poco, con el paso de los kilómetros, la alegría inicial se transforma en incomodidad constante, porque no sólo es que el firme sea irregular, sino que en muchas zonas pedaleamos sobre una fina capa de hierba que provoca menos tracción de las ruedas y hace que el desgaste sea mayor, aunque nada comparable con el puñetero aire que viene de cara, que nos da de lleno, sin tener ningún tipo de barrera natural que pueda protegernos de él, y por si fuera poco, cuando cae el medio día, el calor comienza a ser insoportable y unido a la humedad, hace que sudemos por todos los poros de la piel, más bien nuestro cuerpo parece un grifo abierto, así que hay que vigilar el tema del agua.

Pedaleando por encima del talud, sobre una alfombra verde, y como se puede ver ala derecha, todo bien señalizado.
  Poco antes de llegar al pequeño pueblo de Apostag, la pista de firme irregular se transforma un carril bici perfectamente asfaltado por el que pedalear resulta un placer, aunque tenemos que dejarlo temporalmente para entrar en el pueblo y buscar una fuente donde rellenar nuestros botes de agua, pero no vemos ninguna, o mejor, no vemos ninguna que esté funcionando, así que como es domingo y los supermercados están cerrados, la única opción que nos quedó es comprar una botella de litro y medio en una panadería.

  Un breve descanso mientras saciamos la sed y continuamos camino, retomando el carril bici sobre el talud, aunque lo bueno dura poco, y de nuevo nos vemos pedaleando por pistas irregulares, con un fina alfombra de hierba y con el puñetero Eolo al que hoy le ha dado por jugar con nosotros y hacernos la jornada más complicada.

  A la altura de Dunaegyháza decidimos abandonar el talud, o lo que es lo mismo, la ruta alternativa, para seguir el itinerario principal por carretera, que como ya dije, en el día de hoy al menos, no tenía tráfico, y aunque seguíamos luchando con el aire ardiendo en contra, al menos nuestro pedalear era más cómodo, más llevadero...



  Exceptuando los primeros 25 kilómetros, el paisaje no es nada interesante; muchos campos de maíz, y si bien es cierto que al principio el pedalear por la ruta alternativa resultó interesante, con el paso de los kilómetros el recorrido se acabó convirtiendo en monótono, aburrido e incómodo.

  Por fin llegamos a Solt, sobre las 12:30, con 52 km y empleando más tiempo de lo necesario debido al viento en contra con el que nos hemos encontrado, pero es que a esta hora, el calor ya resulta insoportable, así que vemos un bar abierto, tiene una terraza con sombra, y allí decidimos hacer una parada para comer de lo que llevábamos en las alforjas, además del par de jarras de medio litro de cervezas que nos metimos entre pecho y espalda y que entraban como si nada y es que la pérdida de líquido por la sudoración era importante.

  Una hora más tarde, después de comer, lo mejor era buscar un sitio apropiado donde echar una siesta, evitando así las horas de más calor, y por suerte, a escasos 500 metros del bar donde paramos, dimos con una especie de merendero y además con una fuente, aunque en este caso el agua tenía un fuerte sabor a óxido, pero al menos servía para asearnos y refrescarnos un poco, antes de tumbarnos en el césped sobre nuestras esterillas, a la sombra... uno, dos, tres...y ¡ea! ya estábamos dormidos, disfrutando de una siesta en estas horas donde la temperatura se dispara. El lugar es el ideal para descansar, nos vino de maravilla para recuperarnos, además habíamos madrugado bastante, y lo necesitábamos, porque aún nos quedaban 43 kilómetros por delante.

Echando la siesta en Solt.

  Un par de horas después, emprendemos de nuevo la marcha. Los primeros trece kilómetros de nuevo son pedaleando por encima del talud, pero ahora por una carretera vieja, descarnada, en desuso, por la que resulta fácil pedalear, sin tanto bache ni hierba sobre la que patinen las ruedas, pero el señor Eolo, que en el día de hoy no deja de “dar por culo”, continua poniéndonos a prueba, y así, tramos llanos y asfaltados que podíamos cubrir con facilidad, se convierten en un tormento, pedaleando al ritmo que podemos, sin apenas mediar palabra entre nosotros que no sea para maldecir el viento que nos va machacando o para soltar algún que otro resoplido e improperio, y ni tan siquiera un paisaje bonito que ayude a distraernos: la carretera nueva a la izquierda, y una masa de árboles a la derecha que impiden que veamos más allá, así que el río seguimos sin verlo.

  Llegamos a Harta, con tan sólo trece kilómetros recorridos pero nos han parecido treinta. Iñaqui se ha quedado sin agua, así que antes de seguir hacia Dunapataj, hacemos un desvío para rellenar los botes. Seguimos las indicaciones de un cartel que anuncia un bar o un restaurante a 500 metros, siguiendo en línea recta en lugar de seguir la ruta que gira hacia la derecha. Para nuestra sorpresa, nos encontramos con una zona de baños en el río, y con algunos chiringuitos, así que colocamos nuestras burras junto a unos árboles donde había un buen puñado de bicis, nos cambiamos en unos aseos que la verdad, no estaban muy limpios que digamos, y después de recuperar líquidos con una jarra de cerveza, nos fuimos directos a pegarnos un baño relajante que nos supo a gloria bendita, después de estar pedaleando con un viento que ardía, en contra.

  Antes de reemprender la marcha, nos tomamos otra cerveza, y es que hay que aprovechar que el precio de la cerveza aquí no tiene nada que ver con el de Francia, por ejemplo, y más barata aún será conforme vayamos avanzando en el recorrido... En la terraza de este chiringuito, al ver la bandera de España en mi burra y al oirnos hablar a Iñaqui y a mi, un grupo de jubilados que estaban allí sentados, comienzan a hablarnos en español, y la razón de ello es que uno de ellos estuvo trabajando en Chile y en Argentina y habla bastante bien español, y el otro ha estado varias veces es España de turismo, sobre todo en Málaga, pero también en Barcelona. Estuvimos charlando un rato con ellos, y le pedimos que nos enseñen a decir algunas palabras típicas en húngaro, tales como: buenos días, buenas noches, buenas tardes, gracias, etc... pero el húngaro es un idioma bastante complejo, al menos para nosotros...

  Nos ponemos en marcha de nuevo, deshaciendo los 500 metros de desvío para seguir por carril bici. Lo que sigue son un par de kilómetros que después de lo que hemos visto desde que terminamos el primer tramo de esta jornada, es lo mejor. Pedaleamos por el carril bici que se abre paso por una zona frondosa, llena de árboles que además de darnos sombra nos protegen del aire, pero lo bueno dura poco, y otra vez acabamos saliendo a campo abierto y transitando por la antigua y descarnada carretera que transita por la parte alta del talud, durante otros seis kilómetros, hasta llegar a Dunapataj, desde donde continuamos por carreteras secundarias, pero el aire cálido en contra continúa y nos acaba minando física y moralmente. Llevamos la boca seca como un esparto, y a pesar de que pasamos por una sucesión de pueblos, en ninguno vemos fuente alguna donde repostar, y con tal de no parar a preguntar dónde podíamos conseguir agua y entretenernos más de la cuenta, seguíamos hacia delante, pensando que quizás en el siguiente pueblo podríamos saciar la sed.

  Llegamos a Fokto, donde teníamos que tomar la decisión de si hacer un desvío para visitar Kalocsa o seguir rectos hacia su embarcadero. En Kalocsa había alojamiento, pero nada de camping ni de albergue, mientras que en la zona del embarcadero sí había un camping, o al menos eso decía la guía que llevábamos, otra cosa es que siguiera estando allí. No recuerdo ahora a quién preguntamos sobre Kalocsa durante la etapa de hoy, pero no nos supieron decir gran cosa sobre esta localidad, nada de especial interés, así que viendo la hora que era, la paliza que nos había pegado el viento y que no estábamos seguro de si íbamos a encontrarnos el camping o por el contrario tendríamos que improvisar, decidimos seguir hacia delante, en línea recta hacia el embarcadero de Kalocsa, a unos tres kilómetros de donde nos encontrábamos, siguiendo el itinerario alternativo, por camino de gravilla que hace más penoso el pedaleo y en donde se va con cierta tensión por aquello de mantener el equilibrio sobre la burra.

  Llegamos a la zona del embarcadero, en la margen izquierda del río, así que nos salimos del camino que mañana tendremos que retomar, para girar a la derecha y el ligero descenso llegar hasta el mismo camping, donde tan sólo hay una tienda de campaña y una bici ¿será otro cicloturista?.

  El camping es austero, aunque tampoco necesitamos lujo de ningún tipo, así que plantamos la tienda sobre el césped, cerca de los servicios y de la zona que se utiliza como cocina, y directos a la ducha, para seguir con la colada, y por último a dar un paseito breve por la zona, porque ya está anocheciendo, aunque voy sólo, porque Iñaquí terminó un poco antes y me esperaba en el bar tomando una cerveza. No hay gran cosa por los alrededores, algunas casas, algunos chiringuitos y algún que otro restaurante, además del embarcadero que se puede utilizar para pasar a la otra orilla del río, y de que es una zona donde paran los cruceros que transitan por el Danubio, es más, cuando salí por la puerta del camping, a escasos 20 metros del margen del río, me encontré con un crucero ucraniano, y en su restaurante ya se podía ver a gente cenando.

  Llegué al bar-restaurante donde me esperaba Iñaqui, y es que hoy, a pesar de que sólo llevamos dos días en ruta, nos íbamos a pegar un homenaje, ¿por qué?, pues sencillamente porque era mi cumpleaños, y otro año más tengo la suerte de celebrarlo en plena ruta cicloturista, y si es con compañeros de viaje, mucho mejor.

  Cuando me senté con Iñaqui, pasadas las ocho y media, ya era de noche. No había mucha gente, y en las mesas había unas velas especiales, utilizadas además de para crear un ambiente más acogedor, para repeler los muchos mosquitos que hay en esta zona junto al río.

 Cervezas para que el cuerpo recupere líquidos y una buena cena, en total, 20 euros los dos, porque aquí pude pagar con tarjeta y en euros, evitando pagar en moneda local y tener que parar mañana o al día siguiente para volver a cambiar.

  Nos fuimos a las diez de la noche, los últimos, con los camareros recogiendo, y directos al camping, aunque antes de irnos a dormir, como aún es temprano, nos da tiempo a escribir unas notas en nuestro diario particular sobre el discurrir de esta jornada, pero tampoco es cuestión de entretenerse mucho, porque aquí amanece muy pronto y por lo que hemos visto y padecido en estos dos días de ruta, las temperaturas son muy altas y no parece que vayan a cambiar, así que cuanto antes salgamos mejor.

  Así termina esta segunda jornada, donde lo más interesante ha estado al principio, en los primeros 25 km, el resto de la etapa ha sido utilizando las rutas alternativas, sobre caminos, pistas, carreteras en desuso, pedaleando gran parte del tiempo sobre un talud, con fuerte y abrasador aire en contra, mucha humedad, y zonas monótonas, con paisaje sin demasiado interés, y uno de los mejores momentos ha sido sin lugar a dudas, la zona de baños que nos encontramos por sorpresa y que no venía anotada en la guía, y es que un bañito por las tardes después de una jornada de pedaleo y calor, sienta de lujo.

  Y a dormir, que mañana será otro día...

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TERCERA ETAPA (Hungría): Kalocsa (embarcadero) - Mohács
Distancia = 77,41 km - Tiempo = 4:17:56 - Media = 18,07 km/h
Lunes, 6 de Agosto de 2012

  Al igual que ayer, a las 6:30 de la mañana ya estábamos desmontando las tiendas y organizando las alforjas, pero al final, hasta las nueve no nos pusimos en marcha, y eso que queríamos salir más temprano para tener más horas de pedaleo, antes de que las temperaturas hicieran no recomendable la práctica de cualquier deporte.

  La razón, hoy al menos justificada del retraso, estaba en que mientras preparábamos el desayuno estuvimos charlando con la otra persona que estaba en el camping, un francés, que estaba haciendo también la ruta del Danubio en bici, salvo que en sentido contrario al nuestro. El había partido desde Constanza, junto al Mar Negro y no recuerdo bien si su idea era llegar a Alemania o una vez allí seguir pedaleando hasta su casa en Francia. No podíamos desaprovechar la oportunidad y estuvimos preguntándole cosas sobre el recorrido: sitios más interesantes, tema de camping, qué variante había cogido para hacer el tramo de las “Iron Gates” (el rumano o el serbio), etc... Por nuestra parte, sólo llevábamos dos días de pedaleo, así que lo único que podíamos aconsejarle era la zona de baños de ayer en Harta y por supuesto la zona de acampada libre, junto a una zona de baños en Ráckeve.

  Para hoy habíamos decidido seguir hasta Fajs por la ruta alternativa por la que vinimos ayer, donde coincidiríamos con la ruta principal que venía de Kalocsa, y así, por un lado nos evitaríamos dar un rodeo y por otro, el tema del tráfico que siempre suelen tener las poblaciones más grandes, y más siendo hoy un día laborable.

  Emprendemos el camino, algo incómodo, al igual que los últimos kilómetros de ayer, con rodadas a los lados del camino y con hierba en la parte central, entre las rodadas, teniendo siempre a nuestra izquierda grandes llanuras y espacios abiertos, mientras que a la derecha tenemos el Danubio y las típicas zonas de arboleda que surgen en las riberas de los ríos.

  A las nueve de la mañana, cuando empezamos a pedalear, las temperaturas ya eran muy elevadas y el sol está bien arriba, calentando de lo lindo, cosa normal por otro lado, si tenemos en cuenta que comienza a amanecer sobre las 5:30.

Inicio del carril bici que bordea un parque nacional (Nemzety Park).

  A la altura de Fajs, abandonamos el camino y cogemos un carril bici que va bordeando un parque nacional. Al comienzo de dicho parque nos encontramos con unos paneles informativos sobre la flora y aves que se pueden ver en este “Nemzety Park”. El recorrido por este parque es agradable, pedaleamos por carril bici cómodo y llano, en perfecto estado y donde hoy, por suerte, parece que el señor Eolo se ha quedado dormido, esperemos que sea por mucho tiempo; por contra, el señor Lorenzo se muestra estos días muy activo desde muy temprano, así que cuando llegamos a la entrada del centro de interpretación del parque, nos fuimos directos a un bar-restaurante para poder rellenar los botes, porque con el calor y la humedad apenas nos dura el agua; pero estaba cerrado, parece que los lunes cierran. Por suerte, al lado había un pequeño quiosco, como los que se dedican a vender helados, pero no tenían agua, así que a falta de agua buenas fueron unas cervezas frías.

Una de las curiosidades que nos encontramos mientras pedaleamos por el borde del parque nacional. Un árbol dentro de una casa y que sale por su tejado.

  Continuamos por el carril bici, encontrándonos con varios grupos numeroso de ciclistas que entrenan por esta zona con sus bicis de carretera, y a juzgar por su indumentaria serán todos de un mismo club o peña, aunque por aquí supongo que entrenarán o se prepararán para contrarreloj o para llanear, porque para otra cosa lo dudo mucho, porque no hay ni una tachuela, ni un maldito cambio de rasante en cerca de 30 km de carril bici.

  En la entrada en Baja, una población importante, desaparece el carril bici y seguimos un corto tramo pedaleando por un firme de hormigón, hasta acceder a la zona donde están los polígonos y grandes superficies, donde nos encontramos con algo de tráfico y con un calor que empezaba a ser insoportable, más de 38 grados a las 12:30 de la mañana, que es cuando paramos a hacer la compra para un par de días en una gran superficie, en un Tesco, el equivalente a los Carrefur, por ejemplo. Allí además de hacer la compra, Iñaqui esperaba encontrar “alcohol de quemar” para su hornillo, pero no hubo suerte, tan sólo le ofrecían un líquido que se utilizaba para rociar el carbón en las barbacoas para que prendiera rápido o líquidos inflamables similares, de todas formas, nos podemos ir apañando con el hornillo mío para el que en Budapest pude comprar un cartucho grande de propano en una tienda de montaña.

  La entrada a esta gran superficie supuso un cambio brutal de temperatura, de los más de 38 grados de fuera, con un horizonte difuminado al fondo por el efecto de la calima y un cielo gris, a los 22 grados o menos del interior. Impactante inicialmente, pero agradecido, muy agradecido, con el paso de los minutos.

  Hicimos compras para un par de días, aunque para hoy, fundamentalmente el cuerpo sólo nos pedía líquido, así que mucha fruta, yogur líquido y cervezas frescas. A la salida, tro cambio brusco de temperatura, al pasar de dentro a fuera, donde teníamos la bici, salvo que ahora lo llevamos mucho peor, cuesta respirar y pronto comenzamos de nuevo a sudar sin hacer prácticamente nada.

  Nuestro objetivo a esta hora, ya pasada la una, es buscar un sitio donde pasar estas horas de más calor, a ser posible un parque con alguna fuente, donde podamos tumbarnos, pero buscando y buscando, al final nos encontramos con una zona de baños dentro de la localidad, unas playas que a esta hora aún estaban casi vacías, pero que para nosotros fue como la visión de un oasis, así que buscamos la sombra de un sauce llorón y metimos las bicis debajo de él, al tiempo que extendimos nuestras esterillas a la sombra, nos tomamos la cerveza que habíamos comprado en el super antes de que se calentaran, y un bañito inicial antes de engullir las fruta que habíamos comprado, además de una sandía grande, partida, y fría, que nos hizo sentir que estábamos en un oasis, en un paraíso, al menos momentáneamente, y es que hay que ver con lo poco que nos conformamos y con lo poco con lo que nos sentimos a gusto y felices: una sombra de un árbol, un río donde bañarnos y refrescarnos y una buena sandía, y además, si teníamos la tentación de tomarnos otra cerveza, allí cerca, a unos 300 o 400 metros, había otros pequeños supermercados donde poder comprar unas latas, y ni que decir tiene, que la tentación la tuvimos... y que caímos en ella.

  Nos bañamos varias veces y nos echamos la siesta a la sombra del sauce, con calor, mucha calor, y humedad, mucha humedad. Cuando nos despertamos empapados en sudor, descubrimos que aquella zona de baños, que al principio estaba vacía, ahora estaba casi llena, con gente tomando el sol o almorzando, no sé, igual es que la gente ha terminado de trabajar y se viene directamente aquí, e incluso algunos se traen la comida o la merienda...

  Lo de bañarnos en el río parece que se está convirtiendo en una costumbre, en una sana costumbre, ¡ojalá que podamos disfrutar todos los días de este baño!, pero vamos día a día, sin tener organizado unas etapas fijas, simplemente cada día al terminar, o al levantarnos, mientras desayunamos, vemos la guía y los posibles sitios donde podemos terminar, en función de si tienen zona de baños, o camping o albergue, o las zonas intermedias donde podríamos parar para descansar, en fin, que no vamos más allá, sólo el día a día...

A la sombra de un sauce llorón, dando buena cuenta de una sandía, junto a la zona de baños de Baja.
  A las cuatro y media de la tarde, con mucha pereza, nos pusimos en marcha de nuevo, todavía mucha calor, pero el punto de inflexión estaba cercano, a partir de entonces empezaría a remitir, al menos en parte. Comenzamos de mala gana a dar pedales, el cuerpo necesita asimilar estos cambios, pero hay que mantener la disciplina, no nos íbamos a quedar todo el día allí tumbados.

  En el centro de Baja, en una plaza redonda con bonitos edificios, nos encontrados con otros dos cicloturistas a los que ya vimos en el día de ayer, y a otro chaval alemán que va en solitario. Éste fue el primero en salir del centro para buscar la salida, mientras que los otros dos o se entretenían haciendo fotografías o como nosotros dos, consultábamos la guía para buscar referencias y salir de allí.

  Dejamos atrás a la otra pareja de cicloturistas, y ya en el tramo de carretera a la salida de Baja, enlazamos con el chaval alemán que nos había tomado la delantera. Él había comenzado en Alemania, desde su casa, y no recuerdo bien si su meta era también el Mar Negro o si quería bajar más adelante hacia Bosnia; para hoy tenía pensado llegar a Udvar, en la frontera con Croacia, unos 15 km más del sitio que habíamos elegido nosotros, en Mohács, donde en teoría debería de haber un camping, mientras que en Udvar no había alojamiento de este tipo, o al menos según la guía que llevábamos, porque seguro que él tenía más información que nosotros, puesto que la guía que llevaba era la misma la que nuestra, salvo que la suya estaba completamente actualizada y con las páginas plastificadas, aunque en perfecto alemán, que para eso la guía la hacían los alemanes, y no sabemos si en otros idiomas, como era el inglés en el caso de la nuestra, estaba o no actualizada, el caso es que tanto la de Iñaqui como la mía eran del 2008 y eso que la habíamos comprado unos meses antes de hacer esta ruta.

  Este tramo de carretera es corto, lo suficiente como para enlazar pronto, en un giro brusco a la derecha, con un camino ancho de tierra con algo de gravilla.

  Vamos los tres pedaleando a buen ritmo. El chaval alemán comienza este tramo de camino tirando fuerte, con el contratiempo añadido de encontrarnos en este giro con el despertar del viento en contra, que hasta ahora había estado aletargado, y si para colmo, a esto le sumamos las altas temperaturas y la nula sombra, tenemos la mezcla perfecta para que el cuerpo se vaya minando o sufra un pajarón o un golpe de calor.

  En los primeros momentos de pedaleo por el camino de tierra no me encontré bien, me encontraba fundido, con los pulmones que parecían que me quemaban al respirar el aire cálido, me costaba respirar, así que simplemente me limitaba a ir detrás del alemán, unas veces junto a Iñaqui y otras detrás de él, hasta que poco a poco el cuerpo se fue adaptando a este ambiente, a estas circunstancias.

  Con el paso de los kilómetros iniciales el chaval alemán fue perdiendo empuje, ya no tiraba tan fuerte y como yo ya me había recuperado de ese primer momento en que me sentí mal, me puse delante, junto con Iñaqui, dejando al chaval alemán chupando rueda. A pesar de las rachas de aire en contra, marcábamos un ritmo constante, entre 21 y 24 km/h, hasta que una de las veces que miramos atrás vimos al alemán descolgado, esperamos a que volviera a enganchar y continuamos camino, había que quitarse este tramo sin ningún interés particular cuanto antes, donde ni siquiera teníamos la imagen refrescante del río.

  A buen ritmo, a pesar de las circunstancias, llegamos por pistas asfaltadas o carreteras locales que transitaban por encima de un talud, a Dunafalva, que quedaba a nuestra izquierda, a resguardo de las crecidas del río que quedaba a nuestra derecha, con una franja de arboleda en medio, donde vimos también un chiringuito y gente que venía de bañarse, así que paramos, esperamos de nuevo al alemán, que ahora ya venía fundido y tenía claro que iba a parar aquí, en este pueblo a descansar un poco después de los últimos 25 km, así que nos despedimos de él y vimos cómo bajaba hacia un bar o restaurante que había a la izquierda, más en la zona cercana al pueblo. Iñaqui y yo miramos de nuevo la guía, y vimos que faltaban unos 12 km para llegar a Mohács, pero ahora el asfalto desaparecía y se seguía por encima del talud pero por camino, así que como íbamos bien de tiempo, pensando que sería llegar y topar con el camping, bajamos hacia el chiringuito que habíamos visto en la zona de arboleda que discurría paralela al río.

  Había una fuente con agua fresca, lo ideal para rellenar los botes, beber y asearnos un poco, y por supuesto, no podía faltar una fresca jarra de cerveza en el chiringuito, mientras veíamos a las pandillas de chavales ir y venir de la zona de baño, que suponíamos estaría bastante cercana, aunque en esta ocasión no hubo baño para nosotros, nos conformamos con refrescarnos en la fuente y no perder mucho más tiempo para que no nos cogiera la noche.

  Mientras estábamos en los bancos de madera tomando la cervezas, vimos pasar a una pareja de cicloturistas, así que junto a los tres que vimos en Baja y al francés de esta mañana en el camping, ya son seis cicloviajeros con los que nos hemos encontrado hoy.

  Nos vino muy bien este descanso para 'recargar las baterías'. Cuando nos pusimos de nuevo a pedalear por el talud, ahora por camino, la temperatura ya había bajado bastante, y además podíamos disfrutar de tramos de sombra. Ahora vamos más tranquilos, el ritmo de pedaleo es mas suave, entre 17-18 km/h durante estos últimos doce kilómetros, con los deberes ya están casi hechos, a parte de que es el mejor momento del día para pedalear, las mejores sensaciones, con una temperatura más agradable, con una gran arboleda a nuestra derecha y un curioso juego de luces y sombras que forman los rayos de sol al intentarse abrir paso por la masa boscosa, justo cuando el sol comienza a declinar.

  Sin duda fue el mejor tramo del día, donde más relajados y donde más disfrutamos del cicloturismo, y es que entre otras cosas, pedalear entre 38 y 40 grados, independientemente de que el paisaje sea más o menos interesante, acaba hastiando a cualquiera, por eso, esta zona, este tramo, sin ser una cosa del otro mundo, supuso lo mejor de la jornada, junto el recorrido por el parque nacional.

  Llegamos por fin al margen del río donde se coge el ferry para llegar a la otra orilla, donde se encuentra Mohács, pero nuestros planes no eran cruzar hasta mañana, porque el camping teóricamente debía encontrarse en esta margen del río, a la izquierda, mientras a la derecha se encontraban las taquillas para sacar el billete del ferry y un bar para amenizar la espera de los pasajeros.

  Giramos a la izquierda, nos introducimos en una zona boscosa y pedaleamos por una senda de apenas 30 cm de ancho, con un firme muy irregular donde costaba mantener el equilibrio. Creíamos que por allí debería estar el camping, aunque no vimos a nadie para poder preguntar.

  Cuando nos topamos con el camping, éste estaba cerrado, no estaba funcionado, así que decidimos seguir un poco más hacia delante para ver si buscábamos un sitio 'apañao' para colocar las tiendas. La senda se transforma en camino y pasamos por una zona donde a nuestra izquierda se encuentra una hilera de casas de veraneo, y como he comentado en otras ocasiones, sin ningún tipo de lujo, en medio de una zona verde, totalmente rodeada de arboleda, frondosa, aparentemente perdida, mientras a la derecha está el río y unas pequeñas plataformas de madera para atar las barcas o para ponerse directamente allí sentados y pescar.

  Un poco más adelante nos encontramos con un trocito de explanada a la derecha, lo suficiente como para poner nuestras tiendas, rodeados de árboles entre los cuales se veía la silueta recortada de Mohács mientras el sol se ponía en el horizonte, ¡bonita estampa!.

  Colocamos nuestras tiendas, nos pegamos un baño en el río y nos fuimos andando hacia el bar que habíamos visto para tomar una cerveza antes de cenar, y por supuesto, para conseguir agua, no sólo para beber, sino que también la necesitábamos para la cena y el desayuno, porque para todo no teníamos bastante. La idea de ir andando fue mía, porque Iñaqui quería ir en bici, pero yo no tenía ganas de volver a montar en la burra, y me apetecía dar un paseo, así que lo convencí de mala gana y nos fuimos andando, pero cuando llegamos al bar a las 20:20, ya de noche, éste ya estaba cerrado, algo que nos sentó como un tiro, porque nos quedamos sin cerveza y sin agua, que era lo más importante.

 Colocamos nuestras tiendas junto al río, con las vistas de Mohács en la otra orilla.
Atardecer sobre Mohács desde la zona donde colocamos nuestras tiendas de campaña.

  Por más vueltas que dimos por los alrededores, no vimos ninguna fuente ni ningún otro bar o sitio donde poder obtener agua, así que de regreso a la zona donde teníamos nuestras tiendas, ya con nuestros frontales encendidos, Iñaqui decidió probar suerte y pedir agua a una parejita que estaba trabajando en la construcción de su vivienda, mientras yo seguí hacia delante para preparar la cena con lo que tuviéramos.

  Finalmente se presentó Iñaqui con un botella de litro y medio de agua, pero agua con gas, y es que aquí en Hungría por lo que ya hemos visto y padecido, se estila mucho el agua con gas, así que decidimos utilizar el agua que teníamos para la cena y el desayuno y usar la otra para beber, limpiar los utensilios y para el aseo general.

  A las diez y media nos retiramos a nuestras tiendas, porque fuera de ellas los mosquitos se estaban ensañando con nosotros, así que hoy nada de tertulia, a nuestras tiendas respectivas, y en mi caso al menos, aprovecho para escribir unas notas sobre el día de hoy, donde después de todo hemos tenido suerte por encontrar este sitio especial donde realizar acampada libre, junto al río, en una zona arbolada y con buenas vistas de Mohács al atardecer.

  Mañana toca coger el ferry para pasar a la otra orilla, a Mohács, y más tarde cruzar la frontera para adentrarnos en Croacia.

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CUARTA ETAPA (Hungría-Croacia): Mohács - Osijek
Distancia = 92,54 km - Tiempo = 5:10:24 - Media = 17,91 km/h
Martes, 7 de Agosto de 2012

  A las 6:15, bien tempranito, comenzamos con la rutina diaria de desmontar las tiendas, recoger el equipaje y ponernos a desayunar, para enseguida emprender la marcha montados sobre nuestras burras por camino primero y después por el pequeño tramo de sendero hasta llegar al claro donde está el embarcadero, a donde llegamos a las 7:30.

  Sacamos los billetes en la taquilla y no tuvimos que esperar mucho para coger el ferry que nos llevara a la otra orilla, a Mohács, puesto que salía cada media hora, así que tuvimos el tiempo justo para rellenar los botes de agua en el bar que esta al lado, que ahora sí estaba abierto.

Iñaqui vigilando las burras en el ferry que nos llevará a la otra orilla, a Mohács, que es la localidad que se ve al fondo.

Para cruzar el río hacia Mohács en el ferry, tenemos que sacar billete para nosotros y para nuestras burras. Obsérvese que cuesta prácticamente lo mismo el billete para la bici (230 florines) que para las personas (240 florines).

  Serían poco más de las ocho, cuando el ferry nos dejó en Mohács, y lo primero que hicimos fue buscar por las tiendas del centro: droguerías, farmacias, o ferreterías, el “alcohol de quemar” para el hornillo de Iñaqui, pero no hubo suerte, y me temo que no si no lo hemos encontrado hasta ahora, de aquí en adelante va a ser más complicado, porque hoy nos meteríamos en Croacia, y tanto aquí como en Serbia, como no sea en alguna ciudad grande dudo mucho que lo pueda encontrar... pero preguntar es gratis...

  Con Iñaqui algo resignado, nos disponemos a buscar la salida de Mohács, en dirección a Udvar, localidad situada justo antes de la frontera húngara-croata. Son tan sólo 12 km en línea recta, porque nos saltamos el desvío que marcaba el itinerario de la guía y que pasaba por la localidad de Kólked, para después seguir por la misma carretera que llevábamos, así que como en ese momento apenas había tráfico, nos fuimos rectos en lugar de dar el rodeo, ahorrándonos unos cinco kilómetros y un tiempo que quizás pudiéramos necesitar para afrontar la alternativa por el parque natural en Croacia, más larga que la que en principio esta marcado como itinerario principal según nuestra guía, pero además, por caminos o pista de tierra, en lugar de carretera, con lo que el ritmo de pedaleo también sería inferior, eso sí, sobre el papel al menos, era mucho más motivadora y además sin estar pendiente del posible tráfico.

  Este corto trayecto lo hicimos en un visto y no visto; con carretera totalmente llana, con buen firme y hoy por fin, con viento de cola, lo que hizo que rodáramos casi siempre en torno a los 30 km/h.

  Ala entrada en Udvar, paramos en una gasolinera. Aún nos quedaban florines húngaros, porque Iñaqui que hacía las funciones de tesorero, estiró el dinero como si fuera chicle, y como a partir de ahora no lo íbamos a necesitar porque usaríamos la moneda croata, decidimos 'pulirnos' lo pocos florines que nos quedaban en la tienda de la gasolinera, así que compramos pan, un bote de dos litros de zumo, una caja de quesitos, y unas chucherías para cuadrar las cuentas.

  En la misma gasolinera nos metimos de una sentada, los dos litros de zumo, ¡ya íbamos hidratados para un buen rato!, así que previo paso por los aseos, nos ponemos en marcha para ir directos a la frontera, puro trámite, donde nos hicieron las típicas preguntas, nos sellaron el pasaporte y seguimos ruta, y aunque hemos entrado en otro país, de momento seguimos con la misma tónica de paisaje y con un perfil totalmente llano, aunque la diferencia es que hoy al fondo, ya comenzamos a ver zonas de sierras. En cuanto al viento, nos sigue siendo favorable, y hasta ahora, la temperatura parece que ha bajado unos grados con respecto a la de los días anteriores, lo que supone un alivio y más tiempo para poder pedalear.

 La frontera húngaro-croata, a la altura de Udvar, última localidad de Hungría.

Cartel indicativo de la ruta al entrar en Croacia.

  Pasamos por varios pueblos pequeños, rurales, dedicados a la explotación de árboles frutales: melocotones, ciruelas, manzanas, y también vemos vides.

  Antes de llegar a Batina, nos sorprende una cuesta de un kilómetro, es suave, pero es la primera desde que iniciamos la ruta y no nos sienta bien, y es que estamos muy mal acostumbrados. A este repecho le sigue un ligero llaneo entre huertos y más zonas de árboles frutales y finalmente, una bajada con firme de adoquines, hasta llegar a Batina, donde nos encontramos con obras en una rotonda de acceso y en la carretera por donde deberíamos seguir a partir de ahora, en dirección a Zmajevac.

  En principio, no haría falta que nos metiéramos de lleno en el pueblo, podríamos seguir hacia la derecha nuestro itinerario, pero decidimos entrar para repostar agua y sobre todo para intentar cambiar un poco de dinero, pero no vemos ni bancos ni oficinas de cambio; llegamos al final del pueblo donde también hay obras de acondicionamiento de la zona del río, así que damos media vuelta.

  Vemos ahora una fuente que ante se nos había pasado de largo, así que paramos junto a ella. Nuestra idea a partir de ahora era coger una alternativa a la ruta principal; el desvío de dicha ruta debería estar a unos cuatro o cinco kilómetros desde la salida de Batina, girando a la izquierda y metiéndonos por caminos en el parque natural, en un recorrido quizás más largo, como ya he comentado antes, pero que se presupone es mucho más interesante, además es el que nos recomendó el francés en el camping del embarcadero de Kalocsa. El inconveniente de esto es que son largas distancias sin población en medio, y con las temperaturas que tenemos estos días, mejor aprovisionarse de agua, así que además de lo habitual, cargamos con una botella extra de litro y medio.

  Mientras estábamos en la fuente, nos dimos cuenta de una oficina de correos, así que nos dirigimos allí para probar suerte y ver si nos cambiaban euros por kunas, y ¡sonó la flauta!, pudimos cambiar dinero, y a la salida, nos encontramos con otros dos cicloturistas, austriacos, que iban a realizar la misma operación que nosotros. Estaban también haciendo la misma ruta, pero iban a otro ritmo...

  Batina nos pareció un pueblo fantasma, triste, a penas gente por las calles, antiguos edificios o fábricas abandonados, dejados, suponemos que son huellas, marcas de la guerra, y más esta zona de Croacia que atravesaremos en esta ruta, al ser frontera con Serbia. Al margen de esto, nosotros habíamos conseguido lo que nos habíamos propuesto para el último tramo de la jornada de hoy, agua y el cambio de moneda.

  La salida de Batina la hacemos por una pista asfaltada o carretera local paralela a la carretera que deberíamos coger, así que seguimos paralelos a ella, por la derecha, entre huertos y zonas verdes, además de la masa boscosa que teníamos a nuestra izquierda, casi pegada a la carretera en obras, donde en la primera parte había camiones y máquinas trabajando en ella.

  Pedaleamos un par de kilómetros aproximadamente y cuando vimos que ya no había máquinas ni camiones sobre la carretera nueva, cogimos un acceso de tierra para llegar a ella y seguir por ésta lo poco que nos quedaba para el desvío al Parque Natural, no fuera que la que lleváramos terminara bruscamente y hubiera que o bien dar la vuelta o cargar con nuestras burras hasta la carretera.

  Llegamos al desvío, la entrada al parque, con un cambio brutal, de una carretera ancha, llana, con un firme excelente, nuevo, y como aún estaba cerrada por obras no había tráfico, a un carril bici con firme en penosas condiciones, todo descarnado o bacheado, aunque todo se da por bueno si el escenario y la monotonía cambian. La leve capa de asfalto del carril bici, bacheado y descarnado, pronto comienza a ser imperceptible, hasta que finalmente nos encontramos pedaleando por un camino o más bien pista con chinatos pero ¡en plena naturaleza!; pedaleamos teniendo a ambos lados bosques densos, zonas de canales o ramificaciones del río Drava, y pequeños lagos en medio de una gran frondosidad, donde podemos ver jabalíes retozando en el agua, además de muchas aves, y sin necesidad de utilizar prismáticos: distintas rapaces, garzas, cormoranes, etc... por no contar con un par de cervatillos asustadizos que nos encontramos por este camino.

  Pasamos por un par de zonas junto al camino-pista, destinadas al turismo de lujo. Más tarde, Jurov, nos comentaría que eran centros destinos principalmente al turismo cinegético, y que costaba unos cien euros la noche, pero que aquello no triunfó, y suponemos que por eso los vemos tan solitarios, desoladores, pero nuevos y en muy buen estado.

  Cuando vemos el segundo de estos centros turísticos, en plan hotel o apartamentos rurales, nos surge una duda. El camino que llevamos sigue hacia delante, y creo que es el itinerario que va marcando la guía como ruta alternativa, pero a la derecha surge un desvío que baja hacia este centro turístico, puesto que el camino que llevamos está algo más elevado, y después sigue hacia delante por pista asfaltada o carretera local. Bajamos y vemos una señal indicativa de la ruta, así que decidimos seguir las indicaciones haciendo caso omiso a la guía, que sabíamos que estaba desactualizada y de ahí las posibles dudas que nos irían surgiendo.

  Justo cuando cogemos la carretera estrecha sin saber muy bien a donde nos conducía, aparece un tipo sobre una moto que nos saluda muy efusivamente, vestía uniforme y gorra a lo Fidel Castro, o sea, pantalones y camisa militar o de camuflaje, con la camisa desabrochada y la tripa al aire...

 Pedaleando por el carril de gravilla al comienzo de la alternativa que cogimos por el parque natural.

Comenzamos a ver pedaleando por este parque natural, los primeros carteles de peligro por minas, uno de los primero hitos que vemos y que representan la triste herencia de la guerra de los Balcanes.

  Seguimos pedaleando por esta carretera estrecha y al poco llegamos a un eco-centro, con grandes naves a ambos lados de la carretera, pero todo parece abandonado, en desuso, no se ve ningún tipo de movimiento y no vemos a nadie, hasta que finalmente aparece de nuevo en su moto el mismo tipo que nos había saludado antes y nos dice que le sigamos si queremos beber o comer algo, haciendo el gesto de llevarse la mano a la boca; ¿drink? ¿water? ¿beer?. Iñaqui y yo nos miramos y ambos suponíamos que nos llevaría a un pequeño bar, pero realmente lo que hizo fue llevarnos hasta su casa, bueno, realmente la carretera pasa por delante de su casa, con un pequeño jardín o mejor dicho, un espacio con césped o hierba, al lado.

  Nos paramos en la carretera, delante de la puerta de entrada al recinto donde está su casa, sin saber muy bien qué hacer. Aquello no era un bar, así que tal vez este hombre se ganaba algún dinerillo ofreciendo bebida al que pasara por allí, porque desde que salimos de Batina hasta la siguiente localidad, y utilizando esta ruta alternativa en lugar de ir por carretera, calculamos que podían ser más de 30 kilómetros sin encontrarnos con nada, y aunque en coche o en moto esto no supone nada, en bici es un buen tramo y más si las temperaturas son elevadas y si son las horas que son, o sea, pasadas las doce, cuando el sol más aprieta.

  No teníamos nada que perder, así que nos sentamos a la sombra junto a una mesa que tenía previa a la entrada de la casa, donde además tenía sembrado algunos tomates tipo cherry y algunas hortalizas, y nos preguntó que queríamos beber: agua, cerveza... y por supuesto le dijimos que cerveza, porque de agua ya habíamos hecho hoy provisión extra. Al rato se presenta con un botella de dos litros de cerveza, si he dicho bien, DOS litros, en envase de plástico en lugar de cristal, y por lo que veríamos de ahora en adelante, estas botellas de dos litros son bastantes habituales en los supermercados, o sea, que aquí están acostumbrados a la “doble litrona”, por llamarla de alguna forma...

  Se llama Jurov, de madre húngara, padre serbio y él que es croata, ¡vaya gazpacho!. Alto, desgarbado, algo desaliñado, barbilampiño, delgado aunque con una ligera tripa blanca que deja entrever al tener la camisa de botones desabrochada y un fumador empedernido. Es de Osijek, nuestra meta final prevista para hoy, donde vivía con su mujer o pareja, pero estaba agobiado en la ciudad y en el modo es que se vivía allí y rompió con todo para venirse a vivir aquí, a este espacio natural donde vive ahora sólo, junto a un eco-centro inutilizado, así que no parece extraño que cuando ve a algún cicloturista le invite a tomar algo, y de paso le de conversación, porque por aquí, como no sea algún cicloturista, pescador o cazador, no creo yo que vaya a ver a muchas más personas.

  Habla un inglés fluido en conversación, el que aprendió en su época de estudiante, no es un inglés de Oxford, como el humildemente dice, pero tiene bastante 'palique', de conversación fácil, amena, y la verdad es que a mi al menos me da envidia, porque yo no tengo por desgracia, ese nivel en cuanto a conversación, ni parecido, y tampoco en cuanto a comprensión, pero entre Iñaqi y yo vamos sacando algunas cosas en claro (por supuesto, más él que yo).

  Cuando se decidió por venir aquí, la gente le decía que estaba loco, que cómo se le ocurría irse a ese sitio completamente sólo, aislado, pero se ve que es lo que él quería, así que compró aquella casa con los poquitos ahorros que tenía (no debería costar mucho), y se lanzó a venirse a vivir aquí, en plena naturaleza, a una zona de la que está completamente enamorado, por la emoción y la forma con que cuenta las cosas. Es joven, pero tiene una pequeña paga porque creo que tiene algún problema de corazón, sino recuerdo mal, aunque no para de encender un cigarrillo tras otro. Con ese pequeño ingreso, nos dice, tiene lo suficiente para poder vivir felizmente aquí; creo que nos dijo que eran 150 euros los que cobraba, pero que con eso tenía bastante, y se nos pone a “echar la cuenta de la lechera”: 50 euros para para pagar la luz, 10 euros de gasoil para una pequeña moto con la que se desplaza al río para pescar, y el resto para comer, para tabaco y para cervezas, ¡SUFICIENTE! Según él, y como se encargó de recalcar en varias ocasiones en inglés, su lema parece que está claro y viene a decir algo así como: ¡menos es más!, o dicho de otra forma, que no necesita de ningún tipo de lujos y rodearse de objetos inútiles para estar a gusto y ser feliz, en un sitio que le gusta, rodeado de naturaleza, y practicando su gran afición-devoción: la pesca. Es un 'fisherman' redomado, y nos cuenta que al igual que ahora en verano se pueden alcanzar los 40 grados, como en estos días pasados, en invierno también se pueden llegar a coger temperaturas de hasta 30 bajo cero, y que el año paso se llegaron a helar las aguas del río, pero que eso no es impedimento para él, y que tanto en invierno como en verano sale a pescar con su birria de moto que “tiene más tiros pegaos que la moto de un hippy”. No sé si dijo que tenía alguna pequeña barca en el río o en las ramificaciones del río y que la utilizaba para pescar, o que la compartía con algún compañero, y lo que no recuerdo bien, es qué tipo de peces son los que solía pescar, aunque se lo pregunté a Iñaqui, pero entre que yo soy de secano y de peces no entiendo mucho, entre los nombres de los peces en inglés y entre peces que igual pueden que sean propios de esta zona, ni me cosqué...

  Por momentos me daba envidia de la forma de ser y proceder de este curioso personaje, de tener las cosas tan claras y de hacer lo que realmente le pedía el cuerpo. Sin lujos, sin excesos, sin cosas materiales innecesarias, pero siendo feliz con lo que hacía y en el entorno natural donde vivía, y se veía que transmitía emoción en lo que decía, se le llenaba el alma cuando hablaba sobre aquella zona.

  A pregunta de Iñaqui, en relación a si sentía sólo, nos comentó que tenía una pequeña tele, pero no internet, no lo necesitaba, y que más que nada la veía por la noche, sobre todo en invierno, y que ahora, en verano a estas horas, comía y se echaba la siesta, y después a pescar, hasta el anochecer. Pero claro, la soledad está ahí, así que no es de extrañar que cuando vea a cualquier cicloturista pasar por allí lo invite a tomar algo y de paso se ponga a darle conversación y a preguntar sobre la profesión de la otra persona, sobre el país del que procede, etc...

  Mirando la casa, Iñaqui también le preguntó sino era fría en invierno para las temperaturas que se podían llegar a registrar según el mismo nos había comentado, y nos decía que no tenía problemas, que tenía leña suficiente para aguantar en invierno.

  Estábamos mano a mano con la cerveza, cuando vemos pasar frente a nosotros al chico alemán con el que nos topamos ayer y al que dejamos fundido, así que una de dos: o al final no llegó a Udvar que es adonde quería llegar, o ha salido hoy mucho más tarde que nosotros, y aunque Jurov también le hizo señas para que se uniera al grupo, él simplemente saludó y siguió camino, algo que Jurov no entendía, pero respetaba...

  Estábamos muy a gusto allí, charlando a la sombra y con la cerveza fresquita, y en sintonía con la forma de ser y pensar de Jurov, pero no queríamos seguir molestando más, y eso que nos comentó que podíamos quedarnos a pasar la tarde o a dormir allí, que podíamos poner las tiendas en aquella parcela con césped que tenía, que allí ya habían dormido otros cicloturistas, pero preferíamos seguir, y buscar un sitio donde echar una siesta.

  Intentamos pagarle los dos litros de cerveza que nos bebimos, pero casi se enfada con nosotros. Le preguntamos por el recorrido que tenemos que hacer y que él conoce de sobra, así que nos los explica perfectamente, porque con respecto a la guía que llevamos (algo desfasada), hay algunas novedades, e incluso por aquí no deberíamos haber pasado según la guía, pero tomamos este desvío después de ver unos carteles indicativos marcando el desvío, como ya he comentado antes.

  Nos despedimos de Jurov, y montamos sobre nuestras burras, por un recorrido que es el mejor del día, por plena zona boscosa, con arboleda y frondosidad por doquier, completamente a la sombra y con un firme bueno, aunque no estábamos seguros de si iríamos haciendo eses por la carretera después de los dos litros de cerveza que nos 'trincamos' a palo seco...

  Es en este tramo cuando nos volvemos a encontrar con el chaval alemán, que se sorprendió cuando nos vio aparecer; iba ensimismado y no se dio cuenta de nuestra presencia hasta que llegamos a su altura. Ahora iba más tranquilo, no iba como ayer con el turbo puesto para después acabar agarrando un pajarón.

  Seguimos pedaleando los tres por esta agradable zona, y después por tramos con canales o ramificaciones del río donde nos encontramos numerosas aves.

  A falta de unos 15 km antes de llegar a Osijek, y antes de llegar a Kopacevo, nos encontramos con una zona de baños a nuestra izquierda, así que no nos lo pensamos, giramos, dejamos nuestras burras bajo unos árboles, donde también había otras bicis, nos colocamos el bañador allí mismo y los tres de cabeza al agua, y es que esto de los baños en el río (en este caso se trata del Drava, y no del Danubio, al que en Hungría llaman Duna y en Croacia, Dunav) es de lo mejorcito de cada jornada. En este caso se trata de una zona dentro del Parque Natural de Kopacki Rit (en Croacia), un parque reconocido internacionalmente situado en la confluencia de los ríos Danubio y Drava.

El chaval alemán con el que estuvimos pedaleando, junto a las bicis, en la zona de baños en el río Drava,  dentro del Parque Natural de Kopacki Rit.

  Los últimos cinco kilómetros hasta llegar a la entrada de Osijek los hacemos por carretera con buen firme pero con mucho tráfico, y después del día relajado que llevamos hoy esto nos coge por sorpresa, así que metemos el turbo, y con la ayuda de un poco de viento de cola, rodamos a 30 km/h, aunque a mitad de recorrido nos dimos cuenta que a a la izquierda de la carretera, había un carril bici, con un firme totalmente irregular, pero sin la agonía de este maldito tráfico, pero ya era tarde para cambiar, así que agachamos la cabeza y ¡to'tieso, pa'lante como los de Alicante!, lo más rápido que pudimos para llegar a la entrada en Osijek y quitarnos este tramo pestoso. Paramos a la altura de uno de los puentes que tiene la ciudad para cruzar el río, entorno a las 16:30 (se notaba que hoy las temperatura nos había dado un respiro en relación a los días anteriores); allí esperamos al alemán que se había quedado algo rezagado porque sin darnos cuenta, el se había metido por el carril bici y en él no se podía avanzar con tanta facilidad, aunque por otro lado iba mucho más tranquilo sin el “aliento del maligno en pleno cogote”, o sea, sin el tráfico.

  Nuestra idea era buscar en esta margen del río, antes de cruzar, un supuesto camping o área de acampada que nos había comentado Jurov, pero el chaval alemán tenía otros planes, había contacto con otra persona en los alrededores de Osijek para quedarse en su casa (hay una web donde la gente comparte o intercambia casa), así que nos despedimos de él, ya no lo volveríamos a ver más.

  Intentamos buscar el área de acampada libre, pero por más que buscamos y preguntamos, no dimos con nada, a excepción de un gran recinto o área pública donde se encontraban las piscinas y una zona de baño en el río, así que nos vimos obligados a cruzarlo por uno de los puentes, con una pendiente muy fuerte, y buscar alojamiento en la ciudad, en Osijek, la más importante en el noreste de Croacia.

  Buscamos el centro, y llegamos a una gran plaza con soportales, llena de terrazas, y con su magnífica catedral al fondo (en realidad se trata de una iglesia de finales del XIX, de estilo neógotico, pero se la otorga el titulo de catedral por su gran tamaño, ya que tiene unos 90 metros de altura), aunque está llena de andamios por que están restaurándola. Cerca de ella, dimos por fin con lo que andábamos buscando, con una oficina de información y turismo, donde creo que nos llegaron a decir que efectivamente había un área de acampada, aunque sin servicios ni duchas, algo que a nosotros nos daba igual, sobre todo si tenemos el río al lado, pero nos crea dudas el hecho de que esté tan cerca del núcleo urbano ya que si nos vamos a dar una vuelta o a tomar lago, al regreso podemos encontrarnos sin nada, así que optamos por la opción que nos recomienda el chaval de la oficina, que dicho sea de paso, nos atendió muy bien; se trata de un establecimiento de “Hostel international” (aunque en ningún momento nos pidieron el carnet, que yo si tenía, pero no así Iñaqui), situado en una plaza que constituye el centro histórico y por el precio de 100 kunas, más otras 14 por pago de tasas (alrededor de 15 euros por cabeza) y además, tendríamos cerca el carril bici para salir de la ciudad al día siguiente, sin tener que perder mucho tiempo.

  Montamos de nuevo sobre nuestras burras para llegar al 'hostel', pedaleando por una larga avenida con carril bici, y es que lo bueno que tiene esta ciudad, o la zona centro, es que hay mucha vitalidad, mucha gente joven (¿será por el tema de la reciente guerra?), carriles bici, zonas de baño, la catedral y un centro histórico, pero es que además, en esta avenida por la que vamos, nos encontramos muchos “edificios clásicos”, aunque algunos en mal estado, otros con descolchones en la pared y la mayoría de ellos parecen ser usados para temas oficiales; por un momento me parece que vamos por una calle de la Habana, salvando las diferencias, por supuesto.

  Llegamos a la plaza que constituye el centro-histórico, llena de edificios emblemáticos, entre los que se encuentran por ejemplo, el ayuntamiento o un museo; todo muy limpio, en buen estado, da la impresión de que está todo recién restaurado. En uno de los laterales de la plaza nos encontramos con una sucesión de pubs que tienen fuera, en la propia plaza, sus terrazas tipo “longe” con sillas y mesas que parecen de diseño.

  Se trata de la Plaza de la Santa Trinidad, plaza central de un complejo urbano y militar situado en el centro de Osijek (Croacia), construido en su momento, por las nuevas autoridades austríacas, entre 1712 y 1721, como una nueva fortaleza conocida como Tvrđa.

  De esta plaza, a la izquierda en el sentido en que entramos en ella, sale una calle, donde también se encuentran restaurantes y bares, es más, el “hostel” que buscamos está encima de un bar, aunque por suerte no abre esta noche y podemos quedar nuestras burras allí dentro, subiendo arriba sólo parte del equipaje y la comida.

  En total creo que nos marcamos cinco o seis kilómetros extras de recorrido por Osijek hasta que finalmente llegamos a nuestro lugar de alojamiento.

  El albergue creo que tenía tres salas con literas, una mas grade y otras dos más pequeñas, y nos quedamos en una de las pequeñas, de cuatro literas, junto a una ventana que daba a la calle. Lo primero que nos encontramos a la entrada fue con un salón-cocina rectangular, con televisión, sofá, zona de lectura, un portátil con conexión a internet, y la cocina con microondas y frigorífico.

  Ducha, colada, y directos al salón para revisar el correo o actualizar el blog, aprovechando que disponíamos de conexión a internet, mientras picoteamos algo y curioseamos por las cosas que hay en aquella sala de ocio. Allí también había información sobre otros albergues, así que Iñaqui cogió un folleto con un “hostel” de temática cinematográfica, y que tenía buena pinta, como posible alojamiento para el próximo día, donde en principio no habíamos visto en la guía nada de albergues ni de camping, ni de zona de baños donde poder hacer acampada libre.

  Dentro del salón el calor era sofocante, aquello era un horno y por más que abrimos las ventanas del balcón que da al salón, aquello parecía un horno que había cogido la temperatura y ya no había forma de que la soltara, así que salimos a la calle, a dar una vuelta, a tomar unas cervezas mientras picoteamos unos frutos secos que nos habíamos acostumbrados a llevar siempre para estas ocasiones.

  De regreso al albergue, compramos en una tienda pequeña algo para comer y unas latas de cerveza, que estuvimos tomando mientras veíamos un resumen en la tele de cómo se había desarrollado la jornada de hoy en la olimpiadas.

  Bastantes cansados y soñolientos, con mucho calor en la habitación mitigado tan sólo por las ráfagas de aire de un enorme ventilador colgado del techo y con las puertas de la ventana entreabiertas, caímos rápidamente en un estado de profundo sueño; hoy creo que ni siquiera nos dio tiempo a contar ovejitas para dormirnos... ¡zzzzzzzzzzz!

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QUINTA ETAPA (Croacia): Osijek - Ilok
Distancia = 87,11 km - Tiempo = 4:38:00 - Media = 18,80 km/h
Miércoles, 8 de Agosto de 2012

  Al igual que en días anteriores, hoy de nuevo nos levantamos alrededor de las 6:30, pero en esta ocasión no nos ponemos en marcha para iniciar la etapa después de desayunar y recoger el equipaje, como es lo habitual, porque teníamos otros planes. Yo tenía pensado volver a la zona de la catedral para visitarla y hacer unas fotos, al igual que de algunos de los edificios de la avenida por la que transitamos ayer por la tarde, y mientras tanto, Iñaqui aprovecharía el tiempo que yo utilizara en este recorrido para ajustar los cambios de su bici.

Interior de la Catedral de Osijek.

Un detalle de la avenida que da acceso a la plaza donde se encuentra la catedral, en Osijek.

  Cuando por fin nos dispusimos a partir, eran ya las 9 de la mañana, aunque aún nos retrasaríamos algo más, puesto que a la salida de la ciudad, en unos grandes almacenes, Iñaqui paró para preguntar de nuevo por el “alcohol de quemar” para su hornillo, con la misma fortuna que en ocasiones anteriores, o sea, que no encontró nada, así que nos seguiríamos apañando con el cartucho grande de gas que compré en Budapest.

Iñaqui revisando los cambios en la calle que da acceso a la plaza de la Santa Trinidad, en Osijek (Croacia)

  En la oficina de información y turismo en la que estuvimos ayer por la tarde, nos dieron un mapa de la ciudad donde venían también indicados los carriles bici, y vimos que había uno que salía cerca del albergue y que seguía en la dirección que tendríamos que coger nosotros hoy, hacia Nemetin, así que lo utilizamos para salir de allí sin tener ningún problema de orientación y evitar el tráfico, al menos al comienzo de esta jornada.

  Esta mañana mientras desayunábamos en el albergue, habíamos visto en las noticias que las previsiones para hoy en cuanto a temperatura eran de 32 grados y con un poco de viento del este, así que hoy también tendríamos unas temperaturas aceptables para esta época del año, nada que ver con la de los dos primeros días.

  La etapa en general fue aburrida, insulsa, o sea, ¡un tostón!, y para colmo, desde la salida de Osijek hasta Vukovar, tráfico intenso, y por si fuera poco, mucho tráfico pesado (camiones), con tramos de carretera sin arcén y paisaje sin “chicha ni limoná”, así que en estas circunstancias, con perfil llano y con el viento dejándonos hacer, devoramos los kilómetros para intentar salir de ese tramo lo antes posible.

  Llegamos a Borovo, en teoría a 6 km de Vukovar, pero realmente están muy cerquita una de la otra, porque Borovo en si mismo debería tener 4 ó 5 km de longitud, y no es es que fuera enorme, sino que todo él estaba dispuesto en torno a la carretera, algo que sería la tónica habitual en cualquier pueblo por los que más adelante pasaríamos en la zona sur de Rumanía, así que atravesar su casi única calle, nos pareció interminable.

  Llegamos a Vukovar, una ciudad grande en comparación con los pueblos por los que hemos pasado estos días, a excepción de Osijek (ésta creo es la cuarta ciudad, en extensión, de Croacia), y no sé si es que a la entrada perdimos referencias de algún carril bici o de cualquier otra alternativa, pero lo cierto es que el trazado que realizamos nosotros para atravesarla y poder salir de ella, fue por carreteras con mucho tráfico, basta decir que en algunos tramos de circunvalación había hasta 3 carriles en cada sentido. El caso es que aparentemente pasamos por los hitos que marcaba la guía, incluso también nos topamos a la altura de un puente que salvaba las vías ferroviarias, con dos grupos numerosos de cicloturistas, que estaban parados, y a los que saludamos, aunque no sabíamos muy bien en qué dirección estaban haciendo la ruta, aunque suponemos que al contrario que nosotros, puesto que no los volvimos a ver más.

  Uno de los hitos de nuestro recorrido es el famoso depósito de agua de la ciudad, cuya foto ya aparecía en la guía. La peculiaridad de este antiguo depósito es que está completamente agujereado, acribillado, producto de los bombardeos a los que se vio sometida esta ciudad y este edifico en particular, en esa cruenta guerra que sufrió no hace muchos años. Convertido en un “Monumento contra la guerra”, el depósito fue acribillado por la artillería con el propósito de dejar a la población sin agua; así que hoy en día se ha convertido por un lado, en símbolo de la resistencia croata, y por otro, en un monumento para recordar el sin sentido que supone ésta y cualquier otra guerra. Pero además de este hito, aún se puede ver el contraste entre nuevos edificios y edificios bombardeados, aunque por suerte, la ciudad se ha ido recuperando económica y culturalmente, según hemos leído...

  En una de las calles por las que pasamos, paramos en uno de los puestos que se suelen colocar vendiendo fruta, porque nuestra idea era parar a descansar, comer un poco y echar un ratito la siesta, y si era con la propina del baño en alguna zona junto al río pues mejor, así que compramos un sandía y algo de fruta.

  Buscamos una zona de baño que podía haber en la misma ciudad o cerca de ella, según la guía, pero por más atención que prestamos no vimos nada, así que salimos de la ciudad con la idea de parar en el primer sitio que nos gustara.

  A unos cinco kilómetros de la salida de Vukovar, sobre la una y media, y después de pasar por un cementerio donde placas y monumentos recuerdan a los numerosos hijos de la ciudad muertos en la guerra, decidimos realizar nuestra parada reglamentaria, porque no acabábamos de ver ningún sitio accesible que nos gustara realmente, así que bajo la sombra de unos árboles, junto a la carretera, dimos buena cuenta de la sandía y melocotones que compramos en el puesto callejero de Vukovar, además de unos bocatas que nos hicimos allí mismo, y de postre, una siestecita. ¡lástima que hoy no esté acompañada de un baño en el río!...

  A las cuatro de la tarde nos ponemos de nuevo en marcha. Nos toca ahora pedalear por una carretera más estrecha, con algunos cambios de rasante, abriéndose paso entre maizales y campos de girasoles, pero por lo demás, poco que contar, salvo que comienzan a aparecer los primeros repechos, cortos pero intensos, de unos 500 metros y entre un 6 y un 8% de desnivel... el aperitivo de las etapas que nos esperan por Serbia.

  A Sarengrad llegamos en bajada, con bonitas vistas de este pueblo, junto al río. Paramos en un pequeño comercio y compramos un par de latas de cerveza y unos frutos secos para acompañarlas, y a la salida nos encontramos con dos parejas de cicloturistas que llevan nuestra misma dirección. Nos saludamos, pero mientras ellos siguieron hacia delante, nosotros nos fuimos por una calle en ligera bajada, buscando el río para darnos un baño y tomarnos las cervezas, pero en lugar de una zona de baño con lo que dimos fue con una zona de pesca, un área que no estaba acondicionada para el baño, y además, viendo el agua turbia que bajaba por este tramo, desistimos del baño y nos conformamos con la cerveza fresca.

  Once kilómetros son los que separan Sarengrad de Ilok, nuestra meta prevista para hoy, ya que era la última localidad croata antes de pasar a Serbia, y preferíamos dormir en Ilok hoy, tranquilamente, y mañana por la mañana cruzar la frontera y adentrarnos en terreno serbio.

  En el albergue de ayer, Iñaqui recogió publicidad de un albergue en Ilok, se trataba del “Hostel International Cinema” y hasta allí nos dirigimos cuando entramos en esta localidad.

  El albergue tiene un bar con una pequeña terraza exterior en la planta baja, además de una pequeña sala con mesas a modo de comedor y una buena cocina con horno tradicional para hacer las pizzas. Además de esto, tenía dos plantas más donde se encontraban las distintas habitaciones, cada una con nombres relacionados con películas o actores clásicos del cine. Se subía por una escalera en arco con barandilla de madera, y las paredes estaban pintadas de un color azul celeste. En el albergue no éramos los únicos, había más habitaciones ocupadas, aunque deducimos que quizás nosotros éramos los únicos que íbamos en plan turismo y que el resto estaban alojados allí porque trabajarían por la zona. A nosotros nos tocó una habitación en la segunda planta, con cuarto de baño interior, y aunque eran cuatro las camas que había, finalmente sólo estuvimos nosotros dos. El bar estaba decorado con fotos de películas o actores, recortes de prensas, discos y singles de vinilo; en el techo, los típicos rollos de películas utilizados para proyección en los cines, enlazados unos con otros. Estaba curiosa la decoración. Desde el bar se accedía, por la zona donde estaban los servicios, a una discoteca que en ese momento estaban renovando, así que había albañiles y carpinteros trabajando en ella, y es ahí donde nos dijeron que podíamos dejar nuestras burras sin ningún problema.

  Ducha reparadora, sobre todo hoy, que no hemos tenido baño en el río, a la que le sigue la colada y a salir fuera, a dar un paseo, aunque Iñaqui no estaba muy por la labor, así que lo tuve que convencer diciéndole que todavía era temprano para apalancarnos, que fuéramos a dar una vuelta para intentar dar con el puente sobre el río que hace de frontera con Serbia, aunque no sería la que cruzaríamos mañana nosotros, sino que seguiríamos por la misma margen del río y cruzaríamos una frontera con menos glamour, pequeñita, austera... El paso por este puente es el más utilizado para cruzar a Serbia, sobre todo para el tema de transportes y turismos, porque los accesos, carreteras, son mejores. Después de un rato paseando, nos dimos media vuelta, porque el puente estaba algo más alejado de lo que pensábamos, así que regresamos hasta el “hostel” y después nos acercamos por una calle a la orilla del río, donde se encontraba un hotel-restaurante con una terraza donde el personal ya andaba cenando. Esta es la orilla croata, tranquila, sin alborotos, relajada; frente a nosotros, en la otra orilla del río, la serbia, se escucha más jolgorio, más ruido, como si hubiera zonas de discoteca, y más luminosidad al caer la tarde.

  Cuando llegamos al albergue, ya era de noche. No teníamos gana de ponernos a cocinar en la habitación, así que nos sentamos en una de las tres o cuatro mesas que están en la terraza exterior y pedimos unas jarras de cerveza, mientras esperábamos que nos hicieran unas pizzas en el horno que antes habíamos visto, y debería tener aceptación la comida italiana que hacían en este local, porque había una moto repartiendo comida a domicilio y la terraza y algunas mesas en el comedor interior estaban cogidas.

  Subiríamos a nuestra habitación sobre las once de la noche, y tras escribir unas breves notas de la insulsa, aburrida y monótona etapa de hoy, me voy a la cama muerto de sueño, pensando en que mañana nos espera Serbia.

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