Las andanzas de un lobo estepario extremeño.

Aquí mis batallitas sobre cicloturismo, senderismo, montaña, viajes, naturaleza, música, teatro, ...

"Viajar en bici es hacer más grande el Mundo. Es aprender lo esencial de la vida. Es vivir el presente sobre todas las cosas. El placer del cicloturismo está mucho más en el camino que en el destino, son los medios los que justifican el fin. Durante días, semanas o meses, no necesitas más que lo que llevas a cuestas
" (del artículo: "Con la casa a cuestas", revista: Bike Rutas, Nº 4, 1999)

15 abr 2012

Diario de un viaje cicloturista a la Sierra de la Estrella y castillos fronterizos, en Portugal (I)

PRIMERA PARTE: Etapas de la 1 a la 3.


ETAPA 1. Fuentes de Oñoro - Guarda.
ETAPA 2. Guarda - Covilhã.
ETAPA 3. Covilhã - Seia.

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PRIMERA ETAPA: Fuentes de Oñoro - Guarda.
Distancia: 51,84 - Tiempo en bici: 3:43:25 - Media: 13,95 km/h
Lunes, 2 de Abril del 2012.

  Para este primer día de ruta, tenía pensado partir de casa a las cinco de la mañana, pero al final lo hice a las 7, muy tarde, porque tenía cerca de cuatro horas de viaje en coche por delante, lo que suponía que iba a empezar la primera etapa de pedaleo muy tarde, y por eso por lo que el kilometraje de esta primera etapa lo puse corto, para estar sin agobios de última hora.

  Salgo de casa con tiempo fresco y el cielo totalmente cubierto, y ya por la zona del embalse de Alcántara caen algunas gotas de agua, pero todo queda en eso. Al pasar Moraleja, el tiempo va mejorando y en Perales del Puerto, donde paré a tomar un café y de paso preguntar por la mejor alternativa para llegar a la frontera de Fuentes de Oñoro – Vilar Foromoso, me comentan que ni me lo piensen, que sigue recto hacia Ciudad Rodrigo, y allí enlazar con la autovía hasta la frontera, porque por las carreteras locales se hace menos kilómetros pero puedo perderme, aparte de suponer que no estarán igual de bien que la nacional.

  Les hago caso a las tres persona que había en el bar y que coincidían en lo mismo, así que sigo la carretera recta hasta Ciudad Rodrigo, subiendo en primer lugar el puerto que sigue, de unos 10 km con buenas vistas, para seguir por una zona boscosa muy bonita y donde veo que hay muchos carteles con rutas senderistas. En Ciudad Rodrigo no tengo que entrar, la dejo a la derecha y al llegar a una rotonda se gira hacia la izquierda, hacia el oeste, buscando la autovía. Esta es también una localidad a la que tengo muchas ganas de visitar, y después de ver una panorámica desde el exterior creo que no me va a defraudar, pero la visita hoy no puede ser, ¡quién sabe, igual a la vuelta si voy bien de tiempo pueda pararme!.

  Por autovía creo que son unos 16 km, después se acaba ésta y un par de kilómetros más tarde ya está el desvío a la izquierda, para Fuentes de Oñoro, pegado a la carretera, o por lo menos lo que es el núcleo más viejo del pueblo, donde llego sobre las 11:30, en una mañana con buena temperatura, al menos de momento, porque por el sur el cielo está cubierto y bastante negro.

  Aparco en una plaza junto a un pequeño edificio del Ayuntamiento, y entro en él para comentarles si había algún problema en dejar el coche allí, porque iba a hacer una ruta en bici durante unos días y me dicen que no hay problemas, y que si quiero, puedo dejarle mis datos por si pasa algún imprevisto y puedan avisarme, algo que les agradezco.

  Mientras preparo a “Bucéfalo”, aparece uno de los operarios del ayuntamiento, me comenta que él también monta de vez en cuando en bici, y que su hijo que ahora estudia en Burgos, también monta en bici, incluso antes estaba en juveniles, en algún equipo, y al comentarle el recorrido que quería hacer, me dice que lo conoce, que ha estado con su hijo por allí alguna que otra vez, para que pudiera entrenar subiendo puertos, y así me comenta que la subida a Penhas de Saude por el valle glaciar del Zêrere, que es por donde tengo pensado subir, es mucho más tendida que si se hace por Covilhã, por donde es muchísimo más dura, como podría comprobar al día siguiente, aunque en este caso me tocaría bajar el puerto.

  Este buen hombre me comenta que si quiero podría dejar el coche en un corralón suyo, pero aunque en un primer momento me parece buena idea, después pienso que si a la vuelta, por cualquier circunstancias el no está o le surge un imprevisto y tiene que desplazarse a algún sitio, me puedo quedar tirado, así que mejor lo dejo en la calle, y así se lo hago saber, pero con el afán de que me sintiera más tranquilo dejando el coche allí, me dice que si quiero le puedo dejar mi teléfono para avisarme por si pasa algo. Le comento que ya he dejado los datos en el local del Ayuntamiento, pero con buen criterio me dice que está muy bien, pero que el ayuntamiento está cerrado jueves, viernes, sábado y domingo (porque quizás esto sólo sea una especie de “sucursal” del ayuntamiento, ya que como me dijo este hombre, el pueblo estaba dividido en tres núcleos, éste que era el más antiguo, otro junto a la estación y otro junto a la frontera), y que él vive al lado y puede darle un vistazo todos los días, así que le doy en un papel mi móvil y le agradezco el detalle.

  Mientras montaba la bici al sol, tuve hasta calor, pero ya me comentaron que posiblemente hubiera tormentas esta tarde y a juzgar por los nubarrones negros que empiezan a aparecer por el sur, no me extrañaría.

  Sobre las 12 del mediodía me pongo en marcha, atravesando el pueblo por una larga calle, con edificios más nuevos en la zona donde aparqué y con zonas totalmente muertas, deshabitadas y corralones en la parte más cercana a la carretera nacional que lleva hasta la frontera, y que es la que me pongo a seguir.

  Llego a la nacional y giro a la izquierda para seguir por ella en busca de la frontera, empezando la jornada subiendo un repecho de casi un kilómetro, hasta llegar a uno de los núcleos nuevos del pueblo, el que está pegando a la frontera, donde aparecen gasolineras, cafetería-restaurante, supermercados, y la calle principal de esta zona, con construcciones más recientes y con mucha más vida, supongo que por estar en la zona fronteriza, percibo más trasiego de personas y coches.

  Al pasar la frontera sigo recto, hasta que en una rotonda giro a la izquierda, porque si sigo de frente me meto en la autovía que va hacia Guarda. Ya estoy en el término de Vilar Formoso. Sigo por una larga calle hasta que de nuevo giro a la izquierda siguiendo las indicaciones de los carteles, hacia Guarda por la N16, aunque veo también los carteles indicando la dirección a Almeida, que será por donde supongo vendré el último día de pedaleo por esta ruta.

  Dejo las últimas casas de pueblo y me sumerjo de lleno en una especie de altiplano, en una soledad absoluta, sin tráfico, aunque supongo que puede ser normal debido a que la autovía pasa al lado. A partir de aquí ya mantendré en todo el recorrido de esta etapa, la dirección oeste, buscando Guarda.

  Después de un rato pedaleando, el sol desaparece por completo, en un visto y no visto todo el cielo se encuentra cubierto, y un poco más hacia el suroeste, no mucho, ya está montada la tormenta, y escucho los primero truenos. ¡Ya verás como me pilla de lleno el primer día, con el buen tiempo que habíamos disfrutado hasta esta Semana Santa!.

  Avanzo cómodo, este primer tramo es plano, pero será el único así, junto con el tramo final de la última etapa de esta ruta.

  A los 12 km llego a la aldea de Castelo Bom, a la derecha de la carretera; a la izquierda de ésta las indicaciones para visitar la casa que tuvo aquí el Duque de Wellington, durante sus campañas por estas tierras en la Guerra de la Independencia.

  Es el primer día, acabo de empezar, todavía estoy fresco y la única preocupación es la tormenta que tengo por delante, así que decido entrar en esta pequeña aldea, situada sobre un pequeño cerro que desde este lado de la carretera no parece muy elevado, pero desde el lado del río Côa, sí tiene más altura. Hay varios miradores señalizados, las vistas son amplias, pero el paisaje está algo desarbolado, y en algunas zonas quemado, lo mejor es la pequeña vega en los alrededores del río Côa, allá abajo. Me entretengo un poco por sus callejuelas, hago algunas fotos de éstas y de sus casas típicas, así como de la que fue una de las puerta de acceso al interior, en la misma muralla, y bajo de nuevo por la calle empedrada donde a la izquierda voy viendo un recorrido de viacrucis.



  Antes de llegar de nuevo a la carretera, comienzan a caer algunas gotas de agua, el aire se hace más fuerte y la tormenta parece inminente que pueda descargar de un momento a otro, el cielo está completamente oscuro hacia el oeste, hacia donde voy, casi da miedo. Suerte que al adentrarme en la aldea vi una parada de bus junto a la carretera y hacia a ella me dirijo a toda prisa.

  Es la típica parada que se ven en muchos de estos pequeños pueblos o aldeas, en esta ocasión es de chapa prácticamente oxidada, pero da igual, es lo suficientemente grande como para servir de refugio tanto a “Bucéfalo” como a mí.

  Me siento en el banco de madera, con “Bucéfalo” a mi lado, cae agua pero no el diluvio que preveía. El aire arrecia con más fuerza y por suerte creo que va en dirección noreste, así que espero que se lleve la tormenta hacia allá y pueda salir del alcance de su recorrido.

  Menos mal que hoy son pocos kilómetros, porque a lo tarde que he salido ahora tengo que añadirle este parón que no sé de cuanto tiempo será. Me pongo el chubasquero para no quedarme frío y aprovecho para comer algo, porque desde que desayuné en casa no he vuelto a tomar nada excepto el café en Perales del Puerto.

  Pasa un cuarto de hora, 20 minutos, y nada, no llueve mucho pero la tormenta, o mejor dicho la gran oscuridad está encima, parece haberse hecho la noche, aunque me parece escuchar los truenos cada vez más hacia el norte, detrás de mí. Allí parado, sin más entretenimiento que ver algún que otro coche pasar, y después del madrugón de hoy y las pocas horas de sueño, comienzo a caer en un estado de aletargamiento, de soñolencia, así que apoyo la cabeza sobre el sillín de mi fiel compañero “Bucéfalo”, y pego una cabezadita que me sienta de lujo.

  El ruido de un autobús que para allí mismo me hace despertar. Ya han pasado casi tres cuartos de horas desde que me refugié en esta parada, y ante mí aparece un abuelo, muy arregladito, con boina, bastón y apenas dos dientes en la boca, que se acababa de bajar del bus. Al abuelo se le ve simpático y con ganas de cachondeo, pero no le entiendo muy bien; me pregunta si tengo avería pero le digo que simplemente me estoy refugiando de la tormenta. Después de un rato conversando y entendiendo uno del otro lo que podemos, algunas cosas por señas, me comenta que el vive allí mismo, tal y como me señala con el dedo, que puedo ir a su casa para resguardarme. Es un detalle, y se lo agradezco de veras, hoy es la segunda persona que intenta prestarme ayuda, que se ofrece voluntariamente sin pedirle nada, y todo en menos de 20 km, pero aunque sigue estando oscuro hacia donde voy, creo que la tormenta se ha desplazado detrás de Castelo Bom, hacia el noreste, tal y como esperaba, lo que no significa que pueda caerme algún que otro coletazo de lluvia, pero no puedo perder más tiempo, se está haciendo tarde y llevo muy pocos kilómetros.

  El abuelo me sigue insistiendo en que espere algo más, que la tormenta está ahí, pero lo único que espero es que él se equivoque y yo tenga razón, y que lo peor ya haya pasado, aunque realmente ha sido mucho ruido y poca agua, mucho viento, mucho trueno, y poca lluvia, al menos por aquí, donde a lo mejor sólo ha sido la cola de la tormenta, como realmente parece que fue, a juzgar por lo que iba viendo con forme iba avanzando en la etapa de hoy.

  Me pongo en marcha de nuevo, ya iba siendo hora, porque me había quedado frío, no me había puesto hoy ropa de abrigo y lo único que tenía era el chubasquero para no perder el calor.

  Al dejar atrás Castelo Bom, lo que me espera es un buena bajada, hasta llegar al puente por el que cruzo el río Côa, y desde donde se inicia la mayor subida del día de hoy, por una carretera que empeora considerablemente en cuanto al firme se refiere, y más estrecha, que al poco acaba pasado por debajo de la autovía, que está allá arriba, en las alturas, sostenida por unos enormes pilares con una altura frente a la cual uno se siente minúsculo.

  El recorrido ahora en subida, y durante un buen tramo, al menos es entretenido, con buenas vistas a la izquierda, por el valle del río Côa, aunque a mi derecha, la sierra que tengo a mi vera, tiene muchos tramos donde se puede ver claramente que ha sufrido los estragos del fuego, y es que como veré durante estos días en esta ruta que me propongo realizar, el fuego será un tema recurrente, porque durante todos los días me encontraré con testimonios de su paso, ya sea en las sierra o en el llano, en mayor o menor medida, viendo los efectos que va dejando a su paso... ¡mal asunto, pero es lo que hay!.

  Las piernas no están acostumbradas al peso ni a subidas tan largas, así que tengo que suplir las escasa potencia, la poca fuerza que tengo, y porque no, la caraja que llevo, a base de paciencia, de poner molinillo y ¡ea, ya terminaré de subir en algún momento!, pero tendré que irme acostumbrando, porque esto es simplemente un pequeñísimo aperitivo de lo que me espera en los dos próximos días.

  Llego al cruce de Castelo Mendo, la aldea queda a mi izquierda, creo que a unos dos kilómetros, porque en el cruce señala la dirección pero no el kilometraje hacia a ella. Desde allí no la diviso. Dudo de si acercarme a visitarla o seguir hacia delante. El día no está para muchas florituras, para mucho turismo, pero me da rabia dejarme atrás esta aldea, otra de las consideradas “Aldeas históricas de Portugal”. Desojo la margarita y al final me decido por intentarlo, me pongo en marcha, y cuando llevo recorridos 600 metros, comienza una buena cuesta abajo, desde allí, desde aquel alto, diviso el cerro donde se asienta Castelo Mendo, pequeñita, con su murallas. La carretera baja hacia el valle donde se levanta este pequeño cerro, para después subir hacia la puerta de entrada.


  Desde allí, desde donde estaba, quizás quedaran dos kilómetros, la ida casi todo hacia abajo, pero a la vuelta serían hacia arriba, a lo que tendría que sumar el tiempo de la visita, así que me lo vuelvo a replantear, por un lado tengo ganas de acercarme pero por otro lado, he perdido mucho tiempo y he salido muy tarde, y todavía me queda más de la mitad del recorrido y la climatología no está jugando a mi favor, si bien es cierto que hasta ese momento al menos, estaba eludiendo el agua, porque hacia el sur, algo más allá de Castelo Mendo, se podía divisar como estaba cayendo la lluvia en forma de cortina de agua al fondo; hacia el noreste, o sea, por la parte por donde había estado o algo más al norte, la tormenta persistía sin deshacerse, y hacia el oeste, a donde me dirigía, el cielo estaba cubierto pero con nubes más claras, y era la única esperanza que tenía, la de que conforme fuera avanzando hacia Guarda el tiempo fuera mejorando.

  El sentido común, aunque sólo sea por esta vez, se impone. Me conformo con ver esta pequeña aldea desde el alto y desde otras perspectivas que tendré con forme siga avanzando hacia delante.

  La carretera ahora está mucho más mojada, y en los terrenos cercanos a ésta se ven algunos charcos, síntoma de que por aquí ha debido de llover más.

  A mitad de recorrido, justo al llegar a un cruce de carreteras, el firme mejora considerablemente, es mucho más cómodo rodar por esta zona, y unido a que el perfil es más plano, hace que este tramo que sigue se haga más llevadero, con lo que pronto llego al pueblo de Pinzio, desde aquí quedan 20 km. Creo que podré llegar sin problemas.

  Entre Pinzio y Arrifana (a 7 km de Gurda), paso por varias freguesías pertenecientes a Guarda, entre la soledad más absoluta, parecen pueblos fantasmas, no veo gente ni trasiego de coches, poca vida. Una de estas freguesias es Valdeiras, pasada la cual se encuentra una pequeña tachuela que lleva el mismo nombre, Alto de Valdeiras, nada del otro mundo, y también, comentar que en la travesía de esta aldea, en un cruce a izquierda, me encuentro con el desvío a Jarmelo, que me sonaba de haberlo visto en el mapa pero sin más, pero en la “placa” como dicen los portugueses, o sea, en el cartel indicativo de la dirección a seguir para esta otra aldea, éste estaba con el fondo marrón, como el que señala las aldeas históricas o monumentos de interés, tipo calzadas o puentes romanos, castillos, dólmenes, etc., y en el cartel indicaba “Antigua aldea de Jarmelo”. No pensaba visitarla, porque no tenía ninguna referencia, pero tampoco sabía a qué distancia se encontraba, porque mucho cartel pero poca información en cuanto a distancia, no sé, igual se suponen que todos vamos en coche y da igual hacer unos kilómetros más como si cualquier cosa. Posteriormente vería en un mapa algo más detallado, que el desvío podría suponer cerca de 6 km entre la ida y la vuelta.

  A falta de 10 km para llegar, ya veo a lo lejos, sobre un cerro, una masa de edificios, de bloques de pisos iluminados temporalmente por unos rayos de sol que acaban de abrirse paso entre las nubes. Parece una cantera de granito reflejando la luz, me vengo un poco abajo, no me gusta lo que veo. Sabía que Guarda era grande, pero espera una localidad más tradicional, en cuanto a arquitectura se refiere.

  Llego a Guarda, después de dejar atrás unas obras y cruzar un puente, me encuentro a los pies del cerro donde se asienta el núcleo mayor de población, con numerosos bloques de edificios. No tengo ni idea de por donde tirar, comparado con las freguesías por las que he ido pasando, me parece aquello enorme, me siento un poco derrotado. Si tengo que buscar alojamiento, pensiones, supongo que éstas estarán por el centro más que en los alrededores, así que me dispongo a ir dirección centro, siguiendo los carteles, y lo primero con lo que me encuentro en una amplia calle en una cuesta que se las trae, pero como creo que al fondo, en una curva se acaba, quemo los últimos cartuchos que me quedan, porque las piernas, a pesar del poco kilometraje, con tantas paradas y con estas temperaturas y humedad, están que no las siento, más bien parece que llevo dos troncos en lugar de piernas.

  Cuando termino la primera recta me encuentro con que sólo es el principio, que la carretera sigue subiendo bordeando el cerro haciendo curvas, con los bloques de edificios dispuestos en torno a ella. Tengo que ir regulándome. Lo que pensaba que iba a ser un repecho se acabó convirtiendo en una señora subida, que me hizo sudar más que en toda la ruta, y eso a pesar de las temperaturas bajas, cerca de 2,5 km, en los que hay que subir más de 200 metros de desnivel, aunque cuando llego a la parte del centro, quito el cuentakilómetros para dedicarme a ir viendo y preguntando por algunas de las pensiones que tenía anotado, porque aunque tenía las direcciones, no tenía ni puñetera idea de donde podían encontrarse.

  En un cruce, veo una cafetería a la izquierda, y un señor me saluda en español, al ver la bandera que llevo. Me pregunta que de qué parte de España soy, que de donde vengo, qué ruta estoy haciendo, etc., o sea, lo normal. Hablando con él me acuerdo del programa de “Españoles por el mundo”, me cuenta su vida: es de Málaga, y se fue a Suiza a trabajar, allí conoció a su mujer, portuguesa, de una zona cercana a Guarda, se vinieron a Portugal hace 20 años y compraron el bar-cafetería que está de esquina, y allí siguen, así que como buen conocedor de Guarda, le pregunto por alguna pensión cercana, y rápidamente me comenta una, que el siempre manda a la gente para allá, que es muy económica y se pude también comer en ella, incluso me da una tarjeta de la pensión donde viene un pequeño croquis para llegar,  aunque no hay mucho problema, está a unos 500 metros, siguiendo hacia el centro, girando a la derecha, y al lado del Ayuntamiento. Miro por curiosidad haber si estaba entre la lista de pensiones que llevaba, y efectivamente allí estaba apuntada.

  Me despido de este malagueño-portugués, y me voy en busca de la pensión, que encuentro sin problemas. Es una pensión antigua; la habitación no es nada del otro mundo pero no necesito nada especial para caerme muerto. Dentro hay lavabo y ducha, pero los servicios son comunes, aunque lo tengo frente a la puerta de mi habitación, son 20 euros con el desayuno incluido.

  Me ducho, me cambio de ropa, y espero un poco, porque hasta las siete (hora portuguesa) no podía guardar la bici en un local, así que la tenía amarrada a una farola, junto a la puerta de entrada del bar que también pertenece a la pensión.

  Una vez que me dejan guardar la bici en el local, me voy a hacer la visita turística, hacia el centro histórico, a la vuelta de la esquina como quien dice, pero algo va mal, porque cuando esperaba ya estar recuperado del dolor que tenía en el pie izquierdo cuando caminaba, ahora vuelvo a tenerlo y es bastante fuerte, y tengo que hacer todo el recorrido prácticamente cojeando. Supongo que el movimiento al pedalear no le ha sentado bien, si bien es cierto que mientras pedaleo sólo noto alguna que otra punzada, alguna molestia, pero nada del otro mundo, sin embargo, cuando comienzo andar parece como si se abriera el pie a la altura del tobillo.

  Llego a una pequeña plaza o ensanche de la calle, donde se encuentra la iglesia de la Misericordia, abierta a esta ahora, no así el Museo de Guarda, en el antiguo Palacio Arzobispal. Después sigo andando hacia arriba un poco, bordeando la muralla, pero vuelvo hacia atrás y atravieso la muralla por una puerta dentro de una torre cuadrada, con una entrada típica en codo, en cuyo rincón, dentro la torre, se encuentra un pequeño altar y un pequeño farol para alumbrarlo.


  Continúo por una calle estrecha, con algún que otro local que se alquila y en general, y al igual que todo, vacía de gente, sin movimiento alguno. Llego a la amplia explanada que constituye la plaza donde se encuentra la gran Catedral de Guarda, de estilo gótico y con tintes de fortaleza, algo que va de acorde con el nombre de esta población fronteriza, que servía para 'guardar' toda esta zona, de ahí el nombre de Guarda.




  Doy la vuelta a toda la catedral, que a esta hora está cerrada, y que está situada en el centro de una gran plaza, rodeada de bonitos edificios, aunque por desgracia hay un contraste entre edificios rehabilitados y edificios dejados, abandonados, en decadencia, aunque al menos mantienen su fachada orgullosa para estar de acorde con el resto de edificios de la plaza y con la catedral. Mucha plaza, mucha catedral, arquitectura tradicional, todo dentro de una gran pulcritud, pero nada de turismo, tan sólo otra familia española con sus dos hijos y yo; la plaza totalmente vacía, los bares y restaurantes que hay alrededor, vacíos, sin nadie. Es la hora de la cena para los portugueses, pero es que hay tan poco movimiento en este centro histórico que resulta hasta triste ver todo tan apagado, tan vacío, o al menos esa es la impresión que recibo.

  Sigo con mi visita por la torre del homenaje, la antigua judería, la puerta de acceso en la muralla a ésta, y regreso a la pensión por otro lado, para ver la salida de mañana, ya que el malagueño del bar me dio unas pautas para seguir en la etapa de mañana: “cuando llegues a unos jardines, giras a la izquierda, en dirección hacia el hospital, y ya te encontrarás con los carteles indicando Vale de Estrela”.


  Llego de nuevo a la pensión sobre las diez, y subo a la habitación, tengo provisiones para cenar durante las primeras etapas. Después de la cena, me doy con un gel antiinflamatorio en el pie, y a esperar que mañana esté un poco mejor, o al menos que no me moleste para pedalear.

  La etapa de hoy ha sido algo rara, no me he sentido nunca dentro de la ruta, no he desconectado del día a día, espero que mañana pueda disfrutar más, o al menos, sentirme partícipe del recorrido, ya veremos, lo cierto es que la climatología no ha sido la mejor para empezar la ruta, y unido al madrugón, a las cuatro horas de coche, a que he empezado a pedalear más tarde que nunca, y que al poco de empezar he tenido que parar por el tema de la tormenta, todo junto ha hecho que no me sintiera muy a gusto en este primer día.

  Me voy a la cama, me entretengo un rato viendo la televión antes de caer totalmente rendido.... ¡zzzzzzzzzz!

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SEGUNDA ETAPA: Guarda - Covilhã
Distancia: 79,62 - Tiempo en bici: 6:12:38 - Media: 12,84 km/h
Martes, 3 de Abril del 2012.

  A las ocho de la mañana (a partir de ahora siempre me referiré a la hora portuguesa, que es una hora menos que es España) bajo a desayunar, aunque antes de salir del cuarto abrí la ventana de la habitación con vistas al Ayuntamiento, para ver como estaba el día, y después de ver que Guarda amanece envuelta en nieblas y con una temperatura fría, decido bajar ya vestido de ciclista y con ropa de invierno, bien abrigadito, que además el día empieza con una bajada.

  No estuvo mal el desayuno, incluido en el precio de la pensión, para lo que me esperaba, así que confío en tener reservas al menos hasta llegar a Manteigas.

  Les pido que me abran la puerta del local donde dejé ayer a “Bucéfalo” y en la misma puerta de la pensión le coloco las alforjas, para seguidamente dirigirme a los jardines y seguir la dirección del hospital, según los carteles indicativos que ya había vista la tarde-noche anterior, aunque antes, al ver un puesto de la policía, me dirijo a ellos para cerciorarme mejor del a dirección a seguir.

  Me confirma que para ir hacia Vale de Estrela, tengo que seguir hacia bajo, la dirección del hospital, tengo que dejar a la derecha una “bomba de gasolina” (gasolinera) y unos metros más adelante veré una rotonda, donde tengo que seguir hacia bajo, hasta que vea unas “placas” con la dirección a Vale de Estrela, hacia la derecha.

  Sigo estas indicaciones y salgo de Guarda sin problemas, la verdad es que mejor de lo esperado, el único inconveniente es que en la bajada echo de menos mis guantes de invierno, que no sé en qué apartado de las alforjas los he puesto y por no andar rebuscándolos en la puerta de la pensión, inicié la etapa con los de verano.

  Al coger el desvío a la derecha hacia Vale de Estrela, la carretera se estrecha y comienza un pequeño repecho, que no viene mal para empezar a dar algunas pedaladas e ir entrando en calor. Después otro pequeño tramo cómodo y ya estoy esta freguesia de Guarda, después de dejar una zona previa con grandes locales, tipo confesionarios de coches, me adentro en el núcleo urbano, atravesándolo por una de sus calles periféricas, en ligera subida, que continuará hasta dejar bien atrás las últimas casas de esta calle, viendo como Vale de Estrela va quedando un poco más abajo, a mi derecha, en el valle, con casas nuevas, supongo que debido en parte a la cercanía con Guarda (a unos cinco kilómetros) y aquí el precio del suelo puede estar más barato, pero esto son sólo suposiciones mías.

  Después de finalizar la cuesta que se inicia al entrar en esta aldea, se continua por un tramo en ligero descenso, aunque voy bastante despacio, mirando las panorámicas que tengo a mi derecha, donde el valle, la sierra y los dos o tres aldeas que se intuyen en ella, porque aparecen y desaparecen bajo los efectos de la niebla, rodeados de mucha arboleda, pinos y robles, estos últimos aún desprovistos de su manto de hojas, aunque supongo que en otra época del año y con otra luz, debe ser una lugar con gran contraste de colores ocres y verdes.


  Más abajo en el valle, el cauce del río que va a dar al Barragem (embalse) do Caldeirao. Por detrás de la sierra que tengo a mi derecha y que estoy comentando, está el valle por el que transita el río Mondego, el más largo que recorre exclusivamente tierras portuguesas, que nace dentro de este Parque Natural de la "Serra da Estrela" y al que vi la primera vez, en todo su esplendor, en mi primer gran viaje por Portugal (recorrido de sur a norte), hace ya varios años, a su paso por la cultural y bonita ciudad de Coimbra.

  La parte de la sierra que está a mi izquierda, en este primer tramo de descenso, está más pelada, más ausente de arboleda, y siguiendo la línea de su cresta hacia el fondo, hacia el sur, veo algún que otro aerogenerador, molino de viento ¡uf, mal asunto!, si aparecen estos elementos por aquí sólo puede significar que es una zona de vientos, aunque no me preocupa en exceso, porque ahora tengo cerca de 12 km cuesta abajo.

  Llego a un cruce, yo debo seguir recto, mientras que a la derecha sale la carreterilla que va hacia las aldeas que se encuentran en la falda de la sierra opuesta a donde me encuentro: Fernão Joanes y Tinta, que son las que aparecían y desaparecían entre la niebla.

  Desde este cruce es cuando se inicia un descenso muchísimo más fuerte, en donde a mi derecha se abre más el valle, se ensancha, veo algunos cultivos en bancales y algunas zonas de sierra, pequeñas, quemadas por el fuego. A mi izquierda y conforme voy bajando, la zona desarbolada se va convirtiendo en un bosque de pinos, salpicados de algunas casitas de campo medio abandonadas, con pequeños huertos y árboles frutales alrededor, ahora todos floridos, lo que supone un deleite para la vista, y en la cima de esta ladera de la sierra que queda a mi izquierda, ahora veo todo un rosario de aerogenaradores, que por suerte tienen sus aspas prácticamente paradas, lo que denota la ausencia de viento.


  Sigo bajando, a mi derecha, en una zona más baja que la carretera, queda otra pequeña aldea: Famalição. La carretera que desciende hasta ella es de corto recorrido pero de buen desnivel.

  Prosigo el descenso. La niebla a medida que pierdo altura parece desvanecerse, lo que me permite tener una mejor visión del bosque por el que pasa ahora la carretera, en esta zona de umbría, un deleite para el cicloturista.

  Llego a Valhelhas, poniendo fin al fuerte descenso, y girando ahora a la derecha, pasando entre el pueblo que queda a mi derecha y un amplio valle surcado por el río Zêrere a mi izquierda, una zona más fértil, más explotada por el hombre y donde el sol se deja ver, aunque sigue en pugna con las nubes por abrirse paso, ¡ya veremos quién gana!.


  Me da la impresión de ver muchas casas o construcciones nuevas en Valhelhas, no veo ningún rastro, al menos desde fuera, desde el exterior, de algún tipo de arquitectura tradicional, arquitectura serrana, de casas de piedras.

  Toca ahora unos siete kilómetros de recorrido por este valle hasta Vale de Amoreira, por carretera con buen firme, llaneando o en ligero descenso, y que junto con el largo descenso anterior, hacen que vaya recuperando las buenas sensaciones, el placer del cicloturismo, algo que no sentí en ningún momento en el día de ayer.

  Llego a la aldea de Vale de Amoreira, que ni si quiera viene en mi mapa, aunque sabía que estaba allí, y desde donde creía que se podía realizar, un poco más adelante, el desvío hacia el Poço do Infierno. Las casas blancas de esta pequeña aldea, asentada en la parte baja de la ladera de la sierra, contrastan en alguna zona, con un fondo negro de la sierra, arrasado por el fuego; esta parte quemada si es más grande de las que había visto hasta ahora. Las casas más bajas de Vale de Amoreira siguen el trazado de la carretera, que hace una curva hacia la izquierda para seguir paralela al trazado del río Zêrere.


  Cuando paso por estas casas veo un bar-cafetería, con una pequeña terraza delante, donde hay un par de abuelos charlando. Paro para preguntar por el desvío al Poço do Infierno, pero me dicen que mejor le pregunte al que regenta el bar, que ha escuchado la conversación y sale a mi encuentro.

  Lo primero que hace es darme un mapa croquis más detallado del parque, que me vendrá muy bien para el recorrido de los próximos días, y me hace ver lo equivocado que estaba, porque la mejor opción para ir al Pozo del Infierno es una vez pasado Manteigas, antes de empezar a remontar el Valle del Zêrere, en un desvío a la izquierda de 6 km. Le enseño el mapa que llevo y le digo que según este mapa el desvío parece estar más cerca de Vale de Amoreira que desde Manteigas, y me comenta que desde allí, siguiendo la carretera, se podía coger una pista a la izquierda, que iba detrás de un cerro que teníamos allá enfrente, pero que por ahí podía haber 8 o 10 km y por pista de tierra y podía perderme, así que le hago caso y le doy las gracias por el mapa y por la información.

  Antes de ponerme en marcha de nuevo le pregunto por el perfil que resta hacia Manteigas, y me comenta que ya todo es en subida, y efectivamente así es, no son fuertes pendientes ni nada por el estilo, pero son muchos kilómetros, once en este caso, en el que salvando algún descanso, siempre se va en ligero ascenso.

  En el primer tramo, nada más dejar Vale de Amoreira, ya tengo que abrir totalmente la chaqueta que llevo, porque entro rápidamente en calor, sin embargo, poco a poco el día se iría poniendo mucho más feo, más oscuro, con un cielo amenazante de lluvia que a la altura de Manteigas parece que iba a rajarse por completo y con un claro descenso de las temperaturas.

  Entre Vale de Amoreira y Manteigas me encuentro a la izquierda con lo que desde lejos parece un cortafuegos, una cicatriz blanca en una sierra verde repleta de pinos, sin embargo, al acercarme me da la sensación de que parece una pista de esquí, pero no doy crédito ¿una pista de esquí a una altura de 900 metros o incluso menos?... pocas veces va a tener nieve esto, ¡es lo que voy pensando por el camino!. Cuando estoy a su altura veo que a la izquierda hay otro pequeño recuadro, del tamaño de una pista de fútbol sala, en pendiente, y donde un monitor está dando clase a un pequeño grupo, que van deslizándose hacia bajo con los esquís puestos, con lo que supongo que tendrá algún tipo de material deslizante, porque como tuviera que vivir esto de los días que esté cubierto de nieve, me parece que no iban a ser muchos. Esta zona creo que forma parte de las instalaciones de un camping, por el que pasa también el río que voy remontando.


  Llego a la rotonda por la que se accede a Manteiga y sigo por la larga calle que conduce al centro, en ligera subida, que se me hace interminable. Paro para hacer una foto del valle que se abre al fondo, bajo un cielo enteramente cubierto de nubes negras que no presagian nada bueno. Es el valle por el que tendré que ir dentro de un rato, remontándolo para llegar hacia Penas Sahude.


  Llego casi al centro, a la derecha un pequeño jardín con una fuente, y a la izquierda la oficina de turismo. Paro para rellenar los botes de agua y para volver a preguntar en la oficina de turismo. Allí me confirman lo que me dijeron en Vale de Amoreira, o sea, que después de dejar Manteigas y Caldas, a 1,5 km de ésta, justo cuando aparece un cartel con lo de carretera abierta o cerrada (por el tema de la nieve), al a izquierda está el desvío hacia el Pozo del Infierno, por carretera asfaltada durante 6 km.

  Este desvío supone hacer 12 km extras en la etapa (entre la ida y la vuelta), y los de ida no van a ser precisamente llanos, y aunque voy bien de tiempo no sé como responderán las piernas en este primer día de montaña, aunque estoy decidido a hacer este desvío. Pregunto también por el tema del alojamiento en Penhas de Saude, aunque la etapa la tengo prevista para seguir hasta Covilhã, y me comenta que si tengo carnet de alberguista posiblemente pueda quedarme allí, aunque por internet vi que las reservas estaban al completo durante todo el mes de abril, y en el peor de los casos siempre podía bajar hasta Covilhã un sito mucho más grande, más incluso que Guarda, y donde había mucha oferta para poder alojarme, aunque esto ya lo sabía yo.

  Una información que me da y que me baja un poco la moral, es que se preveía que a partir de las cuatro empezara a caer agua por Manteigas, y bastante, según los pronósticos, y a juzgar por como estaba el cielo de cubierto, y con las cimas de las sierras que rodean esta localidad, cubiertas por las nubes, no me extrañaría nada que así fuera.

  El rato que he estado parado ha hecho que me quede frío, y es que la temperatura ha bajado considerablemente. Sigo camino, aunque antes paro en un bar para tomar un café y calentar el cuerpo, además de comer un dulce y algunos frutos secos.

  Salgo de Manteigas en llano y ligero descenso, pasando por Caldas, zona de baños y termas, y en una especie de mirador-parking a la izquierda, veo un bus parado con una excursión de chavales que están bocata en mano, y al poco la carretera hace una curva de herradura y pasa por un pequeño y estrecho puente, para salvar el cauce del río, en una zona muy bonita, muy verde, así que paro para hacer unas fotos.



  Nada más cruzar el río comienza una subida de aupa, curvas y contra curvas con carretera flanqueada por paredes de piedras verdes del musgo y donde se rezuma agua por todos lados: por las cunetas, por las sierras, entre las rocas, por todos lados mana agua, y en algunos sitios es concentrada y canalizada para que caiga aún con mayor fuerza y pudiera mover, al menos en otros tiempos, la rueda de una enorme noria de un molino que está al lado de la carretera y que ahora simplemente está como elemento decorativo de este edificio convertido en hostal-restaurante.

  Esto es bonito de verás, sino fuera por la 'puta' cuesta que hay subir, paisaje bucólico éste por el que voy pedaleando, o mejor dicho, por el que me voy arrastrando, avanzando lentamente por la cuesta al igual que cualquier caracol, aunque esto tiene sus ventajas también, porque al avanzar a cámara lenta, uno puede fijarse más en los detalles. Siempre suelo decir que en el llano me muevo a la velocidad de las mariposas y en las cuestas a la del caracol.

  Llego jadeando al desvío al Pozo del Infierno, no hay pérdida, está señalizado, y al frente el cartel con la dirección a seguir para ir remontando el valle de Zêrere, con los indicativos de abierto/cerrado, como me comentaron en la oficina de turismo, aunque ahora estaba todo abierto.

  La decisión ya la tenía tomada, así que cojo el desvío a la izquierda, adentrándome en el corazón del bosque, pasando por un merendero a la derecha, y ya veremos si es arriba cuando pararé a comer o aquí, en este merendero, cuando baje.

  De los 6 km, los tres primeros son muy duros, y mientras subo pienso que si todo el recorrido es así, me va acabar pasando factura para lo que queda de etapa, que es mucho todavía. Sabía que había que subir, pero no me espera que la subida fuera tan fuerte, había que pasar de los cerca de 800 metros, al cruzar el puente sobre el río a los 1080 que se encuentra el Pozo del Infierno, en seis kilómetros, pero la trampa está en que este desnivel hay que subirlo prácticamente en los 3,5 primeros kilómetros porque después es cuestión de llanear hasta llegar a un pequeño aparcamiento desde donde sale un sendero de un par de kilómetros por las alrededores de este enclave geológico y natural.

  La carretera de subida supongo que es una antigua pista ahora asfaltada, donde el firme, excepto en algún pequeño tramo al principio, esta mal, muy rugoso y en él las ruedas se agarran bien, y conforme se va ganando altura empeora aún más.

  A los 3 km hay un bonito mirador a la izquierda, señalizado. Desde la misma carretera sale un sendero que en unos 20 metros en bajada lleva a una especie de torreón de piedra, un balcón colgado al vacío en la sierra, con buenas vistas del valle de Zêrere, de Manteigas y sus alrededores, y de la Ribera del Leandres. Paro, aprovecho para tomar un respiro e intentar hacer alguna foto desde el mirador, pero las nubes cubren las sierras y la nieblina difumina todo el paisaje.


  Sigo adelante y a los 500 metros, donde hay un cruce a la derecha, el perfil se suaviza, ya he subido la mayor parte del desnivel, pero al estar por encima de los 1000 metros, la temperatura se hace más fría y hay más humedad porque como he dicho, todas las cimas de las sierras están cubiertas por las nubes, y ahora me encuentro precisamente dentro de una ella, la niebla aparece de nuevo y me encuentro en una mañana invernal más que primaveral. Mientras subo y pedaleo no noto en demasía la sensación de frío, sólo en la cara, lo malo será al pararme, cuando el sudor se enfríe y la temperatura del cuerpo baje.

  Llego al pequeño aparcamiento, sólo hay un par de coches. Una mujer está sacando un bolso con comida del coche, le pregunto si está lejos de allí el enclave que busco y me dice que le pregunte en inglés, después al escucharle hablar con la familia deduzco que son alemanes. Me comenta que hasta allí cerca, así que la acompaño hasta donde está el resto de la familia, haciéndose fotos con la pequeña cascada de fondo. Al lado hay un par de mesas de merendero, y uno poco más abajo, bajando por unas escaleras, hay una pequeña terraza natural, donde también hay varias mesas merendero.


  Subo por una especie de escalera utilizando como peldaños la propia roca, ayudado por una barandilla que han colocado para poder sujetarse, y pasando un pequeño puente para llegar a la primera poza donde cae el agua de la cascada, después, desde esta primera poza el agua vuelve a caer a otra poza que está a la altura de la carretera, pasando el agua por debajo de ésta, barranco a abajo, en un entorno privilegiado.

  “Debido a los picos esquitosos más altos, formados por las rocas cornéalas (un fenómeno que ocurre cuando el magma caliente y plástico sube a través de las rocas pre-existentes), los paisajes que predominan por esta zona son escarpados, donde nacen líneas de agua como la cascada del 'Poço do Inferno'. Esta cascada natural tiene cerca de diez metros de altura y llega a convertirse en hielo durante los inviernos más rigurosos. Es un monumento geológico de extrema belleza y uno de los puntos de mayor interés de Manteigas y del P.N. de la Serra da Estrela”. [Párrafo extraído de éste documento].

  La mañana está muy fría, envuelta en niebla, como ya he dicho, así que hago unas fotos, merodeo por los alrededores y dudo si comer allí mismo o en el merendero que había visto al empezar la subida. Al final decido comer en la zona del pequeño aparcamiento, porque estoy completamente helado, y en la bajada voy a notar más la sensación del frío y parar así a comer no me mola, así que como aquí arriba con la idea de realizar la bajada y empalmar seguidamente con la subida que remonta el valle del Zêrere, sin más pausas, y así entrar en calor para paliar el efecto del frío.

  Cuando termino el descenso, giro a la izquierda, para seguir por la carretera que remonta el valle, mientras observo que la niebla ha bajado más, el valle está envuelto en niebla, no puedo hacer fotos panorámicas del valle porque solo tengo una visión parcial de él en prácticamente todo el recorrido.


  Sin un período de adaptación para las piernas y para el cuerpo, paso de cien a cero, de la velocidad de la baja a volver a arrastrarme en la subida, me quedo literalmente pinchado, las piernas no van, el motor no funciona y lo peor es que me pueden quedan 15 km de puerto, aunque no tiene la pendiente de los primeros kilómetros de subida al Pozo del Infierno, puede tener una pendiente mantenida entorno al 6%, o al menos eso estimo, pero hoy no es el día, así que me lo tengo que tomar con mucha calma, con mucha paciencia, haciendo paradas cada tres kilómetros o cuando veía algún mirador con algún panel explicativo (que hay varios) de los efectos geológicos característicos de este valle glaciar, en forma de U, aunque la zona opuesta del valle, predominan paredes de bloques graníticos, sobre los que el agua cae con una gran aceleración por pequeñas cascadas y torrentes. En el fondo del valle, en el primer tramo, predominan prados verdes, rebaños de ovejas, cabañas de pastores construidas con piedras y tejados de retama que son renovados en cada invierno, con el fondo de las desnudas paredes de granito del otro lado de la sierra, fusionándose perfectamente con el entorno.


  En la documentación que recogí en la oficina de turismo, se comenta sobre este valle glaciar del Zêrere:

  “Finalista de -las 7 Maravillas de Portugal-, el Valle glaciar del Zêzere hace que se vaya por su interior a lo largo de la Ruta del Glaciar, desbravando un camino de belleza singular. La ruta sigue el refrescante Zêzere entre pinturas que enmarcan el cielo azul y el verde del valle.

  A lo largo de la ruta se puede admirar el valle Glaciar del Zêzere, uno de los mejores ejemplos de la modelizacióndel paisaje por los glaciares. Su forma de 'U' se debe al los hielos que formaran un domo en la parte superior de la Montaña donde divergían lenguas que drenaban por valles periféricos. Aunque se trata de un valle glaciar y por eso muy abierto, las laderas son muy empinadas, cubiertas de bolas de granito y de caos de bloques, sobre todo en la base de las líneas de agua.

  La Ruta del Glaciar, entendida en los tres pisos latitudinales (basal, intermedio y superior), ofrece una amplia perspectiva de las características morfológicas de Manteigas y de la Sierra de la Estrella, marcadas por diferentes tipos de paisaje.


  Desde el punto de vista paisajístico, el camino termina un conjunto de valores naturales y culturales de interés incalculable. Se destacan los muchos vestigios de la acción glaciártica y una vegetación natural con especies endémicas y otras de distribución raras, vestigios que indican la presencia humana en la región desde tiempos antiguos, presencia que se refleja en la fuerte humanización marcada en el paisaje circundante, y en las actividades tradicionales de la agricultura de pastoreo y de montaña, adaptados a las exigencias del territorio de la Sierra de la Estrella.” [Párrafo extraído de éste documento].

  La carretera sigue en línea recta paralela al valle surcado por el río Zêrere, y después de los nueve o diez kilómetros primeros se acaba la línea recta y surge una curva marcada a la derecha, desde donde se tiene una perspectiva global de todo el valle que ido remontando, aunque esto ha sido una casualidad, ha sido un breve instante en el que las nubes y la niebla han dado una pequeña tregua y algunos rayos de sol se cuelan pudiendo ver, aunque con el fondo difuminado, una panorámica global del valle, y al fondo de él, al final de la línea recta por la que transcurre el río, se encuentran los puntos blancos de las casas de Manteigas.
  Otro pequeño tramo de poco de más de medio kilómetro en dirección a la ladera más desnuda del valle, donde los bloques de roca toman más relevancia al estar más cerca de ellos. Pronto surge otra curva de herradura hacia la izquierda, a partir de la cual se sigue subiendo de forma constante, aunque quizás con algo más de pendiente, dejando ahora a mi espalda la ladera desnuda de bloques de granitos, con el valle a mi izquierda, y desde donde debe haber algunos puntos con buenas panorámicas, pero definitivamente hoy no es el el día para observar nada.

  En esta curva de herradura hacia la izquierda, hay un espacio natural que no me esperaba a esta altura y sobre todo viendo el progreso de la vegetación en el valle, los pastos verdes, y las zonas con arboleda en la primera parte, van dando paso a zonas más peladas donde únicamente predomina el cervuno.

  Junto a la curva hay una pequeña explanada que sirve de aparcamiento, y donde veo un par de coches. Dejo a “Bucéfalo” junto a un cartel indicativo de este paraje, conocido como "Covão d'Ametade" (en el mapa que yo llevaba estaba marcada esta zona como: “Cascatas da Candieira”, aunque fuera del mapa que llevaba, no he visto ninguna referencia a este nombre). Accedo a la zona por la puerta abierta de una valla, y a mi derecha aparece una bonita estampa con el cauce del río flanqueado por árboles que parecen encorvarse hacia su orilla opuesta para formar una especie de arco o túnel. Bucólico e idílico lugar, donde el río y la cantidad de arroyos y regatos que se ven, se encuentran inmersos en una planicie, en una pradera verde en medio un bosque por donde se encuentran desperdigadas las típicas mesas y bancos de madera que se ven en los merenderos; y al fondo se yergue de súbito una enorme pared rocosa, airosa, desafiante, magestuosa y a la que ya llevaba viendo en parte, cuando la niebla me lo permitía, desde hacía bastante tiempo, mientras remontaba el este valle del Zêrere, cada vez que levantaba la cabeza y miraba al fondo. Esta pared es utilizada para practicar el deporte de la escalada, según los carteles que he podido ver.


  En uno de los folletos informativos sobre el recorrido del valle del Zêrere que cogí en la Oficina de Turismo, hay una referencia a este paraje, y en ella se dice:

  “Se trata de una depresión de origen glaciar, arborizada con abedules a lo largo de las orillas del río Zêrere y de sus líneas de agua filiales, para crear condiciones de abrigo a los rebaños de ovejas. Es el encuentro con un pequeño paraíso terrestre donde la micro-fauna y micro-flora de la Sierra, revelan su formidable biodiversidad”. [Párrafo extraído de éste documento].

  Desde esta curva que hace la carretera y que da acceso a este paraje, aún pueden quedar cuatro kilómetros de subida, y desde abajo, cuando levantaba la cabeza y miraba hacia mi izquierda me parecía que este tramo era más empinado, pero lo cierto es que el pequeño descanso me ha venido bien y subo más cómodo, con más ganas, dejando poco a poco el valle que ido recorriendo a mis espaldas. Pronto vuelvo a estar rodeado de pinos a ambos lados de la carretera, el mismo pinar que me han ido acompañando en la subida, cuando éste quedaba a mi izquierda, y el valle del Zêrere a mi derecha, abajo, pero ya en el último tramo de subida, la arboleda desaparece y de nuevo vuelvo a asomarme al valle, justo en el cruce donde tengo que decidir si girar a la derecha y subir a la Torre, o girar a la izquierda en dirección a Penas de Saude.

  En este cruce, en esta zona más abierta y pelada, despoblada de árboles, a 1600 metros de altura, se encuentra este paraje conocido como “Nave de San Antonio” o “Argenteira”, una amplia pradera dominada por el cervuno y desde donde según el panel informativo que tengo delante, se podría ver la Torre (además de otras cimas), pero como he dicha antes, ¡hoy no es el día!, no se ve ni la Torre ni prácticamente nada de lo que se indica en el panel, porque todo está envuelto en nubes y niebla. Tan sólo la pradera, donde allá abajo, se encuentra una pequeña ermita o eso es lo que me parece a mí, y que creo que es la que da nombre a esta zona.

  Después de la bajada del Pozo del Infierno, cuando empecé la subida por el valle, me quedé totalmente pinchando (sobre todo en el tramo hasta que se superan los 1000 m. de altura), las piernas no respondían y tuve que seguir a base de paciencia, pero después de la parada en "Covão d'Ametade", me empecé a sentir mejor y mientras avanzaba estuve dándole vueltas a la cabeza sobre si subir a la Torre o no, porque creo que me daría tiempo, pero una vez llegado a la “Nave de San Antonio”, me doy cuenta que es una tontería planteármelo siquiera, porque sería subir por subir, no iba a poder ver nada, puesto que ni siquiera he llegado a ver la Torre, ni nada de los alrededores por la niebla y el día que está, y sumado a la altura en la que me encontraba y que es una zona donde hay menos protección contra el viento, hace que pase del sofocón de la subida a quedarme casi helado.

  Me acuerdo de este gran 'filósofo' del pueblo, José Mota, cuando dice aquello de: “Si hay que ir se va, pero ir pa'ná es tontería”. Me aplico la frase, o sea, si hay que subir se sube, pero subir para no ver nada, para decir que simplemente he estado allí, es tontería, porque no estoy sólo para hacer deporte, estoy para disfrutar, ver, sentir, conocer, gozar y también para hacer deporte, por supuesto, siempre que mi 'motor' me lo permita y tenga 'gasolina' para ello...

  La primera decisión está tomada, pero ahora, en el corto trayecto de apenas tres kilómetros hasta Penhas de Saude, tengo que decidir si me quedo a dormir en el albergue de este sitio (en caso de que hubiera plazas libres) o seguir hacia delante según lo previsto cuando diseñé esta etapa.

  La etapa ya está prácticamente terminada, porque después de dejar las naves utilizadas como centro de limpieza de nieve de las carreteras (1.600 m, de altitud), se inicia una bajada de un par de kilómetros hasta Penas de Saude, dejando un embalse a la derecha, y después los 10 km que restan hasta Covilhã son de fuerte descenso. Por tanto, si me planteo quedarme en Penhas de Saude sería cono el objetivo de levantarme mañana temprano, y subir a La Torre sin equipaje, y después, a la bajada, recoger el equipaje y desayunar fuerte en el albergue.

  Desde la “Nava de San Antonio” son 7 km hasta la Torre, y de ellos, los dos o tres primeros son en ligera bajada o falsos llanos, y los cuatro últimos o poco más, serán en subida pura y dura, y a estos tendría que sumar otros 3 más desde Penhas de Saude a la “Nava de San Antonio”.

  Llego al albergue juvenil de Penhas de Saude, cuya entrada está prácticamente a 200 metros a la izquierda de la carretera, y aunque por internet había visto que durante el mes de Abril estaba todo ocupado, lo cierto es que no veo nada de movimiento por allí y tan sólo dos coches a la entrada. No creo por lo que veo, que pueda haber problema de alojamiento, así que dudo si quedarme o seguir.

  Al final lo medito fríamente, mañana a primera hora seguro que la situación sería la misma que hoy, y más a hora temprana, donde las nubes seguro que estarían agarradas a las cimas de la sierra y en el mejor de los casos irían desapareciendo a lo largo de la mañana, pero es que además los pronósticos para los días siguientes no indicaban días radiantes de sol precisamente, así que si me quedo aquí para subir mañana y al final todo va a estar igual de cubierto, no poder ver nada y acabar perdiendo tiempo que me puede hacer falta en la etapa del día siguiente (que también es una etapa larga), mejor sigo el recorrido hacia bajo, donde a juzgar por los dos días que llevo, no creo que vaya a tener problemas de alojamiento porque veo no sólo que haya poco turismo, es que me da la sensación de estar todo muy apagado, poco movimiento, aunque no sé si son sólo impresiones mías.

  Esta vez no ha habido suerte, aunque tampoco estaba en mis planes originales poder hacer los dos desvíos: al Pozo del Infierno y a la Torre. Al menos he podido ver uno de ellos, y ya dejaremos para otra ocasión, la subida a la Torre. En fin, una espinita que se queda clavada...

  “La Torre, situada en la meseta superior de la sierra de la Estrella con estatuto de Reserva Biogenética por el Consejo de Europa en marzo de 1993, es un lugar de notoriedad, siendo el punto más alto de Portugal continental, con 1.993 metros, donde D. Juan VI (1816-1826) ordenó erigir la torre, todo en piedra, para completar los 2000 metros de altitud. En este ambiente de horizonte amplio crece una vegetación de arbustos bajos y escasos donde sobresalen elementos rocosos, surgiendo en las depresiones, lagos, lagunas, pantanos y prados de montaña dominados por Nardus Stricta (Cervum)”. [Párrafo extraído de éste documento].

  Son 10 km de fuerte descenso, con curvas y contracurvas, hasta llegar a Covilhã, basta decir que se pasa de los 1600 m. a 650 m. aproximadamente. No disfruto nada en la bajada por el tema del frío, estaba deseando de que se acabara y supongo que fue por eso por lo que lo que se me hizo tan larga. En la “Nave de San Antonio”, el rato que estuve parado, ya me quedé frío, y desde allí ha sido todo bajar con temperatura fría y con viento que hace que la sensación térmica sea aún mucho mayor. Voy abrigado, excepto los guantes, que por pura pereza de no tener que pararme a rebuscar en las alforjas no los llevo puesto, pero esta tarde los buscaré para salir mañana con ellos si es que seguimos con estas temperaturas.

  Durante la bajada me encuentro con numerosas señales que indican tramos del 9 y el 10% aunque hay rampas y tramos que tienen más porcentaje.

  Sigo la carretera hacia delante y me lleva hasta el mismo centro de Covilhã, a una gran plaza donde está el Ayuntamiento, y donde se encuentra un furgón de la policía. No es que tenga mucho anotado para ver en esta ciudad, pero presintiendo que a mi pie le puede pasar lo mismo que ayer cuando dejé de pedalear, decido dar una vuelta cultural antes de ponerme a buscar la pensión, porque aquí abajo, ahora incluso ha salido un poco el sol, y la temperatura es más agradable.

  Cuando termino la vuelta de reconocimiento y como no veía ninguna oficina de turismo, entro en un kiosko-cafetería que vi junto a una iglesia, en la misma plaza, allí aprovecho para tomar un café, calentarme el cuerpo, y para preguntar por alguna pensión que estuviera cerca de allí y a unas últimas, enseñarle las que yo tenía anotadas para ver si había suerte y estaba alguna cerca.

  De las que tenía anotadas, una de ellas me dice el camarero que está cerrada, y que las otras no sabe donde están, pero que conoce una que está cerca, 'Pensão Avenida', siguiendo la calle que está frente al kiosko-cafetería, hasta llegar a unos jardines, y allí, a la derecha de estos, debo encontrarla.

  Le hago caso, salgo de allí y me voy andando con “Bucéfalo” a mi lado, porque hay una zona que es “a contramano”, y después de un giro a la izquierda y de una corta bajada, se llega a los jardines donde me encuentro con otra iglesia, y detrás de ésta, junto a los jardines, hay un hostal, pero no se llama “Avenida”. Pregunto a un par de personas y todos me señalan hacia allí, aunque no lo entiendo.

  Me voy hacia el hostal y pregunto en el bar que está al lado, y me dicen que sí, que es lo que estoy buscando, pero que le han cambiado el nombre. Ya es tarde y no tengo ganas de seguir buscando otra cosa, y de nuevo el pie me está matando, en nada que ando un poco ya empiezo con los dolores. El hostal me parece muy nuevo o recientemente remodelado, es de **, así que presiento que hoy me va a costar mucho más caro, pero lo cierto es que estuvo bastante bien de precio, y también con el desayuno incluido, y con una habitación amplia, nueva, y hasta con balcón, así que al final fue una sorpresa agradable.

  Ducha, un poco de relax escuchando un poco de música, y como ya había hecho la visita cultural, me fui a tomar un par de cervezas al bar de abajo, mientras escribía unas notas de la etapa de hoy y echaba un vistazo a la gran pantalla de televisión que tenían allí, porque estaban televisando el partido de Champions League entre el Barça y el Milán.

  Cuando termina el partido, subo a la habitación, ceno y directo a la cama, sobre las 12 de la noche, después de un día que ha sido intenso, con más de 6 horas de pedaleo sobre la bici, en una etapa que ha sido una montaña rusa, pasando de los 1050 metros de Guarda a los 580 de Vale de Amoreira, para subir después a los 1080 del Pozo del Infierno, bajar de nuevo al valle del Zêrere, a menos de 900 metros, subir hasta los 1600 metros, la cota máxima de toda la ruta, y acabar bajando de nuevo hasta los 650 metros aproximadamente de Covilhã, y hoy sí, hoy si me he integrado en la ruta, hoy sí he dejado el día a día rutinario de lado, hoy he vuelto a sentir y darme cuenta de por qué me gusta esto, independientemente de que esté en mejor o peor forma física, o de que la climatología sea mejor o peor, hoy sí he disfrutado de una buena, bonita e interesante etapa, aunque no todo es perfecto, y si hubiera tenido un tiempo mejor habría podido disfrutar de mejores vistas.

  Y para mañana más de lo mismo, no llegaré a cotas tan altas, pero también promete ser una etapa dura, una montaña rusa por este entorno del Parque Natural de la Sierra de la Estrella.

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TERCERA ETAPA: Covilhã – Seia.
Distancia: 77,6 - Tiempo en bici: 5:38:00 - Media: 13,78 km/h
Miércoles, 4 de Abril del 2012.

  Al igual que ayer, bajo a desayunar a las ocho de la mañana, aunque antes me asomo al balcón de la habitación para ver cómo amanece el día, y la vedad es que no está mal, nubes y claros, aunque la cima de la sierra está completamente cubierta, así que ayer por la tarde tomé la decisión correcta bajando hasta aquí, porque hoy si hubiera subido a la Torre tampoco podría haber visto nada. No me preocupa de momento que la parte alta de la sierra está cubierta, porque hoy durante la primera parte de la etapa, la iré bordeando por el sur, a menos altura, otra cosa será cuando de nuevo gire dirección norte, hacia Alvoco de la Serra, introduciéndome otra vez de lleno en el Parque Natural.

  El desayuno es en una sala pequeña, tan sólo otra persona y yo a esta hora, es del tipo continental y procuro hacerlo bien por lo que me pueda deparar el día. Aprovecho que aparece la mujer del hostal por allí, para preguntarle por la salida hacia Tortosendo, aunque me comenta que mejor se lo pregunte más tarde, cuando vaya a salir, a su marido, aunque según me dice es fácil.

  Termino de desayunar y subo de nuevo a la habitación, me cambio y bajo con el equipaje. Solicito que me abran la puerta para recoger a “Bucéfalo” y una vez que le monto las alforjas y que estoy preparado para salir, vuelvo a entrar en el hostal para ver si estaba por allí la persona que me atendió ayer tarde cuando llegué, pero no la veo, así que para no perder más tiempo me voy hacia la zona de la iglesia, para preguntarle a alguien, porque no tenía ni puñetera idea de cómo salir de allí en la dirección que quería.

  Tuve suerte, no tuve que preguntar a nadie, porque frente a la puerta de entrada de la iglesia, hay uno de los típicos paneles con un mapa-croquis de la localidad y una vez que me sitúo en dicho mapa, busco la mejor opción para salir hacia Tortosendo, y aunque la salida está lejos, no implica mayor problema, sólo tengo que coger una calle que está al lado del hostal donde me he quedado a dormir, y seguir hacia abajo hasta conectar con una ronda de circunvalación; una vez que llegue a ella, tengo que seguir hacia la derecha todo recto, hasta llegar a una rotonda donde dejo esta ronda avenida y cojo otra, la de la Universidad, creo, y en ésta tengo que encontrar a la derecha, algún desvío hacia Tortosendo.

  Hago esto y salgo bien, sin perder tiempo, no he tenido que estar parando y preguntando cada dos por tres. Una vez que cojo el desvío la carretera no tiene pérdida, es la única que va bordeando la sierra, y tampoco hay muchos cruces que puedan hacer equivocarme.

  Aunque son 6 km los que hay entre Covilhã y Tortosendo, entre avenidas, rotondas, barriadas y casas desperdigadas, no da la impresión de que haya ese espacio entre estas dos localidades.

  Llego a Tortosendo y la carretera la atraviesa en línea recta, aunque al final de una calle paro a preguntar a un par de abuelos que estaban sentados en un banco por el perfil de la carretera hasta la siguiente localidad, Unhais da Serra, y me comentan que no hay cuestas, que es más o menos llano, que tan sólo tendré una pequeña subida a la salida, así que al menos acabaré haciendo estos 20 primeros kilómetros tranquilamente, sin demasiados esfuerzos y sin sobresaltos en lo referente a nivel meteorológico, porque de momento siguen las nubes y claros por donde voy, y más hacia el sur parece que el cielo, al fondo, en el horizonte, está azul y despejado.

  Poco a poco voy dejando el núcleo urbano a mis espaldas y después de subir el repecho que me comentaron los abuelos sigo llaneando en ligera subida o con algunas cortas bajadas, adentrándome cada vez más en un inmenso bosque de pinos, tanto a un lado como otro de la carretera. Lamentablemente, a unos tres o cuatro kilómetros antes de llegar a Unhais da Serra, me encuentro un día más, a la derecha de la carretera, con los efectos del fuego, y en este caso muy reciente, porque todavía hay zonas que están humeando, así que supongo que a eso se debería la sirena que estuvo sonando durante 10 minutos ayer tarde cuando me disponía a entrar en la ducha.

  Llego a Unhais da Serra, me la impresión de que veo algo más de movimiento en sus calles, tanto de personas como de coches, no es nada del otro mundo, pero comparado con lo que he visto los dos días anteriores al pasar por los pequeños pueblos me parece mucho.

  Antes de salir de este pueblo, paro en un pequeño parque con un kiosko de madera, con terraza, aunque en ésta no hay nadie sentado, sobre todo porque el cielo ahora ya está todo cubierto y aquí parece que hace algo más de fresco, pero dentro si hay bastantes mesas ocupadas, prácticamente todas por mujeres tomando café, lo que me sorprende, aunque quizás pudiera deberse a que este pueblo tiene zona de baños o termas, y quizás haya algo de “Turismo de salud”.

  Tomo un café dentro, un sitio confortable, se está bien allí, aunque hay poco espacio. Quizás es pronto para parar, porque sólo llevo 20 km y han sido fáciles, pero es que a partir de aquí son 30 km sin pasar por población alguna, y el perfil va a ser algo más complicado, así que mejor hacer una pequeña parada aquí, tomar un café y seguir algo más fresco para delante.

  Cuando salgo del kiosko, observo como la cima de la sierra se ha puesto por montera una enorme boina negra, aunque confío que de momento en mi recorrido esto no me acepte. Lo que si noto es más frío, aunque también puede ser por el contraste de temperatura entre el interior del local y la calle.

  Me pongo en marcha de nuevo, y al salir del pueblo me encuentro con un lugareño al que le pregunto por cómo es el recorrido hasta Alvoco da Serra, y me comenta en parte lo que sé, o sea, unos 20 km hasta un cruce donde debo girar a la derecha, y que no hay pérdida porque en el desvío hay un restaurante, y lo que más me sorprendió fue cuando me dijo que no había cuestas grandes o empinadas, que no había ningún puerto, y me extrañó un poco, porque en el mapa la carretera parece que serpentea mucho, como si fuera la típica carretera de montaña, al menos hasta el cruce hacia Alvoco.

  Como pude comprobar, este hombre llevaba razón, no hay ningún puerto ni ningún tramo de fuertes rampas, durante casi 20 km la carretera va siguiendo las curvas de nivel, bordeando las faldas de las sierras, de ahí los entrantes y salientes que se veían en el mapa, subiendo tan sólo cerca de 200 metros en todo este trayecto. Con esto quiero decir que la carretera no tiene subidas importantes, pero tampoco es plana, hay que ir dándole a los pedales en todo momento, por una zona en la que poco a poco va desapareciendo el bosque de pinos para ir convirtiéndose en una zona más agreste, desarbolada, con el cervuno como única vegetación, y es que esta zona sur es más pelada y seca, porque los regatos, torrenteras o cauces de arroyos están prácticamente secos, o a lo sumo, con un hilito de agua, y nada de fuentes como las que me fui encontrando en el recorrido de ayer.

  Después de unos kilómetros de pedaleo, a mi izquierda se abre un valle más amplio, y en la zona opuesta a la que me encuentro, en la parte alta de la sierra veo los postes de los aerogeneradores, aunque las aspas de estos están ocultas tras la niebla, y como siempre, cuando veo estos 'molinos' pienso: ¡mal asunto, zona de vientos!, y dicho y hecho, porque al girar en una curva a derecha, el viento impacta con fuerza contra mi, me pega una buena bofetada y me quedo pinchado, prácticamente clavado. Suerte que la carretea va zigzageando y la mayor parte del tiempo lo tuve a favor, y sólo en determinados tramos lo tuve en contra o de costado, y menos mal, porque pedaleando por esta zona vas viendo, si la niebla lo permite, todo lo que queda por recorrer, la carretera va bordeando la falda de la sierra en ligera subida, mientras me digo ¡hasta allí tengo que llegar!, y si encima el Dios Eolo se pone en contra nuestra, o le da por hacer un sol de justicia, uno lo puede pasar bastante mal en este tramo. Es un una zona que me resulta algo más aislada, solitaria, y desprotegida totalmente ante el viento o el sol de épocas estivales, y supongo también que por ser la zona sur y estar castigada por los vientos, es por lo que se provoca este cambio de vegetación y de contrastes.

  Poco a poco la carretera se va acercando hasta la cima de la sierra donde se encuentra los aerogeneradores, siendo el punto donde más cerca se llega a estar de ellos cuando se llega al desvío a la derecha, hacia Alvoco da Serra, donde está el restaurante que me comentaron en Unhais da Serra.

  Ahora toca descenso, por la otra parte de la sierra de la que he venido pedaleando, y el paisaje cambia drásticamente nada más girar en dirección noreste, hacia Alvoco de Serra, al introducirme de nuevo en el interior del parque y dejar su límite sur.

  Lo que se ve nada más coger el desvío, en la parte más alta, es una gran manto verde que cubre suaves sierras hacia el oeste, hasta donde la vista y la nieblina dejan ver, todo un bosque tupido de pinos tan sólo salpicados por alguna que otra pequeña aldea pertenecientes a Alvoco, con sus casas blancas en claro contraste con el verde pino, y rodeada de escasos terrenos ganados al bosque para cultivarlos mediante el uso de bancales en las laderas de las sierras.

  Comienza la bajada, más larga de lo que esperaba, porque de los 10 km que restaban hacia Alvoco, donde tenía pensado realizar la parada del mediodía, y aprovechar para comer, más de seis son en descenso, justo hasta donde aparece a la izquierda de la carretera un pequeño y coqueto mirador, con bancos, fuente y rodeado de árboles florecidos, que creo que se trata de manzanos. Las vistas son hacia la ladera donde se asienta la aldea de Outheiro da Vinha, a sus bancales y hacia la zona algo más llana atravesada por un arroyo. Bonitas vistas, aunque también veo que lo bueno, o sea, la bajada, se acaba, porque la carretera sube un fuerte repecho hasta llegar a la aldea y después sigue por encima de ésta, aunque desde aquí deberían quedar unos tres kilómetros a lo sumo, para llegar al sitio donde tenía previsto la parada.


  Después de esta fuerte bajada, a las piernas le cuesta subir este fuerte repecho, que se suaviza a la salida de la aldea y que en ligera subida sigue hasta Alvoco, donde me encuentro con algunos carteles haciendo referencia a una calzada romana y a un puente romano, por el que supongo tendré que pasar.

  Paro en un sitio ideal, un pequeño parque con bancos, césped y fuente, junto al río, que queda por debajo, y justo unos metros antes del puente. El núcleo principal del pueblo esta al otro lado del río, y desde allí puedo ver como nada más salir del puente, la carretera sube pronunciadamente, aunque esto ya me lo estaba temiendo porque desde el mirador de Outheiro ya veía como una carretera subía por la falda de la sierra, allá arriba, a mucha más altura de la que me encontraba, aunque hoy andaba fuerte de moral, no tanto de fuerzas, así que ya iré subiendo poco a poco, pensaba, que por ahora voy bien de tiempo.

  Me siento en un banco y aprovecho que tengo la fuente al lado para preparar un poco de sopa, que siempre viene bien con estas temperaturas bajas para calentar el cuerpo, para continuar con un buen bocata, una pieza de fruta, y de postre, café y unas galletas de chocolate, y es que desde que desayuné esta mañana lo único que he tomado ha sido el café en Unhais da Serra.


  Después de este descanso, de unos cuarenta minutos, me pongo en marcha de nuevo, cerca ya de las dos y media de de la tarde, con el cielo cubierto aunque no está tan oscuro y amenazante como en los dos días anteriores, no espero que llueva hoy, aunque el tiempo en estas zonas de sierra es muy cambiante. Rápidamente voy ganando altura, y disfrutando de unas vistas muy buenas de todo el valle que he ido recorriendo en los últimos 10 km, hasta el descanso, con las pequeñas aldeas pegadas a los bancales, dentro de un enorme pinar, allá abajo, en el fondo del valle, lamentablemente, la nieblina difumina todo y al igual que los días anteriores, no son las mejores condiciones precisamente para hacer fotos.

  Son unos cuatro kilómetros de subida en los que se disfrutan en general de buenas vistas a la izquierda. Justo al final de esta subida hay un buen mirador, antes de girar a la derecha para aprovechar un collado, un paso entre sierras, por donde dejo atrás el valle por el que venido y me adentro en otro, comenzando en una fuerte bajada de unos tres kilómetros hasta Loriga, donde pensaba detenerme para una visita cultural, pero durante este trayecto tengo una vista panorámica total de esta aldea, al igual que desde la carretera que la bordea por el exterior y en subida, y es que de nuevo, terminada la bajada se ve que la carretera sigue subiendo, así que hoy va a ser una etapa rompepiernas en toda regla.

  Como he comentado, tenía pensado hacer un recorrido por el interior de esta aldea, que la tenía marcada como interesante, pero la verdad es que esperaba otra cosa, una arquitectura tradicional, pero me encuentro al igual que por los sitios por lo que paso, con casas nuevas. La aldea está prácticamente por debajo de la carretera, y después en un pequeño promontorio es donde creo que se sitúa el núcleo más antiguo, con casas más estrechas, apelotonadas, y con unas calles también estrechas y de trazado más irregular, supongo que es la zona más interesante, porque por lo que veo en las zonas más cercanas a la carretera la verdad es que no me seduce nada. Creo que el mayor valor que tienen estas aldeas es el de encontrarse en una marco natural excepcional, en mitad de un parque natural, en plena armonía y sosiego, porque me da la impresión que en cuanto a arquitectura popular se refiere, han perdido las señas de identidad.

  Sigo camino, de nuevo otra subida que comienza en el perímetro de Loriga y que continua durante tres o cuatro kilómetros, y en donde puedo contemplar este verde valle en el que se asienta esta aldea, así como las sierras que la rodean, como la parte alta por la que entré en este valle.

  Tras la subida, de nuevo bajada, y ahora sí, ahora ya es una larga bajada casi hasta el final, aunque primero hay que pasar por otra aldea, Valenzim, de la que tenía anotada que aún conserva dos antiguos molinos de agua y que siguen moliendo grano.

  Valenzim me recibe con una bonitas piscinas naturales a la derecha de la carretera, con sus pequeñas cascadas por las que pasa el agua de una piscina a otra, siguiendo después el curso del agua hacia bajo, hacia el valle, en la parte baja de esta aldea y donde supongo estarán los molinos, porque por esa parte veo algunas construcciones enteramente de piedra a lo lejos, aunque al pasar las piscinas naturales también veo a mi derecha un grupo de casas de piedra, utilizadas ahora para encerrar ganado o de almacén.


    Con forme sigo por la calle que remonta la aldea, me encuentro a la izquierda con otras dos casas semiderruidas, también de piedra, mientras a la derecha veo obras de casas nuevas cuya estructura y fachada nada tienen que ver con las antiguas casas.

  Es aquí donde veo por primera vez retales de lo que sería la arquitectura serrana popular, afianzándome más en la idea que tenía, que son pueblos en los que se han reformado la mayoría de las casas o se han hecho construcciones nuevas, que no digo que sean más o menos bonita, sino que no han respectado las señas de la arquitectura tradicional, convirtiéndolas en aldeas sin identidad propia en lo que a la parte arquitectónica se refiere, y cuyo valor más importante como ya he dicho antes, es el de estar enclavadas en un entorno natural excepcional, o al menos así es como yo lo veo, porque para gustos los colores...

  A partir de aquí todo es bajada, con más o menos pendiente, por entornos frondosos, y dejando a mi derecha, en las alturas, encaramada en las sierra, con vistas al vacío, otra aldea, Lepa dos Dinheiros.

  Un pequeño repecho en las inmediaciones de São Romao y bajada hasta esta localidad, ya un núcleo poblacional más grande, y a tiro de piedra prácticamente de Seia, también una localidad grande con respecto a las aldeas que ido recorriendo hoy, con cerca de 7000 habitantes.

  Llego a Seia, en suave bajada, pero al adentrarme hacia el centro siguiendo las indicaciones, toca al inicio subir una calle en ligera subida que le sienta bastante mal a mis cansinas piernas. Después de pasar una rotonda sigo en suave descenso hasta llegar al centro. Tengo mi listín de pensiones, pero ni puñetera idea de por donde caen. He intentado mirar a un lado y a otro de la carretera mientras iba hacia el centro por si veía algún cartel de pensión pero no he visto nada o se me ha pasado. Veo los indicadores que marcan hacia la zona del Ayuntamiento así que me dirijo hacia allí para preguntar.

  Cuando pregunto por alguna pensión cercana, empiezan a pensar, así que les ayudo enseñándoles el listín que llevo, y rápidamente me aconseja una, aunque no lo dijo de primeras porque no estaba precisamente allí al lado, y cuando le pregunto como llegar hasta allí me comenta que le espere un momento allí, que va a por el coche y cuando pase que me valla detrás de él, y así lo hice, lo malo es que son dos kilómetros de recorrido, volviendo por la misma calle por la que antes había bajado, y mis piernas no están como para seguir el ritmo del coche por despacio que vaya.

    Llega un momento en que lo pierdo de vista, pero justo a la derecha me encuentro con una pensión, así que supongo que no ha parado porque creía que ya daría yo con ella, aunque el nombre no coincide con el que él me había dicho. Cuando estoy apunto de entrar, aparece de nuevo este hombre con el coche, y me dice que esa no es, que siga hacia arriba, hasta la rotonda, que el va hacia bajo a dar la vuelta y enseguida me alcanza.

  Sigo hacia arriba y a los 300 metros me vuelve a alcanzar y pasar, pero en la rotonda por la que ya había pasado cuando iba hacia el centro, para el coche y se baja para esperarme, después entra conmigo al bar del hostal para presentarme a la persona que lleva aquello. Son conocidos, y me dice que el sitio es bueno y que también se come bien, y termina dándome la mano y deseándome suerte en el viaje.

  No entiendo como en mi recorrido hacia el centro no me he dado cuenta de ninguna de estados pensiones que me quedaban a la izquierda.

  El hostal es algo más caro que el de ayer, aunque también incluye el desayuno, pero no tengo las piernas para seguir buscando, y después del detalle que han tenido para traerme hasta aquí, tampoco me voy a ser un desagradecido, no es tanta la diferencia. Lo que quiero ahora es una ducha caliente y descansar un poco.

  No tengo nada que ver en Seia, o por lo menos yo no tengo anotado nada, y por lo que he visto cuando he ido para el centro, tampoco hay nada que me atraiga, así que hoy no hay visita cultural, y así le daré algo más de descanso a mi mal trecho pie.

  Como todas las tardes, bajo al bar a tomar unas cervezas, y escribir unas notas de la etapa de hoy, mientras poco a poco se va animando el local para ver el partido de Champions League entre el Chelse y el Benfica.

  Me llama mi madre por teléfono y salgo a la puerta del bar para escucharla mejor, y es cuando me doy cuenta de que está lloviendo, ¡bueno, mejor que sea ahora que no mañana!.

  Después de partido subo a la habitación, ceno allí mientras veo un poco la televisión, y a dormir, que hoy ha sido también un largo día, con un continuo subir y bajar.

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