Las andanzas de un lobo estepario extremeño.

Aquí mis batallitas sobre cicloturismo, senderismo, montaña, viajes, naturaleza, música, teatro, ...

"Viajar en bici es hacer más grande el Mundo. Es aprender lo esencial de la vida. Es vivir el presente sobre todas las cosas. El placer del cicloturismo está mucho más en el camino que en el destino, son los medios los que justifican el fin. Durante días, semanas o meses, no necesitas más que lo que llevas a cuestas
" (del artículo: "Con la casa a cuestas", revista: Bike Rutas, Nº 4, 1999)

26 feb 2012

Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa - Quinta Parte (Final)


QUINTA PARTE (y FINAL): ETAPAS DE LA 19 A LA 21.

ETAPA 19. Duna Pyla - Mimizan.
ETAPA 20. Mimizan - V. Boucau.
ETAPA 21. Vieux B. - Hendaya.
FIN DE VIAJE (I Y II).
 
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THIS IS THE END... como dice la canción de The Doors





DÉCIMO NOVENA ETAPA: La Teste de Buch (Duna de Pyla) – Mimizan
Distancia: 88 km - Tiempo en bici: 4:58:00 - Media: 17.72 km/h.
Miércoles, 17 de Agosto del 2011.

  Esta mañana habíamos fijado la hora de ponerse en pie una hora antes, a las 7 de la mañana, y fuimos puntuales, así que a las 7:15 ya estábamos en busca de la escalera que sube a los 104 metros en los que se encuentra la cima de la “Duna de Pilat”, de 3 kilómetros de largo y 500 metros de ancho.

  La escalera no llega hasta la cima, se queda a unos 20 metros más arriba, siendo este tramo el que resulta más complicado porque los pies se hunden en la arena hasta el tobillo y el avance se hace penoso, pero una vez arriba se tiene la recompensa esperada, y más a esta hora de la mañana, cuando el sol con su luz anaranjada comienza tímidamente a bañar con sus rayos la cara este de la duna, mientras la parte oeste queda en penumbras, y por si fuera poco, ahora todo esto es para nosotros sólos y para otros tres o cuatro colgados como nosotros, mientras que ayer por la tarde esto parecía un desfile, aunque también es verdad que tiene que estar bonito ver el atardecer desde aquí.

    En la cara oeste había tres personas que estaban acurrucadas en sus sacos de dormir, se habían quedado a dormir esta noche aquí, al igual que una tienda de campaña que está en la cima y que parecía que el viento que azota esta parte alta se la iba a llevar de un momento a otro, sino fuera porque los que están dentro aún no han despertado. Este viento hace levantar la arena que topa contra nuestras piernas desnudas y parecen alfileres que se clavan en ellas.

  Muy buenas vistas se disfrutan desde aquí: hacia el este, un inmenso mar de pinares se extiende en una amplia franja de sur a norte, y cerca de la duna, se ven varios campings, como el que hay un poco más al sur, y pegando al nuestro, donde también tienen colocada otra escalera para subir a la duna; hacia el oeste, el océano Atlántico y pequeñas islas-dunas que sobresalen cercanas a la costa, con veleros surcando el mar por los alrededores de éstas. Sólo hay que dejarse rodar duna abajo y ya estaríamos pegándonos un baño en el Atlántico, aunque mejor no, que el agua tiene que estar bastante fría a esta hora.

  Entre el mar y el bosque de pinos, se levanta esta franja de arena, una sucesión de dunas de la que ésta es la más grande, así que aprovechamos pare recorrerla de sur a norte por su cima, dando un paseo por ella y haciendo fotos.

  Bajamos de la duna y nos vamos directos a la parcela donde tenemos las tiendas para disponernos a desayunar y seguir después con la rutina diaria: desmontar las tiendas y preparar las burras para la salida de hoy.

  Cerca de donde estamos, el otro grupo de españoles que llegaron ayer por la tarde, al igual que nosotros, comienzan también a desmontar el campamento. Gorka estuvo un rato hablando con ellos, creo que eran navarros, y estaban haciendo también el mismo recorrido que nosotros, salvo que ellos empezaron mucho más abajo, en Granville, justo donde nosotros acabamos nuestra sexta etapa, y creo que su idea era bajar hasta Pamplona en lugar de hasta San Sebastián como nosotros teníamos previsto.

  Antes de comenzar a pedalear teníamos que pasarnos por la oficina de recepción del camping para que Rafa pudiera recoger su DNI, y hoy que curiosamente íbamos a salir más temprano que de costumbre, resulta que hay “traspapeleo” y el DNI de Rafa no aparece. La chica que está por la mañana no es la que estuvo por la tarde y ahora no saben donde tienen el carnet. Después de veinte minutos o media hora buscando, por fin aparece y podemos empezar a pedalear, a las 9:50 de la mañana, o lo que es lo mismo, prácticamente la misma hora de todos los días, y es que cuando no es una cosa es otra, pero parece que estamos abonados a salir en torno a las 10 de la mañana.

  Hoy no íbamos a tener complicaciones o despistes como los que tuvimos ayer a la hora de salir de Burdeos, simplemente teníamos que cruzar la carretera y coger el carril bici hacia nuestra derecha, o sea, rumbo sur.

  A diferencia de ayer, en que hasta la Teste de Buch el carril bici iba paralelo a la carretera, hoy no tardamos mucho en perder de vista a ésta, mientras el carril bici se adentra entre bosques de pinares, por un recorrido totalmente llano, aunque por suerte, sin las largas, aburridas y monótonas rectas.

  El día amaneció radiante, con sol y sin nubes, ya veríamos si se mantenía así durante toda la jornada, porque hasta ese momento era un día ideal, con muy buena temperatura, y por si fuera poco, tampoco notamos directamente el sol sobre nuestras cabezas, puesto que la mayor parte del tiempo pedaleamos entre las sombras de este enorme bosque de pinos.

Vía Verde a Biscarrose.

  Una de las mayores satisfacciones es ver la cantidad de gente que hay a esta hora del día haciendo deporte por el carril bici: unos montando en bici, otros haciendo footing, otros sobre patines en línea, otros paseando, etc..., incluso familias enteras con sus peques, a los que hay que ir enseñando a valorar estas cosas: deporte + naturaleza, desde bien chiquititos. Algunas veces da la sensación de estar en la M30 más que en un carril bici, si sustituimos los coches por personas, lo que da idea de la gente que hay por aquí, nada comparable a lo que yo he percibido en otra de las rutas afamadas, como la del Valle de Loira, tanto este año como el año pasado.

  Un paseo en bici, agradable y cómodo, hasta llegar a Biscarrosse Plage, cuya zona centro estaba muy animada, mucha gente, para hacer las compras en el mercado, comprar el pan, etc., y después supongo ir a la playa. Nosotros paramos para preguntar en la oficina de información y turismo por el carril bici a seguir, ya que a partir de aquí no parecía tan evidente que siguiera directamente dirección sur, sino que giraba hacia el oeste para bordear un lago también por su parte oeste, similar a la ruta que teníamos anotada para ir usando carreteras poco transitadas.

  Tal y como se veía en el mapa, no podíamos seguir dirección sur, nos comentaron que esa era una zona restringida, para uso militar, así que tendríamos que dar un rodeo por el oeste para salvar esta zona y el lago, y después seguir de nuevo hacia la costa y dirección sur.

  A la hora de salir de Biscarrosse Plage nos hacemos un pequeño lío y perdemos algo de tiempo, hasta que finalmente conseguimos dar con el carril bici que va hacia Biscarrosse Lac, que como su nombre indica es una localidad cercana al lago mientras la otra está cercana a la playa.

  Poco después de coger este carril bici, comienza un tramo de subidas y bajadas, con rampas cortas pero intensas, de hasta un 10%, pedaleando por zonas muy frondosas, pobladas por robles, pinos y morales. Un tramo en el que sin ser nada del otro mundo, se convierte en lo más duro desde hace mucho días, sobre todo porque las piernas están muy, pero que muy mal acostumbradas, después de pedalear tantos días y hacer tantos kilómetros llaneando, así que no es de extrañar que en este tramo sudemos, cosa que no hemos hecho prácticamente en los días anteriores, debido tanto a la climatología como al perfil de las etapas.

  Al finalizar el último repecho, hacemos una parada para comer la fruta y la barrita energética de todos los días, aunque Rafa aprovecha para coger una buena bolsa de moras y es que tiene donde elegir y seleccionar las más grandes y en mejor estado.

  Retomamos la marcha, y poco más de un kilómetro después, llegamos a un enorme lago, un mar interior, muy turístico ya que toda su costa es prácticamente una playa, y muchísima gente tomando el sol o bañándose. Nosotros seguimos por el carril bici, bordeando el lago y cerca de su orilla, hasta que finalmente lo dejamos atrás y cogemos otro carril bici por el que pedaleamos paralelo a un canal. Entre helechos y vegetación frondosa y muy abundante, hasta que llegamos al pueblo, a Biscarrosse Lac, donde paramos para comprar pan y preguntar por la dirección a seguir.


  Nos comentan que tenemos que seguir ahora un tramo de carretera en dirección a Parentis en Born, y que después ya nos encontraremos con el carril bici, y así fue, salvo que ahora este carril bici o pista ciclabe es más insulso, más aburrido, al ir paralelo a la carretera, que nos coge a nuestra izquierda, con algo más de tráfico, mientras a nuestra derecha seguimos con los bosques de pinos.

  Llegamos a Parentis en Born, y aquí es cuando volvemos a cambiar de rumbo, dejamos de ir hacia el oeste para de nuevo seguir rumbo sur o sureste. El lago nos queda ahora al oeste, a nuestra derecha, pero bastante lejos al principio, para después ir acercándonos poco a poco, aunque no lo llegábamos a ver debido al bosque de pinos que se interponen.

  Al salir de Parentis en Born, pedaleamos por un corto tramo de carretera, un tramo de enlace, hasta que volvemos a coger el carril bici, que seguirá paralelo a la carretera hasta llegar a la localidad de Gastes, en un tramo continuación del anterior, algo aburrido, pero en el que vamos con el 'piloto automático puesto, buscando un lugar adecuado donde comer, esperando que pudiéramos hacerlo en los alrededores del lago.

  No entramos en Gastes, sino que seguimos el carril que circunvala este pueblo por la derecha, adentrándonos en el bosque para en apenas un par de kilómetros llegar al lago, que al igual que en Biscarrose, está acondicionado como si de una playa se tratara, y unido esto a que hoy por el momento es un día de sol, hace que haya mucha gente, tanto bañándose como en la playa.

  Definitivamente éste iba a ser el sitio para descansar y comer, aunque lo primero fue tomamos unas cervezas en la terraza de uno de los chiringuitos, antes de buscar un sitio adecuado, que finalmente acabamos encontrándolo a la sombra de unos árboles, con césped, con el lago frente a nosotros y donde pudimos desplegar nuestro batallón de provisiones y dar cuenta de nuestro banquete particular.

  Después del café, tiempo para el relax, que hoy estábamos en danza desde las 7 de la mañana, así que una siestecita reparadora de media hora con una agradable brisa antes de seguir camino, aunque de buena gana me hubiera estado más tiempo allí tumbado, porque se estaba de escándalo.

  Al rededor de las 16:30 nos ponemos en marcha de nuevo para salvar los 20 kilómetros que aún nos quedaban por recorrer, en lo que fue un bonito y agradable paseo en bici, nada de ir paralelos a ninguna carretera, sino que pedaleábamos por el interior de bosques o por zonas arboladas y frondosas.

  Al llegar a nuestra meta en el día de hoy, a Mimizan Plage, nos vamos directos al primer camping que vemos, bastante grande y cerquita de la playa, pero es precisamente esto lo que para nosotros es un inconveniente, como así fue, porque en recepción nos dicen que no hay plazas, que está al completo; por más que lo intentamos diciéndole que sólo se trata de una noche, que vamos a ocupar poco espacio, no hay manera. Les enseñamos la lista de campings de la zona que llevamos, para que nos orientaran a la hora de elegir otro, y nos sugieren uno que está dentro de la población, no en primera línea de playa, por lo que habría más posibilidades de encontrar plaza allí.

  De nuevo montamos sobre las burras, siguiendo las indicaciones que en recepción le dieron a Gorka, y después de seis kilómetros que a estas alturas se acaban haciendo pesados, llegamos por fin al otro camping, también muy grande y con bastantes servicios.

  Por suerte podemos pasar la noche en él, así que después de pagar y dar los datos, nos dirigimos a nuestra parcela, con el plano del camping para orientarnos, y pasando al principio por el bar y su terraza, donde podríamos tomar unas cervezas más tarde.

  La parcela la tenemos entre pinos, a unos 50 metros de una zona de duchas y aseos, así que montamos las tiendas, nos damos la ducha, hacemos la colada y después de tender ésta entre los árboles utilizando los propios pulpos que llevamos para ajustar las alforjas o el resto del material, nos vamos directos al bar, para tomar unas cervezas, acompañadas de unos frutos secos, para variar.

  Mientras estábamos allí sentados, vemos que aparecen dos chicas que también van en bici, y a las que ayer tarde también vimos en la terraza del bar del camping. Creo que eran vascas y parece que estamos haciendo por el momento el mismo recorrido, y ya es una casualidad coincidir dos días seguidos en los mismos campings y en la terraza del bar de estos.

  Regresamos de nuevo a la zona donde estaban las tiendas, para cenar, esta noche un poco más temprano que de costumbre, porque había fútbol, jugaban la supercopa de España el Madrid y el Barça y en el bar del camping nos comentaron que en función de la gente que lo solicitara podrían echarlo, porque era de pago.

  Terminada la cena y ya de noche, volvemos de nuevo al bar para ver si nos ponían el partido, pero después de esperar un rato, al igual que un grupo de chavales franceses, al final nada, no hubo suerte, no lo pusieron, y el grupo de chavales se acabaron yendo en coche para verlo en algún local dentro del pueblo. Nosotros tomamos algo ya que estábamos allí y después directos a las tiendas, aunque tuvimos que hacerlo 'a toda leche', corriendo, porque empezaron a caer goterones, y es que durante la última hora de la tarde el cielo se fue cubriendo con nubes muy oscuras y ahora teníamos la tormenta encima, pero sobre todo teníamos que aligerar el paso para recoger la ropa que teníamos tendida, que si ya de por si cuesta trabajo que se seque al colgarla tan tarde y con el relente de la noche, si encima se moja entonces ya si que no hay manera.

  Muchos relámpagos, fuertes truenos y algunos goterones, pero por suerte todo quedó en mucho ruido y pocas nueces, muchos truenos y poca agua, aunque quizás lo peor era la incertidumbre para mañana y no por la tormenta de esta noche, sino porque en la información meteorológica que tienen puesta en la recepción del camping, para mañana jueves y para el viernes, para las mañanas dan tiempo revuelto, con nubes, aunque después del mediodía irá mejorando abriéndose claros... ¡ya veremos, ojalá se equivoquen y podamos disfrutar de un día de bicis como el de hoy!...

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VIGÉSIMA ETAPA: Mimizan – Vieux Boucau
Distancia: 77.22 km - Tiempo en bici: 4:14:32 - Media: 18.24 km/h.
Jueves, 18 de Agosto del 2011.

  Despierto a la 7:30, y no escucho caer el agua, y durante la noche tampoco, aunque no me extraña, porque esta noche, después que se alejara la tormenta de rayos y truenos, he dormido del tirón. Saco la cabeza por la puerta de la tienda y efectivamente no ha llovido, pero el cielo está totalmente cubierto, así que como ya he descansado bastante, y aunque falta media hora para que suene el despertador, procuro adelantar terrero y comenzar desmontando la tienda ahora que no llueve y está seca, no vaya a ser que empiece a llover y se acabe mojando y después por mucho que se intente secar siempre queda algo húmeda y al llevarse tantas horas en bolsas cerradas acaba oliendo a humedad.

  Termino de recoger la tienda, coloco las alforjas y me voy a la zona donde están los servicios. Cuando regreso, ya están los compañeros desmontando sus tiendas, así que para no estar parado, comienzo con los preparativos para el desayuno, como calentar el agua para el café mientras ellos terminan de recoger todo.

  A las 9:45 salimos del camping, o lo que es lo mismo, a la misma hora prácticamente que todos los días, no entiendo como nos entretenemos tanto, aunque total, para dos días que nos quedan mejor dejamos las cosas como están o como son...

  Lo primero es deshacer los seis últimos kilómetros extras que hicimos ayer, entre los dos camping, porque teníamos que ir hasta el primer camping donde estuvimos ayer y donde no pudimos quedarnos por estar todo al completo.

  El cielo sigue igual de cubierto y oscuro, y es que tal y como leímos en el parte meteorológico colgado en la recepción del camping donde nos quedamos, hasta media mañana el tiempo estaría revuelto, y después el día empezaría a mejorar.

  En un cuarto de hora estábamos en el camping, y unos metros más adelante estaba la playa, a donde nos encaminaríamos para seguir o continuar con el trazado de la “véloroute de la costa”, con la única orientación de un mapa-croquis de las “véloroutes o pistas ciclabes” de la zona que obtuvimos en la oficina de información y turismo de la Teste de Buch, con un recorrido que no tenía nada que ver con las alternativas que teníamos planificadas para el caso de ir por carreteras, aunque ésta ha sido realmente y por suerte, la tónica dominante desde que salimos de Royán.

  En las cercanías de la playa, enganchamos de nuevo con la “véloroute” que traíamos ayer, dirección a Contis Plage, a 16,7 kilómetros, aunque previamente pasamos por Lespecier Plage, al final del cual, en una especie de urbanización, nos hacemos un lío, no vemos ninguna indicación, quizás porque nos saltáramos alguna previamente, y acabamos en un camino de tierra donde tampoco vemos ninguna señal. Llegamos a preguntar hasta a tres personas distintas, que estaban dando un paseo, y nos decían que sí, que por ese camino se podía ir porque al final acababa desembocando en la “véloroute”.

  Una de las personas a las que preguntamos era un italiano que aparentemente se mostraba muy confiado en lo que estaba diciendo, en las indicaciones que nos estaba dando para seguir por este camino y acabar enlazando con la “véloroute”, pero lo cierto es que cuando empezamos a avanzar nos encontramos con la primeras bifurcaciones y nos asaltan las dudas.

  Para mi lo mejor era regresar al pueblo, ir al último hito o señal buena que vimos sobre la “pista ciclable” y seguir a partir de ahí, porque aquí ya estábamos perdiendo mucho tiempo y lo peor de todo es que no estábamos seguros de ir en la dirección correcta. Finalmente acabamos por decidirnos por esto, o al menos eso creía, porque Rafa y yo nos fuimos en ligera bajada hacia la localidad pensando que Gorka y Tomás venían detrás, pero ellos se habían parado a preguntar a otra persona.

  Hubo un mal entendido, así que Rafa y yo estuvimos esperando dentro la población a que llegaran los otros dos compañeros, en el primer sitio bueno que vimos para intentar seguir el carril bici desde allí, y por otro lado Gorka y Tomás nos estaban esperando en el camino para seguir por él, porque con la última persona con la que habían hablado le había confirmado que efectivamente siguiendo rectos en la bifurcación donde paramos por dudas, se salía a la “pista ciclable”.

  Después de un cuarto de hora o veinte minutos de espera, fueron ellos lo que finalmente dieron la vuelta hasta llegar a donde nos encontrábamos nosotros, y después de aclarar el mal entendido seguimos adelante, aunque no por mucho tiempo, porque Gorka se da cuenta que su rueda delantera está pinchada.

  Cambiada la cámara, seguimos ahora en la dirección correcta, y al final de una calle, giramos a la derecha para coger el trazado de la “véloroute de la costa”, con las oportunas señalizaciones en este punto.

  La diferencia en el trazado de esta “véloroute”, comparada con el de días anteriores, es que si bien es cierto que seguimos pedaleando entre bosques de pinos, hay zonas que son mucho más frondosas, repletas de helechos de gran tamaño, todo completamente verde, y con el carril de la “véloroute” mucho más estrecho, prácticamente sólo cabe una bici, así que si viene alguien en sentido contrario, uno de los dos tiene que apearse del carril, además de que éste está en mucho peor estado, bacheado y descarnado, nada que ver con todos por los que hemos estado pedaleando en días anteriores, que comparado con éste parecen auténticas autopistas. Por otro lado el perfil también cambia, nada de rectas infinitas y completamente llanas, porque aquí el trazado es más de cambios de rasantes, algo más sinuoso, más ideal para poder hacer deporte y menos apto para ir de paseo en bici con toda la familia, aunque también está para eso.


  En estos tramos, a pesar del estado y del trazado de la “véloroute”, Rafa pone un buen ritmo, ayudado en parte por un aliado en el día de hoy, el aire de cola, lo que hace que vayamos recuperando en parte el tiempo perdido por el despiste en el último pueblo por el que pasamos, pedaleando siempre por estos bosques de pinos, fuera de carreteras, coches o demás elementos indeseables...

  Llegamos a Contis Plage, junto a la playa, como su nombre indica. Nuestra idea era hacer la compra aquí, pero es un sitio pequeño, tan sólo dos supermercados chicos y caros, como nos comenta una mujer a la que preguntamos, así que decidimos seguir pedaleando por la “véloroute de la costa”, en dirección ahora a Cap L'Hony, a unos 10 kilómetros de donde estábamos, aunque antes tomamos la fruta y barrita energética de todos los días.

  Nada más salir de este pequeño pueblo, de nuevo nos vemos inmersos en el bosque de pinos, con un carril cuyo firme sigue la misma tónica, estrecho y deteriorado, aunque por este tramo de ruta, nos encontramos con bastante gente en bici, en sentido contrario.

  Llegamos al desvío de Cap L'Hony, pero como suponemos que va a ser un pueblo también pequeño, similar al que habíamos dejado atrás, decidimos seguir hacia delante, en lugar de hacer el desvío y perder tiempo para al final no poder hacer la compra, así que continuamos con el ritmo de pedaleo que habíamos cogido, y así llegamos a las 13:10 horas, a la siguiente localidad, Saint Girons Plage, pero aquí más de lo mismo, así que seguimos tranquilamente, sin prisa pero sin pausa, disfrutando de esta “véloroute de la costa”, que a partir de este punto mejora en lo que a su firme se refiere, aunque sigue habiendo algún que otro cambio de rasante, algo que ni si quiera me molestaría en comentar en otras circunstancias, sino fuera porque hemos tenido días de recorridos totalmente llanos y esto nos parece ya hasta una novedad.

Pedaleando en las cercanías de Leon Lac.

  Nuestra idea era intentar llegar a Moliets antes que cerraran las tiendas para hacer la compra, pero al pasar por Leon-Lac y ver que eran casi las dos, desistimos. Otra opción era acercarnos a Leon pueblo, que estaba más cerca, pero entre llegar, preguntar y dar con la tienda íbamos a llegar fuera de tiempo, así que finalmente decidimos parar aquí, en Leon-Lac, junto a un lago, y comer en uno de los chiringuitos-bares que hay por allí, porque para hoy no nos quedaba nada de comida y porque desde que desayunamos y salimos del camping y hasta ahora, sólo hemos hecho una parada breve en Contis-Plage para nuestro “tentempié” particular de todos los días, así que ya iba siendo hora de descansar un rato y comer.

  Comimos básicamente de platos a los que llaman “fórmula”, que no son otra cosa que lo que nosotros llamamos “platos combinados”, a 12 euros el plato. Cada uno pidió su “fórmula”, además del café, el postre, y un par de cervezas. Por suerte, a la hora de pagar se confundieron y no nos incluyeron ni el café ni una ronda de cervezas, así que dentro de lo que cabe, y para los precios que hay por aquí, sobre todo en lo que se refiere a la bebida, podemos decir que no nos salió mal la jugada, aunque por otro lado, con algo menos de lo que hemos pagado, es con lo que hacemos la compra nosotros (unos 14 euros por cabeza), y con ésta tenemos para desayunar, comer y cenar para dos días... Pero bueno, tampoco está de más darse un pequeño homenaje de tarde en tarde, aunque lo peor fue cuando estábamos disfrutando del postre, porque empezaron a caer algunas gotas de agua, y es que durante todo el día el cielo ha estado cubierto, y en lo que ha mi respecta, mientras estuvimos sentados en la terraza de aquel bar, llegué a quedarme un poco frío, con el cuerpo destemplado, cortado, así que tenía ganas de empezar a darle a los pedales de nuevo para entrar en calor...

  Sólo fueron unas gotas de agua, falsa alarma, así que en cuanto terminamos de tomar el café nos pusimos en marcha de nuevo, retomando el carril bici que nos ha traído hasta aquí, y llegando pronto a Leon pueblo, donde perdemos el carril bici, no vemos señalizaciones hacia Moliets, tan sólo vemos pistas o carriles de tierras que van hacia otros pueblos más hacia el interior o hacia el sur de éste, así que seguimos hacia delante por carretera sin arcén y con muchísimo tráfico, un enemigo del que hacía varios días que no sabíamos nada y que ahora vuelve a la carga, de forma súbita, con toda su crudeza, haciéndonos despertar del letargo en el que estábamos inmersos.

  Tan sólo fueron cinco kilómetros hasta llegar a Moilets, pero totalmente asqueantes por culpa del maldito tráfico. A la entrada, junto a una rotonda, paramos a preguntar en dónde podíamos coger la “véloroute”, porque si todo lo que nos quedaba iba a ser por carretera, y con este tráfico, lo íbamos a pasar mal.

  Por las indicaciones que le estuvieron dando a Gorka, no era obvio dar a las primeras de cambio con el punto donde enganchar con el carril bici, y así tuvimos que callejear un poco hasta dar con él. La verdad es que durante el trayecto por carretera tampoco vimos ninguna señalización a la izquierda de ésta que nos pudiera llevar hasta aquí, o eso, o simplemente la pasamos de largo.

  Una vez retomada la “véloroute”, ahora con un carril amplio y un firme en perfecto estado que bien parecía que estaba recién asfaltado, nos relajamos de nuevo, sabiendo que no tenemos que estar pendiente del maligno, o sea, del puñetero tráfico.

  Durante este tramo nos encontramos con bastante gente en bici y por otro lado, la tarde parece que va mejorando, y empiezan a salir tímidamente pequeños claros por los que se cuelan algunos rayos de sol.

  Llegamos pronto a Vieux Boucau, una localidad que ya conoce Gorka, con lo que no perdemos mucho tiempo parando y preguntando. Nos dirigimos primero al centro, con mucha gente por la calle, con la idea de buscar un supermercado y hacer la compra que no pudimos hacer durante esta mañana.

  Hecha la compra, nos dirigimos al camping municipal de tres estrellas, y dentro prácticamente de esta localidad, pero parece ser que está “completo”... ¡uf, que bajada!.... por si acaso entramos a preguntar por si tienen una parcela de sobra para esta noche o un hueco cualquiera, porque nosotros nos podemos adaptar y ¡hay suerte, suena la flauta!, si es sólo para esta noche podemos quedarnos y es todo lo que necesitamos, así que rellenamos papeleo, pagamos y para dentro, en busca de nuestra parcela, que esta al fondo, cerca de una duna de la que nos separa una valla del propio camping. Más allá de la duna, el Atlántico.


  Nos disponemos a montar la tiendas y a quitar el equipaje de nuestras bicicletas, mientras nos tomamos unas cervezas que habíamos comprado en el supermercado, acompañada de unos frutos secos, aunque esta tarde hemos tenido más trabajo del habitual a la hora de montar las tiendas, porque en esos momentos comenzó a soplar aire bastante fuerte, así que había que fijarlas bien, no fuera a ser que salieran volando ahora que ya estábamos terminando este viaje.


  Después de la ducha salimos del camping para dar un paseo, y antes de ir hacia el centro nos asomamos a una zona de playa que estaba allí cerca, donde la gente práctica surf o al menos lo intenta, en una tarde que estaba rara, con mucho aire y donde los pocos claros que se fueron abriendo han desaparecido y el cielo de nuevo vuelve a estar cubierto.


  De camino al centro pasamos por la plaza de toros, donde precisamente hoy se celebra el 'campeonato de Francia de recortadores', aunque de momento no hay mucho ambiente, es temprano aún.

 Damos un paseo por los alrededores del lago interior de esta localidad, con bonitas vistas, para regresar de nuevo al camping, después de un buen paseo, pasando por las calles más bulliciosas, peatonales, llenas de tiendas, bares y restaurantes, cuyas terrazas a esta hora están repletas, además de estar amenizadas con los cantautores que se ponen a tocar y cantar en plena calle.
  De vuelta al camping, pasamos de nuevo por la plaza de toros, pero ahora hay más ambiente, y algunos de los recortadores que están fuera, con el traje de faena, están hablando con familiares y conocidos.

  Ya dentro del camping nos disponemos a cenar, así que fuera de las tiendas montamos nuestro picnic particular, aunque hoy prácticamente en penumbras, puesto que estamos lejos de las farolas que iluminan las calles principales del camping, así que esta noche tenemos que hacer uso de los frontales.

  Cuando estamos recogiendo el “chiringuito” que montamos para cenar, comienzan a caer unas gotas de agua, así que debemos darnos prisa en recoger todo y meter en la tienda la ropa que teníamos tendida.

  Tomás había dejado, antes de ponernos a cenar, su móvil cargándose en la zona de las duchas y lavaderos, pero cuando regresó para lavar los cubiertos se encontró con la desagradable sorpresa de que éste ya no estaba, se lo habían robado ¡vaya bajón!. ¡Esto es Francia, pero aquí también hay cacos!.

  Lo peor de todo es que en el teléfono también estaba la agenda, como es natural, pero no tenía una copia en papel, y el había dejado el coche en casa de un amigo en Hendaya o en Irún, y ahora no se acordaba del teléfono y no podía contactar con él, así que mañana en cuanto llegáramos a Hendaya, final de etapa, tendría que ir buscar la casa de su amigo y cruzar los dedos para que hubiera alguien allí.

  Después de cenar, me fui a la zona de las duchas y servicios, para cargar el móvil sin quitarle la vista de encima, sobre todo después de lo que le había pasado a Tomás, y en la espera estuve escribiendo estas notas, mientras veía como caía un buen chaparrón que no duró mucho.

  Por la tarde, antes de ducharme, estuve haciendo unas llamadas para planificar el viaje de regreso a casa. Primero llamé al albergue de Donosti, al de Ondarreta, donde ya estuve al comienzo de este viaje, con el fin de intentar reservar plaza para el sábado, ya que la idea era hacer la última etapa de Hendaya a San Sebastián, con lo que llegaríamos por la tarde y cuando llegara al albergue tenía que estar seguro de tener plaza, pero por desgracia me comentan que por teléfono no puedo reservar nada, no es posible, y para mañana sábado iba a estar muy complicado puesto que era el día más importante y de más gente de las fiestas de San Sebastián, de su “Semana Grande”.

  A partir del sábado, o sea, el domingo por ejemplo, no iba a tener ningún problema, pero para el sábado sólo había 10 plazas libres, abrían a las 8 de la mañana y conforme fuera llegando el personal se irían dando.

  Esto rompía mis planes por completo, porque la idea era hacer la última etapa, llegar por la tarde al albergue y quedarme a dormir allí y el domingo por la mañana coger el bus hasta mi pueblo, porque ya tenía comprado el billete de ida, y sólo tenía que confirmarlo. Para el domingo, por tanto, en principio me daba igual que hubiera o no plazas libres, porque esperaba no estar ya allí.

  Por otro lado, llamé también a 'Alsa' para intentar confirmar el billete de ida por teléfono, pero me comentan que sólo puede hacerse por internet o a través de un 902, y por supuesto con el código del localizador en la mano. Como no dispongo de internet, lo intento llamando al 902, pero por más que lo intento no tengo suerte.

  Como he dicho, esto suponía un cambio de planes, la última etapa prevista, entre Hendaya y San Sebastián no la haría en bici, por la mañana temprano cogería el tren, el mismo con el que hice el trayecto a la inversa cuando comenzamos este viaje, procurando llegar a Donosti temprano, con el fin de, primero ir a la estación de bus, o mejor dicho, a las oficinas de 'Alsa' que están cerca de la parada de los autobuses, y confirmar el billete de ida para el domingo, y segundo, irme directo al albergue de Ondarreta para reservar cama para la noche del sábado.

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VIGÉSIMO PRIMERA ETAPA: Vieux Boucau - Hendaya
Distancia: 86.54 km - Tiempo en bici: 4:58:00 - Media: 18.03 km/h.
Viernes, 19 de Agosto del 2011.

  La noche estuvo revuelta, mucho aire y tormentas, aunque después del chaparrón que cayó anoche mientras cargaba el teléfono y escribía unas notas, lo único que hubo fueron algunas gotas de lluvia que cayeron intermitentemente, pero al igual que la noche anterior, todo quedó en eso, así que al levantarnos esta mañana la tienda estaba completamente seca, y es que el aire que hizo ha secado completamente las gotas de agua que cayeron por la noche.

  Esta mañana, al igual que ayer al levantarnos, de nuevo el cielo cubierto, así que procuramos recoger las tiendas como primera tarea, no vaya a ser que caigan una gotas y las mojen y después tengamos que estar secándolas con trapos. Recogidas las tiendas, y después de la rutina diaria, con un desayuno muy distendido, se nota que ya estamos acabando y comienza la relajación, nos disponemos a salir del camping, a las 9:45, aunque antes pasamos por recepción para dar el aviso del robo o desaparición del teléfono móvil de Tomás, más que nada por si alguien se lo encuentra o decide entregarlo al ver que no pueda utilizarlo.

  Tenemos que deshacer la última parte del camino realizado ayer para adentrarnos en el centro de Hendaya y después al camping, para poder retomar la pista ciclable, el carril bici por el que veníamos ayer, para seguir por él en dirección a Capbreton, a unos 17 kilómetros, aunque antes había que pasar por Hossegor, y en esta localidad pedaleamos junto a su lago, con unas vistas muy relajantes a esta hora de la mañana, pero pronto volveremos a la triste realidad, sobre todo al pasar por su centro, ya que es día de mercado y sus calles están abarrotadas de gentes y coches, formando un auténtico caos.

En la entrada a Hossegor.

  Desde aquí y hasta la vecina Capbreton seguimos por carretera local. Atravesamos Capbreton tranquilamente, haciendo turismo, y con Gorka preguntando en varias ocasiones por la dirección en donde podíamos coger la pista ciclable o vía verde o carril bici que va en dirección a Bayona.

 Pedaleando por Capbreton.

Gorka preguntado por la "véloroute" en Capbreton.

  Nos costó un poco, pero por fin enganchamos con el el carril bici, y como casi siempre, igual de frondoso y relajante, ente pinos y enormes helechos, y lo que sigue siendo un gustazo es el ver a tanta gente haciendo deporte por este carril bici, ya sea haciendo footing o dando un paseo en bici, pero lo que más me gusta es ver a los peques de cinco o seis años, con sus bicicletas, siguiendo a sus padres, todos pertrechados, con sus cascos e incluso algunos con sus minialforjas en las que yo creo que lo único que cabe es el bocadillo, algún zumo y poco más...


  Cuando llegamos al desvío de Odres, decidimos tomarlo, son 2,5 kilómetros hasta allí, hasta la playa, donde paramos para comprar pan y ya puestos, tomar nuestro tentempié habitual, en esta ocasión con vistas al mar, aunque de momento el día no estaba para mucha playa, hace fresco y el cielo sigue cubierto.

Tomando un tentempié en Odres, con vistas al mar...

  Antes de seguir por la pista ciclable, tenemos que deshacer el tramo de 2,5 km para poder retomar la dirección a Bayona.

  A cuatro o cinco kilómetros antes de llegar a Bayona, no sé muy bien si nos equivocamos o es que realmente la pista sigue por donde fuimos nosotros, porque perdemos la referencia del carril bici, las señalizaciones, y terminamos por seguir las flechas amarillas del Camino de Santiago, desconozco si aquí coinciden los dos recorridos, pero lo cierto es que pasamos de carril bici o carreteras locales, a pistas de tierra.

  Tuvimos alguna que otra duda, pero al final hicimos caso de las flechas amarillas del Camino de Santiago, porque éste debería ir en la dirección en la que nosotros vamos, aunque haga otro recorrido y aunque ahora pedaleamos por caminos y pistas de tierra, el firme no es malo, y tiene mucha pinta de vía verde, así que seguimos adelante sin saber muy bien a dónde íbamos a salir.

  Tenemos suerte, el camino sale a una rotonda, y después de un tramo de carretera llegamos a la entrada de Bayona. Cruzamos un puente siempre con la vista puesta en las torres de la catedral, al fondo a nuestra izquierda.

  A mi hubiera gustado hacer una parada y un recorrido por el centro, y visitar la catedral y los alrededores, pero al final seguimos hacia delante, y por la hora que era, mejor seguir un poquito más adelante y hacer la parada para comer y para el callejeo turístico en Biarritz, entre otras cosas porque hoy no era cuestión de parar más de lo comentado esta mañana, para no llegar excesivamente tarde, ya que Tomás tendría que hacer sus “gestiones” al llegar hoy al final de etapa, para solventar el tema del coche, ya que después del robo de su móvil ayer se había quedado también sin el número de teléfono del colega en cuyo garaje había dejado el coche, y no tenía otro medio de avisarlo, y pudiera ser que al llegar el fin de semana su colega se fuera y el tuviera que estar esperando a que regresara.

  Al cruzar el puente que he mencionado antes, giramos a la derecha, pedaleando ahora por carril bici durante 7 km, hasta llegar a la localidad de Anglet y al poco de cruzar ésta llegamos a nuestro primer objetivo previsto, la playa de Biarritz, sobre las 14:30 y con mucho ambiente. En los alrededores buscamos una zona de césped, junto a una especie de cueva y al lado de un escenario que tienen allí montado; hay algunos árboles que nos dan sombra, y se agradece, porque durante el día el cielo ha ido abriendo y a esta hora luce un sol radiante y por primera vez desde que empezamos este viaje disfrutamos de una temperatura veraniega, alrededor de los 30 grados, así que el lugar nos parece ideal para comer y descansar.

 Faro de Biarritz.

Descanso en Biarritz, comida y siesta...

  Terminada la comida y el café, nos relajamos un rato tumbados sobre el césped, y a las 16:30 de nuevo nos ponemos a dar pedales, bordeando la playa y subiendo una cuesta de 1,5 km que a esta hora del día, con la comida aún en la boca y después de tantos días en los que las piernas se han acostumbrado meramente a llanear, nos hizo retorcer sobre nuestras monturas, una buena trepada desde la misma playa hasta la calle por la que accedemos a la zona céntrica de Biarritz. Pasamos junto a uno de sus casinos, y por calles céntricas repletas de edificios de bella factura, y es que esta localidad pasó de ser puerto ballenero en su origen, a convertirse en lugar de recreo para los ricos de Europa en el siglo XIX, y su popularidad adquirió más auge cuando la emperatriz Eugenia descubrió su suave clima invernal durante el reinado de su esposo Napoleón III, y lo que otrora fuera la antigua residencia de esta emperatriz, hoy se ha convertido en uno de los últimos grandes hoteles de lujo de Francia.

  Hasta aquí, hasta Biarritz, sabíamos que llegaba la pista ciclabe, carril bici o vía verde o como queramos llamarla, por la que hemos venido pedaleando por toda la Aquitania, desde que salimos de Royán, pero a partir de ahora sólo nos podríamos guiar por el roadbook que teníamos previsto para el caso de ir por carreteras, pero por si acaso, mejor parar y preguntar en la oficina de información y turismo por si hubiera algún camino o alguna pista ciclable que fuera reciente y no estuviera en el mapa que teníamos, o en su defecto, la mejor opción para ir en bici hasta Hendaya.

  En la oficina nos comentan lo que ya sabíamos, que no hay pista ciclabe, vía verde ni nada por el estilo, y la mejor opción es seguir adelante por la carretera D810 hasta Saint Jean de la Luz, porque la opción de ir por carreteras locales más hacia el este, hacia el interior, para después volver a girar hacia el oeste, hasta Saint Jean, supone dar más rodeo.

  En la oficina también nos dieron el teléfono del albergue de Irún, porque en Hendaya no había, tendríamos que buscar camping, o en el caso de llegar muy bien de tiempo, seguir hasta Irún y quedarnos allí en el albergue.

  Antes de ponernos en marcha, llamamos al albergue de Irún, porque si tenían plazas libres procuraríamos aligerar la marcha y parar lo menos posible para pasar la noche allí, en lugar de quedarnos en Hendaya, pero nos comentaron que no tenían plazas libres, algo normal en estas fechas, no sólo por el tema de las vacaciones, sino porque además coincide con la “Semana Grande” de San Sebastían y en vísperas de fin de semana, pero al comentarles que íbamos en bici y el viaje que estábamos haciendo, nos dieron la idea de probar suerte en el albergue de peregrinos, dentro de la red de albergues del célebre Camino de Santiago, y amablemente nos dieron el número de teléfono.

  Llamamos al albergue de peregrinos de Irún y no me acuerdo muy bien de si tenían o no plazas, pero lo que dejaron claro cuando les preguntamos, es que la hora de cierre del albergue era a las 22 horas, algo muy normal, ya que los peregrinos que van a pie, a parte de que necesiten descansar, se levantan muy temprano, y así a las cinco o a las seis de la mañana ya suelen estar en pie, por lo que es normal que pongan esta hora de cierre, para que el personal no venga a deshora o cuando le venga en gana, molestando a todo el mundo. Quizás otro día nos hubiera dado igual, pero esta noche queríamos darnos un buen homenaje, porque iba ser nuestra última noche juntos, el fin del viaje, mañana cada uno intentaría buscarse el regreso a casa como más le conviniera, así que esta noche queríamos cenar y tomar unas cervezas sin presión de horarios, por lo que seguiríamos con los planes iniciales, o sea, llegar a Hendaya y buscar camping que o bien fuera céntrico para ir a algún sitio a cenar, o que al menos tuviera bar-restaurante.

  Desde que dejamos la zona de la playa y hasta que dejamos atrás Biarritz, adentrándonos en la nacional D810, todo es el recorrido es en subida, primero con fuerte repecho de más de un kilómetro, después pedaleando en ligera subida por las calles del centro de Biarritz, y finalmente saliendo de ésta con otro buen repecho.

  Desde aquí, y durante los 15 km que nos esperaban hasta Saint Jean de Luz, el recorrido fue un continuo rompepiernas, con fuertes y cortos repechos de subida con sus bajadas correspondientes, en una tarde calurosa, donde por primera vez sudamos por los cuatro costados, ya que al perfil de sube-y-baja, a la temperatura, y a la hora que era, se suma también que hacemos este tramo a buen ritmo, en parte provocado por que vamos a tirones, y es que en cuanto el que va en cabeza afloja el ritmo, en seguida salto otro que tira para delante y vuelve a imprimirlo, así que entre unas cosas y otras, creo que esta tarde ha sido la única paliza a nivel físico que nos hemos metido, lo que obligó que en una de las localidades por las que pasamos antes de llegar a St Jean, no me acuerdo si en Bidar o en Guéthary, paráramos a comprar un par de botellas de litro y medio de agua fría, para repartírnosla ente los cuatro, puesto que nos habíamos quedado sin agua.

  Este tramo ente Biarritz y St Jean, y en general supongo que toda esta zona de costa Vasco-Francesa, tiene mucho tráfico (hasta ahora no lo habíamos notado porque habíamos llegado hasta Biarritz por carril bici) y eso que aparte de la carretera por la que pedaleamos nosotros hay también una autovía, y es que es una zona de recreo, veraniega, con buenas playas y donde además también se practica surf, así que no es de extrañar que además de franceses, encontremos a muchos vacos por aquí, que para eso están a tiro de piedra, a lo que hay que sumar también que hay poblaciones muy próximas (St Jean, Biarritz o Bayona), con lo que el personal se puede desplazar de una a otra para no aburrirse.

  Llegamos a St Jean de Luz, accedemos a su centro para hacer una parada y hacer un recorrido turístico, aunque Gorka, y creo que Rafa también, ya conocen toda esta zona, así que para ellos tiene menos interés. La calle central y peatonal estaba completamente abarrotada de gente a esta hora de la tarde, hasta el punto de que es casi imposible avanzar por ella bajados de la bici y llevando a ésta al lado, por lo que decidimos para en una placita pequeña, donde un grupo de música tocaba junto a la calle que estaba de gente hasta rebosar.

  En esta pequeña plaza, nos ponemos a la sombra mientras saboreamos un helado, y como Rafa no tenía mucho interés en adentrarse en aquella marabunta de gente, se quedó allí vigilando las bicicletas, mientras nosotros nos fuimos a hacer un poco de turismo, guiados por Gorka que como ya he dicho, ya ha estado por aquí.

  La calle peatonal está plagada de tiendas y de un incesante ir y venir de gente. Llegamos a otra plaza, más grande, abierta, con la iglesia, el puerto y muchos bares y terrazas con sus mesas al completo, todo lleno de gente, y es que por si fuera poco, al coger una calle que sale de esta plaza, es cuestión de 100 metros estábamos ya en la playa, que hoy si, hoy por primera vez desde que empezamos el viaje, vemos completamente llena, con la gente bañándose y tomando el sol, y no será porque no hemos pasado y visto playas y más playas, pero la temperatura y las circunstancias meteorológicas no han sido las mejores, de hecho, ni siquiera nos hemos bañado en el mar, y el par de veces que algunos han hecho uso de los bañadores ha sido sólo para darse un baño en la piscina de algún camping. Hoy en cambio era la tarde ideal para estar de playa, pero tampoco era cuestión de estarnos toda la tarde aquí, aparte de que sinceramente, y al menos en mi caso, me agobia un poco ver tanta aglomeración, supongo que soy más ermitaño, más solitario, ¡qué le vamos a hacer!, cada uno es como es...

  Volvemos de nuevo a donde estaba Rafa, callejeando un poco y volviendo a retomar después un pequeño tramo de calle peatonal hasta llegar a la pequeña plaza arbolada donde nos espera Rafa.

  Antes de reemprender la marcha, consultamos de nuevo el mapa detallado que teníamos de esta zona y que nos habían dado en Biarritz, y vemos que además de la carretera nacional por la que estamos pedaleando, sale ahora otra carretera secundaria que bordea la costa, con una camino marcado a su derecha, junto a los acantilados, que no sabemos muy bien a qué se corresponde, así que decidimos probar suerte e ir por esta carretera que seguro tendría menos tráfico.

  La elección de seguir por esta carretera fue el mejor acierto del día, ya además de que soportaba menos tráfico, iba bordeando toda la costa, con muy buenas vistas del mar y de los acantilados y el camino que veíamos marcado en el mapa era una senda de trazado muy irregular, no apto para bicis con alforjas, y que corresponde al GR10 francés.

Gorka pedaleando por el tramo de costa entre St Jean de Luz y Hendaya.

  A pesar de ser un recorrido agradable y bucólico, pedaleando siembre al borde de los acantilados, no es que disfrutáramos mucho precisamente, porque en este tramo fuimos bastantes rápidos, dando todo lo que teníamos, y eso que el perfil era un auténtico rompe-piernas, con continuos sube-y-baja como fue todo el recorrido desde que dejamos la playa de Biarritz, y es que éramos conscientes de que estábamos terminando el viaje, que faltaban apenas unos kilómetros después de 21 días de pedaleo por toda la costa oeste de Francia, y parece que nos entraron las prisas...

  Al final de un largo repecho, el último, notamos que las piernas ya no respondían igual, más que piernas parece que llevamos dos troncos de madera, pero por suerte, vemos arriba el cartel indicando el término de Hendaya, y el cansancio se mitiga con la alegría de saber que habíamos completado el viaje, así que una foto de grupo con el cartel al fondo, y bajada hasta esta localidad, y antes de adentrarnos en ella vemos algunos carteles de campings, y nos acabamos decantando por uno de tres estrellas que estaba cerca de allí, a unos 500 metros, aunque alejado del centro, pero disponía de restaurante y bar, así que íbamos a poder darnos allí un homenaje esta noche.

  No hubo problemas para alojarnos, entramos dentro, buscamos nuestra parcela y Tomás rápidamente deja todo el equipaje y sin montar la tienda, parte de nuevo con la bici para hacer 6 o 7 kilómetros extras de ida y otros tantos de vuelta, para acercarse a la casa de su colega, en cuyo garaje había dejado el coche y solucionar todo para mañana, puesto que no tenía el móvil para avisarle y su número tampoco lo tenía anotado en otro sitio aparte de en la agenda del teléfono, y como algún capullo de turno se lo robó en el camping donde nos alojamos anoche, así que tuvo que darse una buena paliza y por si fuera poco, sin saber si cuando llegara iba a haber alguien casa.

  Mientras Tomás salió para solucionar sus problemas de logística para los próximos días, nosotros nos dedicamos a montar las tiendas, para después Rafa y Gorka irse primero a la piscina a darse un baño, antes de pasar por la ducha, aunque yo me fui a ésta directamente.

  Terminado el aseo nos dirigimos al bar para tomar unas merecidas cervezas mientras esperábamos a Tomás, que después la paliza que se pegó al menos pudo solucionar todo.

  Sobre las 10 de la noche nos sentamos en una mesa para disponernos a cenar, aunque antes de que llegaran los platos, fuimos dando buena cuenta de una botella de vino que pedimos. La cena fue muy agradable, distendida, relajada, los deberes estaban hechos, la ruta estaba terminada, mañana cada uno irá a su aire, buscando el viaje de retorno de cada uno a su casa.

  Se nota claramente que estamos en el sur de Francia, en la frontera con España, porque cuando empezamos esta aventura, en los camping en los que nos quedábamos en el norte, a las 10 o 10:·30 ya estaba todo el mundo en sus tiendas y el camping en completo silencio, en cambio aquí, a las 12 de la noche, el karaoke que había junto al bar-restaurante estaba en pleno auge y cuando íbamos de camino a nuestras tiendas se veía al personal de las tiendas cenando fuera de éstas o tomando ya sus copas, en un “ambiente más nocturno”, con normas del camping menos estrictas.

  Cuando nos fuimos a las tiendas, a pesar de estar agotado, decidí escribir un poco sobre la última etapa de este viaje, y aún seguía escuchando a los del karaoke y a la gente charlando fuera de sus tiendas, y eso que cuando me metí en el saco ya eran cerca de la una de la noche, pero estaba completamente rendido, así que no terminé de escribir todo lo que quería y no me enteré de nada más de lo que ocurrió después, porque por la mañana me comentarían que hubo bastante movida, que un gato se subió a un árbol y estuvo “dando por culo”, maullando sin parar, hasta el punto de que creo que tuvieron que llamar a los bomberos para bajar al puñetero gato... ¡mandan cojones!...que diría aquél... menos mal que yo de esto ni me enteré, caí totalmente fundido, drogui, muerto, ¡Zzzzzzzzzzzz!....

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FIN DE VIAJE (I) - Sábado, 20 de Agosto del 2011.

  Hoy no teníamos que pedalear, tan sólo el trayecto entre el camping y la estación de tren de Hendaya, y en mi caso particular, mis planes eran coger el euskotren hasta Donosti, ir a la estación de bus para confirmar el billete de regreso a casa, y después ir rápido al albergue para intentar reservar plaza para esta noche, algo complicado por el tema de las fiestas (Semana Grande) y ser además noche de sábado, la más fuerte de las fiestas; y por último, encontrar alguna tienda de bici para conseguir una caja, o en su defecto, una papelería o ferretería que estuviera abierta y pudiera comprar algo para poder embalar la bici.

  Nos levantamos a la hora habitual de todos los días, a las 8 de la mañana, y después de desmontar las tiendas y pertrechar nuestras burras, nos vamos a la recepción del camping, llevándonos la grata sorpresa de que nos cobran 30 euros en total, aunque inicialmente eran 39 euros los previstos, pero tuvimos un descuento y no sé muy bien por qué, pero esos 9 euros de ahorro los invertiríamos en el desayuno, puesto que para hoy ya no teníamos provisiones, así que desayunaríamos tranquilamente en los bares que hay frente a la estación de tren.

  Desde el camping hasta la estación de tren, la SNCF, hay un buen trecho, 5 ó 6 km, al menos por el recorrido que nosotros hicimos, porque posiblemente se llegue antes por otro sitio; primero salimos en bajada hasta la zona de playa, seguimos bordeando ésta y por último callejeando, en un día que había amanecido con una ligera nieblina, grisáceo.

  El euskotren se coge al lado de la SNCF francesa, apenas a 50 metros, así que una vez que llegamos allí, como el tren que cogeríamos Rafa y yo, no salía hasta las 10, y Tomás y Gorka no tenían prisas, nos fuimos a uno de los bares que hay allí al lado, donde hacía justamente tres semanas estuvimos comiéndonos unos bocatas y tomando unas cervezas, antes de coger el tres nocturno hacia París, en el inicio de la ruta, cargados hasta los topes de ganas e ilusión, y ahora estamos aquí otra vez, en el fin del viaje, después de haber compartido todo tipo de experiencias en estos días, cerrando el ciclo.

  Terminado el desayuno y unos minutos antes de las 10, nos despedimos y ¡ojala volvamos a vernos!. Por un lado, Tomás y Gorka se irían hasta Irún, donde Tomás quedaría con su colega para el tema del coche tal y como ya estuvieron hablando ayer, y Gorka cogería un cercanías hacia Beasain; y por otro lado, Rafa y yo cogeríamos el euskotren hasta Donosti, allí Rafa haría trasbordo para ir a su localidad, a Ermua, mientras yo iría con las prisas para intentar cerrar lo antes posible el viaje de regreso a casa en bus y para intentar reservar plaza en el albergue para esta noche.

  A la hora de coger es euskotren vemos dos furgonetas de los gendarmes franceses en la entrada, y están controlando a todos los que van saliendo. Parece ser que con el tema de la fiestas en Donosti, una “cuadrilla” de gamberros y borrachos han estado formando altercados dentro del tren, y metiéndose con la gente, por lo que alguien avisó a la policía y ahora estaban aquí esperándolos, pero según contaba una señora a uno de los gendarmes franceses, se habían bajado en una estación anterior, en territorio español.

  Algunos de los que salen van con una “buena mierda” encima y se muestran 'pesados' a más no poder. En cuando nos dan el visto bueno, entramos con nuestras burras y nuestros billetes, montados en el tren y directos a Donosti, llegando a la estación de Amara a las 10:45. Allí me despido de Rafa, y yo salgo pitando hacia la estación de autobuses que está allí cerca, pero no es una estación como las que estoy acostumbrado a ver, está al aire libre, y es más una zona donde los autobuses llegan y se van, no hay oficinas de las empresas que dan sus servicios, así que pregunto en una oficina de información que hay allí mismo y me comenta que las taquilla y oficina de la empresa ALSA están en una calle allí cerca, a menos de cinco minutos, así que me encamino hacia allí, dejo a 'Bucéfalo' candado en la puerta y espero mi turno en la cola.

  Cuando me toca, enseño el localizador de mi billete para el viaje de vuelta con la idea de que me lo confirmen para mañana y me llevo la inesperada sorpresa de que los domingos no sale ningún bus para mi destino, le digo que lo vuelva a comprobar y me vuelve a decir lo mismo, así que tendría que esperar al lunes, y estar dos noches, en lugar de una, en San Sebastián.

  Lo siguiente es ir en bici hasta el albergue de Ondarreta, a unos 4 km desde donde estaba, en un trayecto ya conocido, primero llegando a la playa de la Concha, bordeando ésta por el carril bici, y seguir después bordeando la playa de Ondarreta.

Vistas del Monte Urgull, a la derecha, la isla Santa Clara, en el centro, y el Monte Igeldo atrás y a la izquierda de la esta isla.

  Llego al albergue y tengo suerte, me he librado por los pelos, al menos para esta noche de sábado, porque para la noche del domingo no hay problemas, ya que mucha gente, sobre todo muchos chavales franceses, vienen a pasar las fiestas y mañana dejan el albergue, es más, en mi habitación, los 4 o 5 chicos que estaban eran franceses y la tenían hecha una pocilga, aquello parecía una chabola de gitanos, un completo desastre, allí todo tirado por las camas, las sillas, el suelo, en fin, que todo manga por hombro, menos mal que yo sólo iba a estar para darme una ducha y dormir, y además seguro que mañana ya se irían, así que el domingo estaría más tranquilo.

  Dejo el equipaje en las taquillas de consigna del albergue, y con 'Bucéfalo' más ligerito, me dirijo a una de las calles que me habían indicado el personal del albergue cuando les pregunté por alguna tienda de bicis, para intentar conseguir una caja para poder transportar la bici en el bus.

  Cuando llego a la zona que me habían indicado, las dos tiendas de bicis están cerradas, algo que no me extraña, primero por ser pleno mes de agosto e igual están de vacaciones, segundo porque pudiera ser que los sábados no abrieran y tercero porque seguro que en fiestas, en plena 'Semana Grande', además de ser sábado y en Agosto, lo iba a tener complicado, y efectivamente así fue; entré en un estanco a preguntar y me confirmaron que en estas fechas tenían cerrada la tienda de bicis que estaba al lado, así que el plan B era encontrar una ferretería o papelería para comprar plástico de bolitas, del acolchado, del utilizado para envolver.

  Tuve suerte y pude encontrar lo que buscaba en una ferretería por allí cerca, sin tener que andar mucho. Pedí cinco metros de este plástico, los suficientes para poder embalar la bici, y ya con los deberes hechos, me senté en la terraza de un bar para desayunar por segunda vez, a las 12 de la mañana, con toda la calma del mundo, leyendo tranquilamente el periódico después de estar tantos días desconectado del mundo.

  Lo siguiente que hice fue irme en bici a la Parte Vieja, a dar una vueltecita, y a tomarme unos vinos antes de ir a comer en uno de los bares en los que ya estuve comiendo cuando emprendí este viaje, hacía ya tres semanas, y donde comí de menú, bastante bien y a buen precio.

  A las 15:30 me vuelvo de nuevo en bici al albergue, para ducharme y relajarme un rato con un siesta, aunque antes dejé a 'Bucéfalo' amarrado en el lugar que tienen destinado para ello, puesto que por aquí pasa también el Camino de Santiago, el del Norte, y mucha gente va también en bici por lo que tienen un lugar reservado para las bicis, aunque los peregrinos con los que coincidí en el albergue, iban todos andando.

  Dentro de lo que cabe, no se ha dado mal cerrar el viaje de regreso, y la mala suerte inicial al no poder regresar el domingo, se contrarestó con poder coger plaza en el albergue, algo que era bastante complicado, sobre todo para la noche del sábado, ya que de lo contrario hubiera tenido que estar buscando alguna pensión, y en estas fechas y en fiestas, también estarían o llenas o pedirían mucho más dinero del habitual, así que al menos me ahorro algo de pasta, con la que podré estar 'tirado' este día y medio que me quedaba, por las calles de San Sebastián, conociendo más esta ciudad y disfrutando de sus fiestas y del impresionante ambiente que se respira, sobre todo en la parte vieja.

  Por la tarde, me fui en bus desde el albergue a la parte vieja, pasando primero por los alrededores del Ayuntamiento, un edificio monumental, con mezcla de estilos arquitectónicos, que originalmente fue construido en 1882 como un lujo casino, que estuvo funcionando hasta la prohibición del juego a mediados de los años veinte, pasando pocos años después a convertirse en la Casa Consistorial, y así hasta hoy.

  Sigo el paseo por la parte trasera del Ayuntamiento, y por el Paseo del Muelle llego hasta la zona donde se encuentra el Museo Naval y el Aquarium.

  Sigo mi recorrido con el principal hito que me había marcado para esta tarde, que no era otro que el de subir al monte Urgull (nombre de origen gascón, cuyo significado es 'orgullo'), disfrutando tranquilamente de las bonitas y espectaculares vistas que se disfrutan, no sólo desde arriba, sino durante toda la subida en general: de la parte vieja, de las playas de la Concha y de Ondarreta, de la isla Santa Clara, y del monte Igeldo al que tengo pensado subir mañana. Todo el recorrido por bonitos paseos en medio de este parque de espesa vegetación, tanto natural como exótica, y encontrándome diferentes tramos de 'baterías' pertenecientes a las fortificaciones que rodeaban todo este monte, como las baterías de las Damas, de Bardocas, del Mirador, del Príncipe, de la Reina, etc. y construidas para uso militar, y es que este monte fue el ultimo bastión de la resistencia francesa en la ciudad durante el asedio de San Sebastián en 1813, e incluso dentro de este parque urbano, se encuentra el “cementerio de los ingleses”, inaugurado en 1924 como recuerdo y reconocimiento de los soldados ingleses que murieron en la batalla de 1813 (se trata de un cementerio militar en el que se encuentran enterrados soldados y oficiales de otras guerras que se libraron en la ciudad).

Atardecer desde el Monte Urgull, con vistas de la isla Santa Clara en el centro, y Monte Igeldo al fondo.

  En la parte alta del monte se encuentra el castillo de la Mota, con tres capillas, sirviendo una de ellas como base a la emblemática imagen de la ciudad, el Sagrado Corazón de Jesús, una estatua de 12,5 metros de altura. Las primeras obras de fortificación de la cima del monte Urgull testimoniadas datan del siglo XII, época en que el Rey de Navarra, Sancho el Mayor, erige un pequeño castillo roquero en forma de torre cuadrada en el punto más elevado, con la intención de proteger el puerto que navarros y aragonenses usaban para traficar con lana. La fortificación de la villa, realizada por su especial situación marítima, comercial y fronteriza, tiene sus orígenes en el siglo XII.

  Durante el paso de los siglos, son muchas las modificaciones y ampliaciones que ha ido sufriendo, en parte para dar cabida a las nuevas necesidades defensivas de la zona, como son las construcciones de distintas baterías de cañones, o la de zonas abaluartadas.

  Cuando regreso hacia la Parte Vieja, ya cayendo la tarde, el cielo está completamente oscuro y al fondo se ven los relámpagos y se escuchan los truenos, ya veremos a ver si la tormenta no estropea la noche.


  Llego a la parte vieja ya con las luces encendidas y con todas sus calles abarrotadas de gente, bebiendo o comiendo en la multitud de bares y tascas que hay por esta zona, que además está completamente amenizada por muchas charangas que van tocando por las calles estrechas y vetustas, además de las cuadrillas que también tocan en un punto dado y van provocando que se vayan formando un buen corro a su alrededor. Tomo unas cervezas mientras me entretengo escuchando y viendo las distintas charangas, así como payasos, mimos, espectáculos de breakdance, etc., antes de irme a cenar.

  Después de la cena me voy a la zona de la playa, para coger sitio y ver los fuegos artificiales de los que todo el mundo habla maravillas, pero es casi imposible encontrar un buen sitio donde estar a gusto y poder hacer fotos, porque todo está abarrotado de gente que llevan esperando horas para coger un buen sitio, y algunos, los que están más cercanos a la zona del Ayuntamiento se llevan la desagradable sorpresa de que tienen que abandonar esa zona, porque forma parte del perímetro de seguridad y la policía municipal los obliga a irse de allí. La playa también está completamente llena de gente sentada sobre la arena para disfrutar del espectáculo de música y pirotecnia, que en principio estaba previsto para las 22:45 y que fueron una auténtica pasada. Durante unos 20 minutos uno no puede más que quedarse con la boca abierta viendo los fuegos bailando al compás de la música, en dos palabras: im-presionante, y eso que ya he visto fuegos artificiales majestuosos, como los de la isla de la Cartuja en la Expo de Sevilla, pero lo de esta noche no es nada comparable. La empresa que lo organizaba creo que era de Valencia, y también participó en la ceremonia de clausura de los JJOO de Sidney, además de tener ya varios premios en las fiestas de la 'Semana Grande' en San Sebastián.

  Después del espectáculo la gente se pone en marcha y cuesta moverse entre la multitud. Mi objetivo ahora es el concierto gratuito de los Celtas Cortos, pero para eso toca darme otra caminata entre la playa de la Concha y un espacio habilitado más allá del Kursaal, cuyos alrededores están tomados por chavales “practicando el botellón” El concierto empezaba a las 23:45, cuando llego ya ha empezado, aunque los voy escuchando de camino. Hay gente pero no está abarrotado, porque al igual que yo, el personal comienza a llegar después del espectáculo de música y pirotecnia, además que la noche empezaba a ponerse mala, las tormentas están rondando y ya veremos si no fastidia este espectáculo que es al aire libre.

  Disfruto del concierto, con sus canciones de siempre; vuelvo a reencontrarme con ellos después de haberlos vistos ya en otras dos ocasiones, pero de eso hace ya muchoooos años, más de quince ¡uf, como pasa el tiempo!. Antes de que terminara el concierto, comienza a llover, no es una lluvia fuerte, pero lo suficiente como para acabar empapado.

  Sobre la una y cuarto o poco más, me vuelvo andando al albergue, más de una hora de caminata. Durante este trayecto y por suerte para mi, para de llover, así que para cuando llego, el pantalón corto y la camisa ya están prácticamente secos.

  Deberían ser más de las dos de la noche cuando llegué al albergue, que tenía las cuatro de la noche como hora de cierre, así que en la habitación de momento sólo estoy yo, porque los franceses y como se suele decir, ni están ni se les espera, me da a mi que estarán toda la noche de fiesta.

  La verdad que no ha estado nada mal el día para poner la guinda final a este viaje que emprendí 22 días antes.

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FIN DE VIAJE (II) - Domingo, 21 de Agosto del 2011.

  Aunque anoche me acosté tarde, me levanto sobre las 8, a la hora que creo comienzan a dar el desayuno en el albergue, así que me voy al comedor y tomo un buen desayuno, porque iba a estar toda la mañana fuera.

  Un poco antes de irme al comedor, llegaron los chavales franceses, supongo que para cuando abrieron las puertas del albergue por la mañana, después de estar toda la noche de fiesta, así que se fueron a la cama, aunque no por mucho tiempo, porque no se si a las 11 o a las 12 tienen que estar fuera, y es que ya me dijeron en recepción que ellos abandonaban el albergue el domingo, y que a menos que viniera mucha más gente, posiblemente el domingo estuviera sólo.

  Después del desayuno me voy hacia la playa y por el paseo de ésta me dirijo hacia la zona del “Peine del Viento” situado al final de dicho paseo. Se trata de tres esculturas de acero realizadas por Chillida, situadas sobre una plataforma elaborada por el arquitecto Luis Peña Ganchegui, incrustadas en la roca y en contacto prácticamente con el mar Cantábrico, cuyas olas llegan a azotarlos, así que no es de extrañar el color óxido que tienen. Sobre la plataforma hay una serie de conductos u orificios de los que sale aire y agua cuando las olas rompen contra las rocas en esta zona de la playa.



  Desde aquí, aún temprano, emprendí la subida al Monte Igeldo, por la carretera de acceso. El funicular que sube creo que no empezaba a funcionar hasta las 11 de la mañana, así que decidí subir dando un paseo por esta bonita subida, sobre todo desde la mitad de ella en adelante, cuando se abandonan las últimas casas, porque se disfrutan de buenas vistas y desde distintos puntos, y todo en un recorrido por pleno bosque.

   Lo que no sabía es que poco antes de llegar hay una barrera y una casa al lado, y cobran por acceder a la cima del monte, incluso si no vas en coche, porque cobrar por persona, así que tengo que pagar el impuesto correspondiente.


  Ya arriba, hay un parque de atracciones y algunos chiringuitos que están abriendo ahora, aún es temprano, y no hay mucha gente arriba, así que mejor, más tranquilidad. Subo hasta el mirador que hay junto al Torreón, donde esta prácticamente el punto más alto.

  El Torreón cumplió las funciones de faro, y fue construido por el Consulado de San Sebastián, a 180 metros sobre el nivel del mar. Era una torre de luz fija destinada a permanecer encendida entre el 14 de septiembre y el 3 de mayo. Se puede entrar y subir hasta arriba donde las vistas pueden ser espectaculares en 360 grados, pero de nuevo hay que pagar para disfrutar de estas vistas. A la entrada de la torre hay una mujer en la taquilla, de momento está ociosa y me da bastante conversación, y así me dice que la crisis se nota, aunque quizás menos en el País Vasco, pero sí que se nota, que otros años en estas fechas ya estaba todo esto plagado de gente, e incluso creo que me dijo que llegaron a estar dos personas aquí para el tema de las entradas y ahora sin embargo está ella sola y muy relajada por lo que veo, al menos hasta ese momento.

  En los alrededores del Torreón también hay una terraza-mirador, y bancos, en una especie de jardín, así que paso de subir a la torre, y me siento en uno de las bancos a disfrutar del entorno, y de paso, ya que me encontraba allí a gusto y tranquilo, escribir un poco sobre el último día en bici de este viaje, y las aventuras y desventuras de ayer para organizar el viaje de regreso.

  Poco a poco comienza a subir más gente, tanto en coche particular como con el funicular que ya está en marcha. Desde aquí arriba, las vistas de las playas de Ondarreta, de la Concha, de San Sebastián, y del Monte Urgull (donde estuve ayer tarde) con la isla Santa Clara entre éste y el Monte Igeldo, son muy bonitas.


  Sobre las 12:30 me voy de allí, bajo de nuevo a la playa, otra vez caminando y realizado el recorrido inverso. Desde la playa sigo todo el paseo a lo largo de las playas de Ondarretea y de la Concha, para llegar a la parte vieja, donde vuelvo a ir al mismo sitio que ayer para comer, que ya iba siendo hora, aunque antes me tomo unos vinitos y un pincho.

  Terminada la comida, un paseo de nuevo por las calles de la Parte Vieja, menos abarrotadas de gente que ayer: Plaza de la Constitución (con fachadas de colorido y números pintados en cada balcón, que dan fe que en esta plaza se celebraron espectáculos taurinos), Calle Mayor, Iglesia de Santa María (de estilo barroco, levantada sobre una antigua iglesia románica), Calle 31 de Agosto (la única que quedó en pie después de los incendios producidos durante el asedio de 1813, y de ahí viene su nombre; en esta calle hay una placita con un pequeño frontón para la práctica de la pelota, aunque en estos días sirve para una competición de deportes populares vascos, como los de levantamientos de piedras, y a pesar de cobrar entrada, por lo que se ve desde fuera, se ve a bastante gente dentro, así que estos deportes populares deben estar bien arraigados en la sociedad vasca, al igual que la 'pelota vasca', porque fuera de aquí, en el resto de España, pasan totalmente desapercibidos), Iglesia de San Vicente (la más antigua de la ciudad, s.XVI, gótica y con bóvedas de crucería) y llegando hasta la plaza de Zuloaga, donde está el Museo de San Telmo, el cual es un antiguo convento dominico del s.XVI, que ha sido rehabilitado y reconvertido en museo, lo malo de esto, es que ha sido ampliado con otro edificio modernista, de estilo vanguardista, pegado al edificio que fue antiguo convento, y la mezcla de estilos choca considerablemente, al menos para mi gusto, y es para mi modesta opinión y sin saber ni más ni menos de arte, sino simplemente discernir entre si me gusta o no estética o visualmente, una auténtica cagada, aunque claro, para gustos los colores...

Iglesia de Santa María, desde la Calle Mayor
Plaza de la Constitución

  Sigo mi recorrido por la calle San Juan hasta llegar a la Alemada del Boulevard, allí entro en una cafetería y me siento a tomar un café y un dulce, y como estoy bastante cansado, decido ir al cine que tengo allí mismo, en el centro comercial “La Bretxa”, en plena Parte Vieja, para terminar de matar la tarde, descansar un poco y ver una buena peli.

  Cuando salgo del cine, me voy hacia la zona del Palacio de Congresos y Auditorium Kursaal, obra de Rafael Moneo, y otro de los edificios que estéticamente no me gustan nada, dos cubos de cemento que no encajan para nada con los edificios de corte clásico que lo rodean, pero como he dicho antes, esto es sólo una opinión mía. Siguiendo por el paseo, se tienen una buenas vistas de toda la playa de Zurriola, famosa entre los practicantes de surf, y es por eso por lo que hay bastante gente practicándolo a esta hora.

  No tengo más ganas de seguir pateando, estoy realmente cansado, así que desde esta zona, justo donde estuve también anoche viendo el concierto, regreso al albergue, sobre las 8:30 de la tarde, aunque de camino compro un bocata para la cena. Hoy quiero acostarme pronto, anoche dormí poco y hoy estoy fundido después de tanto patear, así que me como el bocata en la zona de cafetería-internet del albergue, y a la cama, porque mañana toca también madrugar para coger el bus.

  El día previo al inicio de este viaje, cuando tuve que estar también también casi un día en San Sebastián, hasta las 8 de la tarde, cuando cogería el euskotren para Hendaya, estuve haciendo otros recorridos por esta ciudad, como el catalogado en los folletos turísticos como “El área romántica de San Sebastián”, desde el Boulevard hasta el parque de Araba, pasando por la Plaza de Guipuzkoa, la Plaza de Bilbao, los puentes de Santa Catalina y de María Cristina, el Teatro Victoria Eugenia (obra neoplateresca inaugurado en 1912) y el Hotel María Cristina cuyas fachadas dan al río Uromea, y que son dos edificios unidos al pasado más glorioso de esta ciudad (este Teatro fue durante mucho tiempo, la principal sala de proyección del Festival Internacional de Cine).


Dentro de este recorrido, se accede también a la Catedral del Buen Pastor (construida a finales del s. XIX y en apenas diez años, es una obra neogótica inspirada en los grandes templos medievales de Alemania y Francia; la afilada aguja que corona su fachada, convierten a este templo en el edificio más alto de toda San Sebastián y su fachada es claramente visible desde la Parte Vieja, y en concreto desde la calle Mayor.

Al fondo la Catedral del Buen Pastor, vista desde la Calle Mayor, en la Parte Vieja
 
Catedral del Buen Pastor

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EL REGRESO A CASA EN BUS - Lunes, 22 de Agosto del 2011.

  Desde mi pueblo a San Sebastián no es es que haya muy buenas comunicaciones precisamente, pero al menos hay un autobús diario (excepto lo domingos como he podido comprobar) y aunque son muchas horas y muchas paradas, en el viaje de ida no tuve que hacer ningún transbordo, y lo mejor de todo es que sé que puedo transportar la bici en él, pagando un suplemento, con lo que no tengo que calentarme la cabeza por este tema, así que no me importa echar horas de más en autobús si es que me lleva a mi destino y puedo transportar la bici en él, pero lo cierto es que el viaje de regreso se acabó haciendo interminable...

  El bus partía desde la misma estación a las 7:40 de la mañana, así que tuve que madrugar, puesto que el albergue está por lo menos a 4 o 5 kilómetros de la estación, utilizando el carril bici. Me levanté a las 6 de la mañana, preparé las alforjas y en recepción pedí la llave para abrir una puerta de corredera que daba acceso a la zona donde tenía amarrada a 'Bucéfalo'.

  Saqué la burra a la calle, y allí más tranquilo, fui colocando el equipaje sobre ella, y después, de noche aún, me voy hacia la estación haciendo uso del carril bici que recorre toda la playa y que después va paralelo al río Uromea, hasta llegar prácticamente a la estación de autobuses, que como ya he dicho en otra ocasión, no es una estación al uso, sino que es una zona abierta, donde los autobuses llegan y se van, no hay nada bajo techo, no hay taquillas, no hay información de las empresas, ni de la hora de salida o llegada del los autobuses, no hay cafeterías ni quiosco ni nada de nada, es lo más parecido a una parada de taxis, ¡lástima que una ciudad como ésta no tenga una estación de bus más adecuada!.

  Llego al mismo punto donde tres semanas antes estuve desembalando la bici y montándola para dirigirme al albergue, en lo que eran los primeros pasos de este viaje que ahora termina. Allí, bajo la luz de una farola, quito las alforjas delanteras y traseras, las amarro por parejas con los 'pulpos', desmonto la bici, y procedo al proceso de embalaje con los cinco metros de plástico acolchado y el rollo de cinta adhesiva que llevaba.

  A las 7:15 ya estaba todo preparado, tres bultos: la bici embalada por un lado, las dos alforjas delanteras y las dos alforjas traseras. Ahora sólo quedaba esperar al bus, del que no sabía en cual de los andenes pararía y tampoco hay información de ningún tipo, así que tenía que estar atento cuando se aproximara la hora.

  El viaje de regreso ya empezó a torcerse cuando el sábado, al ir a confirmar el billete de vuelta para el día siguiente, descubrí que los domingos no había bus hacia mi pueblo, con lo que tuve que quedarme un día más en Donosti que he intentando aprovechar para conocer un poco más esta ciudad. Ahora me encontraba en la estación, a las 7:40 y ni rastro de ningún bus de ALSA...

  Pasan 10 minutos, las 7:50, y nada de nada. Miro y remiro el billete y veo que la hora de salida es a las 7:40, ¡comienzo a mosquearme!. Llega un bus de esta empresa, aunque parece más de los que hacen trayectos cercanos, de todas formas voy a preguntarle al conductor si sabe algo y me dice que no me preocupe, que llegará detrás de él, que viene con algo de retraso.


  Casi veinte minutos después de la hora prevista llega el bus, por fin, así que monto la burra y las alforjas en la parte baja del bus, y subo a él, para comenzar el viaje con más de 20 minutos de retraso, bueno por lo menos ya estoy dentro y en marcha...

  Algunas paradas por algunos pueblos de los alrededores, y directos para Burgos, donde al contrario que en el viaje de ida, tengo que hacer transbordo, con todo lo que esto supone para mí, puesto que no puedo llevar a la vez la bici embalada, y los dos grupos de alforjas, y para colmo, toca esperar otros veinte minutos o media hora para coger el otro bus con el que supuestamente ya no tendría que hacer transbordo hasta llegar a mi pueblo.


  Aprovecho la espera para irme a la cafetería y desayunar, porque desde que me levanté esta mañana no había comido nada, así que la bici embalada la dejo fuera, amarrada, y entro con todas las alforjas y el engorro que supone tanto bulto, para tomar un buen desayuno mientras no pierdo ojo de la bici, que controlo por la cristalera de la cafetería, aunque la tengo amarrada, pero es que en las estaciones de bus o tren, nunca se sabe...

  Monto en otro bus y de nuevo en marcha y del tirón, o sea, si hacer más transbordos o paradas, hasta entrar en Extremadura, y aquí ya es un calvario, porque hasta aquí he venido prácticamente dormido, pero ahora ya no tengo sueño y el bus comienza su peregrinaje particular, entrando prácticamente en todos los pueblos hasta llegar a Plasencia, dejando un viajero aquí, dos allí, recogiendo a uno en el pueblo de más allá,... Este tramo hasta Plasencia resulta largo, incómodo y aburrido, y para colmo las pelis que ponen en la tele no puedes escucharlas sino tienes auriculares, y los que uso para el teléfono no sirven, con lo que se me hace muy largo este tramo.

  Desde Plasencia, un tramo directo hasta Cáceres, que se agradece, y aquí otra parada de 20 minutos, y cuando volvemos a montarnos en el bus, resulta que nos obligan a bajar de nuevo porque tiene problemas y no arranca, ¡lo que faltaba!. Ahora tenemos que esperar a que llegue otro bus de repuesto, que por suerte no tardó mucho puesto que estaba allí mismo, porque si esto llega a pasar en carretera o en otro sitio, hubiéramos tenido que estar esperando a que el bus se desplazara hasta donde estuviéramos, pero 'sólo' tuvimos que esperar otro cuarto de hora o veinte minutos.

  De nuevo en marcha y ahora directos hasta la zona de Don Benito – Villanueva, donde de nuevo comienza a ir dejando gente por los pueblos y los 50 últimos kilómetros se hacen ya muy largos. Al final me acabo quedando sólo en el bus, con el conductor, llegando a mi pueblo cerca de las 11 de la noche, después de tanto retraso, transbordo, averías, paradas por los pueblos, etc, etc, etc.

  Ahora toca hacer el proceso contrario, o sea, desembalar la bici, montarla, colocarle las alforjas e irme montada en ella a casa, para terminar este viaje de 25 días.

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