Al día siguiente de realizar, una vez más, la laaarrrrgaaaaa "Ruta de Carlos V" con los compañeros de ASTOLL, de regreso a casa, a la altura de Navalmoral de la Mata, decidí hacer un corto desvío en coche con el fin de realizar una pequeña ruta senderista que me sirviera por un lado, "pa'estirar" las piernas después de la larga jornada del día anterior, y por otro lado, para visitar un enclave como es el Desfiladero del Pedroso, al que llevaba bastante tiempo con ganas de visitar, pero al estar bastante alejado del lugar donde resido, lo tenía planificado para cuando hiciera alguna ruta relativamente cercana y después poderme acercar a verlo, intentando que coincidiera con un período de lluvias para disfrutarlo en todo su esplendor y de paso, visitar varios lugares interesantes que se encuentra muy próximos a él.
El corto recorrido senderista se inicia en el pueblo toledano de Puente del Arzobispo, pegado literalmente a Extremadura, de la que únicamente la separa el río Tajo, así que si cruzamos su emblemático puente sobre el río Tajo, que es el que le da nombre a esta localidad, pasamos de estar en Toledo a estar en Cáceres, o viceversa.
Ya en Puente del Arzobispo, lo primero y tras el pequeño homenaje del café con churros, como iba bien de tiempo y la ruta era corta, decidí callejear un poco por el pueblo para realizar un recorrido histórico siguiendo las indicaciones de un mapa que había visto justo donde aparqué el coche, con los hitos más interesantes de la localidad, para después encaminarme hacia el puente, hacia la salida del pueblo, aunque antes de cruzarlo hice un pequeño desvío de ida y vuelta, a la derecha, para visitar los famosos molinos de Santa Catalina, situados a la orilla del río Tajo, hoy muy abandonados, dejados, llenos de pintadas, pero limpios, sin basura, y adentrase en ellos por sus pasajes y oquedades abiertas en el suelo impone un poco por el estruendo de las aguas que pasan por debajo de él y que se pueden ver y sentir por algunos de los huecos abiertos o por las zonas donde se conduce el agua a gran velocidad para mover estos antiguos molinos, donde en algunos tramos, las viejas y redondas piedras de molino que ya no eran útiles se han reutilizado para ponerlas en el suelo. Sin duda que es muy interesante y recomendable visitarlos, con la debida precaución, andar por dentro de ellos resulta estremecedor por la fuerza, velocidad y rugir con que se siente el agua cuando lo atraviesa, por no hablar de las bonitas estampas que se contemplan desde dentro, al mirar hacia el Tajo, hacia el exterior, a través de las bonitas zonas arqueadas.
El corto recorrido senderista se inicia en el pueblo toledano de Puente del Arzobispo, pegado literalmente a Extremadura, de la que únicamente la separa el río Tajo, así que si cruzamos su emblemático puente sobre el río Tajo, que es el que le da nombre a esta localidad, pasamos de estar en Toledo a estar en Cáceres, o viceversa.
Ya en Puente del Arzobispo, lo primero y tras el pequeño homenaje del café con churros, como iba bien de tiempo y la ruta era corta, decidí callejear un poco por el pueblo para realizar un recorrido histórico siguiendo las indicaciones de un mapa que había visto justo donde aparqué el coche, con los hitos más interesantes de la localidad, para después encaminarme hacia el puente, hacia la salida del pueblo, aunque antes de cruzarlo hice un pequeño desvío de ida y vuelta, a la derecha, para visitar los famosos molinos de Santa Catalina, situados a la orilla del río Tajo, hoy muy abandonados, dejados, llenos de pintadas, pero limpios, sin basura, y adentrase en ellos por sus pasajes y oquedades abiertas en el suelo impone un poco por el estruendo de las aguas que pasan por debajo de él y que se pueden ver y sentir por algunos de los huecos abiertos o por las zonas donde se conduce el agua a gran velocidad para mover estos antiguos molinos, donde en algunos tramos, las viejas y redondas piedras de molino que ya no eran útiles se han reutilizado para ponerlas en el suelo. Sin duda que es muy interesante y recomendable visitarlos, con la debida precaución, andar por dentro de ellos resulta estremecedor por la fuerza, velocidad y rugir con que se siente el agua cuando lo atraviesa, por no hablar de las bonitas estampas que se contemplan desde dentro, al mirar hacia el Tajo, hacia el exterior, a través de las bonitas zonas arqueadas.
“Pudiera ser que ya existiera en esta zona algunos molinos en época musulmana, y al heredarlos el Arzobispo de Toledo de su madre, éste los reforma y revitaliza para ayudar a financiar al Hospital de Santa Catalina (de ahí el nombre que se le da a estos molinos) que albergaría a pobres, enfermos y transeúntes que pasaban por la villa en su peregrinaje hacia Guadalupe cruzando el puente que él mismo hizo construir.
Los molinos de Santa Catalina están construidos entre los siglos XII y XV, con mampuesto de granito y fuerte mortero de cal, conformando un edificio de siete cuerpos, cuatro tajamares y hasta once piedras de molienda, tres de las cuales se encuentran en un edificio separado del núcleo principal, situado en un nivel más elevado sobre el cauce, se trata del -molino de invierno- que se utilizaba cuando las crecidas inundaban el resto de las piedras. El interior del edificio cuenta además con una cubierta abovedada y con algún arco de medio punto.
En ellos se molía el grano del cereal para obtener la harina y funcionaban durante todo el año, gracias a la gran fuerza y abundancia de las aguas del río, así que no es de extrañar que los molinos de Puente del Arzobispo fueran los más concurridos y probablemente los más potentes de la zona, incluso de la provincia, y así en el siglo XVIII ya se decía de ellos que -no hay en el Tajo otros mejores ni más resistentes-”. [Fuente: Real Academia de Toledo]
Tras la bonita, interesante e instructiva visita a estos molinos, de nuevo vuelvo hacia el puente, una colosal, magnífica y bella obra de ingeniería civil que me tomo con mucha calma atravesarla, pues voy de uno a otro lado del puente, haciendo paradas y escudriñando con los prismáticos los alrededores, a ambos lados, para observar en más en detalle las pocas aves que un día de mediados de noviembre se estaban dejando ver.
Al cruzar el puente, ya me encuentro algunos paneles informativos sobre el Desfiladero del Pedroso, el “Camino Real” (uno de los “Caminos de Peregrinación a Guadalupe”) o el GR 113 'Camino Natural del Tajo'.
Al cruzar el puente, ya me encuentro algunos paneles informativos sobre el Desfiladero del Pedroso, el “Camino Real” (uno de los “Caminos de Peregrinación a Guadalupe”) o el GR 113 'Camino Natural del Tajo'.
Fotos del Puente del Arzobispo con la población del mismo nombre al fondo.
A partir de aquí, simplemente es dejarse llevar en un corto paseo de poco más de dos kilómetros hasta toparnos con la desembocadura del arroyo del Pedroso en el Tajo. Solo es cuestión de tomar siempre a la derecha cualquier bifurcación, caminando primero por camino y después por senda, paralelos al río Tajo, que nos quedará siempre a la derecha, echando de vez en cuando la vista atrás para contemplar el monumental puente sobre el Tajo y la localidad toledana que nace a sus pies en el otro extremo; más adelante, desde una posición más elevada, podremos ver desde una perspectiva diferente los molinos de Santa Catalina, en la otra orilla del Tajo.
Complejo de los Molinos de Santa Catalina vistos desde la otra orilla del Tajo.
Y así, sin darme cuenta, contemplando los alrededores y el curso del Tajo, llego en un pispás al Desfiladero del Pedroso, y lo primero que hago, con toda la calma del mundo, es acercarme al ‘borde del precipicio’ para contemplarlo y disfrutarlo desde arriba, para después bajar por una pequeña senda al principio a la que le siguen grandes bloques de piedra dispuestos a modo de escalones, en una zona en la que hay tomar precauciones, sobre todo si la roca está resbaladiza, en caso de que haya llovido o por niebla o relente, o tener cuidado de no pisar en zona de hierba o musgo que pueda producir un resbalón y más si no se lleva calzado apropiado… pero en circunstancias normales y con precaución, se puede bajar relativamente bien.
Parte del desfiladero visto desde arriba.
Vista de la cascada y piedras caballeras... vistas tomadas a mitad de la bajada.
Es curioso, pero a pesar de ser un lugar increíble, único, sobrecogedor como entorno natural y de un valor incuestionable a nivel geológico, el Desfiladero del Pedroso resulta ser un gran desconocido para el común de los extremeños, si exceptuamos su área más próxima y eso que desde hace unos años ha tenido más notoriedad y más visibilidad al catalogarse como el “Geositio Nº 42 dentro del Geoparque Las Villuercas-Ibores-La Jara".
El Desfiladero del Pedroso es un bonito, interesante y espectacular enclave donde el arroyo del Pedroso se encajona entre paredes verticales de rocas graníticas cuarteadas, fracturadas (diaclasas). Podemos disfrutar de sus vistas tanto desde la parte superior, por las dos vertientes, como desde su interior más profundo, al que se accede tras una cortita pero vertiginosa bajada, pasando de las partes altas bañadas por los rayos de sol al interior, donde habita la umbría y el reino de la sombras, llegando justo a la parte más estrecha y encajonada, donde el agua consigue abrirse paso entre los bloques de piedra, y aunque con menos caudal del que me esperaba, la cascada y los pequeños saltos de agua sirven para poner el hilo musical, muy amplificado éste, por el encajonamiento entre las paredes verticales. El tiempo pasa sin darme cuenta, abstraído completamente contemplando ese crisol natural donde se funden cascadas, vegetación, encajonamiento del arroyo entre paredes verticales de rocas fracturadas, “marmitas de gigante”, rocas que toman formas, las vistosas "piedras caballeras" que puestas unas sobre otras guardan un equilibrio perfecto sin llegar a caerse, cual el mejor de los equilibristas de 'circo del sol', o simplemente ver el agua que se precipita rauda y serpenteante entre las rocas, para unos metros después, acudir mansas al encuentro del Tajo, fundiéndose en él.
El tramo de lo que se considera Desfiladero, es de apenas 700 metros, coincidiendo con el último tramo del arroyo del Pedroso y más concretamente el tramo que va desde las ruinas de uno de los antiguos molinos, el molino del Pedroso, emplazado en su cauce, hasta su desembocadura en el Tajo.
El pequeño recorrido senderista puede continuar bajando un poco más adelante a las ruinas de un antiguo molino, donde comienza el tramo del desfiladero, y desde ahí, siempre que el caudal del arroyo lo permita, se pude cruzar a la otra orilla y subir para ver el desfiladero y la cascada desde la otra vertiente, desde arriba, para después continuar hacia la Fortaleza de Castros y volver a cruzar el arroyo por el “Puente de los Molinos”, realizando un recorrido semicircular.
No pude cruzar el arroyo, así que hice la ruta lineal, ida y vuelta por el mismo sitio hacia la Fortaleza de Castros, siguiendo paralelo al arroyo, una veces más cerca y otras algo más alejado en un recorrido cómodo, entretenido, hasta llegar al vetusto, coqueto y ruinoso “Puente de los Molinos”, un puente de piedra cuyo nombre se debe al molino que había en uno de los extremos, del que apenas quedan cuatros paredes en pie y algunas piedras de molino desperdigadas.
El pequeño recorrido senderista puede continuar bajando un poco más adelante a las ruinas de un antiguo molino, donde comienza el tramo del desfiladero, y desde ahí, siempre que el caudal del arroyo lo permita, se pude cruzar a la otra orilla y subir para ver el desfiladero y la cascada desde la otra vertiente, desde arriba, para después continuar hacia la Fortaleza de Castros y volver a cruzar el arroyo por el “Puente de los Molinos”, realizando un recorrido semicircular.
No pude cruzar el arroyo, así que hice la ruta lineal, ida y vuelta por el mismo sitio hacia la Fortaleza de Castros, siguiendo paralelo al arroyo, una veces más cerca y otras algo más alejado en un recorrido cómodo, entretenido, hasta llegar al vetusto, coqueto y ruinoso “Puente de los Molinos”, un puente de piedra cuyo nombre se debe al molino que había en uno de los extremos, del que apenas quedan cuatros paredes en pie y algunas piedras de molino desperdigadas.
Puente de los Molinos y runias del Molino del Pedroso.
Desde allí subí recto hacia el cerro más cercano al puente, hasta que me crucé con una senda, aunque había varias… si se coge a la derecha, me llevaría de nuevo hacia el desfiladero y el molino pero por la otra vertiente y hacia la izquierda, conduce hasta el promontorio o especie de espigón entre el arroyo del Pedroso y el Tajo, sobre el que se levantan las ruinas de la antigua Fortaleza de Castros.
Es en este tramo, caminando por la parte alta, se disfrutan de unas vastas vistas del río Tajo, con antiguos molinos en sus orillas y al fondo, el pueblo toledano de Puente del Arzobispo. Desde los alrededores de la fortaleza, se puede ver mirando hacia abajo, hacia el río, que a ambos lados de éste aparecen unos enormes pilares, que son los arranques de lo que fuera el puente por el que se accedía a la fortaleza, aunque de él no queda absolutamente nada excepto como he dicho, los pilares de arranque de los extremos.
El Tajo, antiguos molinos y la localidad de Puente del Arzobispo al fondo.
Enormes pilares con tajamares en la orillas del Tajo, que son los arranques de lo que queda del puente por el que se accedía a la fortaleza.
"La Fortaleza de Castros o «Ciudad de Castros» debe su denominación a los asentamientos vettones y celtiberos de sus cercanías, donde apreció un verraco que podemos ver dentro del pueblo de Villar del Pedroso, con lo que la existencia de una ciudad o asentamiento anterior a la Fortaleza es mas que evidente, unido además a la aparición de cerámica de época prerromana.
En los tiempos del emirato omeya de Córdoba, la comarca se conocía como «La Marca Media» o «Al-Tagr al-awsat», y formaba un complejo sistema defensivo destinado a salvaguardar los territorios andalusíes situados al sur del Tajo frente a los avances cristianos. El sistema estaba basado en una serie de castillos y atalayas que escalonados a lo largo del río, el llano y las montañas que se encontraban a su espalda, controlaban el territorio circundante, cerrando cualquier intento de penetración desde el Norte, a la vez que servía de refugio a la población del territorio y apoyaba las razzias de los musulmanes en territorio cristiano.
En la zona cacereña se conocen siete de aquellos emplazamientos que constituyeron parte importante de ese cinturón defensivo que debió formarse a partir de la ciudad islámica de Vascos (Navalmoralejo, Toledo).
En los tiempos del emirato omeya de Córdoba, la comarca se conocía como «La Marca Media» o «Al-Tagr al-awsat», y formaba un complejo sistema defensivo destinado a salvaguardar los territorios andalusíes situados al sur del Tajo frente a los avances cristianos. El sistema estaba basado en una serie de castillos y atalayas que escalonados a lo largo del río, el llano y las montañas que se encontraban a su espalda, controlaban el territorio circundante, cerrando cualquier intento de penetración desde el Norte, a la vez que servía de refugio a la población del territorio y apoyaba las razzias de los musulmanes en territorio cristiano.
En la zona cacereña se conocen siete de aquellos emplazamientos que constituyeron parte importante de ese cinturón defensivo que debió formarse a partir de la ciudad islámica de Vascos (Navalmoralejo, Toledo).
Tramo de muralla de la Fortaleza de Castros.
Se conoce a esta Fortaleza con el nombre de Castros, al menos desde el siglo XII, cuando aparece citado en un privilegio otorgado por Alfonso VIII al Concejo de Ávila. Sin embargo su construcción, en comparación, con otras clasificadas como bereberes del Alto Tajo debe datar de al menos del siglo X.
Está construido en el espigón que forma la desembocadura del arroyo del Pedroso en el Tajo, vigilando los puentes que enlazaban las orillas de ambas corrientes. Su planta está diseñada y construida, siguiendo un esquema ampliamente difundido por Al-Andalus y el Magreb, consistente en un rectángulo de torres cuadradas, pero adaptado con la cota del otero en el que se asienta.
El interior aparece hoy totalmente desocupado, a excepción de una estructura rectangular que delimita un aljibe y los restos de la primitiva atalaya, desde la cual se comunicarían con las poblaciones vecinas. La puerta mirando al río se halla guarnecida por dos torres de cubos cuadrados.
Está construido en el espigón que forma la desembocadura del arroyo del Pedroso en el Tajo, vigilando los puentes que enlazaban las orillas de ambas corrientes. Su planta está diseñada y construida, siguiendo un esquema ampliamente difundido por Al-Andalus y el Magreb, consistente en un rectángulo de torres cuadradas, pero adaptado con la cota del otero en el que se asienta.
El interior aparece hoy totalmente desocupado, a excepción de una estructura rectangular que delimita un aljibe y los restos de la primitiva atalaya, desde la cual se comunicarían con las poblaciones vecinas. La puerta mirando al río se halla guarnecida por dos torres de cubos cuadrados.
La puerta se halla guarnecida por dos torres de cubos cuadrados.
Restos de la primitiva atalaya, en el interior, desde la cual se comunicarían con las poblaciones vecinas.
Fuera del castillo se extiende paralela a la orilla, los restos de una aldea sujeta a su protección, con viviendas de planta rectangular, construidas, al igual que el castillo con aparejo granítico, material abundante en los alrededores. Su abandono y despoblación, se inicia con la rendición de Toledo por Alfonso VI, y la posterior ocupación cristiana de los valles del Tajo." [Fuente: OtraIberia]
Cuando llego a la puerta de acceso de la fortaleza, flanqueada por dos torreones cuadrados, y algunos lienzos de murallas, la cruzo para merodear por su interior donde lo único que se encuentra visible es lo que parece un aljibe y la base de un torreón, como he comentado antes. Tras andar un poco también por sus alrededores, decido emprender el camino de vuelta por el mismo sitio, realizando en total, un recorrido de unos 7 u 8 km aproximadamente.
De vuelta a casa, y como me cogía cerca de donde estaba, paré a visitar el Dolmen de Azután y más tarde a comer en un marco incomparable como el del Templo de los Mármoles a cuyos pies se encuentra el embalse de Valdecañas. Me hubiera gustado visitar la “Ciudad de los Vascos”, pero esto me llevaría más tiempo, así que queda pendiente para otra ocasión en la que haga alguna escapada por esta zona.
Cuando llego a la puerta de acceso de la fortaleza, flanqueada por dos torreones cuadrados, y algunos lienzos de murallas, la cruzo para merodear por su interior donde lo único que se encuentra visible es lo que parece un aljibe y la base de un torreón, como he comentado antes. Tras andar un poco también por sus alrededores, decido emprender el camino de vuelta por el mismo sitio, realizando en total, un recorrido de unos 7 u 8 km aproximadamente.
De vuelta a casa, y como me cogía cerca de donde estaba, paré a visitar el Dolmen de Azután y más tarde a comer en un marco incomparable como el del Templo de los Mármoles a cuyos pies se encuentra el embalse de Valdecañas. Me hubiera gustado visitar la “Ciudad de los Vascos”, pero esto me llevaría más tiempo, así que queda pendiente para otra ocasión en la que haga alguna escapada por esta zona.
Dejo a continuación un vídeo corto con parte de este recorrido:
Y en ESTE ENLACE podéis ver una selección de fotos a más tamaño y resolución.
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Fuentes Consultadas:
- Real Academia de Toledo.
- Geoparque Mundial de la Unesco: Villueras-Ibores-Jara.
- CastillosNet (Fortaleza de Castros).
- OtraIberia (Fortaleza de Castros).
- Cultura Castilla la Mancha (Ciudad de los Vascos).
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