Etapa muy larga, con 25 km de recorrido y muy dura a nivel físico no tanto por la distancia sino por el desnivel a superar (más de 1.400 de desnivel positivo y otros tanto de desnivel negativo) en donde el atractivo principal, no solo de esta etapa sino que también es una de las atracciones principales del GR de "La Gran Senda de Málaga", es el puente colgante del "Saltillo" inaugurado en 2020 (el tercero más largo de España sobre espacios naturales), así como los tramos de cadenas o pasarelas que hay antes o después y básicamente todo lo que rodea a este entorno del barranco del río Almanchares, pero esta “atracción” se encuentra en el último tramo del recorrido de esta séptima etapa de del GR-249 y hasta llegar allí.... luces y sombras en el recorrido de esta etapa del GR como comentaré a continuación.
Iniciamos el recorrido en el bonito pueblo de Cómpeta, donde nos alojábamos (aunque la verdad es que todos los pueblos por los que transcurre esta etapa son preciosos: Cómpeta, Canillas de Albaida, Salares, Sedella y Canillas de Aceituno), más concretamente en el “Salamadra Plaza”, situado en la coqueta plaza de esta localidad y desde donde teníamos unas vistas preciosas al asomarnos por la ventana de la habitación.
Desde la misma plaza de Cómpeta, justo bajo el sitio donde nos alojábamos, sale una calle estrecha por la que iniciamos la ruta, a las 8:50, después de desayunar. Caminamos pausadamente, contemplando la arquitectura popular, las calles estrechas, las casas coquetas de un blanco inmaculado, preciosos rincones, como el “Ricón de las Flores”, callejones en cuesta con escalones, fachadas y multitud de pequeños rincones adornados con macetas, con buen gusto, con mucha "flor de pascua" en concordancia con la época navideña en la que estamos. Dejamos a la izquierda el bonito y entrañable colegio, con murales pintados en sus blancas paredes, así como la ermita de San Antón o San Antonio Abad... y así, inmersos en la contemplación de las calles de este pueblo, que ya era conocido por mi de cuando lo visité hace ya más de 20 años, llegamos al final de una de sus calles donde cogemos un camino a la izquierda, presidido por un panel informativo de esta séptima etapa de “la Gran Senda de Málaga”, en lo que el es punto de inicio del recorrido.
Es un camino cómodo, por la falda de la sierra, en umbría a esa hora de la mañana, con barandas de madera en la izquierda del camino, a modo de protección, al menos en la parte inicial del recorrido. Trazado algo sinuoso, en ligera bajada, muy cómodo, donde además de olivos y aguacates lo que si nos impresiona es la multitud de casas o caserones, cientos de ellas, diseminadas por toda la sierra, puntos blancos desperdigados por todo el tapiz ondulante de esta sierra como si fueran luciérnagas pululando entorno a los núcleos urbanos de Cómpeta y Canillas de Albaida... y al fondo, frente a nosotros unas veces y a nuestra derecha otras, mirando hacia arriba, hacia el cielo, aparece la “Maroma”, la inmensa mole gris, desnuda completamente y bañada por el sol, a cuya cima, la más alta de Málaga (2.069 m.), teníamos pensado subir al día siguiente; la imagen de esta cumbre redondeada y de un gris-ceniciento la tendremos como compañía durante la mayor parte del recorrido.
Es éste un breve tramo para abrir boca, poco más de dos kilómetros entre Cómpeta y Canillas de Albaida y como ya he comentado, en ligera bajada y muy cómodo.
En Canillas de Albaida, bordeamos su blanca ermita de Santa Ana, dejándola a nuestra izquierda para después, en una de las calles de este bonito pueblo, tomar un desvío a la derecha que rápidamente nos saca del núcleo urbano por un camino marcado como “SL-A 277 – Ruta de los Molinos, en el río Turvilla”, el cual coincide durante un pequeño tramo de su recorrido con la etapa del GR de la “Gran Senda de Málaga” que estamos haciendo. Bonito y entretenido camino-sendero empedrado, en fuerte bajada, que creo que en su primera parte, la bajada desde Canillas de Albaida hasta el pequeño puente de piedra que salva las aguas del rio Turvilla, coincide con una antigua calzada romana.
Este tramo de senda y camino empedrado es de apenas un kilómetro y podemos visualizarlo en forma de “V”, con una fuerte bajada hacia el río y posteriormente, con forme cruzamos el puente de piedra, junto al cual nos entretenemos contemplando algunos pequeños saltos de agua, una fuerte subida, sinuosa, en claros zig-zag, por camino-senda entre afloramientos rocosos, con firme muy irregular, pero que a mi particularmente son los caminos que me gustan, teniendo la presencia al mirar hacia atrás, de Canillas de Albaida que pareciera suspendido a modo de balcón sobre el encajonado valle del río Turvillón.
Al terminar este breve trayecto en “V”, abandonamos el “SL-A 277” que sigue su ruta circular en dirección a Árchez, mientras nosotros enlazamos con la carreta que va de Canillas de Albaida a Salares.
Toca ahora uno de los peores tramos que deslucen mucho esta etapa, porque es un largo tramo de asfalto, en fuerte subida, insulso, pestoso, si bien es cierto que las vistas a nuestra derecha son bonitas y podemos ir caminando disfrutando de ellas o de las que aparecen cuando en algún momento de descanso volvemos la vista atrás y podemos ver los pueblos de Canillas de Albaida y Cómpeta en las faldas de la sierra, con la blancura típica de estos pueblos andalusíes reflejando los rayos de sol que comienzan a inundarlos conforme avanza la mañana.
Caminos por caminar; es cierto que a nuestra derecha la vistas son bonitas, pero tanto tramo por asfalto, con sol y en fuerte y continuada subida, acaba resultando cansino por demás.
No es hasta llegar a adentrarnos en el Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama, en un giro a la derecha, cuando por fin dejamos la tiranía del asfalto que además coincide con el fin de la primera de las fuertes subidas.
Tocaba ahora caminar por camino de tierra, llaneando primero y después en ligera bajada, entre bosque de pinares no muy espesos, por las faldas de las sierras y teniendo frente a notros los próximos pueblos que tendremos que visitar: Salares y Sedella.
Continuamos unos kilómetros entre pinares, por camino que se acaba convirtiendo en pista, en un recorrido que no es nada del otro mundo, salvo por las vistas al fondo, frente a nosotros, con la sierra, los pueblos y más allá... el mar... e incluso en un día tan claro como el que teníamos, desde algunos puntos del recorrido podíamos ver la costa de África.
Por fin abandonamos la pista en un giro a la izquierda para adentrarnos en una senda que baja precipitadamente al barranco que conduce a Salares, pueblo pequeño que vamos observando desde hacía un buen rato, situado junto al río del mismo nombre, dentro de la umbría del encajonado valle que forma éste.
Un tramo de senda divertida, entretenida, bonita, después de la larga subida de asfalto y del tramo de camino-pista forestal.
Sendero de los que me gustan recorrer, sobre todo a partir de pasar por las ruinas de la antigua cortijada “Casa Haro”, junto a la cual había también una fuente y abrevadero para el ganado aprovechando un manantial, pero hoy en día solo queda la fuente a modo testimonial, reconstruida, pero sin agua.... la alargada sombra de la sequía se extiende por todos lados.
La senda serpentea en un continuo sube y baja pero siempre perdiendo altura, siempre en umbría, inmersa en un bonito bosque de quercus (alcornoques y quejigos, principalmente), los arroyos que cruza la senda en dirección al río Salares van secos pero hay mucha humedad, la tierra está mojada, como si hubiera llovido, hay musgo, verdor, relente y se respira humedad, la temperatura es más fresca en esta zona y en definitiva es una auténtica gozada pasear por este tramo de bosque donde cada vez nos vamos acercando más al bonito pueblo situado en la parte baja de la sierra, junto al río, con sus calles y casas escalonadas, de un blanco radiante y reluciente que le dota de una luz especial, en claro contraste con el lado sombrío por el que caminamos. Tramo idílico, de cuento, que es lo que motiva a la práctica del senderismo, todo lo contrario a los kilómetros de asfalto, en fuerte subida y sin ningún tipo de sombra (lo que hace que esta etapa no sea muy aconsejable en época estival o con temperaturas altas).
Los últimos metros de la senda son en claro descenso hasta llegar al “puente árabe de Salares”, por supuesto muy reconstruido, incluso una inscripción en el propio puente dice “Se fabricó año 1863”, fecha que puede suponerse de una de las reconstrucciones. “Se encuentra situado en el vértice oriental de la loma sobre la que se asienta el pueblo; es un puente de un solo ojo formado por un arco de medio punto de ladrillo y apoya sus machos sobre la roca de las dos vertientes”.
Bajo el puente existen dos acequias utilizadas para regar las huertas situadas aguas abajo y en su entorno mucha y frondosa vegetación. Al otro lado del puente, las casas blancas de Salares iluminadas por el sol, con el trazado tortuoso de sus calles, destacando por encima de ellas el alminar almohade, de doce metros de altura, en claro contraste de su rojo ladrillo frente al blanco inmaculado de las casas. Este alminar formaba parte de la antigua mezquita, “construido entre los siglos XIII y XIV, formado por dos cuerpos y cuatro vanos rehundidos con magníficos paños de sebka”. Siglos más tarde, en el XVI, se le añadió el cuerpo situado a más altura para cristianizar la torre que hoy forma parte de la iglesia parroquial, la cual a su vez, en los tiempos anteriores a la reconquista, fue una mezquita. Este alminar fue declarado Monumento Nacional el 16 de noviembre de 1979 y está considerado una de las piezas más bellas del arte almohade en nuestra península.
Cruzamos el puente y nos adentramos en el trazado de calles estrechas y en ligera subida de Salares hasta salir del pueblo por una calle en fuerte subida donde de nuevo tenemos unas bonitas vistas de esta localidad desde la otra vertiente.
Este tramo de subida en corto espacio nos enlaza con la carretera que conduce a Sedella, la siguiente localidad por la que tendríamos que pasar, teniéndola a la vista, muy cerquita, sin embargo el recorrido va por otro lado, dejando definitivamente atrás las vistas de Salares y también y de momento, las de Sedella.
Un trazado que da un largo rodeo en fuerte subida por carril de hormigón que resulta, al igual que el tramo del asfalto, soso y aburrido, estéril, cansino, desmotivador... tramos demasiados largos de asfalto y hormigón en una misma etapa de un GR, creo que deberían buscar algún recorrido alternativo.
Nos limitados meramente a caminar y a tirar hacia delante, entre plantaciones de aguacate, en subida pronunciada y a una hora en la que y a pesar de que es invierno y estamos en navidad... ¡hace calor!, con 22 grados de máxima, algo que no es normal, pero por desgracia lo anormal se está convirtiendo en normal y el cambio climático avanza a pasos agigantados.
Dejamos por fin el amplio carril de hormigón en un giro que hacemos a la izquierda, continuando con un camino de tierra en el que se prosigue la larga subida que empezamos en el mismo pueblo de Salares.
Al llegar a la parte más alta de este tramo de subida, abandonamos el camino para continuar un nuevo tramo mucho mas entretenido y es que parece que los tramos más bonitos están siempre al aproximarnos a los pueblos.
Este nuevo tramo, previo a la llegada a Sedella, comienza siguiendo el curso de una acequia por donde corre el agua rauda, fresca, transparente y ganas dan de quitarse las botas y meter los pies en el agua, pero había que seguir, porque todavía quedaba mucho y las tardes en estas fechas son muy cortas.
Tras el recorrido por la acequia, abandonamos ésta e iniciamos un claro descenso por senda tortuosa, entretenida, divertida, aunque los alrededores están muy secos y no hay arboleda, pero como digo al menos el recorrido se hace entretenido, con las vistas de Sedella frente a nosotros, haciéndose la última parte el descenso más pronunciado hasta llegar al río de la Fuente, cuyo supuesto cauce, porque está prácticamente seco, es salvado por un pequeñito y coqueto puente de piedra, cruzado el cual hay una fuente de la que el agua fluye como si se tratara de un cuentagotas, intento beber algo pero me desespero y al final sigo hacia delante pensando en llegar a Sedella, a menos de un kilómetro, donde nos adentraremos en su núcleo urbano buscando un bar para tomar unas cervezas y comer el bocata, que ya iba siendo la hora, las dos de la tarde...
El bocata y las cervezas supieron a gloria bendita, después de estos primeros 16 o 17 km en los que no habíamos hecho ninguna parada al margen de las típicas para hacer alguna foto o para contemplar las vistas y aún restaban 9 km desde Sedella hasta Canillas de Aceituno, si bien es cierto que es en este tramo donde realmente estaba el atractivo de la ruta, sobre todo en sus cinco o seis últimos kilómetros, así que no es de extrañar que la gran mayoría lo que hace es este tramo lineal de esta etapa del GR, entre estas dos localidades
A la salida de Sedella de nuevo toca subir y a las tres de la tarde, con calor y después de comer, se sobrelleva peor, pero había que afrontar los casi 4 km en subida y cuanto antes mejor, con la idea de tener más margen de tiempo para disfrutar y hacer las paradas pertinentes en la última parte, la más atractiva.
Al llegar a un antiguo molino, reconstruido por el ayuntamiento de Sedella nos encontramos con el primer senderista desde que salimos de Cómpeta, refrescándose en la fuente junto al molino, aunque iba en dirección contraria, igual que los otros tres o cuatros senderistas con los que nos encontraríamos más tarde y que por la hora que era parecía claro que estaban haciendo el trazado Canillas de Aceituo-Sedella.
Llegamos al área recreativa de Sedella, una pequeña explanada encementada, rodeada de arboleda y presidida por una escultura de una cabra, a unos dos kilómetros de la localidad y siempre con vistas a ésta durante la subida.
Aún quedaban otros dos kilómetros de ascensión en los que pasamos por el “mirador de la buitrera”, donde se encuentra una especie de chozo construido con elementos naturales, desde donde poder observar a los buitres en una zona donde se les echaba de comer, porque me da la impresión de que actualemente no hay ningún tipo de actividad.
Antes de llegar al fin de la subida, pasamos también por una antigua calera, donde la roca caliza machacada, mezclada con material combustible (roble, madera de castaño, hayas o nogales) al que se le prendía fuego, era transformada en cal viva a la que se le daba múltiples usos.
Un panel informativo, a poco más de 5 km de Canillas de Aceituno, nos avisa sobre el recorrido que queda pendiente, quedando claro que es un tramo para personas que no tienen vértigo y que estén acostumbradas a andar por terrero con firme irregular, pedregoso, con fuerte desnivel y caídas pronuncias a los lados, en donde hay que extremar precauciones.
En este punto abandonamos el carril para continuar por una senda que sale a la izquierda, muy cómoda para caminar y que en claro descenso nos aproxima en apenas dos kilómetros a la garganta del río Almanchares, con los últimos metros donde el desnivel es un poco más fuerte, hasta llegar justo al cortado donde se encuentra la garganta, muy vertical y estrecha, con abundante vegetación, viendo en la pared opuesta los tramos de pasarelas, sin embargo, desde este punto aún no se ve el puente colgante que queda más abajo.
De nuevo, otro panel informativo nos avisa del tramo que estamos apunto de afrontar, no apto para gente con vértigos o no acostumbradas a andar por sendas estrechas, pedregosas y abiertas al vacío... aunque realmente para cualquiera que esté acostumbrado a andar por la sierra o la montaña no entraña ninguna dificultad y además existen cadenas de hierro para agarrarse en los casos en los que pueda haber más inseguridad; el peligro de este tramo es hacerlo con climatología adversa, ya sea niebla, lluvia o simplemente que la piedra esté resbaladiza, lo que puede causar caída al vacío, pero como digo, para los que acostumbrados a andar entre peñascos, resulta un tramo muy bonito y divertido, lo mejor de la ruta, descendiendo 250 metros en menos de un kilómetro, con sendas sobre piedra con fuerte pendiente, escalones tallados en la roca, paisaje de vértigo, espectacular, con la emoción añadida al tener la primera visión del puente colgante más abajo, enlazando las dos paredes rocosas de esta garganta... sin duda merece la pena y ha sido todo un acierto y un reclamo para el turismo, desviar el GR para que pase por aquí.
Como no podía ser de otra fomra, el paseo por el puente colgante me lo tomo con mucha calma, parando en el centro para mirar a ambos lados y disfrutar del entorno. En ambos extremos se avisa que el número máximo de personas cruzando el puente a la vez no puede exceder de diez.
Este puente colgante del "Saltillo" es uno de los tres puentes colgantes más largos de España sobre espacios naturales, con 50 metros de longitud, tras el de los Cahorros de Monachil (Granada), con 63 metros y el de Sanavastre, en el Pirineo Catalán, con 60 metros de longitud.
Esta nuevo puente abierto al público en octubre de 2020, tiene 1,20 metros de ancho y salva un desfiladero a 65 metros de altura sobre el río Almanchares para unir los municipios de Canillas de Aceituno y Sedella, en la comarca de la Axarquía malagueña y como estamos acostumbrados en estos tiempos que corren a tener que etiquetar y comparar todo, son muchos los que ya lo llaman “el Caminito del Rey de la Axarquía”, aunque flaco favor hacen con esta etiqueta, puesto que puede inducir al error, ya que no es un trazado apto para todo el mundo: el firme es muy irregular, los desniveles son muy acusados y las medidas de seguridad no tienen nada que ver con las del Caminito del Rey y los paneles informativos que hay durante el recorrido así lo avisan y dejan claro.
Nada mas cruzar el puente, toca una fuerte subida por esta otra vertiente de la garganta, ganando altura a base de altos escalones en los que comienzo a notar calambres en los gemelos, por lo que tengo que parar y estirar un poco.
La subida llega a la senda que hay que coger hacia la izquierda para llegar al pueblo, sin embargo es altamente recomendable girar a la derecha y hacer un recorrido de ida y vuelta de apenas 250 metros en total, por una zona de pasarelas de metal colgadas sobre la pared rocosa y desde las que se tienen unas excelentes panorámicas de esta garganta del Almanchares, de la redondeada, desnuda y cenicienta cumbre de la "Maroma" que asoma al fondo, siguiendo hacia arriba la línea de la garganta, acariciando el cielo..., las vistas del puente colgante al fondo o de la acequia que se agarra a la pared rocosa y que llega hasta la parte alta del rio en donde toma el agua que conduce hasta el pueblo para el riego de huertas. Merece la pena, después del largo recorrido que llevábamos realizado, llegar aquí, pararse un rato tranquilamente y observar intensamente y con emoción todo este entorno que nos rodea.
Puente colgante del "Saltillo" (felcha amarilla) y gargante del Almanchares desde el tramo de pasarelas metálicas.
Tocaba ponerse en marcha de nuevo, sin excesivas prisas, los deberes ya estaban casi hechos, quedaba poco e íbamos a llegar con hora y media de margen antes de que desapareciera la luz, de que cayera la tarde, además aún teníamos por delante otro pequeño tramo de pasarelas de metal para disfrutar, al que le sucedería un tramo sin apenas desnivel por senda sinuosa y más adelante, otro tramo divertido al caminar junto a la acequia, con el agua corriendo por ella, llegando a las inmediaciones del pueblo, a la parte alta, entroncando con el camino de subida a la Maroma... pero esta subida sería para mañana, porque hoy toca bajar rápidamente por las calles estrechas de casas blancas, con buenos desniveles, con vueltas y revueltas, hasta llegar a la plaza del Ayuntamiento de Canillas de Aceituno, presidida por un gran árbol de navidad.
En el primer bar que vimos, junto al ayuntamiento, paramos para tomar una buena jarra de cerveza que bien merecida la teníamos después de este etapón, no solo por la distancia, como he comentado al principio, sino por el fuerte desnivel acumulado, tanto positivo como negatigo.
Llegamos poco antes de las cinco de la tarde y antes de sentarnos en la terraza del bar, llamamos a Carlos, de "Salamandra Rural", para que viniera a recogernos y llevarnos a Cómpeta; mientras llegaba, unos 45 minutos, aprovecharíamos para dar buena cuenta de unas cervezas y más aún sabiendo que no teníamos que conducir.
El track de este recorrido podéis consultarlo haciendo clic AQUÍ.
Los DATOS de la ruta son estos, aunque en nuestro caso habría que añadir un par de kilómetros más por un desvío innecesario en Canillas de Albaida y por la entrada a Sedella.
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