Las andanzas de un lobo estepario extremeño.

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"Viajar en bici es hacer más grande el Mundo. Es aprender lo esencial de la vida. Es vivir el presente sobre todas las cosas. El placer del cicloturismo está mucho más en el camino que en el destino, son los medios los que justifican el fin. Durante días, semanas o meses, no necesitas más que lo que llevas a cuestas
" (del artículo: "Con la casa a cuestas", revista: Bike Rutas, Nº 4, 1999)

24 dic 2019

Senderismo Extremadura: Garganta del Fraile y Miradores de la Sierra (Serradilla, Cáceres)

El primer día que tuve libre estas navidades lo aproveché para hacer la ruta de la “Garganta del Fraile y los Miradores de la Sierra”, en Serradilla, en el borde occidental del Parque Nacional de Monfragüe y durante todo el camino, un par de horas aproximadamente, iba pensando en la mala suerte que iba a tener, porque a la media hora de salir de casa apareció la niebla que unas veces más ligera y otras más espesa, me acompañaría en todo el viaje y durante parte de la ruta.

No tenía excesivas prisas, así que fui despacio e incluso me paré a desayunar por segunda vez en Torrejón el Rubio, todo con tal de hacer tiempo para ver si la niebla levantaba, pero no había previsiones de que desapareciera a corto plazo.

Llego a Serradilla, aparco junto al albergue, y como la niebla aún persistía, aunque de forma más liviana, con más visibilidad, decidí hacer algo más de tiempo, dando una vuelta por el pueblo y entrando en un bar a tomar otro café.

Sobre las once de la mañana, bastante tarde, decido ponerme en marcha, levante o no la niebla, porque ya que estaba allí la ruta tenía que hacerla, aunque me quedara con las ganas de disfrutar de sus bonitas panorámicas, a juzgar por lo que había visto en fotos.

Prácticamente a la entrada de Serradilla, viniendo desde Torrejón el Rubio, sale un camino a la derecha, y un panel con información de la ruta de la Garganta del Fraile, y unos metros más adelante en una bifurcación, ya aparecen las primeras señalizaciones, y es que la ruta está perfectamente señalizada, así que no hay temor a perderse, y además, en los hitos más importantes hay colocados paneles informativos que a juzgar por su estado de conservación, parecen que han sido colocados recientemente.

El inicio de la ruta, saliendo del pueblo es por el camino de Peñafalcón, flanqueado por vetustas paredes de piedras, aunque con algún tramo que no resistió las fuertes rachas de viento que se alcanzaron en el temporal de hacía unos días, así que no es de extrañar que me encontrara con un lugareño arreglando este tramo de vieja pared de piedra y pizarra, que delimitan pequeñas propiedades. Algunos olivares al principio, para un poco más adelante adentrarse el camino en una amplia dehesa con explotaciones de ganado porcino, aunque antes hay un tramo de camino hormigonado, que resulta cómodo después de días de lluvia, pero que le resta encanto.

Camino despacio, sin prisas, fijándome en las paredes de piedras y en sus pequeñas oquedades que desaguan el agua de las parcelas que delimitan, vertiéndolas a los lados del camino, discurriendo rápidas y cantarinas camino abajo, con ese murmullo tan característico que en una mañana silenciosa y tranquila, a pesar de estar cerca del mediodía, donde el campo, la naturaleza en general, parece estar aletargada, dormida aún, suena a música arrulladora, relajante, hipnotizadora, en medio de un silencio ensordecedor, hilo musical que me acompaña hasta dejar atrás la dehesa y adentrarme en espacios muchos más abiertos, pasando por una charca junto al camino, a la izquierda, donde se encuentran también algunas mesas merenderos.


El camino se hace más ancho, más cómodo, intuyéndose vastas vistas, porque la niebla deja ver, pero impide disfrutar de panorámicas completas, apareciendo siempre el fondo difuminado, oculto, pero intuyendo ya zonas de cerros y sierras cubiertas del tan característico bosque mediterráneo que es el santo y seña de Monfragüe.

No tardo en tener la primera toma de contacto con el mirador del Alambique, que aparece entre la niebla, pero cuando llego a él no puedo disfrutar de sus espectaculares vistas, aunque eso era ya algo que podía intuir desde que salí del pueblo, así que no puedo decir que me cogiera por sorpresa, ya me venía mentalizando.



En un principio, mirando al frente, hacia el norte, no se veía absolutamente nada, ni de la garganta  ni de la Sierra de la Cueva que estaría a su izquierda, al oeste, o de Peñafalcón, que estaría a su derecha, al este, y mucho menos de las panorámicas hacia mi derecha, hacia el sur-este, donde se podría ver el Salto del Gitano o el castillo de Monfragüe, que quedaba aún más lejos... a mi espalda, hacia el sur, la niebla era aún más espesa.

El lugar en condiciones normales debe ser un sitio extraordinario para deleitarnos de este maravilloso entorno, con unas vistas espectaculares, e incluso junto al mirador, hay unas mesas merenderos con vistas a la Portilla o Garganta del Fraile, en donde se puede hacer un descanso tomando un pequeño piscolabis mientras admiramos este encalave, para pasar después a disparar, a acribillarlo a disparos con nuestra cámara de fotos y poder disponer de diferentes instantáneas de lo que estamos viendo, para no olvidar, pero por desgracia no fue mi caso, y la madre natura parecía que me estaba castigando, impidiendo que pudiera disfrutar de ella.

A partir de aquí empezaba lo más interesante de la ruta, era mediodía y decidí esperar un poco en el mirador por ver si el día abría y podía disfrutar de todo lo que restaba del recorrido.

Estuve poco más de media hora en el mirador, y si bien es cierto que la niebla no acababa de levantar, si había indicios que indicaban  que quizás mi suerte pudiera cambiar. Comenzaban a abrirse algunas ventanas sobre la que se colaban los primeros y tímidos rayos de sol que dejaban entrever la parte principal de la garganta, así como la Sierra de la Cuerva y Peñafalcón hasta media ladera, aunque sus partes altas seguían ocultas, mientras algunos buitres sobrevolaban por encima de mi cabeza, supongo en dirección al muladar.


Me pongo en marcha, salgo del mirador por amplio camino en una buena bajada con algunas curvas cerradas, divisando en algunos tramos en los que la vegetación se abre, otra bonita panorámica, con el puente de piedra y el antiguo molino en la parte baja del valle, y al fondo, a más altura, la garganta que aparece visible por completo, aunque en sus laterales, las partes más altas de la sierra aún permanecen bajo la niebla, pero ya solo divisar estas vistas, en completa soledad y silencio, viendo como los últimos jirones de niebla entran y salen de la garganta movidos por pequeñas corrientes de aire, jugando a hacerla visible o simiocultarla a mis ojos, es una gozada... buenas sensaciones.

El la parte de abajo de la foto, el enclave de "La Puente", con el puente de piedra y las ruinas de un antiguo molino. En la parte de arriba de la foto, en el centro, la garganta del fraile rodeada la Sierra de la Cueva a la izquierda y Peñafalcón a la derecha.



Llego a la parte baja del valle, cruzo el arroyo de las Viñas, al que unos metros más adelante se le unen las aguas del arroyo de la Garganta, y con un mayor cauce seguir durante unos tres kilómetros hasta desembocar en el Tajo, así que no es de extrañar que en este tramo, es donde más molinos se construyeron; creo que en total se construyeron a lo largo de todo el cauce del arroyo de la Garganta o de Trasierra,  nueves molinos, ocho harineros y uno de aceite, utilizados desde el s. XVIII hasta entrado el s.XX.
Una vez que se unen las aguas del arroyo de las viñas a las del arroyo de la garganta, éste continua su curso hasta desembocar en el Tajo.

En este bonito enclave conocido como “La Puente” ("la denominación femenina de este tipo de construcciones, es un uso arcacio del sustantivo, reconocido por la RAE, aunque hoy desaconsejado, pero dialécticamente ha sobrevido hasta nuestros días"), se encuentra el puente de piedra construido para vadear el arroyo de la garganta y llegar al molino que se encuentra en la otra orilla, del que ahora sólo quedan ruinas. Este molino, al igual que casi todos los que se encontraban en este arroyo, eran de los denominados de 'rodezno', molinos en los que la rueda que era movida por el caudal se situaba en posición horizontal, en lugar de en vertical (ya que estos necesitaban un mayor consumo hídrico) y tenían dos plantas, en la inferior estaba la parte hidráulica, en  donde la fuerza del agua movía la rueda, mientra que en la superior, que era donde se realizaba la molienda. Este molino tiene una peculiaridad especial y es que el agua que lo hacía funcionar no procedía directamente del arroyo cuando éste pasa a su lado, sino que procedía de la cercana “Garganta del Fraile” o “Chorrera de la Portilla”, en donde se construyó un canal en la pared rocosa, del lado de Peñafalcón, con un trazado y obra dignos de admiración, por el que se reconducía el agua para aprovechar la diferencia de altitud, con el fin de lanzarla desde mayor altura para que cogiera más velocidad. Más adelante, cuando visitara la Garganta del Fraile, tendría la oportunidad de ver en detalle este canal.


Puente de piedra y antiguas ruinas del molino.

Me detengo un buen rato en este paraje, hago algunas fotos del puente con la garganta de fondo, y contemplo este idílico entorno, con la hierba verde y el ronroneo de las aguas de los dos arroyos que bajan raudas, cristalinas y sonoras, pura música celestial después de tanto tiempo sin precipitaciones y viniendo de una zona como La Serena donde la sequía comienza a ser preocupante. Las ruinas del molino recuerdan con nostalgia otros tiempos pasados donde esta zona tendría más trasiego, ahora estoy sólo aquí, contemplando este entorno, con la Garganta del Fraile entre la Sierra de la Cueva y de Peñafalcón, dividiendo por la mitad esta crestería de pura cuarcita, ahora ya completamente visible, así que mi suerte ha cambiado, pero por si acaso, me pongo en marcha para disfrutar del siguiente hito, la Portilla o la Garganta del Fraile, aunque en lugar de seguir por el camino ancho y cómodo sigo por la izquierda, por el lado contrario, por una estrecha senda envuelta en bosque de galería, pasando junto a las ruinas de otro molino y llegando a la misma base de la garganta, confluyendo con el otro camino más ancho que también llega hasta aquí.




Junto a unas mesas merendero, en una zona que sirve también de mirador, es obligatorio hacer una primera parada para ver de cerca esta garganta encajonada entre bloques cuarcíticos en los que resaltan tonalidades verdes y amarillas fruto de los líquenes y  entre los que las aguas del arroyo se abren paso formando una bonita cascada, sobre todo ahora, después de haber aumentado su caudal con las lluvias de la última semana, y todo envuelto en un bosque ripícola, mientras en lo alto, sobre volando la Portilla y las sierras que la delimitan, aparece una gran colonia de buitres fácilmente observables a simple vista.




Aquí es donde me encuentro con otras dos personas observando el planear de los buitres, mientras que sobre la pared rocosa de la derecha, en lo que es una antigua conducción de agua, a media altura de Peñafalcón, en lo alto, veo a otras dos personas andar sobre ella, las mismas que había visto antes en el bar de Serradilla mientras tomaba café.


Pregunto a los que estaban abajo si está prohibido subir allí, y me dicen que no saben, pero me señalan a los dos que están arriba, algo de lo que ya me había percatado.

Me adentro unos metros por la garganta buscando llegar a los pies de la cascada, para hacer unas fotos y cuando me vuelvo, me encuentro con la pareja que antes había visto arriba andando sobre la antigua conducción de agua. Les pregunto lo mismo, que si está prohibido subir arriba, y me dicen que ellos no saben nada y que tampoco hay ningún cartel que diga lo contrario, y que poder se puede subir arriba, y andar un poco por la conducción/canal pero con precauciones...

Al final, como no hay ningún cartel de prohibido ni nada que  impida el paso, y como nadie sabía decirme nada y como la “cabra tira p'al monte” y como me puede la curiosidad, decido subir por la estrecha y empinada senda, entre arboleda, que conduce hasta una de las paredes exteriores de esta antigua conducción de agua, a media altura de la pared rocosa de Peñafalcón, a modo de canal o acequia, utilizada para llevar el agua desde más altura al molino de “La Puente”, donde había estado hacía un rato, con el fin de que llegara a éste con más fuerza.

Las flechas amarillas marcan parte del recorrido de esta antigua conducción de agua vista desde abajo, desde el mirador-merendero.

Tramo visto 'in situ', de la antigua conducción de agua para el molino.

¡Uf!, una obra impresionante, complicada, bella a pesar de estar muy deteriorada; andar por este canal resulta algo peligroso y no apto para los que tengan vértigo, pero a cambio, la vistas del recorrido que sigue esta vieja conducción de agua aferrada a la pared casi en vertical, haciendo uso de contrafuertes en algunos puntos, así como  del interior de la garganta con la vegetación y bosque de galería merecen la pena. Hacia el otro otro lado, frente a la garganta,  la zonas onduladas y el verde del bosque mediterráneo típico de este entorno, y sobre mi cabeza, los buitres volando, y en ese preciso momento, todo envuelto en una bonita luz,  puro espectáculo, ¡quién lo iba a decir! tras  una mañana gris, plúmbea y cerrada por la niebla.


En estas fotos, diferentes tramos de la antigua conducción de agua.

Hacia el otro otro lado, frente a la garganta,  la zonas onduladas y el verde del bosque mediterráneo típico de este entorno.

Desde la antigua conducción de agua se pueden ver claramente con el zoom de la cámara, en el lado opuesto, sobre las rocas de la Sierra de la Cueva, los buitres posando o volando.

Después de estar unos veinte minutos sentado allá arriba, en un privilegiado mirador natural, aunque nada aconsejable para el que no lleve bien las alturas, regreso de nuevo a la zona donde están las mesas-merendero, pero ya no hay nadie, las personas que me había encontrado al llegar o las que vi bajando ya se habían ido, y fueron los únicos con los que me encontré en toda la ruta, aunque también es verdad que un lunes no es el mejor día, aunque sean fechas navideñas y haya gente de vacaciones.

Me detengo aquí otro rato, mientras tomo un pequeño piscolabis escuchando el rugir de la cascada o chorrera (como también la llaman), y el canto de las pequeñas aves que al levantar la niebla por esta zona parecen haber salido de su letargo, aunque si miro hacia atrás, hacia el mirador del alambique, tras él la luz no ha acabado de abrirse paso aún entre la niebla y un velo gris oculta lo que sería un bonito fondo, menos mal que por aquí el sol luce radiante y me deja contemplar estas vistas con muchísimos buitres volando sobre estas sierras y bloques de roca, entre los destaca uno que se yergue altivo hacia arriba cual columna, separado ligeramente del roquedo de la Sierra de la Cueva, y el bloque que corona la parte más alta es donde los lugareños creen ver la figura de un fraile... “imaginación al poder”... de ahí que a la garganta se la denomine la Garganta del Fraile, aunque antes también se la llamaba la Garganta de Trasierra o la Portilla, porque el arroyo, ahora también arroyo de la Garganta, en muchos mapas aparece como arroyo de Trasierra.


La roca en la que algunos creen ver la figura de un fraile y que acabó dando nombre a esta garganta, antes también llamada Garganta de Trasierra o Garganta de la Portilla.

Una buena colonia de buitres leonados habita en estos roquedales.

Me pongo en marcha de nuevo, ya pasadas las dos de la tarde, y ahora tengo que quitarme el forro polar y meterlo en la mochila, un sol radiante muestra ahora su mejor cara y la temperatura ha subido, nada que ver con la de esta mañana a primera hora, si a esto le unimos que hay que seguir andando y que más pronto que tarde tendría que empezar a subir a la sierra, pues mejor salir ya más ligero de ropa... A pesar de la hora, tan sólo llevaría poco más que un tercio de la ruta, algo normal teniendo en cuenta lo tarde que empecé y las distintas paradas realizadas.

Desde el "Camino de la Garganta", dirección a Serradilla, echando la vista atrás tenemos esta imagen, con Peñafalcón en el centro de la foto.

El camino que sigo ahora es el de vuelta a Serradilla, conocido como el “Camino de la Garganta”, con la zona del arroyo de las viñas ahora a mi izquierda y bastante por debajo del camino por el que voy, un antiguo camino flanqueado por paredes de piedra que sustentan bancales con plantaciones de olivos con el fin de aprovechar la ladera de la sierra, a mi derecha; son olivos viejos, de grueso tronco unos, otros con troncos que están prácticamente huecos y parece un milagro de la naturaleza que sigan vivos y produciendo, otros con sus troncos retorcidos cual enredadera trepando por un eje y otros, que están tan inclinados, con sus troncos que más bien parecen mera corteza de lo huecos que están, que parece mentira que no caigan al suelo, pero ahí están, luchando por no doblegarse ante la ley de la gravedad, permaneciendo vivos aún, resistiendo el paso del tiempo y de las inclemencias climatológicas como las de los días pasados.

Camino de muros de piedra y vetustos olivares.

En algunos casos la inclinación de los olivos, como se puede ver por la línea  amarilla de la foto, parece increible que no se vengan abajo, y más teniendo en cuenta que sus troncos estás casi huecos...

Junto al camino también me encuentro con algunos madroños, pero es al coger un desvío a la derecha, por una senda en clara subida, cuando  estos aparecen abundantemente, y junto con durillos y otros arbustos, forman paredes y semitúneles de vegetación que envuelven una senda con tramos donde parece estar totalmente alfombrada de bolitas rojas, frutos del madroño, enorme despensa para algunas aves.

Este desvío se encuentra a kilómetro y medio, más o menos, de la Garganta del Fraile y en un principio no sabía que la ruta que iba a realizar iba por aquí, pensaba que era un poco mas adelante cuando estaría el desvío, pero me adentré en esta senda porque vi una indicación de “Enlace a las Pinturas y a  la Ruta 6”. La Ruta  6 o Ruta Marrón, es la que une Villareal de San Carlos con Serradilla, y sólo se puede hacer con permisos y siempre y cuando no sea entre los meses de Febrero y Septiembre, pero mi idea no era hacer esta ruta, ni mucho menos, si no ver, ya que estaba señalizado, si las pinturas esquemáticas eran 'visitables', o sea, que estuvieran bien señalizados algunos de sus abrigos más importantes, con paneles informativos y quizás con algunas rejas para evitar vandalismos, como en otros casos, pero con forme iba avanzando por este sendero en clara subida, húmedo y resbaladizo en ocasiones después de las lluvias de los días anteriores, o con muchas piedrecitas en otras, me di cuenta al mirar el móvil que la ruta que tenía marcada también iba por aquí, así que fue un alivio, porque si tenía que subir y después regresar al camino, iba a perder mucho tiempo y ya era muy tarde y tendría que ir directo a Serradilla, sin hacr la zona de los miradores de la sierra, así que como iba sobre el camino, si me topaba con las pinturas bien, y si no, seguiría el camino que llevaba.

La senda es una gozada, voy disfrutando con este regalo, más aún cuando en algún claro de vegetación al mirar la vista atrás puedo admirar unas magníficas vistas de este terrero de cerros suaves, ondulados, y de un verde bosque mediterráneo, en medio de una calma y quietud extraordinaria, localizando el mirador del alambique, ahora más abajo, allá en el fondo, ¡quién me iba a decir a mi, cuando esta mañana estuve en ese mirador, que ahora iba a estar aquí arriba y que iba a poder disfrutar de estas vistas, cuando entonces la niebla lo cubría todo!, impensable  parecía, pero al final la paciencia y la espera parece que, al menos hoy, han tenido su recompensa.


Más adelante, al llegar al paso de una vertiente a otra de esta Sierra de la Cueva, dejando atrás el verde de la vegetación y adentrándome en el gris de las rocas, todo es un espectáculo, los buitres sobrevuelan por encima de mi cabeza a escasos quince metros, me quedo petrificado, absorto, viéndolos volar con todo detalle sin necesidad de usar los prismáticos que llevaba en la mochila, por no hablar de las vistas al mirar hacia abajo, donde queda la Garganta del Fraile, pudiéndola contemplar a uno y otro lado de la fractura de la sierra, con la antigua conducción de agua sobre la que hacía un rato había estado y que vista desde aquí arriba, apenas aparenta ser una delgada linea que serpentea a media altura del roquedo del Peñafalcón, sin duda una auténtica gozada, algo que no me esperaba, y más aún viendo cómo se iba desarrollando la mañana desde que salí de casa, con una niebla que lo invadía todo, así que esto es todo un regalazo de la Pachamama. Magníficas vistas en un enclave donde uno se siente parte de la propia naturaleza, de la roca, del bosque, en comunión con el entorno y las aves, verdaderos habitantes de estos roquedales, de este territorio...


Imágenes de Peñafalcón y la Garganta vistas desde la Sierra de la Cueva.

La antigua conducción de agua (marcada por las flechas rojas) sobre la que hacía un rato había estado y que vista desde aquí arriba, apenas aparenta ser una delgada linea que serpentea a media altura del roquedo de Peñafalcón.

Hago algunas fotos con el móvil, porque la cámara de fotos se quedó sin batería al salir de la Garganta del Fraile,  aunque éste andaba también muy justito de batería, y sigo hacia delante, saliendo a una bifurcación, ya en el otro lado de la sierra, pero no he vuelto a ver ninguna otra señalización en relación a las pinturas rupestres, así que sigo con el recorrido que tenía previsto.

[NOTA ACLARATORIA: Con posterioridad a la realización de esta ruta, pude saber que este tramo de enlace entre las dos vertientes de la sierra, al estar dentro de los límites del Parque Nacional, ¡¡NO SE PUEDE HACER!! porque, según el Plan Rector de Uso y Gestión del Parque Nacional "Decreto 13/2014, de 18 de febrero", no está incluida en las rutas de uso público del parque, o sea, que NO es posible realizarlo, a pesar de la señalización puesta al inicio de la senda (quizás por el Ayuntamiento de Serradilla) que conduce claramente a error para los que desconocen los límites del Parque Nacional y puede acarrear sanción.]

En la bifurcación a la que llego hacia la derecha sigue el camino hacia Villareal de San Carlos, dentro de la Ruta Marrón, en una de sus variantes que pasa junto a la garganta, y hacia la izquierda, que es por donde seguiría, por cómodo camino, entre pinares y en completa umbría, llego al cruce de caminos en donde a unos metros a la izquierda está el “Cancho del Lobo”, aunque un poco antes de llegar al cruce y a la derecha del camino, de nuevo me encuentro indicaciones con el recorrido de la “Ruta Marrón” (el itinerario normal, no la variante) y del “GR-113: Camino Natural del Tajo”).

Al llegar al “Cancho del Lobo” se pueden contemplar unas buenas vistas de Serradilla al fondo, abajo, con el sol que ya va cayendo sobre el horizonte.

Dicen que allá por el año 1896, en este puerto, en el “Camino del Rancho”, al mozo Alonso le salieron una jauría de lobos, y al verse acorralado rezó al Cristo bendito y al instante los lobos huyeron del lugar; desde entonces a este sitio se le conoce como el “Cancho del Lobo”.

El "Cancho del Lobo"...  a partir de aquí me quedé sin batería, así que ninguna foto desde los miradores de la sierra...

Desde aquí se puede bajar al pueblo o bien utilizando una amplia y cómoda  pista por la que transitan vehículos, o utilizando una senda-camino más estrecha, aunque ninguna de las dos opciones me interesaban, porque lo que quería era seguir por la zona de las cruces y miradores de la sierra, aunque antes, a escasos metros del “Cancho del Lobo”, veo un hito colocado por el Ayuntamiento de Serradilla y la asociación “El Duendi”, que marca la “Vereda del Lobo”, que es básicamente un camino paralelo al que he traído, solo que éste va por la parte alta de la sierra y el que yo traía va más bajo, por la umbría.

Aunque en el hito no dice nada de las pinturas, pensando que al ir por la parte alta de la sierra podría toparme con alguna señal o panel que advirtiera sobre algunos de los abrigos donde se encuentran éstas, decidí seguir esta “Vereda del Lobo” pero después de unos 600 metros, viendo que iba muy mal de tiempo y que aún seguía rodeado de mucha vegetación y arboleda y poca zona de roca, abrigos o cuevas, que quizás estarían más hacia delante, decido darme la vuelta para llegar de nuevo a la bifurcación y seguir recto.

Unos metros más adelante, de nuevo otra bifurcación, miro en el móvil y veo que puedo ir por cualquiera de los dos caminos, mientras veo como el teléfono se acaba apagando, sin batería, ¡vaya faena!...  acelero el paso porque no sabía muy bien ni lo que me quedaba de ruta, aunque no podía quedar mucho antes de iniciar el tramo final de bajada, ni si el camino tenía o no muchas bifurcaciones y si éstas estarían señalizadas, pero la verdad es que es una zona frecuentada a juzgar por sus miradores-merenderos y bien señalizada.

Llego a la primera cruz y al primer mirador, el de “La Casetina”, me asomo y las vistas de Serradilla y del entorno en el que se asientan son inmejorables, aunque el sol en contra y cada vez más bajo, difumina la bonita estampa.

La Cruz del Cancho, conocida popularmente como 'La Casetina', fue construida, en una de las diferentes visitas que realizó a SerradillaSan Pedro de Alcántara, de la orden franciscana, entre 1550 y 1558, sobre uno de los lugares más prominentes de la sierra de esta localidad. Era habitual por parte de este Santo, dejar constancia de elementos visuales que representasen la fe cristiana. En el caso de la Cruz del Cancho era un referente visual desde todos los alrededores sobre un enclave cristiano.

El pequeño habitáculo estaba construido con ladrillo macizo unido con argamasa de cal y dentro del mismo, en su cara norte, había una hornacina en cuya base se incrustaba la cruz, en un pequeño hueco.

Para los serradillanos, además del valor religioso de su origen, tiene otros valores asociados a su historia, pues durante la invasión francesa, 'La Casetina' era el punto donde se situaba el vigía del pueblo para otear la aproximación de las tropas francesas entre 1809 y 1814, que al toque de caracola avisaba a los serradillanos para que se pusieran a salvo.

Especialmente relevante fue la jornada de agosto de 1809, ya que el aviso de la caracola permitió a las monjas del convento esconder la imagen del Cristo y dio tiempo a que la mayoría de la población se escondiese en la finca 'Los Casares'. A lo largo del año 2009 se procedió a la reconstrucción de 'La Casetina' por la Asociación 'El Duendi', instaurándose desde ese año una subida anual como recordatorio de una parte de la historia de Serradilla”.

Sigo  hacia delante, por la cresta de la sierra, por camino llano y cómodo, encontrándome con más cruces y miradores-merenderos, como el “Mirador de la Sierra” o el mirador de la “Cruz del Siglo”.

Lo de la “Cruz del Siglo”, me llamaba la atención, no sabía a que se refería, pero al pasar por allí me encuentro con otro panel informativo, de nuevo colocado por la asociación “El Duendi”, y al igual que en el resto de los paneles, escrito íntegramente en “serradillano”, donde a grosso modo viene  a decir que esta cruz fue levantada en este lugar el 19 de  mayo de 1901 por los vecinos de Serradilla, los cuales con las primeras luces del día marcharon en procesión tras las tres yuntas de bueyes que transportaban las piedras para la cruz que colocarían en este punto, con el fin de conmemorar y santificar el nuevo siglo XX, y que al llegar aquí se arrodillaron, santiguaron y rezaron en bendita comunión con la naturaleza... y lo de en “bendita comunión con la naturaleza” es fácilmente entendible cuando se está aquí, en la parte alta de la sierra, disfrutando de estas vistas y de un buen atardecer...

No podía entretenerme mucho, así que sigo camino y a poco mas de cien metros de la “Cruz del Siglo”, me encuentro una bifurcación con señalización en cualquiera de las tres direcciones posibles, aunque en este caso elijo la de la izquierda, hacia Serradilla, en clara bajada, con el pueblo siempre a  la vista.

La bajada en zig-zag, con pendiente más pronunciada en el primer tramo, por senda con muy mala huella que en ocasiones parece más el lecho de un río con tanta piedra menuda y suelta, que una senda o camino; en otras algunos surcos y marcas dejadas por el agua al bajar con fuerza por esta zona dan idea de las copiosas lluvias en días anteriores. En la parte final, la senda transita entre la roca húmeda por los regatos que la transitan, así que con precaución de no resbalar.

Cruzo la amplia pista que conduce hasta el “Cancho del Lobo” y un poco más adelante me encuentro con la ermita de San Ana y con el camino asfaltado que se adentra en el pueblo, donde primero paso por la Iglesia Parroquial, cerrada a esa hora, para a continuación acercarme al “Santuario del Stmo. Cristo de la Victoria”, catalogado como monumento histórico-cultural a nivel nacional, en cuyo interior se encuentra la talla del Cristo de la Victoria, del s. XVII y al que se le atribuyen numerosos milagros.

De camino al coche, callejeando por las calles del pueblo, veo como en las fachadas de algunas casas y negocios, se encuentran palabras hechas en hierro forjado y clavadas en la pared; son palabras del 'lenguaje serradillano' y es una bonita iniciativa para perpetuarlas y darlas a conocer a todos los que visitan esta localidad.

Enclave de "La Puente" y cascada de la "Garganta del Fraile":


Podéis ver éstas y otras fotos de este recorrido, a más tamaño y resolución en ESTE ENLACE.

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