Aunque algo tarde, creo
esta nueva entrada para dejar constancia de una ruta senderista que
realicé el mes pasado por la Sierra de Aracena, con los
ASTOLL. Una muy buena ruta, una de las mejores rutas que se
pueden realizar y sobre todo en otoño, al menos para mi, desde el
puesto de vista del entorno natural, porque prácticamente todo el
recorrido, unos 17 km, transita por bosques de castaños y robles
melojos, al margen de bosque de ribera junto a los ríos, además y
como a mi me gusta, por caminos estrechos, caminos flanqueados por
vetustas paredes de piedra cubiertas de musgo, senderos estrechos
cubiertos de un manto de hojarasca ocre con su característico sonido
al pisarla, auténticos túneles de vegetación que hacen que en
muchos tramos de la ruta, a pesar de que el día lucía un sol
radiante, fuéramos completamente a la sombra, y además, una ruta
apta para todo tipo de público porque en cuanto a dificultad física
podríamos calificarla de baja, si además le añadimos que es época
de recogida de castañas y que puedes ir recolectándolas por el
camino, y sin olvidar que es también época de setas y que esta zona
es propicia para ellas... ¿qué más se puede pedir?... pues si, se
puede pedir aún algo más, como hacer la ruta un mes más tarde para
ver el bosque con una mirada diferente, verlo bajo la otoñada y si
es después de una época de lluvias mejor, porque a pesar de la zona
que es, siempre la recordaba muchos más húmeda de lo que estaba, de
hecho, apenas vimos rastro de setas, ni buenas ni malas ni regulares.
Transitando por los senderos rodeados de castaños y robles...
Si bien es cierto que no
fuimos en plena otoñada, al menos coincidimos con la feria del jamón
en Aracena, y unido al día espectacular en cuanto a sol y
temperatura, hizo que el ambiente que se respiraba fuera grandioso,
no sólo en Aracena, sino en cualquiera de los otros pueblos
por los que pasábamos, mucho sevillano, que les coge cerca, pero
también muchos pacenses, porque al igual que nosotros, otro grupo
senderista y bastante numeroso, como los de Almendralejo,
también andaban por allí, aunque ellos hacían la ruta circular,
mientras que nosotros hacíamos una ruta en línea, prácticamente
coincidíamos, excepto el último tramo que es el que cierra el
círculo.
La ruta, una de las
clásicas: “Alájar - Peña Arias
Montano - Castaño de Robledo – Galaroza – Fuenteheridos”,
aunque hay muchas por este P.N. de la Sierra de Aracena y Picos
de Aroche, unas como ésta, donde todo el recorrido transita
por bosques de robledales y castaños, otras por zonas de dehesas,
otras que mezclan ambos, y en todas, bonitos pueblos que conservan
ese aroma serrano en sus construcciones, buen sitio para pasar un fin
de semana, y sino que se lo pregunten a los sevillanos...
Bosques, ríos y una vegetación exuberante es lo que podemos encontrarnos durante todo el trazado de esta ruta.
No voy a hablar mucho de
la ruta a pesar de que es una de las mejores en cuanto a la práctica
del senderismo para estar en contacto con la naturaleza, aunque como
siempre digo, desde mi punto de vista, y la razón de ello es porque
ya he estado por aquí en bastantes ocasiones, tanto con la bici de
montaña en compañía de mi grupo de Sevilla, los “Toros
Bikers”, con los que tan buenos momentos he compartido y tanto
me han enseñado, como de senderismo con mi amigo Nando, ahora en
Austria, demasiado alejado de esta zona y este clima, al que
sin duda echa de menos... aunque claro, de todo eso hace ya mucho
tiempo, quizás doce o trece años de la última vez que estuve por
esta zona haciendo una ruta con la bici de montaña, con un trazado
similar al de esta ruta, dejando los coches en Aracena y
siguiendo por caminos y senderos por Linares de la Sierra,
Alájar, la Peña, Castaño del Robledo, Galaroza, Valdelarco, los
Marines y de nuevo Aracena, o haciendo alguna
variante por Santa Ana y Jabugo, aunque
menos tiempo aún, unos cuatro o cinco años, que estuve haciendo una
ruta cicloturista, por carretera, en plena época navideña por esta
Sierra de Aracena y por la cuenca minera
onubense, e incluso el año pasado también estuve de
senderismo por esta sierra, pero justo en el extremo más occidental,
en Encinasola, ya junto a la frontera portuguesa....
Así que supongo que es
por esto por lo que no voy a hablar en demasía de esta ruta.
Distinto sería si hubiera sido la primera vez que la hiciera o
estuviera por esa zona, pero como no es así, no tengo esa capacidad
de asombro o de sorpresa o al menos no tanta como alguien que no esté
acostumbrado a rutas de este tipo y la haga por primera vez y sobre
todo bajo una otoñada... De cualquier forma me sirvió para
recordar, para añorar otros tiempos, para disfrutar del entorno y de
buenos amigos a los que algunos llevaba sin ver desde el mes de mayo
cuando estuvimos haciendo una circular por Peñalara, y para
recrearme, junto a ellos, con la gastronomía lugareña, degustando unos
exquisitos platos de setas acompañados de unas cervezas bien
merecidas después de la ruta...
Haciendo esta ruta he
tenido sentimientos de nostalgia y “morriña”, recordando
viejos tiempos, cuando venía por aquí en invierno, y ya va casi
para veinte años, ¡uff que mayor se va haciendo uno!, con mi amigo
Nando, en nuestra época venteañera, cuando por aquella época no
existía o no pegaba tan fuerte eso del senderismo, o mejor dicho,
cuando el senderismo era salir al campo, perderse en el monte, en la
sierra, como aquella célebre frase entre el mundo de los geólogos
que dice que “para un geólogo, la vida es una excursión
al campo”. Eso lo que hacíamos nosotros, ir a la sierra,
al monte, al bosque, perdernos... cuando eso del senderismo no era
una moda sino un sentimiento, una razón de ser, cuando entonces no
existía el famoso GPS o era algo prohibitivo, cuando no teníamos
tanta información como hoy en día con internet, ahora que
cualquiera puede consultar cualquier cosa en su móvil on-line, en
directo, cuando nos orientábamos con uno de los típicos mapas del
ejército escala 1:50000 y una brújula a lo sumo, cuando eso del 'gore-tex' sonaba aún muy 'pro', muy élite, cuando no estaba
el “Decathlon” para vestirte de arriba a bajo e ir de
punta en blanco, luciendo modelito, con lo último en zapatillas o
camisetas térmicas, que en ocasiones más que salir al campo parece
que uno está asistiendo a un desfile de la pasarela Cibeles,
cuando la mochililla que llevábamos era la misma con la que íbamos
en bici a la universidad, que lo mismo servía para un roto que para
un “descosío”, cuando no existían los teléfonos móviles
de hoy que más que teléfonos parecen ordenadores y lo mismo te
hacen fotos que te graban vídeos, que te llevan la ruta marcada en
GPS o te dicen las calorías que vas gastando y la velocidad que
llevas, cuando en el mejor de los casos, tenías móvil pero la
cobertura se iba al internarnos en la sierra, cuando todo lo más que
tenías por cámara de fotos era alguna cámara desechable que comprábamos a media el día antes (seguro que muchos no saben ni qué es eso o les suena a chino) para
20 o 30 fotos porque no había dinero para más, hasta que empecé a
trabajar y compré mi primera reflex, pero aún así, el
revelado costaba un pico, y uno siempre intentaba hacer un foto o un
par de ellas, de algún sitio que te gustara, buscando que quedara lo
mejor posible... hoy no, o todo da igual, todo vale, 'barra libre', sea con una
cámara digital o con el móvil, el personal dispara a diestro y
siniestro, da igual el encuadre, la luz, si sale cortado o de cuerpo
entero, y así, en cualquier ruta es fácil que alguien te haga 100 o
200 fotos, muchas de ellas iguales unas a las otras, sin comentarios
de ningún tipo que muestren lo que se está viendo o lo que es, o lo
que intentas tu ver en el momento de la foto, y después lo suben al
facebook o a cualquier otro sitio, y te atiborran de fotos que seguro
ni siquiera se molestan ellos en ver antes, porque sino digo yo que
harían una selección de las mejores y después las subirían, pero
no, te suben 'a saco' todo, y claro, si eso lo multiplicas por
cada uno de los que van a la ruta, te encuentras con tropecientas
fotos, similares, buenas, malas o regulares, y en muchas lo que se
observa es el afán de estar, de posar, de hacer una foto en cada
árbol, en cada fuente, en cada puerta porticada, en cada arco, en
cada piedra que resulte distinta y exponerla rápidamente para que
todo el mundo sepa donde estoy y esperar de paso los comentarios y
respuestas, en lugar de compartir y sentir el entorno, y claro,
después de ver 15 o 20 fotos, al final te acabas aburriendo y ya
pasas de seguir viéndolas, ¡total, va a ser más de lo
mismo!.... como dicen algunos de los que están dando la vuelta
al mundo y llevan muchos años viajando “hoy en día se conjuga
el verbo viajar como estar, o mejor, como mostrarse en un lugar”,
o como mejor comenta Álvaro Neil, el biciclown en una
de sus reflexiones viajando en bici dando la vuelta al mundo: “Muchas
veces he visto turistas llegar a un lugar, a una puesta de sol, o
situarse ante unas imponentes ruinas y,
antes de disfrutarlas, de tratar de abarcarlas con la mirada, las
fotografían. Hay una urgencia por dejar testimonio de lo vivido más
que por vivir, por contarlo en un blog a los amigos. A
veces incluso antes de que ocurra algo. Se
viaja para contarlo y se llega antes de salir”...
ufff, totalmente de acuerdo.
Por todo esto, amigo
Nando, si lees este artículo, decirte que va por tí, y por todo lo
que hemos podido sentir y disfrutar juntos con lo poco o mucho que
hemos podido realizar en aquella época, y también con lo que no
hemos podido llevar acabo, con los planes que se quedaron sobre la
mesa de alguna cafetería de Sevilla, en alguna que otra tarde
de sábado tomando café, o con los viajes de otros conocidos que
compartíamos y que nos ponían los dientes largos, con nuestras
primeras incursiones invernales en la montaña, cuando disfrutábamos
de la naturaleza, cuando nos sorprendíamos con cualquier cosa cual
chiquillo al ver los reyes magos, como aquel día de invierno bajando
del Mulhacén, antes de pasarlo tan mal días después ¿te
acuerdas?, cuando de pronto no se nos ocurrió otra cosa que
sentarnos sobre la nieve, con la boca abierta, viendo el espectáculo
que teníamos ante nuestros ojos al ver las nubes y la niebla
entrando y saliendo por la zona del refugio del Poqueira
bajo las montañas nevadas, sin decir palabras,... "Y
alli arriba, en la soledad de la cumbre, entre los enhiestos y duros
peñascos, un silencio divino, un silencio recreador",
que diría Miguel
de Unamuno cuando trepaba
por las cumbres de Gredos.
... ¡Dios, aun tengo esos retazos de recuerdos en la memoria
sin necesidad de cientos de fotos!... decía un alpinista francés,
Maurice Herzog, “No es
más quien más alto llega, sino aquel que influido por la belleza
que le envuelve, más intensamente siente”.
Termino
esta entrada en el blog, donde más que hablar de esta bonita y
majestuosa ruta, me ha servido de reflexión y de pensar en voz alta,
con una cita de Jean-Jacques
Rousseau:
"Hay
un libro abierto siempre para todos los ojos: La Naturaleza",
lamentablemente, algunos se obcecan en no ver este libro, aunque lo
tengan delante de sus ojos, porque buscan
más la pose, el protagonismo, el decir aquí estoy yo, que el
sentir, conocer, aprender, divulgar...
Justo esa ruta Alajar-Fuenteheridos la hicimos tú y yo recuerdas?, creo que fue en verano.Magnificos recuerdos del pueblo semiabandonado Calabacino, que está al inicio de la ruta, al lado de Alajar, de los castanos, de las casas abandonadas construidas con lajas de pizarra,...Muchas gracias Manolo por recordarme.Un fuerte abrazo,Nando
ResponderEliminarSi Nando, la diferencia con esta ruta es que nosotros creo que pasamos a la vuelta por Calabacino, como bien indicas. Un abrazo.
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