Las andanzas de un lobo estepario extremeño.

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"Viajar en bici es hacer más grande el Mundo. Es aprender lo esencial de la vida. Es vivir el presente sobre todas las cosas. El placer del cicloturismo está mucho más en el camino que en el destino, son los medios los que justifican el fin. Durante días, semanas o meses, no necesitas más que lo que llevas a cuestas
" (del artículo: "Con la casa a cuestas", revista: Bike Rutas, Nº 4, 1999)

11 dic 2016

Senderismo Extremadura: Cabañas del Castillo - Navezuelas (Las Villuercas-Cáceres)


Tenía ganas de realizar esta ruta, por lo que representa en el contexto del geoparque, y si no la había realizado con anterioridad era por el problema logísitico que representa hacerla en solitario, ya que al no ser circular me limitaba mucho, pero incluso había pensado en ir un día y dejar el coche en Navezuelas y desplazarme en bici hasta Cabañas del Castillo, y al terminar la ruta, volver en coche a por la bici, pero al final, esta ruta se planificó en el calendario ASTOLL para este año, y todo más fácil así. Es cierto que he estado con anterioridad en esta zona, en recorridos en bici, en algunos de los puntos del recorrido de la ruta, pero el itinerario entero como tal, no la había hecho (en la foto de arriba, la torre mejor consevada del castillo, a la que le sigue la Peña Buitrera, y más allá, en línea recta, la Peña María, y entre estos dos últimos, el collado de los Zahurdones por el que más tarde tendríamos que pasar).

De camino, paramos en Cañamero a desayunar, y ya a la entrada de Cabañas, el autobús nos dejó para comenzar nuestra ruta, y si bien algunos tiraron rápidamente por el camino del cementerio hacia delante, como alma que lleva el diablo, siempre con las puñeateras prisas, la verdad es que a mi me parece un “scrilegio”, un auténtico disparate venir hastá aquí y no dignarse a subir a la Peña del Castillo, no tanto por ver el castillo en sí, o lo que queda de él, sino por las vistas que se tienen desde allí y de la importancia que tiene este hito para comprender el por qué esta zona de las Villuercas, Ibores y la Jara es tan importante desde el punto de vista geológico y por qué es un geoparque, uno de los ocho que tenemos en España. Por eso no entiendo las prisas desde primera hora para hacer una ruta lo más rapido posible, sin tener conciencia de por dónde se va, de dónde se está, o del por qué de esta ruta; caminar sin admirar lo más mínimo lo que nos rodea, la naturaleza en sí, o como ha ido evolucionando este entorno a lo largo de millones de años hasta convertirse en lo que es hoy en día, en fin, desde mi punto de vista me parece una actitud penosa, triste, el ir corre que te corre y todo para llegar lo antes posible al bar y atacarse de cervezas....

Algunos sí decidimos seguir el guión marcado, subir por las callejuelas de este pequeño y coqueto pueblo, a los pies de dos peñas cuarcíticas (la Peña del Castillo y la Peña Buitrera) emblema y símbolo de identidad, tanto del pueblo como del geoparque.

Un pequeño y aparentemente apartado pueblo, que tuvo otrora su importancia, y es que “hasta finales del siglo XIX el municipio de Cabañas lo componían la villa de Cabañas, conocida entonces como Cabañas de la Peña, Navezuelas (que se independiza en los años 20 del siglo XX), Retamosa, Roturas, Solana y el Medio Robledo, perteneciendo el otro medio a Deleitosa”.

Al dejar atrás las últimas casas seguimos las indicaciones de los carteles que indican la subida hacia el castillo, por un estrecho sendero con vistas a la izquierda de este pequeño núcleo urbano, aunque pronto el sendero se empina endiabladamente, para adentrarse en una especie de desfiladero, un tramo estrecho y encajonado entre paredes verticales, aunque en algunos momentos, a la izquierda, nos regala un claro a modo de ventana, desde donde se puede ver la extensión de los “Llanos de Trujillo”, y ya casi al final, un último esfuerzo para subir a la Peña, haciendo uso de unas escaleras de metal que han colocado para facilitar el acceso.

 Con el compañero Enrique, en uno de los huecos que las paredes de roca dejan a modo de ventana, de mirador, hacia el pueblo que está abajo y al horizonte, con la penillanura Trujillana.

Ya estamos en lo alto de la Peña del Castillo, a nuesta derecha, la Peña Buitrera, el otro peñón cuarcítico y casi gemelo, donde se pueden ver en su partes altas, con total nitidez, los buitres posados a la espera de que el sol caliente algo más y puedan aprovechar las corrientes térmicas para despegar y planear...


Una de las dos torres que se conservan del castillo, la que está en mejor estado y por cuyo interior hay que pasar para llegar a esta zona, a este mirador donde un panel informatico nos explica el sinclinal de Santa Lucía, así como los nombres de las sierras y picos que pueden verse.

Cruzamos por dentro la torre del castillo, la que mejor se conserva, y accedemos a una pequeña explanada-mirador, donde un panel informativo nos cuenta qué es lo que podemos ver frente a nosotros, o sea, el sinclinal de Santa Lucía-Río Ruecas (de unos tres kilómetros de ancho), cómo se formó, los materiales que lo componen, etc.. así como los nombres de la sierras y picos que podemos ver desde allí, una pasada: frente a nosotros, la Sierra de la Ortijuela, y entre ésta y la peña donde nos encontramos, en las profundidades, la Garganta de Santa Lucía, más al fondo, y de izquierda a derecha, la Sierra de Carabal, la Sierra de la Venta o Sierra Alta, y entre éstas y la Sierra de Ortijuela, el anticlinal del Almonte, por donde transcurre el río Almonte que nace junto al pico Villuercas (1.603 metros), el más alto de la zona, y que es claramente visible desde la posición en la que estamos. Justo un poco más abajo, hacia nuestra izquierda, se encuentran las “apreturas del Almonte” (es un desfiladero fluvial producido por el encajonamiento del río Almonte, en su recorrido hacia el oeste buscando el río Tajo del que es afluente), y la zona donde la garganta de Santa Lucía desemboca en el Almonte... y a nuestras espaldas la penillanura trujillana.

A la derecha una de las torres del castillo, y a la izquierda la Sierra de la Ortijuela, y en el centro, las profundidades de la garganta de Santa Lucía. Estamos ante el sinclinal de Santa Lucía-Río Ruecas.

Desde el punto más alto de la Peña del Castillo (855 m.) todo es puro espectáculo, y es que lo que tenemos frente a nosotros podría decirse que es un libro abierto sobre las edades de la tierra, un libro donde podríamos leer la evolución de esta zona desde hace 500 millones de años. Un amplio mirador al sinclinorio de las Villuercas, a esa sucesión de sinclinales y anticlinales en paralelos, a ese relieve apalachense del que además, aquí tenemos también, sobre todo en el extremo del sinclinal de Santa Lucía, en el Collado del Brazo, un ejemplo de “relieve invertido”, puesto que en esa zona precisamente, el sinclinal está más elevado que los anticlinales que lo rodean (el anticlinal del Almonte y el de Logrosán), por no hablar que esa zona es la que sirve de divosiria de aguas, es decir de un lado las aguas que irán al Guadiana (como en el caso del río Ruecas) y del otro las que irán al Tajo (como en el caso del río Almonte), en fin, que simplemente subiendo a esta Peña del Castillo se puede dar toda una lección práctica, in situ, de geología, y si para cualquier geólogo, “la vida es una excursión al campo”, estar en este punto debe ser lo más cercano al éxtasis, pero claro, estas panorámicas hay que verlas con otros ojos... ojos curiosos, ojos con ganas de aprender y de personas que nos enseñen, ¡que lástima que haya gente que lo único que piensan es en llegar el primero al bar para “jartarse de cerveza y morcilla”!... una pena, pero como se suele decir: !hay gente pa'tó!.

 Panorámica del sinclinal de Santa Lucia flanqueado por la Sierra de Ortijuela a la izquierda y la línea recta que van formado la torre del castillo (en la Peña del Castillo), la Peña Buitrera y al fondo la Peña María.

En cuanto al castillo apenas quedan dos de las tres torres que debería tener al principio, y ni restos de los muros, hecho que debe tener su origen cuando en 1272 se vende esta zona al concejo de Trujillo, después que Alfonso X el Sabio la comprara a la orden de Calatrava, en cuyas manos acabó Cabañas después de la reconquista, y es que una da las condiciones de la venta era la de derribar los muros del castillo.

Después de algunas fotos y explicaciones buscamos el sendero para seguir ruta, porque no queríamos volver atrás por el mismo sitio, sino seguir con el recorrido previsto, que continua rodeando la Peña del Castillo por su parte baja, por la zona del Sinclinal de Santa Lucía.

Tras dar con el sendero a seguir y después de perder algo de tiempo en su búsqueda, seguimos por él, con firme muy irregular, en fuerte bajada y con zonas de rocas que están resbaladizas por la humedad, ya que esta zona se encuentra en umbría (no es nada complicado este pequeño tramo de descenso pero conviene tomar sus precauciones). Caminamos prácticamente pegados a la pared vertical de la Peña del Castillo que nos coge a nuestra derecha, y el Sinclinal de Santa Lucía y la Sierra de la Ortijuela al fondo y a nuesta izquierda respectivamente, continuando en dirección a la Peña Buitrera.

El sendero pronto pierda brusquedad, y ya con mejor huella y en medio de unas maravillosas vistas, gira a la derecha, por el collado que hay entre las dos Peñas, a la sombra de la Peña Buitrera, pasando de esta forma, del sinclinal de Santa Lucía, que quedará ahora a nuestra espalda, al anticlinal de Logrosán, frente a nosotros (hoy en día desaparecido por la erosión), accediendo a la zona donde se encuentra el cementerio del pueblo, y llegando posteriormente al camino que nuestros compañeros cogieron a primera hora en un corre-que-te-corre. En este punto nos deberían llevar 40 minutos de ventaja o más.

Desde aquí el camino sigue bordenado la Peña Buitrera que nos queda ahora a nuestra izquierda, viendo los buitres levantar el vuelo, mientras que a la derecha se encuentra la penillanura trujillana. Pronto el camino se convierte en un bonito y entretenido sendero, flanqueados por paredes de jaras, después de dejar una zona de alcornoques. Este primer tramo del recorrido, desde el inicio hasta que crucemos la garganta de Santa Lucía, corresponde con el PR-CC-144, bien marcado, no hay pérdidas.

El sendero que conduce al collado de los Zahurdones

Seguimos hacia delante por este bonito recorrido, con un día radiante de sol que tenemos de frente y muy buena temperatura. Al poco, el sendero desemboca en un camino-pista, que tomamos a la izquiera para llegar al collado de los Zahurdones, desde aquí buenas vistas de la Peña Buitrera (a nuestra izquierda) y frente a nosotros, de nuevo la Sierra de Ortijuela, y en medio el sinclinal o el Valle de Santa Lucia, el cual tendremos que atravesar, primero bajando hacía el fondo del valle, para cruzar la garganta de Santa Lucía por el pequeño puente, al que creo que llaman el 'puente de la Pasadera', en medio de una vegetanción propia de la cercanía de los ríos y arroyos, para prontro comenzar a subir por la Sierra de la Ortijuela en lo que es el tramo de subida más exigente a nivel físico de la ruta, ya que puden ser unos cuatro kilómetros de subida, suave pero constante (más otro si se quiere subir a la cueva, en el pico de la Artesa o cerro Hurracao, o dicho de otra forma, que para llegar hasta este punto, hay que ascender desde los 641 metros en el fondo del valle a los 1.103 metros en la parte más alta)... Desde que cruzamos la garganta, dejamos el PR para seguir por el GR-117.

La Peña Buitrera desde el collado de los Zahurdones.

A la derecha, en la sombra, bajando por buen camino hacia el fondo del valle para cruzar por un pequeño puente la garganta de Santa Lucía. Frente a nosotros, la Sierra de Ortijuela.

En la primera parte de la subida pasamos por algunos olivares y por unas antiguas construcciones de piedra, siempre siguiendo en ligera subida por la Sierra de la Ortijuela, en donde en algunas ocasiones podemos ver el embalse de Santa Lucía, abajo, al fondo, y más allá aún, hacia el este, estaría el collado del Brazo, y del otro lado de éste el embalse del Cancho del Fresno y el desfiladero del Ruecas, ya en las proximidades de Cañamero, por eso a este sinclinal se le llama de Santa Lucía-Río Ruecas...

Seguimos por camino en buen estado, en subida que en algunos tramos resulta cómoda, entre mucha arboleda, pasando por zonas de alcornoques con sus troncos rojo sangre que forman una vistosa estampa, justo en el punto donde se abandona el camino amplio y cómodo para seguir por un estrecho sendero que sale a la derecha (que si bien está señalizado con una estaca de madera, con el indicativo del GR-117, es fácil no verlo y dejarse llevar por el camino cómodo), bastante más empinado que el camino que traíamos y de firme mucho más irregular. Tras atravesar una amplia zona de bancales con castaños vestidos aún con sus ropajes otoñales, el sendero desemboca en un pista amplia, pelada, insípida, incolora y aburrida, que marca el fin del castañar.

Aunque me temía lo peor, que lo que restara de ruta fuera todo por esta fea y ancha pista, por suerte, sólo caminaríamos por ella unos 500 metros, casi hasta alcanzar la parte más elevada de nuestro recorrido (si no se hiciera el desvío para visitar la cueva), aunque eso sí, esos 500 metros son en subida pronunciada que podremos sobrevellar mejor si hacemos una parada para mirar hacia atrás y poder disfrutar de las vastas y casi inmejorables vistas que tenemos; en primer término, junto a la pista, los bancales de castaños teñidos de ocres, rojos y tonos dorados; en el fondo del valle, la garganta de Santa Lucia, con el embalse del mismo nombre más a la izquierda, mientas que a la derecha, al fondo, en las alturas, se levantan las dos peñas cuarcíticas, los dos colmillos del parque... ¡parece mentira que tan sólo hace un rato hubiéramos estado allá arriba, sobre una de ellas!, lo que da idea de la distancia recorrida y de la distancia que poco a poco hemos ido subiendo durante casi cuatro kilómetros hasta llegar hasta aquí.

 Enrique en medio de la inmensidad. Al fondo los dos "colmillos" gigantes, las dos peñas cuarcíticas: la del castiillo y la buitrera; en el centro, Peña María y en medio el collado de los Zahurdones, visto desde la subida más larga de esta ruta.

El embalse de Santa Lucía en el centro.

Llegamos a una bifurcación señalizada. Si seguimos todo recto, por la pista, nos quedaría 4,5 km hasta Navezuelas, en lo que es el itinerario marcado y recomendado para bicis, sin embargo, si giramos a la izquierda por un camino empedrado, llegaremos tambien a Navezuelas, pero en poco más de dos kilómetros y medio, en el itinerario marcado y recomendado para ir a pie.

Lógicamente seguimos por el itineraro marcdo a pie, mucho más bonito y entretenido que la insulsa y aburrida pista.

A nuestra izquierda vamos viendo el cerro Hurracao con los bloques de piedra en los que se encuentra una pequeña cueva, producto del hueco que habrá quedado en algunas de las fracturas sufridas. No es nada del otro mundo, pero desde arriba hay buenas vistas a los dos valles, al de Santa Lucía y al del Almonte.

A partir del desvío, para el que lo quiera hacer, de un par de kilómetros aproximadamente, en un recorrido lineal de ida y vuelta para subir al cerro Hurracao, comienza el descenso hacia el valle del Almonte, por el Collado de las Carretas (realmente hemos dejado el sinclinal de Santa Lucía a nuestra espalda, para adentrarnos en el anticlinal del Almonte, lo que ocurre es que la erosión durante millones de años, unido después, en épocas “más recientes”, a la erosión fluvial, han convertido el anticlinal en este valle.

El tramo de bajada hasta el río es precioso, por caminos y senderos cubiertos de una alfombra de hojarasca, entre castaños y con las vistas del pueblo de Navezuelas en el otro lado del valle, en la ladera de la sierra que tenemos frente a nosotros. 

 Bajando entre castaños hacia el Almonte, con Navezuelas en el otro lado del valle, a los pies de la sierra.

Al cruzar el puente sobre el Almonte, a nuestra derecha, al fondo, se levanta el pico Villuercas (con sus algo más 1.600 metros), en cuyas pedreras nace este río que estamos apuntos de cruzar.

Al fondo en el centro de la foto, desde el puente que cruza el río Almonte, el pico Villuercas.

Desde aquí, sólo resta una corta pero intensa subida hasta llegar al pueblo y concretamente a la carretera que atraviesa a éste, donde nos están esperando el resto de compañeros.

Termino esta entrada con una cita que es la esencia de esta ruta y del geoparque en general. Un párrafo de Vicente Pozas, al que sigo desde hace ya tiempo, extraído de su web "Andando Extremadura", y que dice así: 


"Este mar de sierras, este paisaje peinado que ha dejado un reguero de líneas paralelas, de montes y valles en perfecta sucesión, ahora anticlinales y sinclinales, geositios; pliegues como arrugas, que los años de un planeta convierten en paisaje, en relieve, en mosaico, en espectáculo, en geoparque. Geología protegida, admirada y ahora comprendida. Pueblos que pisaron las laderas de este rincón de Los Montes de Toledo. Guadalupe, puebla peregrina, eclipsó durante años un paisaje que estaba ahí pero que no supimos mirar; más allá del inmenso monasterio y sus tesoros, había otra riqueza, mucho más bella, más valiosa que ahora tiene el sello de lo exclusivo y que se recorre con otros ojos, con aquellos que ven lo que miran y que reconocen en cada pliegue, millones de años de evolución y cambios. Geología vivida y disfrutada, andando Extremadura..."

 Pincha AQUÍ para ver el track de la ruta en wikilock.

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