Las andanzas de un lobo estepario extremeño.

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"Viajar en bici es hacer más grande el Mundo. Es aprender lo esencial de la vida. Es vivir el presente sobre todas las cosas. El placer del cicloturismo está mucho más en el camino que en el destino, son los medios los que justifican el fin. Durante días, semanas o meses, no necesitas más que lo que llevas a cuestas
" (del artículo: "Con la casa a cuestas", revista: Bike Rutas, Nº 4, 1999)

2 sept 2020

Cañón de la Horadada (Geoparque de las Loras, Palencia).

Después de estar tres días recorriendo la Montaña Palentina por sus carreteras locales para ver y admirar parte del rico y amplio patrimonio de iglesias románicas con que cuenta esta comarca palentina (sólo lo supuestamente más importante porque todo es imposible en tan pocos días), el último día que iba a estar por estar tierras no quería irme sin hacer algo de senderismo para admirar parte de la riqueza natural que atesora también esta zona. Así, la última tarde de mi semana de vacaciones por  la Montaña Palentina, después de haber visitado por la mañana, entre otras, la iglesia rupestre de Olleros de Pisuerga, la iglesia del antiguo monasterio de Santa María de Mave, o la iglesia de San Salvador en Pozancos, la dediqué a recorrer el Cañón de la Horadada, dentro del Geoparque de las Loras, ya que se encontraba en la misma zona que estaba visitando, con lo que no tenía que hacer ningún desvío en coche ni perder tiempo.

Paré a comer después de visitar la iglesia de los Santos Justo y Pastor de Olleros de Pisuerga, eremitorio rupestre situado a la salida del pueblo, porque justo en la pradera que hay bajo esta iglesia y de su cementerio aledaño, se encuentra un merendero, un sitio ideal, en una praderita alfombrada de hierba y rodeada de arboleda que daban sombra, con mesas y bancos corridos.
 



Acceso e interior de la iglesia rupestre de Olleros de Pisuerga.
 
Después de comer y de un pequeño sueñecito reparador tirado en la hierba, me dispuse a ir hacia el Cañón de la Horadada, sólo tenía que salir de Olleros de Pisuerga, en dirección Mave, y en poco menos de un kilómetro, en lugar de coger el desvío a la derecha para Mave, seguir recto unos metros más porque un cartel indica la pista que hay que coger a la izquierda y que lleva al pequeño parking.

Una pista cómoda y amplia, por zona de cultivo al principio y más tarde adentrándose en una zona más boscosa. Es precisamente en un pequeño claro de esta zona arbolada, donde se encuentra el pequeño parking en donde se encontraban varios coches de las personas que a esta hora ya estaban terminando de realizar el recorrido o algunas de sus variantes más largas, y con las que me fui cruzando nada más empezar a caminar.

Un cartel indica que con coche sólo se puede llegar hasta allí, hasta el parking, así que me limito a seguir caminando por el camino, algo más estrecho y envuelto siempre entre una agradable y frondosa arboleda, con las paredes rocosas del cañón que se vislumbran claramente, al menos sus partes más altas, teniendo la situada a mi derecha mucho más cercana, mientras que la otra está más lejos, separa por el río Pisuerga y la vía del tren que quedan en medio.

Cómodo paseo en el que pronto comienzo a ver volar sobre mi cabeza, a escasos metros de altura, a los buitres haciendo sus maniobras de aterrizaje para posarse sobre los huecos y repisas del cortado que forma la pared del cañón situada a mi derecha.

El  camino, siempre en sombra, al menos a esta hora de la tarde, se estrecha aún más hasta convertirse en una senda, dejando a la izquierda una cancela privada por la que se accede a la antigua central hidroeléctrica junto al Pisuerga, con unos edificios claramente visibles, más abajo, junto al río, en una curva que hace éste, y más al fondo, en línea recta, el río flanqueado por dos paredes verticales, de unos 40 metros de altura, acompañándolo en su trazado por esa delgada línea de hierro que forma la vía del tren. Son unas bonitas vistas las que se divisan ya desde este punto, incluso se puede ver por donde transcurrirá la senda más adelante, por la parte alta del cañón, por su pared derecha (desde el punto de observación en el que me encontraba).

La línea amarilla marca lo que sería parte del recorrido que tendría que realizar,así como el túne natural en la pared rocosa de la derecha por el que se accede a la parte más alta del cañón.
 


Diferentes vistas desde la senda a la altura de la cancela por la que se accede a la antigua central hidroeléctrica.

Zona arbolada donde además de ver a los majestuosos buitres aterrizar y despegar desde el cortado situado a la derecha y separado de la senda por tan solo unos pocos metros, se pueden ver otras pequeñas aves, como al petirrojo.

A partir de aquí un pequeño tramo de ligera bajada por senda flanqueada por paredes de piedra, que lleva hasta el un pequeño arroyo que hay que cruzar, aunque en estas fechas con poquito caudal, para seguidamente comenzar un corto tramo con un repecho rocoso que nos conduce a una especie de repisa o cornisa de piedra incrustadada en la propia pared rocosa que ha labrado a su paso y a lo largo del tiempo el río Pisuerga, formando este bonito enclave natural.

Senda frondosa entre arboleda y paredes de piedra.
 

Acceso a la cornisa pétrea sobre una de las paredes del cañón por lo que se llega al túnel natural, "la horadada".

En un visto y no visto me encuentro encaramado a la pared, pegado a ella, sobre esta especie de cornisa pétrea; hacia la derecha, caminado por la cornisa se llega a unas cuevas... en una de ellas me metí para curiosear, entrando inicialmente en pendiente, con suelo húmedo y resbaladizo  y en donde en uno de sus habitáculos más hacia el interior, en completa oscuridad aunque llevaba puesto el frontal, me reciben un grupo de murciélagos que me dan un buen susto... viendo que no tenía nada que hacer allí, me doy la vuelta para llegar hasta el punto por donde había subido y seguir ahora hacia el otro lado, siguiendo por este camino labrado en la propia pared, hasta llegar a un maravilloso balcón natural antesala del famoso túnel que da nombre a este cañón, convertido  en improvisado mirador. Este túnel el único acceso  posible para llegar a la parte superior de la pared del desfiladero, puesto que más adelante éste sólo deja paso al río y a la vía del tren, que quedan más abajo.

Cornisa pétrea sobre la pared... al fondo unas cuevas...
 
La entrada a una de las cuevas...
 
Cornisa por la que se accede, al fondo, a un "balcón natural" improvisado mirador, que precede al túnel por el que se atraviesa la pared del cañón para poder llegar a su parte más alta.

El túnel natural, la “horadada”, de pocos metros de profundidad pero muy amplio, nos permite cruzar la pared rocosa para seguidamente, en un sendero en ligera subida conducirnos rápidamente a la parte alta de la pared del  desfiladero, desde donde  se tienen unas vistas espectaculares del entorno.

Entrada al túnel natural que atraviesa la pared del cañón.
 
Vistas desde el acceso al túnel, mirando hacia atrás. 
 
Vistas desde el interior del túnel de su entrada, con la arboleda que acompaña el curso del Pisuerga y más concretamente en los alrededores de esta pequeña represa junto a la antigua central hidroeléctrica.
 
Vistas desde el interior del túnel de su salida, hacia el otro lado de la pared del cañon.

Unos metros más adelante hay una bifurcación; sigo recto, ligeramente hacia la izquierda, para realizar el recorrido junto al borde del cañón, paralelo a éste, por una senda cómoda, con vegetación baja, sin arboleda, mientras que el desvío de la derecha es por donde tendría que venir más tarde, cuando complete el recorrido circular por esta parte alta.

Como se puede ver, la senda a la izquierda sigue paralela al cañón, por la parte alta de éste.

El recorrido que quería realizar tiene la primera y la última parte lineal, de ida y vuelta por el mismo sitio, lo que se corresponde con el tramo desde el parking hasta el cruce que hay pasado el túnel natural, mientras que el resto, el que transcurre por la parte alta del cañón es circular. Existe la posibilidad de hacer una ruta completamente circular, más extensa y mucho más completa de todo este entorno, puesto que se visitaría el paraje protegido de Las Tuerces y se regresaría al parking por la otra parte del cañón, con lo que se recorrería éste por los dos lados, subiendo al monte Cildá, situado a mayor altura que la parte que iba a recorrer, y desde donde se tienen unas vistas espectaculares, según las fotos que he visto, pero el problema era que este recorrido de unos 16 km estaba fuera de mi alcance por problemas de tiempo, así que me limité a hacer la versión corta, de unos 7 km, como un primera toma de contacto, si bien es cierto que el problema no es la distancia sino las innumerables paradas que voy haciendo para contemplar las formidables vistas que voy teniendo, sobre todo en esta primera parte de la ruta.

La senda transcurre por una zona de vegetación baja, pegada al cañón, y esto hace que cualquier sitio se puede convertir en un improvisado mirador natural, y como se va ganando algo de altura, aunque de forma muy suave, las perspectivas van cambiando, y así, a mitad del recorrido por la parte alta de la garganta, ya se pueden tener dos vistas diferentes, una mirando hacia la zona de la hidroeléctrica, o sea, por donde he venido, en el tramo donde el cañón es más estrecho, encajonado entre las dos paredes verticales y rocosas, con las aguas del Pisuerga abajo, acompañadas por la vía del tren y por una estrecha franja arbolada, muy frondosa, de un verde intenso, en lo que sin duda es la parte más bonita, mientras que hacia el otro lado se observa cómo el cañón se va abriendo, observando en el lado opuesto, cómo la parede rocosa y vertical va desapareciendo para ser su espacio ocupado por la falda del monte, aunque aún quedaría un pequeño tramo de cañón, encajonado, pero de pocos metros, antes de abrirse definitivamente y dejar paso a la llanura... y de frente, el monte Cildá, donde “se han localizado importantes vestigios arqueológicos, como los restos de poblamientos cántabros, romanos y visigodos, y algunos investigadores sitúan en él la ciudad cántabra de Vellica; es un importante yacimiento de época prerromana, conocido como Castro de Monte Cildá”.

En esta toma, ya se puede ver como la parede rocosa que tenía frente a mí va desapareciendo, ensanchándose el cañón, aunque....
...aunque aún quedará un pequeño tramo de estrechamiento, pasado el cual, se abre a la llanura...
 
Esta foto corresponde a un zoom de la parte superior de la foto anterior.

En el paseo por el borde del cañón voy haciendo paradas cada poco tiempo porque no me canso de recrearme con las vistas, en una tranquilidad y silencio en armonía con el entorno que tenía ante mí,  con las rapaces y buitres sobrevolando el interior del cañón, por debajo de mi... un bonito aunque no muy largo desfiladero que han ido labrando las aguas del Pisuerga, abriéndose paso por la roca caliza a la que ha ido socavando con el paso del tiempo para llegar a formar este corte vertical en la roca,... ¡toda una alegría para la vista!.

También me entretengo haciendo algunas fotos a las mariposas que van apareciendo a mi paso, así que la ruta estaba siendo completita.



Polyommatus coridon (Niña coridion)
 

Hipparchia semele (comúnmente llamada mariposa pardo rubia o sátiro común).

Poco a poco la senda, paralela al cañón, va girando suavemente, de forma natural, hacia la derecha, y no tardaría mucho en dejarlo a mi espalda, mientras comenzaba a caminar por una zona de cultivos de cereal, una llanura presidida al fondo por la meseta donde se alza el Monumento Natural  de Las Tuerces, una especie de “ciudad encantada”, como la de Cuenca, donde la erosión a lo largo de tantísimo tiempo ha ido labrando sobre la roca formas caprichosas, además de estrechos corredores, plazoletas, columnas, etc... en un recorrido que  resultaría muy entretenido, pero como he comentado antes, estaba fuera de mi alcance por motivos de tiempo, quizás en otra ocasión, porque me he quedado con ganas de hacer el recorrido completo, por los dos lados del cañón y visitando Las Tuerces.

La elevación entre campos de cereal, de la meseta de Las Tuerces.
 

La senda prosigue en ligera bajada hasta que en un bifurcación tomo el desvío hacia la derecha, por una senda algo desdibujada que discurre entre parcelas de labranza,  porque si sigo hacia delante llegaría hacia el pueblo que veo al fondo, a mi izquierda, Villaescusa de las Torres, desde donde parte el camino más transitado para subir a la meseta de Las Tuerces.


Durante un breve trayecto, camino con la referencia de meseta de Las Tuerces a mi izquierda, dejando cerca, también a la izquierda, una zona de colmenas antes de que la senda desemboque en un camino mucho más amplio y que supongo es el que viene desde Villaescusa y que tomo hacia la derecha, dejando el paraje de Las Tuerces ahora a mi espalda.

Toda esta parte del círculo, desde que abandoné la pared del cañón, transcurre por zonas de cultivo de cereal, sin ningún tipo de arboleda, más insulsa visualmente y donde el sol en días calurosos pueda azotar sin piedad, porque no hay ni una puñetera sombra.

Desde que cojo este desvío a la derecha, voy caminando en ligera pero constante subida, aunque camino rápido puesto que ahora no voy haciendo paradas, el paisaje en este tramo no es que me motive mucho, nada que ver con la primera parte. Pronto llego de nuevo a la pared del cañón, giro a la izquierda y de nuevo me encuentro cruzando el túnel natural, la “horadada”, para continuar hasta el parking por el mismo itinerario por el que empecé la ruta.


Y para terminar este pequeño e interesante escarceo/exploración dentro del Geoparque de las Loras, un parada de regreso en Olleros de Pisuerga, para reponer líquidos, al tiempo que me llaman mis compañeras, las que aún quedaban por estas tierras y que mientras yo me dedicaba al mundo del románico, ellas se dedicaban a visitar entornos naturales aderezado con la práctica del senderismo. Me dicen que están en Cervera de Pisuerga, que van a tomar unas cervezas allí antes de ir a San Martín de Perapertú, que es donde nos estábamos alojando y que si no había llegado todavía y si no tenía que desviarme mucho, podía acercarme para tomar algo con ellas; la verdad es que entre que me venía bien, y que no hacía falta llegar tan pronto a la zona donde nos alojábamos porque allí por la noche había poco que hacer, además que tampoco eramos esclavos de horarios de cenas porque la llevábamos nosotros, pues no me lo pensé, rápidamente cogí el coche para dirigirme a Cervera, ¡había que aprovechar y estirar el día al máximo!, porque para mí era la última noche en tierras palentinas ya que al día siguiente emprendería en solitario el viaje de vuelta, mientras ellas aún se quedarían un par de días más.

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