Las andanzas de un lobo estepario extremeño.

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"Viajar en bici es hacer más grande el Mundo. Es aprender lo esencial de la vida. Es vivir el presente sobre todas las cosas. El placer del cicloturismo está mucho más en el camino que en el destino, son los medios los que justifican el fin. Durante días, semanas o meses, no necesitas más que lo que llevas a cuestas
" (del artículo: "Con la casa a cuestas", revista: Bike Rutas, Nº 4, 1999)

31 jul 2013

Festival de Teatro de Mérida 2013. Obra: "El Asno de Oro", de Lucio Apuleyo.

  Al igual que los últimos años, este año no podía ir en agosto al Festival de Teatro Clásico de Mérida, aunque en esta ocasión por un motivo totalmente diferente al habitual hasta ahora. De las tres de las cuatro obras que aún quedaban por representar en el mes de Julio, me hubiera gustado poder asistir a las dos últimas: El asno de Oro, de Lucio Apuleyo y Julio César, de Shakespeare, pero como sólo podía asistir a una de ellas, elegí la más cercana en el tiempo y sobre todo porque ver a “El Brujo” es una apuesta segura, y porque la otra obra era a finales del mes de julio, entre el 24 y el 28, y no fuera a ser que se me presentara algún imprevisto y al final no pudiera ir este año a ninguna.

  El viernes día 19 de julio, fue el elegido para ir con los amiguetes a ver esta obra, previa rutina anual de paseito por Mérida (aunque en esta ocasión no pudimos hacernos las fotos de rigor junto al 'Templo de Diana', ya que el recinto estaba cerrado puesto que este año también se han llevado acabo allí algunas representaciones, y en el día y momento en que nosotros estuvimos, dio la casualidad que había una representación), al que le siguen unas cervezas frías muy agradecidas por las altas temperaturas del día, y para finalizar, y antes de entrar en el recinto del teatro, las tapitas de rigor, que había que ir cenados, ya que la obra iba a ser larga, y si ya el comienzo de ésta estaba fijado entorno a las once de la noche, significa que el final saldríamos de allí sobre las dos de la madrugada...

  Aunque ya llevaba dos días representándose esta obra, las localidades se acabaron agotando, y eso que se supone que el fin de semana es el más fuerte en cuanto a la asistencia del público, pero ya se sabe el poder de convocatoria del Brujo, y más si se trataba como en este caso del estreno de una de sus obras, y aún más si cabe, porque “nunca se había representado bajo ninguna forma, lo que le añade un valor especial a este estreno mundial de un clásico latino...”, como dice Rafael Álvarez el Brujo, en el folleto de introducción-sinopsis que dan a la entrada, y que el personal aprovecha para leer mientras espera el comienzo de la representación.


  Comienza la obra con algunos minutillos de retraso, pero nada del otro mundo, y con la aparición sobre el escenario del Brujo, enfundado en un traje blanco, y a partir de aquí, él solo en el escenario y ayudado de la música del violín, saxo, percusión y teclados, se bastó para encandilar al público durante casi dos horas y media, y para hacer esto hay que ser muy valiente, cual torero que se encierra en una plaza con seis toros, y por supuesto, estar dotado de un don especial, que sin duda él tiene, para meterse a la gente en el bolsillo desde el primer minuto, y es que nada más salir al escenario ya se mezcla con el público, correteando y subiendo por las gradas donde está sentado éste, buscando su complicidad y arrancando las primeras carcajadas, saludando a algunos, conversando con otros...

  La obra en sí está dispuesta en dos partes, de algo menos de hora y media la primera y de una hora, más o menos, la segunda, separadas por un descanso de unos veinte minutos, con lo que al final fueron casi tres horas. En la primera parte, la cual resulta un poco más larga debido a esa búsqueda de interacción y complicidad con el público que hace que cuando quiera a empezar con la obra en sí ya hayan volado 10 o 15 minutos, se narra las vicisitudes, dimes y diretes de Sócrates y Aristómenes, y episodios varios que sirven a modo de introducción o preámbulo antes de que Lucio de convierta en asno después de beber por error una pócima mágica, mientras que en la segunda parte, arranca con lo que hace alusión al título de la obra: “El asno de oro”, o sea, las historias divertidas de lo que le sucede al tal Lucio, convertido físicamente en asno, aunque con su consciencia humana intacta, hasta que después de un espacio de tiempo vuelve a su forma humana, en medo de una transformación-iluminación.

  El Brujo está genial, como siempre, narrando la obra con su inconfundible estilo, con una mezcla de humor, ironía y crítica corrosiva, aunque si tengo que ser sincero, la verdad es que de la primera parte no me enteré de nada, perdía el hilo de la obra con la misma facilidad con la que él salía de la trama para hacer un guiño o una semejanza con alguna cuestión actual tan de moda en estos días y relacionadas con el tema de la corrupción, ya sea el caso Bárcenas, el caso de los cobros en B dentro del PP, el tal Urdangarín, el tema de la banca, etc., aunque todo no fueron puyas, porque también hubo alguna palmadita en el hombro para Monago y compañía, por luchar para rebajar el IVA cultural. Como digo, en esta primera parte que se supone narra las historias previas a la transformación en asno, no me enteraba prácticamente de nada, y eso que él decía que había nivel entre el público, porque el día del estreno toda la banda de críticos y politiquillos no se enteraron de nada, pero me da a mí que por mucho que diga él, hoy tampoco se estaban enterando, o a lo mejor ese efecto es el que quiere conseguir, porque con tantas historias interminables, enrevesadas y enmarañadas y entre algunas frases en latín que suelta (con una pequeña pantalla situada al fondo y a su izquierda que se encarga de reproducir en perfecta sincronización lo que el va narrando, aunque sea en latín) hace que uno no sepa por donde cogerlo, no sabe de qué va aquello, y tan solo sus continuos guiños cuando hace las semejanzas con la situación actual de corrupción y con temas de actualidad en general, con la gracia y estilo que le caracteriza, es lo que hace que uno permanezca vivo y enganchado, y riendo a carcajada limpia, pero en las pocas veces en las que se se lleva varios minutos sin entrar en este juego, es cuando uno decae un poco en el aburrimiento porque se pierde en aquel 'tinglao' que está montando.

  En cambio la segunda parte, el hilo de la obra es más simple y fácil de llevar y de entender, más suelto, y donde prácticamente uno no para de reír, con una representación más fluida, sin tanto guiños a la actualidad, y donde a pesar de las horas que iban siendo y que ya llevaba casi tres horas sobre el escenario (incluyendo el descanso), acabó por encandilar una vez más al público.

  En definitiva, un buen rato para evadirse y soltar unas risas, aunque para mí, la obra quizás se hizo algo larga, e incluso diría que sobra mucho de la primera parte. Por otro lado, su representación se realiza casi por completo en una pequeña área cerca de la zona de orchestra, al igual que en otra de sus representaciones que he visto en este mismo escenario, y da la sensación de desaprovechar ese marco incomparable que es el Teatro Romano de Mérida, que prácticamente permanece a oscuras durante la representación, porque lo que está iluminado es esa pequeña zona donde el se encuentra, exceptuando algunas ocasiones en que sube al escenario como tal, donde se encuentra repartidos por el suelo muchos focos para crear ambiente, y al fin y al cabo, es como si se desaprovechara este entorno y todo gire entorno a la figura del Brujo, y siendo esto así, ¡qué más da que este estreno mundial se haga en este entorno o en cualquier otro escenario de un teatro cualquiera!... pero esto son simplemente apreciaciones mías, igual que también lo es el hecho de que me pareciera al final de la obra, que aunque el público se levantó y aplaudió, estuvo haciéndolo menos intensamente y durante menos tiempo que en otras ocasiones, aunque igual es porque tenían prisas por la hora que era, y más si tenían que coger coche, como era nuestro caso, porque entre salir del recinto, llegar a donde dejamos el coche y la hora de viaje, todo ello supuso que llegáramos a casa pasadas las tres y media de la noche, aunque se da el sacrificio por muy bien empleado, después de la tarde en Mérida que hemos pasado y de esta divertida representación, como siempre que “El Brujo” está encima del escenario, genio y figura.

"El Brujo", al acabar la obra, acompañado de los tres músicos. 


  En cuanto al trasfondo de la obra, y en palabras del propio Rafael Álvarez del Brujo:
Con -El asno de oro-, llena de acción y dinamismo, humor, ironía y una llamativa excentricidad, muestra la corrupción y la crueldad, la superstición y las tensiones del mundo mediterráneo de la época a través de un viaje que recuerda al Lazarillo de Tormes pasando calamidades.”

  “Más allá del entretenimiento y la diversión que son esenciales en un espectáculo, -El asno de oro- añade la visión de la universalidad de los valores y los significados de las grandes obras”.

  Y para sintetizar toda la obra, basta una frase que comentó después del estreno, ante los medios de comunicación, relacionada con una comparación de esta obra con la del Lazarillo de Tormes: "...el burro va por ahí, va viendo lo que hay y ve que la gente es más burra que él, y que todo está podrido...", y la verdad es que sólo hace falta ver el telediario para ver cuánta verdad hay en ello...


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