Las andanzas de un lobo estepario extremeño.

Aquí mis batallitas sobre cicloturismo, senderismo, montaña, viajes, naturaleza, música, teatro, ...

"Viajar en bici es hacer más grande el Mundo. Es aprender lo esencial de la vida. Es vivir el presente sobre todas las cosas. El placer del cicloturismo está mucho más en el camino que en el destino, son los medios los que justifican el fin. Durante días, semanas o meses, no necesitas más que lo que llevas a cuestas
" (del artículo: "Con la casa a cuestas", revista: Bike Rutas, Nº 4, 1999)

22 may 2013

La Ruta del Danubio en Bici, de Budapest al Mar Negro: Diario de un cicloturista (II).

SEGUNDA PARTE: ETAPAS DE LA 6 A LA 10
(Serbia - Rumania)

ETAPA 6: Ilok - Stari Slankomen
ETAPA 7: Stari Slankomen - Belgrado
[Visita a Belgrado y Festival de Música de Guca]
ETAPA 8: Belgrado - Ram
ETAPA 9: Ram - Donji Milanovac
ETAPA 10: Donji Milanovac - Hinova

[Haz clic en "Más información" para leerlas]
[Para ver las fotos de toda la ruta cicloturista, Pincha AQUÍ
 [Para ver algunas fotos de Budapest, Bucarest y del Festival de Guca (Serbia), Pincha AQUÍ]
  [Para ver todas las entradas en este blog relacionadas con este tramo de La Ruta del Danubio, Pincha AQUÍ
  [Para ver todas las entradas en este blog relacionadas con  La Ruta del Danubio (Nacimiento-Viena), Pincha AQUÍ

  [Para ver el "rutómetro" de referencia utilizado y las etapas en La Ruta del Danubio, Pincha AQUÍ]
 

ETAPA 6 (Croacia-Serbia): Ilok - Stari Slankomen 
Distancia  = 94,13 km - Tiempo = 5:08:00 - Media = 18,34 km/h
Jueves, 9 de Agosto de 2012

  En esta jornada, al igual que las que nos esperan por terreno serbio, se rompe la tónica dominante del perfil llano como la palma de la mano, y no es que nos encontremos con puertos de montaña ni nada por el estilo, pero si con un terreno rompepiernas, un sube y baja al que no están acostumbradas nuestras piernas.

  Salimos del 'hostel' a las 7:30 de la mañana, sin desayunar, pero mientras cruzábamos esta localidad, y a pesar de lo temprano que aún era, vimos ya un supermercado abierto, a la derecha de la carretera, así que como nos quedaba un poco de dinero croata (kunas), y ésta era la última localidad antes de cruzar la frontera con Serbia, a poco más de tres kilómetros, decidimos parar y gastarnos las kunas que nos quedaban en comida, sobre todo para desayunar, que era lo más inmediato, porque apenas nos quedaban provisiones.

  Una vez más, el mago de las finanzas, Iñaqui, ajustó las kunas que teníamos en la compra realizada. Frente al supermercado nos encontramos con un colegio, y junto a él una cancha de baloncesto o de tenis, tras las cuales se encontraba una especie de pequeño merendero, con una mesa y banco corrido de madera, abierto por los lados, y con techo de madera, ideal para pararnos allí a desayunar, y además, teníamos la zona de servicios del cole que daban al patio y un grifo, ¡más no se puede pedir!: mesa, banco, agua, servicios y vistas amplias frente a nosotros.



Un buen sitio para desayunar, dentro del recinto de un colegio, en Ilok.

  Con la compra realizada nos pegamos un buen desayuno: yogurt, batidos de chocolate, fruta, café, galletas, rebanadas de pan con nocilla o con quesitos, zumo, en fin, un desayuno de campeones.

  Terminado el desayuno, nos ponemos en marcha, sin más paradas, y antes de llegar a la frontera, para ir quemando algunas calorías, ya tenemos que hacer frente al primer regalo del día, una cuesta de apenas un kilómetro con un 8% de desnivel.

  Llegamos al pequeño edificio que haces las veces de oficina de frontera, donde está situada la barrera sobre la carretera, en una llanura. Es un puesto sencillo, sin pena ni gloria, sin el glamour y el ajetreo que suponemos tiene el que se sitúa en el puente en la otra margen del río, por donde transita todo el tráfico, así que lo bueno de esto es que por esta zona estaríamos muchos más tranquilo en cuanto al tráfico, y lo “malo” es que el perfil del recorrido por esta parte creemos que es más durillo.

  En Ilok, donde dormimos anoche y última localidad de paso en Croacia, había dos posibilidades, o seguir la ruta cruzando el puente y seguir por la margen izquierda del río, o bien seguir por la margen por la que íbamos. Ambos recorridos eran interesantes, quizás sean lo mejor de esta segunda parte de la ruta del Danubio, entre Budapest y el Mar Negro. Por la otra orilla puede que se acaben haciendo más kilómetros, no recuerdo bien, porque creo que había un momento en que según la guía, había que alejarse del río para después volver a él, además de tener más tráfico, sobre todo la principio, pero a favor tiene que el perfil de recorrido parecía más plano. Por la margen por la que nosotros veníamos y por la que finalmente decidimos seguir, el recorrido al menos sobre el papel, y por lo que nosotros pudimos comprobar, era más exigente, en cuanto a que había muchos tramos de sube y baja, y aparentemente, creíamos que podríamos disfrutar más de la zona de las Iron Gates por este lado, con vistas más panorámicas, puesto que pasaríamos por zonas más elevadas que en la margen opuesta.

  En este puesto de frontera serbio, si no recuerdo más, tan sólo había una mujer, que es la que se encargó de sellar nuestro pasaporte, en principio sin ningún tipo de problemas, aunque puso una cara de pocos amigos cuando me vio hacer algunas fotos del puesto de frontera.


Puesto de frontera para entrar en Serbia.

  Entramos en Serbia, otro país para la colección; al principio carretera estrecha y sin tráfico, tal y como suponíamos, pedaleando por aldeas eminentemente rurales, con campos donde además de las viñas, el cultivo predominante es el maíz y girasol, cultivados en grandes llanuras, aunque éstas acabarán pronto, porque frente a nosotros vamos viendo suaves colinas.

  Pedaleamos a esta primera hora de la mañana relajadamente, con buena temperatura, sin prisa pero sin pausa y por carretera estrecha sin tráfico, así que poco a poco vamos abandonando los espacios abiertos para adentrarnos en zonas de sierras, más encajonadas, donde como no podía ser de otra forma, comienza el terreno rompepiernas, con subidas y bajadas no demasiado largas y con mucha arboleda, una masa boscosa que nos envuelve dejando atrás los grandes terrenos de cultivo. El recorrido se hace ahora más entretenido, más bonito, más agradable.

  En uno de los huertos por los que pasamos no pude resistir la tentación, así que paro y coge unas cuantas manzanas, que unidas a las peras que cogí también ayer, pueden hacer un total de unos tres kilos extras en mis alforjas, pero así tendré fruta para un tiempo, porque a Iñaqui creo que no le hace mucha ilusión la fruta tan verde, pero a mi sí, de todas formas, las dejaré unos días en mi granero particular para que vayan madurando un poco...

  En la etapa de hoy, sólo nos hemos cruzado con un par de cicloturistas en sentido contrario, así que no sabemos si la guía actualizada marcará el itinerario principal por esta margen o por la otra, y de ser así, significaría que a partir de ahora nos encontraremos con menos cicloviajeros.


Cruzándonos con otros dos cicloturistas que van en sentido contrario al nuestro.

  Este tramo agradable de recorrer e ideal para practicar cicloturismo, sin coches y entre zonas boscosas, termina después de 25 o 30 kilómetros, cuando la carretera estrecha desemboca en campo abierto en una carretera nacional y sin arcén, y por si fuera poco, con mucho tráfico, y empezamos a notar que estamos en las inmediaciones de una gran ciudad como es Novi Sad.

  Cuanto más nos acercamos a la ciudad, más se intensifica el tráfico, peor es la carretera y aumentan los camiones que circulan en ambos sentidos, y la razón de este tráfico pesado como pudimos ver un poco más adelante, está en unas graveras a la izquierda de la carretera, junto al río.

  Después de un duro repecho entramos en Sremska Kamenica, donde vemos junto a la carretera, una oficina de cambio, así que paramos para cambiar euros por dinares serbios, aunque sólo cambiamos inicialmente lo que nos quedaba de fondo, unos 16 euros, por los que obtuvimos 117,5 dinares.

  Seguimos hacia delante, pero como habíamos estado subiendo, ahora desde arriba, teníamos en ocasiones buenas vistas de una ciudad grande como es Novi Sad, que queda a nuestra izquierda, en la otra orilla del río, donde también podemos ver zonas de baño junto a los pilares de un antiguo puente, y es que aquí están reconstruidos todos los puentes, excepto el del ferrocarril, que creo que es el único que se libro de los bombardeos.

  Una bajada suave nos llevaría hasta el cruce donde a la izquierda está un puente por el que se llega a Novi Sad, por donde pasa otra alternativa a la etapa que estamos haciendo nosotros hoy, mientras que a la derecha se encuentra la carretera por la que tenemos que seguir, con lo cual, por esta margen no teníamos que atravesar la ciudad, sobre todo porque tampoco tenía nada interesante, es una ciudad nueva, y lo más interesante, para nosotros, está precisamente en esta margen del río, donde a nuestra derecha se levantan una mole de piedra con paredes verticales sobre la que se asiente una fortaleza, la de Petrovaradin.


Fortaleza de Petrovaradin

  Después de hacer unas fotos desde abajo, nos adentramos en el barrio que se encuentra a los pies de esta fortaleza, dejando uno de los puente por los que se accede a Novi Sad, con mucho tráfico a esta hora, a nuestra espalda.

  Este barrio, ahora venido a menos con la cercana ciudad nueva, tiene pinta de haber tenido en otros tiempos más vida, más glamour, por lo que vemos de sus edificios, vacíos muchos de ellos, deteriorados otros, y algunos restaurados. Vemos algunos turistas bajar y subir las escaleras que suben hacia arriba, hacia la fortaleza, mientras nosotros paramos junto a una pequeña tienda a comprar unas cervezas y una bolsa de patatas, porque después del desayuno que nos metimos entre pecho y espalda en Ilok, no teníamos mucha hambre, así que cerca de allí a la sombra, sobre las 12:30 del mediodía, dimos buena cuenta de las cervezas.

  Un poco más tarde, mientras Iñaqui se tumbó a la larga para dar una cabezadita, yo aproveché para subir arriba, por unas escaleras que me parecieron interminables, en parte por el cansancio y en parte por la calor a esta hora. Arriba había mucha gente sentada, comiendo en las terrazas de los restaurantes, o haciendo algunas fotos desde aquellas murallas. Se puede dar un paseo por allí y disfrutar de las excelentes vistas de Novi Sad, del Danubio y de los alrededores, y si puede ser en otras horas de menos sol y calor, pues mucho mejor.


Barrio a los pies de la fortaleza de Petrovaradin.

  Terminada mi mini-visita, bajo las escaleras para llegar a donde estaba Iñaqui con nuestras burras, y hago lo mismo que él, o sea, tumbarme en la sombra y descansar un rato bajo la ligera brisa que corría por aquellas calle estrecha, empedrada y llena de sombra.

  Sobre las tres de la tarde reemprendemos la marcha, pero antes compramos una botella de agua en una gasolinera, porque no vimos ninguna fuente ni nada parecido. Hacía calor, pero era llevadero, nada de 40 grados como en los primeros días, porque si fuera así no podríamos pedalear a esta hora.

  La salida de esta zona, en los alrededores de Novi Sad, es horrible por la cantidad de tráfico que hay, propio de una ciudad grande, y para colmo, nos esperaba una subida de cuatro kilómetros que no nos esperábamos, no aparecía marcada en nuestra guía. Por suerte, cuando finaliza la cuesta a la altura de un cruce de carreteras, donde tendríamos que girar a la izquierda, hacia Cortanovci, por otra carretera secundaria y mucho más tranquila, nos encontramos con un puesto de frutas donde vendían unas sandías enormes. Allí compramos melocotones y sandía, aunque en realidad lo que queríamos era media sandía porque eran muy grandes, pero el hombre que regentaba aquel puesto era un poco reacio a partirla, pero supongo que viendo nuestras caras sofocadas y sudadas, se apiadó de nosotros, e incluso no sólo la partió sino que además nos la regaló, así que una mitad para nosotros y otra para él, como nos dijo.


Puesto de frutas que nos encontramos al finalizar una subida larga.

  Frente al puesto, en una especie de entrada a una bar-restaurante, y bajo la sobra de unos árboles, dimos buena cuenta de unos melocotones y de dos kilos y medio de sandía, en un visto y no visto. El hombre del puesto se acercó a nosotros para ofrecernos su navaja para partir la sandía, pero de eso ya teníamos nosotros, así que aprovechó el rato en que no tuvo compradores, para preguntarnos a base de señas, porque no le entendíamos un carajo, ni nosotros a él ni él a nosotros, que a dónde íbamos, que desde dónde veníamos hoy, que dónde empezamos, etc... lo típico...

  Desde que iniciamos la etapa hoy, es justo en este cruce donde vemos el primer cartel o señal relacionada con la ruta del Danubio, el “Eurovelo 6” (que va desde la Costa Atlántica al Mar Negro).

  Nos ponemos en marcha de nuevo, girando en el cruce a la izquierda, como he dicho antes, en dirección a Cortanovci y Beska, por una carretera más estrecha y en peor estado, pero mejor así, porque vamos más relajados, sin la presión del tráfico y en bajada, algo que nos viene muy bien para no tener que dar pedales ni hacer ningún esfuerzo ahora que llevamos la barriga llena, aunque sea de líquido. Más tarde nos tocaría de nuevo enfrentarnos a fuertes y cortos repechos, al tiempo que iríamos viendo algunos carteles indicativos de la ruta, así que ¡vamos bien!...

  El paisaje vuelve a cambiar, ya no es el de la zona boscosa, frondosa, con suaves sierras de los primeros 25 kilómetros, que sería a la postre lo mejor de la jornada de hoy; ahora el terreno es más llano y aparecen de nuevo los maizales y los girasoles.

  El último tramo de unos diez kilómetros entre Krcdin y Stari Slankomen se nos hace interminable, no por la dureza, que no la tiene, sino por la incomodidad del firme, que si bien es asfalto, está muy rugoso y bacheado, lo que nos obliga a ir haciendo eses para ir esquivando los baches que en ocasiones pasan a la categoría de socavones. Por si fuera poco, a esto hay que unir viento en contra y paisaje simplón, seco, así que teníamos ganas de acabar ya hoy e intentar buscar un sitio donde darnos un baño.

  Por fin llegamos al cruce donde girando a la izquierda se llega a Stari Slankomen, en fuerte bajada, mientras que frente a nosotros, sigue una pista ciclable, prolongación de la carretera, por decir algo, que traíamos. En el cruce hay carteles indicativos de la ruta con muy buena información en cuanto a los hitos siguientes y al kilometraje entre ellos. Las indicaciones de este cruce, siguiendo la ruta cicloturista, marcan 55 desde este punto a Belgrado, donde tenemos pensado llegar mañana, en una etapa corta.

  Nuestra idea era quedarnos en Stari Slankomen, a escasos dos kilómetros del cruce al que habíamos llegado, donde según la guía había una zona de baños y allí intentaríamos realizar acampada libre esta noche, así que al día siguiente tendríamos que deshacer estos dos kilómetros para llegar a este cruce, solo que serían en subida.


Vistas desde la bajada a Stari Slankomen...

  Giramos a la izquierda, ahora por carretera en fuerte bajada, más ancha y con buen firme, para llegar a Stari Slankomen, una localidad donde hay turismo de balnearios y baños termales, incluso vemos unos de estos centros con gente saliendo de allí y esperando un bus para irse, además de pequeñas casas de madera que se alquilarán para gente que venga aquí de vacaciones o simplemente a tomarse los baños diarios. Vemos también un panel informativo sobre un proyecto de construcción de una urbanización o algo así, no recuerdo bien, orientado todo al tema éste de los baños termales, pero nos da la impresión de que se ha quedado parado... no sabemos si ha llegado aquí también la crisis del ladrillo, o si al estar fuera de la unión europea y del euro, la crisis global no le afecta tanto o si ha tardado más en llegar aquí. Todo esto estaba en un extremo de la localidad, junto a un pequeño puerto deportivo, así que fuimos inspeccionando el terreno desde aquí hacia el otro extremo, atravesando esta pequeña localidad orientada en torno al río, al Danubio.

  Dejamos atrás algunos bares-restaurantes típicos orientados al poco o mucho turismo que haya por aquí, metidos prácticamente en el río, y seguimos hacia delante, en principio sin ver nada que nos convenciera para poder plantar tranquilamente las tiendas. Buscábamos la zona de baños que aparecía en la guía, pero no encontramos nada, y eso que ya hacía un par de kilómetros que habíamos dejado los dos o tres bares-restaurantes, aunque todavía teníamos una fila de casas a nuestra izquierda, tras las cuales se levanta un pared rocosa elevada bajo la que se resguardan.

  Llegamos a una bifurcación, donde sale un camino por el que vemos que van algunos chavales, así que vamos tras ellos pensando que se dirigen a una zona de baños, pero seguimos sin ver nada, así que retrocedimos de nuevo hasta la bifurcación y vimos una zona donde había algunas tiendas de campaña y algunas barcas en tierra, recién pintadas, y un sitio donde podríamos darnos un baño. No estábamos seguro si aquello eran zona de parcelas privadas o simplemente cada uno hacía lo que quería, así que preguntamos a los abuelos que estaban allí sentados, en bañador, junto a una de las tiendas de campaña, tomando unas cervezas y jugando a las cartas, si podíamos poner nuestras tiendas allí para esta noche, y nos dijeron que sin problemas.

  Montamos las tiendas, dejamos las burras amarradas junto a una barca que hacía poco que habían pintado, y nos dispusimos a darnos un baño. Después, mientras yo organizaba mis alforjas con la comida por una lado y el equipaje por otro, Iñaqui se fue dando un paseo por el camino que habíamos seguido durante unos metros y donde acabamos dándonos la vuelta, porque pensaba que debería haber alguna zona más allá, porque había chavales que seguían yendo o viniendo por allí, pero si no recuerdo mal, hasta donde él llegó no vio nada.


Zona de Stari Slankomen donde realizamos acampada libre.

  Como aún era temprano, cogimos de nuevo las bicis, ahora ligeritas, sin alforjas, para dar una vuelta por esta localidad, porque al final nos habíamos alejado unos tres kilómetros de la zona centro.

  Después de curiosear por el pueblo, por la zona de baños termales y por el pequeño puerto de embarcaciones, de regreso a nuestras tiendas para cenar, nos paramos en un de los bares-restaurantes-chiringuitos junto al río, cual si fueran pequeñas embarcaciones flotantes metidas en el río, para tomar unas cervezas, que solemos acompañar de unos frutos secos que llevamos para estas ocasiones. Desde allí teníamos vistas al río, así como de los cisnes que merodean por los alrededores, desplazándose elegantemente por el agua a la espera de que la gente le tire algo de comida. Tomamos dos botellines de tercio, 200 dinares las dos, o sea, menos de un euro el tercio, y eso que aquí hay algo de turismo.

Los cisnes del Danubio...

  A la salida, teníamos una fuente frente a nosotros, así que rellenamos los botes de agua para tener para la cena, para el desayuno, para beber y para lavar los cubiertos.

  Ya de noche, aunque aún temprano, nos dispusimos a hacer la cena, utilizando nuestros frontales para tener luz, en aquel lugar que estaba muy bien para nuestras pretensiones, con el río al lado y su brisa refrescante a esta hora. De cena, teníamos quesitos y chorizo de entrante, seguido de una sopa de carne de primero, espagueti a la carbonara de segundo y fruta de postre, y todo amenizado con la música que sonaba de mi móvil, así que una cena de lujo para recuperar, en una zona ideal, sin grandes pretensiones, donde hemos realizado hoy nuestra acampada libre.

  Sin lugar a dudas, lo mejor del día ha sido el recorrido del primer tramo de la etapa de hoy, los primeros 20 o 25 kilómetros; el “momento sandía”, en el puesto que nos encontramos tras la subida inesperada de cuatro kilómetros después de dejar atrás los alrededores de Novi Sad, y este lugar donde hemos colocado nuestras tiendas de forma libre, además de la cena que nos hemos metido entre pecho y espalda...

***************************************************************************

ETAPA 7 (Serbia): Stari Slankomen - Belgrado
Distancia = 54,25 km - Tiempo = 3:20:48 - Media = 16,28 km/h
Viernes, 10 de Agosto de 2012

  De nuevo nos levantamos a las 6:30, y la verdad, no tenemos mucha pereza a la hora de madrugar, nos vamos acostumbrando, en parte porque a esa hora ya hay la misma luz que si fueran las 9 de la mañana, y aunque estemos dentro de las tiendas, cuesta trabajo dormir con tanta claridad, y más si las tiendas no están a la sombra y comienza a pegarles el “Lorenzo”, entonces si que no hay quien pare dentro de ellas.

  Toca la rutina diaria, recoger las tiendas, preparar el equipaje, montar las alforjas, y ponernos a desayunar con las provisiones que nos quedaban. Hoy no íbamos a hacer la compra habitual para un par de días, porque nuestra idea era llegar a Belgrado y quedarnos en la capital dos días, así que allí comeríamos en cualquier sitio, y el día que reemprendiéramos la ruta de nuevo, ya pararíamos para hacer la compra en el primer sitio que pudiéramos.

  Como ya comenté al final de la etapa anterior, y a pesar de que estuvimos dándole vueltas para ver si había una alternativa que nos sacara de esta localidad, enganchando con la carretera/pista ciclable sin necesidad de retroceder los dos kilómetros que hicimos ayer, y que ahora serían cuesta arriba, acabamos descartando esta idea, porque aunque vimos un camino, no sabíamos si nos llevaría a donde queríamos o si se acababa cortando y al final tendríamos que dar la vuelta y perder más tiempo, así que no nos complicamos la vida, salimos de esta localidad para afrontar la subida (un 10% de desnivel en los primeros 600 metros), con varias curvas de herradura desde donde se tienen buenas vistas del pueblo (campanario de la iglesia, restos de ruinas históricas, y el Danubio de fondo) y en donde ya quemaríamos las primeras calorías que nos aportó el desayuno, si bien es cierto que a esta hora de la mañana, con buena temperatura, relajados, sin las piernas cansadas, y sin el cuerpo pidiendo la hora en el último tramo de la tarde después de estar desde las 6:30 de la mañana en danza, la cuesta se nos hizo muy llevadera, porque ayer cuando bajábamos sólo pensábamos en que al día siguiente había que subirla.

  Llegamos de nuevo al cruce que marcaba la dirección a Belgrado, a 55 km desde este punto, por una carretera muy estrecha, más bien es una pista asfaltada que tiene el ancho de un coche, y que está reconvertida en carril bici o pista ciclable. Cuando viene algún coche, algo que por suerte no es frecuente, nos tenemos que salir del carril asfaltado y meternos en uno de tierra que tenemos a nuestra derecha.

  Nos esperan unas largas rectas, algo aburridas, aunque por lo menos avanzamos bien, con un pedaleo cómodo, a pesar de que el firme no está en buen estado, con baches y asfalto descarnado, pero con perfil llano como la palma de la mano. El paisaje por otro lado, sigue siendo más de lo mismo, algo alejados del río al que no vemos y con espacios abiertos, donde se cultiva principalmente el maíz y el girasol, aunque también vemos algunos árboles frutales, sobre todo manzanos, pero en esta ocasión, con la fruta ya recogida...

  A unos cuatro kilómetros desde que dejamos el cruce, nos encontramos a nuestra izquierda con un centro de recreo de lujo, con piscinas, spa, etc... no se por qué, pero creo que a nosotros no nos admitirían allí...

  Hoy justamente llevamos una semana de ruta y es el primer día que vemos el cielo nublado, e incluso sopla a favor una ligera brisa fresca que es de agradecer, apetecía ponerse unos manguitos en los brazos.

  Pasamos por pequeños pueblos dedicados íntegramente al tema agrícola, sin ningún encanto, y lo mejor de todo es que apenas nos encontramos coches, algo que nos parece normal, porque esta carreterilla o pista asfaltada no es para mantener tráfico fluido, simplemente será para conectar estos pequeños pueblos o aldeas.

  Llegamos a Novi Banovci, una localidad bastante grande, y al final de ella, paramos en una pequeña terraza para tomar un zumo y una napolitana de chocolate, mientras echamos un vistazo a la guía para ver el tramo que nos falta y sobre todo ver alternativas, porque en esta localidad el tema del tráfico cambio mucho, y no sólo es que ya nos hayamos encontrado bastante movimiento de coches mientras la cruzábamos, sino que mientras estuvimos sentados en aquella terraza vimos el tráfico intenso que soporta esta carretera nacional que va directa a Belgrado, nueva, ancha y en perfecto estado, todo lo contrario al tramo que habíamos hecho.


En las inmediaciones de Novi Banovci, nos encontramos con personas que hacen “la otra ruta del Danubio”, o sea, buscarse la vida en el día a día.

  Según la guía que llevábamos, había una alternativa a esta carretera, y debería partir desde el final de esta localidad, o sea, desde donde estábamos, y aparentemente por la calle que teníamos frente a nosotros, pero no vemos señales de ningún tipo, así que preguntamos y nos confirman que esa calle desemboca en un camino que lleva hasta Crvenka, que es nuestro siguiente objetivo.


Carteles indicativos del “Eurovelo 6” y de la Ruta del Danubio (“Dunavska ruta”), aunque creo que en lo que menos nos fijamos fueron en estos paneles informativos de la ruta, ¿por qué sería?...

  Montamos en nuestra burra y seguimos la calle, rectos, sin desviarnos, hasta que dejamos atrás las últimas casas de este pueblo, justo cuando el asfalto se convierte en tierra, continuando después por un maltrecho e incómodo camino que pone a prueba nuestros traseros y por el que avanzamos lentamente, aunque tampoco teníamos prisas, y mejor así, porque la señalización es nula, ni una puñetera señal o cartel indicativo, así que no sabíamos si nos acabaríamos perdiendo. Lo positivo de esto es que nos quitaríamos 10 kilómetros de carretera con mucho tráfico, así que merecía la pena intentarlo, sobre todo porque hoy la etapa es corta, hemos salido temprano y vamos bien de tiempo.

  En este pequeño tramo de camino sin señalización, y a la altura de un cruce, nos encontramos con otros dos cicloturistas, un matrimonio francés que rondarán los 55 años o más, y que vienen pedaleando desde Viena, aunque creo que su meta no era el Mar Negro, sino que después de pasar las Iron Gates, virarían rumbo hacia la capital de Bulgaria, Sofia, si no les entendí mal... y como dice en la película 'Casablanca', aquello fue el comienzo de una buena amistad, porque aunque cada uno va a su ritmo, al final acabaríamos coincidiendo en varios sitios, algo que resulta enriquecedor, porque transmitían simpatía, además de toda la admiración y envidia sana que me despiertan estas parejas que comparten esta afición, esta forma de viajar.

  Pedaleamos juntos durante un rato, aunque después nosotros seguimos a nuestro ritmo y ellos nos siguen algo más rezagados, hasta llegar a Crvenka, donde un pequeño tramo de carretera local hace de enlace con la carretera nacional que viene de Novi Banovci, y cuyo tráfico hemos evitado hasta aquí, dando un pequeño rodeo, pero ahora tenemos que seguirla. Un tramo peligroso, por carretera con mucho tráfico y sin arcén, aunque con buen firme y completamente llana.

  Son unos once kilómetros los que nos quedan y ponemos el turbo para quitárnoslos cuanto antes, aunque aquí ya perdemos definitivamente el contacto con el matrimonio francés que se quedaron atrás, a su ritmo.

  Por suerte, en una de las localidades del extra-radio de Belgrado, encontramos un cartel del “Eurovelo 6” que nos indica un giro a la izquierda, abandonando esta peligrosa carretera, al menos para la práctica del cicloturismo, y llevándonos a Belgrado callejeando por diferentes localidades, ahora bien señalizado, para entrar en la capital por un paseo junto al río, dentro de una zona de parque donde hay mucha gente paseando, en patines, en bici, sentadas en los bancos, etc.

  Una vez que dejamos atrás al “maligno” (el tráfico), pedaleamos muchos más tranquilos y relajados, sin la “presión del maligno” sobre nosotros, por las calles tranquilas de Zemun, un pueblo o barrio residencial pegado prácticamente a Belgrado, y tal y como he dicho antes, la ruta aparece marcada, porque de lo contrario hubiéramos perdido mucho tiempo callejeando para llegar a nuestra meta.

  En Zemun paramos en un bar junto al río, pero situado a más altura, así que desde sus terrazas se tienen unas buenas vistas del Danubio. Mientras tomábamos una cerveza, coincidimos con Marcos, un chico de padres españoles, aunque el ha nacido en Belgrado, habla español perfectamente; nos presenta a su mujer, que también es Serbia, y a su hermano, ambos hablan también español. Nos comenta que está recién llegado de Madrid, donde ha estado los dos últimos años. Estuvimos charlando un rato con él y da gusto encontrarse gente así, incluso nos da su número de teléfono móvil por si tenemos algún tipo de problemas, o por si necesitamos algo, o por si queremos que nos haga de guía turístico. Un lujo encontrarse con gente que se brinde de esta manera, se muestre tan abierta con gente que no conoce de nada...

  A la salida de este bar-restaurante nos encontramos de nuevo con el matrimonio francés que acaban de llegar. Su idea es para a comer, aunque son las doce y media, pero los franceses tienen otro horario distinto al nuestro. Después de ver los precios de la carta, les parece más bien caro, y la verdad es que el restaurante tiene pinta de ser caro, así que ellos siguen hacia delante para intentar encontrar otro sitio donde comer.

  Cuando estábamos a punto de ponernos en marcha de nuevo, se nos acerca una chica, era canadiense y estaba con otra pareja, aunque en principio fue ella sola la que se dirigió a nosotros. Es una chica curiosa, a la par que guapa, y comenzó a hacernos preguntas sobre el recorrido que estábamos haciendo, que al fin y al cabo era lo que estaban haciendo ellos, salvo que no iban en bici, es más, creo que se mostró bastante sorprendida de ver que se podía hacer la ruta del Danubio en bici, con tramos de carriles habilitados especialmente para bicis, o con señalización específica para esta ruta... Al principio hablaba despacio, prudente, así que podía pillarle algo de lo que decía... lo malo fue cuando cogió confianza y tomó carrerilla hablando, ahí ya desconecté, demasiada tensión intentando entender lo que decía, así que le dejé el trabajo a Iñaqui, ya le preguntaría a él después lo que no hubiera entendido... o sea, casi ná...

  A partir de aquí cogemos un carril bici, durante unos seis kilómetros, que nos lleva hasta uno de los puentes que atraviesa el río y conduce al centro mismo de la ciudad. Este tramo de carril bici es agradable de recorrer, más bien parece un paseo marítimo, cambiando el mar por el río, con mucha gente disfrutando de esta agradable mañana, con zonas de parque y césped a nuestra derecha y el río a la izquierda, donde también se encuentran infinidad de restaurantes, tanto los de estructura fija como los que se encuentran en embarcaciones ancladas en la margen del río.

  Cuando cogemos el puente, y antes de terminar de cruzarlo, unas señales de la ruta nos indican que hay que bajar hacia bajo, utilizando el propio ascenso que tiene el puente. Al bajar, estamos ya en la otra orilla del río. Por lo que vemos, parece que hay un carril bici que va bordeando por la parte baja, toda la colina donde se encuentra el fuerte de Belgrado, y quizás es el que se utilice también para salir de la ciudad, y esto realmente no es lo que queríamos, porque nosotros buscábamos una supuesta oficina de información y turismo que según la guía debería estar en esta margen del río, pero no damos con ella, así que nos fuimos directamente hacia el centro, para lo cual teníamos de nuevo que coger el ascensor y subir otra vez hasta el puente, para adentrarnos después de un corto trayecto, en el centro de Belgrado, donde se encuentra la calle peatonal, llena de tiendas y de gente paseando por ella a esta hora; esta calle constituye además, forma parte del paseo para llegar hasta el fuerte.

A un lado del carril bici, el parque, y al otro lado, en el río, muchas embarcaciones restaurantes.


Iñaqui parado en el puente que nos conduce hacia el centro de Belgrado.

  Estábamos un poco desorientados, más si cabe con los nombres de las calles escritos en cirílico, y no acabábamos de encontrar la oficina de información y turismo. Una chica nos debió ver algo perdidos, así que ni corta ni perezosa se acercó a nosotros hablando en inglés por si necesitábamos ayuda y fue quien nos dijo que la oficina estaba cerca, teníamos que seguir la calle y cuando llegáramos a una plaza, a la derecha, allí se encontraba.

  Era una calle peatonal y con mucha gente a esa hora, así que en parte montados en bici, y en parte caminando, llegamos a la Plaza de la República, donde se encontraba la oficina. Allí, básicamente preguntaríamos por el tema del alojamiento, porque aunque había algún “hostel international”, no estaba de más preguntar por otras alternativas, además de hacernos con un plano de la ciudad, unas recomendaciones para las visitas típicas, zonas donde comer, zona de bares, etc..

 Alrededores de la Plaza de la República, en Belgrado.
Detalles de esculturas de terracota en una fuente de la Plaza de la República, en Belgrado.

  Allí coincidimos de nuevo con el matrimonio francés. Finalmente, ellos irían a un hotel, por 40 euros la habitación doble, incluida la comida, creo, mientras que nosotros iríamos a una residencia universitaria que en verano hacía las funciones de albergue, y fue la que nos recomendaron, además estaba céntrica y su precio era de 11 euros por cabeza, así que por ese precio, ni los pensamos, allí pasaríamos las dos noches que teníamos pensado estar en Belgrado.

  Nos despedimos del matrimonio francés y emprendemos la aventura de encontrar la residencia universitaria, con el mapa-croquis de la ciudad que nos habían dado en la oficina, pero de nuevo, nos costó un tiempo orientarnos, porque como he dicho, muchos nombres de las calles están en cirílico, y el personal, a no ser que sea universitario, o gente que trabaja de cara al público, no habla mucho el inglés, así que para preguntar por el sitio al que queríamos ir, parábamos al personal, y señalábamos con el dedito el lugar en el mapa al que queríamos ir, o sea, el lenguaje universal de toda la vida.

  Dos o tres calles y ya nos vamos orientando con el mapa, ya nos vamos “haciendo a esta ciudad”. Llegamos a la entrada de nuestro alojamiento, aunque al principio nos la pasamos de largo, y al dar la vuelta es cuando dimos con ella.

  En la puerta había cuatro chicos, sevillanos para más señas, así que toca un rato de compadreo. Ellos acaban de terminar la carrera universitaria, ingienería ¡ahí es ná!, y se estaban marcando 50 días sabáticos, 50 días de viaje, incluso habían hecho unas camisetas personalizadas con la ruta que querían hacer. Llevan dos días en Belgrado, y habían llegado hasta aquí en coche, atravesando España, Francia, recorriendo los Alpes, los Dolomitas, la costa adriática por Croacia, Bosnia y ahora Serbia y a partir de ahora querían seguir haciendo autostop, realizando una ruta circular con el fin de terminar en Belgrado de nuevo, recoger el coche y emprender el viaje de regreso. Su idea era seguir por Macedonia, Grecia, y llegar a Estámbul, en Turquía, para después visitar Sofía, ya en Bulgaria, antes de cerrar el círculo. Cuando los vimos andaban allí divagando sobre como proseguir, porque llevaban un par de días con gastroenteritis y les había pasado factura, así que no sé al final que hicieron, si continuaron en coche o siguieron haciendo autostop como tenían previsto.

  Nos estuvieron comentando cosas que visitar, y zonas típicas de bares y que el enorme y bonito edificio que teníamos cerca de allí, junto a un parque, una zona o espacio abierto, y que habíamos visto cuando veníamos hacia aquí, era el edificio del Parlamento. En cuanto a la residencia-albergue nos comentaron que estaba bien, pero que a ser posible (esto ya entre risas), nos dieran una habitación que no fuera donde habían estado ellos, por aquello de que no se nos pegara lo de la gastroenteritis.

  Los dejamos allí barajando las diferentes opciones que podían seguir mientras nosotros nos internamos primero por un pasillo de unos 10 metros, que desemboca en un primer patio, bastante grande, rodeado de otros edificios, al que le siguía otro patio, y finalmente, después de pasar una cancela de hierro que es donde dejaríamos amarradas nuestras burras, puesto que no nos las dejaban entrar dentro, llegamos a recepción.

  No tuvimos problemas de alojamiento, reservamos dos días y pagaríamos al salir, aunque deberíamos dejar nuestros pasaportes allí. Subimos directos a nuestra habitación, en la primera planta. Una habitación cuya ventana tenía vistas a la zona donde teníamos las 'burras' y a la puerta de acceso a recepción, con dos camas, mesas, armarios, y cuarto de baño, y por si hubiera más necesidad, teníamos frente a nuestra habitación otros servicios comunitarios para la planta. Teníamos más que de sobra, sobre todo porque allí sólo íbamos a ir a dormir.

  Una ducha, un rato de relax en la cama, y a las cuatro y media bajamos para el centro para comer algo, tomar un café y entrar en un local de internet para consultar el correo, actualizar el blog, etc. He dicho local por decir algo, porque aquello era más bien un antro, una habitación en un sótano, sin ventanas ni ventilación de ningún tipo, con una luz pobre y olor a tabaco, y con unos doce ordenadores; y eso que esto en un sitio más bien céntrico, rodeado de bares que sacan sus terrazas a la calle, en donde después estuvimos tomando unas cervezas mientras veíamos el último cuarto del partido de baloncesto entre España y Rusia, perteneciente a las olimpiadas que se estaban celebrando, ya que tenían televisiones dispuestas por las distintas terrazas.

  Con el sol ya puesto, nos fuimos a dar un paseo por los alrededores de la Plaza de la República, abarrotada ahora de gente joven, puesto que parece que es un sitio donde se suele quedar, además de las terrazas que hay para tomar algo.

  Por la noche, y con una temperatura agradable, vemos las cosas desde otro punto de vista, disfrutando, porque durante el día hay mucho tráfico, mucho ruido, mucho humo, y resulta algo asqueante, pero ahora está todo mucho más tranquilo, rebosante de gente, y por lo que vamos viendo, la ciudad merece una visita: el parque donde se encuentra a un lado los edificios del Parlamento, la Asamblea, la casa del presidente, etc..; o esta Plaza de la República donde estamos ahora, con la estatua del caballo bajo el cual queda mucha gente, y cuyo jinete da nombre a la calle peatonal que continúa hasta los pies de la suave colina sobre la que se asienta la fortaleza; el teatro, el museo etnográfico, etc..

  Como ya iba siendo la hora de buscar un sitio donde tomar algo y comer, emprendemos la búsqueda de la zona típica de los bares, que nos habían marcado en el mapa en la oficina de información y turismo. Dimos una vuelta y finalmente dimos con ellas.

  Esta zona de bares podemos decir que se encuentra dispuesta en forma de L invertida, en un lado de esta L, quizás el más largo, estaría la calle donde se encuentras los pubs y terrazas tipo 'longe', con música y televisiones a todo volumen, más orientados a la gente joven, a la marcha, y donde por unos momentos nos da la impresión de estar en la “pasarela Cibeles” por lo bien arregladita que van las chavalas y lo guapa que son... ¡y nosotros con estas pintas!..., pero en esta zona de terrazas también se puede comer, y aquí es donde finalmente cenamos; en el otro lado de la L, el más corto, una calle en ligera subida, adoquinada, con bares y terrazas con plataformas de madera para salvar el desnivel de la calle, con comida más tradicional y todo más orientado al turismo, otro tipo de ambiente, con algunos grupos de música tradicional cantando y tocando alrededor de las mesas de las terrazas; a parte de esto, hay también pequeños puestecitos durante toda la calle, a modo de mercadillo, donde venderán todo tipo de cosas, desde baratijas a cosas de picoteo, aunque a esta hora ya están cerrados. En la esquina de la L hay un restaurante más tradicional con una gran terraza dispuesta en una especie de patio, no en la calle como el resto.

  En una de las bocacalles que parte de esta calle con bares y terrazas más tradicionales, nos encontramos con un pequeño bar con música en directo, un grupo tocaba en la calle, junto a la puerta del bar. Me gustaba como tocaban, así que estuvimos allí un rato escuchando algunas canciones.

  En definitiva, que en esta zona centro, mucho ambiente nocturno, mucha vida, mucha marcha... ¡qué diferencia con la vida rural!, un fuerte contraste entre esta ciudad del la antigua Europa del este, pero ahora muy 'occidentalizada' al menos aparentemente, con la vida triste, de economía de supervivencia, sin ajetreos, sin ningún tipo de excesos, agrícola, en donde a las diez de la noche está prácticamente todo el mundo en casa y donde aún parece que flota en el ambiente el recuerdo y las heridas de la cruel guerra que ha marcado la zona de los Balcanes tan sólo hace un puñado de años....

  Son las doce de la noche y el centro está lleno de gente de un lado para otro, y más aún en la otra orilla del río, donde según nos comentaron los sevillanos, se encuentran muchas zonas de discotecas de verano, pero yo a estas alturas estoy muerto y ese tipo de ambiente de discotecas no me seduce y como Iñaqui, algo más marchoso, también estaba bastante cansado (estábamos en pie desde las seis y media de la mañana, y tan sólo habíamos dado una cabezadita de media hora en el albergue) acabamos dando finalmente un paseo nocturno de regreso al albergue. Caímos rendidos...

***************************************************************************

ETAPA 8 (Serbia): Belgrado - Ram
Distancia = 95,52 km - Tiempo = 4:55:47 - Media = 19,43 km/h
Lunes, 13 de Agosto de 2012


  Hoy teníamos pensado llegar a la pequeña localidad de Ram, después de dos días y medio sin pedalear, aunque de reposo precisamente no es que hayamos estado. Pensábamos que Ram era un buen sitio para poder acampar y darnos un baño, ya que no parecía tener mucho más este pequeño núcleo urbano, al menos según la guía que llevábamos, y al que llegaríamos alterando el recorrido marcado en ésta.

  Según la guía, desfasada, como ya he dicho en otras ocasiones, el itinerario lo marcaba por la margen derecha del río, en dirección a Smederevo, e incluso informaba que este tramo tenía mucho tráfico, algo que nos corroboraron en la oficina de información y turismo de Belgrado cuando llegamos el viernes, y donde nos recomendaron otro recorrido, el que realmente iban marcando las placas indicativas de la ruta que nos íbamos encontrando por la ciudad, como por ejemplo, las que están situadas cercas del edificio del Parlamento, porque supuestamente este tramo de recorrido, por la margen izquierda, tiene menos tráfico o incluso menos carretera, así que la única duda sería ver como estaba de señalizado, puesto que en nuestra guía no aparecía ni siquiera como alternativa. Lo único con que contábamos era con un mapa que nos dieron de Serbia, sin muchos detalles de caminos o pistas ciclabes, aunque sí de carreteras y localidades, así que entre esto y las localidades de paso como referencia, tendríamos que apañarnos.

  Al contrario que el resto de días de pedaleo, hoy hemos salido más bien tarde, ya sea por unas cosas o por otras. Para empezar, teníamos que pagar una noche extra en el albergue o residencia universitaria, pero no podíamos pagar en euros y tampoco teníamos los dinares suficientes como para pagar las tres noches, así que mientras yo me quedé fuera vigilando nuestras burras, Iñaqui se fue en busca de una oficina de cambio, ajustando la cantidad a cambiar para poder pagar el albergue y tener una provisión para los dos días de recorrido que aún teníamos previsto por Serbia, teniendo en cuenta que hoy deberíamos también hacer la compra.

  Al cabo de un rato se presenta Iñaqui, y además del cambio de moneda, se había pasado por un supermercado y se trajo el desayuno para tomárnoslo allí mismo, con lo que no tendríamos que buscar y parar en algún bar con la consiguiente pérdida de tiempo, sobre todo hoy, que salíamos más tarde de lo habitual.

  El desayuno era más bien líquido, pero es lo que pedía el cuerpo: Una botella de litro y medio de zumo, dos botes de yogur líquido, y dos napolitanas de chocolate. Con esto teníamos lo suficiente en el depósito como para comenzar la etapa.

  Nos ponemos en marcha y nos vamos a la avenida que está entre el parque y el edificio del Parlamento, porque allí habíamos visto una placas indicativas de la ruta que nos servirían como primera referencia.

  Antes de salir de la ciudad, mi idea era parar en algún cajero que viera durante el recorrido por ella, para ver si era posible recargar mi tarjeta telefónica, porque me había quedado sin saldo, pero la única operación que me permitía hacer con la tarjeta de crédito era sacar dinero, no aparecía ningún otro tipo de menú, así que tendría que ir pensando como solucionar este problema, porque ahora ni podía llamar ni recibir llamadas.

  Nuestro primer objetivo era dar con el puente por el que tendríamos que cruzar el río, llegar a la otra orilla y seguir el itinerario que nos habían indicado, en dirección a Pancevo, pero al llegar a la rotonda donde se coge el desvío, nos hicimos un lío debido a unas obras que se estaban realizando por esa zona, y seguimos rectos en lugar de girar a la izquierda.

  Un poco más adelante, nos adelante una furgoneta y nos 'pitea'. Nosotros simplemente saludamos pensando que debe ser alguien que ha estado trabajando en España, o algún español que está por aquí y ha visto la bandera que llevo en el mástil de la bici y la ha reconocido, pero unos minutos más tarde descubriríamos la verdad. El conductor de la furgoneta había parado en un margen de la carretera y nos estaba esperando. El chaval era serbio, pero hablaba bien español porque había estado cinco años en Granada, y aún iba por España cada dos años; el motivo de habernos parado era para decirnos que si estábamos haciendo la ruta del Danubio íbamos mal, ya que el desvío al puente lo tendríamos que haber cogido más atrás, donde estaban las obras. Nos comentó también que él había hecho ese tramo de ruta hacía cosa de un mes, así que aprovechamos para hacerle algunas preguntillas.

  Entre otras cosas, nos dice este chaval que en el último pueblo que hace frontera antes de entrar en Rumania se puede acampar, aunque nuestra idea es volver a cruzar el río antes de dicha frontera y seguir por la margen derecha, que es por donde queríamos acceder al tramo al que llaman las “Iron Gates”, y es que ahora sí, la guía nuestra marca en Ram dos posibles alternativas, o bien la que nosotros queríamos hacer a partir de mañana, o bien cruzar el río (o también continuar por el trayecto por el que vamos a ir hoy nosotros) y seguir por Rumania, ya siempre por la margen izquierda. Al comentarle nuestros planes nos dice que también es posible en aquella zona, acampar sin problemas en cualquiera de los márgenes del río.

  Nos despedimos de él dándoles las gracias por haberse parado y hacernos ver que estábamos equivocados, además del el rato de conversación.

  Volvemos de nuevo a la zona en obras donde nos despistamos, y donde justo antes de llegar nos encontramos con una cicloturista, iba sola, pero con el despiste y el tiempo que perdimos en retomar la senda correcta, ya no la volvimos a ver.

  La carretera que cruza el puente tiene mucho tráfico, pero por suerte, al terminar de cruzarlo, cogemos un carril bici de tierra a la derecha, alejándonos de esta pestosa carretera y del infierno del tráfico.

  Unos minutos después, nos vemos dentro de un núcleo urbano, para volver a salir de él de nuevo por camino de tierra, alejándonos de la civilización, pedaleando por un talud que separa una zona inundable debido a la proximidad del río, que queda a nuestra derecha, con muchas zonas encharcadas; y a nuestra izquierda una zona arbolada. El recorrido no es que sea nada del otro mundo, pero con poder pedalear tranquilamente, respirando aire puro, sin tráfico ni ruido, en absoluta paz y tranquilidad, sin la presión de los coches a la salida de la ciudad, ya nos podemos dar por satisfechos.

  A unos cuatro kilómetros antes de llegar a Pancevo, llegamos a un cruce donde no nos encontramos ningún tipo de señalización, así que giramos a la izquierda, hacia un pequeño núcleo de casas y al llegar a ellas vemos un camino que sube de nuevo al talud por donde íbamos pedaleando, pero como no vemos ninguna indicación, decidimos seguir hacia delante, ahora por una pista asfaltada. Poco después comprobaríamos que tendríamos que haber seguido rectos, por el talud, porque la pista asfaltada nos conduce a una carretera, la que va a Pancevo, con mucho tráfico, aunque por suerte nos quedaban dos o tres kilómetros para llegar a esta localidad.

  Cerca de Pancevo, a un kilómetro aproximadamente, nos damos cuenta que no hemos cogido la mejor opción, ya que a nuestra derecha sale el camino por el que teníamos que haber venido, porque es aquí donde vemos placas indicativas de la ruta.

  Justo en la entrada de Pancevo nos volvemos a encontrar con la chica que vimos a la salida de Belgrado, antes de la zona de obras donde tuvimos el despiste y perdimos tiempo. Iñaqui se fijó en que ella llevaba la guía actualizada, con las hojas plastificadas, donde venía indicado este recorrido, todo lo contrario de la nuestra.

  No vemos señales mientras atravesamos esta localidad, así que nos hacemos los rezagados y nos colocamos junto a la chica, pensando que ella nos sacaría de allí siguiendo el itinerario correcto, evitando las zonas de tráfico, pero lo que no pensábamos es que ella no quería salir de la localidad en ese momento, sino que estaba buscando una tienda donde comprar provisiones, y cuando vio una no dudó en parar en seco y despedirse de nosotros con un ¡see you later!.

  Seguimos hacia delante, circunvalando la localidad y llegando hasta el cruce donde sale la carretera que lleva a Kovin, nuestro siguiente hito, así que seguimos por ella pensando que veríamos alguna indicación que nos sacara de la carretera para seguir por una zona de caminos o pistas, más tranquilas, pero después de recorrer cinco kilómetros, no vemos nada, así que volvemos a parar y consultamos el mapa que nos dieron.

  Creemos que la ruta debe ir algo más al sur, por carreteras locales o pistas asfaltadas, haciendo algunos kilómetros más que siguiendo rectos por carretera, pero seguro que más tranquilos, y con la duda de cómo sería el recorrido, el paisaje, porque por esta carretera, el recorrido es feo, aburrido, llano, con mucho tráfico y para colmo, comienza a soplar un ligero viento en contra; lo único positivo es que la temperatura es agradable.

  Decidimos seguir hacia delante por esta carretera hasta Kovin, en lugar de darnos la vuelta e intentar buscar el itinerario correcto.

  En este tramo, Iñaqui tiene prisas por quitárselo cuanto antes, y la verdad es que yo también, pero noto las piernas muy pesadas después de los días en los que no hemos pedaleado, así que es él quien se pone delante tirando como una locomotora y yo voy detrás, en fila india, porque además, con el tráfico que tiene esta carretera no es cuestión de ir en paralelo y dando palique...

  Al ritmo que imprime Iñaqui, no tardamos mucho en llegar a Kovin, donde paramos al ver un supermercado abierto. Compramos lo habitual, provisiones para un par de días y unas cervezas para tomárnoslas allí mismo. En el supermercado coincidimos con un alemán que está haciendo el recorrido en sentido contrario, pero viene por la zona rumana en lugar de por la serbia, que es la que queremos seguir nosotros, porque ya tendremos tiempo de sobra, más adelante, de pedalear por Rumania. Su objetivo para hoy era llegar a Belgrado, y nos comenta que se ha encontrado hoy con algunos cicloturistas en sentido contrario, o sea, el que llevamos nosotros, aunque en nuestro caso, sólo hemos visto a una chica, pero también es verdad que hoy hemos salido más tarde de lo habitual.

  El alemán llevaba, como no podía ser de otro modo, la guía actualizada, así que Iñaqui le dice que si puede darle un vistazo, para ver cómo podemos enfocar el recorrido que nos queda pendiente, y se da cuenta que no es necesario llegar al pueblo que está justo en la frontera con Rumania para después girar hacia el sur por carretera, que es lo que teníamos previsto, a menos que nos encontráramos con placas indicativas antes de llegar.

  A unos seis kilómetros antes de llegar al pueblo junto a la frontera, o lo que es lo mismo, a unos 30 km de donde estábamos, sale un camino de tierra a la derecha, paralelo a un canal, que conduce a la zona donde se coge el ferry para llegar a Ram en la otra orilla del Danubio.

  Con las cosas más claras, proseguimos camino, bajo la misma tónica en cuanto a paisaje, poco que comentar, así que hacemos 22 km del tirón, hasta llegar a una pequeña localidad donde hacemos una breve parada. A partir de aquí, y después de recorrer unos tres o cuatro kilómetros, el paisaje cambia, por suerte, ¡ya era hora!, y entramos en una zona de Reserva Natural. La carretera atraviesa transita por una zona boscosa que hace podamos pedalear a la sombra, aunque hoy la temperatura es mucho más fresquita, nada que ver con la de los primeros días.

  A unos diez kilómetros de nuestra última parada, nos encontramos con el canal que aparecía en la guía del alemán, y comenzamos a escudriñar los márgenes y alrededores en busca de alguna placa, y efectivamente, al cruzar un pequeño puente sobre el canal, vemos una placas identificativas de la ruta a la derecha de la carretera, es una alternativa, porque también podríamos seguir rectos por la carretera hasta la frontera.

Iñaqui pedaleando por el camino de tierra paralelo al canal.

  Pedaleamos por un camino de tierra, paralelos al canal que tenemos a nuestra derecha, y en su orilla, mucha gente pescando. Vemos también muchas aves en el canal o por sus orillas, así como zonas en el propio camino que llevamos donde hay bandadas de más de cien cuervos que levantan el vuelo, como si de una nube negra se tratara, al acercarnos a ellos ¿será un mal presagio?. Un recorrido agradable, fuera de la monotonía de la carretera y del tráfico, aunque menos mal que en esta última parte no nos hemos encontrado tanto.
Una mancha negra de cuervos ocupan el camino...

  Llegamos al sitio donde se coge el ferry, y allí lo único que nos encontramos son tres o cuatro restaurantes, que también ofrecen camas.

  Deberían ser en torno a las 16:30 cuando llegamos, después de 95 km recorridos hoy, y el ferry no salía hasta las 19:15, así que tenemos tiempo de sobra para merodear por los alrededores, hacer unas fotos, y por supuesto, tomar unas cervezas relajadamente mientras esperábamos el ferry, con los deberes hechos, o al menos en gran parte, porque aún quedaba ver dónde dormiríamos hoy.

Coloridas barcas de pescadores en la zona donde se coge el ferry para Ram.

  Cuando vemos llegar el ferry, nos aproximamos al borde de la terraza donde estábamos sentados, para hacer unas fotos, y vemos como una pareja nos saluda desde el ferry, ¡otra vez nos encontrábamos con el matrimonio francés!.

  Cuando salen del ferry y pisan tierra firme, nos volvemos a saludar con la alegría de encontrarnos otra vez. Ellos han hecho justo el recorrido que marcaba la guía, ¡normal, porque ellos llevan la misma guía desfasada que nosotros!, o sea, que habían salido de Belgrado por la margen derecha, por el tramo que nos aconsejaron no hacer por el tráfico que tenía, y anoche se quedaron en Smederevo (ellos van haciendo etapas más cortas que nosotros) y hoy después de preguntar en esta zona, se quedarían definitivamente a dormir aquí, donde tendrían cama y ducha a diez euros por persona, algo muy asequible, pero nosotros ya teníamos entre ceja y ceja cruzar a la otra orilla para no perder ese tiempo mañana, donde nos esperaría una etapa también larga, y donde en principio nos entretendríamos más disfrutando de las vistas puesto que a priori, las dos siguientes etapas deberían ser las más interesante del recorrido.

 El ferry que tendríamos que coger, con los amigos franceses, terminado de cruzar el canal.


El ferry llega y comienza el desembarco, mientras nuestras 'burras' esperan el momento para embarcar.
  Aún quedaba un rato para que saliera el ferry, así que antes de que ellos tomaran posesión de su habitación y fueran a ducharse, estuvieron tomando una cerveza con nosotros, charlando de diferentes temas. Así descubrí que ellos vivían cerca de Sainte Nazaire, en la costa atlántica francesa, y les comenté que el año pasado pasé por allí en otra ruta cicloturista, en un día en el que después de más 100 km, tuvimos de postre el famoso puente de esa localidad, por la que en alguna ocasión también ha pasado el Tour de Francia, y que a esas alturas de la tarde, y con tantos kilómetros en las piernas, nos pareció que estábamos subiendo un puerto de montaña (por las características del puente), suerte que al terminar de cruzarlo encontramos alojamiento en un albergue.

  Llega la hora de embarcar en el ferry, con el sol poniéndose sobre el horizonte, y por fin partimos hacia Ram, que aunque está en la otra orilla del Danubio, nosotros aún no podíamos verla porque primero había que salir del canal y después cruzar el Danubio.

Esperando dentro del ferry el momento de partir hacia Ram.
  Se invierten los papeles, ahora somos nosotros los que saludamos desde el barco a los franceses, que nos ven alejarnos. Ellos seguirán a partir de mañana por la zona rumana, mientras que nosotros seguiremos por la zona serbia día y medio más, aproximadamente, durante otros 150 km.
El matrimonio francés con el que hemos coincidido varios días durante esta ruta. Esta sería la última ocasión en la que los veríamos. Ellos seguirán ahora por Rumania, por la otra variante, mientras nosotros seguiremos aún por Serbia.

  Llegamos a Ram cuando el sol ya se había ocultado, pero aún había luz. Nuestra idea era primero parar en el restaurante que hay al principio y que habíamos visto en fotos, para coger agua para la cena, el desayuno y para beber, pero cuál fue nuestra sorpresa cuando vimos que estaba cerrado.

 Puesta de sol sobre el Danubio captada durante nuestro trayecto en el ferry hacia Ram.
La llegada a Ram vista desde el ferry, con la fortaleza otomana arriba y el edificio del restaurante-hostal a sus pies, aunque en las fechas en que llegamos estaba cerrado, no sabemos si por reformas o porque la “crisis” también ha llegado hasta aquí...

  La idea era buscar un sitio donde poder acampar, pero primero tendríamos que conseguir agua, así que Iñaqui se dirigió a una casa, o mejor dicho, a una mansión, porque al contrario de lo que habíamos visto hasta ahora, al menos en lo referente a los pueblos (no a las ciudades), y tanto en Croacia como en Serbia, donde no habíamos visto nada de lujos ni de ostentación, aquí, en esta pequeña localidad, vemos grandes casas, más lujosas, no sabemos si es por que están cerca de la frontera y se dedican al estraperlo o por qué, pero no entendemos esta ostentación en una zona que por lo que sabemos y por lo que vemos, no es de veraneo, ni hay grandes industrias, ni zonas boyantes de cultivo... tan sólo uno o dos ferrys que van y vienen todos los días de una a otra orilla y una especie de muelle.

  Hay suerte, Iñaqui consigue agua, así que seguimos por la carretera que empieza a empinarse rápidamente, pero a los doscientos metros, vemos a la derecha una especie de explanada, detrás del restaurante, a los pies de la fortaleza otomana, y parece un sitio ideal para poder acampar aunque hay gente trabajando, quitando las hierbas altas con las máquinas cortadoras, y preguntamos si podíamos pasar la noche allí. El responsable o el capataz de aquel grupo era una mujer, que amablemente nos atendió y nos dijo que tendría que ir a preguntarlo, y por lo que vimos, fue a la casa donde unos minutos antes Iñaqui acababa de pedir agua. No había problemas, los dueños de aquello, suponemos que también serían los dueños del restaurante que estaba cerrado, le habían dicho que podíamos poner nuestras tiendas para esta noche, así que ya teníamos resuelto el tema de la acampada, pero apenas quedaba ya luz, con lo que no había tiempo para merodear por los alrededores y buscar una zona de baño, así que montamos las tiendas, nos cambiamos de ropa, y nos dispusimos a preparar la cena, porque esto es muy pequeño y no hay nada que ver, y si el restaurante estaba cerrado, posiblemente no habría ningún bar más donde poder tomar una cerveza para hacer algo más de tiempo.

  Cuando terminamos de cenar, no pudimos quedarnos fuera para charlar un rato, relajadamente, porque los mosquitos se estaban cebando con nosotros, así que tuvimos que entrarnos en las tiendas rápidamente, donde aprovechamos para revisar el tramo que queríamos realizar mañana y para escribir unas notas de la jornada de hoy. Una etapa que no ha tenido nada especial, ha sido muy sosa, insustancial, en parte porque hemos realizado tramos de carretera que no es por donde iba realmente la ruta, pero aún así, dudo que la parte por donde vaya sea de gran interés; lo más interesante del día ha estado al final, en los cuatro kilómetros de camino paralelos al canal y en los kilómetros previos de carretera hasta llegar hasta ese desvío, donde pasamos por una reserva natural, y por supuesto, la puesta de sol sobre el Danubio mientras cruzábamos en ferry el canal y el río.

 Cartel indicativo de la “ruta del Danubio” y del “Eurovelo 6”, en el sitio donde cogimos el ferry para Ram. Como se puede ver, están indicadas las dos variantes. Por un lado, la que se interna por Rumania, cuya frontera se encuentra a 23,7 km desde este punto, y que es la ruta que seguiría el matrimonio francés;  por otro lado, marca el recorrido que seguiríamos nosotros al día siguiente desde Ram, con las dos primeras localidades de paso: Zatonje y Veliko Gradiste.

*************************************************************************** 

ETAPA 9 (Serbia): Ram – Donji Milanovac
Distancia = 97,15 km - Tiempo = 5:11:35 - Media = 18,74 km/h
Martes, 14 de Agosto de 2012

  Hoy de nuevo comenzamos a recuperar las costumbres y rutinas diarias después del paréntesis de Belgrado, así que a las 6:30 ya estábamos fuera de las tiendas, aunque en esta ocasión, antes de ponernos a desayunar y a desmontar las tiendas, estuvimos limpiando las bicis, engrasando la cadena y en mi caso, ajustando el transportín delantero.

  Tomamos el desayuno en aquella explanada de hierba, a los pies de la fortaleza otomana, algo más elevada del sitio donde acampábamos. Daba la impresión de estar sitiando el castillo, con nuestro campamento cercando la fortaleza y es que ¡ayer a la tarde-noche comenzó el asedio al castillo y con los primeros rayos de luz tocará conquistarlo!... imaginación que no falte.

Nuestro campamento en pleno asedio a la fortaleza otomana...

  Frente a nosotros estaba el río, aunque apenas podíamos verlo porque el edificio del restaurante que teníamos delante nos lo impedía.

  Nos ponemos en marcha a las 9:15. Para calentar y ponernos las pilas, nada mejor que un fuerte repecho para salir de esta pequeña localidad, algo que ya nos esperábamos después de lo que vimos ayer, además de estar marcado como tal en nuestra guía.

  Dejamos atrás Ram, y pedaleamos con una suave brisa a esta hora de la mañana, por carretera local, estrecha, algo bacheada y con firme rugoso, pero al menos tranquila, por la que podemos ir charlando sin preocuparnos en exceso por los coches, entre campos de maíz.

  Charlamos sobre la etapa que nos espera hoy, la cual, sobre el papel al menos, y por las fotografías que hemos visto, puede ser la más interesante de la ruta, junto parte de la etapa de mañana, porque el tramo rumano era un incógnita. Estábamos como niños en un día de reyes, impacientes por ver, estar y sentir este tramo de las Iron Gates, y la verdad, ahora mientras escribo esto, después de haber realizado la ruta, puedo asegurar, al menos en mi opinión, que este tramo de frontera entre Serbia y Rumania, un recorrido de unos 140 km entre Ram y la presa sobre las aguas del Danubio, que además sirve como paso fronterizo, y una zona a la que globalmente se la llama con el nombre de las “Iron Gates” (Puertas de Hierro), es sin lugar a dudas el tramo más bonito e interesante a nivel paisajístico y en cuanto a entorno natural.

  Llegamos al pequeño pueblo de Zatonje, con algún que otro cambio de rasante en este tranquilo y corto trayecto, y de nuevo, al igual que en Ram, nos sorprende el tipo de construcción, más tipo mansión que casas de un pueblecito que aparentemente no tiene nada de riqueza; ostentación y lujo, que en algunas ocasiones raya lo hortera, y que es algo que no acabamos de comprender ¿por qué se produce este cambio en estas pequeñas localidades?, y sobre todo teniendo en cuenta lo que habíamos visto hasta ahora...

  Abandonamos Zatonje por un carril de tierra que al poco desemboca en otra carretera local, estrecha, con firme regular, pero de nuevo muy tranquila, ideal para el cicloturismo, pedaleando en paralelo a un río o canal que apenas queda a unos metros a nuestra izquierda, en cuya margen se encuentran bastantes coches parados, pertenecientes a los numerosos pescadores que nos vamos encontrando, tanto hombres como mujeres, y es que una vez más, nos encontramos al personal practicando la pesca como si fuera éste el deporte nacional; a nuestra derecha, lo que vemos son zonas encharcadas o con algunas lagunas.

 A la salida de Zantoje pedaleamos por una carretera local que transita paralela  a un canal o a un estrecho 'brazo' del Danubio.

  Es en este tramo donde empiezo a notar más constantemente algún problema con la rueda delantera, como si rozara en las zapatas de los frenos o en las alforjas delanteras, algo que ya había notado ayer cuando pasaba por tramos bacheados o de tierra, como el último tramo que hicimos paralelos al canal, pero hoy parece que va un poquito a más, incluso pedaleando por firme de asfalto y plano llego a notarlo, o cuando hago uso de los frenos, aunque en ese momento no le di mucha importancia, ya lo miraría más adelante o cuando nos paráramos...

  Al dejar atrás la hilera de pescadores, en zonas menos molestas para ellas, nos encontramos gran cantidad de aves en el canal: diversas clases de patos, somormujos, garzas reales... Paramos en alguna ocasión para verlas más de cerca con los pequeños prismáticos de Iñaqui, que echó en sus alforjas para estas ocasiones...

  Este primer tramo inicial, de enlace, de unos 16 km aproximadamente, acaba en Veliko Gradiste, y justo antes se encuentra un Centro de Recreación, una especie de centro de ocio, con un pequeño puerto deportivo, zona de restaurantes y alojamiento para vacaciones.

  Al llegar a Veliko Gradiste, decidimos hacer del tirón los siguientes 18 km hasta llegar a Golubac, donde podríamos realizar la primera parada y comer algo, antes de afrontar la segunda parte de la etapa, donde supuestamente el perfil cambiaría, endureciéndose más, con más tramos de subidas, algo más largas que las afrontadas hasta ahora, en lo que se podría decir que es la frontera entre las estribaciones de los Cárpatos y los Balcanes.

  Pedaleamos acompañando al río en su recorrido, prácticamente sin perderlo de vista, siguiendo la gran curva que va trazando, pasando por algunas zonas arboladas, frondosas, tranquilas y bonitas, con algún que otro sube y baja, pero tanto el recorrido como la temperatura, al menos hasta ese momento, eran ideales para la práctica del cicloturismo.

  Llegamos a Golubac, donde a la entrada ya podemos disfrutar de una zona de baños, a nuestra izquierda (una playa pequeñita con sombrillas y un camping o área de acampada con césped), mientras al fondo podemos ver el Castillo de Golubac, situado justo donde el Danubio comienza a estrecharse, entre montañas no muy altas, después de haber unido sus dos brazos, los cuales hacen que se cree una gran isla en medio.

  Lo primero que hicimos fue comprar pan y unos frutos secos en un supermercado, y por supuesto, unas cervezas; después rellenamos en los servicios de una estación de autobuses los botes de agua, y volvimos atrás, a la zona de baños que vimos a la entrada, aunque antes también paramos en uno de los puestos que hay en las calles para comprar fruta (son gente que tiene huertos y vende lo que tienen en un pequeño puesto que ponen delante de sus casas: una mesa constituye todo su tenderete).

  En la zona de acampada, sobre el césped y bajo la sombra de un árbol, con unas vistas inmejorables del río, de la zona deportiva, y del castillo de Golubac al fondo, nos asentamos. Primero tocó un baño en las aguas del Danubio, sobre las doce de la mañana, con un poco de brisa fresca, aunque cuando más se notaba ésta era al salir del agua; después, mientras preparábamos los bocatas, nos tomamos las cervezas acompañadas de unos frutos secos, y de postre, los melocotones que teníamos recién comprados en el puesto callejero; para terminar, un rato de siesta-relax, a pesar de lo temprano que aún era, antes de afrontar la segunda parte, los últimos 50 km del recorrido que teníamos previsto para hoy, con tramos de subidas, sobre todo en comparación con el perfil plano que habíamos tenido hasta ahora, pero hoy no íbamos a tener temperaturas excesivas, así que podríamos pedalear a cualquier hora del día.

 Vistas desde la zona de playa a la entrada de Golubac. Al fondo, casi difuminado, sobre un cerro piramidal, se elevan las torres del castillo de Golubac, y tras él, el Danubio comienza a estrecharse dejando atrás la enorme anchura que tiene en esta zona.

  Al salir del baño vimos pasar una pareja de cicloturistas, miraron hacia al zona de playa, donde estábamos nosotros, pero no cayeron en la tentación y siguieron hacia delante. Más tarde, cuando nos pusimos en marcha nosotros, nos encontramos con otros dos cicloturistas que pararon en la tienda pequeña de una gasolinera, creemos que eran padre e hijo, nos saludamos y seguimos hacia delante, aunque a ellos los volveríamos a ver varias veces más, como en el final de la jornada de hoy, en Donji Milanovac, al menos para nosotros, porque por lo que hablamos con ellos, que eran alemanes, su fin de etapa para hoy estaba previsto unos diez kilómetros más adelante, en algún pueblo, donde ya tenían reservado alojamiento, y es que ellos tenían las etapas diseñadas y estaban casi 'obligados' a hacerlas, puesto que tenían ya alojamiento reservado al final de cada una de ellas, por lo que pudimos entender...

  Salimos de Golubac alrededor de las 13:30, y es a partir de aquí cuando realmente comienza lo más interesante del recorrido, primero porque nos metemos de lleno en en el Parque Nacional Derdap, del que sólo saldremos cuando crucemos de nuevo el Danubio por las Iron Gates, para dejar Serbia y adentrarnos en Rumania.

  Los cuatro o cinco kilómetros que hay entre Golubac y su afamada fortaleza, son bonitos, un preludio de lo que nos esperaba. Vamos paralelos al río, que lo tenemos a nuestra izquierda, casi podemos tocarlo, mientras a la derecha tenemos un terreno que cada vez se vuelve más escarpado, con paredes verticales en las que en ocasiones han tenido que hacer una 'muesca' en plena roca, 'meterle un bocao', para que puedan pasar por la carretera vehículos más altos que un simple coche, viendo en algunas de las curvas serpenteantes que hace el recorrido, a través de algunos de estos 'bocados', el castillo de Golubac al fondo, levantándose airosas sus nueve torres, que parecen erguirse sobre el agua, y nunca mejor dicho, porque algunas quedan ahora sumergidas en parte, bajo las aguas del río, debido a la subida de nivel que experimentó éste una vez finalizada la construcción de la presa.

Una de las muchas “muescas” o “bocados” hechos en las paredes rocosas para que la carretera pueda abrirse paso. Al fondo ya se dejan ver las torres del Castillo de Golubac.

  Como siempre que se construía un castillo, se elegía un punto estratégico, y en este caso, la fortaleza se eleva hasta las cima de los acantilados, utilizando parte de estos como murallas, y situándose justo en el punto donde se produce la entrada o salida de la zona más estrecha del río, controlando todo el tráfico que fluía por éste y constituyendo un sitio casi inexpugnable, aunque realmente no lo debió ser tanto, porque esta fortaleza del siglo XIII pasó de mano en mano, hasta que finalmente cayó bajo el dominio serbio en 1815. Pero además, este castillo, donde algunas de sus torres se elevan hasta 25 metros, tiene como curiosidad que la carretera estrecha pasa a través de él, atravesando dos de sus puertas, y saliendo por un túnel abierto en la roca del acantilado, ¡una pasada!, y más si miramos hacia atrás al salir, con unas vistas espectaculares de la torres encaramadas en las paredes rocosas y verticales, allás en las alturas, mientras en la parte baja está el túnel por el que acabamos de salir, a ras prácticamente, de las aguas del río.

 Vista del Castillo de Golubac al aproximarnos a él.

Junto a la entrada al castillo de Golubac.

 Algunas de las torres están anegadas casi por completo por las aguas del Danubio, como consecuencia de la subida de éstas al construirse la presa.


Salimos del interior del castillo atravesando un túnel oradado en la propia roca...

  Nuestro siguiente objetivo es Droba, a 22 kilómetros de Golubac, pasando previamente por la localidad de Brnjica. Es un tramo bonito, donde seguimos pedaleando paralelos al río, que queda a nuestra izquierda, viéndolo fluir encañonado entre las montañas, mientras vamos adentrándonos en pleno Parque Nacional del Derdap. Un lugar ideal para el cicloturismo si no fuera porque la carretera está muy bacheada, con grandes socavones, si bien es cierto que cuando nosotros pasamos estaban arreglándola. Aunque pasan algunos coches, no hay tráfico excesivo, así que podemos ir relajados.

 Una foto del paisaje que podemos ver una vez que dejamos atrás Golubac. Nuestro recorrido prosigue por la margen derecha (Serbia) por una carretera que sube más que su opuesta, la del margen izquierdo (Rumania), que como se puede ver, va casi a nivel del río, con un perfil más plano.

  Es en este tramo donde comienzan las subidas y bajadas, nada pronunciadas, pero sí constantes, sin grandes desniveles, pero por primera vez comenzamos a ver un terrero más montañoso, es más, hay que atravesar hasta un total de 21 túneles, de longitud variable, y en algunos no se ve la salida, con lo que debemos poner luces delanteras y traseras en nuestras burras, y en mi caso, aprovecho también para ponerme el chaleco reflectante.

 Desde Golubac a Droba es donde noto más fricción en la rueda delantera, pero no es algo constante, es más bien como si estuviera dando saltitos, y mucho pero o más acuciante, cuando utilizo el freno delantero. Como los problemas no vienen solos, comienzo a notar también unos pinchazos en mi rodilla derecha...

  Droba queda a la derecha de la carretera, ligeramente por debajo, así que abandonamos nuestro itinerario para adentrarnos en el pueblo, buscar una fuente y descansar un rato, antes de afrontar los últimos 30 km hasta Donji Milanovac.

  No tenemos que adentrarnos mucho en la localidad; a la entrada hay una fuente con unos bancos bajo un pequeño tejado que le dan sombra, ideal para rellenar los botes, beber, descansar un poco y aprovechar para revisar la rueda delantera. En un primer vistazo los frenos parece que están bien, pero al dar una vuelta a la rueda veo que hay una zona que roza con uno de los frenos, el de la parte derecha, y cuál fue mi sorpresa al ver que el problema era que la llanta tenía una raja de centímetro y medio, que producía un abultamiento en ese punto y el roce con la zapata derecha del freno. Era un problema serio, porque no sabía si podía aguantar mucho o si con el paso de los días iría mucho a peor, así que habría que intentar buscar una tienda de bicis, pero como no fuera en un sitio grande lo teníamos complicado, y más a partir de ese momento, porque al día siguiente nos meteríamos en Rumania... De momento, destenso mucho el freno delantero para evitar que la llanta roce en él por la zona donde está rajada.

  Supongo que éste era el problema de mis pinchazos en la rodilla, derecha, ya que si bien es cierto que es ahora cuando ha dado la cara, puede que lleve así desde Belgrado, y al tener que forzar, sobre todo hoy, algo más la pierna derecha, han comenzado los primeros síntomas de dolor, algo que puede ser preocupante si va a más...

  Antes de finalizar el tramo de túneles, cuando aún nos quedaban tres o cuatro por pasar, nos resulta sorprendente ver un fila de coches parados ¿algún accidente?, nada de eso. Lo que pasaba es que tenían la carretera cortada porque estaban realizando un desprendimiento controlado de rocas de las paredes verticales, rocosas, que quedan a la derecha, así que hasta que no terminaran de caer, y después de retirarlas de la calzada, no podíamos pasar. En ese momento serían las 16:15, y poco antes nos habíamos encontrado con una pareja de cicloturistas, con camisas amarillas, que iban en sentido contrario al nuestro, y a los que saludamos.

  A unos diez kilómetros de Donji Milanovac, nuestro fin de etapa previsto para hoy, y ya finalizado el tramo de túneles, es donde nos encontramos la subida más larga de la jornada, de casi dos kilómetros, a un 5,5% y ni que decir tiene que la subo reservándome, intentando no forzar en exceso la rodilla.

  A mitad de la subida, al mirar a nuestra derecha, podemos disfrutar de las visas de un pequeño pueblo, Bdjetin, en el fondo de un valle, encajonado.

  Al finalizar la subida, nos encontramos con un grupo de alemanes, ya entrados en años, que están descansando después de haber subido hasta aquí en bici, pero por el otro lado (van haciendo la ruta en sentido contrario al nuestro) y al llegar a su altura se ponen en fila india para aplaudirnos y a darnos ánimo. Nos paramos y charlamos un rato con ellos (ellos iniciaron su viaje en Estambul y quieren llegar hasta Alemania), porque no tardaron mucho en ponerse en marcha, momento que aprovechamos para hacer unas fotos, ya que varios de ellos van con las bicicletas invertidas, esas en las que se pedalea tumbado, como si estuvieran recostados en el salón de su casa, y como las vemos de tarde en tarde, siempre nos resultan curiosas, al menos para mí.

 Uno de los cicloturistas alemanes con su bici invertida.

El grupo de cicloturistas alemanes emprendiendo la bajada.

  Detrás de nosotros llegó otro chico alemán, en solitario, éste iba haciendo la ruta en el mismo sentido que nosotros, así que esperamos a que enganchara con nosotros, pero lo que restaba hasta Donji Milanovac era en bajada, con muy buenas vistas (con el río abajo, a la izquierda, y mucha vegetación, frondosidad, a la derecha) y aquí Iñaqui se puso a tirar de lo lindo, mientras yo intentaba seguirlo como podía para no forzar la rodilla, pero nuestro compañero debería de andar cansado y se lo tomó con más calma, así que le acabamos sacamos algo de ventaja; al final acabaríamos coincidiendo en esta localidad, a la que llegamos en torno a las 17:30 y en donde los tres acabaríamos haciendo noche.

  Nos encontramos a la entrada con una zona de césped junto a una pequeña área habilitada como playa, donde también había duchas, como las de cualquier playa, y que son las que usaríamos para nuestro aseo particular, además del baño previo en el río. Nos cambiamos y aprovecho para ponerme en la rodilla gel antiinflamatorio y rezar para que mañana esté mejor, porque al final he llegado más tocado de lo que creía.

  Frente a esta pequeña playa, en la otra orilla del río, se divisan dos torres que emergen del río. Se trata de las ruinas del castillo “Cetatii Tricole”, de las que sólo son visibles dos de las tres torres.

La zona de playa a la entrada en Donji Milanovac, donde nos bañamos, duchamos y acampamos. En la foto, Iñaqui consultando en la guía la etapa de mañana, y aunque no se ven en esta foto, algo más  a la derecha de Iñaqui, al fondo, en la otra orilla, estarían las dos torres que se levantan sobre las aguas y que constituyen las ruinas del castillo “Cetatii Tricole”.

Cerca de esta pequeña área de playa hay una oficina de información y turismo, aunque cerrada a esta hora, igual que la zona de aseos y servicios, por lo que nos fuimos a preguntar a una pequeña gasolinera que había cerca. Nos dicen que allí no hay camping, y al preguntarles si podemos poner nuestras tiendas en la zona de césped junto a la pequeña playa, nos dicen que no cree que tengamos problemas, sobre todo si las ponemos por la noche y las recogemos temprano. No le damos más vuelta, cuando cayera la noche colocaríamos las tres tiendas, para evitar problemas.

  Aún es temprano, así que nos vamos a dar una vuelta con las bicis por esta localidad y mientras tomamos algo, ojeamos la guía para ver la etapa de mañana, donde a los 50 km tendríamos la frontera si cruzáramos al lado rumano utilizando la presa de las Iron Gates, porque de otro modo, tendríamos que seguir por Serbia y adentrarnos en Bulgaria, por donde también puede ir la ruta a juzgar por los carteles que estamos viendo, pero en nuestra guía no estaba marcada esta opción, así que seguiríamos con los planes previstos, y mañana abandonaríamos Serbia y nos adentraríamos en Rumania.

  Nos quedaba algo de dinero serbio, y como no íbamos a pagar alojamiento de ningún tipo y no teníamos muchas ganas de ponernos a cocinar esta noche, decidimos darnos un pequeño homenaje, cenar en uno de los bares-restaurantes que hay junto a un paseo, con vistas al río.

  Terminada la cena, sobre las 21:30 y ya completamente de noche, regresamos con nuestras bicis a la zona donde íbamos a colocar las tiendas. El chaval alemán ya había colocado la suya y dormía a pierna suelta, roncando de lo lindo ¡como para pasar desapercibido!...

  Montamos las tiendas a luz de unas farolas y pronto Iñaqui se entró rápidamente en la suya para entregarse al placer del sueño y a un descanso reparador, después de una larga jornada como la de hoy.

  Era temprano todavía, y aunque también estoy cansado y tengo sueño, me voy junto a luz de las farolas para escribir unas notas sobre esta jornada, mientras veo pasar algunas parejas de gente mayor que van dando un paseo junto al río. Una jornada que tal y como preveíamos, ha sido hasta ahora, la más interesante, bonita y donde más hemos disfrutado del cicloturismo, sin duda lo mejorcito hasta ahora de la ruta, junto con lo que suponemos según la guía, nos esperará mañana, al menos hasta cruzar la frontera y adentrarnos en Rumania.

  Cuando termino de escribir las notas, me voy directo a la tienda, y vuelvo a darme en la rodilla con el gel que llevo, esperando que mañana al menos, no vaya a más, pero lo cierto es que estoy algo preocupado, tanto por la rodilla con la que he llegado tocado al final de esta jornada, como con el problema de la llanta... ¡¡En fin, mañana será otro día!!...

 Nuestras 'burras' fotografiadas junto a un cartel gigante promocionando la ruta del Danubio.

***************************************************************************

ETAPA 10 (Serbia-Rumania): Donji Milanovac - Hinova
Distancia = 89,46 km - Tiempo = 4:45:53 - Media = 18,83 km/h
Miércoles, 15 de Agosto de 2012

  El despertador del móvil suena a las 6:30, pero hacía ya un rato que estaba despierto y recogiendo las cosas en las alforjas. Cuando salgo de la tienda, Iñaqui ya tiene recogida la suya y el alemán parece que se fue incluso antes de que se levantara Iñaqui.

  A diferencia de anoche, ahora se invierten las tornas, es Iñaqui quien escribe unas notas en su diario, mientras yo recojo la tienda y voy colocando las alforjas, excepto aquella donde tengo las provisiones para el desayuno.

  A las 8:15, después de desayunar, abandonamos la zona donde habíamos acampado anoche, en dirección centro, con la idea de intentar cambiar los dinares serbios que aún tenemos, bien por euros o bien por leis rumanos, ya que en los 50 kilómetros que restaban hasta la frontera, tan sólo íbamos a pasar por pequeños pueblos o aldeas en donde seguramente no íbamos a poder cambiarlo, y en la frontera no sabíamos si podríamos cambiar, si habría alguna oficina de cambio...

  Entramos en un banco, pero allí nos dicen que no pueden cambiarnos ni a leis ni a euros ¡¡pues vaya mierda de banco!!... seguimos buscando y preguntando, hasta que dimos con una oficina de cambio, donde no podían cambiarnos a lei pero sí a euros, así que hicimos el cambio, no fuera a ser que en el caso de que hubiera oficina en la frontera, o ya dentro de Rumania, no nos pudieran cambiar tampoco los dinares serbios.

  Con una parte de los deberes hechos, emprendemos la partida poco antes de las nueve, continuando el mismo recorrido agradable por el que vinimos ayer, paralelos al río que está a nuestra izquierda, mientras a la derecha y al fondo, frente a nosotros, sierras más bien suaves, cubiertas de vegetación y mucha arboleda, bosques dentro de este Parque Nacional del Derdap.

  La temperatura a esta hora de la mañana también acompañaba, y apenas vemos coches, recorrido ideal para pedalear; la única duda era ver como respondería la rodilla y la llanta delantera, aunque en los primeros kilómetros, con terreno llano o en ligera bajada, y con viento favorable, voy cómodo, sin muchas molestias, entre otras cosas porque no voy forzando.

  Al cruzar un puente y girar a la izquierda, todo cambia, aunque seguimos paralelos al curso del río, el recorrido se vuelve más sinuoso, con un continuo sube y baja, terreno claramente rompepiernas, y para poner un poquito de dureza extra, tendríamos el aire en contra, pero esto no parece asustar a Iñaqui, a quien da la impresión de que le han puesto un cohete en el culo, porque comienza a tirar fuerte, pero hoy no estoy muy por la labor de ir tras él, así que me voy quedando unos metros rezagados, intentando no forzar la rodilla mucho, y aún así, iba un puntito más fuerte de lo que me gustaría, para que sufriera menos.

  Van pasando los kilómetros pedaleando por un recorrido bonito, agradable, relajado, con el que disfrutar del cicloturismo, dejando pequeños pueblos a nuestra derecha, y siempre disfrutando de las vistas amplias del río y su entorno.

  Pasamos el pueblo de Golubinje, y poco después, dejamos a la derecha, Malo Golubinje, para llegar por un bonito recorrido hasta el punto más estrecho del Danubio, a partir del cual se inicia una larga subida, quizás la más larga de la ruta, pero sin lugar a dudas, también es donde están las vistas más espectaculares, porque es en este tramo de las Iron Gates, y en particular en esta zona, cuando desaparecen las grandes llanuras donde el río fluía mansamente, abarcando grandes espacios, para pasar a estrecharse y retorcerse, abriéndose paso entre las montañas y sus acantilados. Tenemos las estribaciones de los Montes Cárpatos a nuestra izquierda, en la parte rumana, y las de los Balcanes a nuestra derecha, en la parte serbia, y en medio el río, haciendo frontera, y todo, dentro de este Parque Nacional del Derdap, que está divido en cuatro zonas o regiones, en función de las crestas o cimas de las montañas. Puro espectáculo para la vista.

  Durante la subida, vamos tomando más conciencia del entorno que nos rodea, al tener desde esta zoma más elevada, unas vistas privilegiadas. Es aquí donde el río alcanza a la vez, su máxima estrechez (150 metros) y su máxima profundidad.




  Al igual que ayer, en la subida tenemos que atravesar algunos túneles, pero es a la entrada de uno de ellos, en una especie de pequeño mirador, en la parte izquierda, porque a la derecha tenemos una pared rocosa casi vertical, donde al asomarnos para ver el río, vemos en la otra orilla, abajo, al fondo, en la parte rumana (nosotros vamos pedaleando en subida por el margen derecho del río, por el lado serbio), una iglesia o monasterio, que hemos visto en algunas fotos, y un poco más adelante, hacia la derecha de éste, se encuentra la talla gigante de un rostro cincelado en la propia roca, el monumento a “Decabulus Rex”, de 40 metros de alto por 25 de ancho (Decabulus, que creo significa “fuerte como cien hombres”, fue el último rey de Dacia, en lo que hoy es Rumania, reinando entre el 87 y el 106 a.d).

 Entrando en otra zona de túneles...

 Iñaqui en uno de los miradores previos a la entrada de un túnel, donde tenemos el primero contacto con la iglesia-monasterio.

La Iglesia-monasterio en la parte rumana, en la otra margen del río, después de dejar atrás el Danubio su punto más estrecho.

  Seguimos pedaleando, pasamos el túnel y a la salida hay otro mirador, teniendo ahora frente a nosotros, el monasterio y el rocoso rostro de Decabulus, con algún que otro carguero cruzando el río, además de otros barcos de turismo.

Panorámica desde uno de los miradores al salir de un túnel, frente a nosotros, el monasterio en el centro y el rocoso rostro de Decabulus, a la derecha.

 La iglesia-monasterio.

 El rostro cincelado en roca de 'Decabulus Rex'.


  La subida (de unos seis kilómetros y con rampas del 10%) no nos resulta penosa, vamos parando cada dos por tres, unas veces en los miradores habilitados a la izquierda de la carretea y otras cuando nos viene en gana, para tomar algunas fotos, grabar esta zona en vídeo y disfrutar a tope de este tramo, regodeándonos con las panorámicas que se tienen desde arriba, mientras que en el lado rumano, en la otra orilla, allá abajo, la carretera va casi a ras del río, con un perfil más cómodo.

  Poco antes de finalizar la subida nos encontramos de nuevo otro mirador a la izquierda, con una zona de tierra donde pueden aparcar sin problemas, y por supuesto, allí nos encontramos gente haciendo fotos. Una vez más, las vistas desde este mirador, el situado a mayor altura, son espectaculares. Abajo se encuentra el río, entre montañas, en un tramo más ancho al que llaman 'calderas', pero al fondo y justo debajo de donde nosotros estamos, se estrecha entre las paredes rocosas que se elevan verticales, entre acantilados, en una especie de desfiladero. A nuestra derecha, al fondo, ahora más pequeño, seguimos viendo el monasterio y Decabulus Rex.


El último mirador que nos encontramos en la subida, con el Danubio abajo, al fondo, entre montañas.

  Esta fue la última parada de la subida, entre otras cosas porque quedaba muy poco para culminarla, junto a la aldea de Golo Brdo, desde donde tenemos unas vistas más extensas, del entorno que rodea a esta zona, algo que nos impedía ver el recorrido encajonado entre montañas que sigue el curso del río, paralelo al cual, transita la carretera en subida. Al estar en una zona alta, quizás sea el único punto hasta ahora donde tenemos una visión global de las estribaciones, en este caso montañas de baja altura, que forman parte del sur de los Montes Cárpatos.

  Es en los alrededores de Golo Brdo, donde deberían encontrarse las planchas en piedra, con inscripciones en latín, correspondientes al monumento “Tabula Traina” (Tabla de Trajano), aunque creo que sólo son visibles desde el otro margen del río. Estas “Tablas en piedra” fueron mandadas a construir por el emperador romano Trajano para conmemorar la terminación de la vía romana que llegaba hasta la Dacia desde Belgrado, y que incluía la construcción de un puente para cruzar el Danubio, todo para transportar a las tropas romanas, junto con la logística necesaria, a esta zona con el propósito de conquistarla. La curiosidad estriba en que actualmente estas “Tablas”, tuvieron que subirlas unos 50 metros más arriba, para evitar que quedaran sumergidas bajo las aguas del Danubio cuando se terminara de construir la presa sobre el río, aguas abajo.

  En el último tramo de la subida, las molestias de la rodilla se van convirtiendo en punzadas de dolor, más cuánto más fuerza hago, así que voy cargando la otra pierna y por la cabeza ronda la incertidumbre de se acabaran las dos rodillas jodidas.

  Desde la aldea Golo Brdo hasta Tejika, nos encontramos con una bajada vertiginosa de cinco kilómetros, muy agradecida por mi rodilla, para después continuar en suave descenso entre vegetación exuberante y por carretera con mucha sombra, hasta llegar a la frontera Serbia-Rumana de Sip, en donde cruzaremos el río por encima de la presa.

  Si bien es cierto que a toda esta zona por la que pedaleamos ayer y durante parte del recorrido de hoy, se le suele llamar de forma global, las Iron Gates (un tramo de más de 100 km), en un sentido más estricto o reducido, este término hace referencia a la zona de la presa o embalse, donde existen además dos centrarles hidroeléctricas, y exclusas para el paso de los barcos.

  El término general de “Iron Gates” o Puertas de Hierro, hace referencia a la totalidad de gargantas, desfiladeros o cañones que forma el río Danubio a su paso entre las montañas, haciendo de frontera entre Rumania al norte y Serbia al sur, a la vez que línea divisoria entre los Cárpatos y los Balcanes. De aquí también deriva el nombre del Parque Nacional que atravesamos, ya que Derdap, en serbio significa 'garganta', y ni que decir tiene que esta parte es la mejor en cuanto a paisaje, entorno natural y vistas panorámicas, de toda la ruta entre Budapest y el Mar Negro, al menos para mí, y también para mi compañero en esta aventura, Iñaqui.

  Algunos cicloturistas optan por hacer la ruta por la otra orilla, por el lado rumano, pudiéndose unirse ambas alternativas aquí, en Sip, porque también cabe la posibilidad de seguir por el lado serbio y continuar por Bulgaria, pero como ya he comentado otras veces, la guía que llevamos nosotros está desfasada, es del 2008, y no tiene tantas variantes, además de meter la pata en más de un sitio en este tramo de las “Iron Gates” (subidas donde indica bajadas e hitos o referencias cambiados de sitio), sin embargo, sabemos que esta misma guía está más actualizada, con hojas plastificadas y con más variantes y detalles, porque se la habíamos visto a varios cicloturistas alemanes, la pregunta era ¿estará también traducida ya al inglés esta versión o sólo estaba en alemán?... porque nosotros las habíamos conseguido por sitios distintos y sin embargo a ambos nos habían vendido la que tenían disponible, o sea, la antigua.

  En la margen del río por la que vamos pedaleando, se encuentra la frontera serbia, y terminado de cruzar el río, o sea, en la otra margen, y antes de enlazar con la carretera nacional, se encuentra la frontera rumana. En mitad de este pequeño recorrido, un enorme cartel nos indica que entramos en Rumania, mientras vemos un pequeño crucero que en ese momento se encontraba en la zona de las esclusas...

  Pasado el trámite de la frontera rumana, hacemos un descanso, aunque no hay ningún bar abierto ni nada por el estilo para poder tomar algo después de estos 57 kilómetros iniciales que hemos hecho prácticamente del tirón, y empiezo a notar un vacío estomacal, además de estar seriamente preocupado por la rodilla, por que en los últimos kilómetros he notado más dolor y eso que han sido en ligero descenso.

  Hay servicios y también una oficina de cambio, así que mientras Iñaqui cambia los euros obtenidos en el inicio de la jornada por moneda rumana (leis), yo aprovecho para ponerme de nuevo gel antiinflamatorio en la rodilla.

Entramos en Rumania, después de cruzar el río sobre la presa de las Iron Gates.

  Descansamos un rato a la sombra mientras tomamos unos frutos secos, viendo la carretera frente a nosotros que deberíamos tomar ahora, saturada de coches y camiones que circulan a gran velocidad y en ambas direcciones.

  Nuestro siguiente objetivo y quizás el último en la jornada de hoy, es llegar a Drobeta Turnu Severin, una localidad grande, con entidad, y situada a 13 kilómetros, donde tendríamos que comprar provisiones, y buscar alojamiento, porque aunque teníamos toda la tarde, no estaba muy por la labor de seguir pedaleando porque me veía mal con la rodilla y moralmente estaba un poco bajo.

  No era cuestión de estar eternamente parados en la sombra deshojando la margarita para continuar o esperar un rato más, así que nos ponemos en marcha de nuevo, y malditas las ganas que tenía de pedalear en ese momento.

  En esta orilla del río, la rumana, cambian las tornas, carretera más ancha pero muy peligrosa por el tráfico que soporta, pero además, es un recorrido más feo, en campo abierto y en definitiva un paisaje más desolador, y eso que hasta aquí al menos, el recorrido alternativo por el lado rumano también pasaba por un parque nacional, el P.N de Portile de Fier (P.N de las Puertas de Hierro).

  A pesar de mis problemas con la rodilla, intentamos pedalear rápido, haciendo un esfuerzo para quitarnos este tramo 'pestoso' cuando antes, así que no tardamos mucho en llegar a Drobeta-Turnu Severin, la primera localidad grande que nos encontraríamos en Rumania, y cuyo nombre deriva por un lado, del asentamiento militar romano que hubo aquí, llamando los romanos a esta ciudad: “Drobotae”, y por otro lado, de la torre construida por el emperador Septimius Severus para conmemorar una victoria militar.

  Junto a esta localidad, en el río, se encontraba el puente que mandó levantar el emperador Trajano, y del que he hablando antes, y del que en la actualidad sólo quedan unas ruinas, porque si el emperador Trajano lo mando a construir en el año 103, otro emperador, Aureliano, en el año 270, lo mandó destruir después de que se retirasen las tropas romanas de la Dacia. El puente se construyó bajo las órdenes del que dicen fue mejor arquitecto en esa época, Apollodor de Damasco. La importancia de este puente estriba en que fue uno de los más largos construidos en el imperio romano, realizado sobre veinte pilares de piedra que sostenían 19 arcos, y con dos torres de vigilancia en los extremos.

  Una ves dentro de esta localidad, tuvimos que callejear bastante para llegar a la zona centro, donde nos encontramos con la “Torre del agua”, una enorme torre revestida de cemento a la que habíamos visto en una de las fotos de la guía que llevábamos. Por suerte, en esta zona nos encontramos con una gran superficie abierta, porque muchas de las tiendas estaban cerradas hoy, ya que al igual que en España, también es festivo el 15 de Agosto.

  Compradas las provisiones, buscamos un parque para comer tranquilamente, a ser posible buscando una zona sombreada y un lugar donde poder dar una cabezadita.

  En localidades más grandes como era el caso de ésta, vemos que hay otro 'ambiente', otro 'rollo', que no habíamos visto hasta ahora, y es que nada más ver que somos extranjeros, españoles más concretamente, sobre todo al ver la bandera que llevo detrás, se nos acercan chiquillos o gente más mayor como si fuéramos la gallina de los huevos de oro, y empiezan pidiéndonos un euro, para después, viendo que no les damos dinero, pedir comida, y normalmente señalando la fruta, así que tenemos que dar algún que otro plátano y alguna que otra manzana (de lo poco que teníamos porque tan sólo hacemos compra para un par de días) para que nos dejaran tranquilos, pero a partir de ahora la fruta en las alforjas y la bandera arriada, para que no nos identifiquen, al menos de momento, hasta que vayamos teniendo más contacto con Rumania, y con sus gentes, y veamos como funcionan, sin sacar conclusiones precipitadas en un momento puntual.

  Nos tumbamos un rato en el césped, bajo la sombra de un árbol, pero apenas pudimos descansar, así que como en Rumania es una hora más, nos fuimos a dar una vuelta por el centro esperando tener suerte y dar con alguna tienda de bicis o algún taller que estuviera abierto con el fin de comprar una llanta y reemplazar la mía, o buscar algún sitio donde poder conectarnos a internet, para leer el correo o para en mi caso, poder recargar la tarjeta telefónica, porque una tienda 'vodafone' por la que pasamos estaba cerrada, como casi todo, por el tema de la festividad.

  En un principio la idea era quedarnos hoy aquí, pero ni a Iñaqui ni a mi nos gustaba esta localidad, no estábamos a gusto, no encontrábamos nada interesante, y lo único que nos hacía dudar de si seguir hacia delante era lo poco que me apetecía pedalear por el estado maltrecho en que se encontraba mi rodilla, al margen del calor.

  Finalmente y después de darle vueltas, nos decidimos por seguir un poco más adelante, salir de esta localidad grande, y a la altura de Hinova, un núcleo pequeñito, situado a unos once kilómetros de allí, intentar buscar un sitio para acampar, ya que en principio, era una zona junto al río, más tranquila.

  La salida de esta localidad así como la carretera por la que seguimos pedaleando, sigue siendo igual de tediosa y aburrida, además del mucho tráfico que soporta, y eso que era festivo, pero es la carretera que va hacia Bucarest, la capital... Por si todo fuera poco, a la fiesta se le suma el amigo Eolo, que ya hacía tiempo que no nos visitaba tan efusivamente, así que nada, si había poca motivación para pedalear esta tarde, ahora menos con el viento en contra y las altas temperaturas.

  Por fin llegamos al desvío y giramos a la derecha por una carretera local, mucho más tranquila donde por fin podemos relajarnos, abandonando la otra carretera que traíamos, en donde el “maligno”,  “el lado oscuro de la fuerza”, o sea, el puñetero tráfico, nos somete a una tensión constante, nos pone a prueba por momentos,.

  Justo en el desvío nos encontramos con un cartel que indicaba una pensión más adelante, más o menos por la zona donde teníamos pensado acampar, aunque no vemos un buen sitio para hacerlo, ya que a nuestra derecha, las aguas del río están muy cerca de la carretera, y la pequeña franja que los separa o bien es zona rocosa o bien hay demasiada vegetación, y a nuestra izquierda vemos casas diseminadas. No acabábamos de dar con algo que nos gustara, así que si la pensión nos la encontrábamos de paso, podía ser una buena opción.

  Mirando a un lado y a otro, por si diéramos con algún sitio interesante donde acampar, acabamos llegando a la pensión, que no era más que una casa de campo, o un chalet, muy bien preparado, junto a la carretera, con jardín delantero, así como en un lateral, donde además tenía varias mesitas con farolitos a modo de terraza. La parte baja era una salón amplio con sofás, sillas y televisor, además de una pequeña barra de bar que también hacía las funciones de recepción. Una puerta daba a la parte de atrás, donde había otro patio rectangular con piscina y más al fondo, una huerta, separada por una especie de biombo. En la parte izquierda del patio, una pequeña zona con servicios y cocina, y unas escaleras externas que subían a unas habitaciones, con una balconada desde donde se podía ver la piscina y el huerto; a la derecha, una habitación o salón exterior, realizado con estructuras de maderas y zonas acristaladas, muy bien decorado, muy bonito, que suponemos se utilizaría para las tertulias en las tardes de invierno, con vistas a todo el exterior, pero evitando que entre el aire y el frío. Entre esta salita exterior y la zona de aseos y cocina, una mesa donde poder sentarse a cenar, en el mismo patio, aunque cuando llegamos nosotros estaba allí sentada toda la familia, apunto de cenar.

  Entramos, pedimos precio y éste se ajustaba de sobra en nuestro presupuesto, así que definitivamente dormiríamos allí, y después de que le enseñaran a Iñaqui las habitaciones, tanto las que estaban encima del salón, como las exteriores, que daban a la piscina, nos quedamos con la habitación doble exterior, una de las que daban al patio, con cuarto de baño interior y televisión, aunque no la llegamos a poner.

  Entramos nuestras burras al patio por un lateral, y las dejamos allí, cogimos las alforjas con la ropa y el resto, o sea, las provisiones, las dejamos abajo para después cenar en el patio.

  Ducha y colada mientras hacíamos tiempo para que la familia terminara de cenar, y antes de bajar, de nuevo gel sobre la rodilla y ya veríamos como estaría mañana, porque hoy ha acabado mucho peor que ayer..

  Cuando el patio quedó vacío, bajamos nosotros, y antes de hacer la cena estuvimos comentando la etapa del día siguiente con unas cervezas que nos sirven en el propio minibar que hay en el salón, y que se sumarían al costo de la habitación (el desayuno estaba incluido). Al final nos salio todo creo que por 15 euros por cabeza... de lujo...

  Para la etapa de mañana teníamos dos posibilidades, o utilizar la carretera principal, que es la que traíamos esta tarde hasta el último desvío que hemos tomado, o seguir por carreteras locales y pistas asfaltadas o de tierra; la primera opción tiene la ventaja del ahorro de más de 30 kilómetros, pero por contra tiene le peligro del tráfico además de lo aburrida e insípida que puede llegar a ser, como hemos comprobado en parte, esta tarde: la segunda tiene la desventaja de ser muy larga, más de 100 kilómetros, y peor firme. En otras circunstancias no habría nada que comentar, se elegiría la segunda opción, pero ahora estaba la duda de cómo amanecería con la rodilla y de si la llanta iba a aguantar por pistas de tierras o carreteras bacheadas. Mañana al levantarnos y dar las primeras pedaladas veríamos cómo estaba la rodilla, y si estaba igual que esta mañana, seguiríamos con lo previsto, por la ruta larga, la marcada en la guía, pedaleando despacito para no forzar, comenzando nuestro periplo por las zonas rurales, profundas y pobres, del sur de Rumania...

  Ya de noche, más relajados, después de la ducha y de un par de cervezas, las cosas se ven de otra manera, así que nos dispusimos a hacer la cena, en esta ocasión pasta por un tubo, que ya estaba un poco harto de tanta carne.

  Antes de acostarme, y después de cinco días sin tener noticias de casa, ni ellos de mí, por el problema de no poder recargar la tarjeta telefónica, Iñaqui me ofrece su móvil para que llame, así que consigo hablar con casa para comentarles que estamos bien y cuál era el motivo por el que no podía llamar/recibir llamadas.

  Y a la cama, después de un día duro, sobre todo la segunda parte del día, donde la rodilla ha ido a peor y donde el entorno y el paisaje han cambiado para ir también a peor, además de la presión del tráfico desde que dejamos atrás las oficinas de la frontera rumana y llegamos al desvío siguiendo el cual dimos con este alojamiento, en las cercanías de Hinova... Contamos oveijitas, una, dos, tres.... y ya estamos drogui....zzzzzzzzzzzzzzz




0 comentarios:

Publicar un comentario