Las andanzas de un lobo estepario extremeño.

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"Viajar en bici es hacer más grande el Mundo. Es aprender lo esencial de la vida. Es vivir el presente sobre todas las cosas. El placer del cicloturismo está mucho más en el camino que en el destino, son los medios los que justifican el fin. Durante días, semanas o meses, no necesitas más que lo que llevas a cuestas
" (del artículo: "Con la casa a cuestas", revista: Bike Rutas, Nº 4, 1999)

17 dic 2011

Senderismo: Ruta de Isabel la Católica (Cañamero-Guadalupe)

  Después del parón por el tema del montaje del belén, de nuevo retomo la actividad, y en este caso se trata de la típica ruta anual que se hace con destino final en Guadalupe, aprovechando de paso, para comprar lotería, morcilla y visitar los belenes.

  Aunque la mayoría de las veces las rutas se hacen en domingo, en esta ocasión se iba a hacer en sábado, y como el autobús pasa cerca de mi pueblo no tengo que madrugar tanto, así que a las 7:25, con tres grados y medio de temperatura, según marcaba el coche, me fui para el 'cruce de Zalmea' donde los esperaría, y por suerte no tuve que esperar mucho, unos 10 minutos.

  Ya dentro del autobús, menos gente de la que esperaba, supongo que lo del madrugón (ellos salían a las 6:30), las bajas temperaturas y la noche anterior que estuvo totalmente desapacible, con frío, agua y viento, hicieron que más de uno se lo replanteará. Al final unas 30 o 35 personas.

  Llegamos a Cañamero, y este año no estaba yo por la labor de repetir el desayuno del año pasado: mal café y peores churros, además de aceitosos; parecía que el aceite no lo cambiaban desde vete tú a saber cuando, y durante toda la ruta fui repitiendo los churros, con el puñetero aceite en la garganta... en fin, que este año cambiaba, iba a por el desayuno más convencional: café y tostada con aceite y tomate, en otro bar, y de paso esperando que el café también estuviera mejor que el mejunje del año pasado.

  Como siempre, nos dividimos, unos para la churrería y otros buscando un bar donde nos pudieran servir unas tostadas, y la verdad es que esta vez acertamos, al menos en mi opinión y sobre todo en comparación con el año pasado.

  Después del desayuno y del “red bull”, o sea, la copita de anís para unos o de licor para otros, emprendemos la marcha, calle adelante buscando la salida del pueblo, hasta coger a la izquierda el desvío hacia la Ruta de Isabel la Católica (Cañamero Guadalupe), una ruta ya de sobra conocida para algunos y que es la ruta que seguían los antiguos peregrinos, así como los reyes Católicos cuando iban a descansar al Palacio de Mirabel.

  Nada más comenzar cruzamos un primer puente y seguimos por un camino ancho de tierra, para poco después, coger una vereda que en ligero descenso nos conducirá de nuevo hasta el río, llegando a una zona arbola y donde creo que antes había una piscina natural.

Cruzando el primer puente.

  Cruzamos el río Ruecas por un muro-puente que servía para detener las aguas (para lo de la antigua piscina natural) desde donde se tiene buenas vistas de esta especie de garganta o estrechamiento entre sierras, por la que discurre el río, y que un poco más arriba ha sido aprovechado para construir la Presa Cancho del Fresno.


  Desde aquí comienza un sendero en subida, paralelo al río, quedando éste a nuestra derecha, por el que prácticamente hay que ir en fila india, entre jaras y brezos, hasta llegar justo a las murallas de la presa antes mencionada, desde donde también se tienen buenas vistas. En este tramo de sendero, se puede ver una cueva bastante grande con paneles informativos, a nuestra izquierda, próxima al otro margen del río (supongo que habrá algunas pinturas rupestres, pero la verdad es que nunca me he acercado a comprobarlo), y creo que no es la única de esta zona.

Sendero de subida.

Cueva con pinturas rupestres.

  La ruta sigue dejando las murallas del embalse a la izquierda, y bordeando parte de este pantano por una cómoda pista, aunque yo me entretengo, y en lugar de seguir hacia delante, me voy hacia el centro de la murallas para ver que tal son las vistas del estrechamiento, de la garganta que abre el río Ruecas entre las sierras, hacia Cañamero, por un lado, y del embalse en general hacia el otro lado.

Presa Cancho del Fresno. 
  Cuando reemprendo la marcha me doy cuenta que me he quedado el último, aunque pronto veo que Juan esta a un lado de la pista haciendo fotos del pico Villuercas y de sus alrededores; desde aquí se ve enorme y bonito, allá al fondo, así que aprovecho yo también para hacer una foto. Después los dos, seguimos adelante, cerrando el grupo, hablando de fotografía mientras seguimos bordeando el embalse, hasta que acabamos uniéndonos al trío que forman Pepe, su mujer, y la mujer de Juan.

El pico Villuercas al fondo.

  No todo va a ser caminar por pista llana y cómoda, así que al rato hay que coger el desvío a la derecha, por un sendero en ligera subida, dejando el embalse a nuestras espaldas, y pasando primero por una zona donde abundan los helechos, aunque no tienen un color verde precisamente, sino más bien marrón, están secos o quedamos por las heladas, aunque más bien serán que no tienen la humedad suficiente porque hasta ahora no han venido heladas fuertes.

  A esta altura miro atrás y me parece buen sitio para hacer una foto, con las aguas azules del embalse contrastando con el color ocre las hojas de un castaño que se encuentra a la vera del sendero, a la derecha, cn el suelo cubierto de helechos secos con tonalidades marrones, junto al verde de la jara y de los árboles, estos ya en la sierra al otro lado del embalse.


  Seguimos hacia delante, y el sendero se va transformando en un camino algo empedrado, con amplios espacios abiertos, y desde donde ya empieza a divisarse la sierra que hay que atravesar, y la subida que ello conlleva, pero antes hay que pasar por una cruz, "la cruz de Santiago Andrada", homenaje a un viajero, y más concretamente, a un recaudador de impuestos asesinado en este punto por asaltadores de caminos, como reza una inscripción que hay por detrás de la cruz, que está situada a unos 670 metros de altitud.

Zona de la "cruz de Andrada" y marcado con línea amarilla, el itinerario por donde sigue el camino.

  Desde aquí, una ligera bajada previa a la subida más larga, y que constituye la mayor dificultad física de esta ruta, quizás la única.

  La subida comienza justo cuando dejamos una pequeña laguna a nuestra izquierda, donde también paro para hacer una foto puesto que junto a ella veo un castaño con sus hojas ocres, que aún no se han caído, reflejándose sobre las aguas de esta laguna, y me gusta la foto (es la foto al comienzo de esta entrada).

  Sin discusión alguna, los primeros metros son los que tienen mayor desnivel, y donde hay que echar algún que otro resoplido, después la subida se modera e incluso algunos podemos disfrutar de ella, porque volviendo la vista atrás se pueden contemplar unas bonitas panorámicas de todo el valle, con el pantano ligeramente a la izquierda, cada vez más al fondo, cada vez más lejos y más chiquitito.

  Nada más comenzar la subida, me separo del grupo, cada uno a su ritmo, yo me adelanto un poco y enlazo con 'Fali', que va a su pasito, tranquilamente. Juan se queda atrás, cerrando filas, entre otras cosas porque también se toma su tiempo en la pequeña laguna, previa al comienzo de la subida, para hacer algunas fotos, al igual que hice yo.

Panorámica desde la subida, al mirar atrás. El que aparece en el camino es 'Fali'.

  Sigo durante un rato con Fali, y a pesar de que vamos despacio, acabamos uniéndonos a otro grupo, justo en la zona de las pedreras, en el pequeño tramo en el que el sendero pasa por un pedregal, donde está el indicativo del “Melonar de los Frailes” (a unos 800 metros de altitud y al pie de la Sierra del Águila), junto a un estrechamiento rocoso.

  Terminada la zona pedregosa, el sendero se abre paso por una zona boscosa, zona de arbustos a ambos lados que prácticamente sólo dejan el paso si se va en fila india.

  Este sendero acaba desembocando en un camino pista, cuando se alcanza el collado del Ventosillo, y sigue en subida más moderada y con espacios más abiertos, durante poco más de un kilómetro, hasta llegar al castañar donde se encuentra el “Abuelo” (situada éste a unos 960 m). En este tramo enlazamos con otro grupo con el que llegaremos hasta éste célebre árbol, donde haremos una parada técnica para reagrupamiento y picar algo de comer, aunque no mucho, porque con la pedazo tostada que nos hemos metido para el cuerpo todavía hay combustible hasta llegar a Guadalupe, donde ya daríamos cuenta del bacalao y la morcilla.

La zona donde se encuentra el "Abuelo". La flecha amarilla indica su grueso y hueco tronco.

  El “Abuelo”, es una árbol emblemático, declarado “Árbol de notable interés”, y del que ya se hablaba a mediad del s. XVI. Es un castaño centenario, que aún tiene vida a juzgar por los brotes jóvenes y sus típicas hojas ocres propias de estas fechas, pero el pobre ya está muy mayor, incluso tiene 'muletas' para poder aguantar el peso de alguna de sus gruesas ramas; su enorme tronco está hueco y abierto, e incluso puedo meterme de pie dentro de él, así que no es mal lugar para refugiarse de alguna llovida si nos coge por aquí. Además de disfrutar del cobijo del “abuelo”, el entorno en sí merece una parada, puesto que estamos dentro de un bosque de castaños y robles, desprovistos eso sí, del manto de sus hojas en la mayor parte de ellos, y que ahora en esta época del año, ya próximos al invierno, han pasado a formar parte de esa alfombra que cubre todo el suelo, con tonalidades parduzcas y ocres.

En estos bosques de castaños, nos podemos encontrar con la Tremella Mesenterica (seta gelatinosa, sin valor culinario que vive sobre restos leñosos).

  A partir de aquí ya es todo bajada hasta Guadalupe, primero por caminos y senderos que atraviesan este espeso bosque de robles y castaños, donde no se llega a pisar la tierra, en donde siempre vamos caminando sobre la alfombra que dejan las hojas que caen, siendo uno de los enclaves más bonitos de esta ruta, aunque quizás en otra época, un poco antes, en pleno otoño, cuando aún estén con sus hojas y éstas muestren las diferentes tonalidades de colores ocres, pardos y rojizos, cuando este bosque muestre su mayor esplendor, aunque en primavera dicen que también es muy buena época por la gran variedad de flores que se pueden encontrar.

Tramo de sendero de bajada en medio de un bosque de castaños y robles.

  De este tramo de sendero, al estar los árboles desprovistos de sus hojas, se puede llegar a ver antes que en otras épocas del año, Guadalupe y su Real Monasterio, allá abajo, en el valle, pero hasta allí aún puede quedar una hora de caminata, eso si, en bajada.

Vistas de Guadelupe y su Monasterio. La flecha amarilla señala la ermita de Santa Catalina.

Zona de castaños en los alrededores de la ermita de Santa Catalina.

  Poco antes de llegar a la ermita de Santa Catalina, rodeada también de castaños y desde donde ya se tienen unas mejores vistas de Guadalupe y sus alrededores, es cuando se sale del bosque y el sendero deja paso a una pista de tierra más ancha que nos acaba dejando a los pies del pueblo, cruzando el río Guadalupe, cuyo curso ha sido declarado “Corredor Ecológico y de Biodiversidad por la Junta de Extremadura”.

Salimos a una carretera, seguimos hacia la derecha por ella durante unos metros, y después giramos a la izquierda, por una carreterilla local, que supongo sería antes el camino de entrada al pueblo y que ahora está asfaltado. A nuestra derecha y paralelo a esta tramo asfaltado, está el arroyo Pellejeros, y al poco de coger este tramo, también a la derecha, se encuentra la “Fuente del Piojo” (parece ser que se llama así porque aquí despiojaban a los peregrinos antes de entrar en el pueblo).

  Entramos en Guadalupe quizás por la zona más fea, y después atravesamos sus calles más típicas, con fuentes y zonas porticadas, con fachadas llenas de macetas, hasta que acabamos desembocando en su centro neurálgico, en la plaza donde se encuentra el Monasterio, después de pasar la fuente de los tres chorros y el arco que correspondía a una de las tres puertas de acceso al recinto en cuyo interior se encontraba el Monasterio.

Una calle porticada típica de Guadalupe.

Bonitos balcones de madera completamente adornados de maceta.

Arco que corresponde a una de las 3 puertas de entrada al recinto amurallado.

Fachada del Monasterio de Guadalupe.

  Una vez en la plaza, la cervecita de rigor mientras esperamos a que acabe llegando todo el mundo. Después el personal se divide en grupos, aunque muchos acabamos en el bar-restaurante que está en un rincón de la plaza, y donde ya estuve comiendo hace unos meses cuando hicimos la marcha cicloturista con el club de Quintana, aunque antes de esto hubo que pasar por la administración de lotería que está al lado para el que quisiera comprara la lotería de navidad, como es tradición, aunque yo este año ya tengo hecho el cupo.


  Terminada la comida, y como aún había tiempo, algunos aprovechan para hacer la visita de rigor a la Virgen, otros para comprar morcilla y otros como yo, para ver además de la Virgen, el belén del Monasterio y el belén particular que monta una familia de esta localidad; un belén muy bonito y con muchas figuras de Mayo, un artista cuyas figuras están bastante cotizadas, sólo hace falta ir a cualquier feria del belén, y preguntar por el precio de una figura de este artesano.

  ¡Y colorín colorado esta ruta se ha acabado!, así que a las 4:30 de vuelta al autobús, y con algún pequeño retraso, acabamos saliendo sobre las cinco, así que sobre las 6 de la tarde, aún con algo de clara, me acaban dejando en el “cruce de Zalamea”, donde había dejado aparcado el coche esta mañana.

 [Para ver las fotos de toda la ruta, Pincha AQUÍ]

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