Las andanzas de un lobo estepario extremeño.

Aquí mis batallitas sobre cicloturismo, senderismo, montaña, viajes, naturaleza, música, teatro, ...

"Viajar en bici es hacer más grande el Mundo. Es aprender lo esencial de la vida. Es vivir el presente sobre todas las cosas. El placer del cicloturismo está mucho más en el camino que en el destino, son los medios los que justifican el fin. Durante días, semanas o meses, no necesitas más que lo que llevas a cuestas
" (del artículo: "Con la casa a cuestas", revista: Bike Rutas, Nº 4, 1999)

26 oct 2011

Senderismo: Ruta de Carlos V.

  El domingo suena el despertador a las cinco de la mañana, y tras el aseo y desayuno de costumbre, y como ya teníamos preparadas las mochilas, salimos rápidos de casa para coger el coche de Alejandro y desplazarnos a Jarandilla, a unos 20 minutos.

  Podríamos haber cogido el bus que pasa por los pueblos de la Vera recogiendo al personal inscrito en la ruta, pero llevando el coche, a la vuelta podríamos cogerlo y venirnos cuando quisiéramos, sin necesidad de esperar a que se llene un bus para que pueda salir o por si queríamos esperar un poco allí y tomar algo antes de venirnos.

  Llegamos a Jarandilla sobre las 6, aparcamos y nos vamos a la rotonda del Parador, donde hay un autobús y el control de firmas. Al cuarto de hora, sale este primer bus. Es noche cerrada y como nos queda sobre hora y media de viaje hasta Tornavacas, el que más y el que menos aprovecha para echar una cabezadita.

  A las 7:45 llega este primer bus a la entrada del pueblo de Tornavacas, y aparca junto a las naves de una cooperativa, bajamos y se nota el cambio de temperatura, hace frío y se respira humedad, aunque de momento no llueve, pero el cielo tiene que estar cubierto porque no se ve ni una estrella.

  Tenemos que esperar a que lleguen los otros dos autobuses, y después, todos juntos, y tras unas breves indicaciones de los monitores y guías de las ruta, comienza la ruta, sobre las 8:15, aún de noche, bajo las luces de la carretera de entrada al pueblo que aún permanecen encendidas, aunque ya hay un poco de claridad, y así podemos ver al fondo, la silueta recortada de la sierra que vamos a ir bordeando al principio, sobre un fondo oscuro de nubes que no auguraban un día soleado precisamente.

  Como he dicho, antes de partir nos dan una serie de indicaciones, una de ellas es muy importante y aclaratoria, y es que la ruta sólo tiene un “punto de escape”, cuando se llega a la bifurcación para poder ir hacia la localidad de Jerte, así que quien no se encuentre bien cuando llegue a ese punto, lo mejor es que gire allí a la derecha y baje hasta el pueblo, donde supongo, que los mismos autobuses que nos han llevado a Tornavacas, lo podrán recoger a su regreso a Jarandilla. El inconveniente de este “punto de escape”, es que está demasiado pronto, y cuando el personal llega a él no tiene ganas de retirarse, entre otras cosas porque hasta aquí es lo más fácil y cómodo de la ruta, un paseo. Pasado este “punto de escape”, ya no hay más opciones, sólo queda seguir, y en caso de algún problema físico importante la situación se complica, como ocurrió el año pasado o hace un par de años, según contaron los propios monitores, y es que un hombre, de edad avanzada, estuvo haciendo la ruta y no paró nada para comer, así que en la bajada después de la subida dura, empezó a encontrarse mal, hasta que le pegaría algún “jamacuco”, no sé si alguna bajada de azúcar o de tensión o algo similar, y como hasta allí no se puede subir en coche ni nada por el estilo, tuvieron que bajarlo un poco más, hasta llegar a un pequeño prado donde pudo aterrizar el helicóptero (desde este punto a Jarandilla, aún le podía quedar sobre hora y media o menos, de caminata). A raíz de este comentario, los monitores hacen hincapié en lo de la comida y que habrá al menos dos puntos de parada para comer y descansar: uno en el “Puente Nuevo” y otro, una vez pasada la subida fuerte, en el collado de las Yeguas, aunque si el tiempo está mal, como va a ser lo previsible, se haría mejor en la Garganta del Yedrón. También se recalca que se vaya en grupo si no se conoce el camino, porque arriba puede haber niebla y si alguien se queda sólo y aunque el camino está señalizado, si no está seguro de por dónde tiene que seguir, que se pare y espere a los que vienen por detrás, que siempre habrá un monitor cerrando el grupo, o que se de la vuelta hasta el último punto o marca conocido y a partir de ahí intente retomar de nuevo el camino.

  Los primeros metros son de aproximación al pueblo, aunque no tuvimos que entrar prácticamente en él, puesto que al llegar cogimos un callejón a la derecha que nos llevó al río, el cual cruzamos por un puente donde hicimos la foto inicial, para girar después a la derecha por un camino, con la sierra a nuestra izquierda y el río Jerte paralelo a nuestra derecha. A nuestras espaldas ya queda Tornavacas, mientras nosotros nos encaminaremos en dirección sur y sureste.


  Este primer tramo es el ideal para dar un paseo, por un camino que transita entre huertos y campos separados por paredes de piedras forradas de un musgo verde, entre cerezos y castaños en los inicios, aunque conforme avanzamos los castaños comienzan a predominar, con sus bolas erizadas de color amarillo verdoso en sus ramas, o en otras ocasiones, formando una auténtica alfombra en el camino al caerse, abiertas después de ser pisoteadas por el paso de la gente. Es una gozada ver los castaños ahora, en todo su esplendor.


  A pesar de que por aquí, al igual que por casi todos los sitios, lleva tiempo sin llover, hay bastante humedad, las paredes de piedras que delimitan los caminos, los huertos y los campos, están en muchos tramos cubiertas de musgo verde, cuando lo normal sería que el musgo estuviera amarillo, seco, debido a la falta de lluvia, pero es que aquí las nubes acaban agarrándose a la sierra, como hoy o como vimos ayer tarde desde lejos, al llegar a Jarandilla, y de ahí la humedad, porque lo que es el agua se nota que hace tiempo que no llueve, a juzgar por el escaso caudal del río y de las gargantas por las que pasamos.


  Como digo, el camino es bastante agradable y llevadero, intento hacer fotos, pero aún hay poca luz, y menos aún de lo normal para esta hora, al estar el cielo cubierto, es más, a penas llevaríamos dos kilómetros andados cuando ya tenemos que echar mano de los chubasqueros ante el primer envite de la lluvia, aunque no fue mucho, se fueron alternando tramos sin caer ni gota con otros en los que caía una lluvia fina, el típico “engañabobos”. Algunas de las fotos que hago o salen oscuras o movidas ante la falta de luz, y lo malo es que sólo hasta el tramo del “Puente Nuevo” es donde pude sacar la cámara, porque después, el tema de la lluvia se puso serio, y junto con el aire, el frío y la niebla, hicieron que acabara metiendo la cámara en la mochila, así que hoy más que utiliarla lo que he hecho ha sido pasearla.


En esta foto, al mirar hacia atrás, hacia el norte, vemos la localidad de Tornavacas que se dirime entre las luces y las sombras.

  Pasamos el “punto de escapada”, con las vistas del pueblo del Jerte, allá abajo, y al fondo, un poco más al sur, se eleva el “Puerto de Honduras” (puerto de primera categoría cuando se sube en la vuelta ciclista a España), cuya cima aparece cubierta por las nubes.

  Hubo un tramo especialmente bonito, al menos para mi, antes de llegar al Collado de la Losas, donde la subida es a través de una senda que serpentea entre enormes y frondosos helechos, con diferentes tonalidades debido a la falta de lluvia, pasando del verde al amarillo y al ocre, transitando en medio de una zona boscosa, salvando el desnivel a base de cortas y empinadas rampas, quizás el tramo más duro y a la vez bonito, de esta primera subida, de la que al final se puede decir que es una subida suave, porque prácticamente se sale de Tornavacas a unos 900 metros y se llega al collado a unos 1.100, pero es que el desnivel mayor está prácticamente al final, aunque sin ser nada del otro mundo. Como he dicho, en este tramo da la sensación de ir por medio de un bosque tropical, hasta que se sale a un claro donde hay un control de la organización y el personal aprovecha para tomar algo, beber un poco y seguir hacia delante, que es lo mejor, porque en este claro sopla el viento y se queda uno frío en seguida.

 Los compis en un tramo de sendero.

Chraly (Alejandro), perdido entre un mar de helechos.

  Un poco más adelante comienza la bajada enlosada (de ahí supongo lo del Collado de las Losas) que conduce hasta el “Puente Nuevo”, aunque las aguas de la Garganta de la Serra que pasan por este puente son muy escasas. Creo que el cauce de esta garganta se funde más abajo, con el procedente del Collado de las Yeguas, formando la celebérrima Garganta de los Infiernos, en pleno Valle del Jerte, a la que también se la conoce como “Los Pilones”, que a su vez, tiene su propio recorrido marcado, otro “PR”, que junto con el de la Ruta de Carlos V, son quizás los dos recorridos más famosos o importantes del Valle del Jerte, si bien es cierto que la de “Los Pilones” es mucho más transitada (corta, con poca dificultad y se inicia a los pies de un camping, junto al río Jerte) y en algunas ocasiones como primavera puede estar masificada.

 Inicio de la bajada desde el Collado de las Losas al Puente Nuevo.
 Bajada desde el Collado de las Losas al Puente Nuevo, vista desde abajo.
 

Garganta de la Serra, donde se construyó el Puente Nuevo para poder cruzarla, aunque como se ve en la foto, ahora lleva poca agua.

  En este punto aprovecho para sacar una foto del resto de compañeros sobre el puente, vamos, la típica foto que se hace todo el mundo....

En la foto, sobre el Puente Nuevo, y de izquierda a derecha: Ángel, Satur, Patri y Alejandro.

  Es aquí donde estaba programada la primera parada, pero justo cuando empezamos a quitarnos las mochilas comienza a llover, y ponerse a comer allí, sin ningún tipo de protección es bastante coñazo, así que el personal recorta rápidamente y comienza a ponerse en marcha de nuevo.

  Yo sigo sin encontrarme bien, tengo un malestar en el cuerpo pero no sé que me pasa, aunque procuro no darle más vueltas, ya se me pasará a lo largo de la mañana, es lo que pienso. Lo cierto es que en otras ocasiones a esta altura de la mañana y levantado desde las 5, me comería todo lo que se pusiera por delante, sin embargo no me entraba absolutamente nada, pego tres bocados al bocadillo y pico un par de trozos de queso del tape que llevaba, un trago a la bota de vino y ya está, no me entraba nada, así que como había que comer porque la mañana iba a ser larga y encima se estaba poniendo bastante chunga, saco una de las dos manzanas que llevaba en la mochila para ir comiéndomelas por el camino.

  A partir del “Puente Nuevo”, a unos 900 metros de altura (o sea, prácticamente a la misma altura que Tornavacas, el punto de salida, aunque pasando antes por el Collado de las Losas, a 1.100 metros) es cuando comienza realmente la dificultad de la ruta, porque hasta ahora había sido todo un paseo.

  Aquí es cuando comienza la subida de verdad, con tramos de zig-zag que posteriormente se vuelven más continuos, para salvar un desnivel de cerca de 600 metros, sin dar prácticamente un respiro, para pasar de los 900 metros en los que se encuentra el “Puente Nuevo”, a los cerca de 1.500 metros del Cerro de las Encinillas, el punto más alto de la ruta.

  La subida comienza como he dicho por un camino empedrado, enlosado, en zig-zag, donde la lluvia persiste, sin ser excesiva pero si constante, lo bastante engorrosa y moletas como para no permitir que se pueda disfrutar de la ruta, ni tampoco de las vistas de los alrededores que se puedan ir teniendo durante la subida.

  Es prácticamente en este primer tramo de subida en zig-zag, cuando al levantar la cabeza veo unos metros por encima de mi a Alejandro y Patri, porque Satur y Ángel ya han tirado para delante, pero aquí decido que ya no puedo más, me entra el aprieto y tengo que buscar salir del camino como sea, y no es algo fácil, porque todo es monte a través y en pendiente. Consigo apartarme un poco del camino, pero al mirar hacia bajo, veo que soy todavía objetivo fácil de ver para la gente que viene subiendo. Me alejo otro poco más, y nada, sigo siendo bastante visible por la gente que sube, y algunos me miran extrañados como diciendo ¿qué coño hará ese tío caminando fuera del camino,en sentido opuesto y alejándose cada vez más?... ya no puedo más, primero vomito y después, tras unos matorrales compruebo que también tengo diarrea... ¡uf!, rápidamente pienso que es mi madre, que ha estado esta semana con gastroenteritis y que hasta el sábado no se recuperó, quien me la ha pegado, porque así de buenas, vómitos y diarrea, de forma seguida no es normal...¡ahí estaba el malestar que tenía!.

  Después de unos 15 ó 20 minutos, me incorporo de nuevo al camino. Ya ha pasado mucha gente, y a hay un momento en que no viene nadie detrás, así que como no conozco esto y se ha echado una ligera niebla, decido esperar, porque parece que escucho voces.

  Me uno a un grupo de 10 ó 12 personas que vienen sueltas por detrás, pero después de 20 minutos sigo hacia delante con una pareja porque el resto va muy despacio, y eso que yo también iba despacio. Entre las molestias del pie y la gastroenteritis estaba realmente jodido y lo peor de todo es lo que aún me faltaba, porque desde que me salí del camino y hasta que llegara a Jarandilla, podían faltar poco más o menos que cuatro horas, que se me iban a hacer interminables, porque a mi estado físico había que sumar el día de perros que se estaba poniendo, mucho peor conforme se iba subiendo, algo normal por otro lado.

  Procuro no pensar en el tiempo ni en la distancia, no miro el reloj, sólo pienso en avanzar poco a poco, en que en otras circunstancias peores o similares me he visto y poco a poco, he ido solventando, y además, suponía que después, conforme se fuera bajando, la temperatura se iría recuperando y se podría ir mejor. En fin, que recurro a aquella frase de “... en peores plazas hemos toreao...", para seguir pa'lante y to'tieso.

  En la subida el agua sigue, hay tramos de senderos completamente encharcados, y ya ni siquiera me molesto en intentar esquivarlo, y la verdad es que las botas aguantaron bastante tiempo sin calarse, aunque tanta agua y tanto charco, al final el agua acaba metiéndose por los calcetines o por los pantalones que también están empapados.

  Procuro no separarme de la pareja que va delante de mi, porque hay niebla y no conozco el camino, aunque está bastante señalizado, y porque tampoco vamos viendo mucha gente, tan sólo a alguna que otra persona que se ha parado a comer al borde del camino, o a algún grupo pequeño, excepto en un claro a la derecha, poco antes de llegar al final de la subida, donde hay un grupo más numeroso.

  En este claro, la pareja con la que voy para un momento y yo decido hacer lo mismo para sacar el bote que tenía dentro de la mochila y beber un poco, y de paso, guardar la cámara dentro, porque lo único que estaba haciendo era pasearla y se podía llegar a mojar.

  Durante la subida se pasa por algunas fuentes, todas señalizadas con postes de madera e indicativos correspondientes, aunque no me paro a mirar se tienen agua o están secas, porque hoy llevo agua de más, así que ése hoy no es mi problema precisamente.

  Continuamos la marcha, y en los últimos metros de subida, la pareja comienza a relatar, porque les parece que la subida no se acaba nunca, que es interminable. Yo pienso que no sé qué será peor para mi, si la subida o la bajada, porque al menos subiendo, aunque vaya despacio puedo ir cómodo, porque no me molesta tanto mi pie, pero a la bajada le tenía miedo, porque ya me habían dicho que era muy pedregosa y con la lluvia las piedras podrían estar resbaladizas, y eso unido a como iba, ya podría ser la puntilla final.

  En estas cosas pensaba, alejado ya de los pensamientos de la gastroenteritis, cuando de nuevo tengo otro aprieto, y tengo que apartarme otra vez rápidamente del camino, suerte que este tramo ya es casi al final de la subida, y hay niebla, así que no tengo que apartarme tanto del camino. De nuevo la diarrea....¡uf!, ¡como esto siga así me da a mi que voy a ir abonando el camino!, ¡y no será porque no está ya abonado!, porque las vacas que hay en la subida, o que se intuyen al menos por los cencerros que suenan, verlas no las vi, tienen el camino salpicado de unas 'plastas', de unas boñigas, impresionantes por el tamaño que tienen, así que entre esquivar las piedras, los charcos y las boñigas, hace que no podamos apartar la mirada del suelo....¡como para ir viendo las vistas de los alrededores, en el caso de que se pudieran ver, claro está!...

  Continuo camino, ahora otra vez sólo. Llego al fin de la subida, hay indicadores de madera. Aún faltan 11,5 km desde aquí,  hay pequeños grupos de dos, tres o cuatro personas por los alrededores, están comiendo, y deben tener mucha hambre porque sino no lo entiendo, porque el sitio es el peor en ese momento para pararse a comer, ya que si bien es cierto que el agua parece que ha cesado, la niebla, y sobre todo el viento frío que sopla aquí arriba, sin ningún tipo de protección, no lo hacen el más aconsejable, además de que pararse aquí justo después de realiar la subida lo único a lo que puede llevar es que se acabe cogiendo frío y después es peor ponerse en marcha, así que yo sigo adelante, en solitario, hasta que de nuevo me encuentro con la pareja con la iba en la subida, y para mi sorpresa, van bastante lentos, que ya es decir, algo que me sorprende, porque en la subida sólo hablaban de que querían terminarla, que a ellos que le dieran todas las bajadas del mundo...

  Voy un rato con ellos pero acabo dejándolos y siguiendo sólo, aunque soy consciente de que voy despacio, y el pie me molesta cada vez más, así que procuro apoyar con él lo menos que puedo y echar el peso del cuerpo en la otra pierna, con lo que al final de la ruta tenía las dos piernas cargadas, una por estar mal con el pie, y la otra por contrarestar el efecto... ¡y todavía me podían quedar un par de horas!... ¡qué calvario!...

  Llego al famoso Collado de las Yeguas, desde donde según dicen, se tienen unas de las mejores vistas de toda la comarca de la Vera, además de la vista del cerro de las Encinillas que dejé atrás y con unas vistas en general, inmejorables, rodeado de bellos parajes... pero esto es sólo teoría, porque la verdad es que ni yo ni nadie, durante el día de hoy pudimos ver nada de nada, cero patatero, la niebla y el mal día en general, aguó la fiesta, nada de disfrutar de vistas, ni de bellos parajes ni nada por el estilo, nada de nada, ¡es una lástima!, así que habrá que volver a repetirla, espero que en otras condiciones meteorológicas y en otras condiciones físicas en lo que a mi se refiere, quizás en primavera y si pudiera ser, con el cerezo en flor, seguro que sería apoteósico. Pero de momento esto es lo que hay, o sea, nada, y me sigue tocando sufrir como un cabrón y sin recompensa ninguna. La cámara de fotos no la he vuelto a usar desde el “Puente Nuevo” y no la volvería a usar ya más en toda la ruta.

  Un grupo que viene por detrás bastante rápido, me coge y me pasa, intento seguirlos un rato, pero sólo eso, un rato, porque no puedo, voy sufriendo con el puñetero pie, ya no sé como apoyarlo, bueno al menos me consuelo pensando que el otro tema, el de la gastroenteritis, de momento está aparcado, algo es algo...

  Llego a la Garganta Yedrón, después de una bajada fuerte en zig-zag, aunque con menos piedras, y allí hay gente sentada comiendo o descansando, yo aprovecho para quitarme la mochila, beber un poco de agua, coger la manzana que me quedaba en la mochila y seguir camino comiéndomela poco a poco, porque desde que salí lo único que comí fue una manzana, tres muerdos al bocadillo, un par de trozitos de queso y ya está, y acabé vomitándolos; después de esto sólo comí frutos secos: almendras y pasas; primero porque no me entraba nada y segundo por miedo a vomitar de nuevo.

  Así que con la manzana en la mano, me pongo en marcha de nuevo, sólo, aunque supongo que no tardarían mucho en venir gente detrás de mi, los que estaban parados comiendo.

  Ando un buen rato, ahora se va llaneando durante un buen tramo, bordeando la sierra, girando dirección sureste. Pero se vuelve a echar la niebla en esta zona, y hay un momento en que no veo las señalizaciones, paro un rato y espero a que venga alguien. Veo a un par de chavales que vienen en mi dirección, así que debo ir bien, y sigo hacia delante pensando en que ya me cogerán.

  Curiosamente cuando me cogen, uno de ellos que era de Jarandilla, le va comentando al otro que es en esa zona, donde hay un pequeño prado privado a la derecha, porque a partir de aquí ya comienzan a verse propiedades privadas, en donde aterrizó el helicóptero cuando tuvo que venir a recoger al hombre al que le pegó el “jamacucuo”, y del que hablaron los monitores al comienzo de la ruta.

  Consigo ir tras ellos, y así lo haría hasta prácticamente el final, hasta el “Puente de Palo”, a un par de kilómetros de Jarandilla. Pronto comenzamos a ver Aldeanueva del Camino, y después el Guijo de Santa Bárbara, pasando por campos delimitados con paredes de piedra, al igual que al principio de la ruta.

  Después viene un tramo de fuerte bajada pedregosa, primero por una zona clara y después por una zona boscosa, que acaba conduciendo hasta la carretera del Guijo, que tomamos a la izquierda durante unos metros, para después abandonarla por la derecha, primero por un camino de cemento y después por un camino de tierra que acaba conduciendo hasta el célebre Puente Palo y las bonitas vistas de sus alrededores. En este tramo entre la carretera del Guijo y el puente, puede haber un poco de confusión, ya que coinciden tres recorridos, dos “PR” y un “SL”, aunque por suerte yo en ese momento iba con un chaval de la zona y no tuve problemas, porquehabía indicaciones en sentido contrario al que íbamos, que pertenecían a otro recorrido.

  En el “Puente de Palo”, los chavales siguen adelante, junto con la mujer de uno de ellos que estaba esperándole allí y que previamente le llamó por teléfono, mientras yo paro para quitarme la mochila y beber porque estaba seco,y además para ver el móvil, porque me extrañaba que no me hubieran llamado para saber por dónde iba o qué me había pasado, pero daba igual, porque estaba sin cobertura.

  Sigo hacia delante en solitario ahora los dos kilómetros aproximadamente que restaban para el final, primero por un camino entre una pared de piedra a la izquierda y los árboles a la derecha, después por una senda en ligera subida que va a dar a un camino ancho y más abierto, que finalmente conduce a la entrada de pueblo, donde por una carretera en desuso se llega a la entrada de Jarandilla. Allí, a la entrada, en una explanada, a la derecha de la carretera, entrando en el pueblo, están los autobuses y gente esperando a que se llenen para ir saliendo. Un monitor toma nota de mi nombre, otro me da una lata de aquarius que me vendrá bien para lo que me pasa, y a la vez, Ángel me hace señas para avisarme que están sentados en la terraza de un bar que hay allí enfrente.

  Había salido a las 8:15 y llegué a las 16:15, ocho horas de calvario particular para salvar unos 26 km de la ruta.

  Los datos de la ruta, según una entrada de la Wikiloc, son los siguientes:

Distancia recorrida: 26,42 kilómetros.
Altitud mínima: 603 metros, máxima: 1.482 metros.
Desnivel acumulado subiendo: 920 metros, bajando: 1.226 metros.

  El perfil de la ruta, también sacada de esta entrada de la wikiloc a la que antes he hecho referencia, es el siguiente:


  Satur y Ángel habían llegado de los primeros, y después Alejandro y Patri, que se portó como una campeona, y creo que una hora después que la parejita, llegué yo, y por supuesto, toca aguantar alguna que otra bromita y algún que otro comentario, pero es lo que hay...

  En resumen, una ruta que llevaba mucho tiempo queriendo hacer, que tenía mucha ilusión por hacerla y que ya le había dicho a Alejandro el año pasado que cuando se enterara de que se iba hacer me diera un toque para apuntarme. Quería hacerla entera, ya que sólo conocía tramos de la ruta, pero no todo el recorrido, y después de llevar meses de buen tiempo, con unas temperaturas por encima de lo normal, resulta que el día que hacemos la ruta sale un día de perros, en el que no se ha podido disfrutar nada del recorrido, a excepción de los primeros kilómetros, y nada de regodearnos con bonitas vistas o paisajes, nada de disfrutar de un día de campo, en fin, otra vez será.

  Terminada la ruta y como nosotros teníamos el coche allí mismo, nos vamos derechos al piso de Alejandro, toca la merecida ducha, aunque yo sigo con problemas, porque antes y después de ducharme volví con el tema de los vómitos, así que antes de regreso a casa, esperamos un rato por si seguía con ellos, y como no se volvieron a repetir, emprendimos la marcha, nos despedimos de Alex y Patri y los tres mosqueteros de regreso al hogar. En Navalmoral, Ángel ya tiraría para Madrid y nosotros, Satur y yo, para Zalamea.

  Durante el tramo de viaje desde que salimos hasta que paramos en un área de servicio, estuve bebiendo sorbos cortos del zumito de limón que me preparó Patri para el camino, y es que la comida ni olerla pero de agua estaba completamente seco. Cuando paramos pedí un acuarius y una botella de agua de las de litro y medio, y para cuando llegamos prácticamente ya me la había bebido.

  Desde que salimos de casa de Alejandro, no había vuelto a tener ningún síntoma de la gastroenteritis. A las 11 ya estaba en la cama, intentando recuperar porque al día siguiente intentaría ir al curro si seguía sin tener problemas.

  Pero no todo es como uno quiere, y así, a media noche tuve que ir a visitar al amigo Roca. Los vómitos habían desaparecido pero ahora le vuelve a tocar el turno a la diarrea, así que por la mañana llamé al trabajo para decir que no iba, que estaba con grastroenteritis.... A partir del mediodía ya empecé a sentirme mejor y a dejar de hacer las visitas constantes al cuarto de baño. Por la noche ya creía que había pasado todo, así que el martes a currar, y así acaba mi largo “penaero” particular.







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